BESTIAS | COMPLETA

By LuisAvila367

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¿Qué es lo que más temes en el mundo? ¿Y si eso se convierte en un deseo que arde dentro de ti? More

🔥BESTIAS🔥
1. HALLOWEEN | JESSE
2. DÍA DE LOS MUERTOS | COLE
3. ACCIÓN DE GRACIAS | DYLAN
4. REVOLUCIÓN | MATT
4. REVOLUCIÓN | MATT (2)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (II)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (III)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (IV)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (V)
6. CIUDAD TOMADA | BTS

5. MAGIA DIVINA | OSCAR (FINAL)

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By LuisAvila367


—¿Leíste el Apocalipsis?

Lo siento, pero no soy religiosa.

—Sí, me encantan las biblias.

Qué diablos, no tengo más remedio que mentir.

Ya puedo suponer que si le digo "el único apocalipsis que conozco es el apocalipsis zombie" implicaría que volviese a cerrarse en sí mismo y no contarme una palabra. Para peor, quizá me trataría de ignorante y volveríamos a nuestra guerra de siempre.

—Pues, sabrás que es el último de los libros. Y eso significa que...

Deja la frase en suspenso a modo que yo la termine pero miro a otro lado. Él suelta una risita.

—No tienes idea de lo que te estoy hablando.

—En verdad, no—asevero. Él se cruza de brazos y añado—. Pero te ruego que me expliques de qué va todo.

Oscar se clava al suelo y me mira a los ojos:

—Lucy... ¿estás dispuesta a escucharlo?

—Ya basta con eso, Oscar. Estoy preparada para saber la verdad, suéltalo de una vez.

Parece que rebusca en sus palabras el modo adecuado de decirlo, como si yo fuese de cristal y pudiese quebrarme con lo que tenga para proferir.

—No están solos en el mundo—me dice—. No más.

—¿Quiénes?

—Ustedes. Los humanos ya no están solos en este mundo.

Hago un esfuerzo descomunal por contener una carcajada pero su seriedad me preocupa.

—¿Y por qué te excluyes al referirte a "nosotros los humanos"?

Él tuerce el gesto.

—Porque yo no soy...humano.

Tic. Tac. Tic. Tac.

Hasta casi puedo sentir el pasar de los segundos debajo de mi piel, corriendo con la sangre y conteniéndome de soltar una risa nerviosa ante lo que acabo de escuchar.

Quiero reírme pero no puedo espantarlo.

Quiero retrucarle que se equivoca pero no puedo hacerlo.

Vi a Max devorarse una mujer.

Vi a Maggie con colmillos y sangre en su boca.

Vi a Shaj levantando su mano y mandándome a dormir con un gesto.

Pero Oscar... ¿Qué tan peligroso puede ser?

—Lucy—levanta su mano e intenta tocarme pero lo quito de un manotazo y lo observo como a un extraño.

—¿Qué mierda eres? —mi gesto lentamente va cambiando de la gracia al horror—. ¿Qué mierda son todos ustedes?

—Luc...

—¡CONTESTA!

Su mirada se ensombrece y ya no se ve tan comprensivo.

—Bestias.

—¿Qué?

—Somos bestias. El último de los libros. Revelación. Apocalipsis. Siete bestias descenderán de los cielos, surgirán de los mares, abrirán camino desde la tierra para anunciar el fin de los tiempos. Siete bestias, siete reyes. Que entre todos ellos hacen a una misma criatura.

—¡¿Qué...dices que dijiste...?!

Sostiene su mirada seria.

E intento seguirle la puta broma:

—¡¿Acaso... se fusionan o algo así?!

—Aunque intentes jactarte, sé que me crees, Lucy. No te queda más opción.

—¿Y tú qué se supone que...eres?

Oscar se quita la remera. Oh, niño lindo, no es hora de que hagas espectáculo de tus dotes. No ahora.

Miro a todas partes pero es evidente que no hay más que bosque, lago y campo.

—Estamos solos, Lucy.

—Bien—jadeo observándolo.

—No vayas a salir corriendo, ¿sí? —pregunta.

No soy capaz de responder que sí ni que no. Sólo lo miro y ya.

—No te haré daño—continúa.

Y lo miro fijamente a los ojos.

Percibo un ruido como de un cascabel. Es apenas un siseo largo y escalofriante...

...hasta que la cabeza de una serpiente se impone junto a Oscar. Se aparece y me mira fijamente. Su color es bordó, casi marrón.

—Wooo—retrocedo—. Oscar, tienes ahí una...

—Serpiente—dice—. Lo sé. Son mías.

¡¿QUÉ?!

Y a su izquierda aparece otra serpiente igual que la primera. Y otra. Y otra. Cada una es motivo para obligarme a retroceder más y más.

Seis serpientes en total.

Todas parecen venir de la espalda de Oscar. Se levantan en el aire y sus cabezas me miran con fijeza.

—¿Cómo haces eso? —me pellizco los brazos esperando despertar pero nada de eso sucede.

—¿Cómo haces tú para mover un brazo?

—¡Sólo...quiero hacerlo y ya!

—Pues, exactamente igual.

—No, no, no, no, no.

Lo sobrepaso por un costado repitiéndome una y mil veces el mismo rezo: todo es imaginación mía, todo es imaginación mía, todo es imaginación mía.

Hasta que miro de refilón la espalda de Oscar y debo volverme nuevamente a él.

Las cicatrices.

Las serpientes.

Salen... De las cicatrices. En su espalda.

Son seis espacios de carne abierta desde la cual se levantan seis de esos animales horribles.

—Santa mierda—mascullo y caigo de espaldas al suelo.

Oscar camina hasta mí y me tiende una mano.

—¿Ahora me crees?


Continuamos hasta llegar a un acantilado.

Se extiende imponente tras un enorme valle de hierba y césped que crece por lo menos con unos sesenta centímetros por encima del nivel del suelo. El paisaje de rocas es inmenso. Hasta que recuerdo mi móvil y caigo en la cuenta de que aquí podría tener señal. ¡Ni siquiera lo recordé!

Lo busco y palpo cada uno de mis bolsillos hasta que Oscar (quien por suerte ya ha guardado las horribles mascotas que se le meten por los músculos de la espalda) se percata de lo que hay y dice:

—Hasta que te acuerdas del móvil. Te lo quité. Atraería a la policía si tenías puesto un localizador. Tu padre ha de estar muy preocupado.

—¿Lo...volveré a ver?

Me arroja una de sus miradas típicas al estilo "¿en verdad quieres que te responda eso?"

Seguimos con la caminata hasta que se logra vislumbrar entre el valle rocoso, metros antes del acantilado, una cabaña de tentador aspecto cálido, es pequeña pero confortable luego de tanto caminar.

—Allá es—me señala lo evidente.

Pero no hay nada.

Sólo esa casita. Nada más.

—¿Qué sucederá aquí? —le pregunto.

Él traga saliva y los músculos de su rostro se tensan. Sus labios se abren para articular tres palabras que paralizan el corazón de tan solo oírlas:

—El final de todo.



Al salir de la ducha, creo verme obligada a ponerme la misma ropa que antes, sin embargo Oscar me presta un pantalón de joggin que me queda suelto pero lo ato con tiras en la cintura y una sudadera que me cubre completamente los muslos.

Mi acompañante me llama desde la cocina y sirve un delicioso almuerzo a base de vegetales picados y carne enlatada. En verdad no es tan delicioso, pero luego de las últimas horas, cualquier cosa se vuelve apetitosa.

—¿Aquí vives? —le pregunto un poco confusa. Si tiene que hacerse todo este viaje cada día para ir y volver de mi casa sin tener automóvil...

—No—responde y se sienta en la mesa, frente a mí, con otro plato de comida—. Es una especie de guarida.

—¿Para ti?

—Para nosotros.

—¿Shaj y tú...y la chica rubia?

—¿Qué chica rubia? Ah... la viste anoche.

—Sí.

—Se llama Eileen. Es la dueña original del lugar donde estamos parando. Fue quien empezó todo.

Cuando la vi me impresionó de mayor edad pero de Oscar me esperaría cualquier cosa. Literalmente.

—¿Qué edad tiene?

—Unos tres mil doscientos veinte.

La comida se me atraganta y debo pasarla con un trago de agua.

—¿Qué...?

—Parece de treinta. Se trata de un maleficio para conservar la edad. No todos somos bestias con serpientes. Algunos usan magia. Digo... otro tipo de magia.

—¿Por ejemplo?

—Shaj conoce de eso mejor que yo. Es bruja. Como Elieen. Ellas son una bestia.

—¿Ellas una sola bestia? Oh, vamos, no te sigo Oscar.

—Somos siete razas de bestias diferentes. Cada uno de nosotros pertenece a una raza. Por desgracia, con Max compartimos la misma...

—¿Y su padre? ¿Kaneki también es uno de ustedes?

—No. Él es peor, creo.

—¿Por qué lo dices?

—No estoy seguro pero su condición se supone que es humana. Ese punto no me lo termino de creer.

—Vaya...

Se produce un ligero silencio hasta que capto que me he terminado toda la comida. Creo que ni a mi madre le doy ese gusto.

—Estuvo delicioso—le digo con dificultad de proferir alguna intención de adulación frente a este hombre. O bestia. U hombre-bestia-PadreDeSerpientes o como quiera que se le deba llamar.

—Gracias—señala—. La costumbre de comer enlatado.

—¿Por qué lo dices?

—Vivir sabiendo que La Batalla Final podría desatarse en cualquier momento te pone un poco paranoico respecto de guardar provisiones para no morir de hambre en los días que eso ocurra.

—Vaya, Oscar—pongo los codos sobre la mesa y me sostengo el rostro como si me pesase demasiado—. Te juro que no me puedo terminar de creer todo esto. ¿Podrías al menos terminar de responder a mis preguntas? Bah, son un millón, pero al menos dilucidar algo para que empiece a figurarme mejor cómo son las cosas.

—Dispara, bebé.

Levanto una ceja. Creo que extrañaba al Oscar seductor.

—¿Por qué le debes dinero al padre de Max?

Mi interlocutor pone los ojos en blanco y se cruza de piernas.

—Porque es un imbécil con mucho dinero—señala—. Suele dar préstamos a las bestias. Todos los que hemos nacido con nuestras condiciones, solemos ser unos marginados de la sociedad y nos cuesta encontrar un sustento para vivir. Por ejemplo, piensa por qué estamos en un pueblo tan horrible como The Gates. Más allá de que se trata de un lugar muy cercano al lugar de La Batalla. Y con gente tan cerrada que nadie les creería si a uno se le suelta un tornillo y empieza a decir que vio un hombre devorarse una chica desde su interior con una serpiente como nexo. Digo, uno o una...

Me guiña un ojo.

—Gracias pero después de todo, resulta que no se me había aflojado ningún tornillo—le contesto y una parte de mí desea que ojalá se me hubiese aflojado y nada de lo que estuviese ocurriendo fuera cierto.

—Segunda pregunta—insiste.

—Aquí va: ¿por qué Shaj, Eileen, Jax y tú no están del mismo bando que Kaneki, Max y todo ese clan?

—Porque no coincidimos con su posición. Una vida de marginación no implica tener que seguir siempre por las vías erróneas. Se supone que vinimos al mundo con otro objetivo pero no carecemos de libre albedrío: aunque la mayoría elija hacer el mal, nosotros optamos por una vida en paz. Así de simple.

—Y en ese punto, no distan mucho de ser como los humanos.

—Ejem...algo así.

Entonces las ideas cuadran dando lugar a una tercera pregunta y derribando una vieja hipótesis:

—Tú... No me odias por llevar una supuesta vida perfecta—le digo como si tuviese una lámpara encendida en la cabeza—. Me odias por ser humana. Por no tener esas...cosas en la espalda ni en la boca. O hacer magia. O comerme personas.

Pienso en Maggie. Ella no es como Max ni como Shaj. Maggie parece más un depredador con todas las letras: ella es una tercera raza de bestias.

—Has ganado la lotería, nena—contesta con una sonrisa en sus labios. Mierda, se lo ve tan hermoso con esos dientes blancos haciendo contraste en su piel tostada y sus ojos verdes.

Concéntrate Lucy, concéntrate.

—Por eso me trataste mal desde que llegué. Odias a todos porque son humanos pero más a mí porque debes soportar que soy la hija de tu jefe a quien creías perfecta. Porque mi padre me cree perfecta.

—Pero no lo eres en absoluto.

—¡Hasta que lo descubres!

Oscar se encoge de hombros.

Lo perfecto es aburrido. La sola idea de la perfección ya es imperfecta.

—¿Siguiente pregunta? —murmura—. Y la última, empieza a agotarme el interrogatorio.

Bien. La pienso varias veces y selecciono entre un par largo que se me pasan por la cabeza hasta que logro tomar sólo una:

—¿Por qué le debes dinero al padre de Max y por qué necesitas tan desesperadamente el trabajo de mi padre?

—Hey, esas son dos.

—Las simplifico: ¿por qué buscas desesperadamente dinero?

El rostro de Oscar parece decaer y evidenciar pena hasta que dice sin más su verdad:

—Porque envío a mi familia natal de España. En verdad, no natal natal pero sí algo parecido. Cuando nací, mi familia pensaba que era algo similar a un demonio (¡y no se equivocaban!) o bien, un error de la naturaleza. Así que encargaron a un sujeto que me pierda en un bosque en las afueras de Zaragoza para ser alimento de los animales silvestres. Sin embargo, el sujeto me entregó a un matrimonio campestre que no podía tener hijos y ellos me recibieron pese a mi...condición. Me refugiaron y me protegieron. Tuve dos pequeños hermanos luego, que vinieron de manera sorpresiva al vientre de mi madre adoptiva. Hasta que un día, me enteré de toda la verdad por la visita inesperada de Eileen. Explicó a mi familia mi condición y me trajo consigo a The Gates. Para ese entonces, yo tenía dieciocho años, mis hermanos tenían siete y mi padre estaba postrado en una cama por una enfermedad cardíaca. Era el único ahí que podía trabajar mientras mi madre se hacía cargo de tres personas. Así es que llegué a este sitio y les envío dinero todos los meses para que puedan subsistir.

—Pero lo gastas en Open Door.

—No, Lucy. Ahí te equivocas y te dejas llevar por ese enorme velo de prejuicios con el que andas encima todo el maldito tiempo.

—¿Entonces...?

—Shaj es mi mejor amiga. No me cobra por los tragos y es una de las dueñas del bar. Ese sitio no es un gasto, no soy un alcohólico crónico. Es un refugio para las bestias como nosotros.

—Oh...

Parece un delirio de dos. O un juego. O un lindo chiste al cual decido consentir. Pero ninguna de las opciones es correcta: Oscar está hablando muy en serio y yo debo creerle tal cual porque no me quedan más opciones.

Además, acaba de abrirse relatándome uno de los puntos más oscuros de su vida: su origen.

—Lo siento—me veo en la obligación de darle una disculpa.

Pero él emite una risita socarrona.

—Eres tremenda—murmura—. Pero me diviertes. En verdad. Creí que te odiaría mucho más pero con el tiempo me di cuenta de que eres bastante testaruda. Creo que por eso no dejé que Max y su padre te mataran.

—¿Te divierte que sea testaruda? Que por cierto, no lo soy. Ese eres tú.

—Ves que sí lo eres.

—Lo somos.

—Tenemos un trato—asimila y tiende una mano por encima de la mesa.

Yo se la estrecho.

—Tenemos un trato—convengo.

Y la luz de la casa tintinea.

Le sigue la mesa, los platos, los cubiertos, los vasos. Parece que un temblor comienza a azotar el lugar.

Empiezo a hacer memoria recordando las clases de Geografía: ¿The Gates es zona sísmica y no lo sabía?

Oscar se pone de pie y salgo tras él. Atravesamos la puerta y el corazón se me encoge al ver el cielo en toda su magnificencia, hecho un revoltijo de nubes huracanadas. El viento me azota el rostro, el pelo, el cuerpo. Ambos nos colocamos a orillas del acantilado observando el modo en que los colores naranja y azul del cielo se mezclan con las olas embravecidas del mar a pocos kilómetros de distancia.

Entonces miro hacia abajo.

Oscar no me ha soltado la mano. Yo tampoco a él.

Pero...por algún motivo, no quiero dejar de hacerlo.

Él me mira preocupado. Hay un halo de horror perturbando su hermoso rostro.

—Es Él...

Un ligero cosquilleo me produce escalofríos.

—¿Qu...qué?

Oscar traga saliva.

Y todo sucede muy rápido.

No soy capaz de prever el momento en que sus labios se pegan a los míos y me envuelven. Su aliento fresco inunda mi boca y saboreo con pasión cada centímetro de él. Sus dientes, su lengua, su respiración agitada al igual que la mía. Quizás se ponga un poco ansioso por otro motivo, yo estoy hiperventilando por semejante beso.

Un beso que ansío desde la primera vez que lo vi.

Un beso que expresa cada motivo de vivir en mí y en él.

Un beso que anticipa la unión del bien con el mal.

Después de todo, si los humanos no somos la séptima bestia, debemos acercarnos demasiado a ello. Hasta puede que seamos la cuarta.

Oscar se aparta y sus ojos verdes cristalinos me conmueven el alma. Hay lágrimas en su mirada. Hay lágrimas en la mía.

—¿P...por qué lo hiciste? —le pregunto; en verdad debería agradecerle. Sabe que lo disfruté y sé que él también lo hizo.

—Lo necesitaba, Lucy. Necesitaba un beso tuyo. Hemos llegado al fin de nuestro mundo.

¿FIN?


Gracias por estar ahí <3

LES ESPERO EN TWITTER @ LUISAVILA595 Y EN INSTAGRAM @ LUISAVILAOK

L.

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