WHAT?! | Jeon JungKook.

Par PWatermelon

66.5K 2.4K 1.4K

❝Desde la primera vez que te ví, supe que serías un gran problema para mí, JungKook.❞ ... Plus

✨➖W H A T?!
0.01 »» Bienvenido, joven Jeon.
0.03 »» Niña (I).
0.04 »» Niña (II).
0.05 »» Ay, Jeon JungKook.

0.02 »» No me interesa.

5.7K 331 286
Par PWatermelon

🍑➖Advertencia de melón: Capítulo que puede llegar a irritar al lector. Si han de comentar, florecitas, por favor con mucho respeto. Se los agradece este meloncillo.  💖


✨🌙✨


—Veamos y analicemos—dicté, mientras daba pasos largos desde los casilleros azulados hasta las paredes blanquecinas—. HyunHae ha quedado con TaeHyung. Mineun con HoSeok, de manera muy impredecible a decir verdad—recalqué, curiosa y ambigua, pensando en cómo diablos ella había corrido con tanta suerte y con tal agrado. Proseguí, segundos después, obviando lo anterior—. SooMi con su bollito de maní... Bien, sí... ¡Y ahora...—resoplé, tratando de calmarme y de no enojarme demasiado; sin embargo, una vez recordé toda la desgracia por la que estaba pasando, todo atisbo de serenidad y paz se fueron al mismísimo averno, al infierno más pútrido e infinito. Y solté, completamente enfadada, sin ápice de vergüenza por lo que creyesen los otros alumnos y menos mis compañeros en el aula—, yo soy la única loca del retrete que quedó con un completo desconocido! Es decir, ¿cómo? ¡Y para más: uno nuevo! ¡Un posible novato! ¡Joder! ¡Qué tengo una suerte del infierno!—reí de forma sarcástica, mientras alzaba los brazos frente a los rostros ambiguos de mis amigas y me paseaba como una desquiciada de un lado a otro—. Y es que, ¡wow! ¡Y se supone que debo cuidar del jodido muchacho porque si no me bajan la nota de la asignatura! ¿Es eso justo? ¡Es un putísimo chantaje!—vociferé escolarizada y muy indignada, dando un fuerte y sonoro pisotón al suelo encerado. 

Y es que aún no lo entendía. Digo, ¿Cómo era posible que yo era la única que había tenido un cambio de pareja con alguien totalmente desconocido (porque sí, nunca lo había visto en mi vida), y mis otros compañeros habían quedado con gente monótona y completamente conocida? En serio, cielos. Quería entenderlo desde todos los ángulos posibles. 

Pero, rayos, no podía. Simplemente no podía. 

Me preguntaba en serio, ¿En dónde demonios había quedado el "ingresos viejos harían equipo con los nuevos"? ¿O el jodido derecho de igualdad? ¿En el bar de la esquina, acaso?

¡Por Dios, de verdad! ¡Me habían timado y de la manera más vil! Es decir, estaba muy enojada y ofendida. Y... ¡Agh! ¡Qué les dieran a todos por el jodido año! Sólo querían hacerme una mala pasada por aquel accidente, lo sabía. Y es que, ¡Demonios! ¡No era justo! ¡No era para nada justo!

—Calma, Kiyong—me aconsejó HyunHae, tratando de que mi increíble molestia se esfumara con unas palabrillas minúsculas. Porque sí, lamentablemente eso eran para mí; palabras minúsculas y sin sentido alguno.

¡Dios, de verdad! Debía estar haciéndome una broma muy pesada porque lo último que quería en ese momento era calmarme. ¡Por todos los cielos! ¡Era in-jus-to! ¿Cómo diantres podía pedirme que me calmara? Joder, es que no podían sólo cambiarme a mí y a los demás no. 

Reitero: ¿Dónde quedaba el derecho de igualdad? ¿Dónde quedaba su ayuda profesional? ¿En el cafetín de la academia, acaso? 

Y es que el problema ante aquello no era tanto convivir con uno nuevo, sino tener que empezar desde cero con absolutamente todo. A ese chico tendría que implantarle la coreografía desde el inicio, enseñarle los movimientos más básicos y cambiar otros que eran demasiado femeninos (posiblemente para su gusto. Yo qué sé).

La cosa es que prácticamente debía hacer otra vez la coreografía. Y no, no había tiempo ni de sobra. Ni de nada, joder. Definitivamente todos estaban locos. Jodidamente locos.

—¡Por Dios, HyunHae! ¿Cómo esperas que me calme si estoy por entrar en pánico ahora mismo? ¡Debo empezar desde cero con todo! No sé si podré congeniar con ese chico tal como lo hago contigo y no sé si podré siquiera arreglar algunas cosas a tiempo. Es demasiado frustrante—espeté rabiosa y bastante molesta (quizás hasta un poco pasada de quejica), desvariando mi caminata por el pasillo y sujetándome los laterales de la cabeza. Porque sentía que me iba a dar algo por toda la rabia que llevaba contenida. Francamente estaba muy fuera de mí en ese momento—. Y lo más estú-

Corté de golpe, pausando mi habla, y no porque no tuviese con qué seguir replicando y gimoteando como si fuese una loca desquiciada y furiosa, sino porque pude distinguir aquel matiz entristecido en la mirada de mi mejor amiga una vez bajó la cabeza, bastante afligida. Quizás por creer que estaba siendo una insensible con dicho problema. Y, santas patatas... La única que estaba exagerando allí era yo

Por ello, no tuve más opción que dar un respiro gigantesco al caer en cuenta de que aquella no era la manera adecuada de hablarle a mi mejor amiga (y a nadie, en realidad). Es decir, estaba siendo demasiado brusca (más de lo usual). 

Y es que bueno, está bien. Sí, estaba molesta; sin embargo ninguna de ellas tenía la culpa de lo que en ese momento me sucedía.

Era cierto que lo que había hecho el profesor Kang era una jugada bastante baja, a mi parecer. No obstante, comportarme justo y si como si el mundo se fuese a terminar no era lo más adecuado para la situación. 

Debía ingeniar un plan para seguir. 

Aquello era sólo una traba en mi camino y obviamente no daría el brazo a torcer si el maestro creía que colocándome un obstáculo me iba a detener (Porque el que me juntara con un chico que jamás en mi vida había visto era eso; un obstáculo. Uno que debía superar costase lo que costase) Les iba a demostrar a todos que con HyunHae o no, yo tendría el protagónico. Aún si no me quedase más opción que forjar la disciplina y la soltura en aquel cuerpo masculino. Yo lo lograría. 

Y bueno... Ya, como dije: también estaba siendo demasiado demente en ese instante. ¡Vamos! ¡Qué no era tan difícil! Sólo necesitaba hacer unos pequeñísimos arreglos y ya estaba. No era tan necesario entrar en pánico en ese entonces.

Bien. La verdad es que era una exagerada y una inestable de mierda. Lo admitía con creces. 

—Lo siento...—oí el excusar de mi amiga segundos después, emitido con un tono decadente y carente de energía (valga la redundancia). Volví a tragar y me acaricié la parte externa del codo, mientras la miraba de frente, un tanto apenada—. No quise enfadarte, Kiyong... Lo siento, en serio.  

Abrí los labios luego de oír aquello, permitiendo de ellos un ligero espacio y asimismo un tenue pero cargado suspiro. Acto seguido, tragué saliva pausadamente, en un gesto de por sí trémulo y avergonzado, expulsando otro inspiro un tanto afligido.  

Diablos. Me sentía como la peor en todo el mundano mundo. Había hecho que el ánimo de mi pequeña se bajase a subsuelos y eso no era correcto en el cuadro de felicidad de los melocotones vivaces.

Era un ogro.

Yo era un ogro. 

Y lo había sido de una forma tan poco condescendiente con ella. 

Ciertamente notaba que le debía una enorme disculpa, por lo cual aspiré todo el aire que pude y le sujeté de los hombros, con mucha delicadeza. Al hacerlo, HyunHae alzó el rostro una vez mis manos rodearon su espalda, atrayéndola a mí y haciendo que me abrazara, con intención de que siquiera me perdonara. 

Casi al instante fui capaz de percibir sus brazos sobre mi espalda, dando a entender que estaba más que excusada. Y me sentí bastante aliviada, menos culpable. Porque sí, había notado lo maleducada y lo altanera que había sido con ella (con ellas). 

¡Cielos! En serio debía controlar mis ataques de ira y mis (aún), ataques de chica puberta. De hecho, conocía bien que un día de esos diría algo o haría algo de lo cual iba a arrepentirme no muy tarde pero, como siempre, sólo respiraba fuertemente y lo dejaba pasar, lo obviaba y olvidaba. Y todo por el simple hecho de que tenía fé en que podría controlarlo en algún momento. Sí, lo haría... Quizá con el tiempo. Guardaba esperanzas en ello.

—La que debe dar una disculpa enorme soy yo—admití, soltando su cuerpo y pasando un dedo por su nariz, como si le picase la misma—. En serio lo siento muchísimo. Sé que hacer un escándalo por algo tan vano no es correcto; y menos pagar los trastes con las personas que quiero. Es más, les felicito a todas por conseguir buenos compañeros para las audiciones y prácticas. Y me disculpo una vez más si con mis gritos les falté el respeto—hice unas cuantas reverencias hacia ellas y me coloqué recta, con las manos unidas sobre mi pantalón de deporte—. Estoy sinceramente apenada.  

—No debes excusarte, Kiyong—esta vez habló SooMi: la chica más dulce y risueña de todo el instituto. Se notaba que estaba más que feliz porque su pareja era su pequeño y gordito bollito, es decir: Park Jimin. Pronuncié una mueca que vaciló entre el pesar y el desconcierto, invitándole a que continuase con sus palabras. Incluso creía que hasta podría darme buenas razones para no enfadarme en un futuro cercano—. Quizá trabajar con alguien nuevo sea bueno para ti. Oí por allí que ese conejito viene de una de las más grandes academias de Busan, por lo que su estilo de bailar podría ayudarte a ganar—sonrió amplio y se sobó la puntilla de la nariz, para seguir—: Nunca debes subestimar a los nuevos talentos. Y menos a uno tan salvaje como ese. 

Salvaje... 

Arrugué el ceño y el mismo acompañó una parte de mi nariz (por no decir toda). 

Bien, creía que él era un salvaje. Ella tenía algunos problemas, sinceramente. Aunque, bueno, SooMi podría haber tenido muchísima razón en ese entonces, si lo pensaba bien (con eso del nuevo estilo). Pero justo en ese instante lo que menos me apetecía era aprender un nuevo modo de baile, la verdad.

De hecho, ya había planeado una coreo entera desde la mugre a la suela, y no pensaba dejarla olvidada así, como si nada. Quiero decir, había trabajado muchísimas semanas y muchas noches cansadas. Me había ganado sermones, gripes incontrolables y muchísimo insomnio por no saber cómo demonios coordinaría todo. Empezar desde cero con tan poco tiempo sería un completo suicidio, una derrota nefasta. Porque, si las prácticas comenzaban desde ese día hasta después de cinco meses (lo que duraría ese niño siendo mi pareja), no podía darme por vencida con mi deseo de ser la protagonista y de hacer destacar a la academia. Tenía que hallar una solución que facilitara mi convivencia y mi participación en dicho lugar. Sin embargo aquello tampoco es que sería muy fácil de sobrellevar.

Como sea. Admitía que tener un retraso por algo tan somero como un nuevo acompañante era una idiotez, pero tampoco podía negar que aquello era algo de lo cual tomar en cuenta, y de lo que me debía preocupar.

Y... Santo Dios, de verdad sentía que no iba a poder con eso. Era demasiado imprevisto y muy molesto para mí tener que recargar mis oportunidades y esperanzas en un muchacho que apenas había mirado unos míseros cinco segundos. ¿Cómo conectaría con él durante las prácticas? O, ¿Cómo haría para verlo sin la necesidad de salir huyendo? Era muy exasperante siquiera pensarlo.

Me pasé las dos manos por la cara y estiré mis mofletes hacia abajo, dejando que de mi más profundo dominio se escapara un quejido.

Hacer las cosas como quería no sonaban tan difíciles; sin embargo tampoco eran tan fáciles y sencillas. He de decir que la vocación que más quería se estaba yendo abajo y todo era la culpa de un jodidísimo viejo amargado. ¡Recórcholis! Es que jamás podría sacarme la responsabilidad por aquel incidente. 

El profesor Kang era un hombre tan rencoroso y amargado que en miles de ocasiones quise llevarle un cajón de melones a ver si se endulzaba. O se alegraba siquiera un ápice. 

¡Y diantres! Mis padres me aniquilarían. Ellos estaban muy orgullosos de que su hija asistiese a una escuela prodigio, y que no consiguiese el primer puesto sólo les decepcionaría.

Ugh, odiaba que todo en mí dependiese de la buena actitud y talento que poseyese un chico exageradamente raro. Porque sí, no se me había olvidado la petulante y socarrona sonrisa que me había soltado en el salón de ensayo.

Maldito bastardo, ¿quién se creía? ¿El emperador de Egipto?

—Ya, suficiente. ¿Hablarás con el chico y te pondrás de acuerdo para planear la coreografía?

—Mineun, si tuviese ganas de hablarle o acercarme ya lo hubiese hecho—dije con algo de tedio, sujetándome el puente de la nariz y negando a lo dicho.

Mi amiga se mofó de mi respuesta y me dio un fuerte apretón en la mejilla, como un "Deja de replicarme mal o te sacaré un ovario". Después de quejarme por el tremendo apretón que me dio, me sobé la parte rojiza de mi lívido pómulo y viré los ojos al ver a ese muchacho.

Sí, el chico se hallaba a (según deduje), sólo veinticuatro pasos y al cruce a las máquinas expendedoras. Lo miré detenidamente.

Tan extraño...

Fruncí el ceño al ver como el bollito de SooMi le revolvía el cabello y él reclamaba graciosamente para luego reírse de ello. Ah, entonces ellos se conocían. ¡Wah! Ahora entendía el porqué Jiminnie le había palmeado el hombro antes de salir de clases.

Chasqueé los dedos, como si hubiese hecho un hallazgo de lo más excepcional. Y es que, ahí lo comprendí como si fuesen insignias de cristal que otorgaría el más prestigioso guía explotador. Lo único que me faltaba era que él fuese de los jodidos niños bonitos (alías populares) del instituto (que cliché, por Dios).

Es que sinceramente yo no tenía buenos días en ese lugar, y no los tendría tampoco. Pero bien, daba igual. Lo sobrellevaría de igual manera.

—¡Oh! ¡Oh! ¡Allá está el muchacho!—vaya qué Mineun siempre sabía disimular en esa clase de circunstancias. Y obvio, mientras estaba señalando al chico. 

Claramente, la forma en la que expandí mis párpados al darme cuenta de ello no pudo ser ni medio normal, en serio. Entré en pánico, literalmente, y tuve que verme obligada a meterle en la boca un pañuelo con el que me limpiaba la nariz, para que cerrase la bocaza.

Asco, ew.

Pero bueno, lo del pañuelo no lo sabía ella y no tendría porqué saberlo. Después de todo, eso se lo llevaba por gritona.

—Calla, calla, calla, joder—imité varios gestos exagerados con mis brazos, manos y dedos para que se callase de una vez por todas. Miré a ambas esquinas y cogí de las manos a las tres chicas que estaban conmigo, hasta arrojarlas al primer pasillo vacío que había visto. Entré a un salón desolado con ellas aún sujetas de mis manos y cerré la puerta de un portazo para nada delicado. Me giré a verlas, con una mirada envenenada y propia de una película de asesinatos—. ¡¿Es que estás loca, Mineun?! ¿Cómo melocotones vas a gritar eso en medio del pasillo? ¡Ese chico pudo haberme visto!

La nombrada viró los ojos y se cruzó de brazos al oír mi escándalo. Quizá volvía a ser demasiado exagerada con ello. Sin embargo me sentía incomodísima con un chico que no conocía. Aunque cabe decir que jamás me había costado hacer conocidos y esas cosas; netamente sentía que había una cosa en él que seriamente no me gustaba para nada. 

Mis tres amigas me vieron como si estuviese bajo una sobredosis de cafeína, con las cejas alzadas y con los ojos bien abiertos. Chasqueé la lengua, por segunda vez, con una expresión hastiada a la par de irritada. Que me viesen como loca si querían, ellas no pasaban por la misma desgracia y vergüenza que la mía, al fin y al cabo.

—Creo que estás haciendo mucho escándalo, Kiyong—comentó HyunHae y me tuve que abstener de resoplar como un potro endemoniado—. Conserva la calma. Seguro que no estás sobrellevando las cosas con serenidad y frialdad. Jamás te había visto tan alterada con un tema tan ridículo. ¡Por favor! Hace muchísimo trabajaste con MinHyuk del departamento de danza moderna y no te pasó lo mismo que ahora. ¿Qué te incómoda del nuevo?  

Ahogué una queja bastante penosa y negué a la pregunta, soltando una tozuda respuesta.

—No es nada. No me incómoda nada. A decir verdad ni siquiera me importa... No del todo.

—¿No del todo?

—Bueno... Bien—inspiré, cerrando los párpados, y luego los abrí, mordiéndome la carne interna de la mejilla—. Ese chico tiene algo. Algo que no me inspira confianza. De hecho, mi incomodidad no es sólo por no conocerle, sino por no saber quién es realmente—recordé el gesto ególatra que me dedicó en el salón de danza y articulé una mueca asqueada—. Luce petulante. ¡Y Dios! ¡Yo no me llevo con gente mala sangre!

—¿Mala...? ¿Sangre? ¡Oh, Dios! ¡¿No tiene buena circulación?!—SooMi exclamó horrorizada. 

Reí vagamente. 

Sí, me reí de su ocurrencia tan inocente y por la forma en que lo había dicho. 

Aclaré de inmediato:

—Digo que no me atraen las personas sobrevaloradas y que se creen el último melón de los abastos, ¿lo entiendes?—ella asintió no tan convencida de haber entendido mi explicación frutal, y justo cuando creía que mi paciencia y cordura decaían, el timbre de receso resonó por todo el edificio. Suspiré (parecía que en ese entonces era lo que más sabía hacer). Tenía un rato libre donde se suponía debía charlar con el chico nuevo. O bueno, con mi compañero, para explicarle los normativos esenciales y mostrarle las instalaciones y salones de baile—. Debo irme. Le prometí al maestro Andretti que llevaría al chico por un tour educativo para que conociese la planta. Y saben que no puedo fallarle.

Las tres chicas hicieron un gesto que delataba la compasión y me palmearon con suavidad ambos hombros, dándome fuerzas. 

Salimos seguidamente del salón en el que estábamos y mientras ellas se iban por el lado contrario, yo regresaba al pasillo de donde había venido, sintiendo la necesidad de que ese JungKook se encontrase en el mismo espacio que el mío. Sería una perdida de tiempo si me tocase buscarle por las aulas, canchas, terrazas y esas cosas. No estaba de humor para perseguir a un jodido niñito. Si hasta presentía que me iba a bajar la menstruación por mi mal humor, ugh. Qué belleza de día.

Para mi sorpresa, él se había ido de las máquinas expendedoras en dirección no identificada. ¡Vamos! ¡Qué no era un bendito radar para saber dónde naranjas estaba! Respiré fuerte y solté aire de una forma tan grotesca que comenzaba a creer que era una bomba con caducidad instantánea.

Genial. Me tocaría buscar al chico como si estuviese jugando al escondite. Tomé el dorso exterior de mi barbilla y cavilé en mí misma a dónde iría un chico nuevo y que no conociese las instalaciones principales.

—No creo que...

Rodé los ojos pidiendo equivocarme y que mi intuición no fuese tan cierta. Si él estaba allí confirmaba mis sospechas de que era como un bebé chiquito y que realmente era un vago de lo más jodido.

*****

No podía ser cierto. Me había equivocado al creer que el chico se hallaba en la cafetería de niños menores de diez años. 

Bueno, ¿de qué me quejaba? Tampoco era como si tuviese mucha cara de infante, al fin de cuentas. Aunque, eso... Eso no... No lo sé, ¿vale?  No alcancé a detallarlo mucho tampoco.

Y bien, pensé en que se hallaba allí simplemente porque ese lugar era genial. Tsk, ¿Quién no iría? ¡Tenían un dinosaurio de juguete y regalaban postres a los visitantes! Cualquiera estaría allí.

O al menos yo sí.

En todo caso, no encontrarlo, inevitablemente, me decepcionó bastante. Ahora menos sabía dónde rayos se hallaba el muchacho y era un enorme problema, obviamente para mí. Mi hora libre se reducía cada vez más y pronto comenzaría la clase de la señorita Margaret, de corte y costura. ¡Y no me perdería esa clase por nadie en el mundo! 

Aceleré el paso cuesta arriba, por las escaleras de la tercera planta. Si él no se hallaba en el departamento de danza infantil y menos en la cafetería de los mismos, debía estar ensayando en mi aula favorita: La sala de los espejos.

Visualicé cada puerta abierta y me alcé en las ventanillas sobre los estantes de madera de las otras aulas, sólo para descartar los posibles lugares. 

No perdía nada con intentarlo, ¿cierto?

Al ver la entrada a la sala de espejos, oí una suave (pero lo suficientemente movida) música que sobresalía de mi cuarto favorito. 

La melodía iba lenta, muy sutil y parsimoniosa, pero luego se transformaba en una electrónica y demasiado pegadiza. Creí reconocer la canción, por lo cual dancé inconscientemente durante todo el tramo hasta la puerta del salón. Me elevé de puntillas mientras mis dedos y cabeza aún seguían al pie el ritmo electrónico de la melodía y, al girar a la izquierda; ví a un chico.

A ese chico.

Estaba de espaldas a mi vista; sin embargo parecía muy concentrado con su baile al estilo libre. 

Se percibía serio, con un ligero aire de perseverancia y muchísima dedicación.

Ojeé sus zapatos: Eran de un color negruzco con algunas líneas que variaban entre tonos neutros y otros coloridos (para ser exactos eran botas negras con líneas blancas, azules y rojas). Ya no llevaba el jersey rojizo sobre su cuerpo, se lo había quitado y ahora sólo vestía una camiseta blanca bastante monótona y sencilla, de mangas cortas. 

No llevaba pantalones.

Bueno, no me malinterpreten; traía bermudas cómodas y mucho más accesibles para una ardua práctica de música animada.

Odiaba admitirlo, en serio que sí, pero se veía que le ponía muchísimo esmero a su baile improvisado. La forma en la que movía el cuerpo con tan precisa fluidez casi alcanzaba la excelencia en mi ranking de talentos natos. Sus movimientos eran fuertes, pero al mismo tiempo delicados y con bastante técnica. Sus brazos se desplazaban uno de otro con tanta suavidad que de verdad sentía unas inmensas ganas de entrar y bailar, de acompañarlo.

Joder, lo reconocía al fin de cuentas. Tal vez lo había juzgado mal en su tiempo. Porque él no se veía tan vagabundo como creía, después de todo.

—¿Qué miras?—le oí decir, mientras salía de mi ensimismamiento y denotaba como detenía su movimiento ametrallador de pies, para luego mirar directamente al espejo que fácilmente me reflejaba como una espía encubierto. Tragué duro, haciéndome daño en el proceso. ¡Cielos! ¡No, no, no! ¿Desde cuándo sabía que yo estaba allí? Qué vergüenza—. ¿Piensas entrar o te quedarás afuera?

Contuvé un exhalo asustadizo y descendí del borde que sobresalía de la puerta, tosiendo un poco (para aliviar la tensión), y sin siquiera tener la osadía de mirarle como si fuese un moco pegajoso. ¡Ugh, qué bochornoso! Me había cogido desprevenida. Anduvé todo el pasillo debajo del umbral de la entrada y fijé mis pisadas sobre la madera reluciente y bien cuidada del salón de espejos, plantándome a unos veinte pasos de aquel muchacho. 

Carraspeé, como si nada hubiese pasado.

—Pensaba entrar de igual forma—respondí a su pregunta, con indiferencia y neutralidad. Se me daba bien el disimular (o eso creía). El chico puso una cara de comprenderlo y luego fue por una toalla para secarse el sudor. Le ví unos segundos, detallando como las gotas que transpiraba por los poros del cuello le caían por sobre la espalda y se perdían en su camisa blanca. Vaya, ¿desde cuándo estaba allí? Estaba sudadísimo. Aclaré mi garganta, antes de proseguir—. El maestro Andretti me ha dicho que debo ser la encargada de darle un tour por la instalación de artes. Estaba buscándole por los pasillos pero no logré encontrarlo.

—¿Y entonces?—cuestionó desinteresado, haciendo que yo arrugase el ceño y le mirase con cierto recelo.

—¿Y entonces qué?—repetí su pregunta, añadiendo un "qué" a lo último, lo cual confirmaba mi desconcierto ante su interrogante—. Disculpe, no le entiendo. ¿Podría explicarme, por favor?

—¿Que qué pasa con eso?—contestó segundos más tarde, de mala manera, tomando unos CD's de su bolso de práctica y viendo detenidamente las canciones que, supuse, quería ensayar luego—. Anda, prosigue.

Ah, sí. El maestro quiere que usted conozca las instalaciones y se sienta como en casa. Desea que su persona tenga una-

—Basta—soltó, interrumpiéndome.

Enarqué (si es que era posible) muchísimo más el entrecejo, lo suficientemente aturdida como para observarle con gran expectación. Y no me limité a la hora de hacerlo saber, porque de una forma muy ambigua solté un:

—¿Qué...?—pregunté confusamente—. ¿He dicho algo que le-

—¡Cielos!—alzó la voz de un momento a otro, y no pude hacer más que dar un brinco por su altanería tan inadecuada. Acto seguido dejó la toalla blanquecina sobre el reposa-manos de la pared y se giró a la derecha, mirándome fijamente, fatigado y aparentemente algo resentido—. No soy un anciano para que me hables tan formalmente. Seguro que sólo nos llevamos un año como mucho y es todo. ¡Ya basta de tanta formalidad! Y una cosa—entrecerró los ojos seguido de ello, sorprendiéndome aún más de lo que estaba—: el que sea mayor que tú no te da derecho a llamarme Oppa, ¿lo entiendes?

—Pero...—¿Qué diablos? Me atraganté tratando de deslizar la saliva por mi garganta. ¿Qué le sucedía como para dirigirse a mi persona de dicha forma tan desdeñosa? Un segundo, ¿había dicho qué no tenía derecho de llamarle Oppa? ¡Ni siquiera pensaba decirle Oppa, por el amor de Dios! ¡Yo no era como las chicas de allí! Venía de Japón y ni siquiera les añadía etiqueta a mis parientes más cercanos. Para mí algo como eso sólo sentaba como una perdida innecesaria de saliva y tiempo. ¡Válgame Dios! Era peor de lo que pensaba. ¿Cómo diablos lidiaría con alguien así? Fruncí las cejas con un atisbo de desdén y bufé tan fuerte que casi pude distinguir una pequeña erupción acuosa salir de entre mis fauces—. No pensaba llamarte-

—No me gusta esa palabra—añadió casi simultáneo a mi queja, arrugando el ceño y bajando el rostro, como si se quedase pensando en algo demasiado profundo—. Suena extraño.

What the fuck?

Retuvé la risa, en serio.

Casi me caí al suelo sólo para partirme de la enorme carcajada que reprimía y no le permitía salir. Seguro estaba jugando conmigo, ¿verdad? ¿Cómo iba a decir que ese tipo de ficha sonaba extraño siendo él de ese país y poseedor de dichas raíces? ¿No era coreano acaso? Porque, para alguien que ha vivido toda su vida en un lugar como aquel, suponía que debía estar súper acostumbrado a dichas etiquetas y apelativos si era de allí. ¡Por favor! Definitivamente era muy extraño.

—Como sea—continué, ignorando su negruzca mirada intensa y las detestables gotas que aún escurrían por sus sienes. No era por nada, pero a decir verdad me daba cierta repulsión ver a otra persona sudando. Era un problema y, sinceramente, si lo toleraba sólo era si dicha persona era cercana a mí, de lo contrario me resultaba en demasía molesto—. Si quieres que te trate como uno más del montón y no utilice la formalidad contigo, lo haré. Pero eso sí, no te creas que me fiaré de un recién llegado. ¡Y por supuesto!—recalqué, sonriendo sarcástica, con brote de sorna—. No me crees problemas.

—Lo mismo digo—contraatacó, dándome una sonrisa ladina que me crispó los vellos del cuerpo. Cerré los puños, por pura precaución a mis inevitables latidos, y mordisqueé mis carrillos. ¡Diantres! Cuando quería ser un pedante de mierda lo era sin perjuicios—. Ah, parece que eres mi compañera para las audiciones del departamento de arte. Espero tengas en cuenta que no me gusta hacer las cosas mal y que si eres una floja no me convendrá, ¿verdad?—comentó aquello con una de sus cejas enarcadas y con una expresión neutra a la par de intrigada.  

Moderé mi vocabulario antes de responderle por el simple hecho de que si decía lo primero que pensaba, netamente no me sentiría bien para nada. Así que exhalé, sujetando ambos costados de mi cadera y lo miré fijamente, visualizando cómo sería si partiese un vidrio y le dejase calvo en un instante.

—Mira, niño. No tengo intenciones de caerte como flores en la primavera y menos como hojas en el otoño, ¿bien? Si quieres que esto funcione y que hagamos las cosas excelentes para que nos tomen de protagónicos, deberás dejar esa chulesca forma de ser y comenzar a trabajar. Y sobre todo, a ser educado. ¿Qué te han criado en un barril de piojos? No puedes hablarme de esa manera.

El chico hizo un gesto con la mano que sinceramente no entendí, y chasqueó la lengua, diciéndose unas cuantas cosas para sí mismo. Las cuales, obviamente y por la distancia entre ambos, tampoco alcancé a escuchar. 

Cuando asimilé con detenimiento mi forma de replicar a sus palabras, lo noté. Había sido una descuidada y una completa maleducada. Ugh, si mis padres me escuchasen. Había metido la pata.

Seriamente hablarle de esa manera había estado muy por debajo de como yo era y muy sobre mi estancia de educación. Y es que ahora que lo pensaba; JungKook no había dicho nada que fuese tan inapropiado. Sí, me había dicho floja, pero no me ofendía en sí ya que yo de igual forma le hubiese dicho exactamente lo mismo. Es decir, ¿Quién diantres quiere trabajar con alguien flojo? Nadie, sin duda alguna. Y eso era algo que yo tampoco quería hacer.

—Qué sutil—ironizó en voz baja, para él mismo, pero esta vez lo suficientemente alto para que yo lo escuchase. Además de acompañar sus palabras con un virar de ojos, seguida de una inclinación para tomar una botella con agua que se situaba en el suelo—. Y el maleducado fui yo. Qué novedad—chistó, arrugando el ceño y dándole un trago a su bebida. 

Permití que de mis labios saliese un jadeo y quité las manos de mi cadera, dejando que cayesen a mis costados.

¡Cielos y más cielos! Tenía razón. Por más que me costase admitirlo era mi compañero de danza y, aunque no me gustase, la que había hecho falta no había sido nadie más que yo. Le debía una disculpa.

Aspiré todo el aire posible y lo liberé con moderación, luchando por calmar el incontrolable temblor debido a los nervios que se habían intercalado a mi cuerpo con sólo ver como él emanaba un aura demasiado diferente a lo que yo estaba acostumbrada. 

Bien, necesitaba comenzar desde cero. Quizá excusarme y luego presentarme sería lo correcto, sí. Sin embargo cuando tenía unas inmensas ganas de llevarlo a cabo, él comenzó a bailar de nuevo, ignorándome por completo y haciendo como si yo ni siquiera existiese. Qué fastidioso. Y eso que traté de llamar su atención varias veces, sin muchos resultados, efectivamente.

—Oye...—murmuré cabizbaja, con letargo. JungKook sin embargo, siguió con su ardua práctica y me volvió a ignorar, por duodécima vez. Chasqueé la lengua y solté un 'Tsk', exasperado. ¡Ni siquiera me dio una mirada cuando estuve viéndolo como una idiota por el espejo principal! Rendida ante mis intentos por hacer que el irascible muchacho me tomase en cuenta, arrimé mi cuerpo a la consola de música que suponía era suya, y vislumbré como los botones azulados tenían forma de rayos animados, muy monos a decir verdad. Eso me hizo recordar—: También tengo una radio que posee botones coloridos y forma inusual a las demás. Aunque ahora está rota—suspiré, bajando la cabeza y sujetándome los dedos unos con los otros.

Incriminaba a mi persona el que gran parte del que estuviese descompuesta era mi culpa. Yo la había dañado. Si no me hubiese enfadado y no hubiese lanzado y zarandeado la pobre radio contra la butaca, posiblemente esta seguiría viva. Inspiré, en el proceso que veía como el pelinegro seguía moviéndose enérgico y bastante bien. Y pensé: Bueno, al menos tendría un buen compañero. No podía quejarme.

—No me interesa—soltó fuerte y claro, mientras deslizaba sus piernas sobre el suelo barnizado y aterrizaba a unos seis pasos de mi estancia, como si me pidiese matrimonio. Se echó el fleco hacia un lado y me dedicó una ojeada bastante esquiva, antes de articular—: Vete—literalmente me lo ordenó, mientras este se levantaba del piso y pulsaba continuamente el botón medio de la radio. Su expresión había cambiado. Ya no era la misma monótona y neutra. En ese momento lucía dura y muy irritada, como si no le gustase que estuviese allí o siquiera respirase el mismo aire que el suyo—. Mis hyungs me enseñarán la academia de pies a cabeza. Cuando vea al maestro le diré que fuiste tú la que lo hizo. No te necesito, ¿bien? Largo.

—Pero-

Aunque no quisiese confesarlo, sus palabras me habían caído como un cubo de hielo al cuerpo. 

Sentía como el pecho se me encogía y las ganas de llorar como una cría se arremolinaban en mi anatomía, sin embargo y, por orgullo, no permitiría que semejante simio bruto me viese como un pobre corderito. 

El que me creyese superflua para la misión implantada por nuestro maestro: era bastante hiriente. Y era por eso que yo, con las manos hechas puños y con la cabeza agacha, otorgué un fuerte pisotón al suelo y abrí mis labios dispuesta a decirle unas cuantas palabras. Mas, cuando tuve amago de hacerlo, él sólo sonrió ataviado de superioridad y un toque satirizado, dejándome en el limbo, completamente confundida.

—La puerta te espera, niña—señaló la entrada con ambos brazos, como si fuese un caballero de armadura plateada y yo una damisela desconcertada.

Arrugué el entrecejo e hice una mueca que vaciló entre el escepticismo y la indignación. Me planté con ambas piernas bien derechas y subí un poco el mentón una vez que él se colocó de pie y me vio directamente.

—El maestro me ha dicho que debo ser yo la que cuide de ti y la que debe enseñarte los atributos más resaltantes de este lugar. No puedo permitir que otra persona lo haga por mí. Me meteré en problemas por ello.

Al soltar aquello, JungKook se encogió de hombros y resopló tan fuerte que pude visualizar como su tórax se llenaba de aire para luego liberar. Con un ligero tedio que sabía a más de diez, que era por mí.

—¡Vamos, niña! Seguro quieres irte a una clase de costura y estar aquí sólo te retrasa—se cruzó de brazos y ladeó los labios a un lado, pasando por alto mis últimas palabras. Un momento, ¿Cómo demonios sabía que iría a una clase de costura?—. Vete. No necesito tu ayuda—volvió a decir, esta vez usando un tono más grave que su escala normal y colgándose nada más que la toalla que había usado minutos atrás. 

Rechiné los dientes por puro coraje, olvidando lo otro y pisoteando el piso de una manera muy patética e infantil. Avancé hasta la salida del salón, a paso firme y altanero.

¡Qué le dieran! Si no quería mi ayuda con las indicaciones, entonces que se las pidiese a sus amigos de cuchitril. No arruinaría mi asistencia perfecta a las clases y cursos por un muchacho fastidioso y obstinado. Que se molestase el maestro Andretti si quería, ese chico era muy terco y no atribuiría mi presencia con semejante tremolina.

Antes de cruzar la puerta para salir finalmente del aula, me giré a verlo y entorné los párpados, escolarizada, pareciendo más asiática de lo usual. Y le observé con recelo, apuntándolo con mi dedo índice, el derecho.

—¡Usted!—enfaticé—. ¡Que quede claro que usted quiso esto y no yo! Si el profesor Andretti se enfada con mi persona será toda su culpa—bramé con ímpetu, cerrando de un portazo la puerta y viendo por última vez el semblante irritado de mi nuevo compañero—. ¡Adiós!—vociferé a lo último, caminando cada vez más lejos del aula de espejos.

Estaba enfadada. 

Mucho más que cuando el profesor Kang anunció que dicho chico sería mi pareja. 

¿Cómo rayos conectaría con él? Esa era mi más grande pregunta y quería que alguien me lo dijese. ¡Porque no me explicaba como JungKook podía ser tan terco! Ni siquiera entendía que si no cumplía con mi misión no podría tener un promedio ejemplar para las próximas academias o universidades.

Era un egoísta, eso era.

Tal vez lo que quería era que permaneciese varada como una vaga inservible. O peor, que no consiguiese el protagónico del elenco. 

Virgen santa, ¿por qué engendraste a un niño tan terco y raro? Ese muchacho era una abominación para la población terrestre, y para todo el universo.

—Estúpido chico—mascullé y casi escupí a las paredes.

Luego de que pensase sobre qué haría con mi ocio, encontré al encargado de encomendarme la responsabilidad de cuidar del jodido mocoso, valga la redundancia.

Detuve mi andar y el maestro Andretti inmediatamente hizo lo mismo, sonriendo con amabilidad. Dibujé una mueca escueta en mi semblante y me mantuve al margen. Él efectuó una reverencia y yo imité su gesto, reflejando todo el respeto posible para mi maestro.

¡Dios! Si el profesor me preguntaba sobre si había enseñado el lugar al pesado de mi compañero, no sabría qué decirle.

—¿Lo has hecho?—¡Mi suerte era infinita! Inquirió, obviamente refiriéndose a aquel recado del cual muy poco quería hablar.

—¿La tarea? Huh, sí...—respondí nerviosa, ocultando mi aniquilante inquietud y los leves temblores en mis manos y piernas. Tosí—. Guay, es tarde... Me voy a clase—pronuncié otra venia hacia el hombre frente a mí y me hice a un lado del camino, deseando que el señor Andretti dejase el tema y no preguntase más; sin embargo fue tan hijo de... que me obligó a detenerme, haciendo que volviera a mi lugar.

—¿Has buscado al chico, Kiyong? Sabes que soy muy tolerante con cualquiera de mis alumnos, pero el maestro Kang no lo es—me recordó (como si ya de por sí yo no lo supiese), ocasionando que mis tripas se contrajesen y que desease pirarme de allí como toda una cobarde.

Dejé que una bocanada de pura angustia se saliese de mi boca y me encogí de hombros, sin mucho que decir.

—Pero, profesor, fui a buscar al joven JungKook y él no quiere mi ayuda. Usted mejor que nadie debe saber que no puedo obligarlo a ir conmigo.

—Eso lo sé—concordó—. Sin embargo el maestro Kang desea que vayas junto al muchacho a recorrer la academia. Kiyong, si él no los ve transitando la institución te meterás en problemas—mordí mis labios y cerré los puños en cuanto mencionó aquello. Sabía que el viejo me lo había advertido. Pero ya no era mi culpa si aquel muchacho no quería salir conmigo. O sea, a ver el instituto—. Ve a buscarle y dile que ambos se verán en problemas, seguro te hará caso de esa manera.

Diablos. Estúpido chico. 

Solté un hilillo de resignación y bajé la cabeza, como rendición. Le dediqué otra reverencia al señor Andretti y me volteé, en la dirección de la cual había venido segundos atrás.

Faltaban cuarenta y cinco minutos para que el timbre fuese tocado y me fuese a mi clase de corte y costura. Si lograba convencer al mocoso petulante de JungKook para que dejase que yo le diese el tour por la academia, serían los cuarenta y cinco minutos más largos de mi vida.

Empujé la puerta del salón de espejos y entré de un sopetón, sin mirar si el pelinegro se hallaba allí o si alguien más lo estaba. 

Pero, tuve que alzar la cabeza en cuanto la chamarra rojiza de un muchacho se topó con mi percepción ocular. 

Fui capaz de observar como unas cuantas gotas transparentes empapaban la parte blanca de la camisa que traía por debajo, dejando parte de un lunar en la clavícula simplemente a la vista. Subí más el mentón, sólo por curiosidad. Y me fue imposible no vislumbrar las cejas arqueadas y los labios entreabiertos de mi compañero de danza como si fuesen los colores más vivos y deslumbrantes que había observado en toda la mañana. 

Me sorprendió, y fue exactamente por ello que sonreí incómoda a la par de nerviosa. Quise irme; sin embargo el pelinegro sólo emitió el tenue vestigio de un gesto que nada más delataba la molestia y la exasperación. Más tarde liberó un bufido, de esos tan fuertes y cargados de frustración, que fue capaz de llegar hasta la corona de mi cabeza, elevándome unos cuantos cabellos.

—Eres realmente obstinada, niña—articuló, permitiendo que otra de esas sonrisas petulantes y bañadas de suficiencia se intercalara a sus labios. Y completó, con una pregunta que no necesariamente se notaba como molesta, sino un tanto divertida, como si le gustase la situación—. ¿Lo sabías?










 ✨ 🌙 ✨

🍑➖Nota de melón/con algunas cosas añadidas, joy/: 

Sí, tú también eres un obstinado, choncuc (aún me da risa, lmao).

Lololol. Lo admito, mis fanfics tienen un desarrollo muy lento, pero este es el primero en donde dejo que la chica conviva con el chico taaaan rápido.
Así que aplausos, watermelons. No son cosas que suceden todos los días. 👏

Ahora bien, lamento mucho la demora. Sí. Pensaba publicar hace unos días pero la universidad y el factor internet + saldo no me dejaban (créanme cuando les digo que he sufrido ㅠㅠ). He visto que le han dado un tanto de aceptación a WHAT?! Y realmente me siento muy feliz con eso (siempre voy a estar muy, pero muy agradecida, solecitos). Jgjfjg Además, estoy muy feliz porque han comentado y/o interactuado (perdón si no he respondido a los comentarios así sea con una gotita de mi amor ㅠㅠ 💔 Soy una mala persona, ugh/ Lo creo incluso ahora porque aún me falta responder a varios. Pero lo haré mientras vaya actualizando los capítulos corregidos, ¿sí?), en el inicio y en el primer capítulo y jdjfjdjd, espero sea así todo el tiempo.

Amo los comentarios, terrones, así sé si les gusta una parte o sus posibles reacciones al leerla. Saben que los acepto mientras vayan con respeto de por medio. Así todo es más bonito, bebés.💕

Estuve leyendo: ¡No soy SeokJin! Y se las recomiendo, mucho, muchísimo ~. Ay, amo esa obra *inserte cara de enamorada* es tan hermosa y me pone tontísima 💕

Sí... Y... ¡Puras flores de colores! ¡Lloré cuando ví a BTS cantando DNA en los AMAs! Se veían tan geniales, tan preciosos. Ya, Jenny es una sensible/mas sigo sin olvidar ese día tan bonito para BTS y Army ㅠㅠ

¡Oh! Y gracias a ustedes, preciosas constelaciones, por darle una oportunidad a esta obra amorfa y un poco-muy linda! ¡Ojalá les guste más al transcurso de los capítulos! En serio que sí. 🙇✨

🍑[Preguntas extras de melón/Las dejo aquí porque sigo considerando que son importantes, joy/:

¿No les da curiosidad saber qué accidente causó Kiyong y cómo ocurrió?

 ¿O el porqué JungKookie es un poco brusco con ella si esto es un fluff de lo más guay?

¡Lo verán dentro de poco! 

Aunque pueden sacar sus teorías, jsjsjsjs👏💕]🍑

¡LAMENTO LAS FALTAS! ㅠㅠ

¡SOY UNA PERSONA MUY SENSIBLE CON ELLO, AAAH! ㅠㅠㅠㅠㅠㅠㅠㅠ

#WHAT.

🍄➖20/11/2017 - 09/12/2020.

Continuer la Lecture

Vous Aimerez Aussi

94.8K 8.9K 29
Lara pensaba que Toni era el amor de su vida, pero dejó de serlo hace mucho, después del primer golpe que recibió por su parte cuando estaba embaraza...
778K 93K 118
Después de que esa persona se fuera de su vida estaba sola. Pasó toda su adolescencia con ese hecho, y es que su condición la obligaba a no entablar...
106K 6.1K 20
Chiara se muda a Madrid en busca de nuevas oportunidades para lanzar su carrera como artista. Violeta se dedica al periodismo musical, trabajando en...
369K 53.5K 39
Una sola noche. Dos mujeres lesbianas. ¿Un embarazo? ¡Imposible!