NACIMIENTO DE UN NUEVO HOMBRE
Segunda Parte
Gracias al cielo.
Suelto un largo suspiro, larguísimo, eterno.
—Creí que eras un... Olvídalo.
—¿Un?
—Olvídalo. No quería sonar discriminadora. Sólo me había confundido.
No me gusta discriminar a la comunidad robot ni a la comunidad cyborg pero la idea de estar con una persona que es 100% una máquina me produce un poco de escalofríos, quizá no estoy preparada para ello. Es probable que Amanda haya tenido razón y en efecto, soy una retrógrada.
Matthew capta mi preocupación y me señala una plaza que hay cruzando la calle.
—Ven—dice y me ofrece una mano.
Quizás él no lo entienda por su condición de Savant, ni siquiera sé bien qué características específicas hacen a un Savant pero supongo que tomarle la mano a una chica, ser insoportablemente sexy y no captar que esa chica se derrite por ti, puede que sea una de ellas.
Así que acepto.
Tomo una de sus fuertes manos y cruzamos la calle hasta llegar al parque. Nos sentamos en el verde césped que seguramente ha crecido con semilla transgénica potenciada (puesto que este césped no existía hace dos días atrás) y Matthew se ubica demasiado cerca de mí. Demasiado. El fresco perfume a limón se me clava en la cabeza como una droga irremediablemente adictiva.
Diablos. ¿Será esto lo que te provoca El Deseo más allá de lo fisiológico? Hummm, no en verdad. El efecto de la pastilla es mucho más desesperante y te hace sentir que fuese el fin del mundo.
Pero después de todo, el amor se trata de eso: Una persona que te hace sentir como si fuese el fin del mundo.
Lo escuché en una película pero ahora mismo puedo sentirlo en carne propia. Quisiera que un meteorito nos reviente pero estoy mirando a los ojos al chico de mis sueños a menos de setenta centímetros de distancia.
—Así que un Savant—murmuro.
—Sí—responde—. ¿Y tú? ¿Cuál es tu cualidad?
Me pongo a pensar. Creo que ninguna o puede que sí.
Hasta hace unos veinte años, lo que se salía de la norma, lo "anormal" era no venir al mundo naturalmente. Hoy eso es algo anormal, que se ve muy poco. Cada uno tiene sus cualidades: En mi caso, nací siendo una niña bimaternal. Y no por cuestión accidental de la naturaleza sino porque mis madres solicitaron tratamiento a su cobertura médica para que yo naciera de dos óvulos como muchos chicos nacen en la actualidad.
—Bi...maternal—declaro.
Él alza las cejas.
—Dicen que los chicos bimaternales viven más. ¿Es cierto?—pregunta con interés genuino.
—Eso creo—lo asumo sin mucha energía—. Al ser engendrada de dos óvulos, no se tiene una falla genética que trae el cromosoma X, entonces el embrión termina siendo más "perfecto" si se le puede llamar así...
—Claro que se le puede llamar así, de hecho, tú lo estás llamando así—me responde.
Y quiero darle una bofetada por tratarme como tonta pero lo recuerdo y me controlo. Cierto: su "literalidad innata".
—Bien. Se le puede llamar así—murmuro—. Entonces, se supone que viviremos dos tercios más que los chicos bipaternales, naturales o por fertilización asistida.
—¿Los chicos bipaternales viven menos?
—No lo creo—respondo—. Se supone que traen esa falla cromosomática multiplicada por dos pero hay tratamientos actualmente que les permitirán vivir hasta doscientos años.
—Wao.
De hecho, la esperanza de vida actual es de ciento treinta y siete años. No debería sorprender que cuando los de mi generación lleguemos a los ochenta, podamos vivir medio milenio.
—¿Y tú?—le devuelvo la conversación—. Así que no eres cyborg ni robot ni bimaternal ni bipaternal ni natural sino Savant.
—Hay Savants que naturalmente son así o al menos sin intervención directa a su genética.
—Es cierto.
El aire está tan contaminado con restos tecnomédicos y de informática que ya es imposible no estar afectada por ello.
—¿Eres algo así como un chico Asperger?—le pregunto. Al menos, así les llamaban hace unos años. Sé que los chicos Asperger hoy reciben otro nombre para evitar la banalización que se hace del diagnóstico (como suele pasar con todos los diagnósticos).
—Algo así—responde—. Mi madre hizo alterar la secuencia del ADN para tener un geniecillo.
—Vaya—respondo asombrada—. Eso explica tu cálculo asombroso para que no me diera contra el suelo.
—En efecto, tuve que realizar un cálculo muy sencillo para saber cuántas milésimas de segundo llevaba de ventaja para evitar que tu bonito rostro se estrelle.
¿Que...mi rostro...qué?
—¿Tess?—murmura.
—Su...su...supongo que ti...tienes razón. Aquí el genio eres tú.
Matt frunce el entrecejo.
—Lo siento. Fue sarcasmo—explico. Ni siquiera registré lo que dijo antes de "tu bonito rostro".
—Oh, claro—murmura.
—Entonces, eres monocromosomático.
—Ejem, sí.
—Vaya. Hay tantas maneras de ser y de venir al mundo en la actualidad que no me imagino la cantidad de opciones que habrá dentro de unos años—asimilo. Nunca me había detenido a pensar en ello.
—Hay muchas maneras de hacer muchas cosas y de ser muchas cosas—me responde—. Por ejemplo, puedes estar con una chica y no saber cómo ser seductor o atractivo para ella.
De pronto es como si le dieran una puñalada a mi corazón.
Empiezo a toser y hago un esfuerzo sobrenatural por no morir ahogada.
—¿Quieres que busque ayuda?—me pregunta.
—¡N...No! ¡E...Estoy... Bi...en!
—Oh, claro que no lo estás.
Demonios.
Trago saliva varias veces hasta que me reacomodo y vuelvo a mis cabales. Me limpio las lágrimas de los ojos y trato de centrarme.
—Bien—carraspeo—. Entonces, decías que quieres seducir a una chica pero no sabes cómo.
—Exacto.
—¿Y qué has hecho para intentar seducirla?
—Pues—murmura con un poco de vergüenza—. Me descargué una app donde hay un coach que te enseña todo el tiempo qué debes hacer para enamorar a alguien. Es popular entre robots y Savants que no comprendemos muy bien sobre el asunto. Pero es una mierda, no funciona.
—Y...—pregunto con cierta perspicacia y un deje de esperanzas—, ¿qué cosas hiciste para intentar seducirla?
—Invitarla a una fiesta en mi casa.
Abro grandes los ojos.
De pronto la lista de chicas posibles se reduce de TODAS LAS CHICAS DEL MUNDO a TODAS LAS CHICAS ESTA NOCHE EN LA FIESTA. Y yo entro en ambas categorías, debo reducir aún más el foco.
—¿Y qué hiciste en la fiesta para seducir a la chica?
—Pues, le ofrecí drogas.
—¡¿QUÉ?!
—Mi entrenador de la app me sugirió ofrecerle drogas—Matt se encoge de hombros y por un momento me parece un terrible hijo de puta que intenta abusarse de alguna chica pero trato de calmarme.
—¿Le ofreciste...tú directamente?
Él niega con la cabeza.
—Le di a su mejor amiga y lo único que logré fue ahuyentarla de la fiesta.
—Oh...
Santo. Cielo. Quiero. Morir. Ahora.
—A propósito—añade sonriendo—. ¿Por qué hablamos de ti en tercera persona?
—¡Ayyyy!—me muerdo los carrillos—. ¡Hablamos...de mí...claro!
Respira, Tess, R-E-S-P-I-R-A. NO PUEDES MORIR AHORA.
—Sí. Mi móvil está vibrando—dice—. Debe ser mi entrenador para decirme que estoy haciendo todo como un imbécil pero lo siento. A veces, me hubiera gustado no ser así.
—¿Así?
—Arruino todo. Calculando demasiado las cosas.
—Jjmmm—suelto una ligera risita y lo observo—. Matt...
—¿Qué?
—Te equivocaste.
Él me mira consternado.
—Imposible—señala—. ¿Equivocarme yo? Jamás. Eso sería en contra de las reglas de mi...
—No pudiste calcular esto.
Y pego mis labios a los suyos de golpe.
Hay algo que ningún coach ni ninguna pastilla podrán entender jamás: la seducción y el amor es mucho más que un efecto fisiológico. Tiene algo de inefable, de indecible. Tiene ese toque mágico que no se puede explicar.
Durante el beso, Matt parece no entender mucho pero mueve los labios suavemente. Me inundo de su sabor delicioso, de su perfume cítrico que me llena los pulmones y me pego a su pecho fornido e irresistible.
Me pego aún más y él hace lo mismo que yo. Soy su coach ahora. No es que tenga mucha experiencia dando besos pero me siento una experta en este momento y una perversa maestra haciendo chanchadas con su alumno.
Rodeo con mis manos su cintura y la zona baja de su espalda hasta llegar al cinturón de su pantalón. Me encuentro con su bolsillo trasero y mis manos rozan algo frío mientras mi tacto recorre hasta llegar al césped. Vuelvo mi mano a eso frío.
Es...
Es...
Matt se aparta de golpe cuando le quito la cadenita.
—¿Qué haces?—pregunta.
También me aparto e interpongo el accesorio entre ambos. Tiene un estuche con forma circular.
—Qué diablos haces tú, Matt—le digo.
Y abro el estuche.
El mundo se cae en mil pedazos.
Todo empieza a romperse al darme cuenta de que el estuche está vacío. Al darme cuenta de que este imbécil está conmigo esta noche, producto de una pastilla de mierda.
Él se drogó antes de salir a buscarme.
—Tú...
—¿Yo?
—Matt. Te tomaste una de estas.
—Ajá. ¿Por qué vuelves a llorar? ¿Acaso beso mal?
—No, no es eso... De hecho, lo haces estupendo. Quiero decir... Que no es eso. Es que...
¿Cómo diablos puedo lograr que capte a lo que intento referirme? ¿Por qué debería frenar si después de todo, él me ha besado? Se tomó una de esas pero salió a buscarme. Algo de él estuvo puesto ahí que sobrepasa cualquier droga. Esto es una mierda. Por mucho que mi cabeza trate de convencerme, no logra más que atormentarme más y más.
—Tú—pregunto lentamente—, ¿querías estar conmigo antes o después de tomarte una de estas?
—Ambas.
—¿Qué?
Observo su semblante impasible y sus labios demasiado llenos como una tentación permanente.
—Me tomé una de esas buscando el valor suficiente para acercarme a ti pero no funcionó. Tampoco mi entrenador. Eres un poco resistente a los efectos de las pastillas.
—¡¿Cómo dices?! No, no, antes, antes de eso. Entonces ¿te tomaste una de estas y no te hizo nada?
Él niega con la cabeza de un lado a otro.
—Santo cielo, Matt...
—Creerás que es una tontería pero tengo la teoría de que soy inmune a estas—explica— y eso me hace ser un marginado. Un idiota. Odio quedarme por fuera de todos. Ellos pueden hacer su vida mucho más sencilla con estas en cambio yo sólo soy un estúpido por no poder tener los mismos efectos que los demás.
—No, Matt... Verás, el mundo funciona así: algunos tiran la soga para un lado mientras que unos pocos tiran para el otro. Entonces, ¿qué sucede cuando la fuerza de esos pocos no alcanza a suplir la de aquellos muchos?
—Los pocos se caen.
—Exacto. Se caen al lodo.
Matt sonríe.
—Es divertido el lodo—contesta.
—Oh, demonios, claro que es divertido.
Y me arrojo encima de él para atraerlo nuevamente a mí.
No sé qué tan honesto sea lo que siente por mí ni cuánto podría ser efecto de la pastilla, lo cierto es que ahora mismo no me importa demasiado.
Lo cierto es que ahora puedo sentir que mi corazón se acelera, que mi temperatura aumenta, que una bomba de mariposas me estalla en el estómago (metafóricamente) y además, ocurre algo en mí que las palabras no pueden alcanzar a describir. Que no puedo localizar. Es como si se ubicase en mi cabeza, en mi pecho y en mis piernas a la vez. Es como una corriente eléctrica que me pone un poco loca mientras Matt se quita la camiseta en plena plaza pública. Qué demonios, son las tres de la madrugada.
Pero no deja de ser un lugar público.
Es eso que no podemos describir. Que las palabras no alcanzan a decir. Que ninguna pastilla te puede hacer sentir.
Como si fuese el fin del mundo.
O como si fuese el primer día.
El inicio de algo nuevo.
De algo tan grande y maravilloso que no hay palabra que le haga justicia para describirlo.
¿Es eso a lo que llaman Amor?
-Fin de esta historia-
Les gustó? 7u7 Es la primera vez que escribo sobre Ciencia Ficción y mi perspectiva sobre el futuro (:
Les aviso que el próximo cuento viene con un Crush bastante pedido y seráaaa
(redoble de tambores)
OSCAR CASAS.
Es todo por ahora <3 les adoro, gracias por estar ahí
Para más info lxs espero en instagram.com/holaluisavila