Colores claros

By NancyACantu

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Siempre tendré diecisiete años, esa no es una novedad. Ha pasado algún tiempo desde que él se fue y yo no pue... More

Aclaraciones
Dedicación
1. Mi presente
2. Primer año
3. Segundo año
4. Tercer año
5. Cuarto año
6. Quinto año
7. Sexto año
8. El día de hoy
9. Mi vampiro perdido
10. Tu hijo
11. Siete años borrados
12. Negación
13. Planeación
14. Sofocación
15. Doblegación
16. Rebelación
18. Búsqueda
19. Ultimátum
20. Confrontación
21. Hospital blanco
22. El cuarto blanco

17. Fuga

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By NancyACantu

Ya a lo lejos, miré una última vez a aquella enorme mansión que me había dado grandes dolores de cabeza los últimos años de mi vida. Allá, casi sin verse, la luz del amanecer golpeaba su tejado; volviéndome a preguntar en silencio si realmente quería dejar todo atrás.

Respiré sabiendo que tal vez no era del todo inteligente, pero me giré hacia el frente dándole al fin la espalda a esa ventana y esa cama en la que dejaba al amor de vida.

Un amor que seguramente despertaría tratando de abrazarme y mimarme por la noche maravillosa que habíamos tenido antes.

Vaya sorpresa se llevaría cuando no me viera en aquel lugar que había sido mi amigo y enemigo por tanto tiempo...

Seis años habían pasado y seis años habían transformado radicalmente mi forma de pensar. Había pasado de ser una chica perdida en la tormenta de nieve, a ser una madre decidida y desconfiada que daría todo por encontrar al pequeño que se había abierto paso a este mundo de sus entrañas.

Ya era hora de salir de mi zona de confort.

Diana había sido la clave, no podía mentir. Había sido increíble que había tenido que estar en su cuarto, haciéndome mil y un preguntas en silencio, para poder entenderme. Vaya que comprender que mi otra yo lo había sabido desde antes de que sucediera había sido un golpe duro, pero no por eso iba a dejar que se me adelantara.

No sabía por qué no me respondía, pero estaba segura de que el hombre de azufre, ese día y esa noche, le había hecho algo.

¿Pero qué había sido?

A como tenía entendido, los le-kras éramos seres extraños e incomprendidos. Odiados y anhelados por muchos. Vampiros sobrenaturales de los que no había mucha información más de lo que los propios le-kras informaban a quienes escribían sobre nosotros. Estaba cien por ciento segura de que ni siquiera ellos, los que estaban encargados de escribir la historia, sabían sobre los subconscientes que vivían a propensas de que los originales murieran o que estos podían comunicarse mentalmente para decidir patrones y planes de guerra.

Sabiendo esto, ¿cómo era que mi otra yo había desaparecido, así sin más, un día cualquiera?

No tenía sentido alguno.

Mi otra yo, esa Nicole poderosa y prepotente, no podría haber muerto, ¿o sí?

Seguí caminando por la vereda con aquello en mente, preocupada sin siquiera saber por qué.

Era una gran verdad que yo la odiaba. Era una persona diferente a mí que anhelaba verme muerta. Era un parásito que se desvelaba por matar y atacar a sangre fría a cualquiera que se le pusiera en frente y no era una gran sorpresa el saber que no le importaba en lo más mínimo mi vida sentimental.

Ella siempre había dicho que solo quería divertirse, matar a placer y destruir a todo el que pudiera; pero varios años antes de que ella desapareciera, mi otra yo había cambiado su forma de pensar.

Lo había dicho tantas veces que ahora me culpaba por no escucharla.

Ella había mencionado una misión del que no me había dado mucha información, pero que parecía agitarla de cierta manera. "Debo matar a alguien", eso era lo que había dicho varias veces.

Ok, quería matar a alguien, ¿pero a quién?

Con aquella pregunta en mente, miré el bosque al que me habían llevado mis piernas sin rumbo. Los grandes pinos, secos por el invierno, estaban cubiertos de nieve; los animales estaban resguardados en sus agujeros y el aire se sintió tibio al contraste de mi eterna y helada piel.

Miré el cielo medio oscurecido tratando de encontrar respuestas.

Era fabuloso que al fin había escapado de la grande y tonta burbuja que me había aprisionado por dos semanas, pero ¿a dónde tenía que ir y qué tenía que hacer? Una cosa era salir de aquella casa, pero otra muy diferente era encontrar el camino correcto. No quería perder el tiempo dándome de topes contra una pared o dando vueltas en círculos; así que la pregunta correcta aquí era: ¿a dónde realmente tenía que ir?

Había comprendido que en aquella mansión no iba a encontrar respuestas concretas y que, en realidad, la única que podía ayudarme estaba en algún lugar dentro de mi cabeza inconsciente o tal vez muerta.

Pensando en eso último, me quedaba sin muchas opciones.

¿Cómo podía comprender qué le había pasado? ¿Cómo podía hacerla hablar de nuevo?

Me concentré en los hechos, en todo lo que había pasado. En la noche de azufre, en el encuentro de Alexander, la desaparición de mi hijo, las mentiras de todos, mi álbum de fotos, mis amigas irreconocibles y cómo era que Blake...

Dejé de caminar por un instante.

¡Blake!

Recordé a mi mejor amigo, a ese pelirrojo que no se había encontrado desde hacía, según todos, un año; pero lo que nadie sabía era que yo lo había visto un día antes de que todo se fuera a la mierda.

Inmortalizaba haberlo visto en la fiesta de Max, carismático y sin que nada pareciera perturbarlo. Había sido el típico tío Blake, el mismo tonto tío que cargaba a Max en sus hombros todos los años y que lo hacía abrir sus regalos después de hacerlo apagar las velitas de su pastel.

Aquella imagen me hizo quedarme en silencio.

Según lo que habían dicho todos, Blake se había fugado de la mansión, pero si había estado en paz y tenía inclusive a Kelly, ¿por qué debía de irse dejándola a ella atrás? Aquello tampoco tenía razón de ser. Los hechos, en sí, no tenían pie en la ecuación. Para resolver este misterio, tenía que meter todas las piezas y esta, más que las anteriores, no parecía corresponder a nada.

Blake era mi mejor amigo y estaba segura de que no dejaría al amor de su vida en un lugar cómo la Mansión Maximus. Había muchos vampiros que se habían interesado por la chiquilla torpe cuando la habían visto en la ceremonia de iniciación y su sangre no estaba nada mal. Yo la había probado a costas del pelirrojo, y por eso estaba segura de que él también lo sabía: Kelly era virgen y eso era como un buffet para los demás.

No muchas veces podías encontrarte con esa calidad, así que no comprendía realmente qué es lo que le había pasado por la mente a mi mejor amigo como para simplemente irse.

Eso no encajaba en lo absoluto con la realidad. Él había estado un día antes conmigo; si hubiera tenido alguna inconformidad con su vida, me lo hubiera dicho. Añadiendo también de que Max había tenido su pesadilla un día después de su cumpleaños, todo parecía demasiado irreal como para que ambos desaparecieran juntos.

¿En dónde estaba mi mejor amigo?

Me senté en un pequeño tronco corroído por la humedad a mitad de la nada, con los primeros rayos de luz tentando a que corriera y no me vieran.

Me agarré la cabeza sabiendo que toda esta información que pasaba dentro de mí me volvería loca. Cerré los ojos tratando de organizarlo todo y entonces comencé desde que Alexander se fue. Desde que Matthew me había dado la noticia de que estaba embarazada y yo estando encerrada en un cuarto por todo un año. Tragué saliva al recordar todos los inviernos, que cómo este, me había sentido sola.

Me toqué mi vientre plano, y añoré mi embarazo.

Hacía un tiempo, había tenido a Max conmigo, justo ahí; ahora... ahora estaba tan abandonada como al principio. Alexander no comprendía nada de lo que estaba pasando y no podía culparlo, todo era demasiado irreal como para creerlo; pero tenía que hacerlo. Ya no tenía a Blake para que lo hiciera. Así como cuando le dije que estaba en cinta.

Sonreí débilmente al conmemorar la pequeña conversación que habíamos tenido; esa en la que yo me preguntaba el cuándo nacería, si sería o no un varoncito y de lo mucho que él decía que sería una madre sobreprotectora.

Una pequeña lágrima se derribó de mis mejillas al recordarlo decir que serían tal vez siete años de incubación por las investigaciones que se habían hecho antes con las anteriores le-kras que habían nacido.

Con aquel recuerdo, dejé de llorar entonces y abrí los ojos como si la respuesta hubiera estado ahí desde siempre.

¡Qué estúpida era!

Solo tenía que ir con otras le-kras a pedirles ayuda.

Sonreí con aquello en mente, pero volví a deshacerme en pedazos cuando me enteré de que todas las le-kras estaban enlistadas en la librería del padre de Alexander, justo en la mansión que había dejado atrás y a la cual no podía regresar ahora porque, prácticamente, me había fugado del lugar. Si regresaba, era obvio que no volvería a salir en un buen rato.

Y no podía esperar más tiempo.

La ansiedad me embriagó entonces por completo. No quería dar mis brazos a torcer, no podía regresar ahora. Además, no quería ver a un Alexander con una mirada llena de abandono y decepción. No podía, simplemente no.

¿A qué le-kra entonces debía buscar? Me tardaría años en encontrar un vampiro que supiera algo sobre alguna y más me tardaría en encontrar a alguno que quisiera ayudarme y no comerme.

Traté de recordar el nombre de alguna, de cualquier en realidad; sin embargo, al recordar de nuevo a Blake y la conversación que habíamos tenido, un nombre en particular me pegó en la cara como un relámpago.

Antonelle Dagon.

Primera le-kra en supuestamente existir. Siete años de incubación. ¿Ubicación? Desconocida para mí, pero para Blake...

Sonreí al encontrar mi respuesta. Solo tenía que hallarla y entonces podría entender qué hacer. Salvaría a mi hijo con su ayuda al poder ponerme en contacto con mi otra yo. Esta Antonelle era mi única salvación, así que debía encontrarme con ella aunque me tardara toda una vida.

¿Pero dónde buscarla?

Volví a perpetuar la conversación que había tenido con Blake hacía ya un tiempo. Recordaba muy poco realmente, pero lo que sí sabía era que había registros de su nacimiento en la familia. ¿Sería posible que tuvieran su paradero escrito en algún lugar? Sin Blake de mi lado, la única persona que yo sabía que podía ayudarme ahora estaba muy lejos de ahí y por más que quisiera evadirlo, tenía que acudir a él.

Con una mueca en mi cara, me paré de mi asiento de madera.

Mi cabello bailó con una pequeña brisa y aunque no estaba del todo feliz por el hallazgo que había hecho, tenía una buena sensación con la respuesta a la que había dado. Esta era la correcta.

Di correa a mis piernas y entonces se movieron a prisa. Corrí tan rápido como pude y no paré en todo el día. Pasé y dejé atrás a muchos pueblos; comí ardillas por el medio día y seguí mi camino sabiendo que dirigirme con mi pueblo natal no iba hacer un viaje del todo grato.

¿Pero qué más podía hacer?

Solo el padre de Blake, el doctor que me había protegido por mucho tiempo cuando era pequeña, tenía acceso a la información que yo necesitaba. El doctor Collins era mi única esperanza para encontrarla, por lo que tenía que ir de nuevo a la ciudad negra y encontrarlo a como diera lugar.

_______________________

Se que es un capitulo suuuper cortito, pero necesitaba subirlo de una vez porque ando ON FIRE. sigo escribiendo como loca para traerles más y más capitulos de esta historia. Si sigo con este ritmo, llegaremos a una parte muy buena de la historia para finales del siguiente mes.

Muchas gracias por los comentarios y todos los ánimos que me han dado.

Sin nada más que decir y queriendo escribir aún más, los dejó con este capitulo >//<.

Nos vemos en tres días.

-Nancy A. Cantú

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