The Reckless and the Brave (I...

By MissGinsey

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Lexa vuelve a la escuela Hogwarts tras un verano mágico junto a Clarke, pero lo que allí se encontrará no ser... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Epílogo: casi veinte años después.

Capítulo 19

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By MissGinsey

No estaba. No estaba. Ella lo había matado, como hizo con mamá. Se mordió el labio con fuerza, como siempre hacía cuando quería llorar, haciéndose daño. Como siempre también.

Dejó de abrazarlo y no lo miró, a pesar de que su voz resonó en su cabeza como si estuviese allí: "eres fuerte, O. Eres la niña más fuerte del mundo". Y lo había matado. Había matado a la única persona que creía en ella.

Miró enfadada a su padre, que yacía en el suelo inconsciente, con aquella botella al lado. Cogió la botella, que aún estaba medio llena y la tiró con todas sus fuerzas al suelo, haciéndola mil pedazos mientras gritaba con rabia.

—¡Te odio! —se atrevió a gritarle, ahora que no podía escucharla—. Te odio mucho.

Deseó tener una varita en sus manos, deseó tener el valor de matarle a él también, pero no podía. No podía hacerle daño a su propio padre. Apretó el puño y apretó la mandíbula en lugar de morderse el labio y no hacerse más daño. Gritó de nuevo y salió de aquella sala horrible, queriendo ir a cualquier otro lado.

Corrió por la calle lo más rápido que sus piernas le permitieron, huyendo de todo aquello: total, su padre no iba a echarle de menos. Soltó un gruñido, sin querer gritar y cerró los ojos mientras seguía avanzando por toda la calle. Era de noche y llovía, pero no le importaba. Le dolía el cuerpo entero, pero no le importaba.

—¡Eh! ¡Cuidado! —le gritaron cuando se cayó al suelo al tropezar con una baldosa suelta de la acera.

Levantó la vista para ver a una chica rubia bajo un paraguas, tendría su misma edad, unos diez años, y la miraba con preocupación. Dio un paso hacia delante y la lluvia dejó de darle en la cara.

—No necesito... —comenzó.

—¿Sabes? Dicen que la lluvia es en realidad el pipí de los pájaros.

—¿Quién dice eso? —frunció el ceño—. Es muy guarro.

La chica soltó una risita antes de encogerse de hombros.

—Lo escuché por ahí —la rubia extendió su mano—. Levántate.

Agarró su mano, algo temblorosa, y dejó que la ayudase a levantarse. Era un poco más bajita que ella, pero le gustó la tranquilidad que trasmitía: no solía hablar con gente fuera de casa.

—Eres bruja —sonrió ampliamente, y ella la miró sorprendida.

—¿Qué?

—Que eres bruja, como yo. Puedo notarlo.

—¿Eres bruja también?

—¿Cómo te llamas? —cambió el tema, y ella dio un paso hacia atrás algo insegura—. Mi nombre es Clarke Griffin —se presentó primero.

—Octavia Blake.

—¿Quieres probar unos caramelos mágicos? Me los ha traído mi padre hoy.

—¿Por qué no estás en casa? —sin saber por qué, comenzó a caminar a su lado.

—¿Por qué no estás tú? —preguntó de vuelta.

Se quedó en silencio, porque no quería hablar de ello. De repente la llevó por un jardín y se quedó asombrada al ver una casa hecha de madera sobre un árbol. Clarke subió por las escaleras del tronco y ella la siguió, quería saber qué había dentro. Quedaron resguardadas de la lluvia y se arrodilló frente a la chica mientras la veía guardar el paraguas y sacar una caja de caramelos.

Estaba seria, pero acabó soltando una carcajada mientras veía la trompa que le creció a Clarke de la nariz al comerse uno, soltando un barrito, el sonido característico de los elefantes. Le ofreció la caja y cogió uno de ellos, confiando ciegamente en aquella chica. Nada más se lo comió sintió cómo le salía una nariz de cerdo y empezaba a gruñir de forma graciosa.

. . .

En ese momento nadie se lo aseguró, pero Clarke Griffin iba a ser su mejor amiga durante muchos años. Miró aquella cabaña donde se encontraba en esos momentos, el sitio le parecía inmenso cuando tan solo tenía diez años, y ahora se daba cuenta de lo pequeña que era, pero seguían quedando allí cada vez que su padre le hacía lo que fuera. Porque Clarke nunca había sido tonta, no como ella: porque pensó que no lo sabría, pero la rubia la acogió aquella noche al ver sus heridas en la cara, la suciedad, y la ropa algo rasgada. Seguramente también tenía sangre en las prendas que llevaba puesta ese día.

Nunca se lo había contado, pero su amiga se tenía que hacer una ligera idea de lo que sucedía en su casa. Aunque nunca le habló de nadie de su familia. Bueno, sí, ese curso habló a alguien de ellos. Raven Reyes.

Fue pensar en ella y sentir otra vez las lágrimas escapar de su rostro y se colocó las manos sobre la cara antes de girarse en el suelo para quedarse boca abajo. Protestó contra la palma de sus manos, cabreada por estar sintiendo todo aquello, pero es que no podía dejar de llorar como una idiota. Seguramente el año pasado no le habría afectado de esa forma haber matado a dos personas, pero el estar sintiendo todas esas cosas por Raven le estaba haciendo cambiar. Había muchas cosas que había cambiado en ella, incluso su forma de pensar. Raven se había vuelto alguien muy especial, demasiado especial, e importante. Quizás era la persona más importante en su vida, junto con Clarke.

Otro sollozo se escapó de su garganta, pero es no estaba orgullosa. Había vuelto a matar a gente y solo podía pensar en que la decepcionaría, en que había fracasado su misión (no iba a morir nadie, y murieron esa noche tres personas), en que podría volver a mirarla como siempre, no como lo hacía en el presente. No quería ser una asesina, pero lo era. Lo era desde que nació, y Raven no tenía por qué estar con una persona como ella. No debería estar besándola a ella o gustándole. ¿Qué tenía ella para gustar a una persona como era ella? Si era perfecta. Era jodidamente perfecta y había tardado muchísimo en poder verlo.

De repente sintió que alguien se echaba sobre su espalda, y un sentimiento de calidez la envolvió. Cerró los ojos porque pudo percibir el olor de su pelo, y se dejó abrazar por ella.

—Sabía que estarías aquí.

Se quiso separar porque estaba cubierta de sangre y no quería mancharla, pero Raven la abrazó de vuelta una vez la tuvo frente a ella sentada. Vio que estaba arrodillada y se escondió en su hombro, dejándose llevar de nuevo y llorando cuando acarició su espalda con cuidado.

—Estoy asquerosa... —murmuró, e intentó separarse otra vez de ella, pero dejó que la atrajese hasta su cuerpo de nuevo, dando un suave tirón de su nuca.

—Shh... —chistó con suavidad, y ella buscó hueco para poder oler su cuello.

—Lo siento. Siento haber fracasado, Rave... —gimoteó, y sintió sus dedos acariciar su pelo.

—Philip está bien. No has fracasado, O.

—Elisabeth ha muerto —se separó ligeramente para ver sus ojos marrones, pero acabó cerrando los suyos cuando sus dedos le acariciaron las mejillas—. He matado a Echo y a Bowls.

—Para salvar a Philip —dijo sujetando sus mejillas, obligándola a mirarla.

Y quizás quiso decir algo más, pero no pudo evitar el inclinarse y atrapar sus labios en un beso. Necesitaba algo que la llevase de nuevo a la realidad, un punto de sujeción, olvidar lo que acababa de pasar. Jadeó mientras cambiaba de postura para poder profundizar el gesto y sentir cómo sus lenguas se acariciaban.

Besarla era como volver a respirar, y no supo en qué momento se volvió tan imprescindible, pero lo era. No tenía muy claro si podría estar sin eso, y quizás era egoísta, porque lo mejor que podría hacer era advertirle de que su destino no debería ser estar junto a una asesina, junto a alguien que no era especial de la manera en la que ella lo era.

—No he disfrutado —quiso dejar claro, y la miró fijamente mientras se sorbía la nariz y dejaba que Raven limpiase sus mejillas con los dedos—. No he disfrutado matándolos.

—Lo sé.

—No soy como antes. No quiero hacer daño...

—Lo has hecho para salvar a alguien inocente, O —dejó caer la cabeza sobre su hombro, apoyando su frente en él.

—Mi madre era inocente —sintió que temblaba, y Raven la apretó más fuerte con sus brazos.

—No mataste a tu madre, ¿me escuchas? —le hizo saber, pero ella negó contra su hombro antes de echarse hacia atrás y mirarla directamente, o más bien intentando hacerlo, porque las lágrimas no le permitían verlo todo nítido.

—Mi padre me dijo que así lo hice, y yo era un bebé no puedo recordarlo. Tú no estabas, así que no puedes saberlo.

—Octavia, ¿cómo puede un bebé matar a una persona? —preguntó, y ella frunció el ceño—. Hay muchas mujeres que fallecen en el parto por múltiples complicaciones, tú no hiciste que muriese. Eso te lo dice tu padre para hacerte daño y hacerte sentir mal. Y el único que tiene motivos para sentirse así es él por tratarte como te trata. No mereces que te hagan daño —acarició su pelo, y ella cerró los ojos disfrutando del tacto.

—Sí lo merezco —contestó apretando la mandíbula y levantándose del suelo—. No soy una buena persona, ni una buena bruja... —comenzó a caminar por la pequeña casa de madera—. Soy cruel, despreciable, solo sé hacer daño...

Raven se incorporó también, agarró el cuello de la camisa que llevaba y la besó de forma lenta y dulce, atrapando sus labios de una forma delicada.

—Habrás sido lo que quieras, Octavia, pero forma parte del pasado —habló, sin separarse apenas de sus labios—, pero no eres como decías ser —bajó la mirada a la mano de la Ravenclaw, que se posó sobre su pecho—. Eres una persona increíble —cerró los ojos cuando la volvió a besar—. Sé que tu pasado te atormenta, pero lo que me has demostrado en tan solo unos meses me vale más que cualquier cosa que hayas hecho en años.

—Maté a Bellamy —susurró con miedo, mirando los ojos de Raven que se abrieron sorprendidos. Nunca había hablado a nadie de su hermano.

—¿Qué?

—Yo... —inspiró hondo y sujetó el abrigo de Raven con ambas manos, aferrándose a ella—. M-maté a Bellamy.

—¿Quién es Bellamy?

—Mi hermano. Lo maté cuando tenía diez años.

—¿Cuando conociste a Clarke? —preguntó y ella asintió, sintiendo las lágrimas caer de nuevo—. ¿Qué pasó?

—Mi padre lo torturaba a él antes que a mí, y esa noche me invitó a ir a verle, para demostrarme que yo también podía disfrutar del dolor ajeno... —mordió su labio al notar que le temblaba.

—¿Y disfrutaste? —miró de nuevo sus ojos.

—No —dijo en un hilo de voz.

—¿Cómo lo mataste?

—Lo torturé hasta que no aguantó más —contestó.

—¿Cómo?

—Con magia —frunció el ceño.

—Octavia, tenías diez años. Ni siquiera tenías una varita. ¿Estás segura de que no fue tu padre? —preguntó directamente y ella se quedó en silencio, con el ceño fruncido y pensativa.

—¿Qué insinúas?

—Te tienes que dar cuenta de que no lo has hecho tú, mi amor. No eres una asesina, Octavia, es lo que tu padre te ha hecho creer, pero no lo eres.

Fue una mezcla de muchas cosas las que sintió con lo que Raven acababa de decir. ¿Alivio? ¿Tranquilidad? ¿"Mi amor"? Sintió que sus mejillas se caldeaban ligeramente, y Raven volvió a besarla, a pesar de que ella estaba estática.

¿Su padre había jugado con sus pensamientos? ¿Le había hecho creer que había asesinado a su madre y a su hermano y, en realidad, había sido obra suya? ¿No había nacido como una persona mala? ¿Era su padre el que le había metido esas ideas en la cabeza hasta el punto de creérselas ciegamente? ¿Tan idiota era?

—Vamos a mi casa, O —le pidió, y su voz le puso el vello de punta. No en el sentido erótico, sino porque una sensación de calidez que nunca había sentido la envolvió completamente.

Asintió y aparecieron justo en su habitación. Dejó que sujetara su mano y la llevase al baño. La atrajo hacia ella y la besó lentamente, sintiéndola responder a sus movimientos y permitiendo que la desnudase, quitándole aquella ropa que tan solo había sido testigo de algo más que acabó dañándola una vez más.

Suspiró al sentirla recorrer su piel, y sabía que aquello no iba a acabar en sexo, pero estaba siendo íntimo y cercano, y jamás se había sentido así con nadie. Nunca habría imaginado que iba a sentir esa confianza con nadie. Abrió el grifo y empezó a llenar la bañera, y vio cómo recorría su cuerpo de cintura hacia arriba, ya desnudo. La atrajo a su boca de nuevo y la desnudó también, pidiéndole sin palabras que compartiese aquel momento con ella. Lo necesitaba.

Una vez desnudas, se sentaron en la bañera, ella entre las piernas de Raven y de espaldas a ella. La Ravenclaw la acarició mientras la enjabonaba, limpiando la sangre de su piel y ocupándose de dejarla limpia. Lloró de nuevo cuando la abrazó y se apoyó en su hombro, besándoselo cada vez que ella temblaba entre sus brazos. No se la merecía. No se la merecía, pero no iba a dejarla ir jamás.

—Estoy luchando por Clarke. Es mi mejor amiga y quiero que vuelva a ser la que era. Lexa es tu mejor amiga y ahora necesitáis estar unidas. Ella te necesita, y si te ocultó esa información fue también por ti, para no hacerte daño. Lexa no es una persona egoísta.

Sabía que seguían enfadadas, y no podía permitir que siguieran las cosas tensas entre ellas. Se estaban acercando demasiado a no sabía dónde, pero olía el peligro por todos lados. Sobre todo para ella, y también iba a ocultarle sus miedos a Raven, porque no quería imaginar lo que le podía llegar a pasar si se enterasen de sus verdaderos planes en aquella misión.

X X X

La vuelta al castillo había sido una de las cosas más duras por las que había tenido que pasar jamás, y había necesitado más de una semana para poder hacerlo. Recibió muchas cartas de compañeros de su casa, transmitiéndole su pésame, incluso la profesora McGonagall, como directora de la casa Gryffindor, le había enviado su propia carta. Tenía que decir que se sintió arropada por todos sus compañeros y amigos en esos momentos tan duros, pero no tanto, o al menos no de la misma manera en la que se sintió durmiendo entre los brazos de Clarke. La chica le había ofrecido refugio en ellos y había sido justo lo que necesitaba en esos momentos, poder tenerla a ella cerca y desahogarse contra su piel. A la mañana siguiente, la chica se había quedado hasta que ella le había asegurado que se podía ir y que se verían en el castillo pronto.

En esa semana había querido apoyar a su padre, porque jamás lo había visto tan decaído y triste, y también darse un tiempo a ella misma para asimilar todo lo que había pasado, y es que su madre ya no estaba entre ellos. Aún se le encogía el corazón dentro del pecho con ese simple pensamiento, y no estaba segura de que se fuera a ir. Ya venía arrastrando ese dolor constante desde la muerte de su amiga Luna, pero ahora se había duplicado. Dos personas tan importantes para ella como lo eran su propia madre y una de sus mejores amigas no se olvidaban de un momento para otro, y menos cuando sus muertes habían sido tan seguidas.

No había vuelto a saber de Raven ni de Octavia nada desde el momento en que la castaña desapareció de su casa en busca de la Slytherin, pero sabía que estarían bien y seguras en el castillo, junto a Clarke. Solo esperaba que aquellos ataques en la escuela cesasen, y sabía que, teniendo dentro a Octavia y Clarke, podían contribuir a ello.

Subía en aquellos momentos las escaleras del castillo en dirección a la torre de Gryffindor, acababa de llegar y había sido recibida por la profesora McGonagall, que le había dado una calurosa bienvenida. Había pasado ya la hora de cenar y los alumnos volvían a sus casas también, así que se encontró con varias caras conocidas que le regalaban sonrisas de ánimo, y ella intentó devolverlas como pudo. Estaba llegando ya a su planta cuando sintió un suave tirón en el brazo, y en cuanto se giró, se vio envuelta por un abrazo de Raven, en el que se perdió enseguida.

—¿Cómo estás? —escuchó que le preguntaba, aún aferrada a ella.

—Bueno, poco a poco —contestó, y su amiga se separó para mirarla, dedicándole una pequeña sonrisa.

—¿Te importa si vamos un momento a la sala de los menesteres? Quiero hablar contigo —contestó bajando la vista, parecía algo avergonzada, y en cuanto volvió a alzarla, ella asintió.

La siguió en silencio, rápidamente, sabían que tenían que volver antes del toque de queda que se había impuesto en la escuela a raíz de los últimos eventos, así que no tenían tiempo que perder. En apenas unos minutos, se encontraron frente a la puerta de la sala, y no perdieron tiempo en entrar y sellarla a sus espaldas.

—¿Cómo está Octavia? —quiso saber antes que nada.

—Algo afectada —contestó de forma sincera y ella la miró con el ceño ligeramente fruncido—. Mató a Echo y a Bowls, después de que... —no tuvo que vocalizarlo, y ella asintió para hacerle saber que le había entendido.

—Es una gran persona, Octavia —le dijo con una pequeña sonrisa, que su amiga le devolvió.

—Lex... Lo siento mucho —la chica se acercó a ella, tomándole de ambas manos y conectando sus miradas—. Siento mucho haberme enfadado contigo, entiendo por qué lo hiciste, y sé que eres mi mejor amiga, siento haberme...

—No, Rave —le cortó, negando con la cabeza—. Yo siento no habértelo contado, debería haberlo hecho, lo sé.

—Tenemos que estar más unidas que nunca, nos necesitamos.

—Nos necesitamos —confirmó ella y llevó la iniciativa del abrazo que se dieron a continuación.

Raven tenía toda la razón del mundo: en aquellos momentos necesitaban estar más unidas que nunca, protegerse y demostrarse que su amistad era irrompible. La Ravenclaw había estado a su lado más que nadie y lo que compartían solo lo conocían ellas. Había cometido un gran error ocultándole aquello a su mejor amiga, pero había aprendido la lección No debía haber secretos, y menos en aquellos momentos.

Se separó de ella, contenta, en medio de aquella tristeza inmensa en la que se hallaba, de haber podido arreglar las cosas con Raven. Debían irse pronto, lo sabía, pero no pudo evitar preguntar una última cosa.

—¿Has visto a Clarke estos días? —preguntó con algo de miedo, pero suspiró cuando su amiga alzó una ceja, algo divertida.

—Ya estabas tardando en preguntarlo —se burló, y ella le pegó suavemente en un brazo, aliviada de poder volver a compartir esos momentos con ella—. Sí, Octavia ha estado más con ella, y es prácticamente ella de nuevo, Lex. Incluso tenía un brillo triste en los ojos, y me juego lo que sea que era porque no estabas aquí.

—Tengo que verla —fue más un pensamiento en voz alta, pero es que lo necesitaba de verdad.

—Mañana podrás verla —la tranquilizó su amiga y ella volvió a asentir—. ¿Nos vamos ya? Es bastante tarde.

Salieron de la sala, una al lado de la otra, y Raven la fue poniendo al día de las asignaturas por encima hasta que llegó el momento de tomar caminos separados. Se despidió de la castaña con un último abrazo y puso rumbo a la torre de Gryffindor para descansar después del largo viaje desde Dartford a Hogwarts. El día siguiente podría hacer lo que tanto necesitaba: volver a verla.

X X X

Las cosas habían cambiado mucho desde la vuelta al castillo y de repente el tiempo pasaba rápido en vez de lento. Todo indicaba que estaban recuperando a Clarke y Lexa pasaba el duelo de su madre al lado de la rubia. Miró primero a la Gryffindor, que sonreía tímidamente en esos momentos observando hacia otro lado, y cuando enfocó vio a Clarke en la mesa de Slytherin devolviéndole la mirada a Lexa de una forma muy diferente a la que la tenían acostumbrada ese año.

Entonces solo tuvo que saltar a una persona para encontrarse con sus ojos verdes fijos en ella, no hacía ni por disimular, así era Octavia Blake. Quizás para otras personas esa mirada estancada en ella era por intimidar y ponerla nerviosa, cosa que conseguía, pero no del modo que esperaba la gente. Últimamente estaba todo siendo increíble con ella, le encantaba evadirse de todos los problemas perdiéndose en su boca.

Esa semana, tras la vuelta del ataque a familias muggles, habían estado con una rutina que se repetía día tras días. Habían parado las clases y los hijos de los fallecidos no habían estado en el castillo, Clarke se quedó con Lexa todos los días. Octavia y ella habían estrechado lazos.

La Slytherin se abría con ella como nunca hizo antes con nadie, y podía notarlo porque a veces le contaba cualquier cosa de su pasado y su voz no era tan potente y firme como de normal y porque se emocionaba. Había visto por primera vez a Octavia llorar la noche del ataque e intentó que no se sintiera extraña, que supiese que estaba bien desahogarse. Estaba claro que la chica no llegaba a controlar bien sus emociones, ni siquiera las reconocía como tal.

Lamió sus labios distraída sin dejar de observar a la morena antes de asentir ligeramente, para que solo ella supiese qué iba a continuación. Lo de siempre, eso era lo que "iba a continuación". Se despidió de compañeras de su casa antes de salir del gran comedor, dirigiéndose a las escaleras hacia los baños del segundo piso, donde siempre se veían.

Cerró los ojos cuando sintió cómo la empujaba a uno de los cubículos, sintiendo cómo se excitaba tan solo por eso. Su espalda golpeó la pared y la miró mientras se presionaba contra ella con esa sonrisa chulesca.

—¿Querías verme, Reyes?

No contestó con palabras, simplemente la besó, atrayéndola a su boca tras agarrar su nuca. Era así siempre, se devoraban los labios como lo que eran: dos adolescentes. Lexa tenía razón, estaban tan metidas en el tema de Clarke, jugando a ser mayores, que no les daba tiempo a ser adolescentes.

Octavia la besaba de forma increíble, mandándole escalofríos por todos lados, sobre todo cuando usaba su lengua y deslizaba los dedos por su piel, por encima o por debajo de la ropa. Esos encuentros se quedaban en besos hasta que se cansaban, casi siempre se les hacía tarde y debían ir con cuidado por los pasillos para no encontrarse con ningún fantasma que se pudiese chivar de que estaban rondando por el castillo fuera de hora. Sobre todo con el pesado de Peeves. Y la Slyhterin siempre la acompañaba hasta su casa.

Otras veces iba a más, pocas, pero tuvieron varios encuentros sexuales entre aquellas paredes. Y aún sentía que su vello se erizaba cuando recordaba los ojos de Octavia fijos en ella mientras estaba de rodillas frente a ella y su mano enredada entre esos mechones negros y lisos.

No solo era lo sexual, admitía que estaba gustándole más de la cuenta. ¿Se estaba enamorando de Octavia Blake? Sí. La respuesta era que sí, todos aquellos sentimientos eran inevitables.

—Te he echado de menos hoy en clase —confesó y Octavia dejó de besarle el cuello para mirarla fijamente, y otra vez podía notar aquello que le gritaba que era recíproco, aunque a veces pensara que la Slytherin no lograba tenerlo nada claro.

No esperó el beso suave que le regaló, contrastando mucho con el que anteriormente se daban, pero no le importó, porque le gustaba todo con ella. Así que se permitió acariciar su pelo suavemente, lo tenía muy suave, probablemente se lo había lavado ese mismo día, y entreabrió los labios cuando Octavia deslizó la lengua entre sus labios, suspirando a la vez.

—Estoy preparada, Rave —susurró muy despacio.

Por un momento no sabía a qué se refería, pero después recordó lo que habían hablado recientemente: el necesitar tocarla. Le dio a Octavia el espacio que requería, pero cada vez que lo hacían le pedía poder acariciarla de vuelta, y aunque hubo dos ocasiones en las que se dejó, nunca finalizaron. Y desde que ocurrió lo de los padres de Lexa, volvió a sus inseguridades y no dejó que la desnudase cuando lo intentó, así que quedaron en que cuando estuviese lista, se lo haría saber.

La sujetó por las mejillas, acariciándoselas en el proceso, antes de besarla lentamente. Quería hacerlo bien con ella, sabía sus miedos y le contó que siempre estuvo con la ropa puesta en sus relaciones sexuales anteriores y tan solo la penetraron, no se entretuvieron en su cuerpo para nada, cosa que iba a hacer. Quería y necesitaba perderse en su piel.

X X X

Pasó la mano por la espalda ya desnuda de Raven mientras le devolvía el beso en aquella cama que apareció en la sala de los menesteres, y suspiró cuando abandonó su boca para besarle el cuello. Iba a dejar que la Ravenclaw mandase y las guiase a las dos, y comenzó quitándose la camisa a ella misma, sabía que para que no estuviese tan nerviosa cuando le llegase el momento de desnudarla a ella.

Mordió su labio inferior y buscó el broche del sujetador de la chica, quitándoselo y dejándola desnuda de cintura hacia arriba. Habían cambiado mucho las cosas entre las dos, y era muy distinto el estar recorriendo su piel con aquella lentitud y en esa situación tan íntima y nada violenta. No había necesidad de marcar quién mandaba en esa loca relación, estaban demasiado igualadas como para que ninguna estuviese sobre la otra.

Gimió cuando Raven mordió su cuello y se separó para mirarla, conectándose automáticamente aquel marrón con su verde. Llevó la mano derecha a su coleta y la deshizo, dejando que su pelo castaño cayese sobre sus hombros, dejándola sin aliento.

—Eres demasiado guapa —no proceso sus palabras, y cuando supo el significado ya las había dicho, pero por primera vez no se sintió arrepentida ni avergonzada, porque no había nada más cierto que aquello. Su corazón empezó a bombear sangre más rápido que de normal, porque la mirada de Raven era muy intensa, así que cortó el momento agarrando su nuca y atrayéndola de nuevo a su boca para besarla.

Se permitió enredar los dedos de una mano entre su pelo castaño y con la otra delineó la curva de su costado antes de acariciar su abdomen y acabar en uno de sus pechos, masajeándoselo y recibiendo los suspiros que se le escapaban a la Ravenclaw.

—Octavia —murmuró cuando pellizcó su pezón, pero simplemente dijo su nombre, no iba a decir nada más.

Asintió cuando volvieron a mirarse, dándole permiso para empezar a desabrocharle la camisa, y no tardó mucho en llevar las manos a los botones. Cerró los ojos cuando a medida que se la quitaba bajaba con su boca, besando la zona de su escote o su abdomen. Nuevo, todo era nuevo, pero se sentía realmente bien que fuese un "nuevo" unido a Raven.

Miró hacia abajo cuando sintió su lengua deslizándose por los alrededores de su ombligo. Raven agarró sus manos mientras se arrodillaba y tiró de ella para que se sentase y así poder quitarle bien la camisa.

—Date la vuelta —pidió Raven y ella se lamió los labios antes de hacerle caso y exponer aquella parte que odiaba de su cuerpo.

Cambió a morderse el labio mientras cerraba los ojos al sentir los dedos de Raven acariciando su espalda con lentitud. Observó las manos de la chica cuando pasó por sus costados y se entrelazaron sobre su abdomen, abrazándola desde atrás. Sintió sus labios en su hombro, repartiendo besos fugaces y suaves.

Giró el rostro hacia donde Raven se encontraba y dejó que capturase sus labios en otro beso lento. Las manos de la chica acariciaron su abdomen y llegó hasta sus pechos, apretándolos con cuidado sobre su sujetador. Miró cómo los masajeaba y sintió sus labios en su nuca, besándosela despacio, haciéndole saber que no miraba en esos momentos: justo cuando bajaba los tirantes del sujetador. Su respiración cambió a otra más nerviosa y cerró los ojos cuando las manos de Raven se posaron sobre sus senos, acunándolos y apretándolos levemente.

Volvió a suspirar al sentir sus labios bajando por sus omóplatos y sus manos acariciando de nuevo sus costados hasta acabar de nuevo en su espalda. Respiró hondo cuando sintió sus dedos desabrochando torpemente su sujetador y rieron nerviosas antes de llevar ella misma los brazos hacia atrás para deshacerse de él.

—Date la vuelta —le pidió de nuevo tras haberse encargado de besar su espalda de nuevo.

Se giró algo indecisa, sobre todo con miedo de encontrarse con rechazo de esos ojos marrones, pero no, no había rechazo ni asco ni nada por el estilo. Raven Reyes la estaba mirando como nadie lo había hecho jamás y era increíble aquella sensación. Se dejó besar por ella otra vez y acabaron tumbadas sobre el colchón.

Sus piernas quedaron entrelazadas y Raven se arqueó para que sus intimidades chocasen levemente. Suspiraron en la boca de la otra y se miraron fugazmente antes de volver a unir sus labios en un nuevo beso. Acarició la espalda de la Ravenclaw y sintió su sonrisa en el beso cuando apretó los dedos en su culo, instándola a que siguiese moviéndose contra ella, porque las dos lo necesitaban.

—Si no te sientes cómoda con algo, dímelo, ¿vale? —susurró Raven, y ella asintió antes de recibir un último beso y verla bajar por su cuerpo repartiendo dulces besos.

La castaña comenzó a deslizar sus labios por su escote antes de ir hacia su seno izquierdo, besando la zona más hinchada antes de atrapar su pezón. Respondió a su gesto con un gemido y sujetó su nuca para que supiese que le estaba gustando los movimientos de su lengua en esa zona. Estuvo todo el tiempo que necesitó en ese pecho antes de pasar al siguiente, dejando sus pezones endurecidos y humedecidos tras el paso de su boca, y ella se deleitó con su boca recorriendo cada zona de su piel.

Continuó bajando y aguantó el aliento mientras la veía besar su abdomen, lamiéndolo incluso. Cuando su lengua se deslizaba por su piel sufría un escalofrío muy placentero, no solo por la vista, sino también por la calidez que transmitía aquel músculo húmedo. Raven también respiraba agitada y ella terminó aguantando el aliento cuando la Ravenclaw se quitó primero la falda y lo que le quedaba de ropa interior a sí misma antes de hacerlo también con ella.

Se volvió a tumbar sobre ella, sin quedarse mirándola mucho tiempo, y agradeció el cuidado que estaba teniendo con ella: no se lo merecía. Sentirla desnuda sobre su cuerpo, piel con piel, era lo mejor que le había pasado en la vida. Literalmente, no había sentido algo así nunca jamás, y es que cada vez tenía más seguro que Raven Reyes era más que importante para ella.

—Estás temblando —susurró la castaña, besando su mejilla antes de agarrar las mantas y taparlas a las dos.

—Estoy mejor que bien —admitió mirando su marrón.

—Tú también eres demasiado guapa —le devolvió, y protestó al sentir calidez en sus mejillas y le gustó que Raven se riese suavemente antes de besarla en la mejilla otra vez.

Sus labios se volvieron a unir y estuvieron enfocadas en la boca de la otra, recorriéndola con sus lenguas. Sus manos no tardaron en moverse sobre el cuerpo de la otra, reconociendo y descubriendo nuevas zonas que podían, o debían, ser tocadas. Raven tenía una piel muy suave y olía extremadamente bien, esperaba que para ella su piel pudiese ser agradable también.

Sus caderas comenzaron a moverse a la vez, buscando un alivio necesario, y no sabía si gemía por la sensación del muslo de Raven entre sus piernas o el notarla tan mojada contra el suyo. Enredó de nuevo los dedos en su pelo y gimieron a la vez, y se aguantó mucho las ganas de colocarse sobre su cuerpo: esa noche Raven decidía cómo hacerlo.

—Tócame, O —pidió contra su boca y ella soltó un gruñido sin poder evitarlo, buscando su intimidad.

Gimió al sentirla tan mojada entre sus dedos y tan solo tuvo que decir la misma frase para que Raven supiese que ella también quería ser tocada. Sus ojos volvieron a conectar justo en el momento en el que la castaña alcanzó su intimidad, la tocó con cuidado deslizando los dedos entre sus pliegues, y ella gimió suavemente, haciéndole saber que estaba haciéndolo bien.

—Más —pidió en un murmullo y Raven apretó un poco más sus dedos.

Era distinto, pero igual de increíble. Movieron las manos al mismo ritmo, otorgándose placer mutuamente, y sin dejar de mirarse a los ojos. Sus alientos se entremezclaban en la corta distancia que separaba sus rostros. De vez en cuando se besaban, pero acababan separando sus labios para poder mirarse, y le gustó mucho cuando Raven apoyó la frente en la suya cuando su orgasmo la invadió.

Cayó desplomada sobre su cuerpo, pero no dejó de mover la mano y de besar su cuello.

—Te sientes tan bien, O —susurró contra su cuello mientras acariciaba su clítoris.

Gimió para finalizar cuando también tuvo un orgasmo, esa vez siendo tocada por la chica en la que no dejaba de pensar. Y la abrazó, cayendo de costado sobre el colchón y haciendo que Raven también lo hiciera, enterrando el rostro en el pecho de la chica para sentir cómo su corazón bombeaba con fuerza contra su pecho.

No quería que se fuese a ningún lado. No quería quedarse sola otra vez.

X X X

Ya hacía varios días que Lexa había vuelto a Hogwarts, y podría engañarse a ella misma, pero es que no iba a servir de nada. Todo lo que sentía cada vez que la veía, las ganas increíbles de estar cerca de ella, de rodearla con sus brazos, de besar cada milímetro de su rostro, y, sobre todo, de protegerla, hablaban por sí solas. ¿Estaba enamorada de Lexa Woods? Pues sí, ya no podía negarlo si quiera.

Se había ido auto administrando aquellas algas que Octavia le daba, sabía que le estaban ayudando, y es que cada vez tenía más recuerdos. No sabía dónde colocarlos exactamente, pero la mayoría, por no decir todos, eran junto a la Gryffindor, y le encantaba saber y recordar que aquel sentimiento no era nada nuevo, que había querido a esa chica desde la primera vez que la vio. Apenas habían tenido tiempo aquellos días para poder hablar más, pero había intentado hacerle saber, de una forma u otra, que la tenía ahí. Sabía que no debía ser fácil para ella pasar por aquellos momentos. Nunca había perdido a nadie que le importase tanto como la morena a su madre, pero ver el dolor reflejado en sus increíbles ojos verdes le creaba un nudo en el estómago y era incapaz de verla así sin poder hacer algo.

En ese momento volvía a la escuela algo adolorida, la verdad. Había acudido a una reunión de mortífagos, la primera desde las misiones de acabar con los padres de Muggles. Casi todos habían cumplido con ellas, y en el castillo se podía percibir la tristeza en cada uno de los pasillos, muchos de los alumnos habían perdido a sus padres, y la mayoría no había tenido tanta suerte como Phillip Woods, aunque se alegraba enormemente de que Lexa no hubiese perdido también a su padre.

Su tío le había dado un puñetazo nada más la vio entrar a la sala donde se celebraba la reunión, y se había tenido que inventar una excusa penosa para librarse de más golpes. Por suerte solo era para felicitar el trabajo hecho y el honrar a Echo y Bowls, que habían perdido su vida en las misiones. Le daba muchísima rabia que la versión oficial de sus muertes hubiera sido haber quedado como héroes. Los imbéciles de Roan y Ontari se habían encargado de hacérselo llegar así a Dumbledore, seguramente enviados por los demás mortífagos, para evitar sospechas.

Cada día odiaba más pertenecer a aquel grupo y la marca que cubría su antebrazo izquierdo, directamente proporcional a la forma en que se sentía por Lexa, más y más cada día, y es que era jodidamente incompatible, pero le daba igual. No iba a luchar contra aquellos sentimientos que se apoderaban de su ser al completo cada vez que la tenía cerca.

Y fue como si le leyese el pensamiento, como si sintiese esa necesidad que tenía de verla, porque la tuvo delante en cuanto giró una esquina ya en el interior del castillo. Ambas se quedaron paralizadas por un segundo, y entonces Lexa bajó la mirada a sus labios, mirándolos preocupada, seguramente al darse cuenta de la herida que llevaba en ellos.

—¿Qué te ha pasado? —pidió saber la chica.

—Nada, una pequeña pelea, no te preocupes —le quitó importancia encogiéndose de hombros y dedicándole una sonrisa, aunque no pareció convencer mucho a la Gryffindor, que se acercó más a ella, pasando su pulgar suavemente por su labio superior, que seguramente estaría inflamado y con sangre.

—Vamos a la sala de los menesteres y te lo curo —propuso y no perdió tiempo en asentir, porque la verdad era que se moría por estar con ella a solas, aunque fuese por unos minutos nada más.

Se tuvo que contener las ganas de pasar la mano por su espalda y simplemente sentirla cerca en ese instante mientras se dirigían a la sala, pero no podía arriesgarse a que Ontari, Roan, o cualquiera de los de su casa la vieran así con ella: sabía que no dudarían en matarla, ahora más que nunca. Llegaron rápidamente, no querían que ningún profesor las viese en ese momento: se acercaba la hora de la cena y las habría mandado al gran comedor.

El aumento de las pulsaciones fue inmediato al entrar allí y ver cómo la sala estaba decorada: varios sillones se disponían alrededor de un fuego que le daba calidez a la estancia, y junto a una de las paredes, una cama bastante grande. Miró a Lexa, entre nerviosa y confundida, y le encantó cuando la chica desvió la vista, con las mejillas sonrojadas.

—Lo siento, no sé ni por qué he pensado en la cama —reconoció, y ella la tomó por la barbilla, reconectando sus miradas.

—No sientas nada —casi que se lo suplicó, y la Gryffindor asintió, notablemente nerviosa, antes de dirigirse a una pared de la que colgaba un botiquín.

—Siéntate —le ordenó y ella obedeció al instante, tomando asiento en el borde de la cama.

La vio girarse e ir hacia ella cargada con un par de cosas en la mano y no pudo evitar recorrerla entera: es que Lexa Woods era increíblemente guapa y no sabía cómo había podido obviarlo, o olvidarse de ello. Le encantaba la forma en que llevaba recogido el pelo, con pequeñas trencitas, o lo adorable que le quedaban aquellas gafas tras las que se escondían sus ojos verdes. Es que cada paso, cada gesto de esa chica le atraía de una forma inhumana.

La morena cogió una pequeña mesa que había allí, acercándola a donde se encontraba ella y depositando allí los dos tarritos que llevaba con ella. Abrió uno de ellos y arrugó la nariz al ver aquella sustancia mucosa verde.

—¿Qué es eso? —quiso preguntar antes que nada, porque no quería que Lexa la envenenase.

—Es para que te cure la herida, no seas tonta —rio suavemente ante su reacción, y le encantó, porque era la primera vez que la veía hacerlo desde que pasó lo de su madre.

Se dejó hacer, y le encantó la forma tan delicada que tuvo de tomarle la cara con una mano mientras con la otra untaba un dedo en aquella sustancia, pasándolo a continuación por su labio. Y el tacto de la yema de su dedo sobre su boca casi le quemaba, y le estaba encantando, sobre todo sumado al ceño ligeramente fruncido de Lexa, signo de concentración. En cuanto tuvo la sensación de que casi había acabado, hizo el amago de morderle el dedo, y la Gryffindor lo apartó con mucha prisa, riendo mientras negaba con la cabeza. Joder, es que quería provocarle aquella risa a cada segundo.

—Para de hacer la tonta y cuéntame qué te ha pasado —le pidió, adoptando un gesto más serio.

—No ha sido nada, Lex —intentó que lo dejase pasar, pero su mirada insistente le indicó lo contrario, así que simplemente se lo dijo—. Ha sido mi tío.

—¿Tu tío? —endureció el gesto con sus palabras—. ¿Por qué?

—¿No te lo imaginas?

—Lo siento, Clarke —apartó la mirada, algo apenada.

—Eh, no te preocupes, estoy acostumbrada —le dijo, llevando una de sus manos a su cadera, para que volviese a mirarla, y le dolió el gesto entristecido que pudo ver en su mirada.

—Odio saber que estás ahí —confesó, y ella apretó la mano que tenía sobre la ropa que cubría su cadera.

—No te preocupes por mí, Lex, voy a estar bien —y no lo tenía nada claro, pero no quería verla preocupada, y mucho menos por ella.

—No quiero que te vuelvan a hacer lo mismo, Clarke —casi se le rompió la voz al pronunciar esas palabras, y se le estrujó el corazón en el pecho—. He perdido a mi madre, he perdido a Luna, no soportaría perderte a ti de nuevo, no podría.

—Ey, ey... —tiró de ella para que cayese sobre su cuerpo, quedando sentada sobre sus piernas, y cogió su rostro con ambas manos—. No recuerdo aún todo, Lexa, de hecho, casi todo está borroso en mi mente. Pero sé que lo que siento cuando estoy contigo es algo real, y te prometo que voy a quedarme a tu lado, ¿de acuerdo?

La chica asintió con algo de miedo, y ella desvió la vista a sus labios al ver que mordía el inferior. Llevó uno de sus pulgares hasta aquella zona, haciendo que soltase su labio, y lo acarició con suavidad, reconectando sus miradas. No pudo controlar el acercarse, apoyando su frente sobre la de la chica de ojos verdes que en ese momento estaba sentada sobre su cuerpo.

—No quiero hacerte daño... —susurró Lexa, refiriéndose a su labio, porque ambas tenían claro lo que pasaría a continuación.

—No me lo vas a hacer —aseguró, y fue ella la que tiró suavemente de su nuca, moviendo su mano hasta ella, para poder besarla, atrapando su labio entre los suyos.

Fue inmediato el sentir un escalofrío recorriéndola al sentir la suavidad de la boca de Lexa sobre la suya. Las manos de la chica se aferraron a su cuello mientras que se besaban de forma suave, simplemente sintiéndose, y las suyas bajaron hasta su cintura, porque la quería cerca, tan cerca como fuera posible. No pudo contenerse mucho tiempo antes de delinear el labio inferior de la Gryffindor, pidiendo silenciosamente acceso a su boca con la lengua, y la chica se lo concedió casi de inmediato. Tembló por el gemido que Lexa soltó contra su boca, y la reclamó más cerca, prácticamente abrazándola por la espalda, y la chica la empujó suavemente hacia atrás, con la clara intención de tumbarla sobre aquella cama.

Se dejó hacer, porque las ganas de sentir a Lexa Woods de repente estaban por todos lados, y tenerla sobre su cuerpo era increíble. Movió sus manos hasta colarlas por debajo del jersey color gris que vestía la chica, y sacó como pudo la camisa que llevaba debajo, queriendo tener contacto con su piel. Acarició su espalda de abajo arriba, y la chica se separó apenas un par de centímetros de ella para mirarla, y aquel brillo en ese verde tan intenso le dio ganas de no separarse de ella en cinco milenios.

—¿Quieres esto? —Lexa se lo preguntó con miedo, y simplemente giró sus cuerpos, quedando sobre ella.

Le ayudó a colocarse correctamente sobre la almohada antes de descansar todo su peso sobre el suyo. Volvió a atrapar sus labios y sintió las manos de Lexa de nuevo en su nuca, apretándola contra su boca. Deslizó las manos por sus costados hasta llegar a sus piernas, levantándole la falda ligeramente, lo suficiente para poder acariciar sus muslos. La chica volvió a gemir al sentir sus caricias suaves, y ese sonido la animó para incorporarse lo justo para levantarle más la prenda, asegurándose de que una de sus piernas quedara entre las de la Gryffindor cuando se volvió a acomodar sobre ella.

Fue bajando con besos por su barbilla, hasta llegar a su cuello, y le encantaba cómo olía. Inspiró con fuerza antes de comenzar a besárselo suavemente, porque a pesar de las ganas que ambas demostraban en ese momento, todo estaba siendo gentil, y es que no se lo podía imaginar de otra manera en aquel instante. Mientras que exploraba su cuello con sus labios y su lengua, escuchando sus jadeos muy cerca de su oreja, sus manos, comenzaron un camino ascendente por su torso, bajo la ropa que llevaba. Es que su piel era tan suave que no quería estar en ningún sitio más en aquel momento que no fuera sobre su cuerpo. Lexa aguantó el aliento cuando cubrió sus pechos por encima del sujetador, y ella se separó de su cuello para mirar su reacción cuando los apretó ligeramente.

Le fascinaba cómo intentaba mantener los ojos abiertos y le sonrió fugazmente antes de volver a besarla en profundidad, sintiendo cómo sus lenguas se encontraban al instante, y es que ambas querían mucho más. Masajeó sus pechos suavemente, pero no era suficiente, había demasiada ropa de por medio, y parecía que Lexa pensaba igual. La morena la empujó ligeramente y ella se incorporó, quedando sentada justo sobre su intimidad. Le ayudó a hacer lo mismo y se deshizo del jersey y la camisa que cubrían la parte superior del cuerpo de la chica. Sus labios enrojecidos casi que le gritaban que volviera a besarlos, así que lo hizo, sujetando su rostro entre sus manos, y sintió las de la Gryffindor queriendo despojarla de sus prendas también.

Levantó los brazos, colaborando en todo lo que podía, y porque se moría por estar piel contra piel con Lexa Woods. La morena la observó detenidamente en cuanto se quedó en sujetador, y deslizó sus manos por toda la longitud de sus brazos, y a ella le mataban las ganas que tenía de que aquello fuera a más, joder. Se acercó a sus labios y, mientras los atrapaba de forma suave, llevó sus manos al broche de su sujetador en su espalda para deslizarlo por sus brazos y dejarla completamente desnuda de cintura para arriba. La empujó suavemente con su cuerpo para que se tumbase de nuevo, y se quitó ella misma su propio sujetador antes de caer sobre la Gryffindor otra vez. Ambas gimieron por el contacto, y ella no quiso perder más tiempo: besó una última vez sus labios antes de volver a bajar por su cuello con besos demasiado húmedos con un destino muy concreto.

Sintió las manos de Lexa enredarse en su pelo en el mismo momento que ella lamía el contorno de uno de sus pechos, mientras que con la otra mano acariciaba su costado de abajo arriba y vuelta a empezar. Alzó la vista, encontrándose con sus ojos verdes fijos en ella, y sin romper la conexión, atrapó su pezón, consiguiendo que Lexa gimiera al mismo tiempo que arqueaba su cuerpo y echaba la cabeza hacia atrás.

Lo lamió con insistencia, dejando pequeños mordiscos, muy suaves, y le encantaba sentir la reacción que la chica tenía a sus caricias, y se sorprendió a sí misma pensando que se pasaría toda la vida dedicándose así a su cuerpo. Cambió de pezón y le dedicó la misma atención que al otro, consiguiendo que se endureciese rápidamente bajo su lengua.

—Clarke... —escuchó la voz entrecortada de la chica, y volvió a levantar la vista, algo preocupada esta vez.

—¿Estás bien?

—Sí, solo que... ¿Puedes subir aquí un momento? —preguntó con algo de timidez, y ella sonrió mientras asentía y escalaba por su cuerpo para quedar frente a frente.

—¿Qué ocurre? —quiso saber, mirándola muy de cerca, y apartando un mechón rebelde que había caído en mitad de su rostro.

—Necesito besarte —lo dijo en un susurro, al mismo tiempo que desviaba la vista a sus labios, y no perdió el tiempo, y en un segundo los fundió contra los de la chica.

Le encantó la fuerza con que Lexa la abrazó por el cuello, como si temiese que fuera a levantarse e irse en algún momento, pero es que no había nada que quisiera más en el mundo en ese mismo instante que estar en esa cama con esa chica. Se dedicó varios minutos a besarla con todas sus ganas, deleitándose con el sabor de sus labios y con la forma en que su lengua se entrelazaba con la suya, antes de deslizar sus manos entre sus cuerpos y buscar el broche de la falda de la Gryffindor, porque en aquellos instantes comenzaba a sobrar bastante. Se las apañó para levantar su cuerpo lo suficiente para poder quitarle la falda a la morena sin tener que despegar sus labios, pero lo hizo segundos después, cuando se dejó caer de nuevo, comenzando un camino descendente desde su cuello hasta la parte baja de su abdomen, besando con mimo cada milímetro de piel que encontraba, y las manos de la chica volvían a estar enredadas en su pelo.

Lexa respiró pesadamente cuando besó suavemente bajo su ombligo, y sus manos se pasearon desde sus costados hasta el borde de su ropa interior. Alzó la vista y conectó sus miradas, la chica estiró la mano y pasó el pulgar por sus labios, ya no tan hinchados como antes, y aprovechó para besárselo antes de comenzar a bajar la prenda por sus piernas, porque se moría por tenerla desnuda para ella. Las tiró a un lado y aprovechó para quitarse su falda antes de volver a tumbarse sobre ella, cara a cara, porque sentía que Lexa lo necesitaba así en esos momentos.

La miró varios segundos, y fue la morena quien tiró de ella para besarla, y se dejó, porque ella también la necesitaba a ella. Deslizó una de sus manos por su cuerpo hasta llegar a su intimidad, y movió sus dedos por sus pliegues con suavidad, Lexa se tensó momentáneamente, cerrando los ojos, y ella besó su sien, chistándole al oído mientras continuaba acariciándola. Los brazos de la Gryffindor la rodearon por completo, apretándola contra ella, y escondió la cara en su cuello mientras deslizaba un dedo en su interior.

Lexa gimió con fuerza y reforzó el agarre que tenía en torno a su cuerpo. Su pulgar comenzó a acariciar su clítoris creando movimientos firmes, pero gentiles. Besó la piel de su cuello, que ya comenzaba a estar algo sudada por el calor de momento y añadió un segundo dedo al notarla más que preparada. Le encantaba notarla tan mojada y caliente en su mano, y el momento estaba siendo increíblemente íntimo, jamás había sentido algo tan intenso, de eso podía estar segura.

—Vamos, preciosa —lo susurró contra su oído, y aquella palabra sonó completamente apropiada en ese momento, como si la hubiese dicho miles de veces antes, y Lexa cogió su cabeza, llevándola hacia sus labios, al oírla.

Aumentó el ritmo de sus penetraciones y de sus movimientos sobre el clítoris de la chica, mientras amortiguaba en su boca sus gemidos, y no pasó mucho más tiempo hasta que sintió cómo se tensaba por completo bajo su peso. Jamás el orgasmo de otra persona había sido tan gratificante como en aquel momento, y lo increíble que estaba Lexa Woods toda agitada, con la piel sudada, y respirando entrecortadamente. Aquello era lo mejor que había experimentado en toda su vida.

Besó su mejilla para calmarla, y se colocó a su lado, apoyada en su brazo para poder mirarla, su brazo pasando por encima de su abdomen, y la chica colocó su mano sobre él, acariciándolo con suavidad. En cuanto giró el rostro hacia ella, le sonrió de una manera increíble, haciendo que su corazón dejase de latir, casi literalmente, y no pudo evitar inclinarse para besarla.

—Gracias —murmuró la morena contra sus labios, y ella se separó casi imperceptiblemente para mirarla algo confundida.

—¿Por qué? —le preguntó, besando su mandíbula suavemente.

—Por cuidarme —su tono fue increíblemente suave, y una oleada de calidez familiar y muy bienvenida la traspasó por completo al oír su contestación.

—Siempre —fue todo lo que pudo decir antes de tener el cuerpo de Lexa sobre el suyo.

En un segundo sus labios volvían a estar ocupados, dejándose besar por los de la chica, con más ganas que antes si es que eso era posible. Fue ella en esta ocasión la que la abrazó por la espalda, apegándola todo lo que podía a su cuerpo, porque le encantaba sentir su piel contra la suya. La Gryffindor mordió levemente su labio inferior y sus próximas palabras, susurradas contra su boca, le removieron todo por dentro.

—Quiero hacerte el amor.

Cerró los ojos y dejó llevar por la sensación que la recorrió en cuanto Lexa comenzó a besar su cuello, al mismo tiempo que sus manos masajeaban sus pechos desnudos. Y es que no sabía qué era lo que las unía a ambas, una conexión intangible, pero tan poderosa que les había unido de nuevo. No se imaginaba por lo que tenía que haber pasado para recuperarla aquella chica de pelo moreno que en aquel momento estaba haciéndole olvidar de todo aquello que se alejara más de medio centímetro de aquella cama, pero lo que sí que tenía claro es que su lugar estaba a su lado, y no iba a permitir que la volvieran a alejar de ella.

La chica comenzó a descender, besando su escote repetidas veces antes de bajar por su abdomen, besándolo en toda su extensión, con una suavidad extrema. Las manos de Lexa se adelantaron a su boca, deslizando por sus piernas la única prenda que quedaba en su cuerpo, y ella jadeó por la anticipación, porque Lexa siguió bajando. Gimió sin poder evitarlo cuando sintió cómo besaba su ingle, y la instó a separar las piernas para acomodarse entre ellas. Dobló una de ellas en cuanto Lexa se lo pidió usando su mano, y a continuación la Gryffindor besó la cara interna de su muslo, bajando beso a beso hasta donde más la necesitaba.

En cuanto sintió su lengua recorriéndola entera, tuvo que llevar una de sus manos hasta la cabeza de la chica, enredando sus dedos entre su cabello oscuro. Gimió alto al sentir cómo se centraba en su clítoris, y rodeó con sus brazos sus dos muslos, acariciándolos con las palmas de las manos. Bajó la mirada porque la imagen de Lexa entre sus piernas era algo que no quería perderse, y la chica conectó sus miradas en cuanto notó la suya sobre ella.

Sus ojos verdes cargados con un brillo increíble, y su lengua realizando aquellos movimientos sobre la zona más sensible de su cuerpo era suficiente para correrse en ese mismo instante, pero entonces Lexa decidió penetrarla con dos dedos, entrando en ella suavemente y comenzando movimientos precisos, tocando aquel punto que le hizo gemir aún más alto. Comenzó a mover las caderas contra su boca y la chica incrementó la velocidad de sus movimientos al notarla. Su cuerpo se arqueó sin remedio y, en cuanto la Gryffindor movió los dedos en su interior, el orgasmo la invadió por completo.

Gimió completamente aturdida por el placer, y se dejó caer sobre el colchón, con la respiración descontrolada, pero con la sensación más increíble del mundo recorriéndola de arriba abajo. Ni cinco segundos después, notó cómo Lexa trepaba por su cuerpo, dejándose caer sobre ella, y buscó las mantas para taparlas a ambas.

Se miraron durante varios segundos, la Gryffindor le acarició la mejilla con mucha suavidad, y ella cerró los ojos, disfrutando del tacto. Sintió sus labios contra su nariz y sonrió, completamente relajada e increíblemente feliz de estar compartiendo aquel momento con Lexa. Cuando volvió a abrir los ojos, se encontró con aquel verde que hacía tiempo le quitaba hasta el sueño y simplemente supo que su lugar estaba a su lado.

X X X

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Quedan seis capítulos.

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