Millionaire ©®

By vcarlabianca

1.7M 163K 16.8K

| C O M P L E T A | ✔️ [+18] Después de renunciar a todo, Rose Paige decidió vender lo único que le quedaba:... More

Sinopsis
Prólogo
CAP (1) Envuélveme en la oscuridad
CAP (2)Amanecer entre sus sábanas
CAP (3) Dificultades
CAP (4). Un café
CAP (5) . Solo una llamada
CAP (6). Solo una puta
CAP (8). En tí
CAP (9). Despacio
CAP (10). Un millón de plumas
CAP (11). ¿Aceptas?
CAP (12). Detrás de tus ojos
CAP (13). Dame una razón
CAP (14). Una tras otra
CAP (15). Solo trabajo
CAP (16) ¿Puedes ayudarme?
CAP (17) . Vuelo nocturno 🔞
CAP (18). ¿Quién es ella?
CAP (19). Tensión 🔞
CAP (20). Miradas
CAP (21). Reconciliación
CAP (22). Mariposas
CAP (23). Consejos
CAP (24). Borron y cuenta nueva
CAP (25). Otra
CAP (26). A tu lado
CAP (27). Dando vueltas
CAP (28). Buscando una solución
CAP (29). Secretos a la luz
CAP (30). Mentiras
CAP (31). Descubierta
CAP (32). Tu...
CAP (33). Propuesta
CAP (34). Nueva casa
Cap (35). Mala publicidad
CAP (36). Tomar actitud
CAP (37). Sin más secretos
CAP (38). Siempre a tu lado
CAP (39). Ultima noche
CAP (40). Despedida
CAP (41). A través de una llamada
CAP (42). Angustia
CAP (43) ¿Y ahora qué?
CAP (44). Familia
CAP (45). Circunstancias
CAP (46). ¿Será?
CAP (47). Era hora
CAP (48). Una rosa fuerte
CAP (49). Reencuentro
CAP (50). Tu y yo
CAP (51). Mi lugar
CAP (52). Final
Epilogo
G R A C I A S

CAP (7). Atrévete

46.3K 3.9K 509
By vcarlabianca




Narrativa: Rose Paige


¿Saben cuál es el error más grande? ¡Limitarte! Sí, limitarte a quedarte sentado y mirar tu vida como un siempre espectador, buscar motivos para quejarte y evadir respuestas sinceras que vienen de tu interior, pensar que la vida no puede cambiar cuando ella da tantos giros. Menos mal que el destino tenga más fantasía que nosotros.

Escuché mi teléfono vibrar y al instante empecé a gemir con frustración. Lo agarré de la mesita de noche y lo llevé a mi oído, no tenía la fuerza o la voluntad necesaria para abrir los ojos.

—Mmm—murmuré aún pérdida en mi mundo de sueños complejos.

—Tus gemidos son precisamente lo que necesito oír—escuché esa voz masculina que ya reconocía con facilidad.

Abrí los ojos de golpe y miré la pantalla del teléfono, sí, era el hombre de hace poco, el maleducado que ahora me había llamado a las tres de la mañana.

—Son las tres de la mañana—me quejé—. ¿Estás loco?

—No, estoy excitado—contestó en voz agresiva—Por tú culpa—aclaró poco después.

—¡Ah!—saqué un gemido ahogado sonriendo por mis adentros. Había un no sé qué dentro de mí que disfrutaba saber que lo había torturado. Me da un sentimiento de satisfacción interior.

—¡Abre tus piernas!—ordenó de repente y fruncí el ceño—Déjame entrar—añadió con voz ronca. —Sé que lo deseas, ábrelas—quedé impactada, sí, había estado con muchos hombres pero ninguno me despertó con una llamada para decirme tal cosas.

—Me parece...—me interrumpió en unos segundos.

—¿Grande?—preguntó con voz ronca. —Te deseo ahora mismo—su respiración agitada mostraba la gran excitación que llevaba.

«Deseo» era una palabra nueva para mí, una de esas que provocan escalofríos más cuando era la primera vez que la escuchaba. Había escuchado de todo, «quiero montarte, follarte, cogerte» pero nunca «te deseo».

—Imagina que tus manos son las mías, deslízalas por tu cuerpo como si te estuviera abrazándote, muévelas como si fueran mis labios que te besan—su voz atractiva me hizo cerrar los ojos y deslizar mis manos a través de mi cuerpo.

—Y tú...—me detuve, no sabía nada acerca del sexo a través de la línea telefónica. Noté cómo todo mi cuerpo se despertaba gracias a su voz sensual que me desvistió y calentó. —¿Imaginas mis manos y mis labios besándote el pecho?

—Ya lo estoy haciendo, recorro mi cuerpo soñando con tenerte encima de mí, gimiendo con tu dulce voz, jadeando sensualmente, lamiendo mi cuerpo con tu lengua, gozando de mi cuerpo de la forma en que yo disfruto del tuyo—calor, calor y bragas mojadas, me dejé llevar como una inconsciente.

—Pienso en tus labios calientes sobre los míos—dije y saqué un gemido, empezando a tocarme la feminidad—Tus manos grandes sobre mis pechos, apretándolos con fuerza, comiéndotelos a la vez que los estrujas delicadamente.

—Mientras tus pequeñas manos agarran con fuerza mi nuca, tus dedos se enredan en mi cabello y me acercas a tus labios, me besas despacio y sensual y son tus dientes los que ahora mordisquean mis labios, bajas por mi cuello y lames mi pecho, mientras me gusta mirar dónde están tus manos ahora, sospecho que sobre tu sexo caliente, ahora ya húmedo.

«¡Joder!»

—Deseo sentirte dentro— tragué saliva incapaz de controlar el efecto que sus palabras tenían sobre mis sensaciones.

—Tranquila, aún no, percibes mi erección y sientes cómo mi cuerpo responde a tus caricias, ¿quieres que pare?—preguntó indeciso.

—¡No! Sigue hablándome—adiviné una sonrisa en sus labios.

—Presentía que te iba a gustar, me excita pensar que eres así, como yo—hizo una pausa mientras que mi cuerpo y mi mente esperaban su narración—Imagino tus labios en mi sexo, tu boca experta se mueve despacio, tu lengua juega por dentro, tus manos recorren mis muslos, me acarician sutilmente mientras tu boca sigue jugando.

—Estoy gozando de tu placer con cada gemido tuyo, estoy enfebrecida, lujuriosa, mi ardor supone tus labios en mi sexo, tu lengua lo recorre y recoge sus fluidos, pero necesito imaginarte dentro, impaciente por sentirte. Noto tu peso sobre mis pechos, noto tus mecidas sobre mi cuerpo, el movimiento es un baile lento, armonioso, tus labios me besan—me costaba hablar más con cada segundo.

—Tus manos en mis glúteos empujando con fuerza, tus piernas apretando las mías, tu fuerza es increíble, te apoderas de mi cuerpo, lo sientes dentro y lo mueves a tu antojo—su voz se entrecortó más y su respiración era cada vez más cargada de lujuria—Ahora imagino que soy yo el que tiene el peso encima, tus pechos se restriegan bajo mi pecho, tus pezones tropiezan con los míos, tus movimientos son rápidos, estoy a la merced de tus movimientos, mi mano recrea tu movimiento. Mis manos se mueven rápidas, no voy a controlar el final, percibo a través de tu respiración cómo es de frenético tu movimiento.

—Me estoy... mis contracciones son más fuertes—me quedé callada y mi sonrisa regresó a mis labios—Y el sudor invade mis pechos que se van quedando helados, continúo escuchando tus gemidos, sé que tu excitación no puede ir a más. Te hice llegar al orgasmo con mis palabras—confesé, notando solo sus respiros ahogados.

—Sí , lo has conseguido, tus palabras han hecho esto—admitió después de un largo silencio—. Quiero conocerte.

—No—contesté segura. Sí, su voz era muy buena para provocar orgasmos pero no necesitaba un hombre en mi vida. No en ese momento.

—Quiero saber con quién estuve hablando—replicó tranquilo.

—No importa, de todos modos, eso no volverá a pasar.

—No seas inmadura— replicó algo molesto. —No hay nada malo en que dos personas se conozcan.

—No lo estoy, simplemente no me interesa conocerte. Fue un absurdo sexo a través del teléfono.

—Tan absurdo que te corriste en diez minutos— replicó con orgullo.

—Creo que olvidas que el que se quedó con una erección por horas fuiste tú—repliqué divertida.

—Recuerda mis palabras...—hizo una pausa mientras escuché varios ruidos, entendiendo que se había levantado de la cama—Un día te veré y tocaré. Y entonces...—se detuvo soplando el aire como si estuviera fumando un cigarro.

—¿Y entonces qué?—pregunté intrigada, incitándolo a seguir.

—No te tendré piedad—habló con voz atractiva y luego colgó, dejándome totalmente desorientada.

Me levanté de la cama negando con la cabeza sin entender cómo había cometido el error de dejarme llevar con un nombre que ni siquiera conocía mientras aún sentía la humedad de mi entrepierna. Preparé mi café con aroma de vainilla y salí al balcón. Eran las tres y media de la mañana, el aire frío pasaba bajo mi vestido, secándome y enfriándome, moviendo mi cabello hacia atrás y haciéndome rodear las palmas alrededor de la taza de café en busca de calor.

Las luces de la ciudad eran mi tranquilidad.
El paisaje era tan hermoso...

El tiempo pasó muy rápido y el sol lentamente apareció en el cielo, escondiéndose detrás de las nubes. Hoy iba a ser un día gris.

—¡Buenos días, mamá!—escuché la voz de mi hijo entrando en la cocina aún con los ojos entreabiertos.

Me giré hacia él sonriente. Se veía tan precioso con su pijama con conejitos que hubiera querido parar ese momento para siempre. Me acerqué a él para abrazarlo y para darle varios besos en las mejillas para que después lo cargue entre mis brazos hacia la mesa ya preparada para que desayune.

—Mamá, ¿hablaste con el padre de Lana?—preguntó mientras tomaba su jugo de naranja.

—Sí, mi amor, todo está bien—le acaricié el cabello, peinándolo con mis uñas—, aunque debo confesarte que no fui yo la persona que lo convenció.

—¿Entonces?—preguntó con ojos grandes.

—Pues, a mí me parece que ya lo había decidido antes—me encogí de los hombres. — Lo importante es que Lana ya pueda estar tranquila.

—¿Mamá?—bajó su cabeza lentamente, mostrándose avergonzado—¿Tú también te casarás algún día?

—¿Por qué me preguntas esto, Diego?—deposité mi dedo en su mentón y levanté lentamente su barbilla para poder mirarlo a los ojos.

—A veces me gustaría tener un papá con quien mirar los partidos de fútbol, o jugar al fútbol. Mira, mamá, yo sé que tú jugaste fútbol conmigo, pero no eres muy buena, siempre te gano fácilmente —empecé a reír.

—Diego, por ahora solo quiero dedicarme a ti—le contesté con ternura.

—Mamita—se bajó de la silla y caminó hacia mí, juntó mis manos con las suyas y me miró a los ojos—. No quiero que mi papá nos siga molestando, no quiero que siempre te haga ir con él. Ya lo pensé y Lana está de acuerdo conmigo.

—Niño, ¿de qué hablas?—cuestioné con la voz cargada de miedo, ya que Diego solía salirme con varias ideas maravillosas.

—Mira mamá, si encuentras a alguien así tendrás a alguien que te puede protegerte y nunca más te veré triste—mi corazón se partió, siempre intentaba sonreír cuando estaba al lado de Diego pero al parecer fueron momentos en donde mi actuación falló.

Abracé a mi hijo con todas mis fuerzas hasta que sentí su corazón latir junto al mío. Era lo que más amaba en la vida, por él respiraba.

—Lana dice que su padre es bien lindo—añadió Diego y me alejé de él enseguida.

—¡Diego!—negó con las manos. —Ni lo pienses.

—Pero mamá...—lo interrumpí.

—Pero nada. Tu trabajo es ir al jardín, aprender todo lo que les enseñan allá, hacerte amigos pero en ningún caso le robarás el trabajo a cupido.

Empecé a arreglar algunas cosas por la casa, incluso a buscar la ropa con la que Diego iba a vestirse para ir al jardín, mientras él me seguía sin parar intentando a convencerme de algo que de ninguna manera acapararé.

—Cállate un poco, pequeño travieso—dije en cuanto vi el número de Alex llamándome—. ¿Bueno?—contesté sin ganas, Dios era testigo de cuánto odiaba a ese hombre.

—¿Qué haces, mi florecita?— Su voz sonaba eufórica y siempre cuando pasaba esto era porque de otra forma había escogido una manera para sacar más dinero. Algo bueno para él siempre resulta algo extremadamente malo para mí.

—Al grano, Alex, al grano—proseguí, rodeando los ojos.

—Se suspenden tus vacaciones. Este sábado hay una fiesta de despedida de solteros.

—¡¿Qué?! ¡Mañana es sábado!— alcé la voz enojada. —Aparte tengo planes.

—Tenías planes1—recalcó—Más te vale que estés a la altura mañana, tanto tú como Amalia e Isabel—añadió con asco, colgando poco después.

Cerré los ojos y suspiré profundo mirando a Diego, quien cambió la cara al instante como adivinado que nuestros planes no llegarán a concretizarse.

—Dime que nuestros planes no se arruinaron— siseó con ojos llorosos.

—Diego...—susurré su nombre pero no me había dado la oportunidad de hablar porque corrió hacia su habitación, encerrándose—Diego, por favor—toqué la puerta, sintiendo cómo mis lágrimas recorrieron mis mejillas.

Diego no había salido de su habitación ni después de dos horas. Tenía que irme al negocio para comprarle el traje que necesitaba para la fiesta que iba a tener en el jardín, así que llamé a Natalia para que se quedara con él.

Mientras la esperaba, empecé a arreglarme, opté por un pantalón blanco y una camisa verde y unos tacones. Agarré mi cabello en una coleta ligera y me hice un maquillaje natural, solo un poco, tanto como no asustar a la gente que me veía pasear.




Narrativa: Colin Russell


Un peso encima de mí me hizo abrir los ojos de repente, adoloridos por la luz que había entrado por la ventana e iluminó el cuarto.

—¡Papá!— se levantó y empezó a saltar en la cama.

—¿Qué hora es?—pregunté rodeándome por la cama en busca del teléfono.

—Son las diez papá. Eh... ¿Por qué no llevas pijama?—cuestionó curiosa quedándose parada en la cama.

«¡Mierda! ¡Mil veces mierda!» Agarré la sábana y la levanté un poco más, gracias a Dios llevaba los bóxers.

—Porque tuve mucho calor anoche—contesté con una sonrisa culpable.

—Pero si hace frío desde hace unos días—me miró dudosa.

—Sí, pero estuve trabajando en mi portátil toda la noche y como lo tenía puesto sobre mí...—me interrumpió.

—Tu portátil está en mi habitación, papá —entrecerró los ojos.

—¡Lana!— alcé la voz.

—¡Papá!— hizo al igual y empezó a reír—A veces decir que teníamos flojera nos salva de malas situaciones—se dejó caer sobre mi pecho.

—¿Algo está pasando?—pregunté acariciándole la cabeza.

—Sí, necesito un vestido hermoso para la fiesta que habrá en el jardín—empezó a hacer berrinches.

—Lana, sabes muy bien que eso no va conmigo, cómpralo con tu nana.

—Mi nana es un amor pero no sabe nada de moda—sonrió—Quiero ir a comprarme un vestido con la mamá de Diego, ayer la conocí y es súper buena onda.

—¿La mamá de Diego?—pregunté disimulando indiferencia.

—Sí, papá , ella es tan hermosa, tiene unos ojos verdes casi igual de hermosos como los míos y un cabello así como lo tengo yo, largo y ondulado pero más oscuro—habló entusiasmada. Bueno, al final la mujer desconocida parecía bastante atractiva. —Y es muy buena, le conté de tu Linda y me ayudó con consejos y me dijo que te llam...—se detuvo tapándose la boca— ¡Ups!

—Ahora, si te pasaste, sea o no, la madre de Diego no puede andar contando acerca de nuestra familia a un descosido—empecé a regañarla molesto.

Realmente estaba enojado. Lana era una chica muy inteligente pero a veces hacía unas estupideces muy grandes. ¿Qué tal si un día le da la dirección de nuestra casa a una persona desconocida? ¿Qué tal si yo no estoy en la casa y le pasa algo? No podemos andar contando nuestras vidas así.

—Papá, pero...—la interrumpí.

—Lana, no puedes andar contando cosas personales como se te dé la gana. No todas las personas que te escuchan quieren ayudarte, a veces la gente es muy mala.

—¡Pero ella es buena!—alzó la voz, contraatacándome.

—No me levantes la voz—la apunté con el dedo—. Ni tú ni yo sabemos si es o no buena, la conoces apenas desde ayer. A veces no te basta una vida para conocer a una persona, Lana.

—No, papá, hay gente como yo que ve el bien en las personas y gente como tú que no ve nada—alzó una vez más la voz—Linda es una perra y solo tú no viste eso.

—¿Qué es este vocabulario?—fruncí el ceño—. Estás castigada, no recibirás ningún vestido.

—Castígame cuantas veces quieras, no me importa, digo la verdad. Así que, querido papá, ¡Me vale!—se bajó de mi cama nerviosa, caminando hacia la puerta.

—¡Lana!—grité y ella se giró manteniendo el contacto visual.

—¡Eres cruel!—me apuntó su pequeño dedo. —Y te aviso que voy a conseguir un vestido, te guste o no.

Estaba casi explotando por los nervios. Quise decirle unas cosas más pero mi teléfono empezó a soñar, distrayéndome, momento que ella se aprovechó y salió de mi habitación dando un portazo.

—¡Colin!—escuché la voz de Ricardo, uno de los abogados más buenos de mi empresa.

—Ricardo, levanté de la cama dirigiéndome hacia la ventana.

—No te robo mucho tiempo, solo quiero decirte que no te hagas planes para mañana, tengo mi despedida de soltero—se río con ganas—En mi penthouse junto a unas señoritas hermosas.

—Si se entera tu futura esposa, se divorcia antes de casarse—negué con la cabeza.

No soy un santo y tampoco lo fui, tuve muchas mujeres en mi vida pero a ninguna la engañé mientras mantuve una relación con ella. Y obviamente, si un día llegaré a casarme, el engaño no será presente por mi parte, ¿Por qué? Pero no veo necesario joder algo hermoso o lastimar a alguien al lado de quien tienes todo para una aventura.

Después de una hora ya estaba arreglado para salir de la casa e ir al trabajo pero no antes de comprarle un regalo a Ricardo.

Entré en la habitación de Lana, quien me miró furiosa sin decirme ninguna palabra, y busqué con la mirada mi portátil que estaba en... la ventana, a punto de caerse.

—Cuando regreso, tú y yo vamos a hablar— advertí seriamente mientras caminé hacia la ventana para recoger mi portátil.

—Te esperaré impacienté—me sonrió irónica.

Ser padre te enseña a amar incondicionalmente y a buscar siempre el bien de tu hija antes del tuyo pero al mismo tiempo te hace sufrir horrible en el momento en el que debes decirle un solo "no". Jamás levanté mi mano ante mi hija y no pienso hacerlo, creo que siempre las cosas pueden ser entendidas con palabras.

Las calles centrales donde se encontraban todos los negocios estaban bastante vacías. Al parecer el cielo nublado logró asustar a mucha gente. Me detuve en frente de un negocio de ropa para niños viendo una hermosa corona con flores que había en un maniquí. Sí, Lana estaba castigada pero esto no significaba que no iba a comprarle algo, aunque se lo daré mucho más tarde.

—Buenos días!—me atendió sonriente la vendedora—¿En qué puedo ayudarlo?

—Quiero comprar la corona con flores que tienen expuestas en el vidrio.

—En seguida, señor—se alejó de mí para caminar hacia el vidrio. El lugar estaba lleno de niños que corrían de un lado a otro y sus madres desesperadas por mantenerlos tranquilos.

Me giré hacia mi parte derecha donde había unos vestidos. El ruido que había en ese negocio era impresionante, ruidos de tacones, gritos y risas de madres. Una mezcla que me ponía de pésimo humor más cuando mi día había empezado con un pleito.

—¡Ay!— escuché un suave grito a mi lado, uno que venía de una mujer que llevaba una banda alrededor de sus tobillos, agarrada a cada lado de dos niñas que habían jugado y por error la habían acorralado.

Un vestido voló en el aire una vez con su grito y su equilibrio se perdió. Las niñas soltaron la banda asustadas. Hice unos pasos hacia ella, agarrándola por la cintura y cargándola en mis brazos, impidiéndole de esta manera que se cayera.

Su cabello ondulado cayó lentamente por su rostro, mientras que sus ojos entrecerrados se abrieron lentamente. Conocía esos ojos verdes. Me quedé mirándola mientras la banda se deslizaba por sus tobillos lentamente, cayendo en el suelo. Sus ojos se clavaron en los míos, mientras que sus labios se separaron lentamente.

Llevaba un rostro diferente, no estaba tan cargado de maquillaje como en esa noche y tampoco tan cansado como en esa mañana. Un rostro natural, envuelto en un brillo que acompañaba la oscuridad de su cabello y el color intenso de sus ojos. Era más hermosa de lo que me la recordaba.

—Rose—empecé a toser con una sonrisa en la comisura de mi boca, viendo sus ojos paseando por mi rostro— ¿Ves qué importante es saber el nombre de una persona? Si no lo hubiera sabido, ahora estaría en el suelo.

—No jodas, ni sabías que era yo—replicó con los ojos entrecerrados— ¿Me sueltas?

—Claro—la levanté un poco en el aire, dándole la impresión de caída libre. La mujer pesaba muy poco, así que este acto me pareció más fácil de lo que había planeado. Como acto reflejo, ella rodeó sus brazos alrededor de mi cuello y yo, en mi turno, agarré más fuerte su cuerpo y reí divertido.

—Estuviste a punto de soltarme— espetó sorprendida.

—Decídete entonces, ¿te suelto o no?—repliqué aún divertido por su cara.

—¡Ibas a dejarme caer!—alzó la voz y abrió sus ojos.

—Nunca te dejaría caer-—le guiñé el ojo y ella frunció su ceño ligeramente.

Deslizó su mirada de mí, mirando a su alrededor y ssuspirado, haciéndome entender que se encontraba en una situación incómoda. Sin la intención de prolongar más su estado poco natural, la incorporé mientras que ella alejó lentamente sus brazos de mi cuello y tocó con sus tacones el suelo.

—Bueno—arregló su camisa. —Gracias—añadió muy poco convencida.

—No te gusta dar las gracias—dije pensativo, entrecerrando los ojos y ella me miró.

—No acostumbro a tener situaciones que me hagan dar las gracias—replicó dura, haciéndome mirarla callado sin saber qué decirle—Adiós—sonrió sincera, alejándose de mí lentamente.

—Hasta luego—susurré sin darme cuenta de las palabras que habían salido de mi boca.

Era irónico cómo un primer encuentro con una persona te lleva a muchos más encuentros inesperados. Es como si antes esa persona no había existido y luego chocas con ella a cada paso que das sin la mínima intención de hacerlo.

Continue Reading

You'll Also Like

6.2K 357 23
Sin haberlo visto.... Y sin haberlo esperado. Él,llegó como un gran ráfaga de viento a mi vida. Como un huracán,capaz de matar y destruir todo a su p...
10.7K 1K 15
{⏳}; Michael Afton despierta con la oportunidad de prevenir todos sus errores... William Afton también. {⏳}; Universo Alternativo de Fnaf, obviamente...
308K 24.9K 38
KMM | ❝Podemos besarnos y dejarnos de tonterías❞ Min Eunji tiene muy en claro su objetivo: • Poner nervioso al chico frío de su escuela...
115K 6K 42
Libro 2 de la saga "Amores que duelen" Ineffable: aquello que no puede ser expresado con palabras No estaba destinada a casarme con él. Yo soy el n...