BESTIAS | COMPLETA

By LuisAvila367

28.3K 3.6K 1.2K

¿Qué es lo que más temes en el mundo? ¿Y si eso se convierte en un deseo que arde dentro de ti? More

🔥BESTIAS🔥
1. HALLOWEEN | JESSE
3. ACCIÓN DE GRACIAS | DYLAN
4. REVOLUCIÓN | MATT
4. REVOLUCIÓN | MATT (2)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (II)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (III)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (IV)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (V)
5. MAGIA DIVINA | OSCAR (FINAL)
6. CIUDAD TOMADA | BTS

2. DÍA DE LOS MUERTOS | COLE

4K 413 166
By LuisAvila367



Mi pelo es un asco, más de una vez soñé con arrancarme todo desde el cuero cabelludo. ¿Será verdad que si te lo rapas, vuelve a crecer completamente nuevo? Si tuviera el coraje, pondría a prueba esa teoría

"Serás hermosa aunque te lo rapes" solía decirme papá. "Parecerás un varón" me decía mi hermano. "Es probable que no encuentres novio" explicaba mamá y terminaba por convencerme.

El listón está demasiado ajustado, si luego un pelo se suelta es porque el diablo crece dentro de cada hebra. Tampoco es que el listón haga magia, sólo es un trozo de tela sedosa de color púrpura como los bordes del uniforme que nos dan en la galería de Arte para la cual trabajo.

En Los Ángeles no hay muchas galerías de Arte propiamente dichas, sino que es una ciudad que opta más bien por lo moderno: intervenciones urbanísticas. Se suele dar más valor a un mural de grafitis que un cuadro pintado al óleo. No digo que las pintadas callejeras sean menos apreciadas que una pintura al óleo sino que son dos puntos distintos que luchan por ganar terreno.

Me termino de acomodar el cabello en una cola alta gracias al listón púrpura y dejo unos mechones rubios caerme en el flequillo. Me aliso la camisa blanca y la falda. Yo creo que en esta galería les gusta el estilo de las colegialas a juzgar por el uniforme, pero esto no es más suposición mía, sólo nos falta un par de calcetas altas y mocasines negros. Usamos zapatos de charol, lo cual está demasiado cerca.

Es 1 de noviembre, día de los muertos. Desde lo gubernamental nos han solicitado que hagamos recorridos de necroturismo este año con algunos cementerios bonitos. Cuando elegí estudiar Arte no fue precisamente con el objetivo de dar tours para evaluar la calidad artística de las lápidas funerarias o las estatuas de ángeles que hay per cápita en el país.

Rara vez se consigue un trabajo en lo que uno va a dedicarse, antes de terminar los estudios. Tengo veintiuno y me faltan pocas materias para terminar el profesorado de Artes lo cual es bastante bueno para mi edad.

—Te vas a planchar las tetas si te sigues alisando la ropa—me señala Abby, mi compañera de trabajo en los recorridos previstos para el día de hoy.

—¿Crees que es demasiado?—le pregunto. Su uniforme es idéntico al mío sólo que ella es de esas personas que en lugar de planchar la ropa dicen que con colgarlas bien luego de retirarlas de la lavadora, es suficiente.

—Creo que eres la chica más obsesiva que he conocido en la vida. —Frunzo el entrecejo y se dirige hasta la entrada a los vestidores con los que contamos en los depósitos de la galería—. Vamos, Anna. Los invitados de lujo de hoy ya llegaron.

Ese es otro punto.

Si bien las visitas guiadas por la galería tienen un costo mínimo, el Arte suele ser algo reservado para la clase social alta y escuelas. Soy una convencida de que el Arte es algo popular ya que cada uno hace su esfuerzo de embellecer su mundo y el mundo que tenía Da Vinci no es el mismo que hoy tienen los cantantes de hip hop o el que tendrá el siguiente Picasso de un siglo próximo.

En algunos casos, son obras que se exponen entre cuatro paredes con el aire acondicionado a tope mientras que en otro, son superposición de superposición de aerosol en un paredón contra el cual andan los skaters.

—Abby—llamo a mi amiga. Tiene unos años más que yo y hace tiempo se recibió pero parece de mi edad con ese uniforme. Ella se vuelve pero no detiene su caminar mientras ando tras ella—. ¿Te acuerdas de todos los alcaldes que están en el cementerio municipal?

Me produce escalofríos hacerme la idea de que "están" involucra "bajo tierra" o "en sus cómodos ataúdes bañados en oro".

—No—se encoge de hombros—. Pero todo lo que tienes que hacer es leer la lápida e inventarte una historia sobre la persona que esté ahí metida. Hay más de dos mil cadáveres...

—Personas. Dos mil personas.

—Como digas. Ya fallecieron.

Suspiro y ando tras ella.

El cementerio municipal es con quien tiene convenio la galería para ofrecer los recorridos de necroturismo puesto que está más o menos cerca y cuenta con esculturas majestuosas.

Es bellísimo, aunque también se trata de la primera vez que me toca darle un recorrido a otras personas. Y antes de este día, sólo he ido una vez a dicho cementerio: para que me expliquen por dónde debo llevar a los turistas y comentar el valor histórico y cultural de cada mausoleo o lápida. Fabuloso.

El contingente de personas ya está aquí. Son pocos, lo cual me sorprende. Se trata de cuatro mastodontes trajeados y con auriculares negros inalámbricos, una mujer rubia de unos cincuenta años y un chico rubio más o menos de mi edad quien viste una cazadora de cuero sintético color marrón oscuro, tiene el pelo revuelto hacia atrás, pantalones de gabardina de color azul oscuro, casi negro y una camisa de jean. Sus ojos son claros y tiene tres o cuatro lunares en su mejilla derecha.

De refilón me impresiona un rostro familiar.

—Buenos días—saluda mi compañera con su fingida cortesía—. Es de un gusto enorme recibirlos hoy y un honor para nuestra galería.

Les habla a todos pero los mastodontes no dan atención sino el rubio y la señora.

—Mi nombre es Abby. Les acompañaré en una guía especial, por motivo de la efeméride correspondiente, a lo largo de todo el cementerio municipal.

Mi amiga da lugar a que me presente yo, algo que siempre me cuesta horrores: hablar de mí misma.

—Yo... Yo soy Anna. Tengo veintiuno y soy pasante de Artes. —¿Por qué debo justificar mis estudios? Ah, sí, para no evidenciarme como la inexperta que soy—. También les acompañaré a conocer el valor histórico y cultural que tiene la belleza del cementerio municipal. ¿Sabían que...?

Y lo miro.

Al muchacho.

Lo miro. Y lo miro. Y no puedo dejar de mirarlo.

Es...

No puede ser cierto.

Su pelo rubio, las ojeras, la piel pálida, sus lunares, sus ojos. ¡Cómo no me di cuenta antes, por favor!

—¿...que?—pregunta Abby y me pincha para que me espabile.

El rubio sonríe.

—Descuida—dice la señora—. Suele pasar con las jovencitas de su edad.

—¿A qué se refiere?—me pregunta Abby exigiéndome una explicación de por qué me he quedado pasmado.

—Es... Es un gusto conocerte, Cole—le digo al chico—. Y a usted también, señora—le digo para no quedar mal. ¿Será su madre?

Él sonríe y observo sus dientes. Son tan grandes y blancos como en las series de televisión.

—Me gustan los "Sabías qué"—anuncia la señora—. Puedes concluir con ello, la ansiedad me carcome.

—Cierto—me empiezo a alisar la ropa tal cual siempre que voy nerviosa y Abby me observa como si fuese un bicho raro—. ¿Sabían que es uno de los cementerios más antiguos y grandes del estado?

Cole me mira como si hubiese dicho una barbaridad.

—Suele suceder así con los cementerios municipales—añade con petulancia—. Mucha gente muere por día y no todos tienen un seguro de vida o mil dólares para costear un entierro.

De pronto un horrible tembleque me consume por dentro.

—Cole—dice la señora—. No tienes que ser grosero.

—Creo que se te ha olvidado que ya no tengo once años—le dice él por encima de un hombro.

—Está bien—intervengo para calmar las aguas—. Tiene razón, no lo había pensado de ese modo pero es obvio.

—¡La movilidad nos espera fuera!—anuncia Abby con una incómoda sonrisa en el rostro y se dirige a la puerta vidriada. ¿Por qué este chico querría hacer un recorrido de necroturismo? ¿Y por qué tenía que ser yo la persona encargada de enseñarle un lugar que apenas conozco?

Cuando ellos salen, Abby se arrima a mí y me dice muy bajo:

—Se te cayeron las bragas.

Me altero y miro al suelo.

No es cierto.

Me vuelvo a mi amiga y me guiña un ojo antes de salir.

Sí, Cole está buenísimo.

¿Tanto se me nota que voy muerta por él? Además, ¿quién no lo estaría? Parece que suele pasar seguido ya que la señora de gesto angelical me ha metido en la bolsa de "las jovencitas".





El camino no dura más de cinco minutos. Podrían haber sido tres si descartamos los semáforos que nos encontramos en rojo.

Cole no acepta que sus guardias de seguridad (sí, he deducido que los mastodontes serios son su seguridad privada) le abran la puerta. Puede hacerlo solito y está bien, me parece justo. Nadie es de cristal por más fama que posea, cualquiera puede abrir por sí solo la puerta de una combi para bajar a realizar un recorrido turístico.

El portón de hierro forjado del cementerio municipal está a medio abrir. Un sujeto de seguridad sale de una garita edificada en la entrada y nos recibe.

—¡Oh, aquí están!

Es el Señor Kev. Tiene unos sesenta años y es sepulturero, seguridad y sereno de este lugar desde los veinte. Nos contó una reseña de su vida cuando vinimos a conocer sobre el recorrido que debemos hacer por el cementerio.

—Siento la demora, Kev. Sólo fueron unos minutos—anuncia Abby.

El chofer de la combi queda en la movilidad. Tendrá que fumarse las historias que Kev ha de acarrear para contarle a todo el que se cruza por su camino. Suerte que es de mañana y no de noche sino lo dormiría más rápido o bien, lo dejaría muerto de miedo.

Tanto tiempo en un cementerio ha hecho que Kev tome cierto deje de misterio en su modo de comunicarse con los demás.

Una vez dentro del cementerio, el olor a flores y hierba nos impacta. Es el olor matinal de un cementerio. El viento sopla suave y es fresco, no entiendo por qué no me traje el saco del uniforme. Las calcetas largas ayudan pero no lo suficiente.

—Empezamos—anuncia Abby.

Hay dos entradas: por la izquierda o la derecha. Uno puede entrar por donde le plazca aunque las personas comunes lo hacen de izquierda a derecha. Del mismo modo que nos enseñaron a hacer el tour.

El punto es que nuestro recién llegado Cole no es una persona común y él quiere ir desde la derecha.

—Pero cariño—interviene la señora—, es éste es el recorrido propuesto. No conviene que cambiemos los planes a las señoritas que se dedican a esto.

El chico se encoge de hombros con toda su pedantería.

—Podemos ir por ese lado—dice Abby—. Si es que todos estamos de acuerdo... Sino, mi compañera podría acompañar a Cole por la derecha mientras nosotros hacemos el recorrido clásico por la izquierda—ofrece.

Y mi corazón se desboca. Ella sonríe con picardía. Maldita sea, Abby, juro que te mataré luego de esto.

—No tengo problema en ir solo—anuncia Cole.

Abby me da un empujón y masculla:

—Ve con él.

Me pincha las costillas y salgo a los saltos tras Cole quien ya se funde entre las paredes lapidarias.





El chico es silencioso e incómodo.

Parece demasiado relajado, observa con desinterés lo que hay alrededor y no piensa en los demás.

Me siento un poco tensa y nerviosa. Lo admiro desde que era una niña, lo veía mucho más divertido en televisión pero ahora me impacta demasiado silencioso e indiferente. Si tan poco le interesa este recorrido, ¿para qué vino aquí hoy? Podría estar grabando su vida al estilo reality show desde redes sociales y hacerse aún más famoso.

—De este lado están los mausoleos de la familia Vance, seis generaciones en más de doscientos...

Él mira de reojo donde señalo y continúa.

Quedo hablando sola, roja de la vergüenza.

—¡Hey!—me armo de valor por poder decirle algo. Inclusive me resulta llamativo que sus guardias de seguridad han decidido dejarlo solo, dudo que en circunstancias así me permitieran gritarle a su consentido—. ¿Vas a hacer el recorrido o harás y escucharás lo que te plazca?

Él esboza una media sonrisa, torcida, que le marca unas pequeñas arruguitas en la comisura izquierda.

¡¿Le hace gracia frustrarme?! ¡Se burla de mi trabajo y eso le divierte!

—Bien—me impongo—, andaremos en silencio y te recitaré de memoria cada lugar aunque tú no quieras escuchar.

—¿Por qué recitarías algo de memoria si nadie quiere escucharte decir eso? De cada diez, nueve estarán fingiendo interés.

—Por...Porque —¿sería imprudente darle una bofetada, correr ese riesgo y ser despedida? Piensa Anna, piensa, sólo debes abstenerte. Hay hombres a los que una patada en los huevos les vendría de maravilla pero hay algo que se llama "despido" que podría dejar a una sin el empleo que la sostiene—. ¡Porque es mi trabajo y debo hacerlo!

—Mmm—titubea—. Yo creo que quieres recitar tu verso porque te incomoda el silencio y prefieres hacer ruido a tener que confrontarte con la nada.

Frunzo el entrecejo.

—¿Qué?

—¿Anna, verdad?—pregunta virando el tema y pienso si en algún momento Abby me llamó por mi nombre.

—Para ti, Anastasia. Anna me llaman las personas más cercanas a mí.

—Estamos a menos de dos metros de distancia. ¿No es lo suficientemente cercano, ya?

Quisiera estar a cien metros de distancia de él o que no haya ningún centímetro entre los dos. Es sexy, lindo pero misterioso e irrespetuoso.

Y huele delicioso.

—Perfecto—señala—. Entonces, Anastasia, tú quieres hablar porque sí, para decirme algo. Es evidente.

—No creas que soy demasiado... Ni tú te creas tan...

Él sonríe y su voz se oye cauta, tranquila, impasible, quizá demasiado para tener el poder de decir palabras tan afiladas como cuchillos.

—¿Por qué simplemente no me hablas de ti?

Me pilla completamente por sorpresa.

—Lo siento—me escudo—, pero no podemos hablar de nuestra vida privada o intereses personales con los visitantes de la galería—trato de recordar en qué parte del contrato decía eso y no lo logro, sólo algo de que no se puede tener relaciones sexuales o algo así.

—Yo creo que es un contrato demasiado aburrido, ¿no te parece? Pudiendo hacer contratos mucho más interesantes.

—¿A lo cincuenta sombras de Grey?

—Es una opción. Tú ya eres Anastasia.

Me guiña un ojo y mis mejillas se ponen de color fucsia.

—Ejem...

—Vamos, cuéntame de ti. No diré nada a tus jefes, lo prometo. Sólo tú me podrás escuchar.

Lo miro con extrañeza pero luego de un suspiro, cedo:

—Bien. ¿Qué quieres saber?

Y en cuanto he soltado la última palabra, me arrepiento.

—Pues...muchas cosas, Ann. ¿Ves porno?

Me muerdo la lengua de la sorpresa y hasta me la hago sangrar. Me trago las lágrimas para que no se note.

—No te pongas mal, es parte de la vida.

—Do no, dunca...—Aguardo hasta que el dolor se esfuma apenas y mi lengua puede articular—. No es así... ¿Cómo te atreves? ¿Qué te interesa de eso?

—Vamos. No le diré a tu jefe.

—Pues, yo...—¿cuándo volveré a ver a este chico? Es imposible que vuelva a suceder además ya debe estar acostumbrado a incomodar a cuanta zorra se le cruza encima, quizás eso pueda calentarlas pero no es mi caso—. Alguna vez recibí un vídeo o la foto de un chico sin ropa. Nada más.

Presiono mis mandíbulas con fuerza para no soltar alguna palabra demás.

—¿Recibiste?

—Sí—insisto.

Mentirosa, mentirosa.

—Segunda pregunta—prosigue—. ¿Eres virgen?

Oh, vamos, si aún no le rompo la nariz de un puñetazo es porque soy una persona mucho más educada que lo insoportable que es este idiota. Creía que el imprudente era su hermano pero es evidente no habían más que dos papeles a ser representados y punto.

Seguimos caminando y llegamos hasta el parque al centro del lugar. Todo el cementerio está construido alrededor de este parque: consta de un espacio verde de unos diez metros cuadrados con una estatua en su núcleo, muy alta, de un ángel erguido mirando al cielo con un grupo de personas a sus pies rogando clemencia. Me impactó la primera vez que vi, sobre todo porque triplica mi altura y la de cualquier mortal.

—No entiendo por qué debería responder a eso—le digo al notar que él sigue esperando una respuesta—. Tú no lo estás haciendo.

—Sí y no.

—¿Eh?

—La respuesta a mis preguntas. Por cierto, ¿puedes dejar de temblar?

Oh, rayos. Peor que hacer un esfuerzo descomunal porque no se note cuando tiemblas es que se den cuenta de que estás haciendo un esfuerzo descomunal por parecer que no estás temblando. Sobre todo cuando vas muerta de frío, junto al chico más lindo en la faz de la Tierra y al que amas desde los cinco años cuando lo veías en televisión.

Ah, y que ese chico pregunte por tu vida íntima.

—Sí ves porno y no eres virgen—murmuro.

—Exacto.

—Bueno, yo...—suspiro. Cuando me cuesta responder una pregunta, el frío me cala los huesos aún peor.

—Lo sabía. No eres virgen. Tuviste tu primera relación sexual con un ex al que amabas mucho y te fue infiel con una perra mucho más experta. Te hizo sentir como un mero fetiche, como la experiencia de ese imbécil de estar con una chica menor y sin experiencia.

Quedo pasmada.

¿Cómo...pudo...?

¿Tan evidente soy? O ¿cómo diablos es posible que este desalmado monstruo haya podido suponer y escupirme la historia de mi vida con tan poco pudor? Llegué a Los Ángeles luego de que mi experiencia en Ohio no haya sido la mejor en la escuela preparatoria. Los últimos años fueron muy difíciles, sobre todo el primero cuando me enteré que Mark, mi ex, me fue infiel con una chica más grande, recuerdo que estaba en Segundo de Ciencias Políticas y puede que ahora se hayan casado, tengan un hermoso niño rubio, un gatito y mi ex sea un idiota mantenido que trabaja los fines de semana en una licorería.

—Ven—dice Cole.

Toma asiento en uno de los bancos de piedra y me señala ubicarme a su lado. No puedo creer que después de tantos años esa misma vieja historia siga afectándome tanto.

Vine a LA escapando de un pasado tormentoso, aunque vivir lejos no cambiará quién eres ni tus recuerdos. Jamás podrá.

Cuando me siento en el banco a su lado, me abrazo los codos y él se quita la cazadora con la cual me rodea los hombros.

—No es necesario—le digo.

—Descuida. No tengo frío.

Observo su camiseta blanca mangas cortas y me cuesta creerle. El viento es frío y cada vez más embravecido.

Clavo la mirada el suelo y él me acompaña haciendo silencio. Me mira como si esos ojazos azules pudiesen traspasar cualquier cabeza y leerme el pensamiento. Lo percibo de refilón y de pronto, nace desde mi interior la enorme necesidad de estar sola.

—Creí...haberlo superado—declaro con mis ojos cubiertos por una película de lágrimas—. Él está ahí. Todo el tiempo está ahí.

Un nudo en mi garganta hace que sea terriblemente complicado poder hablar. Me enfundo dentro de la cazadora de Cole y percibo el perfume fresco que lleva mezclado por un ligero deje a cuero.

—Es un hijo de puta—declara mi compañero y sonrío.

Me enjuago las lágrimas de los ojos con el dorso de una mano y convengo:

—Lo es y yo una estúpida por haber estado con él. Creo que la chica con la que se acostó no fue la primera con la que me era infiel. Tengo sospechas pero aún así...no quería...no quería dejarle. Lo odio. Lo detesto.

—Es un buen momento para dejar de amar a las personas que nos hacen daño. Pero odiar a alguien no es un buen motivo.

—¿A qué te refieres?

—Amar y odiar están lejos de ser contrapuestos ya que ambos implican el mismo esfuerzo. Odiar es una manera de estar atento a la otra persona, de dejarnos afectar por lo que dice, por lo que siente, por si se acuesta con otra o no lo hace. Exactamente igual que en el amor. Son dos maneras de amar. Creo que la indiferencia es la mejor alternativa.

Mi cabeza hace un cálculo mental para traducir lo que acaba de decirme:

1. Si odio a Mark, lo amo.

2. Si amo a Mark, lo odio.

3. Entonces, amar y odiar es una mierda.

¿Quién dijo que el amor no es cuestión de lógica?

—Para ti es fácil decirlo—me giro y lo observo de costado.

Instante en que encuentro algo que me llama la atención.

En el cuero cabelludo, sobre la frente, donde le nace un mechón de pelo rubio se percibe una mancha de sangre. Está fresca.

—¿Y eso?—murmuro.

Él parece incomodarse de inmediato y se cubre la herida con flequillo.

—Oh, no, no es...

—¿Qué te ha pasado ahí?—le pregunto—. Diablos, se ve terrible.

—Descuida, no es nada—señala Cole y busca en sus bolsillos un pañuelo con el que se limpia la sangre y maldice en voz baja.

—Sí—dice él—. Pero estábamos hablando de ti. ¿Te has dado cuenta lo idónea que eres para cambiar de tema cuando se trata de tu bienestar?

Me encojo de hombros. ¿Lo soy?

—Acabo de conocerte—me excuso.

—No pierdas el tiempo enterrada en el pasado, Ann. El tiempo se nos termina en cualquier momento.

—¿Cole?

Él parece tranquilizarse al percibir que ya no sangra.

—¿Qué te sucedió ahí?—insisto.

—Tuve un golpe de camino a la galería. No te preocupes.

—Mi padre está solo...—murmuro retomado el viejo tema de conversación ante la emergencia de tener que hablar de ello y cambiar lo de su herida ya que parece avergonzarlo—. ¿Crees que debería llamarle para saber cómo está?

—¿No lo has hecho?

Niego con la cabeza y agacho la mirada.

—No....—admito con vergüenza—. Él está con su nueva esposa y serán papás. Eso no... no se lo he podido perdonar.

El recuerdo de mi madre impacta de lleno y me siento más sola que nunca.

—Hazlo. Tu madre amaba a tu papá, ¿verdad?

—Como a nadie en el mundo. Nos amaba y dedicó su vida a nosotros—admito recordando a mamá y a Mark. Él vino a llenar el vacío que mamá dejo al irse pero cuando mi ex desapareció también de mi vida, mi mundo se volvió un agujero negro arrastrando todo dentro de sí.

—Sin el perdón, vivimos atados—murmura—. Piensa en ella. Quiere verlos felices a cada uno de ustedes. Si tu padre lo es ahora con otra mujer, ¿qué más podría enorgullecer a tu madre que eso?

Cole camina delante de mí mientras estoy sentada en la banqueta de piedra. Miro mis manos. Tengo sangre en las yemas de mis dedos. He rozado su herida ¿sin querer?

Pienso en las palabras de Cole y después de todo, no era tan frío e insensible. Hasta parece que quería encontrar el momento idóneo para hablar conmigo. Mamá siempre decía que todos tenemos un pequeño dolor en nuestro interior aunque en algunos, ese pequeño dolor es tan grande que pide a gritos una caricia.

Y peor aún es cuando son dos personas con un dolor tan grande se encuentran, que al intentar disimularlo, les termina saliendo bastante mal.

Acabo de corroborar que soy un ejemplo de ello.

—Cole, ¿estuviste enamorado alguna vez? —pregunto y levanto la mirada.

—¿Cole...?

No está.

Se ha ido.

Me ha dejado sola.

Demonios, debí haberlo supuesto.

Me pongo de pie y salgo a buscarlo. Me meto por el lateral izquierdo mientras marco el número de Abby para llamarle. Me informa que ha terminado el recorrido hace cinco minutos con el grupo de turistas. ¿Cuánto tiempo me pasé en stand by pensando en mamá y en Mark y en la tristeza de la que no me puedo desaferrar?

Ando entre las lápidas para llegar a la entrada.

Más rápido.

Y más.

Miro el móvil.

Tengo una notificación que me deja helada.

Me detiene.

El periódico online al que estoy suscrita me ha dejado un mensaje errado.

Y de pésimo gusto.

COLE SPROUSE MURIÓ EN ACCIDENTE DE TRÁNSITO.

No es cierto.

No lo es.

Cole Sprouse estaba hablando conmigo hasta hace un momento.

Tengo sangre en los dedos que lo comprueban. Tengo su cazado...

Su cazadora.

El frío me vuelve a envolver y mi corazón se paraliza.

No tengo su cazadora puesta.

Me vuelvo al banco de piedra en la plaza central. No está. La cazadora de Cole no está.

Se la llevó. Probablemente se ha llevado su cazadora.

Miro mis dedos buscando la sangre, el único rastro y una punzada se clava en mi pecho con fuerza aún peor.

No está.

La sangre no está.

—¿Cole? —Murmuro buscándolo entre las lápidas con la mirada—. No es gracioso lo que haces, ¡sabes!

Los ángeles de mármol me observan, se burlan de mí.

Las fotos de los muertos se vuelven demasiado persecutorias con sus miradas y sus sonrisas. Si la gente es tan feliz cuando se les toma una foto, ¿por qué se muere? ¿Por qué se matan?

Él estaba aquí. Abby lo podrá probar. Su clan de seguridad lo podrá probar.

Miro nuevamente mis mensajes.

Pero opto por ir directo a la noticia mientras la voz de Cole resuena en mi cabeza...

Cole murió a las siete de la mañana de un golpe en la cabeza en un accidente de tránsito. El recorrido por el cementerio empezó a las 7:40.

"Tuve un golpe de camino a la galería. No te preocupes."

Oh, no. No, no, no.

Cole murió a las siete.

Son las diez.

—¿Cole? —murmuro y vuelvo al banco de piedra maciza.

Estoy sola.

—¡¿Cole?!

Estoy sola.

—¡No...es...gracioso!

Encuentro algo.

Hay algo.

En el suelo, una pequeñita mancha llama mi atención y me anticipa que no todo se ha descarriado.

Una gota de sangre.

Cole estuvo conmigo.

Él estuvo, ésta es una prueba.

De pronto me armo de valor y salgo corriendo buscando a Abby para corroborar que no estoy loca...

PRÓXIMO CAPÍTULO: DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS.

 +info en instagram.com/luisavilaok

Continue Reading

You'll Also Like

185K 5.6K 7
[Disponible solo los primeros 5 capitulos] No estaba escrito que sus caminos se cruzarían. Pero un simple diario íntimo y una declaración indirecta d...
135K 16.7K 75
La historia trata de una escritora qué se hace famosa por un golpe de suerte y un buen descubrimiento de parte del editorial, su nombre Sarocha Chank...
466K 36.9K 167
~SINOPSIS DE LA 1ª PARTE~ Anya Forger, la adorable y telepática niña, se ve envuelta en un enredo de rumores junto con Damian Desmond, el hijo del pr...
2K 307 12
Una tragedia. Un accidente; una muerte. Y un reloj de arena tan poderoso capaz de cambiar el tiempo y la realidad. Me llamo Nahuel, tengo veinte años...