Sanando Mis Heridas

By HelenaGrand

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Malfoy se lamentaba de tantas cosas, pero ya era tarde para enmendarlas, ya no disponía del tiempo y aunque l... More

Expreso de Hogwarts
Estoy Sola
Promesas
Las Culpas
Spattergroin
Solos en el mundo
No lo Merezco
Dos Opciones
Un Moustro
¿Esta es mi vida perfecta?
Decir la Verdad Requiere Valor
Ambos han sufrido mucho
¿Dónde está tu sangre azul?
Alejando Pesadillas
No Todos Comprenden
Un Poco de Consuelo
De Vuelta al Mundo Real
Esa pequeña Piedra
La Misma Oportunidad que Tengo Yo
Decisiones
Esos Ojos
Te Preocupas por Ella
Otro Parkinson
Duelo
Intentando Descifrar sus Secretos
Elegir un Bando
Tienes que ser Fuerte
Obsesión
Misteriosa
La Piedra de la Resurrección
Sin Cargas del Pasado
Te Necesito
Una Mala Noticia en Navidad
Noche Difícil
Convicción
Fue Ella
La Historia de Fedra y Kendra
Luna y la Clave de Todo
Cuando el Amor se Transforma en Odio
No Puedo Negarme
Te Ofrezco una Oportunidad
El Dueño de su Corazón
Utilizándonos
Una Liebre
Muere un Valiente
Humillaciones
Tus Enemigos, Mis Amigos
Resignada a su Destino
Granger o Malfoy
La Nueva Pansy
¿Un Corazón Bueno?
Sobre su Tumba
El Amor no es Siempre lo que Debe Ser
Miedos y Sueños
Costumbres
Cartas De Amor

Fedra

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By HelenaGrand

-32-

Fedra

Las estrellas tintineaban en el firmamento, como guardianes celosos que conocen los secretos más profundos de los pobres mortales que viven admirando su brillo y sus ancestrales conocimientos, Hermione pensaba en ello mientras desde su ventana no deja de admirarlas. Les tenía un poco de envidia al sentirlas tan lejanas, sin saber de los horrores de aquellos miserables que están por debajo de ellas. Pero también creía que en su lejanía jamás podrían conocer también las maravillas de los hombres, el poder de sus sentimientos, la magnitud de sus sueños y la magnificencia del amor y la amistad.

Ser mortal tenía sus sufrimientos, justo ahora su destino era incierto y la muerte les acechaba de cerca, pero confiaba en vencer de nuevo, ellos no eran como las imponentes estrellas del cielo nocturno y sin embargo la fe y la esperanza los mantenía iluminados.

Suspiraba por primera vez sin sentir la opresión en su pecho, el dolor seguía presente pero había menguado, quizás nunca desaparecería por completo, pero al menos ahora podía respirar sin sentir esa punzada partirle por la mitad.

Sabía muy bien que nunca volvería a ser la misma que había sido, su alma se había fracturado aquella noche cuando conjuro la maldición asesina. Tendría que vivir con ese cargo de conciencia y lo aceptaba sin rechistar, pues sabía que eso había sido inevitable. Aun no lograba sentirse del todo culpable por arrebatarle la vida  a Andrew Parkinson, no podía tener ese tipo de sentimientos dirigidos al hombre que torturo de esa manera a sus progenitores, pero sentía culpa cuando miraba a Pansy y se imaginaba tantas cosas, pues al fin el era su padre y ahora estaba completamente sola, al igual que ella.

No quiso pensar más en eso cuando se alejo de la ventana y se acomodo  sobre su cama, cobijándose con las sabanas, en su mesa de noche había un par de frascos, poción para dormir sin sueños, desde su última crisis la bebía todas las noches para poder descansar. Su altercado con Pansy la había afectado demasiado y no ayudaba en nada el acoso a la que era sometido por Vladimir.

Pero mientras ladeaba un poco su rostro y veía la luz de la vela reflejarse  en el cristal de los pequeños frascos, pensó que quizás ya era tiempo también de enfrentar sus pesadillas. Después de todo debía prepararse bien para lo que se avecinaba y seguir evadiendo sus miedos no le ayudaban en nada.

Suspiro antes de apagar la vela y se acomodo para dormirse, cerró los ojos esperando que pronto el sopor del sueño se apoderara de ella. No tardo mucho en conciliar el sueño, estaba cansada después de un ajetreado día llena de emociones divididas, se sentía liberada, de algún modo más ligera y dueña de sus emociones desde que hablara con sus padres, pero había también un gran vacío, el de la incertidumbre si lograrían sobrevivir a todo eso.

En su propia alcoba Malfoy también pensaba, llevaba bastante tiempo recostado sobre su mullida cama, sin siquiera cambiarse de ropa, tenía muchas cosas en mente, quizás demasiadas para conciliar dormir con facilidad, pero se sentía tranquilo después de todo.

No había imaginado tener la oportunidad que había tenido, estaba muy agradecido con Granger, muy conmovido en muchos sentidos, además de estar extrañamente complacido. Sus expectativas habían sido superadas con creces y todos sus temores por enfrentarse a su padre se vieron disueltos con extrema rapidez.

Sabía bien que su padre no estaba complacido por su amistad con Granger, pero al menos no había tenido ninguna de las reacciones que esperaba de su parte, no le había gritado, ni exigido que abandonar sus nuevos planes, le había dado carta abierta para tomar por el mismo sus decisiones, le había pedido solo no arrepentirse, sin importar que decisión tomara solo quería que no repitiera sus mismos errores.

Pensaba con cierta nostalgia lo mucho que había esperado para escuchar algo así, habían sido años y años de vivir anhelando palabras de aprobación, que le dijera que estaba orgulloso de quién era y que no solo se mostrara mas y mas decepcionado cuando decía que no estaba a la altura de su apellido.

Era un tanto irónico que solo después de muerto su padre se diera cuentas de sus grandes errores, aunque era muy propio de él que tuviera resistencia por su amistad con Granger y que ahora estuviera dispuesto por luchar por esas causas que no eran las suyas, sin embargo, le daba libre albedrio.

Con la vista fija en el techo  rememoraba todo el reencuentro con esos espíritus que se habían hecho presentes ante él, su padre, su querida madre, su padrino, el director y esa muchachita castaña que le había otorgado su perdón. Ahora podía respirar con mas tranquilidad, ahora a pesar de las culpas que seguían presentes en el fondo de su corazón podía seguir adelante, intentando quizás con sus nuevos actor recompensar esas malas decisiones que tomara en el pasado.

El sueño le venció cuando ya amanecía, tuvo un sueño tranquilo libre de pesadillas, libre por fin del fantasma de esa jovencita tan parecida y a la vez tan distinta a Granger.

Ese día cuando se levantaron Hermione y Draco sabían que estaban preparados para enfrentar su destino, tenían claro que se avecinaban cosas difíciles y que había altas posibilidades de que no sobrevivieran a esos nuevos enfrentamientos, pero no tenían miedo, sabía que su vida solo ellos la definían y estaban dispuestos a llegar a las últimas consecuencias.

La suerte estaba echada, el mal estaba de nuevo presente por la avaricia de los Parkinson y de sus aliados. Ataques se estaban presentando en lugares al azar, aparentemente en pequeña escala, buscando no llamar tanto la atención, pero al mismo tiempo se hacían palpable el nuevo movimiento de mortifagos.

En la aparente calma que precedía a la guerra donde el innombrable fue vencido, extraños sucesos se estaban manifestando, desapariciones de personas que se habían librado de Azkaban por la falta de pruebas, sumadas a esas desapariciones los rumores comenzaron a extenderse en los bajos mundos, en aquellos callejones de baja reputación.

Vladimir comenzaba a mover sus fichas reclutando a más seguidores, llamando a aquellos que habían logrado huir al extranjero para no ser capturados, debido a que se encontraba como profesor en el colegio no podía salir con mucha frecuencia, pero contaba con alguien de su entera confianza que hacia su labor fuera de las paredes del castillo.

Su plan poco a poco tomaba forma y dimensiones, era astuto y calculaba fríamente cada movimiento, dentro de Hogwarts estaba en marcha un programa de entrenamiento extensivo solo para su grupo selecto  de nuevos reclutas. Pero desde el inicio había contemplado que ellos en su mayoría serian solo señuelos, que sacrificaría sin tocarse el corazón. Claro que había algunas acepciones, especialmente  los del último curso tenían talento y posiblemente podría utilizarlos de mejor manera.

Draco, Nott, Zabini y Wood eran de los mejores, su desempeño era magnifico en los entrenamientos, que se realizaban cada semana en las entrañas del bosque prohibido. Sabía bien que  Malfoy había sido entrenado personalmente por Lestrage y mostraba bastante ventaja ante los demás, aunque no terminaba de confiar en él, sus antecedentes quizás no eran los mejores, pero encontraba fascinante su manera de  ser, le satisfacía como seguía acechando a las sangres sucias, complacido de que a pesar de las circunstancias no perdiera su orgullo.

Más de una ocasión había tenido que intervenir en clase cuando atacaba con excesiva fuerza a Granger, y en los pasillos no era diferente aunque le permitía ciertas libertades de hostigar a los demás, pero no a ella. Hermione era un asusto que aun tenía entre manos y que estaba seguro que pronto resolvería.

Vladimir notaba con cierta curiosidad que la actitud de Granger había cambiado paulatinamente, aunque seguía sintiendo sus evasivas, se daba cuenta de que ya no parecía asustada, la tención cuando estaba cerca de ella aun persistía, pero ocasionalmente podía encontrarla más relajada, solo evitaba mirarle directo a los ojos.  

Por su parte Hermione pasaba gran parte de su tiempo en la biblioteca investigando, sabía que debía prepararse para lo que se avecinaba, el tiempo que llevaba Parkinson de profesor había notado sus bastos conocimientos en las artes oscuras, esa sería una gran desventaja, y a pesar de que no pensaba combatir con el mismo tipo de magia debía encontrar hechizos más poderosos con los cuales pudieran hacerle frente a sus nuevos enemigos.

Granger estaba al tanto de esas reuniones que se efectuaban los fines de semana en el bosque prohibido, solía esperar despierta a que llegara Malfoy, generalmente con heridas nuevas en el rostro, brazos y piernas, como producto del feroz entrenamiento al que eran sometidos. En más de una ocasión llegaba junto a Nott, ambos igual de maltrechos y solía curarles pues había adquirido experiencia en esos menesteres.

No decía nada mientras hacia su labor, limpiaba las heridas antes de sanarlas con hechizos o ungüentos según fuera el caso, terminaba proporcionándoles pociones revitalizantes y regeneradoras que ella misma había aprendido a preparar para no llamar la atención de Madame Pomfrey. Al final Nott le agradecía y se retiraba y Malfoy se quedaba un par de minutos más contándole sobre la sesión de entrenamientos antes de irse a dormir.

Hermione tenía claro que pronto tendrían que hacer ellos lo mismo que sus adversarios, reclutar y entrenar a sus aliados para estar listos, el tiempo límite se estaba acercando y tendría que contarle a Harry y sus demás amigos lo que estaba ocurriendo. De otra manera los tomaría desprevenidos.

La Gryffindor también había tomado otras medidas para tener información sobre Vladimir,  pidió ayuda a Viktor Krum, pues el tenia muchos conocidos en el extranjero y posiblemente podría obtener alguna información sobre él.

Faltaba una semana para navidad, paseaban por Hogsmeade haciendo las ultimas compras de los regalos. Harry y Ginny iban unos pasos más adelante, al igual que Ron y Lavander, solo Luna y Hermione caminaban a paso lento cada una sumida en sus propios pensamientos.

La blanca nieve lo cubría todo, el viento gélido las hacia tiritar y a pesar de ellos caminaban tranquilas sin prisas.

-¿Tienes miedo? -Pregunto de repente Luna regresando a la castaña a la realidad.

Hermione la miro sabiendo muy bien a qué se refería. -Sí, supongo que lo tengo. -Suspiro con tristeza.

-Estaremos bien.

-En verdad eso espero Luna, ya no quiero que nadie más sufra.

Luna se giro y empezó a mover sus manos sobre la cabeza de Hermione como si espantara algo. -¿Son Naggles? -Pregunto adivinando conocía ya bastante bien a su amiga.

La rubia sonrió y movió la cabeza afirmativamente. -No permitas que entren por tus oídos te llamaran de dudas y miedo. Debemos de tener confianza no estamos solas.

-Lo sé Luna, lo sé.

Estaban a punto de llegar a las tres escobas cuando Hermione choco con alguien.

-Disculpa.

-No es tu culpa venia distraída.

Cuando Hermione vio a la persona con la que había chocado sintió un fuerte escalofrió. Era una muchacha quizás de su misma edad, tenía el cabello de rojo intenso como el fuego, de piel blanca y ojos negros. Sonreía apenada por el choque pero algo en ella no le gustaba. Era muy bonita, de facciones finas, delgada y no demasiado alta, parecía frágil y lucia como si estuviera perdida, llevaba una gruesa capa sobre su ropa de invierno y sus labios estaba azulados a causa del frio.

-Soy Hermione y ella es Luna. -Se presento cortes a pesar de que encontraba en ella algo inusual que no le agradaba del todo.

-Yo me llamo Fedra. -Contesto con timidez.

-No quieres entrar con nosotras a tomar hidromiel para entrar en calor, hace mucho frio.

-Me encantaría. -Dijo agradecida.

Entraron al local y se sentaron en una de las posas mesas disponibles del fondo.

-¿Eres de por aquí? No te había visto antes. -Dijo con sinceridad Luna y la castaña pensó que era un poco descortés ser tan directa pero así era su amiga.

-En realidad no, estudio mi último año en Salem, pero pedí mi traslado a Hogwarts siempre quise venir a estudiar aquí.

-Pues bienvenida Fedra, lo que es un poco extraño es que vengas hasta ahora después de que lleva algún tiempo empezado el curso.

Los ojos negros de la pelirroja se oscurecieron. -Tenía pensado venir al inicial el curso pero mi madre enfermo y no pude hacerlo hasta ahora.

-¿Ella está bien?

-Murió. -Contesto agachando la cabeza.

-Perdón. -Se disculpo Hermione. -Lo sentimos mucho.

-Gracias. -Dijo limpiando una lágrima que había escurrido por sus mejillas.

El momento se volvió incomodo, por lo que intentaron cambiar de tema. -Aun no sabes en que casa quedaras.

-No me dijeron que hoy en la cena seria mi selección.

La conversación giro en torno a la escuela, Fedra ya no hablo de su madre y creyeron prudente no entristecerla más haciéndole preguntas que le recordaran su reciente perdida.

Durante la cena la Directora presento a Fedra Patterson y el sombrero seleccionador la coloco en Ravenclaw, fue recibida con amabilidad por sus compañeros y desde la mesa de los leones Hermione le sonreía para darle valor al verla un poco abrumada.

Hermione intentaba no estar demasiado tiempo en el aula de Defensa, aunque podía controlarse cada vez más estando en presencia de los Parkinson, mas de una vez Draco había tenido que intervenir con sus insultos para concentrar su enojo en él y no en Vladimir. No le facilitaba las cosas que con cualquier escusa el profesor buscara acercársele, parecía divertirse con su tención, incluso creía que disfrutaba cuando la sacaba un poco de sus casillas y le contestaba con demasiado enfado.

Antes de partir para las vacaciones de navidad Vladimir le pidió que fuera a su despacho.

Hermione estaba nerviosa pero no había encontrado una buena razón para negarse. Se dirigía a su cita cuando escucho que alguien lloraba en un aula, se atrevió a acercarse para investigar tomando con fuerza su varita y se encontró con Fedra sentada en una silla con el rostro apoyado en la mesa llorando desconsoladamente.

-¿Estás bien? -Le pregunto con cautela, la pelirroja dio un respingo y se apresuro a limpiar su rostro húmedo por las lagrimas.

-Estoy bien. -Dijo con la voz entre cortada.

-Está segura. -Se acerco y acaricio su cabello para que se tranquilizara.

-Es solo que son mis primeras navidades sin mi madre.

-Te entiendo Fedra. -Le dijo comprensiva, hubiera querido quedarse a hacerle compañía pero no podía hacerlo, era importante seguir con los planes previstos, eran demasiado importantes para no cumplir con su deber. -Te prometo regresar antes y pasar el año nuevo contigo. -Le ofreció y logro que sonriera un poco.

-Gracias.

-Te diré un secreto Fedra, muy poco los saben, mis papas murieron hace muy poco tiempo, entiendo muy bien como te sientes, pero te aseguro que no estás sola, que donde quiera que se encuentre tu mama te estará cuidando.

La pelirroja la miro agradecida terminando de limpiar sus últimas lágrimas acompaño a Hermione al Despacho de Vladimir y después siguió su camino a su sala común un poco más tranquila.

La Gryffindor toco la puerta. -Pase

-Me mando llamar profesor Parkinson.

-Nunca podrás decirme solo Vladimir.

-Prefiero llamarle por su apellido. -Dijo cortes pero firme.

-Como gustes. -Dijo sonriente restándole importancia. -Te mande llamar porque tengo algo que proponerte.

Le dijo el moreno levantándose de su silla para colocarse frente a Hermione, que apretó los puños por la cercanía de ese hombre.

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