Sanando Mis Heridas

De HelenaGrand

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Malfoy se lamentaba de tantas cosas, pero ya era tarde para enmendarlas, ya no disponía del tiempo y aunque l... Mais

Expreso de Hogwarts
Estoy Sola
Promesas
Las Culpas
Spattergroin
Solos en el mundo
No lo Merezco
Dos Opciones
Un Moustro
¿Esta es mi vida perfecta?
Decir la Verdad Requiere Valor
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¿Dónde está tu sangre azul?
Alejando Pesadillas
No Todos Comprenden
Un Poco de Consuelo
De Vuelta al Mundo Real
Esa pequeña Piedra
La Misma Oportunidad que Tengo Yo
Decisiones
Esos Ojos
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Otro Parkinson
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La Piedra de la Resurrección
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La Historia de Fedra y Kendra
Luna y la Clave de Todo
Cuando el Amor se Transforma en Odio
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Sobre su Tumba
Miedos y Sueños
Costumbres
Cartas De Amor

El Amor no es Siempre lo que Debe Ser

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De HelenaGrand

-54-

El Amor no es Siempre lo que Debe Ser

El amor no es siempre esa explosión de fuegos artificiales, ese mágico momento cuando se cruzan las miradas y miles de mariposas revolotean en el estomago, no es ese cataclismo que cimbra la tierra y estremece cada parte de nuestro ser.

El amor no es siempre la intempestiva llama que nos consume con rapidez o esa marea bravía que nos ahoga e inunda del elixir más fascinante y fantástico del mundo.  A veces, el amor no es aquel que imaginamos, ese que idealizamos y anhelamos.

El amor no siempre se da desde el primer contacto, con las primeras miradas, con los primeros roses. No es como en las novelas donde describen el amor perfecto, con esa primera revolución que se da a penas los primeros instantes. Y no digo que ese amor no exista o no sea posible, mas no todos los mortales tienes la posibilidad de saber desde el principio que lo que sienten correr por sus venas y latir en su corazón es el verdadero amor.

A veces, solo a veces el amor no inicia como tal, no es esa flama ardiente de deseo, ese suspiro anhelante, esa caricia tímida, esa sonrisa enamorada, ese brillo radiante en la mirada o el escalofrió que recorre la espina dorsal ante la incitante corriente de electricidad  que recorre cada fibra de nuestro ser.

A veces el amor llega de improviso en la familiaridad del trato, en la admiración que nace de lo que antes fue rechazo, en el reconocimiento de una piel que necesita el calor de un roce o una marchita sonrisa que apenas se mantiene en la amargura que comparten.

A veces, solo a veces el amor nace en la oscuridad de las tristezas, en la amargura de los recuerdos, en ese dolor que apenas permite respirar, en esas heridas que no sanan por completo.

Entonces el amor se da de poco con la timidez de las primeras experiencias, con el temor a lo desconocido, con el conocimiento que se da a cuenta gotas, pero que nos permite conocernos como nadie jamás nos ha conocido.  

El amor madura aun sin saber que es amor, en las interminables tardes de charlas, en los inocentes intercambios de caricias de consuelo, en esas sonrisas que con el tiempo son más brillantes y mas naturales. El amor crece en los corazones heridos que aun no saben que laten a un nuevo ritmo, se consuelan en la complicidad de sus secretos, en las confidencias más profundas de sus vidas.

Solo entonces el amor es ese fuego que consume deseoso, vienen los suspiros, esos besos robados en la inconsciencia de los sueños, viene ese calor que cobija el corazón, que estruja la razón, que los hace locos y tontos, pero felices enamorados, y el cielo es mas azul, como el sol mas cálido con solo pensar en el otro.

El amor se dio asi, de a poco, casi sin notarlo, cuando ninguno de los dos lo esperaba,  sin embargo, se volvió fuerte y creció aun en el silencio de los días, se dio con la naturalidad del instinto, desde lo más profundo de su interior.

Cuando lo notaron, ya estaban perdidos en ese sentimiento tan intenso como desmedido, en el amor maduro que va más allá de las primeras impresiones, no era solo un vago enamoramiento, o  la deslumbrante pero efímera explosión de fuegos artificiales.

Cuando se dieron cuenta, lo que sentían era la más pura expresión del amor que madura y permanece, que se expande y crece por que se aceptan tal como son, con todas sus virtudes y sus defectos, por que se comprenden aun sin palabras con el solo intercambio de miradas, porque ambos sobrevivieron apenas a sus pasados teñidos de dolor y sangre.

Son fuertes, porque estaban juntos por que su amor creció de las cenizas que quedaron de sus vidas, de sus pasados intrincados y llenos de dolor. Se amor es fuerte por que creció en las adversidades, surgiendo del perdón y la complicidad de entender que cuando lo has perdido todo lo único que queda es uno mismo y que solo los cobardes se dan por vencidos.

Ese día, mientras Hermione lanzaba maldiciones contra Vladimir, tenía su cuerpo y mente plagado de emociones y sentimientos contradictorios. Había sufrido tanto a esas alturas y lo había perdido todo que ya nada parecía importarle.

Harry le acababa de dar la opción de terminar con Vladimir si eso era lo que quería, escuchaba la agitada respiración de su amigo a sus espaldas, pero se sentía incapaz de parar ese odio y esas ansias de vengarse.

Aun podía ver el cuerpo inerte de Draco, aun el ajero en su pecho le recordaba que lo había perdido y solo ese pensamiento avivaba aun mas las llamas vengativas de su sangre, sus deseos de aniquilar a quien le había arrebatado al hombre que amaba.

Lloraba aun sin emitir sonidos, lloraba su amargura y su dolor con lagrimas saladas, que no le ayudaban a aminorar ese dolor que la carcomía por dentro, posiblemente su cuerpo temblaba, pero su mano se mantenía firme con cada maldición y estaba decidida a matarle.

Detuvo entonces los crucios y busco la mirada de su enemigo quien a duras penas se mantenía consiente y respirando, pero era mucha la soberbia de Parkinson y el falso orgullo que le quedaba, que aun en el suelo herido, con el cuerpo convulsionando por el dolor infringido, sonrió con arrogancia, con esa media sonrisa altanera de saber que se salía con la suya.

Hermione apretó los dientes con fuerza al notar esa sonrisa. -Avada… -Comenzó a conjurar y Harry prefirió voltear su vista ante lo que estaba por ocurrir.  No quería ver a su mejor amiga cobrar venganza por mucho que se lo mereciera ese hombre.  

Pero por más que Harry espero escuchar la maldición, esta no llego. Fue entonces que giro de nuevo su rostro tratando de averiguar por qué se había detenido.

Granger había bajado la varita y se mantenía inmóvil con los ojos nublados por las lagrimas y el corazón encogido de tanto dolor que creía que en cualquier momento moriría.

Ella no quería vivir sintiendo esa rabia recorriendo sus venas, no quería ser ese mostruo en que la habían convertido, no deseaba cargar en su conciencia una nueva muerte, porque en el fondo sabía que Draco no quería eso para ella.

Poco le importaba su propia vida, pero honraría el recuerdo de su amado Draco de la única forma posible. No mancharía sus manos de nuevo, ella sería más que sus enemigos.

Por eso aparto la rabia que sentía, ese odio incontenible que la consumía y se dejo embargar por completo por el dolor, por la tristeza de sus pérdidas y por su sufrimiento. Fue como de golpe el dolor sustituyo a la rabia, para librarla del deseo de venganza.

-Vas a pagar, te lo prometo. -Advirtió. -Pero no será mi mano quien te facilite tus condenas.

Harry comprendió con satisfacción que no seria su amiga quien terminaría con la vida de ese asesino. Se apresuro a tomar a Vladimir para sacarlo de esa habitación.

Parkinson había perdido la sonrisa ante la declaración de Hermione, pero estaba tan  débil a causa de las maldiciones que no pudo replicar, había confiado en que Granger le ahorraría la humillación de ser juzgado y sentenciado, acababa de perder la facilidad de una rápida muerte.

-No podemos dejarlo aquí. -Susurro con la voz quebrada la castaña.

Desde la puerta Harry le contesto. -Lo llevaremos con nosotros, no te preocupes por eso.

-Solo dame unos minutos a solas, por favor. -Suplico.

-Estaremos afuera cuando estés lista nos iremos.

-Gracias. -Le dijo en voz baja mientras con cautela se acercaba al cuerpo inmóvil del rubio.

La piel de Malfoy estaba pálida y un par de heridas surcaban sus finas facciones, tenía el labio hinchado, como un golpe en el pómulo izquierdo.

Hermione se hinco a su lado y estiro su mano para tocar su mejilla, pero no se atrevió a hacerlo por miedo a contratar que ahora estaba frio como la muerte. Quería recordar su calidez, su sonrisa altanera, quería recordarlo como era y tenía miedo que al tocarlo ahora no pudiera evocar esos recuerdos.

Más no podía dejarlo así, debía   despedirse, decirle aun a pesar de que la muerte se lo hubieran arrebatado todas esas cosas que prometió que le diría.

Con el cuerpo adormecido por el dolor y la tristeza  giro el cuerpo de Draco hasta ponerlo boca arriba, no sabía con claridad si ese frio intenso que sentía estaba en sus manos o en la suave y pálida piel de Malfoy, y no quería saberlo.

Acomodo un par de mechones rebeldes de su cabello platinado y acaricio su rostro. No podía dejar de llorar, por el contrario los sollozos se volvieron más intensos y de su garganta salían gemidos de dolor y angustia.

Inclino el rostro sobre el suyo hasta pegar sus frentes y sus  lágrimas comenzaron a empapar el rostro de Draco, a derramarse por sus mejillas y su cuello, a mojar también sus ropas.

-T…tee… a…mo. -Dijo apenas entre gemidos intangibles. -Te amo. -repitió apremiante, con fervor.

Cerró los ojos aturdida de tanto dolor y acaricio sus mejillas, a ciegas busco sus labios con los suyos y se mantuvo así por un par de segundos intentando dar calor a sus labios, a su cuerpo, como si con ese beso pudiera resucitarle.

-Te amo. -Volvió a repetir sobres sus labios, con palabras agónicas, el corazón le latía desaforado y el agujero en su pecho crecía cada vez mas dejándola seca y muerta.

Y entonces paso. Abrió sus ojos y se encontró con los ojos de mercurio liquido abiertos, con unos labios temblorosos que intentaban decirle que el también la amaba.

-¡Estás vivo! -Exclamo incrédula con los ojos abiertos desmesuradamente, tomo sus manos y se las llevo a sus labios para besarlas, para después apartarlas para pedir ayuda. -¡HARRY! -Grito entre lágrimas con la voz afónica, pero sin dejar de mirarle a los ojos  y a sus delgados labios que intentaban sonreírle.

No tardo en entrar alarmado Potter, con varita en mano. -¡Que ocurre!

-¡Esta vivo! -Fue su única respuesta llena de felicidad. 

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