BESTIAS | COMPLETA

By LuisAvila367

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¿Qué es lo que más temes en el mundo? ¿Y si eso se convierte en un deseo que arde dentro de ti? More

🔥BESTIAS🔥
1. HALLOWEEN | JESSE
2. DÍA DE LOS MUERTOS | COLE
3. ACCIÓN DE GRACIAS | DYLAN
4. REVOLUCIÓN | MATT (2)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (II)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (III)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (IV)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (V)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (FINAL)
6. CIUDAD TOMADA | BTS

4. REVOLUCIÓN | MATT

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By LuisAvila367

NACIMIENTO DE UN NUEVO HOMBRE

Primera parte

Dicen que sólo podemos usar un pequeño porcentaje de nuestro cerebro.

Pero ¿qué pasaría si ese porcentaje es potenciado a su máximo esplendor? Quizás aspirar al "máximo" sería un poco difícil de alcanzar por ahora, no imposible, sería el horizonte. Pero sí se puede hacer algo por cambiar eso: que en lugar de usar el 3% o el 6% usemos un 30. ¿Te imaginas las cosas que podrías llegar a hacer? Quizá no tú, se necesitan condiciones desde antes de ser gestados para poder llegar a ese potencial, pero si tuvieras la oportunidad de verlo en otra persona, ¿lo harías?

¿Qué capacidades ocultas crees que implica ser "humano" en todo su esplendor? Quizá, es ser más que humano...

Probablemente todo lo que puedas imaginar esté errado porque lo estarías pensando desde tu limitado cerebro al 3 o al 6 por ciento.

Pero sí podría estar en nuestras manos el modo. La forma. De hacer que ese cerebro llegue al 30 o al 1.

Y de pensar en un 30, podríamos llegar a un 50.

¡Sólo la mitad de todo el poder que tiene nuestro cerebro!

De todas las capacidades que esconde.

De hacer crecer su energía sináptica.

De lograr nuevas y múltiples conexiones neuronales.

De lograrlo ahora.

Porque el momento es hoy.

Puede significar un nuevo giro para la Humanidad.

De hacerla crecer.

De hacerla más brillante.

De hacernos ilimitados en todo el sentido de la palabra.

Porque un límite no hay.

El límite no existe.

—¿Tessa?

No debería haber venido. No debería haber venido. No debería haber venido. Al demonio, soy bien terca, por momentos como éste es que no me gustan las fiestas.

Me vuelvo sobre un hombro y me encuentro con Amanda.

Su cabello largo y verde flúor es casi luminoso en la tenue luz que recae sobre el frente de la casa de Matthew.

—¿Qué esperas?—me llama desde la puerta—. ¡Te perderás la mejor parte de la fiesta!

«Verás...no tengo nada en contra de la gente que elige las pastillas o que las necesita para divertirse o incluso para vivir, sin embargo prefiero vivir sin ellas y sentir algo que tenga que ver conmigo misma.»

Quisiera responder eso pero las palabras no pueden ser arrancadas de mi garganta a menos que use tijeras de podar o un bisturí obsoleto.

No quiero "la mejor parte de la fiesta". Sé a qué se refiere: las pastillas. Una sola vez las probé y son terribles. Desde entonces les tengo miedo porque son enfermizamente adictivas. No quiero volver a pasar por ello. Me sentía eufórica, deshidratada, enérgica y a punto de morir. No quisiera volver a eso.

—No me siento bien—señalo evitando mirarla a los ojos—. Cuando se me pase volveré a entrar en la casa.

—Ojjj, como digas.

Así es Amanda: Poca tolerancia, no acepta un no por respuesta, le gusta el vodka de cereza y las pastillas El Deseo.

Sí, así se llaman.

Su nombre en verdad es un poco más complicado pero a modo de "convención" se decidió llamarlas de ese modo. Al Deseo lo llevan en forma de colgantes al cuello; te tomas una y te vuelves loco. Pero te vuelves loco con la persona que tienes cerca, es decir, con cualquier persona. Se trata de un peligrosísimo estallido hormonal que surge en tu interior.

Cuando apareció y nadie sabía de qué se trataba, empezó a surgir mucha gente teniendo relaciones sexuales en plena calle. Al comienzo el Gobierno intentó detener su circulación pero fue imposible. Penalizó su consumo y todo el mundo caía preso.

Lo despenalizó y esta vez penalizó su venta. Fue catastrófico: comenzaron a venderse derivados de pésima calidad con basura que nadie podía precisar y la gente moría de inmediato con el corazón reventado. Literalmente reventado: las pastillas en sobredosis provocan que tus arterias revienten. Todo el mundo empezó a asustarse pero no dejaban de consumir El Deseo así que empezaron a tratar de "enseñarnos" a tomar las pastillas, de qué modo y qué dosis se debía consumir.

En la escuela no sólo se aprende contenido teórico sobre los componentes del suelo sino que te da herramientas para la vida: por ejemplo, de qué modo te puedes drogar.

Así fue que nos empezaron a requisar ya que donde yo estudiaba, las pastillas estaban tajantemente prohibidas. Decían "tolerancia cero" sin tener en cuenta que del cero al uno hay infinidad de números. Tolerancia disfrazada de intolerancia, esa es la cuestión.

La aparición de esta pastilla coincidió con el año de mi graduación pero en cuanto entré a la Universidad, su control fue mucho más laxo e imposible. Entonces, el Gobierno decidió delegar a que cada institución se encargue de permitir o prohibir.

Entonces, no quedó otra que despenalizar su consumo y su producción pero hace unos seis meses, el Estado decidió tomar el control de su producción para detener la producción del DeDé: Derivados del Deseo. El DeDé fue la droga que mató a muchas personas de un paro cardíaco ya que era más barato y de producción mucho más masiva; se decidió empezar a producir estatalmente ("a modo de emergencia") la pastilla Deseo en su forma pura para evitar la circulación de la otra, la de pésima calidad.

Finalmente, hace poco más de dos meses, la droga fue privatizada por empresas de informática que la venden por apps. Si descargas las apps, puedes imprimir una pastilla con una impresora 3D.

Ocurrió demasiado rápido pero así es como funciona la época actual: veloz. Aún más cuando las impresoras 3D se empezaron a incluir en los teléfonos celulares y te puedes imprimir una pastilla, un condón o hasta un órgano. La producción de órganos por impresoras 3D fue considerada un hallazgo magnífico hasta que el producto se masificó y ya no se volvió tan divertido encontrarte un corazón de diez kilogramos en plena calle. Hacen multas pero cuanto más control intenta infringir el Gobierno parece haber más intención de transgredirlo.

Se pensó en su momento crear una vacuna contra la adicción al DeDé y al Deseo pero las empresas que lo privatizaron se opusieron rotundamente. Según dicen, ninguna vacuna o medicamento podría curarte de una adicción sin generar otra.

Hay quienes dicen que la única alternativa a no padecer la adicción a ninguna de esas pastillas de mierda es enamorándote por ti mismo y dejar de lado cualquier cientificismo que te acelere el corazón, te haga producir dopamina y triplique tu producción de hormonas. Algunos con veinte años ya tiene destruidas las suprarrenales pero en cuestión de horas se trasplantan por unas suprarrenales nuevas o mejores de las que ya traían de nacimiento.

Mis madres son de las personas que dicen que enamorarte es la mejor prevención contra El Deseo. Sólo una vez no seguí sus normas y en mi primera fiesta de universidad probé una pastilla de esas: son ovaladas y alargadas con una cinta blanca en el medio. Las puedes llevar en cápsulas con forma de corazón que te las cuelgas como si fuese un lindo accesorio para tu cuello.

Pero no es necesario que te conviden cuando tienes un teléfono con un sistema operativo que soporta cualquier impresor 3D y te lo descargas por una app de modo gratuito.

Parecen tener todo controlado pero no, no lo tienen, nada más alejado de la realidad: hay chicas que con trece años ya son adictas al DeDé o al Deseo y mueren por sobredosis.

Sí.

Hoy en día el amor te mata por sobredosis.

Amas hasta que el corazón te revienta, literalmente. Y yo no quiero eso para mi vida ni para mis hijos ni para nadie que yo ame...o crea que ame.

"Tess"—me dijo Amanda hace un tiempo mientras veíamos una clase online de Ingeniería en Cognitivismo— "No puedes resistirte al mundo: si todos empujan hacia un lado de la cuerda y tú empujas del otro, solita o con los pocos que se creen retrógrados, lo más probable es que te caigas al lodo".

Sus palabras me tienen dando vuelta desde siempre. Extraño cuando íbamos a los primeros años de secundaria y ninguna de las dos habíamos probado esa mierda. Hasta que un día ella se enamoró perdidamente de Chad, un skater de último año que patinaba para las ligas mayores y le dio de probar una. Al día siguiente, andaban juntos como mosca en el azúcar y mi amiga había perdido la virginidad con catorce años.

Es difícil estar tirando sola de un lado de la cuerda pero no quiero dejar de ser yo misma. Siento que desde que Amanda empezó a consumir sin límite del Deseo, ha dejado de ser la persona que era antes. Y no es por juzgar o ser una vieja nostálgica, pero extraño lo que mi amiga era. Extraño lo que éramos.

Hace tiempo, Amanda jamás me hubiese dejado sola en la puerta de una casa cuando todos están de fiesta, por no querer consumir un muffin de marihuana o una pastilla que te enloquece de amor sino que se hubiese ido de esa fiesta conmigo.

Desde que consumí por primera vez esa pastilla en primer año, no he vuelto a asistir a ninguna fiesta por miedo al efecto que produce. No recuerdo a cuántas personas besé esa noche, sólo me arrepiento de no recordar siquiera los rostros de quienes me metieron la lengua en la boca.

Y todo culpa de UNA SOLA PASTILLA.

Al día siguiente volví a mis cabales y me sentí violada. No literalmente, revisé mis partes y todo seguía en su lugar pero olía a saliva ajena...y no precisamente de una sola persona.

Sólo queda esperar.

Podría volverme al campus, debería hacerlo, estoy harta de estar aquí a modo de guardiana para que nadie vaya a hacerle nada a Amanda. Ella acostumbra a salir seguido, al diablo con su bienestar.

Mientras empiezo a caminar con las manos abrazándome los codos, pienso reiteradas veces si sería capaz de perdonarme que mi mejor amiga quedase embarazada por no haberla sabido cuidar como una buena amiga o aún peor, si abortase por mi culpa.

¡Demonios!

Me doy media vuelta y regreso a la casa. Paradita en la puerta como estaba, me iba bastante bien.

Pero distingo que la entrada se abre y una luz se filtra desde su borde. Ay no, adiós otra vez. Me giro e intento pasar inadvertida yéndome a paso acelerado...

No por mucho.

Una voz inconfundible voz truena a mis espaldas.

—¡¡Tess!!

¿Matthew? Oh, perfecto, lo que me faltaba, este astro sexy, adonis infartante, hombre entre hombres me está llamando y yo debería volverme a ver qué quiere. Si se piensa que lo haré, está muy equivocad...

—¡¡Hey, Matt!!

¿En qué momento me di la vuelta y empecé a caminar hasta él?

El chico llega donde yo estoy a grandes trompicones y su cabello negro rizado ondea mientras anda. Sus grandes ojos claros me dejan sin aliento.

Demonios, ¿podría ser más sexy? Claro que podría: quitándose la ropa.

Mide más de uno ochenta y tiene los hombros más anchos y fornidos que he conocido en un chico de veintidós años.

—¿Te ibas?—me pregunta. Y la brisa fresca de la noche me trae un ligero olor a limón, debe ser su perfume o su jabón o simplemente el olor que tiene él. Todas las personas tenemos una fragancia particular y los chicos lindos expiden esa esencia aún más penetrante.

—¿Que...que si me iba?—murmuro extasiada.

—Sí. Ibas caminando justo calle abajo.

—Solo salía a estirar las piernas.

Matthew alza una ceja.

—¿Sueles hacer ejercicio?

No soy una chica atlética pero mi peso condice a mi altura, mi contextura es más bien delgada lo cual hace que el tono pálido de mi piel más las pecas y el cabello rubio, logren que aparente unos dieciséis cuando tengo veinte. Metro cincuenta y nueve, cuarenta y nueve kilos, elfa de nacimiento. No, no soy una elfa pero en la escuela siempre me hicieron sentir como una.

—Sí, a veces—miento.

—¿En medio de una fiesta sales a hacer ejercicio? ¿Con jean y una camiseta de hombros descubiertos?

Mierda, mierda, mierda.

Matthew se mete las manos en los bolsillos delanteros de su sudadera y espera una respuesta tragándose una sonrisa macabra. No hay atisbo de que se divierta con el modo que me hace sufrir pero estoy segura que por medio se retuerce.

Miro hacia abajo y me encuentro con sus zapatillas rojas enfrentadas a las mías de color celeste y su jean negro similar al mío de color verde claro. Mantengo mi mirada gacha, presa de la vergüenza.

—Tenía un poco de frío—continúo mintiendo.

Él se encoje de hombros.

—Puede que tengas razón—sentencia mirando alrededor—. Pese a ser verano, nos ha tocado una noche fresca. ¿Quieres que encienda la calefacción en la casa?

—¡Oh, no!—¡de...monios!—. Los chicos se enfadarán. Estoy segura que tienen calor ahí dentro.

—Algunos están en la pileta sin haber encendido el climatizador.

—Ves. Es mejor que me vaya—le suelto y me doy media vuelta buscando caminar a paso acelerado. Él se queda de pie y siento el peso de su mirada a mis espaldas. Soy tan ridícula y tan estúpida que nunca podré animarme volver a mirar a la cara a ese chico tan lindo.

Seguro que me habló por pena o algo parecido.

Matthew es un chico que estudia Arte Posmoderno, suele vincularse poco con todos esos hippies que tiene por compañeros ya que suele estar más bien vinculado a los amigos de Amanda que estudian esas carreras nuevas que están en el límite de la informática y las ciencias sociales con un poco de neurotodo. No sé cómo vine a parar con estos chicos, debería haberme elegido otra compañera de cuarto si sabía cómo venía la cosa con Amanda.

Siempre, tarde o temprano, las mejores amigas te dejan por un chico. Siempre, eso nunca falla y no hay droga en el mundo que lo arregle.

Si ella no me hubiese abandonado esta noche, no hubiese pasado ese ridículo momento frente a la delicia de Matthew.

Tap. Tap. Tap.

¿Y eso?

Escucho los pasos y antes de darme la vuelta, alguien pasa a mi lado corriendo. Demonios, ¡es él!

—¡Vas demasiado lento, atleta empedernida!

El chico me sobrepasa y me quedo atónita mirándole. ¿Cómo...se atreve...? Claramente es una provocación para que lo alcance.

Él se da la vuelta y sigue trotando de espaldas mientras me mira.

—¡Vamos! ¡Tienes diez segundos de ventaja!—exclama.

¿Es que quiere humillarme?

—¡Te dije que no soy atleta...sólo tenía...frío!—en cuanto las palabras salen de mi boca, caigo en la cuenta de lo estúpida que ha sido mi mentira.

E intento acelerar el paso. Matthew se da la vuelta y sigue trotando.

Ando tras él en un intento obstinado de ir más de prisa, cuanto mis fuerzas pueden dar.

Pero hay un borde de vereda que sobresale. Siempre hay un borde que sobresale y se enamora de la punta de tus zapatillas para hacerte tropezar.

De modo que le doy un puntapié a ese trozo de concreto y a la velocidad de un rayo, mi rostro está a punto de darse contra el suelo.

Cierro los ojos.

Y lentamente los abro tras darme cuenta que nunca llega el impacto.

¿Qué...fue...eso?

Me giro y descubro que Matthew está a mi lado, sujetándome con sus dos manos. Me devuelve a suelo firme y me mira sonriendo. ¿Qué le causa tanta gracia? ¿Acaso podría dejar de humillarme? ¿Por qué los chicos lindos siempre tienen que ser unos abusivos con las chicas más ingenuas?

—¡Ya basta!—le grito. Y desearía tragarme las palabras por haber reaccionado de ese modo pero no puedo. Estoy roja de la vergüenza y de la humillación que este idiota me está haciendo pasar ahora mismo. Quisiera que en el suelo se abra un agujero profundo, me trague y me cubra de tierra.

Matthew me mira sorprendido.

¡Ajá, qué pedazo de sorpresa ha sido mi reacción! Conque me mira sorprendido, eh. Qué diablos.

—¿Tess?—me observa como un bicho raro.

—¡Deja de hacer eso!—le pido y siento el modo en que todo mi interior comienza a temblar. No por frío, calor me sobra ahora mismo sino por tener que arrancarme estas palabras en este momento.

—¿Hacer qué?—dice, haciéndose el imbécil.

—¡De pretender que eres mejor que yo en todo, de mostrarme cuán mojigata soy!

—¿Mojigata? No escucho esa palabra desde hace unos tres años—se jacta con una risita insoportable muy poco auténtica.

Pongo los ojos en blanco y me cruzo de brazos con fuerza.

—Eres insoportable ¿te das cuenta?

—La verdad que no—frunce el entrecejo. Por un instante, por un pequeño y estúpido instante casi me creo lo que dice.

Casi me creo que no se da cuenta que me hace quedar como una tonta, a cada maldito momento.

—Lo haces todo tan bien, ¿es que no tienes ningún defecto? ¿Es que soy una máquina fallada como para que tengas que hacérmelo notar todo el tiempo?

—¿Una máquina?—pregunta—. ¿Eres una chica cyborg?

—¡NO, MATTHEW!

La comunidad cyborg es un grupo de personas que decide implantarse trozos de máquinas para tener algunas posibilidades "especiales". Luchan para que sean reconocidos sus derechos en tanto personas ya que muchas veces sus capacidades intervenidas desde la tecno-medicina hacen de su humanidad un fino límite contrastable con el de la comunidad robot.

—Tess, ¿por qué lloras?

Abro los ojos. Me arden. Están a punto de prenderse fuego.

—Lo siento mucho. ¿En algún momento te hice sentir mal?—me pregunta. Lo miro a los ojos. Examino cada centímetro de sus facciones, de sus pómulos afilados, su quijada cuadrada, su piel blanca y lisa, rastreando cualquier señal de su malicia nata. Los chicos lindos son malos por naturaleza: están acostumbrados a tener a todas comiendo de su mano y se creen con el derecho de poder humillarte.

Pero no, demonios, no. Él es tan perfecto, tan inteligente y tan atlético, lo detesto, detesto que tenga que evidenciarme todo el tiempo que nunca estaré a su altura, que soy de los que tiran de lado opuesto de la soga, que ya estoy en el lodo, que me he caído definitivamente al lodo y me he hecho marginar.

—¿Podrías simplemente dejar de ser tan...literal?

—No puedo, Tess. Es imposible.

Y un chispazo hace cortocircuito dentro de mi cabeza.

(No, no soy un robot.)

—¿Cómo dices?—insisto pestañeando unas tres o cuatro veces.

—Que no puedo dejar de ser literal. Es un rasgo que forma parte de mí.

Oh, santo cielo.

—Tú...eres...

—Savant.

Si esta historia llega a 100 comentario actualizo la Segunda Parte 7u7

¿Llegaremos?

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