Estocolmo

By TonyDuran7

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"Aveces lo que tanto quieres... No es lo que deseas" Lo he perdido todo, mi fortuna, el respeto que los demas... More

Estocolmo
El holocausto Malfoy
Ojos de plata líquida sin rumbo
La extorsión de Draco
No necesito tu lástima
La infidelidad de Harry
Mocasines Negros
La lechuza Negra
Prisionera
El juego del cuervo Negro
Lágrimas del Cuervo
Mi Pasión Prohibida
Sharkthoot, el artista
Corazon de Leona
Los fantasmas de hielo
Cuerpo a Cuerpo
El ilegítimo
El imitador
Nutria en cautiverio
El precio de la realeza
Provocación
Clarisse Lombardi
Miedo a Perderte
Mascara de Cuero
Ahora o Nunca
Alas de Libertad
Si amas algo, déjalo libre
El Secreto revelado
Confrontación
Alma Matter
Plumber
Fin de la mascarada
Encarando el destino
Sobreviviendo a tu orgullo
La Nueva Arma
El informante
Los Malfoy
Amando hasta el final
Seis ojos de Plata
La nueva vida

La promesa de Hermione

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By TonyDuran7

No sabía cuanto tiempo había llorado en su habitación, a pesar de ver constantemente el reloj parecía que las horas se alargaban más de la cuenta contemplando que aún faltaban demasiadas para su regreso al colegio de magia. Apretaba con demasiada fuerza aquella almohada que desde niña había tenido sirviéndole como confidente, aliada, amiga y sobre todo de paño de lágrimas ante un amor que no se había consumado.

La siete de la tarde marcaba ese objeto con manecillas. - Una hora mas- Decía en susurro al escuchar el repicar de la campanilla del artefacto que se encontraba en ese buro de junco pintado de blanco con motivos azules. Se canso de estar en esa posición optando por hacer algo que seguramente la reconfortaría distrayéndola de aquellos pensamientos pesimistas acompañados de decepción que rondaban en su cabeza; se levantó para tomar uno de sus libros de pociones que ordenados adecuadamente se encontraban en el mueble .

Tomaba el último de su lado derecho notándose el titulo "Pociones avanzadas de Quinto curso"; a decir verdad le restaba importancia al nivel del mismo atrayéndolo hacia si misma con suavidad, pues los libros eran tratados como reliquias representando no solo la enseñanza adquirida, sino una vivencia distinta durante su estancia en el colegio Hogwarts. Su cabello castaño rizado le estorbaba un poco debido al movimiento con su almohada por lo que tuvo que hacerse una coleta para que no le impidiera la lectura.

Abrió la ventana, por fortuna aquella tormenta había cesado completamente dejando un aire fresco, limpio y relajante acompañado de un cielo estrellado por la hora que había marcado el reloj. Se sentó en el borde acojinado flexionando una pierna para apoyar el manuscrito y leerlo; seguido a esto hojeaba sin sentido las páginas tratando de concentrarse en una sola pero le era imposible al tener su mente tan enmarañada como su cabello castaño al comenzar sus estudios en el colegio.

Fue entonces que un titulo acaparaba su atención de tal manera que fijaba sus ojos color caramelo en la letra itálica que claramente mencionaba "Filtro de amor"; sonriendo y rodando sus ojos decidió apoyar su dedo índice para poder saber los ingredientes que eran lo más parecidos al de la poción Feliz Felixis. Encontraba irónicas muchas de las cosas que habían pasado en ese curso desde que los hermanos Weasley decidieron abandonar sus estudios mágicos para dedicarse al rubro empresarial comerciando con los denominados "sortilegios". Recordó la ocasión que había visitado el lugar encontrándose con un estante que emanaba corazones en forma de burbuja que se rompían al llegar a una altura considerable; no le prestaba en ese momento la atención debida hasta que Ginny le comentaba algo demasiado intimo y personal cuando se encontraban en ese sitio eligiendo o tan solo revolviendo las pociones de color rosado.

-Aun sigo enamorada de el- La pelirroja declaraba sin mirarla haciendo que la castaña fijara sus ojos miel en sus manos, no comprendía que después de haber terminado con Cho su amigo Harry sintiera algo por ella por lo que la probabilidad que le hiciera caso era meramente nula.

Hermione apoyaba con mas fuerza su dedo en la pagina del libro recordando como si fuese ayer aquella declaración que su amiga le había hecho pensando en que ella también sentía algo fuerte, y a pesar de haber estado con su hermano casi un año seguido no podía olvidar que su verdadero amor era otro, un imposible, alguien que simplemente la vería no como mujer, sino como su confidente, su conciencia, su paño de lagrimas en cada noche que tenía pesadillas.

Suspiraba al aire buscando las respuestas de todo aquello que rondaba en su cabeza tratando de buscar lo más posible desmenuzarlas pero simplemente era descabellado en todos los sentidos posibles. Ese amor era prohibido, desde siempre lo había sido por los altibajos y obstáculos que se presentaban en el colegio no dando cabida a una posibilidad de intentarlo siquiera; siempre se encerraba en la biblioteca para poder mitigar ese deseo ferviente de poder gritarle a los cuatro vientos sus sentimientos para si liberarse de esa carga que por varios años había tenido ocultando su realidad, acorazando su alma para no claudicar y fungir adecuadamente el papel de la amiga, de la hermana incondicional que sacaba de apuros al trio de oro; sencillamente una responsabilidad que no permitía la más minima distracción.

Optó por cerrar el libro de pociones evitando recordar aquellos sucesos de quinto año que reafirmaron el hecho de ese amor condenado a la nada, a reducirse en cenizas elevándose al viento llegando a manos de quien lo había creado; de dios mismo. Un amor no confesado puede ser hermoso, leal, incondicional, pero cuando este llega a niveles inaguantables estalla como tratándose de una olla de presión o un volcán haciendo erupción orillando a quien lo tiene a cometer actos viscerales y atroces. Hermione no deseaba que aquella amistad que se había forjado con los años, con las vivencias, con las dificultades se viera empañada por un sentimiento de una sola persona, de ella misma.

-Por que fue precisamente de ti?- Se preguntaba una y otra vez contemplando las estrellas que  dispersas en el firmamento quedaban como resultado de una tormenta implacable que se había dado cita en la ciudad de Londres.

Habian pasado seis meses exactamente desde que tuvo lugar la guerra mágica en el colegio Hogwarts dejando como resultado varias lágrimas lloradas, un colegio incompleto del cual menos de la mitad del estudiantado había perecido por la resistencia o por la lucha directa contra los mortifagos, gigantes, hombres lobo, arañas gigantes, dementores y uno que otro asesino a sueldo contratado por Voldemort para acrecentar su ejército dándole una victoria que a final de cuentas no había obtenido. 

Recordó en ese momento la primera vez que había puesto sus ojos en el chico menos indicado, se arrepentía no por lo que su corazón había elegido como su dueño, sino por aquella lucha que estaba por venir entre la amistad y el amor; dos cosas que no deben mezclarse una con la otra ya que cuando se tienen se debe dejar ir una sola, la otra por ende debe ser destruida o desaparecer de la faz de la tierra sin dejar indicio o rastro de que alguna vez estuvo ahí. Aquel cuarto curso y el baile de navidad fue el momento preciso en el que se consideraba como aquella metáfora que la profesora McGonagall había mencionado días antes de la celebración.

-"En toda mujer hay una gacela esperando emerger"- La castaña soltaba una risita recordando esas palabras que en ese entonces consideraba trivialidades.

Tras esa frase  todas las chicas prepraban sus mejores galas y recordaba lo mucho que ansiaba que esa persona especial para ella aunque fuera como ultimo recurso la invitara a ser su pareja en dicho baile. Esa petición jamás llegó a pesar de haber sido invitada por varios de sus compañeros de casa; Seamus Finnegan, Dean Thomas e incluso el mismo Neville Longbottom se lo habían propuesto mientras ella se disculpaba como podía argumentando que alguien más la había invitado, no obstante  ella esperaba que precisamente él se lo dijera; sin embargo  le había llegado la noticia que por desesperación de no tener a la que quería había elegido a una de las hermanas Patil. Fue en ese momento en el que había decidido recluirse lo más posible en ese santuario que tan bien la conocía como si se tratara de una segunda madre, la amiga mas culta y callada con la que contaba; la biblioteca.

Leía toda clase de escritos complejos, pociones avanzadas, transformaciones encaminadas a la ingeniería y algunos que se habían escapado de la sección prohibida para poder dejarse deberes imponiéndose unas largas horas de estudio y no pensar en ese tonto baile lleno de gente cursi que seguramente llegarían hebrios olvidando la euforia del campeonato de los tres magos. En su mente aun estaba la primera vez que lo conoció, un chico corpulento de anchos hombros y mirada penetrante, acento búlgaro que daban el toque final  a esa barba perfectamente rasurada con sonrisa pulcramente perfecta. Viktor Krum había comenzado a asistir a la biblioteca con el pretexto de encontrar un libro de Quidditch para perfeccionar sus técnicas en el campo de juego, cosa que Hermione encontraba sumamente gracioso indicándole que en ningún lugar había un libro que hablara de dichos trucos.

-Quizá pudieras encontrar algo relacionado con el deporte a travez de los años o proezas de jugadores que han hecho historia como el ahora fracasado Ludo Bagman, no me preguntes como lo se pero digamos que soy una guía viviente de este lugar- Comentaba entre risas provocando otra igual en aquel chico tan famoso del deporte de escobas perteneciente al equipo de los Irlandeses.

-Siemprre es bueno conocerrr a alguien que conozca de la historia del Quidditch- Cada vez que hablaba un grupo de chicas con hormonas alborotadas lo contemplaba por el marco de la entrada de la biblioteca entre gritos y suspiros. Hermione las señalaba con la pluma que sostenía en la mano derecha para indicarle que no estaba solo.

-No me digas, iras con todas ellas al baile de navidad, bueno, me imagino que eres de los chicos que se puede dar el lujo de elegir con quien ir - La castaña se despedía con  un ligero movimiento de manos para dirigirse a su torre cuando sintió que el chico musculoso le tomaba la muñeca con suavidad; ella simplemente le devolvió una sonrisa condescendiente mencionándole que los libros de Quidditch se encontraban en el tercer librero de derecha a izquierda.

-Me harrias el honorr de acompañarrrme al baile de navidad.. Herrrmione Grranger- En primera instancia la chica de ojos color caramelo se preguntaba como era posible que conociera tan abiertamente su nombre sin antes habérselo dicho siquiera, por otro lado le parecía excitante declararse ganadora ante todas aquellas chicas que suspiraban por el tan codiciado búlgaro, pues siempre la habían tenido en el pobre concepto de mojigata.

-Acompañarte será un placer Victor, pasa por mi mañana a las ocho- El chico asentía en forma de reverencia dejando ir a la castaña atravesando el muro grueso de chicas ahora derrotadas con una sonrisa de oreja a oreja.

A partir de ese baile recordaba de la misma manera aquellos ojos de los que estaba enamorada desde hacía mucho tiempo, miradas que no eran para ella, besos que no se posarían en sus labios para poder hacerlos felices, un amor que no sería suyo por esa promesa llamada amistad incondicional que debía respetar aún en contra del sentir de su corazón. 

La castaña seguía contemplando la noche estrellada esperando poder conciliar el sueño y olvidar aunque sea en esos instantes aquel amor que le era negado, quizá las horas dormida le hicieran transportarse a otro mundo donde no existiera aquel hombre que le ponía los nervios de punta y sus sentidos alertas a cualquier deseo que tuviera. Decidió entonces bajar a la cocina por un vaso de leche para ayudarse a apaciguar el insomnio provocado por el océano de problemas que en su cabeza se hacían cita como una fiesta alocada de fraternidad universitaria.

Tenía puesto un short diminuto mostrando unas piernas torneadas y alargadas a causa del desarrollo en las hormonas que el tiempo se había encargado de cincelar reafirmando su cambio de niña a mujer. Una chica como cualquier otra con la espera de encontrar ese amor duradero, ese príncipe sin corona que a pesar de no llegar en un corcel por lo menos estaría debajo de su ventana para poder llevarla a un mundo jamás imaginado. A los casi diez y ocho años cualquier mujer ansía con que ese tan ya trillado y famoso príncipe de cuentos se materializara para vivir el amor mas intenso, un idilio peligroso en el que se entregara no solo el corazón.

Se detuvo en la recamara de sus padres quienes se encontraban completamente dormidos, señal que habían transcurrido unas tres o cuatro horas en las que ella se había sumergido al océano de recuerdos con tan solo abrir un libro de pociones. No cabe duda que la mente puede llevar al ser humano al viaje más largo aletargando el cuerpo ignorando a ese tan cruel enemigo llamado tiempo; aquel que sin piedad roba en ocasiones lo más importante del ser humano sin que éste se de cuenta siquiera de lo que esta sucediendo. Jack y Jane Granger habían aceptado que Hermione, su única hija tuviera cualidades y aptitudes de bruja, a pesar de esa realidad la habían apoyado hasta las ultimas consecuencias ignorando que todo ese tiempo se había visto envuelta en una guerra en la que casi pudo haber perdido la vida a manos de una vieja loca llamada Bellatrix Lestrange.

Sonrió recargándose en el marco de la puerta contemplándolos por unos instantes más y agradeciendo a la vida encontrarse a salvo para poder valorarlos más, si les había quitado la memoria respecto a su existencia era por una cosa, por esa misma que el ser humano da sin esperar nada a cambio, la muestra y sacrificio más grande que se puede hacer por el solo hecho de ver una sonrisa en el ser amado. Los mechones castaños y rizados caian por sus hombros mientras jugaba con ellos, sonriendo como una niña loca al ver a sus padres descansando en esa cama matrimonial que desde que tenía uso de razón invadía a causa del "mounstro del armario". Sentía de nuevo esa necesidad de sentirse segura, protegida, encerrada en esa cajita de cristal que los padres saben tener para encerrar a los hijos y evitarles los dolores del mundo; la nostalgia y los nervios por el dia siguiente aún invadían su ser a pesar de ahora pintar como un año tranquilo en el colegio de magia.

-No seas inmadura Hermione- Concluía dirigiéndose de nuevo a las escaleras para porfin llegar a su habitación y descansar un poco ya que el dia siguiente debía estar despierta a primera hora para poder acudir a la estación de Londres.

Escalon por escalon subia lentamente sosteniendo el vaso con leche que se había servido en la cocina enumerando las cosas que haría una vez llegando al colegio. La profesora McGonagall le había anunciado por lechuza a principio de las vacaciones tan largas que sería uno de los premios anuales del colegio, cosa que le agradaba haciéndola sentir más segura y tranquila al no tener que convivir a diario con ese amor imposible; aún no sabía quienes mas estarían compartiendo la torre especial  y por ende le restaba importancia a ese hecho, lo que mas le interesaba era alejarse lo más posible de esos ojos de los que se había enamorado casi desde niña.

Llegaba a su habitación colocando el vaso en el buró cerca del reloj que ahora marcaba las diez en punto observando que algo picoteaba en el cristal de su ventana. Se sobresaltó un poco ya que no conocía a nadie o nada que pudiera producir tal ruido en todos los años que llevaba viviendo en los suburbios de aquella ciudad. Una lechuza más blanca que la nieve se postraba en el alfeizar sosteniendo en su pico una carta dirigida a ella; la castaña arqueaba sus cejas dirigiéndose lentamente hacia donde se encontraba el ave tomando el papel sellado entre sus manos y escuchando un pequeño aleteo para confirmar la recepción satisfactoria de la misma.

La chica de ojos color miel se sentaba desdoblando el papel para contemplar la caligrafía tan irregular que se encontraba plasmada. Sus ojos se entreabrieron más de la cuenta al observar el remitente llevándose una leve sorpresa no esperando que precisamente él fuera quien hubiese enviado el mensaje a estas alturas, no después de lo que se había hablado en días anteriores.

"Querida Hermione:

Como verás no soy muy bueno con las palabras y mucho menos con los actos, es por eso que envio esta carta para decirte que quizá soy un imbecil por no darme cuenta de lo que albergas en tu corazón hacia a mi.  No necesitaste decirme nada pues yo mismo he sido testigo de todas y cada una de las señales que existían que por ceguera misma y la amenaza de Voldemort me impedían ver lo que en realidad yo había sentido en cuanto al corazón se refiere.

Soy feliz con Ginny, te confieso que he estado enamorado de ella desde lo ocurrido en la cámara secreta en segundo año. Pero ahora tu llegas a mi vida no de la forma en la que te he visto este tiempo, no entiendo por que es diferente y no puedo verte como antes, quizá ahora me encuentre más confundido que de costumbre, me es difícil convivir con Ron a causa de que el sigue enamorado de ti a pesar de tu solo verlo como un amigo.

Lo mejor será que nos alejemos un tiempo, pues no estoy preparado aun para poder elegir en el corazón, solo te digo que ahora más que nunca no me eres indiferente, si preguntas lo que siento por ti es difícil decirlo, algo esta pasando pero debo de respetar lo que tengo con Ginny y no confundir un sentimiento que quizá no se trate de amor.

Perdoname por esta desición y el dolor que te causo en el alma, pero considero mejor para ti que guardemos un poco de distancia hasta no saber lo que realmente existe en el corazón evitando guiarnos por impulsos que pueden destruir a mas de una persona. Te quiero, no se si estoy enamorado también, solo sé que el pensar en ti hace latir mi corazón sabiendo que esta mal, yo debo respeto y fidelidad , asi como tu también se lo debes a ella.

Con cariño .. Harry.

Pd. Felicidades por el nombramiento de premio anual."

La castaña dejaba caer un par de gruesas lágrimas que se dispersaban en la carta dejando que la tinta que aun se encontraba fresca se corriera por el contacto de la sal con ella; la arrugaba un poco echando su cabeza hacia a atrás. Sintiéndose la villana, la traidora, la mala del cuento cerraba sus ojos ahora llenos de dolor por la noticia que había llegado a sus manos prefiriendo que ese amor que había sentido se quedara solo en ella misma, pero desafortunadamente una confusión también estaba de pormedio asi como la integridad de su mejor amiga por quien había decidido callar esa confesión hasta tragársela completamente para no dejar  indicio de que alguna vez había existido.

La opresión en su pecho a causa de la angustia y la incertidumbre le quitaban más el sueño, pues no sabía lo que le deparaba el destino durante doce meses que faltaban para finalizar el ciclo escolar deseando postergar su ingreso hasta que realmente se sintiera preparada para enfrentar la situación y poder ver con esos ojos llenos de desesperanza a quien consideraba su mejor amigo a pesar del sentimiento que se había metido entre ellos. Por otro lado quería mucho a Ginny, su confidente, la chica con la cual se identificaba ayudándola a sacar su lado agresivo frente a la vida contando con que la suya propia no era exactamente una enteramente normal; apodos como la comelibros, la insufrible sabelotodo, la rata de biblioteca, la simplona, incluso la muy mentada sangre sucia no eran términos con los que pudiese lidiar todos los días sin sentirse mal por no hacer nada y cambiar ese entorno.

Observaba su baul perfectamente cerrado donde Cronkshanks estaba echado apaciblemente envidiando el sueño de aquella mascota que debía ser mucho más tranquilo que el suyo propio, miraba la manera en que la panza del felino se hinchaba y desinflaba conforme a su respiración en señal de un descanso reparador que estaba teniendo deseando ser por lo menos en unas horas aquel gato que había elegido para poder hacer sus practicas de transformaciones. Debía tomar una desición , algo contundente que mitigara aquellos días que tenía que pasar en el colegio sin afectar su rendimiento, pues una cosa que tenía clara es que ningún sentimiento por más fuerte que este fuera debía interferir en su preparación académica, asi que por el momento solo agradecía a la vida misma ser nombrada premio anual para asi evitar lo más posible el contacto tanto con Ron, con Ginny y con Harry, el amor de su vida por más de seis años.

-No hay vidas complicadas, solo seres humanos que se las complican..- Concluía en un sollozo dejando la carta debajo del borde acoginado para dejar escapar algunas lágrimas de desesperación e impotencia; sabía perfectamente que ese año no le resultaría sencillo y por consiguiente el convivio con sus amigos del alma se haría mucho más sofocante a causa del cuadro amoroso que estaba presentándose. Ron había estado enamorado de ella durante mucho tiempo y el dia de la confesión fue precisamente cuando se encontraban haciendo la búsqueda de los Horrcruxes para destruirlos, incluso por impulso lo llegó a besar en la cámara de los secretos al momento de destruir la copa de Helga Hufflepuff; quizá la desesperación de verse debatida entre la vida y la muerte, el hecho de perder a Harry cuando tuvo que enfrentarse a Voldemort hicieron que sin pensar le diera un beso apasionado al pelirrojo no midiendo las consecuencias que esto traería para si misma y para su amistad que se había forjado desde hacía mucho tiempo.

-Te.. te hago una promesa Harry.. - Indicaba con suavidad pero con firmeza en sus palabras.

-Prometo .. olvidarte y enterrar ese amor hasta convertirlo en polvo..- Hermione cerraba sus ojos aferrándose a ese objetivo como si se tratara de una oración que debía ser aprendida y presentarla ante el creador para que le concediera ese deseo, aquel que ansiaba más que otra cosa en el mundo, asi que se quedó dormida tan solo esperando el dia siguiente para poder como todos los años ir a su segunda casa; al colegio Hogwarts de magia y Hechicería.

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