CNCO - Más que un sueño [COMP...

Por Airinworlds

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Cuando Irene es elegida por su jefe para escribir la historia sobre unos chicos jóvenes y talentosos, no pued... Mais

Parte 1 - Creer en lo imposible
Parte 2 - Más allá
Parte 3 - Ahora lloras tú
Parte 4 - Quisiera
Parte 5 - Todo cambió
Parte 6 - No entiendo
Parte 7 - Casi nada
Parte 8 - Volverte a ver
Parte 9 - Tu luz
Parte 10 - Primera cita
Parte 11 - Reggaetón lento
Parte 12 - Tan fácil
Parte 13 - Princesa
Parte 14 - Cien
Parte 15 - Devuélveme mi corazón
Parte 16 - Cometa
Parte 17 - Súbeme la radio
Parte 18 - Para enamorarte
Parte 19 - Hey DJ
Parte 20 - Creo en ti
Parte 21 - Coleccionista de canciones
Parte 22 - Contigo
Parte 23 - Tranquila
Parte 24 - Tienes que creer en mí
Parte 25 - Peligro
Parte 26 - Fuiste tú
Parte 27 - Odio
Parte 28 - Quédate
Parte 29 - Que lloro
NOTICIAS IMPORTANTES
Parte 30 - Volví a nacer
Parte 31 - Kilómetros
Parte 32 - Bendita tu luz
Parte 33 - La temperatura
Parte 34 - Propuesta indecente
Parte 36 - Calentura
Parte 37 - Bailando por ahí
VÍDEO REACCIÓN
Parte 38 - Espacio sideral
Parte 39 - Víveme
Parte 40 - Aunque ahora estés con él
Parte 41 - Hablé de ti
Parte 42 - Adrenalina
Parte 43 - Aquí estoy yo
Parte 44 - Tú me quemas
Parte 45 - Cuando me enamoro
Parte 46 - Me voy enamorando
Parte 47 - Mamita
Parte 48 - Hoy tengo ganas de ti
Parte 49 - Creer en lo imposible
Parte 50 - Que se sienta el deseo
Parte 51 - El perdón
VÍDEO REACCIÓN 2
Parte 52 - Nota de amor
Epílogo

Parte 35 - El perdedor

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Por Airinworlds


Me metí en el cuarto de baño en cuanto llegamos a la habitación del hotel y cerré la puerta. Apoyé las manos sobre el lavabo y contemplé mi rostro en el espejo. Los ojos enrojecidos e hinchados, la piel pálida, el labio inflamado. ¿Qué se suponía que significaban aquellos papeles? ¿Renato me había mentido? Cuando había hablado conmigo durante el concierto me había dicho que estaba haciendo todo lo posible por echar a Sara para que yo pudiera volver. ¿De verdad era así o solo había querido darme falsas esperanzas para que los chicos no se sintieran mal por lo que habían hecho? ¿Y si lo había entendido mal debido al ruido y me había dicho lo contrario, que no había manera de hacer que se fuera? Me senté sobre la tapa del váter y enterré la cabeza entre las manos. Pensé que al hablar con Christopher y decirme que tenían un plan, todo se solucionaría; pero no había hecho más que empeorar. Cada vez que creía que todo iba a empezar a ir bien, había algo que acababa estropeándolo. Aquello que creía que era un sueño hecho realidad, se estaba convirtiendo en una pesadilla. Comenzaba a arrepentirme de haberme embarcado en aquella historia. Estaba sin proyecto; el chico que me gustaba estaba lejos; mi hermana estaba cabreada con el mundo; su novio a distancia se había convertido en su peor enemigo; una chica a la que odiaba había conseguido quedarse con mi puesto. ¿De qué estaban sirviendo todos los esfuerzos que estábamos haciendo? ¿De qué valía que siguiéramos planeando nuevas soluciones si después no arreglaban nada? Grité entre dientes, frustrada mientras alzaba la cabeza hacia el techo. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué todo era tan complicado? Unos golpes secos en la puerta hicieron que diera un salto y me levantara de golpe.

–Irene, tu móvil no para de temblar –la voz ronca de mi hermana resonó al otro lado de la habitación–. Cógelo ya porque me está poniendo nerviosa.

–Voy –dije con un hilo de voz.

Me eché agua en la cara para quitarme los restos de lágrimas resecas en mis mejillas. Me llené la boca de agua fresca y la escupí. El lavabo se llenó de un líquido semi rojizo. Había olvidado por completo la herida del labio. La contemplé un instante. Estaba de un color parduzco. No sabía si era malo o bueno, pero no iba a quedarme a averiguarlo. Cogí aire para tranquilizar los nervios. Lo solté poco a poco por la nariz y abrí la puerta. Me dirigí hacia la habitación. Mi hermana estaba tumbada en la cama, aún con la ropa puesta, mirando la televisión sin ver nada, la mirada perdida en las imágenes que iban pasando en la pequeña pantalla. Me quedé contemplando su rostro serio. No habíamos hablado nada desde que había leído los papeles. Se había quedado callada, sumida en sus pensamientos. En parte lo agradecí, no me apetecía hablar sobre el tema. Me senté en el borde de la cama y cogí el teléfono de la mesita de noche. Lo desbloqueé y me quedé contemplando el icono verde y blanco de Whastapp. 7 chats abiertos. Seguro que uno sería de mis padres preguntando qué tal había ido todo. Otros serían grupos. Y probablemente, alguno de ellos sería de los chicos. Suspiré. Miré la hora. 2:37 de la mañana. Probablemente mis padres ya estarían dormidos. Toqué la pantalla para que salieran los ajustes del teléfono y desconecté internet. No me apetecía hablar con nadie y menos con los chicos. Lo más seguro era que me hubieran preguntado sobre los papeles. ¿Y qué les iba a decir? No quería hablarles de lo que realmente eran. Ya me sentía bastante mal por haber leído esas palabras en las hojas, como para encima desilusionar a los chicos después de todo por lo que habían tenido que pasar para intentar sonsacarle a Sara la verdad. Hacerles ver que no había servido para nada me hacía sentir peor. No quería ser yo quien se lo dijera. Creía que era cosa de Renato hablarles sobre ese tema. Me tumbé en la cama tras dejar el móvil en la mesita y me quedé contemplando el techo, entrelazando los dedos sobre mi barriga. ¿Qué debía hacer? No quería firmar esos papeles sin saber antes por qué. Renato había dicho que estaba haciendo todo lo posible por que Sara estuviera fuera. ¿Por qué tenía que firmarlos entonces? Ahogué un gruñido frustrado y di media vuelta en la cama, intentando ordenar las ideas. ¿Qué se suponía que debía hacer? Al día siguiente tendría que ir a Madrid. Hacer un viaje de casi cinco horas para llevarle a Renato unos papeles que no quería firmar, pero que se suponía que eran urgentes. Alcé la cabeza un poco para ver mi mochila tirada en el suelo. Dentro, aquellos malditos papeles que tantos dolores de cabeza me estaban dando. Cerré los ojos. Tenía que descansar. Al día siguiente me esperaba un día duro. Y, además, aún me quedaba la peor parte: decirle a mi hermana que teníamos que ir a Madrid para volver a ver a los chicos. No sabía cómo iba a reaccionar y tampoco sabía cómo se lo iba a decir. Tendría que ingeniármelas para que no pusiera muchas quejas. Pero no me dio tiempo a pensar mucho más. Habían sido tantas emociones que los ojos se me fueron cerrando poco a poco hasta quedarme dormida.

__________________________________________________

Nos subimos en el coche. Apenas habíamos hablado desde que nos habíamos despertado. Desayunamos, preparamos las maletas, nos vestimos y salimos del hotel en silencio, cada una sumida en sus pensamientos. Arranqué el coche y, antes de salir del aparcamiento, cogí aire. Venía la parte más difícil. Había estado dándole vueltas a cómo iba a decirle a mi hermana que teníamos que irnos a Madrid. Pero ninguna de las formas en las que había pensado creía que sería convincente. Conociendo a Lara, sabía que cualquiera le parecería mal. Lo que menos quería era saber de los chicos y, mucho menos ver a Zabdiel. Pero necesitaba ir hasta allí, hablar con Renato y pedirle una explicación. Los papeles seguían dentro de mi mochila. No me había atrevido a sacarlos de nuevo. El solo hecho de pensar que iban allí conmigo, hacía que la sangre se me helara.

–¿Qué pasa? –La voz de mi hermana me sacó de mis pensamientos–. ¿Nos vamos ya o qué?

–Sí, ya salgo –respondí con voz seca sin volverme hacia ella.

Miré el espejo retrovisor y, tras comprobar que no había nadie con quien pudiera chocar, puse la marcha atrás y salí de allí. Lara conectó mi teléfono a la radio y puso la música a todo volumen. Yo intentaba pensar alguna forma de explicarle a dónde íbamos sin que saliera la fiera que llevaba dentro; pero no se me ocurría ninguna. Por un momento pensé en no decirle nada. Conducir hasta Madrid sin prestarle atención y cuando llegáramos explicarle lo que pasaba. No lo veía mala idea, pero si lo hacía así, probablemente Lara acabaría conmigo de una manera u otra. Tenía que ser valiente y enfrentarme a ella. Pero podía esperar un poco más.

Giré la cabeza un poco hacia mi hermana. Miraba con atención su móvil. El semblante serio. Cogí aire mientras volvía la mirada hacia la carretera. Llevábamos dos horas de viaje y parecía que no se había percatado aún de a dónde nos dirigíamos. Tal vez podíamos seguir así hasta llegar al destino.

–¿Quieres decirme algo o qué? –Abrí los ojos de golpe al escuchar a mi hermana.

–No, ¿por? –Contesté, mordiéndome el labio inferior, haciéndome daño en la herida.

–No sé, no paras de mirarme. ¿Qué quieres? –Me giré lo justo para ver cómo me miraba con el rostro serio y los ojos entornados.

–Vale... –Confesé al final. Había llegado el momento–. No vamos hacia Málaga –solté sin pensarlo más tiempo.

–¿A qué te refieres? –Preguntó con el ceño fruncido.

–Pues que... no vamos a casa –solté todo el aire por la nariz.

–Ya me lo he imaginado cuando has dicho que no íbamos a Málaga.

–No hace falta ser tan borde.

–¿Me vas a explicar de una vez qué pasa? –Me cortó con voz grave.

–Vamos hacia Madrid –contesté con voz seca. También me estaba cansando de su actitud y de que me hablara así–. Tengo que entregarle los papeles firmados a Renato antes de que se vayan a Los Ángeles. Así que nos vamos a Madrid, dormimos allí y mañana cuando vengan le doy los papeles. Solo es eso –en parte era verdad; no era cierto que tardaríamos tan poco. Antes de firmarlos necesitaba que Renato me explicara algunas cosas; pero eso mi hermana no tenía por qué saberlo.

–Pues a mí me dejas en la estación de tren y me voy para Málaga –lo decía totalmente en serio.

–¿Estás loca? Te vienes conmigo y no hay más que hablar. No voy a dejar que te vayas sola para Málaga pudiendo venirte conmigo en coche.

–Pues a mí no me da la gana de ir a Madrid para verle la cara a Zabdiel.

–Quieres dejar ese tema. Vale que estés enfadada con él. No te estoy pidiendo que hables con él, solo que me acompañes.

–Lo único que quieres es no ir sola.

–Pues sí, no quiero ir sola. Quiero que me acompañes porque es algo importante para mí y estoy preocupada por esos papeles. Y quiero que estés a mi lado.

–Vale, voy a Madrid contigo pero no pienso ir al concierto. Mañana me quedo en el hotel mientras tú vas a verlos a ellos.

–¿Pero no te he dicho que quiero que vengas conmigo?

–No pienso ir al concierto. Vas tú que eres a quien le interesa. Yo te espero en el hotel.

Solté todo el aire que contenía mil pulmones con fuerza. A veces era tan cabezota que no era capaz de ver más allá por mucho que intentara hacerle entrar en razón. Por lo menos había aceptado a regañadientes acompañarme hasta Madrid. Solo me quedaba la peor parte: convencerla de que viniera conmigo al concierto, por mucho que le costara. Pero eso tendría que intentarlo en otro momento.

__________________________________________

Cuando llegamos a Madrid ya era de noche. Nos habíamos perdido. Nos habíamos peleado porque ninguna sabía exactamente cómo llegar al centro en coche y, estábamos paradas en una calle en doble fila, frente al Wizink, el lugar donde los chicos darían el concierto al día siguiente. Habíamos decidido ir primero hasta allí para saber dónde estaba exactamente. Aunque sabía que al día siguiente ni recordaría cómo llegar. Aun así, allí estábamos, con la calefacción puesta, observando las puertas de cristal del estadio. Junto a ellas, sobre cartones, había algunas chicas tapadas con mantas bajo el frío nocturno, haciendo cola para ser las primeras en entrar. Cada vez me sorprendían más las fans.

–¿Y ahora qué hacemos? –Preguntó Lara mirando por la ventana hacia las letras azules en la parte alta del edificio, justo encima de las puertas, donde se podía leer "Wizink" en grande.

–Voy a buscar hotel.

–¿Aún no lo has hecho? –Casi gritó mi hermana girándose hacia mí– ¿Dónde pensabas que nos quedaríamos?

–A penas me ha dado tiempo. No creo que sea muy difícil encontrar algo.

–Claro, media España para venir al festival y ahora va a ver una habitación perfecta para que nos podamos quedar.

–Cállate, ¿quieres?

–Veremos a ver qué encuentras...

No quise responderle. Bastante nerviosas estábamos ya como para seguir empeorando la situación. Me centré en la pantalla de mi móvil que brillaba ante mis ojos y empecé a teclear, buscando algún alojamiento barato y no muy alejado de allí. Pero con tan poca antelación no encontraría nada de lo que quería. Tendría que conformarme con lo que había. Así que no me lo pensé demasiado. Reservé habitación en uno que no estaba demasiado lejos y no era demasiado caro. Una vez hecha la reserva, guardé el teléfono y puse el coche en marcha.

–¿Ya está? –Preguntó Lara con brusquedad.

–Sí, ya está.

–¿Y está muy lejos?

–A media hora.

–¿Y eso es cerca?

–Lo más cerca que he encontrado que no fuera demasiado caro.

–Pues vaya...

Resoplé mientras me incorporaba al concurrido tráfico que había a pesar de la hora que era.

Nos volvimos a perder y el ambiente se caldeó más de lo que ya estaba. Cuando llegamos a la habitación ni nos mirábamos a la cara. La tensión era palpable. Tal vez por eso el encargado del apartahotel nos despachó rápido. Me dio las llaves de la habitación y tras darnos algunas indicaciones como la clave del Wifi o las toallas, nos dio las llaves. En silencio, nos dirigimos hasta allí y abrimos la puerta.

–Lejos y encima cutre –soltó mi hermana justo cuando cerraba la puerta.

–Era lo más barato.

–Claro, si hubieras reservado con tiempo –me espetó, soltando la maleta en el suelo con brusquedad–, y no te hubieras dormido antes de reservar, no estaríamos aquí.

–Haber reservado tú –me volví hacia ella alzando la voz y el ceño fruncido–. Haber buscado algo tú y ya está. Todo el día quejándote.

–Lo hubiera hecho si hubiera sabido que veníamos a Madrid, pero no lo he sabido hasta hoy.

–Pues cuando lo has sabido que íbamos aún en el coche lo podrías haber hecho tú, ¿no crees?

–No, porque esto es cosa tuya. Por mí hubiéramos seguido hasta Málaga y no estaríamos perdiendo el tiempo aquí.

–No puedo creer lo que estás diciendo –negué lentamente con la cabeza mientras abría mi maleta.

–Pues es lo que hay.

La miré con el ceño fruncido. La rabia recorría mi cuerpo. Si seguíamos así, aquello podía terminar mal y no era momento ni lugar. Demasiadas preocupaciones tenía ya en la cabeza, como para añadir una discusión de aquel calibre con mi hermana. Fruncí los labios, cogí la toalla y me dirigí hacia la ducha llena de frustración. Iba a ser una noche muy larga.

_____________________________________________

Abrí los ojos parpadeando varias veces. Mi móvil temblaba en la mesita de noche. Lo cogí y creí ver una C en el nombre que aparecía en la pantalla, pero tenía los ojos demasiado llenos de legañas para distinguir qué había escrito allí. Me los froté para espabilarme y deslicé el dedo sobre el símbolo del teléfono de color verde que había en la pantalla.

–¿Sí? –Dije con voz pastosa.

–Buenos días bella –la voz dulce de Christopher sonó de manera estridente en mis oídos aún dormidos.

–¿Buenos? No sé qué pueden tener de buenos –contesté, girando sobre mi costado, dándole la espalda a Lara.

–¿Qué ha pasado? –Su voz se tornó preocupada.

–Nada, cosas con mi hermana –dije intentando quitarle importancia al asunto.

–Aún sigue molesta, ¿no?

–Un poco –mentí, no quería preocuparle más de la cuenta–. ¿Qué hora es? –Pregunté separando el móvil de mi oreja y mirando la pantalla iluminada.

–Las nueve y veinticinco –escuché decir a Christopher al otro lado.

–¿Qué haces tan temprano despierto? Ayer tuvisteis que terminar cansados del concierto –hablé mientras volvía a colocarme el móvil en la oreja.

–Sí, pero ya estamos llegando a Madrid que tenemos los M&G a partir de las diez y media –Christopher resopló con fuerza–. Así que tenemos que estar allí dentro de poco.

–Vaya paliza os vais a pegar...

–Ya sabes que estamos acostumbrados.

–Lo sé, pero eso no quita que sea a veces demasiado.

–Agradezco que te preocupes por mí –me lo imaginé poniendo su mejor sonrisa seductora–. Quiero verte –su voz se volvió un susurro.

–Y yo a ti –mientras decía aquello una sonrisa tonta apareció en mi rostro.

–Al final ayer no pude estar contigo todo lo que quise.

–Lo sé... las cosas no salieron del todo bien –suspiré con fuerza.

–Bueno... espero que todo sea para bien –escuché que alguien lo llamaba–. ¿Y qué eran esos papeles?

–Nada importante –mentí, muy a mi pesar–. Solo es papeleo para el tema del proyecto, nada más –compuse mi mejor sonrisa convincente como si Christopher pudiera verme desde el otro lado del móvil.

–Ya... Renato tampoco quiere contar nada –me lo imaginé alzando una ceja, observándome a través de los cristales de sus gafas–. Vosotros sabréis que estáis ocultando –una voz familiar se entremezcló con la de Christopher–. Es Renato, un segundo –escuché ruido de fondo y algunas palabras que no lograba entender–. Ya estoy –la voz de Christopher me sobresaltó–. Dice Renato que vayas al hotel. Te paso la dirección por Whatsapp. Vamos a los M&G y luego nos pasamos por el hotel a descansar un poco. Quiere hablar contigo por lo de los papeles.

–Dale. ¿Sobre qué hora más o menos?

–Pues... –Un nuevo murmullo–. Sobre las doce o así estaremos yendo para allá.

–De acuerdo. Allí estaré.

–Yo se lo digo ahora –bajó la voz de nuevo antes de pronunciar las siguientes palabras–. Ojalá mañana tuviéramos libre para pasar juntos, en una habitación, solos...

–Chris, calla –le corté notando cómo mis mejillas se iban enrojeciendo a gran velocidad.

–¿Qué pasó? ¿Te pusiste rojita? –Casi pude ver cómo sonreía de manera pícara.

–Ahora nos vemos, anda –solté una risita nerviosa.

–Deseándolo estoy –puso su voz más seductora.

–Hasta dentro de unas horas –contesté a media voz.

–Nos vemos, bella.

Cuando colgué me quedé tumbada observando la pantalla iluminada del móvil con una sonrisa tonta en el rostro. Me tapé la cabeza con las sábanas y cerré los ojos con fuerza, deseando que el tiempo pasara rápido.

___________________________________________

El momento había llegado. Iba sentada en el metro, retorciéndome las manos. No quería ir en coche porque estaba más que segura que me perdería. Los papeles me quemaban en la espalda, guardados en mi mochila. Lara había cumplido con su palabra, se había quedado en el hotel y esperaría allí hasta que volviera. Abrí el Whatsapp para volver a mirar la dirección y ver la ruta que me indicaba. Salí de la estación y me dirigí hacia el hotel donde se suponía que estaban los chicos. Me sorprendió ver a gente tras unas barras metálicas, esperándolos ya. Justo en el momento en el que llegaba a la puerta giratoria, una furgoneta negra paraba delante. La puerta se abrió y bajaron Héctor y Renato para controlar a las pocas fans que había allí. Al verme me indicó que me dirigiera hacia donde estaba. Me dejó al lado de la puerta de cristal. Habló con Héctor un segundo para después girarse de nuevo hacia mí. Sin decirme nada, con un leve movimiento de cabeza me indicó que lo siguiera. Eché un último vistazo a la furgoneta, pero solo me dio tiempo a ver una mano aferrándose al acero pintado de negro. Las puertas se cerraron y me encontré en el hall del hotel. Seguí a Renato en silencio por el pasillo hasta llegar al ascensor. Subimos y, al bajar, lo seguí hasta una pequeña sala que había antes de llegar a las habitaciones. Se colocó en el centro y se giró hacia mí con las manos cruzadas tras la espalda.

–¿Los has firmado?

–No...

–¿No te dijo Chris que era importante que lo hicieras?

–Sí, pero... aún no entiendo por qué debo firmarlo –miré hacia otro lado mientras sacaba los papeles de la mochila–. Renato... dijiste que estabas haciendo lo posible por cambiar esto y... de repente me encuentro con los papeles de mi fin de contrato. Me había hecho ilusiones... demasiadas quizá... por eso...

–Confía en mí –me miró por encima de la pasta negra de sus gafas al tiempo que los cogía–. No te lo pediría si no lo creyera necesario.

–Eso no hace que lo entienda...

–¿Quieres una explicación?

–Por favor... –Supliqué con la mirada.

–Tienes que firmar tu fin de contrato para dejar de trabajar con nosotros –fruncí el ceño ante aquellas palabras–. Cuando te fuiste, todo pasó demasiado rápido. Apenas dio tiempo a nada. Tu jefe estaba tan cegado por los nervios de que las fotos no salieran a la luz que olvidó un pequeño detalle –Renato se encogió de hombros–. Si no firmabas tu fin de contrato, seguías trabajando con nosotros, por mucho que Sara haya firmado el suyo. El tuyo sigue vigente porque no le has puesto fin. Pero eso nadie lo sabe –una media sonrisa apareció en su rostro–. Ahora mismo estáis trabajando Sara y tú para nosotros, pero todos creen que ya firmaste tu fin de trabajo y piensan que Sara es la única que está aquí-

–Y si eso es así, ¿por qué debo firmarlo? Echa a Sara y yo sigo. Mi contrato sigue ahí, lo que significa que sigo trabajando para vosotros. Sara en realidad ni si quiera figuraría en el proyecto.

–No exactamente –Renato negó lentamente con la cabeza–. Como ya he dicho, tu jefe y los de SONY creen que ya firmaste ese papel y que Sara es la única que sigue en el proyecto. Pero si echo a Sara y pido que te contraten de nuevo y se dan cuenta de que nunca has dejado de trabajar para nosotros, sospecharán –abrí los ojos de par en par al empezar a entender lo que Renato quería decirme–. Tienes que firmar esos papeles sí o sí, para poder echar a Sara. Ha incumplido varias normas, como tener una relación con uno de los chicos.

–Pero... eso no es cierto... ¿verdad? –Lo miré con una ceja alzada.

–No, no es cierto. Pero no puedo darles a los de SONY la grabación. Si saben todo eso no solo perjudicaría a Sara, también a los chicos. ¿Cómo crees que les sentaría saber que los rumores de que están con chicas son ciertos? No les beneficiaría en nada –dio media vuelta, andando de un lado a otro de la habitación–. Llevo pensándolo mucho tiempo, como ya te dije. No se me ocurría nada hasta que vi tu contrato entre los papeles de la maleta. Recordé que jamás habías firmado el final y que nadie sabía ese detalle. Fírmalo y yo me encargo del resto. Con la confesión de Zabdiel de que Sara apareció en su habitación...

–¿Cómo? –Exclamé con los ojos abiertos.

–Ella ha chantajeado a medio equipo, a tu jefe y a ti misma –me señaló con el brazo extendido–. Ha mentido sin pensarlo dos veces y ha recorrido varios países intentando sacar provecho de cualquier cosa que te implicara en algo turbio con los chicos. Creo que lo que vamos a hacerle no es ni la mitad de lo que ella ha hecho –se detuvo en medio de la sala con los brazos cruzados sobre el pecho–. Al menos nosotros le vamos a dar la opción de irse sin que nadie sepa nada. Le propondré que hable con los de SONY y con tu jefe si no quiere que les contemos la verdad. Le amenazaré con mostrarles la grabación. Ella no tiene por qué saber que no puedo dárselas a ellos –me dedicó una media sonrisa cómplice–. Cuando firme su fin de contrato, iré a hablar con los de SONY cuando volvamos a América y les diré que Sara ha decidido dejar el proyecto por motivos personales. Le pediré que escriba un comunicado exponiendo sus razones y que prefiere que sigas tú.

–¿Y qué se supone que les dijiste a los de SONY cuando me fui? ¿Qué razones diste? –Pregunté con curiosidad.

–No fui yo quien dio las explicaciones –me miró con los ojos entornados–. Fue tu jefe quien pidió que te cambiaran por Sara. No sé qué les diría exactamente, pero no creo que fuera nada que no podamos arreglar.

–¿Tú crees? –Me apoyé contra la pared, suspirando con fuerza–. Después de todo lo que ha pasado... esto parece demasiado fácil.

–Qué poca fe... –Renato me observó de arriba abajo, torciendo la boca hacia abajo–. Confía un poco en mí –me guiñó un ojo.

–Sabes que lo hago a ciegas –me separé de la pared y di varios pasos hacia el centro de la sala, mirando hacia el techo–. Pero no puedo evitar preocuparme... no entiendo aún cómo va esa parte del mundo este.

–Yo sí. Así que déjame esa parte a mí –Renato se acercó hasta mí y me rodeó con los brazos–. No te preocupes, ¿de acuerdo?

–Gracias por todo –suspiré con fuerza, respondiendo a su abrazo–. Estás haciendo demasiado. No sé cómo te voy a agradecer tanto.

–Cuando vuelvas me encargaré de que me lo devuelvas –se separó un poco de mí y me guiñó un ojo–. ¿Y cómo está tu hermana?

–Está muy cabreada... –Respondí separándome de él con la cabeza gacha–. No quiere hablar con Zab. Si lo hiciera él le explicaría lo que ha pasado y entendería todo pero... es complicado –me encogí de hombros.

–Dale tiempo –Renato me frotó un hombro con fuerza–. Cuando esté preparada para escuchar lo que Zabdi tiene que decirle, lo hará.

–Siempre tienes solución para todo –lo miré con los brazos en jarra.

–En eso consiste mi trabajo –me guiñó un ojo–. Bueno, volvamos con los chicos que no me fio de dejarlos demasiado tiempo –puso los ojos en blanco–. Tengo que vigilar que todo vaya bien.

–Antes de irnos –me acerqué hasta él y saqué un bolígrafo que sabía que siempre llevaba en el bolsillo derecho del pantalón, le quité el tapón y, tras arrebatarle los papeles de la mano izquierda, dibujé mi firma donde correspondía–. Tenías que llevártelos firmados, ¿no? –Le entregué el bolígrafo y los papeles con una amplia sonrisa.

–Gracias –se acercó hasta mí y me dio un ligero beso en la cabeza.

–Espero que salga todo bien –dije mientras lo seguía hasta fuera.

–Ya verás como sí –miró a ambos lados del pasillo.

Cuando se cercioró de que no había nadie cerca, salió. Lo seguí en silencio, sumida en mis pensamientos. Veía algunas lagunas en el plan de Renato, pero quería pensar que él sabía lo que hacía. Era cierto que no sabía qué había detrás de todo el trabajo que hacía Renato ni de todo lo que se movía detrás de cada papel que firmaban los chicos. Si él decía que se encargaba, era el más indicado para poder confiar. Pero eso no quitaba que estuviera preocupada. Aún no sabía cómo iba a terminar todo aquello. Lo veía complicado; pero no quería pensar más en ello. Debía confiar en él. Si tenía que volver, volvería tarde o temprano.

La risa de Christopher retumbó por todo el pasillo. Los bellos se me pusieron de punta al escucharla y un cosquilleo recorrió mi estómago. Parecía que hacía mil años que no los veía. Cuando aparecieron por la puerta del ascensor, una sonrisa se instaló en mi rostro. Los chicos se acercaron hasta mí, preguntándome cómo estaba, qué tal el viaje. Chris se acercó hasta mí con el ceño fruncido y me cogió la barbilla con brusquedad, alzándome el rostro hacia él. 

–¿Qué es esto? –Preguntó, clavando sus ojos pardos en la herida del labio.

–No es nada –respondí, forzando una sonrisa.

–No tiene buena pinta.

–De verdad, no es nada –repetí sujetándole la muñeca con delicadeza y retirándola de mi rostro–. Estoy bien –me acerqué hasta él y le di un ligero beso en la mejilla. 

Fue entonces cuando vi a Zabdiel. Estaba cabizbajo con las manos metidas en los bolsillos de su gabardina beis. El semblante serio y la mirada perdida en algún punto del suelo.

–¿Cómo estás? –Le pregunté nada más acercarme a él, colocándole una mano sobre el brazo derecho para llamar su atención.

–Ahí voy –me miró forzando una sonrisa y encogiéndose de hombros–. ¿Cómo está ella?

–Aún sigue bastante enfadada.

Creí ver cómo el dolor se reflejaba en sus ojos castaños. Lo abracé con fuerza mientras le acariciaba la espalda.

–Todo se va a arreglar, ya verás –le dije sin mucha convicción.

–¿Me harías un favor? –Dijo en un susurro.

–Claro. Lo que quieras.

–Dale esto –sacó la mano del bolsillo y la extendió hacia mí–. Es una grabación de más de media hora y no he podido enviártela por Whatsapp, era demasiado larga. Solo te pido que la escuche Lara. Solo eso.

–¿Estás seguro de esto? –Lo observé con el ceño fruncido.

–Sí... necesito que lo escuche. No quiero que piense lo que no es.

–Pero Zab... darme tu móvil...

–Da lo mismo –se encogió de hombros–. Ahora lo más importante es ella –suspiró con fuerza tras pronunciar aquellas palabras–. Quiero que sepa lo que pasó realmente aquel día. Si después de eso no quiere perdonarme, lo entenderé –frunció los labios, contrariado–. Pero tengo que intentarlo. Me hubiera gustado dárselo en persona, pero ya suponía que no vendría...

–Tranquilo, haré lo posible porque lo escuche –contesté a media voz mientras cogía el móvil y lo guardaba en mi chaquetón–. Esta noche te lo devuelvo.

–Pero que la escuche –me suplicó con la mirada–. Ahí está todo. Que la escuche hasta el final.

–De acuerdo, la obligaré –le guiñé un ojo, cómplice.

–Chicos, tenemos algo de prisa –la voz de Renato a mi espalda nos sobresaltó–. Lo siento Irene, pero tenemos que ir a comer y después prepararlo todo para el concierto.

–No pasa nada, lo entiendo –sonreí intentando parecer convincente; pero lo cierto era que no quería separarme tan pronto de ellos.

–¿Esta noche te veremos? –Preguntó Erick clavando sus ojos semitransparentes en mí.

–Por supuesto –asentí una sola vez con la cabeza mientras le dedicaba una amplia sonrisa.

–Eso espero –contestó Joel señalándome con un dedo.

–Claro que vendrá. Si no nos enfadaríamos con ella –Christopher me sacó la lengua al tiempo que me guiñaba un ojo.

–Nos veremos esta noche entonces –me despedí de ellos mientras me giraba hacia el ascensor–. Se lo entregaré –hablé en voz baja con Zabdiel, dándole un leve apretón en el brazo a modo de despedida.

Bajé en el ascensor y salí casi corriendo del hotel. El teléfono me quemaba en el bolsillo. No veía la hora en entregárselo a Lara y que escuchara todo. En parte deseaba que lo hiciera, así podría perdonar a Zabdiel y volverían a estar como siempre. Pero, ¿y si escuchaba algo que no le gustara y aquello no hacía más que empeorarlo todo? Zabdiel parecía realmente afectado y me había dolido verlo tan serio y distante. Tenía que hacer lo posible porque mi hermana hablara con él después de escuchar la grabación. Era lo menos que podía hacer por él. Zabdiel se había jugado el pellejo por mí para sacarle la información necesaria a Sara. Tenía que devolvérselo como fuera. Se había jugado mucho por mí sin importarle las consecuencias. Me tocaba a mí. Lara se iba a enterar de lo pesada que podía llegar a ser. Lo iba a escuchar, aunque fuera lo último que hiciera. 

_______________________________________

INSTA: cncoplusultra

¡Hola lectores! 

Últimamente no hago más que poneros textos aquí. Me vais a llamar pesada. Pero hoy es un caso especial, además seré breve. Solo quería deciros que POR FAVOR VIÉRAIS ESTE VÍDEO QUE SUBÍ EL VIERNES. Es muy importante para mí y, cuando lo veáis creo que lo entenderéis. Solo era eso. 

Como siempre, mil gracias por leer. ¡Os adoro demasiado!

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