Matryoshka.

By AlmaxAnonimax

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Ella era rusa, con un cabello tan rubio y brillante como el oro, sus ojos eran de un azul tan frío que record... More

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By AlmaxAnonimax

Ekaterina Sokolova era lo mejor que le había pasado a mi vida.
Era el rayo de sol que siempre había después de una tormenta, era la luz que me iluminaba cuando todo estaba oscuro.
Ekaterina Sokolova con su cabello rubio y ondulado, su piel pálida y sus ojos azules como el hielo era Rusia, todo en ella lo gritaba, todo en ella gritaba frío; sin embargo en su interior siempre albergaba calidez, siempre sonriendo, siempre diciendo alguna tontería para hacerme sonreír.
Era como una matryoshka, tenía varias capas y cada una te iba sorprendiendo más y más.

Y ahora Ekaterina Sokolova había caído en coma. Estaba en una cama de hospital, golpeada, con contusiones y aparatos conectados a su cuerpo.
Ahora mi luz se estaba apagando poco a poco, sin que yo pudiera hacer nada para impedirlo.

La oscuridad estaba volviendo a mi, y si ella se iba, me hundiría en ella, caería al abismo y estoy segura de que jamás volvería a salir.

El conductor del automóvil que la atropelló había huido, no tenía en nadie en quien descargar mi ira, y aunque lo tuviera, no tenía fuerzas para hacerlo.
Los doctores no sabían a ciencia cierta cuando podría despertar, decían que podía ser desde una semana hasta un año o más. Un año o más.
Habían oído decir a alguien que después de un año las posibilidades de que despertara iban disminuyendo.

Dejé de bailar, dejé de ir a los malditos ensayos; no había espacio en mi mente para eso, la culpa me consumía día a día, si yo no hubiera sido tan dura con ella, si me hubiera detenido a escuchar su explicación, si le hubiera dicho que iría por ella al bar, entonces no estaríamos aquí; nos hallaríamos cómodas en mi departamento o tal vez en el de Ekaterina, viendo esas películas raras que tanto le gustaban, o cantando mientras tocaba mi guitarra. Pero no, en cambio estábamos en un hospital con atmósfera realmente deprimente, solo me causaba más tristeza pero no podía alejarme de ella, no la podía abandonar otra vez.

Solo me iba de su lado cuando los doctores hacían sus chequeos por día o cuando Sharon me obligaba a levantarme para ir a casa, darme un baño y cambiarme de ropa.

Cuando me iba Sharon, Alexandra o incluso Elina, se turnaban para quedarse a su lado, ya que sabían que no podría irme si sabía que estaba sola.
Ellas eran las únicas personas que visitaban a Ekaterina aparte de mí, Verónica intento hacerlo una vez pero las cosas no salieron del todo bien...

• •

—¿Qué demonios haces tú aquí? —pregunté en cuanto la vi entrar a la habitación.
—Quería ver a...
—¡No tienes ningún derecho! —grité levantándome. —¡Y ya puedes ir tirando esa porqueria! No permiten tenerlas aquí. —dije señalando el odioso arreglo de flores que llevaba en las manos. —Además ella no está muerta, no necesita flores.

Caminé hacia ella y arrebaté el adorno tirándolo en el cubo de basura que había ahí.

—No tienes que...
—¡Todo esto se pudo haber evitado! ¡Realmente se pudo haber evitado! ¡Pero no! ¡Ah no! Preferiste meterte en donde no te llamaban, no soportas la felicidad ajena y tuviste que meterte en medio, y ahora causaste esto. No me sorprendería si hubieras sido tu la que conducía ese automóvil que la atropelló.
—¡Jamás lastimaría a Ekaterina!
—¡Y sin embargo te metiste en su cama, sabiendo que tenía novia!
—¡No lo hice! —dijo medio gritando medio sollozando. —¡No quería que esto pasara! ¡Solo quería molestarte! Ella ni siquiera sabía que estaba ahí...
—¿Qué?
—Perdóname. —dijo. —¡Perdóname! —se lanzó hacia la cama donde estaba Ekaterina tomando su mano.
—¡Aléjate! ¡Lárgate! ¡No te atrevas a tocarla!

Me lancé hacia ella y la empujé, lejos de la rubia. Levantó la mano y cerré los ojos esperando el impacto que nunca llego, en lugar de eso se quedó parada mirándome horrorizada.

—¡Puedes quedarte con el maldito papel principal! ¿Eso querías no? ¡Quédatelo! ¡Lo lograste! ¡Felicidades! —comencé a gritar con ironía.

En ese momento una enfermera entró a la habitación; mirándonos a ambas con expresión de enojo.

—Será mejor que una de las dos abandone esta habitación el los próximos... —revisó el reloj que había en su muñeca. —Cinco minutos o tendré que llamar a los guardias para que ambas se vayan.

Abrí la boca para replicar pero una mirada cortante de su parte bastó para que nada saliera de mis labios y me quedara observando el suelo; pero en cuanto ella salió miré a Verónica.

—Vete, no tienes nada que hacer aquí.
—No puedes...
—Puedo y lo haré. Largo.

Me dirigió una última mirada; antes de suspirar y darse la vuelta saliendo de la habitación con poca violencia, para mi sorpresa.

En cuanto estuve sola, volví junto a Ekaterina y tomé su mano mientras lágrimas caían por mis mejillas.

• •

Si, definitivamente las cosas no habían salido bien.

Estaba afuera de la habitación de Ekaterina ya que Alexandra había entrado a verla. Podía notar a Sharon a mi lado removiéndose nerviosamente, esa era una señal de que deseaba decirme algo pero no podía.

Intenté ignorar el movimiento pero cuando pasaron diez minutos comenzó a ser demasiado irritante así que rodé los ojos y la miré.

—¿Qué? —pregunté.
—¿Qué de qué?
—Sharon. —respiré hondo contando interiormente hasta diez. —Será mejor que me digas lo que está pasando.
—Hablé con Elina y...
—No. —la corté.
—Ni siquiera sabes lo que te iba a decir.
—Ibas a decir que Elina te dijo que mi papel en la obra sigue esperando por mí, no.
—Beatriz, es una gran oportunidad, no puedes dejarla ir así.
—No voy a volver ahí sin Ekaterina.
—Beatriz.
—Ya déjame.
—No. —su voz subió un tono. —Ekaterina te diría que estás siendo una tonta, a ella le gustaría...
—No sabemos lo que le gustaría Sharon. —la interrumpí. —¡No sabemos ni siquiera lo que diría! ¡Está en coma! —grité de mal humor.
—No me hables así.
—No digas lo que crees que Ekaterina diría. No sabes nada.
—¿No? —preguntó. —Entonces te diré lo que creo; tienes que salir de aquí, tienes que vivir, no puedes quedarte encerrada en un hospital, está mal.
—¿Qué? —la miré con sorpresa. ¿Cómo se atrevía? —Me estás diciendo que salga y haga como que nada pasó, ¿Que salga y finja que mi novia no está en coma en un hospital?
—Estoy diciendo que no debes dejar que esto te hunda, no te estoy pidiendo que finjas como que nada pasó.
—¿Y tu crees que eso es fácil?
—¡Tu lo estás haciendo más difícil! ¡Te autocompadeces! "Oh pobre de mi, mi novia está en coma, me voy a recluir y renunciaré a todos mis sueños para enfrentarlo" —al terminar abrió mucho los ojos.

La miré entrecerrando los ojos. No voy a decir que no me había dolido.

—Que fácil es para ti decirlo, muy fácil; tu novia está sana y salva. ¡No tienes ni idea de cómo me siento!
—¡Me preocupas! —gritó. —También Ekaterina pero Beatriz, por Dios, tú vida se ha reducido a esa habitación en este horrible hospital, no sales, no vas a tu casa a menos que te obliguemos y ya no comes bien.
—Igual que Ekaterina.
—A eso me refiero. ¡No puedes dejar que su situación te supere! ¡No puedes dejar que la culpa te haga desear pasar lo mismo que ella! ¡No fue tu culpa!
—¡Claro que lo fue Sharon!
—Ella decidió tomar, ella decidió ir al bar y...
—¡NO! ¡Cállate!

Cerré los ojos tapándome las orejas. No podía escuchar como la culpaba por lo que le había pasado; todo había sido mi culpa, yo la había empujado lejos, yo le había dicho que ya no había nada entre nosotras; yo la había impulsado, por mi culpa estaba ahí.

—¿Qué pasa con ambas? —exclamó Alexandra al vernos en el pasillo. —Sus gritos se escuchan hasta adentro de la habitación. ¿Pretenden que nos saquen?
—Yo...
—Reacciona Beatriz. —continuó Sharon como si la interrupción no se hubiera dado. —Tienes que moverte, no puedes encadenarte aquí por siempre y Ekaterina estaría de acuerdo.
—¡Ekaterina no está! —grité.
—¡Entonces baila!
—¿Tu no entiendes?
—Eres una testaruda, una...
—Sharon, basta. —la interrumpió Alexandra tomando su mano, gesto que me hizo mirar hacia otro lado.
—Un día te arrepentirías de la buena oportunidad que estás dejando ir.
—Me preocuparé por eso cuando mi novia despierte, muchas gracias.
—¡Y cuando lo haga te dirá lo mismo que yo!
—Sharon, vamos, ve afuera yo llegaré en poco tiempo. —le dijo Alexandra ofreciéndole las llaves de su automóvil.

Ella salió con un resoplido, no me molesté en mirarla.

—Lo lamento Bea. —dijo Alexandra. —Ella solo se preocupa por tu bienestar.
—Tiene una forma muy rara de hacerlo.
—Sí, y sin embargo son mejores amigas. ¿No?
—Ya no lo sé.

Alexandra suspiró y se quedó en silencio por algunos momentos. Esperaba que se fuera pronto para que pudiera volver a la habitación de mi novia.

—Ella tiene razón. —la miré entrecerrando los ojos. —No es tu culpa. ¡Sé que no lograrás sacártelo de la cabeza así de fácil! Pero ve asimilándolo porque es la verdad. —dijo, me dirigió una sonrisa y besó mi mejilla. —Te veré mañana.

Se levantó, alejándose lentamente. Cuando sus pasos dejaron de resonar me levanté y volví con Ekaterina, tomé su mano y besé su frente.

—Perdóname. —susurré.

•••

Sharon no volvió ni esa semana, ni la siguiente. Ahora ya no había nadie que me obligara a volver a casa para darme un baño y cambiarme la ropa. Lo tuve que empezar a hacer por mi misma y no podía evitar extrañar a alguien que me hiciera compañía, extrañaba sentir que le importaba a alguien. Tal vez el hecho de que Sharon se alejara también había sido mi culpa, últimamente yo era la culpable de muchas cosas.

•••

Había vuelto a casa a bañarme, comer algo y por mi guitarra. Hacia tanto que no tocaba, y pensé, pensé que si cantaba tal ves mi voz llegaría a ese lugar donde se hallaba Ekaterina, o su subconsciente, o lo que sea.
Me senté frente a su cama y la miré con la tristeza invadiendo todo mi ser, el color de su cabello se había apagado y estaba pálida, un pálido enfermizo, no el que acostumbraba cuando estaba sana. A veces me daban ganas de acercarme y levantar sus párpados, solo para recordar el color exacto de sus ojos, pero nunca lo hacía porque me daba miedo.

—Hola de nuevo Kat. —dije. —Esta vez traje mi guitarra, sé que te gusta mucho que toque para ti. Creo que esa siempre ha sido nuestra manera de comunicarnos, la música, o al menos la mía. Cuando estaba demasiado asustada de decirte algo, lo cantaba. Ahora me siento asustada, y no tengo a nadie para ayudarme, mi mejor amiga ya no se aparece por aquí, es gracioso que ella sea mi única amiga real; nunca me había dado cuenta de lo sola que estaba antes, tú tenías algo que ver también, siempre me acompañabas, eras mi soporte; pero ahora no estás aquí, no como quisiera y solo me tengo a mí misma ahora y no sé cómo continuar. —tomé su mano algo fría entre las mías. —Aún te amo Kat, y cuando despiertes recompensaré todo este horrible tiempo; pero ahora, ahora solo te puedo cantar. Espero que te guste.

Mis manos estaban temblorosas y me costó varios intentos comenzar con la canción, después de suspirar hondo por quinta vez, comencé.

Cuando me muera y me tengan que enterrar
Quiero que sea con una de tus fotografías
Para que no me dé miedo estar abajo
Para que no se me olvide como es tu cara
Para imaginar que estoy contigo
Y sentirme un poquito vivo...

Mátenme porque me muero
Mátenme porque no puedo
Mátenme porque me muero
Mátenme porque no puedo

Esta enfermedad es incurable
Esta enfermedad ni con un valium...

Cuando me muera y me tengan que enterrar
Quiero que sea con dulces y no con piedras
Por si alguna vez me buscas
Estaré eternamente lejos
Como para darte solo flores
Te guardaré mil estrellas

Mátenme porque me muero
Mátenme porque no puedo
Mátenme porque me muero
Mátenme porque no puedo

•••

Un día mi profesora de ballet se sentó a mi lado después de su visita a Ekaterina; era algo extraño porque normalmente llegaba, estaba con la rusa durante media hora y se iba corriendo porque tenía que dar clases en la Universidad.

—Verónica se dió de baja en la carrera.—dijo después de un rato.
—¿Qué?
—A todos nos sorprendió, claro, no estaba haciendo un gran trabajo últimamente, supuse que sería temporal, pero no, al parecer es definitivo.

No lo lamentaba pero tampoco era tan satisfactorio como pensé que me sentiría después de oír de su fracaso.

—A mí también me duele Beatriz. —me dijo cambiando de tema brutalmente, al mirarla noté sus lágrimas en los ojos. —Y la extraño como no tienes idea, la conocí desde que era una niña y ahora no sé qué hacer sin ella, me hace falta su risa y sus pésimas bromas. —la voz se le quebró, la miré, lágrimas resbalaban por sus mejillas.

Me hubiera gustado abrazarla, consolarla y decirle que todo estaría bien, pero no podía hacer eso ¿Cómo podría hacerlo? ¿Cómo puedes consolar a alguien cuándo ni si quiera te puedes consolar a ti misma?
Me limité a mirar hacia otro lado, escuchando sus tristes lamentos que me hacían sentir aún peor.
Cuando finalmente logró controlarse, tomó mi mano, haciendo que diera un brinco por el inesperado contacto.

—Me preocupo por ella y espero tanto como tú que ella mejore, y sé que lo va a hacer porque es fuerte. —apretó mi mano. —Sin embargo, también me preocupo por ti.

La miré sin expresión alguna.

—¿Piensas quedarte aquí hasta que despierte?
—Sí.
—Afuera el mundo se mueve. —me intenté alejar previniendo otro discurso como el de Sharon, pero ella me lo impidió tomando mi mano con más fuerza. —No te puedes marchitar tu también, no puedo soportar que dos flores se marchiten, y voy a salvar a una de ellas.
—Ekaterina no se está marchitando.
—Ekaterina está en una habitación en coma; no puede moverse y no puede hablar y definitivamente su estado de salud no es floreciente. Y tú estás aquí, con todas tus facultades, marchitándote por la culpa y los pensamientos malos en tu cabeza; entiende de una vez que nada de esto es tu culpa, y será mejor que lo entiendas. ¿Sabes algo? Ekaterina Sokolova odiaría ver como su матрешка pierde todo ánimo de lucha y simplemente deja que la corriente la arrastre, y definitivamente yo se que la Beatriz Lepori que conozco no se rendiría.
—¿Esto es por el papel de la obra?
—Esto es por ti. Pensé que tu sueño era ser una gran bailarina.
—No sin Ekaterina.
—Escucha esto Beatriz; cuando Ekaterina despierte... ¿Qué crees que preferiría ver? Una mujer hundida en la pena o a una mujer que nunca se rindió. —se levantó. —El lunes espero verte en clase señorita o habrá consecuencias, y sí, es una amenaza.

La miré sorprendida, había hablado con el mismo tono severo que usaba cuando daba clases; el tono que no admitía réplicas.

—A ella le gustaría verte continuar. —me dijo más amablemente antes de alejarse.

•••

Había soñado con Ekaterina aquella noche, su cabello rubio brillaba como el sol,  su sonrisa era tan resplandeciente que me cegaba y su voz, su voz era tal y como la recordaba; escucharla después de tanto fue lo que más me impactó

—матрешка —dijo mirándome con sus grandes ojos azules y el principio de una sonrisa formándose en su rostro.
—¡Estas aquí! —grité corriendo a abrazarla. Soltó una risa alegre y me levantó un poco del suelo.
—Tu canción del otro día fue muy bonita. —dijo pasando un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
—¿Si?
—¡Claro! Tenías razón, siempre nos comunicamos con la música.

Su sonrisa disminuyó un poco.

—No fue tu culpa. —dijo. —No te culpo por nada y no es justo que tu sí lo hagas; eres muy masoquista. —dijo, sacándome una risa. —Y también creo que deberías hablar con Sharon, ella tiene razón.
—Ella fue horrible.
—Es parte de su estilo. ¿Te sorprende después de ser su amiga durante tanto tiempo?
—No...
—Y Elina te dio una dosis de cruda realidad, y debes de escucharla.
—¿Qué?
—Quiero que vuelvas a bailar.
—Ekaterina... —comencé a replicar.
—Escucha, me tengo que ir...
—¡No!

Una especie de neblina espesa comenzó a rodearnos, alejándome de ella.

—Ekaterina... —supliqué.
—Vuelve a ser tu misma матрешка. —lo último que vi de ella fue un guiño de ojo y después, negro.

Me desperté gritando sobresaltada, me había quedado dormida tomando su mano en la cama incómoda del hospital.
La miré, parecía que todo seguía igual, pero eso había sido tan real.

—¿Te acabas de comunicar conmigo en sueños? —le pregunté confundida, evidentemente no esperaba una respuesta así que continúe. —Bueno, tus métodos nunca han sido normales Kat. El día que hablaste español por primera vez me dijiste que habías llamado a una araña... ¿Bianca? ¿Era así?

Acaricié su cabello, alejándolo de su cara.

—Entonces... ¿Quieres que vuelva a bailar? —pregunté. —Sabes que ya no estaré aquí tanto tiempo entonces... ¿Verdad?

Acaricié su mano y dejé un beso ahí.

—Bueno, lo haré, solo porque sé que te gustaría verme, pero más vale que despiertes para ese entonces o no habrá valido la pena. ¿Trato?

Realmente me estaba volviendo loca, pensé.

—Bien, es un trato. —lo sellé besando su mejilla.

•••

Y el Lunes, a primera hora, Duvignau me tenía en clase; actuó como sin nada, pero creí haber visto el fantasma de una sonrisa en su cara cuando me di la vuelta para el calentamiento.

Cata me dio un gran abrazo en cuanto me vio, me miraba de una manera extraña, como si me fuera a romper en cualquier momento, me hacía sentir incómoda, y lo dije.

—Mi novia está en coma pero no hay razón para mirarme así. —le dije.
—¡Lo lamento! —chilló. —¿Cómo... ¿Cómo está ella?
—Inconsciente. —respondí.
—Todas aquí la extrañamos mucho, esperamos que esté mejor pronto.
—Gracias. —respondí al fin. No había razón para ser mala con ella, solo intentaba ser amable. —Yo también la extraño mucho. —mi voz se quebró.
—Oh Tris. —Cata me abrazó más fuerte que antes.
—¿Hay alguna razón por la cual hayan dejado de estirarse? —preguntó Duvignau.
—No señorita. —respondió Cata como un soldado.
—Lepori, puede ir utilizando todo ese sentimentalismo para interpretar el papel y ponerse al corriente, si quiere mantener el protagónico claro. —me guiñó un ojo y se alejó.

No me decepcioné ni sorprendí porque ciertamente no esperaba piedad de Elina Duvignau, al parecer de todas las personas que rodeaban a Ekaterina, la que tenía más claro que teníamos que seguir con nuestro día a día, con toda la normalidad posible, era ella, e intentaba contagiarme con ese sentimiento a mi.

Me presionó como nunca para que volviera a estar al nivel de las otras chicas, me hacía llegar temprano, me hacía dormir a una buena hora e incluso me llamaba para obligarme a comer.
Visitábamos a Ekaterina tres veces por semana, a veces cuatro, digo visitábamos porque ella me llevaba y me traía, y cuando sentía que los pensamientos malos volvían a venir a mi, me daba más trabajo para mantener mi mente ocupada.
Comenzaba a entender porque Ekaterina la consideraba como una madre, ciertamente cumplía con ese rol muy bien, era alguien que se preocupaba por ti, que realmente lo hacía.

Quería hablar con Sharon, pero la única vez que la vi en el hospital, Duvignau me estaba tomando de la mano para llevarme a la salida, diciendo que ya era hora de irnos, que tenía que dormir y algo sobre una prueba de vestuario.
Así que solo la saludé con una media sonrisa que ella respondió, aunque alcancé a escuchar como Alexandra le daba un golpe diciendo: Habla con ella.

A veces terminaba tan cansada que no tenía tiempo de pensar en lo deprimente que seguía siendo mi vida sin Ekaterina.

•••

El siguiente será el último capítulo. ❤️
También podemos imaginar que la canción al tocarla Beatriz tiene un tono más triste adecuado para las circunstancias jaja
Gracias por continuar conmigo en esta aventura, y pronto viene otra.

—Anónima D. 🌸🌺

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