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De vcarlabianca

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| C O M P L E T A | ✔️ [+18] Después de renunciar a todo, Rose Paige decidió vender lo único que le quedaba:... Mais

Sinopsis
Prólogo
CAP (1) Envuélveme en la oscuridad
CAP (2)Amanecer entre sus sábanas
CAP (3) Dificultades
CAP (4). Un café
CAP (5) . Solo una llamada
CAP (6). Solo una puta
CAP (7). Atrévete
CAP (8). En tí
CAP (9). Despacio
CAP (10). Un millón de plumas
CAP (11). ¿Aceptas?
CAP (12). Detrás de tus ojos
CAP (13). Dame una razón
CAP (14). Una tras otra
CAP (15). Solo trabajo
CAP (16) ¿Puedes ayudarme?
CAP (17) . Vuelo nocturno 🔞
CAP (18). ¿Quién es ella?
CAP (19). Tensión 🔞
CAP (21). Reconciliación
CAP (22). Mariposas
CAP (23). Consejos
CAP (24). Borron y cuenta nueva
CAP (25). Otra
CAP (26). A tu lado
CAP (27). Dando vueltas
CAP (28). Buscando una solución
CAP (29). Secretos a la luz
CAP (30). Mentiras
CAP (31). Descubierta
CAP (32). Tu...
CAP (33). Propuesta
CAP (34). Nueva casa
Cap (35). Mala publicidad
CAP (36). Tomar actitud
CAP (37). Sin más secretos
CAP (38). Siempre a tu lado
CAP (39). Ultima noche
CAP (40). Despedida
CAP (41). A través de una llamada
CAP (42). Angustia
CAP (43) ¿Y ahora qué?
CAP (44). Familia
CAP (45). Circunstancias
CAP (46). ¿Será?
CAP (47). Era hora
CAP (48). Una rosa fuerte
CAP (49). Reencuentro
CAP (50). Tu y yo
CAP (51). Mi lugar
CAP (52). Final
Epilogo
G R A C I A S

CAP (20). Miradas

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De vcarlabianca






Narrativa: Colin Russell


—¿Entonces a qué te referías cuando dijiste que lo nuestro es algo diferente?—interrogó curiosamente, mirándome a los ojos.

Me dispuse solo a mirarla por un rato, sin articular ni una sola palabra. Estaba más embutido en entender una vez más que ella no era una de esas mujeres comunes con las cuales yo siempre tenía contacto. Ella tenía una pinta particular. Era decidida, jodidamente orgullosa y hermosa. Sus ojos brillaban diferente y sus labios...

—¿Podrías dejar de sonreír y contestar a mi pregunta?— la escuché hablar y fruncí el ceño un tanto molesto.

—¿Podrías ser más amable?—repliqué ignorando su mirada y arreglándome el traje.

—¡Colin!—exclamó de manera nerviosa y sonreí más fuerte.

—Rose—hice una pausa mirándola a los ojos nuevamente—Patricia es mi amiga desde hace muchos años—expiré y ella me indicó seguir. Como mujer ella puede ser muy hermosa pero yo me acostumbré a verla como a una muy buena amiga, por lo tanto, no hay ninguna atracción entre ella y yo. En cambio, tú...— resoplé indicándola— tú me vuelves loco.

Su rostro quedó atónito, separó los labios en señal de sorpresa mientras me fijó con sus grandes ojos verdes. Estaba sorprendida, y honestamente yo también me sorprendí de mí misma ante mi afirmación.

—Simplemente es eso— añadí.

—¿Nos vamos?—sacudió la cabeza, preguntándome después.

—Aún no, quiero decirte unas cuantas cosas más—confesé—Tú estás aquí conmigo, así que el hombre con quien tú debes ser vista soy yo, ningún otro pedazo de mierda— mentí, prácticamente ella podría hacer todo lo que quería, pero mi orgullo no me permitía verla al lado de otro hombre.

—No es un pedazo de mierda—rodeó los ojos visiblemente molesta—El hecho de que no tenga el mismo dinero que tú tienes y la misma posición no significa que no vale mucho como persona o que vale menos que tú.

Mi presión estaba empezando a crecer hasta el punto en que pude sentir mi arteria cerebral palpitar. Apreté el puño e hice un paso hacia ella.

—¿Ahora lo estás defendiendo?—levanté una ceja y apreté el mentón—. Apenas lo conociste.

—Es un hombre que me hizo compañía durante el tiempo que tú estabas trabajando, ¡por Dios!, —exclamó mirando hacia el techo, exasperada.

—Pues, la próxima vez que necesitas compañía, me buscas a mí —me acerqué un poco más hasta que nuestras miradas cruzaron nuevamente —. A mí , proseguí.

—Estás exagerando. El hombre fue una compañía hermosa y se portó muy lindo—se encogió de hombros de manera inocente.

—¿Lindo?—cuestioné y asentí un par de veces con la cabeza—. Solo quería meterte en su cama.

—¿Y tú no estás haciendo exactamente lo mismo?—espetó molesta—Tú lo haces mil veces peor porque tú me pagas por esto.

—Esto no tiene nada que ver—repliqué.—Está fuera de cualquier discusión lógica.

—Sí, lo tiene, tiene todo que ver—, me contraatacó con valentía.

—Mejor nos vamos porque es obvio que no vamos a llegar a ninguna parte —puse una mueca de queja.

—Opino lo mismo, Russell—, levantó las cejas y pasó por mi lado mientras negó varias veces con la cabeza sin entender toda esta situación.

Caminé a su lado sin sacar una palabra, botándola furiosa y sin el minuto intento por disimular su estado. De vez en cuando me miraba solo para asegurarse de que estoy notando su enojo, y lo notaba, ¿quién no iba a notarlo si hacía un ruido infernal con sus tacones?

Todo el camino hacia el restaurante fue silencioso, nadie hablaba y lo único que se escuchaba era la canción que salía de la radio. Menos mal que la distancia entre los lugares no era tan grande, así que en unos minutos el chofer ya estacionó el coche.

—¿No me hablarás en todo el día?—pregunté mientras le abría la puerta del restaurante.

—Sabes muy bien que no puedo hacerlo, prácticamente estoy trabajando por ti ahora mismo—suspiró.

—Rose—la agarré del brazo, parándonos en medio de la recepción—Realmente no quiero que las cosas estén así entre nosotros dos. Estoy dispuesto a hacer un esfuerzo y dejar mi orgullo si tú lo haces también.

—¿Eso quiere decir que puedo hablar con quién quiero?—preguntó mirando mi mano sobre su brazo.

—Menos eso—le guiñé el ojo y ella levantó la cabeza.

Deslicé mi mano a lo largo de su brazo mientras la estudié un poco más. Tenía una dulzura impresionante, pero igual de impresionante eres como borraba todo con su carácter.

—¡Colin!—escuché la voz de una mujer y fue entonces cuando el contacto visual que tuvimos se rompió.

—Señora Bardoni—sonreí gentilmente, era la esposa de uno de los políticos más importantes de Roma y también tenían una relación muy cercana con mi madre, así que siempre nos visitábamos.

—¡Buenos días, señorita!—habló el esposo de la señora Bardoni mirando a Rose, quien saludó igual de cordial.

—¡Ay!—exclamó la señora—¿Pero qué veo yo aquí?—sonrió— ¿Quién es esta señorita tan bella?

—Rose Paige— le presenté.

—Qué hermosa novia tienes— afirmó la señora sin deslizar la mirada de Rose.

—No, señora...—intentó hablar Rose pero la interrumpí.

—Muchas gracias—continué en su lugar mientras le rodé la cintura con mi brazo, atrayéndola hacia mí.

Rose giró su cabeza hacia mí confundida, le sonreí y la agarré más cerca de mi cuerpo hasta que pude sentir el calor de su piel a través de mi camisa.

—Eduard, mira qué hermosos son—siguió hablando la señora echándole un codazo a su esposo.

—Imagínate a los niños cómo estarán—añadió el hombre—Tu madre debe estar muy contenta.

—Mi madre no lo sabe aún, apenas nos estamos conociendo—contesté con una sonrisa.

—Se va a alegrar tanto, ¿cómo no hacerlo si esta chica es tan linda?—continuó a decir la señora—¿Entonces mañana nos vemos en el paseo?

—Por supuesto—contesté y vi cómo esos dos se habían tomado de la mano.

—Perfecto—sonrió contenta —Rose, fue un placer conocerte—giró su mirada regañona hacia mí y dijo: —Y tú—; me apuntó con el dedo—Yo te conozco muy bien y más te vale que la respetes. Mira qué bonita está, a ver, dale un beso.

—¿Qué?—se quedó asombrado.

—Estoy esperando— hizo un paso hacia atrás y nos miró a los dos.

Apreté más fuerte mi mano en la cintura de Rose mientras ella giraba su cabeza hacia mí, negando lentamente con la cabeza. Su mirada era de pánico total, así que decidí no sobrepasarme. Me acerqué lentamente hacia su rostro mientras que nuestras miradas quedaron fijas logrando crecer la tensión.

Acerqué mis labios a su mejilla, tocándole también la comisura de su boca, gesto que me hizo sentir un gran escalofrío. Es como limitarte en algo que sientes hacer por completo.

—¡Qué hermosos son!—exclamó eufórica la mujer.

Me alejé de su mejilla y nuevamente nuestros ojos se miraron. Rose sonrió ligeramente y como acto reflejo, totalmente desarmado por su sonrisa, la agarré más fuerte, abrazándola, mientras que su cabeza quedó en mi pecho por unos segundos.

—Mañana nos vemos—habló el señor antes de saludarnos y alejarnos lentamente.

Lo extraño de todo no fue que ellos se habían ido así de repente, sino la comodidad que me daba abrazar a Rose, quien aún seguía enredada con mi abrazo.

—Creo que debemos irnos—hablé y corté el abrazo.

—Sí, llegarás tarde.

En cuanto quise hacer el primer paso, sentí su mano agarrando la mía, haciéndome girarme confundido, notando cómo ella extendió sus manos hacia mi cornada y después a la chaqueta, arreglándolas y mirándome con una sonrisa.

—Ahora sí—habló contenta—. Ahora te ves perfecto.

Y creo que fue ese el momento en el cual mi deseo de sacarla de ese mundo llegó a ser una prioridad. Ella no permanecía en ese mundo, lo demostraba todo lo que la incumbía, su rostro tan suave, su mente tan ágil, su personalidad tímida y, ante todo, su buen corazón, pero para poder sacarla de allá debía mostrarle el mundo real y el primero que debía tratarla bien estaba yo.

—Gracias—le guiñé el ojo y después le señalé el camino—Después de ti.

A lo largo del pasillo no pude evitar que mis nervios aparezcan otra vez. Ella estaba a mi lado sin mirar a nadie, pero no hubo ni un maldito hombre que no gire su cabeza detrás de ella, que no la miré de arriba para abajo, que no la estudie, y eso me ponía de malas.

—Rose—pronuncié su nombre con enfado y ella se detuvo girando la cabeza hacia mí—Así está mejor—añadí después de tomarla de la mano y caminar hacia la sala de conferencia.

—Solo diré que estás bastante raro como persona— musitó con una risita dulce.

—No me gusta que la gente mire lo que es mío— repliqué sin pensarlo.

—Nadie posee a nadie y a nada, solamente debes acostumbrarte a eso—habló mientras caminábamos.

—Aunque me encanta escuchar frases de filosofía, ahora no tengo la disposición necesaria.

—Deberías relajarte un poco—frunció el ceño.

—Lo haré en cuanto acabe con esta junta—, la dejé pasar a la sala de conferencia.

Después de ver cómo todos la miraron, me senté en la mesa junto a los otros socios. Después de muchas pláticas y estrategias, miré un poco a mi alrededor. Cada uno de nosotros que estábamos sentados en la mesa llevábamos unas hojas de papel para estudiar y las mujeres que nos acompañaban a cada uno de nosotros estábamos sentadas en diferentes rincones de la habitación. La mayor parte de ellas estaban mirándose las uñas o socializaban en alguna red, pero había una que cambió el paisaje, Rose.

Ella estaba sentada en un sillón al lado de la ventana con una hoja de papel y una pluma, no sé muy bien qué hacía pero estaba bastante metida en lo suyo.

Volteé mi cabeza hacia la mesa y de vez en cuando giré mi cabeza para mirarla. Al final de la junta quedamos en irnos a comer, así que todos se levantaron y salieron de la sala. Me giré con la silla hacia ella y, notando mi mirada insistente en ella, levantó la cabeza y quedó sorprendida al ver la sala vacía.Después, giró su mirada hacia mí.

—¿Ya se acabó?

—Han pasado cinco horas, Rose—sonreí y ella frunció el ceño para después recoger sus hojas—¿Qué estabas haciendo?—pregunté levantándome y caminando hacia ella.

—Trabajando—sonrió metiendo las hojas de papel en su bolsa.

—¿Puedo ver?—me encogí los hombros.

—Aún me faltan unos retoques y detalles, pero en cuanto las acabe te las muestro—dijo contenta, igual a una niña pequeña.

—Perfecto—murmuré regresando a la mesa y tomando mis papeles—Dijiste trabajo, ¿esto quiere decir que también haces otra cosa?

—Apenas empecé, es lo que quiero hacer en la vida, ya sabes que te había dicho que no quiero ser...— hizo una pausa —lo que soy ahora toda la vida—añadió con una sinceridad que me hizo sentir cada una de sus palabras.

—Mira, si necesitas ayuda en tu nueva carrera...—me interrumpió.

—No, realmente quiero hacer esto sola, quiero tener la satisfacción de haberlo logrado yo sola, aunque seguramente tardaré.

La miré y no quise deslizar la mirada de ella, simplemente me costaba pensar que en dos semanas tal vez no volvería a saber nada de ella.

—Vamos a comer— rodeé su cintura con mi brazo y nos hemos dispuesto a caminar hacia el restaurante que había dentro del hotel.

He quedado con Alfonso y Raúl, así que nos hemos sentado con ellos y sus damas en la mesa. El menú había sido escogido desde antes, así que sobre la mesa ya estaban los platos puestos.

—¿De dónde sos?—escuché la voz de una mujer rubia.

—Los Angeles—contestó Rose con una sonrisa.

—¿Es la primera vez que viene a Roma?—preguntó Alfonso, fijándola con su mirada . Sí, Rose tenía una voz que te dejaba fascinado y esperando por escucharla más.

—Sí—afirmó emocionada y los dos hombres sonrieron—Siempre quise llegar a Roma, bueno, mejor dicho a Italia—siguió hablando en italiano, algo que me sorprendió hasta a mí.

—¿Hablas italiano?—preguntó Alfonso, mirándola con ojos brillantes—. ¿Sabes otros idiomas?

-Pues, inglés, italiano, español y portugués—contestó modesta mirándome—Francés también.

—Hermosa e inteligente, peligrosa combinación— confesó Raúl justo antes de comenzar a comer.

—Mientras estás aquí, si quieres, te puedo enseñar las cosas que tenemos por aquí, la arquitectura, algo de pintura, nuestra cultura y comida—habló Alfonso sacando una tarjeta de su chaqueta.

—No hace falta, yo la llevaré—interrumpí la discusión y deposité mi mano sobre la pierna de Rose, quien al instante dirigió su mirada regañona hacia mi. —De todos modos, ya tenemos planes para estas dos semanas, ¿verdad?

Rose negó ligeramente con la cabeza y después contestó: —Claro.

La cena se volvió silenciosa hasta que Raúl abrió un tema de conversación sobre negocios, Rose y las otras mujeres hablaban sobre tiendas de ropa y diseños de moda.

—Bueno, creo que es hora de retirarnos—hablé mirando a mis socios mientras agarraba la mano de Rose—Llevo dos días sin dormir y eso ya empieza a afectarme.

—Es normal. Tuvieron un viaje muy largo—habló Raúl.

Me levanté de la mesa y los demás hicieron igual, nos saludamos entre nosotros y una vez más, me molesté en el momento en el cual Alfonse se despidió de Rose. Esa sonrisa imbécil me molesta y la de ella igual. Ya iba a ponerle las cosas claras.

—¡Buenas noches!—saludé antes de alejarme de la mesa, llevándome a Rose.

—Fuiste un verdadero patán—habló ella mientras caminábamos.

—Sobre eso vamos a hablar en cuanto lleguemos a nuestra habitación.

—¡Uy! Qué miedo, mira cómo estoy temblando -replicó irónica y eso sólo sirvió para crecerme el enojo.

Nos subimos dentro del coche y una vez más el silencio ocupó el lugar principal, la única diferencia era que ahora sí estaba muy molesto con ella.

—¿Tienes tú las llaves?—pregunté mirándola por primera vez desde que entramos en el coche.

—Sí—replicó cortante, sin deslizar su mirada de la ventana, haciéndome apretar el puño por rabia.

Cuando por fin el chofer estaciona el coche me sentí aliviando ya que no tenía que mantener todo lo que tenía que decirle adentro.
Esa mujer me ponía de mil demonios con solo sonreírle a otro.

Ella salió del coche igual de molesta, y la seguí poco después de agradecerle al chofer por habernos traído.

Nos quedamos en silencio uno al lado del otro, ignorándonos profundamente mientras esperábamos que el elevador bajara.

—¿Ahora me puedes decir qué es esta actitud?—preguntó enfadada, cruzándose los brazos cuando entramos en el elevador.

—En la habitación—contesté apretando la mandíbula mientras miraba el número que indicaba el piso en el cual estábamos.

—Tú y tus reglas—exclamó y después suspiró profundo.

La miré por el gran espejo que había a mi lado y noté lo nerviosa que era.

—¡Rose!—alcé la voz una vez que cerré la puerta de nuestra habitación.

—¿Qué?—preguntó levantando la voz también. —¡Suéltalo todo ya , desquiciado!

—No me grites—la apunté con el dedo—. Lo que hiciste allá no me gustó, para nada.

—¿A ti no te gusta? Entonces, ¿para qué te cuento lo que yo sentí? —rodeó sus ojos.

—¿Qué sentiste?-"—pregunté bajando la voz mientras intentaba tranquilizarme la tormenta interior.

—Ganas de matarte— replicó sería levantando una ceja.

—¡Oh! Escúchame bien, a partir de ahora no le sonreirás a nadie que no sea yo.

—¡Tu estás mal de la cabeza! Aparte, a mí no me das órdenes, ¿entiendes o te lo explico con manzanas?—su labio empezó a temblar por la gran agitación que sentía—Me compraste el cuerpo, pero en ningún momento no me compraste a mí como ser humano. No puedes venir a gritarme, exigirme y limitarme el derecho a expresarme o la forma en la cual pienso. Simplemente no soy un juguete en tus manos que manejas a tu antojo.

—¿Por qué tanta insistencia en eso de que te compré? ¡Nunca te traté como a una puta!—grité a todo pulmón.

—Apenas lo hiciste—susurró dándose la vuelta, pero le agarré el brazo arrepintiéndome por lo que había dicho—¡Suéltame!—retiró su brazo con fuerza.

Caminé tras de ella hacia la habitación y la vi sentándose en una silla al lado de la ventana, con sus codos sobre las rodillas y con la cabeza apoyada en sus manos.

—Fue un error venir contigo aquí.

—¿Fue un error?—pregunté mirándola con decepción—. ¿Igual al error que cometiste en el momento en que vendiste la casa de Raúl y Selena?

Ella me miró atónita, levantándose de la silla y caminando hacia mí.

—¿Cómo sabes los nombres de mis padres?—levantó la voz y empezó a temblar—¿Qué mierda, Colin? ¿Me estás investigando?

—No me diste de otra—levanté las manos gritándole.

—Eres...—apretó sus labios y cerró sus ojos.

—¿Soy qué?—pregunté justo cuando su teléfono empezó a llamar y ella lo agarró en su mano—¿Vas a contestar? ¿Justo ahora?

—Te callas porque me están llamando del trabajo—se alejó de mí saliendo de la habitación y dirigiéndose hacia la sala.

Me corté la respiración por unos segundos y después respiré hondo. Me dirigí hacia el pequeño bar que había en el pasillo de nuestro departamento del hotel y tomé la botella de whisky llenándome el vaso por completo.

Miré el reloj, habían pasado diez minutos desde que ella hablaba al teléfono. Dejé el vaso sobre el bar, me dirigí hacia la sala donde vi a Rose al lado de la ventana aun hablando al teléfono.

Caminé con pasos decididos hacia ella y agarré el teléfono, colgándole la llamada y tirándolo por la ventana.

—¿Estás loco?—preguntó quedándose con la boca abierta—Me tiraste el teléfono por la ventana.

—Te compraré con otro cuando acabe nuestro viaje—repliqué antes de darme la vuelta.

—¡Me van a despedir por tu culpa, le colgaste a mi jefa!—gritó y sentí cómo algo golpeó mi espalda. Una almohada que se tiró hacia mí.

—Me vale cinco kilómetros de verga. Por lo menos ahora estarás cien por cien dedicada a mí—repliqué.

—¡Eres un idiota!

Me saqué la camisa y el pantalón y me dirigí hacia el baño, quería acabar de una vez este día de mierda y un baño iba a relajarme. Obviamente, me olvidé de que no iba a poder pensar en nada que no tuviera que ver con ella en ese momento.

Cuando por fin salí del baño y entré en la habitación, Rose ya estaba dormida. Al lado de su cuerpo había un libro que supongo que se le había caído de la mano mientras lo leía.

Me dirigí hacia ella, la cubrí con la sábana y agarré el libro que estaba abierto. Lo cerré y vi la portada quedando atónito. "Diseño de ropa, tras los años '70-'90."

Odié ese libro en la juventud, porque mi madre se pasaba todo el tiempo leyéndolo e ignorándome, así que un día decidí escribir en la primera hoja lo que sentía hacia ese libro. "Odio".

Abrí el libro y ahí estaba mi firma, era el libro de mi madre. Y en ese momento todo se volvió claro, Rose dijo que tiene un trabajo que apenas empezó y también recordé mi última plática con mi madre antes de venir a Roma. Mi madre había contratado a una chica nueva.

—Al parecer no le colgué a tu jefa, sino a mi madre—hablé en voz baja, dejando el libro en la mesita de noche.

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