Capítulo 19

4.8K 261 59
                                    

No estaba. No estaba. Ella lo había matado, como hizo con mamá. Se mordió el labio con fuerza, como siempre hacía cuando quería llorar, haciéndose daño. Como siempre también.

Dejó de abrazarlo y no lo miró, a pesar de que su voz resonó en su cabeza como si estuviese allí: "eres fuerte, O. Eres la niña más fuerte del mundo". Y lo había matado. Había matado a la única persona que creía en ella.

Miró enfadada a su padre, que yacía en el suelo inconsciente, con aquella botella al lado. Cogió la botella, que aún estaba medio llena y la tiró con todas sus fuerzas al suelo, haciéndola mil pedazos mientras gritaba con rabia.

—¡Te odio! —se atrevió a gritarle, ahora que no podía escucharla—. Te odio mucho.

Deseó tener una varita en sus manos, deseó tener el valor de matarle a él también, pero no podía. No podía hacerle daño a su propio padre. Apretó el puño y apretó la mandíbula en lugar de morderse el labio y no hacerse más daño. Gritó de nuevo y salió de aquella sala horrible, queriendo ir a cualquier otro lado.

Corrió por la calle lo más rápido que sus piernas le permitieron, huyendo de todo aquello: total, su padre no iba a echarle de menos. Soltó un gruñido, sin querer gritar y cerró los ojos mientras seguía avanzando por toda la calle. Era de noche y llovía, pero no le importaba. Le dolía el cuerpo entero, pero no le importaba.

—¡Eh! ¡Cuidado! —le gritaron cuando se cayó al suelo al tropezar con una baldosa suelta de la acera.

Levantó la vista para ver a una chica rubia bajo un paraguas, tendría su misma edad, unos diez años, y la miraba con preocupación. Dio un paso hacia delante y la lluvia dejó de darle en la cara.

—No necesito... —comenzó.

—¿Sabes? Dicen que la lluvia es en realidad el pipí de los pájaros.

—¿Quién dice eso? —frunció el ceño—. Es muy guarro.

La chica soltó una risita antes de encogerse de hombros.

—Lo escuché por ahí —la rubia extendió su mano—. Levántate.

Agarró su mano, algo temblorosa, y dejó que la ayudase a levantarse. Era un poco más bajita que ella, pero le gustó la tranquilidad que trasmitía: no solía hablar con gente fuera de casa.

—Eres bruja —sonrió ampliamente, y ella la miró sorprendida.

—¿Qué?

—Que eres bruja, como yo. Puedo notarlo.

—¿Eres bruja también?

—¿Cómo te llamas? —cambió el tema, y ella dio un paso hacia atrás algo insegura—. Mi nombre es Clarke Griffin —se presentó primero.

—Octavia Blake.

—¿Quieres probar unos caramelos mágicos? Me los ha traído mi padre hoy.

—¿Por qué no estás en casa? —sin saber por qué, comenzó a caminar a su lado.

—¿Por qué no estás tú? —preguntó de vuelta.

Se quedó en silencio, porque no quería hablar de ello. De repente la llevó por un jardín y se quedó asombrada al ver una casa hecha de madera sobre un árbol. Clarke subió por las escaleras del tronco y ella la siguió, quería saber qué había dentro. Quedaron resguardadas de la lluvia y se arrodilló frente a la chica mientras la veía guardar el paraguas y sacar una caja de caramelos.

The Reckless and the Brave (II). I will follow you into the dark.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora