Asunto Pendiente ©

By Vivas_Caro

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Nathan Mitchell no ha podido recibir sus alas, tras sufrir una larga enfermedad su espíritu se desprende del... More

Asunto Pendiente ©
Personajes
Galería Starry Ville
Prólogo
I
II
IV
V

III

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By Vivas_Caro

Canción: Nirvana - Where did you sleep last night 

Mientras caminaba por la calle, una parte de ella le gritaba: ¡No lo hagas! Y la otra rodaba los ojos y murmuraba: no tienes más opción. Seguramente estaba descansando y ella solo iba a molestar, pero respiró profundo y le dio a la tecla de llamar.

―¿Pasó algo? ―Atendió con tono agudo.

―No, no se ha acabado el mundo ―contestó.

―¿Segura? No suenas muy bien.

―¿Podemos vernos? No tengo donde dormir ―dijo con un deje de tristeza y vergüenza.

―¡Por supuesto! Ven a mi edificio, escucha bien la dirección.

Pasó un buen rato hasta que por fin dio con el lugar. Se paró en la entrada y miró el reloj, se sobresaltó, ya eran más de las doce de la noche. Marcó el intercomunicador y la chica le abrió enseguida, Jo subió en el ascensor y justo cuando iba a tocar la puerta una maraña de pelo naranja le abrió.

―Siento venir a esta hora. ―Se disculpó con Erin.

―Conmigo puedes tener la confianza suficiente para venir a la hora que quieras ―afirmó con cara radiante.

La invitó a pasar, la llevó hasta el mueble de la sala y la instó a sentarse.

―Vivo sola, nadie nos va a interrumpir. Vamos, dime qué sucede.

―No tenía idea de a dónde ir, me fui de mi casa hace una semana y no quiero volver.

―Por eso estabas buscando empleo ―dedujo―, ¿y cómo puedo ayudarte? ―Jo agachó la cabeza―. Esto es una emergencia, te puedes quedar aquí. Pero, por favor, si puedo ayudarte en algo más solo dime.

―Me da vergüenza, Erin.

―Si no me dices no lo adivino, tonta. ―Jo sonrió a medias―, buscaré dos cafés y tendrás que contarme, ¿de acuerdo? ―Asintió como respuesta.

Durante un rato no se movió del mueble, sentía mucha pena, ella prácticamente era una extraña e igual la pelirroja la había recibido con una sonrisa sincera.

―Erin... no te hubieses molestado ―consiguió decir cuando agarró la taza―. Buscaré la forma de agradecerte por todo lo que haces por mí.

―Jo, no me cuesta nada. Eso hacen las amigas, ¿no? ―Extendió la mano y le acarició el brazo con cariño.

―Gracias, la verdad es que no tengo muchas.

―¿De verdad? Pues yo tampoco. ―Erin le dio un sorbo a su café y la miró―. Tenía una mejor amiga, Sandra, con ella compartía este apartamento. Planeamos hacer una fiesta aquí con Chad, mi último novio, teníamos tres años juntos y nunca vi indicios de que se gustaran. En fin... la fiesta terminó en una pesadilla cuando los descubrí juntos en mi habitación. Desde entonces no suelo hacer muchas amistades.

―¿Qué? ―Jo la miró estupefacta.

―Luego me pidió disculpas, pero nunca la perdoné. ¡Vaya mierda que me hicieron! ―Acto seguido todo quedó envuelto en el silencio de la sala porque esos eran temas delicados. Si hay algo que duele en esta vida es la traición de alguien que te gusta, pero la de una mejor amiga duele aún más; enfrentarlo y alejarte es muy difícil.

De repente sintió vibrar su móvil, se lo sacó del bolsillo y abrió la carpeta de mensajes recibidos. Era Jordan. Le echó una segunda ojeada sin dar crédito. ¡Nooooo! Sonrió con ganas.

De: Jordan Cord

*Hola, quiero volver a verte, ¿podría buscarte mañana a las siete y media de la noche? *

La sonrisa de Jo era más grande que la del emoji que estaba por enviarle, pero él no podía pasarla buscando por casa de su madre aunque ella deseara verlo por lo menos una última vez antes de irse.

―¿Se puede saber a qué se debe esa sonrisota? ―Erin la sacó de sus pensamientos.

―Eh..., te lo voy a contar... sé que sonará a locura, mejor dicho, no es que sea imposible que pasen estas cosas, es que nunca me había pasado algo así a mí... ―En fin, la mareó un poco hasta que le contó sobre el chico que conoció, es más, hasta se sintió aliviada al hacerlo. Le dijo que le pareció fascinante, que casi la besó, que la atraía mucho, que quería conocerlo más, que le estaba escribiendo para volverse a ver y, al terminar añadió―: pero no le responderé.

―¿Qué? ―Erin alzó ambas cejas.

―Es lo mejor ―dijo sin mucha convicción―, ¿de qué me sirve alimentar una ilusión si el lunes en la mañana estaré agarrando un tren para irme a seis horas de aquí? ―Erin se interesó más.

En ese instante a Jo no le quedó más remedio que contarle sobre la muerte de Nathan, de los problemas con Connie y de que la única alternativa era regresar al pueblo donde nació. Ni siquiera omitió que en ese lugar había algo que la incomodaba mucho, algo muy grande que resolver; se lo había prometido a Nathan.

―¡Ve, por favor, ve! ¡Sin duda tienes que ir! ―Jo la observó con indecisión, sopesando su propio plan. Tras un par de minutos asintió.

―Lo haré, Erin, pero me molesta..., bueno, haber encontrado a un chico tan dulce como Jordan y desperdiciar la oportunidad. ―Negó con la cabeza―. Siento que me perderé de algo que ni siquiera sé si puede funcionar. Quizá ese sea el problema, no lo sabré si me voy.

―Amiga, yo creo que lo que tú tienes es ganas de enamorarte.

Jo la estudió con la mirada, ella no había pensado en eso, hablar de amor ya era otro nivel, nunca se había enamorado, pero si algún día ocurría la idea de que fuera de Jordan no le desagradaba. Ya con la cabeza echa un lío, respondió:

―¿Entonces crees que deba aceptar la invitación?

―Sí, sal con él y diviértete. Dile que te irás de viaje el lunes porque tu abuelita enfermó y te pidieron ayuda para cuidarla.

―Pero si yo no tengo abuela...

―¿Y él lo sabe?

―No, pero, ¿para qué le voy a mentir?

―¡Para ganar tiempo! ¿O acaso le vas a decir que no sabes cuándo vas a regresar? Ponle emoción a la cosa.

―¡Estás loca!

―Sí, como una cabra. ―Y se levantó tan repentinamente que sobresaltó a Jo―. Vamos, te mostraré donde vas a dormir.

Dejó las dos tazas en el lavaplatos de la cocina y la llevó a un cuarto pintado de azul agua, Jo observó con detenimiento las paredes y se echó a reír, luego miró a Erin con sorpresa.

―¡Madre mía, nunca había visto algo así!

―Me enorgullece mostrártelo, es mi obsesión. Amo coleccionar llaveros. ¡Hasta me he robado algunos!

―¡Eh! ¿Cómo que te has robado algunos? ―Se rio.

―Bueno... ―susurró como si alguien las estuviera escuchando―, a donde voy compro cualquier llavero que encuentre: antiguos, del mundial, publicitarios, de madera, de países y... ―Erin la aferró por un brazo y la arrastró hasta una pared para que los apreciara mejor―. Y a veces sin querer me traigo uno que otro de las casas que visito. Ya sabes mi peor secreto.

Qué loca estaba. En cualquier caso era una excelente colección, en el fondo Jo sabía que tampoco era un delito grave, no había manera de que la metieran presa por robarse llaveros, así que al final logró decir: «Guardaré mis llaves bien.» Y se echaron a reír.

―Te prestaré un pijama.

―Gracias ―respondió con una sonrisa―. Dejé la maleta con todas mis cosas en casa de una antigua compañera de trabajo.

―Por la mañana te puedo llevar en mi auto a buscarla.

―De acuerdo.

―Y por la tarde saldrás con el «chico fascinante.»

―No lo sé todavía ―reparó ella.

―Sí lo sabes ―le dedicó una sonrisa cómplice―, buscaré el pijama. ―Se dirigió a la puerta y salió del dormitorio.

Jo se recostó en la cama y revisó su teléfono, eran las dos de la madrugada. Le respondió el mensaje a Jordan, a las diez y media estaría esperándolo en la misma plaza donde se conocieron. Estaba claramente agotada y aunque tenía que esperar que Erin le diera el pijama el cansancio la venció y se quedó dormida.

***

Por la mañana, Jo olió el café, y el beicon, adoraba el beicon. Se dio vuelta en la cama y vio en su teléfono que eran casi las nueve, fue al cuarto de baño y veinte minutos más tarde entró a la cocina, Erin estaba delante de un tostador.

―¡Sí te quedó, somos la misma talla! ―Jo se miró la ropa que Erin le había dejado sobre la cama, una playera color negro con el logo de Soda Stereo y un jean azul prelavado. Se había dado un baño rápido y colocado un poco de maquillaje.

―Me encanta esta playera, ¿dónde la conseguiste?

―Llegaron hace unos meses a la tienda. ―Sacó dos trozos de pan del tostador―, son edición especial y cuestan más de cuarenta dólares, pero Alirio me regaló dos, esa te la quedas. ―Jo sonrió observando que le quedaba perfecta.

―¿Y Alirio y tú...?

―No, sin duda le gusto, pero nunca pasará nada entre nosotros. ¿Con beicon o sin beicon?

―Con beicon. ―Sirvió los huevos en los platos y le añadió una tostada con mantequilla a cada uno.

―Él se ha ganado el título de idiota, es el único hombre de Connecticut que no se atreve a tener nada con una empleada, ya sabes, por eso de la moral.

―Él se lo pierde.

―Así es, espero que algún día encuentre un novio que me busque en el trabajo y me bese en la entrada, seguro se retorcerá de celos.

―Lo dejarás frustrado ―dijo Jo con diversión.

―También, celoso y frustrado. ―Erin habló entre bocados―. Háblame de la nota que encontraste en el Cd.

―No he llamado.

―¿Por qué? ―Jo hincó el tenedor en el beicon.

―Sería muy raro vivir con un extraño.

―¿Sabes al menos donde es el alquiler? ―preguntó ella―. Es curioso porque yo viviría feliz con un extraño como ese.

―¿A qué te refieres?

―A que el tipo está buenísimo.

―Ay...

―Exacto.

Jo no tenía idea de a dónde estaban alquilando ese apartamento, había olvidado el papel hasta que Erin lo mencionó de nuevo, arqueó una ceja.

―¿Sabes? Llamaré. Si todo sale bien no tendré que irme de Connecticut.

―De acuerdo, puedo prestarte dinero para que pagues el alquiler. No me mires así, es mientras consigues empleo. Y si te pide depósito dile que no se preocupe.

La mejor amiga que había conocido nunca, sus ganas de ayudar era auténtica, le nacía de la bondad. Jo sacó su teléfono y Erin se sirvió otra taza de café.

―Está repicando. ―Habló en voz baja y cruzó los dedos para que el destino se encargara de poner todo en su lugar. Erin levantó los pulgares. Por un momento creyó que no atendería, estaba a punto de colgar cuando escuchó una voz.

Buenos días, usted es el ganador de veinticinco insultos y una tirada de teléfono por levantarme a esta hora de mi cama. Por favor, responda de acuerdo para recibir su premio.

A Jo se le encendió la cara y casi colgó, pero vio que el reloj del microondas marcaba las nueve de la mañana, pensó que era absurdo, era buena hora para llamar.

―¿Qué? ―preguntó de forma brusca―. Llamo por el alquiler de la habitación.

―¿El alquiler? ―Sonó algo sorprendido, pero se repuso rápidamente―. Ah, sí, la habitación...

―¿Todavía está disponible?

―Tal vez... ―Jo entrecerró los ojos―. No puedo decirte que sí hasta que contestes algunas preguntas, pero espera un minuto que voy a servirme un café, esto va a ser interesante y necesito estar atento.

―Fantástico ―aceptó con molestia. Erin movía la mano cómicamente delante de su cara para que le contara qué pasaba. Jo encendió el alta voz.

―Las preguntas no son nada del otro mundo ―le aseguró―. Si encontraste la nota es porque te gusta el rock.

―No, te equivocas. En realidad... ―Rodó los ojos―, buscaba un Cd de Lady Gaga y di con ese por casualidad. ―El comentario de Jo fue tan inesperado que el chico al otro lado de la línea se atoró con el café―, hola, ¿todo bien? ―preguntó al escuchar su tos.

―Perdón... es un desastre ―respondió tras unos segundos.

―¿El café o Lady Gaga? ―Erin no disimuló la carcajada.

―Te haré las preguntas, si las fallas olvídate de la habitación. ―Logró hablar con más tranquilidad.

―Es lo mejor que has dicho hasta ahora. Vamos, ¿cuál es la primera?

―¡Que chica tan grosera!

―¿Lo dice el que quería lanzarme veinticinco insultos? ―Erin volvió a reír y la miró como si no creyera que Jo fuera capaz de hablar así―. Escucha, generalmente, las personas atienden con un «Aló» o un «Buenos días» ¿cierto?

―No pensaba insultarte, estaba jugando.

―Está bien, no pasa nada, estás loco y no hay nada que hacer. ―El chico se largó a reír.

―Va la primera ―anunció―. ¿De dónde es el grupo AC/DC? Si no te la sabes no pasa nada, el esfuerzo es lo que vale.

―Ridículo ―siseó, él se rio―. Es de Australia.

―¡Ah! ―exclamó extrañado―. Muy bien, espero que no tengas el buscador de Google abierto.

―No lo necesito ―contestó igual de extrañada, el chico tenía un sentido del humor muy similar al de ella y eso le causaba diversión.

¿Cómo se llama el guitarrista de Black Sabbath? ―Jo se quedó en silencio un momento, él esperó.

―Anthony Frank Iommi, mejor conocido como Tony Iommi. ¿Sabes que también tocaba en la banda Heaven and Hell?

―¿Qué? ―preguntó sin entender lo que ocurría―. La verdad es que mereces un premio.

―Sí, así es. Por cierto, ¿hay más preguntas o ya podemos hablar con seriedad del alquiler?

―Hay una última ―comentó con voz maliciosa―. ¿Conoces a Queen?

―Me temo que sí, ¿quieres que te hable de Freddie Mercury? ―contestó orgullosa.

―No, quiero que me digas qué significa el logo de Queen.

En cuanto pronunció la pregunta a Jo le dio un espasmo. ¡Mierda! No se sabía la respuesta. Miró angustiada a Erin, que la observaba atenta, pero esta se encogió de hombros. Jo se aclaró la voz y suspiró con resignación.

―No sé qué significa ―contestó coloradísima, algo le decía que ese chico disfrutaría burlándose.

―Freddie estudió Diseño gráfico ―explicó con suficiencia―. Él diseñó el famoso logotipo. Usó los signos zodiacales de cada uno de los integrantes de Queen. Dos leones (Leo) para John Deacon y Roger Taylor, un cangrejo para Brian May (Cáncer) y dos hadas para él (Virgo).

No lo sabía, es una información interesante ―dijo con sinceridad.

―Pues ya que fallaste la última... no sé si pueda alquilarte la habitación.

―Lo entiendo ―contestó con su orgullo herido.

―Pero, quizá si te hago una última, última pregunta.

―No es necesario. ―Forzó una sonrisa―. Tú sigue durmiendo que yo voy de salida.

―Será rápido, necesito saber si sabes esto, por favor.

―Muy bien. Fue incapaz de negarse.

Erin analizaba todo en cámara lenta. Él deseando alargar la llamada, Jo aceptando, sonriéndole al teléfono de un modo extraño.

―Ok, ¿cómo se llama el cantante de Nirvana? ―Jo soltó el aire.

―Kurt Cobain ―dijo sin pensarlo.

―¡La habitación es tuya! Puedes reclamar tu premio cuanto antes.

¡Wuoo, se la puso fácil adrede! Pensó Erin, que saltaba de un pie a otro.

―Gracias, pero necesito preguntarte algo importante. ―Habló Jo.

―Dime.

―¿Dónde vives?, ¿en dónde queda exactamente esa habitación?

―Es cierto, no te lo he dicho, no lo adivinarías nunca en la vida. Vivo a seis horas de Connecticut en un pueblo que se llama Starry Ville.

Durante varios segundos Jo no pudo respirar.

Hola, ¿sigues ahí?, ¿cerramos el trato entonces?

A Jo el cuerpo entero se le estremeció y el estómago se le contrajo. Starry Ville era el pueblo donde había nacido. Todo aquello le pareció una casualidad demasiado irracional, empezaba a creer que alguna fuerza superior quería que fuera a como diera lugar. 

Ummmm... ¿Starry Ville? 

Pronto lo conocerán ;)

P.D. Capítulo dedicado a mi fan number one, Anyela ♥ 

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