Heredera de Cenizas

By nixllcliffxrd

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Una mujer es letal incluso antes de sostener una espada entre sus manos, y una huérfana con dones extraordina... More

COSAS QUE DEBES SABER
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AVISO

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By nixllcliffxrd

Los tenues rayos de sol le golpearon el rostro como si fuesen látigos de luz que atentaban contra su siesta, Lena se hizo bola en la cama y con cada segundo que pasaba se convencía más de permanecer acostada en todo el día. Se cubrió completamente con la sábana y se aferró a su sueño con fuerza, no le emocionaba el día que tenía por delante puesto que llevaba dos días encerrada con Wilinthea aprendiendo sobre costumbres y modales de gente refinada, según el príncipe era con el fin de ayudarla, ¿ayudarla a qué? Lena no lo sabía pero tenía miedo de preguntar. El príncipe heredero se había encargado de rodearla con las mejores comodidades que le podía ofrecer como las almohadas de plumas de ganzo y las sábanas de mil hilos con las que estaba durmiendo en ese momento sin embargo, Lena no dejaba de ver sus aposentos como una celda de oro sin barrotes. Estaba encerrada todo el tiempo y nadie tenía permitido entrar ni salir además de Wilinthea.

La chica estaba a punto de alcanzar el quinto sueño cuando la puerta rechinó atormentándole los oídos y enterró la nariz en la almohada en un intento por huir de cualquier rastro de vida afuera de sus cobijas. Lena estaba decidida a tener una hora más de paz y (de ser necesario) se dispuso a ahuyentar a la mujer regordeta que seguramente traía su desayuno acompañado de una nueva sesión de protocolos para memorizar.

—Wilinthea —se quejó en un bostezo—, estaré lista en... —ronroneó—. Tal vez mañana —dijo pausadamente arrullándose con sus propias palabras.

Lena se dejó llevar por la calidez de su cama y se acomodó para seguir durmiendo plácidamente.

—Arriba —los ojos de Lena se abrieron de par en par al oír una voz masculina.

Unos dedos callosos rozaron su hombro cuando le arrancaron las sábanas, los reflejos de Lena actuaron rápidamente y un puño salió disparado hacia donde supuso que estaría la cara, una mano firme atrapó su ataque centímetros antes de que pudiera extender por completo su brazo. Lena volteó a ver al dueño de esa mano fuerte y tosca, que aún sosteniéndola por la muñeca, despegó su espalda de la cama en un tirón sin dejarle un segundo para protestar. Como pudo, la chica se retiró el cabello de la cara para poder tener una visión clara del hombre frente a ella, quien la observaba con unos ojos grises casi igual de duros que una roca.

—¿Quién eres? —demandó Lena todavía cautiva de su agarre, estaba al tanto que su camisón mostraba más piel de lo que le gustaría aunque él no movió su vista de la cara de Lena.

—Tu entrenador —soltó su muñeca provocando que ella cayera de espaldas y rebotara en su cama—. Vístete, salimos a correr en diez —le aventó la ropa a la cara y para cuando ella se la quitó el hombre estaba saliendo de su habitación cerrando la puerta detrás de él.

Lena sorprendida por tal trato se apresuró a levantarse de la cama, el príncipe nunca le habló acerca de ese salvaje, es más ni siquiera le había informado que su entrenamiento empezaba aquella mañana. Analizó lo que el bárbaro sujeto le había traído, por no decir tirado. Se trataba de unos pantalones ligeros con una camisa parecida a la que usaba su padre en la aldea, apartó los recuerdos y prefirió alistarse antes de que ese hombre regresara. Ya vestida y con el cabello recogido en una trenza, salió a buscarlo y lo encontró viendo los jardines por el balcón de la sala de sus aposentos por lo que Lena aprovechó para inspeccionar al hombre en silencio. Su cabello era de un castaño claro, su ancha espalda y brazos marcados se notaban debajo de la tela de su camisa además divisó el comienzo de una gruesa cicatriz en su nuca que bajaba hacia su espalda, tenía el cuerpo de un guerrero.

—¿Vas a desperdiciar la mañana admirándome o saldremos a correr como me dijeron que haríamos?

Lena tragó saliva apenada y suspiró ideando alguna respuesta que le devolviera parte de su orgullo.

—¿Y tú te quedarás ahí parado todo el día o empezarás a moverte?

El hombre giró sobre sus talones y la miró sin ninguna expresión, pasó a un lado de ella con calma y comenzó a caminar hacia la salida. Lena lo siguió por detrás mientras se llenaba la boca con pan y masticaba lo más rápido que podía, no planeaba irse sin tener nada en el estómago al menos que quisiera morir.

—Si yo fuera tú dejaría de comer eso —sugirió una vez que llegaron a la puerta.

Lena frunció el ceño, ¿cómo lo supo? No había masticado tan fuerte.

—¿Dejar qué? —habló con la boca llena y dio un último mordisco al panecillo antes de guardarlo en un bolsillo del pantalón.

—No vayas a decir que no traté de ayudarte —dijo con cierta molestia en sus palabras.

Abrió la puerta, permitió que Lena saliera primero y el guardia pelirrojo frunció el ceño cuando la vio vestida con prendas de hombre, sin embargo apartó de inmediato la mirada cuando salió el entrenador de Lena. El musculoso hombre apenas le dirigió una mirada al guardia y comenzó a caminar por el pasillo sin siquiera fijarse si ella iba detrás de él. Lena volteó a ver a los guardias para confirmar si ellos estaban escoltándolos aunque no era así, estaban caminando solos. La castaña consideró por un segundo echarse a correr pero la idea se esfumó al no saber hacia dónde iría, no conocía el castillo además la bestia en dos grandes pasos la alcanzaría y no quisiera imaginarse el castigo que el príncipe heredero le propiciaría. Planearía bien su escape para asegurarse de que no sería una prisionera otra vez.

Siguió al hombre por varias escaleras de servicio mientras ella continuaba comiendo su desayuno improvisado y no se detuvieron hasta que estuvieron frente al caudal del río y la bruma de la mañana rodeó sus botas. Estaban en la parte trasera del gran castillo de piedra negra, casi podía ver las montañas nacer desde el suelo y tocar el cielo del amanecer. Era la primera vez en una semana que disfrutaba del olor mañanero del bosque, se permitió gozar de la ráfaga de viento que la embistió y se comió lo último que quedaba de su desayuno. Lena pudo ubicar el balcón de su habitación y quiso compartir su descubrimiento con su acompañante pero él la miraba con los brazos cruzados.

—Seré breve —carraspeó—. Eres importante para Fionn, eso significa que mantenerte en el castillo es importante para mí. Por si no lo sabes, una gran muralla rodea los terrenos del palacio, si tratas de huir ten por seguro que te atraparé y podrás despedirte de todos los privilegios de los que gozas, ¿entendido?

Lena asintió.

Ella sabía que él era el más rápido y fuerte de los dos, lo supo desde que la levantó de su cama. No dejaba de preguntarse quién era este hombre y porqué el príncipe había decidido que él la entrenara. Aún no sabía cómo sentirse al respecto, no comprendía a qué quería llegar el príncipe secuestrándola para después mimarla con lujosos vestidos además de concederle el entrenamiento que ella quería, ¿por qué no la encerró y ya? Esa opción era más fácil y menos problemática.

—Trotaremos por el sendero que nos llevará a los pies de las montañas y si todavía no te has desmayado para ese entonces, subiremos al lago —declaró el hombre alzando las cejas para asegurarse de que lo escuchó y ella volvió a asentir.

El sujeto no esperó ni un minuto para empezar a trotar en dirección al interior del bosque y se apresuró a seguirlo. Estuvieron corriendo en silencio entre los árboles por una hora, Lena estaba teniendo dificultad para aguantarle el paso y se notaba en sus respiraciones. Él ni siquiera se volteaba a verla, de haberlo hecho habría notado que su rostro había empezado a palidecer y que se iba de lado al correr. Brincó la raíz de un árbol que estorbaba en el camino y su estómago la apretó por dentro, trató de ignorar el dolor aunque no sirvió de nada porque un sabor salado apareció en su lengua con un ligero mareo y una sensación de asfixia. Se detuvo colocando sus manos sobre sus rodillas e inhaló todo el aire que pudo tratando de apartar la amenaza del vómito que la acechaba. Escuchó los pasos del hombre acercarse, Lena se enderezó para evitar que él se diera cuenta de lo que le estaba pasando sin embargo ella corrió a esconderse en el árbol más cercano que tenía al alcance y liberó todos los panecillos que se había comido en el desayuno.

—Te lo dije —reprochó él recargando su espalda sobre el mismo tronco del que ella se aferraba para no caer en su vómito—, era mala idea comer demasiado —se rió ligeramente—. Tu cuerpo aún no está acostumbrado a trabajar rápido —la reprendió cruzándose de brazos—, esta era la razón por la que no permití que te llevaran un desayuno decente pero tú querías comer... clásico error de campesina —dijo mofándose. Eso la irritó, no por el término en que la había llamado sino por la forma en que lo hizo, queriendo rebajarla a una estúpida y ella podría ser todo menos eso.

—Apuesto que —escupió saliva salada— eres de los que se ríen de sus propios chistes —limpió su boca con el dorso de su mano—. Patético —se limitó a decir sabiendo que si lo hacía enojar de más él podría matarla en ese momento y regresar al castillo sin remordimiento alguno sabiendo que el príncipe no se enojaría ni le pondría alguna reprimenda.

—Enojarte conmigo por tu propio error no te servirá de nada.

—¿Quién dice que no? —espetó, no obstante otra oleada de vómito la invadió y el chico se rió un poco disfrutando su desgracia.

Ella se irguió antes de escupir al suelo con la piel más pálida de lo normal, sus piernas le temblaban y el estómago retumbaba en su interior resaltando el vacío que había quedado dentro. Lena intentó trotar un poco pero no tenía la suficiente energía para hacerlo por sí sola así que se tropezó con sus propios pies y las mismas manos que le parecieron toscas en un inicio la sostuvieron antes de que su cara tocara el suelo.

—Regresaremos al Castillo de Obsidiana —él, a regañadientes pasó uno de los brazos escuálidos de Lena por sus hombros—, te recuperarás y le dirás a Fionn que no estás interesada en ser su bufón de la semana.

—No soy un bufón y no es decisión mía estar aquí —replicó y trató de aparentar que no sabía que estaba apoyándose por completo en él—. Si por mí fuera ahorita mismo estaría en Grineralls. No sé porqué tu príncipe me arrastró hasta aquí, lo único que tengo claro es que me quiere en este lugar y no puedo hacer nada para cambiarlo —confesó apropósito, quería comprobar su teoría sobre ambos y si acertaba seguramente el príncipe le había platicado los planes que tenía para ella.

Ella estaba decidida a averiguar todo lo que pudiera acerca de aquellos que la rodeaban y con suerte tal vez por casualidad hallaría alguna pista del hombre con el emblema de fénix que seguía apareciendo en sus pesadillas.

—Interesante —dijo él dándole por su lado sin esperar una respuesta por parte de Lena aunque ella siguió hablando.

—¿Cuál es tu papel en el castillo?

—Hablas demasiado para sentirte mal.

—Hablar me ayuda a distraerme de mi sufrimiento, entonces, ¿cuál es tu papel en el castillo? —insistió.

—¿Papel? —frunció el ceño.

—Ajá, sí, tu función —se agacharon debido a que una ancha rama les obstruía el camino—. Por ejemplo, Wilinthea me lleva la comida, me peina y me ayuda a vestir —prosiguió con falsa inocencia—. ¿Tú qué haces?

—Yo soy un soldado —contestó sin mucho entusiasmo.

Pensó muy bien en lo siguiente que diría pero no tardó tanto para que no sospechara, necesitaba extraer información lo más disimulado posible.

—Pero no cualquiera, sino el príncipe no hubiera confiado en que te acercaras a mí. Me trata como si fuera un secreto —Skandar reprimió una risa al oír la última palabra—. ¿Quién eres?

—Te daré una pista si te callas —ella asintió—. Me dicen el León de Hierro.

Lena reconoció ese apodo.

El famoso y temible León de Hierro, en cada historia era un héroe o un monstruo, no había punto intermedio. Los comerciantes que se detenían en su aldea buscando refugio por una noche lo describían como un depredador que derrotaba a cualquiera que se le pusiera enfrente durante la batalla y nunca se doblegaba ante un enemigo. Verlo pelear era magnífico y aterrador al mismo tiempo. El príncipe le había confiado la custodia de Lena a uno de los hombres más peligrosos en todo el continente. Mierda y mil veces mierda. Definitivamente nunca podría escapar estando cerca de él.

—Vaya, ahora sí te callaste —comentó Skandar con alivio al notar que Lena había enmudecido.

Ella retiró su brazo de aquellos fornidos hombros y empezó a caminar por su cuenta, se sentía mal todavía pero prefería caerse antes que aceptar su ayuda. No quería ni imaginarse cuántos hombres habían matado sus manos.

—He escuchado de ti, León de Hierro —dijo Lena al cabo de un rato cuando por fin pudo dejar de sentir náuseas por la brisa matutina.

—Me ofendería sino fuera así.

Pudo observar una sonrisa orgullosa destellar en la boca del chico de ojos grises a su lado. Se preguntó a sí misma si era válido decirle "chico" a alguien que aunque fuera joven, tenía el cuerpo de un hombre. No pudo evitar compararlo con los guardias que había visto antes, ellos parecían niños a lado de él.

—Puedes llamarme Skandar —dijo con un poco de fastidio pero ella no hizo ningún comentario acerca de su tono, al menos ya no estaba siendo un total idiota.

—¿Cómo conseguiste hacer todo lo que dicen que hiciste? —preguntó por simple curiosidad—. Te ves casi tan joven como alguien de mi edad, es imposible que todas las historias que dicen de ti sean ciertas —el castaño ensanchó esa sonrisa.

Lena encontró su debilidad, su enorme ego.

—Esfuerzo, talento y muchas horas de entrenamiento —recitó con diversión sabiéndose de memoria esa frase.

A la chica no le parecía un motivo de orgullo ser el responsable de miles de vidas perdidas con el fin de entregarle más tierras al tirano que tenía por rey, pero si iba a juzgar a alguien debía empezar por ella misma.

¿Qué clase de hija se esconde mientras sus padres son asesinados? Una cobarde.

—Mentiroso —afirmó Lena imitando esa diversión, si quería mezclarse lo mejor sería hacerlo bien. Sí, estaba aterrada de tener a semejante bestia junto a ella aunque no era estúpida como para pelear con el mejor soldado de Morttland sin tener una remota oportunidad de vencerlo.

Pasaron por una zona del bosque carente de árboles y los intensos rayos mañaneros le cayeron directamente en la cara, ofuscándole la vista momentáneamente y Skandar se colocó a su lado para ser la sombra que ella necesitaba. Los ojos del soldado brillaron como la plata al recibir la luz y por un momento sus irises capturaron el color del sol encendiendo un anillo dorado en sus ojos. Lena quiso guardar esa imagen en su memoria pero el halo de oro había desaparecido en cuestión de segundos. Fue algo muy fugaz. Continuaron su camino de regreso en silencio durante unos minutos más, saltaron unas raíces y esquivaron unas ramas mientras Lena lo estudiaba discretamente; puso mayor atención a cómo se movía, fluido y rápido.

—¿Y quién eres tú? —hizo la pregunta tomándola por sorpresa—. ¿Qué hacías antes de venir aquí? ¿Cuál era tu función? —preguntó lo último imitándola.

Ella se desconcertó un poco, el príncipe Fionn sólo se había interesado por saber su nombre y nada más, de hecho, apenas había tenido la molestia de enviarle una nota ordenándole que memorizara toda la información en esa carta porque la necesitaría para asumir su nueva identidad. No se imaginó que alguien más preguntaría por ella.

—Kaya Hanker hija de los Lords de Korell, Leonard y... —la interrumpió.

—La verdadera tú, Lena Newell.

Se felicitó a sí misma por haber supuesto que Skandar pertenecía al círculo de confianza del príncipe, Wilinthea le aseguró que nadie conocía quién era ella en verdad además del heredero y la doncella.

—¿Realmente quieres saberlo? —elevó una de sus cejas y él asintió incitándola a proseguir—. Fui criada en una aldea pequeña de Thrimount llamada Cellis, tal vez no he comandado ejércitos o matado a más de mil hombres —Skandar sonrió débilmente aguardando por oír el final— pero estoy bastante segura de que sé más de la vida y la muerte que tú.

Aunque había dicho eso para molestar a Skandar los recuerdos de su niñez la asaltaron provocándole un hueco en el corazón, la promesa que le hizo a sus padres resonó en ella, como un eco... y antes de derramar una sola lágrima Lena envió todo ese dolor al fondo de su cabeza. No quería llorar, no frente a él.

—Cellis... —saboreó el nombre de su pueblo como si quisiera recordar dónde lo había escuchado antes—. Creo que peleé cerca de ahí, fue una batalla larga pero ganamos al final —se encogió de hombros y Lena rió un poco para disimular su incomodidad por la normalidad en que lo dijo.

—Eso es imposible, si tú y todo tu escuadrón de sanguinarios —la sonrisa orgullosa apareció nuevamente en él— se hubieran acercado a mi aldea, la habrían hecho trizas y estoy segura de que mi hogar está intacto —él ladeó la cabeza dándole la razón.

Intacto. Seguramente sus padres se carcajearon en su tumba al oírla decir eso.

—Fionn no me comentó cómo fue que te encontró —Skandar cambió el tema y una parte de ella se lo agradeció.

—Yo tampoco lo sé, en un segundo huía de un par de vándalos en el Bosque de Orlow y al siguiente ya estaba aquí.

—Un milagro de Linnea —concluyó Skandar apagando cualquier emoción de su rostro.

—Un milagro de Linnea —repitió Lena viendo hacia el camino.

Skandar no volvió a hablar después de eso, no obstante el silencio del hombre era la paz que la mente de Lena comenzó a apreciar durante el trayecto al Castillo de Obsidiana. Nadie los detuvo cuando entraron a la cocina por una de las puertas de servicio, tampoco nadie rechistó en el momento que Skandar les ordenó que prepararan un desayuno completo para Lena incluso cuando la hora del almuerzo ya había pasado. La castaña se sentó en una de las mesas del servicio a la espera de su comida y creyó que Skandar haría lo mismo pero él sólo le dio un asentimiento como despedida y se fue escaleras arriba abandonándola ahí entre la gente que parecía temerle tanto al León de Hierro que ni siquiera se atrevieron a verlo a la cara cuando les ordenó que prepararan la silla de su yegua.

Más tarde Wilinthea la arrastró desde la cocina hasta el baño de sus aposentos en cuanto la encontró devorando el enorme desayuno que Skandar le había ordenado, la molestia de la doncella no era que Lena estuviera comiendo con la servidumbre sin aparente supervisión sino que estaba sucia, olía horrible y no estaba usando los modales que habían repasado el día anterior; así que la regañó sin descanso mientras la bañaba, peinaba y vestía. Le parecía algo ilógico que la arreglara solamente para que ella estuviera encerrada todo el día y supuso que la anciana no tenía mejores cosas qué hacer porque pasaron todo el resto del día leyendo sobre protocolos que no le interesaban ni un poco aprender; no se quedaría tanto tiempo como para usarlos en la corte a la que aparentemente querían integrarla.

¡Hola! Me fue súper bien en mi examen y pues quería festejar con ustedes otorgándoles el segundo capítulo de la semana❤️😌
¡Nos vemos el jueves!✨

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