Tierra Mágica - 1 Corazón de...

By lbcasas

346 48 5

En tiempos negros para la Tierra, un Oldgandor es llamado a cumplir una profecía. El Pacificador, como lo nom... More

Prólogo
1. La visita de la hechicera
2. Una buena compañía
4. Geonomar
5. La verdad
6. Nueva vida
7. El viaje de Carmiel
8. La profecía
9. Secretos revelados
10. De vuelta al ruedo
11. El encuentro con Rash Corbar
12. Todo está listo
13. La fortaleza de Casaldir
14. La incursión en el río
15. Guerra

3. Cuarimon

17 3 2
By lbcasas

Aquella noche se fueron a dormir desconcertados e intranquilos, pensando que había más cosas en este asunto que no les habían contado. A la mañana siguiente, muy temprano al alba, partieron hacia la capital de Dixx no tan seguros de estar haciendo lo correcto. No tenían otra opción.

Era una mañana húmeda y gris, la bruma matutina cubría todo el puerto y flotaba suspendida sobre el lago. No se podía distinguir objeto alguno en aquella espesura. No había mucho movimiento en el lugar. La partida pasó inadvertida.

Cuando estaban abandonando los límites de Puerto Pico, un pequeño pájaro de color azul se posó sobre uno de los ponis y los acompañó durante el resto del viaje. A Climo le causaba mucha gracia ver cómo los miraba, parecía casi como si les quisiera hablar mientras hacía todo tipo de piruetas para mantenerse en pie sobre el lomo del poni. El viaje continuaba tranquilo y sin sobresaltos. Estaban en Korrengh, lugar del que se contaban oscuras leyendas. Estaba gobernado por el rey Agmerth, un hombre cruel y siniestro que no se relacionaba demasiado con los demás reinos. Por este motivo, estas tierras eran poco frecuentadas por los viajeros.

El rey Agmerth era descendiente de un linaje hostil que siempre había estado en conflicto con los demás reinados pero, como el ejército de Korrengh no era numeroso a raíz de las incontables batallas que habían librado, los demás reinos podían mantenerlo a raya.

Dos días más tarde, luego de bordear la Montaña Oscura, hogar de los dragones negros en las tierras de Korrengh, entraron a los terrenos de Dixx.

Varios reinos, entre ellos Korrengh, se habían disputado las tierras de Dixx durante años. Por esto habían elegido un gobernador interino, que cuidaría esos territorios hasta que se decidiera qué hacer con los mismos.

No tenía ejércitos numerosos ni grandes fortalezas, sólo una pequeña guardia compuesta por integrantes de los distintos reinos que aspiraban adueñarse del lugar.

Era una tierra muy rica, aunque bastante salvaje ya que no era habitada más que por animales y algunas criaturas que se ocultaban en sus frondosos bosques. El centro del lugar era una pequeña aldea, donde vivía un grupo de gente, incluidos el gobernador interino y la guardia.

Desde las montañas Rispt, que podían verse más adelante, al noroeste, bajaban los torrentosos ríos que desembocaban en los Lagos de las Ondinas. Hacia el otro lado, mirando al este, podía verse una gran extensión de tierra manchada, de tanto en tanto, por arboledas espesas.

En uno de los ríos debieron detenerse e improvisar un pequeño puente con algunos troncos, ramas y sogas. Su caudal era fuerte y torrentoso en esa época del año. Les costó trabajo, aunque no perdieron más que un par de horas en la tarea. El hacha de Tifar era muy efectiva y el enano mostraba una gran destreza para esta faena. Cruzaron uno a uno incluidos los ponis con las provisiones.

La compañía viajaba tranquila cuando, súbitamente, varios hombres armados aparecieron de entre los árboles y los atacaron. La guardia de Dixx, al ser tan pequeña, no daba abasto para patrullar todo el territorio. Muchas veces el lugar era merodeado por gentes hostiles.

Los tres compañeros peleaban con destreza tratando de contener a aquellos hombres que, sin mediar palabra alguna, los habían atacado. Los atacantes los superaban en número y estaban ganando terreno. De pronto, el pájaro que los había acompañado durante todo este tiempo, y al que todos habían olvidado, saltó del poni y se convirtió en un feroz león. Atacó a los enemigos, persiguió a algunos y se comió a otros.

Climo, Axul y Tifar no entendían lo que ocurría y, manteniendo en alto sus armas, esperaron al león que volvió con la mirada clavada en ellos relamiéndose el hocico de oreja a oreja. Una nueva transformación ocurrió, ante los ojos asombrados de los tres compañeros y el león se convirtió en un hombre. Ahora podían entender lo sucedido allí, era un metamorfo.

—Permítanme presentarme, mi nombre es Cuarimon —dijo aquel hombre con tono pausado, quitándose la tierra de encima—. Carmiel me ha encomendado que los acompañe en su viaje —siguió diciendo, secándose el sudor de la frente.

"¡Un metamorfo!" pensó Climo, aún estupefacto.

Era bastante raro verlos y no solían comulgar con otras razas, pero parecía ser que la hechicera tenía más amigos que cualquiera. Cuarimon volvió a convertirse pero esta vez no en un pequeño pájaro sino en un águila de gran tamaño y, antes de hacerlo, dijo:

—Sigan adelante, estaré vigilando.

Se miraron sin decir nada y retomaron la marcha, cada vez más desconcertados. "¿Tantas razas juntas? ¿Para qué? ¿Por qué?" Éstas eran sólo algunas de las preguntas que rondaban la cabeza de Climo, que no hacía otra cosa que mirar al águila, o mejor dicho, a Cuarimon que volaba sobre sus cabezas.

—¿Por qué crees que nos ha reunido la hechicera? —Preguntó el enano a Axul, a la vez que intentaba encender su pipa, con un rudimentario yesquero, sin caer del poni.

—No lo sé mi señor enano, pero estoy seguro de que el motivo vale la pena —respondió el centauro que, en realidad, se hacía la misma pregunta.

Al llegar la noche, acamparon al reparo de un pequeño bosque esperando que llegara Cuarimon. La espera fue en vano. No llegó y el sueño los venció.

A la mañana siguiente, Tifar salió en busca de alguna presa para cocinar. El enano disfrutaba mucho cazando. Se internó en el bosque, en busca de un buen trofeo para alardear delante de sus compañeros, en especial delante de Axul.

Entre la espesura, llegó a divisar a un pequeño ciervo que pastaba tranquilo cerca de un arroyo. Entonces se acercó con sigilo hacia el lugar donde se encontraba. La luz penetraba con timidez en la fronda, pero era suficiente para que Tifar pudiera observar a su presa con detenimiento. El murmullo del arroyo disimulaba de alguna manera la presencia de Tifar. El ciervo no llegaba a escuchar los pasos del enano.

Agazapado entre la espesa vegetación, tomó posición y se preparó. Y, cuando estaba lo bastante cerca, estudió su ataque. Sacó su pequeña hacha y esperó paciente. Todo estaba listo para asestar el golpe. El sudor corría por la frente del enano mientras sus dedos inquietos jugueteaban con el mango del hacha.

Cuando por fin decidió que era el momento apropiado, inspiró profundo y lanzó su ataque. Al arrojar su arma, el ciervo dio un salto, cambiando de forma, convirtiéndose en un feroz lobo que se abalanzó sobre Tifar, tirándolo de espaldas al suelo, mientras mostraba sus afilados y brillantes dientes. El pobre enano sudaba más de lo que nunca lo había hecho en su vida. En ese momento, y con un aterrador rugido que dejó sordo a Tifar, el lobo volvió a cambiar de forma. Obviamente era Cuarimon.

—¡Si vuelvo a verte cazar sin necesidad no seré tan piadoso, señor enano! —Increpó Cuarimon, con tono fuerte y severo, clavando sus ojos en los de Tifar, mientras lo tomaba por las ropas para ponerlo en pie—. Tienes suficientes provisiones para llegar a destino sin necesidad de matar ningún animal —vociferó entonces.

El enano comprendió, en aquel instante, que Cuarimon tenía un apego muy fuerte hacia los animales y que, en cierto modo, tenía razón. No había necesidad alguna de cazar. Pidió una disculpa y los ánimos se calmaron.

Luego de que Tifar recogiera su hacha y amilanado se quitara la tierra de encima, volvieron juntos en busca de los otros dos compañeros quienes, a esta altura, ya habían desayunado y se preparaban para partir.

—Tifar, te hemos guardado el desayuno —dijo Axul, alcanzándole un jarro con bebida caliente.

—No gracias, creo que por hoy no comeré mucho y en lo posible sólo verduras —contestó el enano mirando a Cuarimon, quien rio pero no le quitaba la mirada de encima para recordarle qué pasaría si volvía a cazar sin necesidad.

Cuarimon se acercó a un árbol y, con un chistido, llamó a unas pequeñas ardillas con las que mantuvo una corta conversación. Acto seguido, las ardillas salieron raudas por los árboles.

En sólo unos instantes, un corcel negro azabache, apareció desde la espesura del bosque y se detuvo justo frente a Cuarimon. El metamorfo dijo algunas palabras al oído del corcel y lo acarició con suavidad en el lomo. Podía verse cómo el animal entendía todo lo que Cuarimon le decía y cómo le respondía de muy buena gana. Luego Cuarimon subió al corcel sin montura alguna y, tomándolo de las crines, dijo:

—Estamos listos, continuemos.

En ese momento, comprendieron el poder que tenía Cuarimon sobre los animales. Sería de gran ayuda tener en el viaje a alguien con esas habilidades.

La marcha continuó casi hasta el anochecer cuando arribaron al centro de Dixx. La aldea era pequeña. La noche acechaba así que buscaron un lugar donde guarecerse. Luego de una suculenta cena que el posadero había preparado especialmente para ellos, preguntaron a Cuarimon si sabía cuál era el propósito del viaje.

—Sólo la hechicera y el rey Sideron, hasta donde yo sé, son los que saben de qué se trata todo esto. Lo único que puedo decir es que, de aquí en más, seguiré el camino hasta Geonomar. Allí tendremos una reunión con el rey Sideron, Carmiel y otros viajeros como nosotros e incluso con seres de otras razas —concluyó Cuarimon.

—Entonces, esto es más grande de lo que imaginaba —dijo Climo, mientras bebía su cerveza.

—Lo es —respondió Cuarimon asintiendo con la cabeza.

—¿Y cómo es que conoces a Carmiel? —Preguntó Tifar, exhalando el humo de la pipa.

—Bueno señor enano, te contaré. Hace ya muchos años, cuando yo era un joven aún, no poseía mis poderes, era un hombre como cualquier otro —dijo Cuarimon bajando un poco la voz—. Una mañana de verano salí a cazar como todos los días. Lo hacía por placer. Mataba a cuanto animal pudiera y a veces, ni siquiera lo comía. Sólo eran trofeos y me jactaba todo el tiempo de ser el mejor cazador de mi aldea. Pero esa mañana fue distinto. Tenía a un pequeño ciervo justo en la mira, lo que me recuerda un incidente reciente —dijo con una sonrisa—, y estaba listo para dar el tiro de gracia con mi arco. Pero lo que no había advertido, era que así como observaba a mi botín, yo también era observado y pasé de ser cazador a presa. En el preciso momento en que iba a disparar, se abalanzó sobre mí un enorme león. La bestia estaba a punto de clavar sus afilados dientes en mi cuello, cuando se paralizó —Cuarimon hizo una pausa y luego continuó—. En realidad todo se paralizó alrededor. Me puse de pie temblando y, frente a mí, pude ver a Carmiel a quien aún no conocía. Me miró a los ojos y dijo:

—Cuarimon, te hemos estado observando. Matas sin razón día tras día. No tienes ningún amor por los demás seres vivientes. Recibirás un castigo por tus actos.

—Mi corazón se estremeció y sentí el peso de mil rocas sobre mí —continuó Cuarimon, a quien la expresión le había cambiado como si estuviera reviviendo aquel momento—. Entonces la hechicera me dijo:

—Tienes dos alternativas: la primera es que deje el tiempo correr de nuevo y el león termine su trabajo. Y la segunda es que te otorgue un poder.

—Entonces pensé: Debe estar loca. ¡¿Darme un poder como castigo?! ¿Cómo era eso posible? Así que no lo dudé y, con mi típica irresponsabilidad, respondí: Deseo que me otorgues el poder.

—Muy bien, pero te advierto que no habrá marcha atrás. Tendrás este poder de por vida. Y no será una carga fácil de llevar.

—Adelante —dije.

—Como quieras, pero te diré una cosa más: Hasta que controles tu poder, deberás sufrir lo mismo que han sufrido tus víctimas hasta ahora —. Y, sin darme tiempo a responder, lanzó un hechizo sobre mí. En el preciso instante en que lo hacía, el tiempo comenzó a correr y el león volvió a moverse. Carmiel desapareció en un fulgor. Corrí desesperado por el bosque, con la bestia pisándome los talones. Llegué a un barranco, tropecé y caí. En ese momento, comencé a aletear y, para mi sorpresa, estaba volando. Me había convertido en un pájaro. Volé por un largo rato, hasta que me posé sobre las ramas de un árbol muy alto. Con dificultad, comprendí lo que había pasado. Era un metamorfo.

Mi problema, entonces, era cómo volver a mi forma humana. Pensé y pensé. Intenté todo lo que se me ocurría, pero fue en vano. Durante dos días anduve volando de un lado a otro. Al tercer día, bajo la sombra de un árbol, sentí que algo me rozaba la nuca. Me di vuelta y pude ver a un cazador que preparaba otra piedra en su honda para lanzarla contra mí. Al ver sus ojos y la expresión de su cara por no haber acertado el tiro, me di cuenta de que lo intentaría de nuevo y no fallaría. Volé lo más rápido que pude buscando refugio y, mientras lo hacía, comprendí lo que sentían esos pobres animales a los que yo había cazado durante tanto tiempo. Luego de haber tenido ese pensamiento, pude volver a mi forma humana. Desde entonces, he cuidado a todos los animales de los depredadores dañinos que cazan por placer —dijo Cuarimon mirando otra vez al enano.

—¿Y qué hay de tu familia? —Preguntó Climo, asombrado aún por la historia.

—Ellos no lo comprendieron, dijeron que estaba maldito y que traería la desgracia a la aldea, así que tuve que abandonar mi hogar. Desde entonces, he estado viajando por muchos sitios, conociendo gente y animales por donde fuera. Y cumpliendo con mi castigo. No le guardo rencor a Carmiel, por el contrario, ella sólo fue la mensajera de los dioses. Luego de que esto ocurrió, un día volvimos a vernos y ella me salvó la vida. En un descuido, habiendo adoptado la forma de un ciervo me encontraba descansando en un prado. Un cazador me alcanzó y me hirió de muerte. Entonces, Carmiel vino en mi ayuda y me curó con su magia. Si no hubiera sido por ella hubiera terminado en la panza del cazador.

En ese momento, Tifar supo el porqué de la reacción de Cuarimon en la mañana y se prometió a sí mismo no volver a cazar por gusto ni, tampoco, volver a provocar la ira de un metamorfo.

—Así que puedes comunicarte con los demás animales cuando tú lo deseas —replicó Axul.

—Si, puedo hablar todas las lenguas animales que existen —dijo Cuarimon mostrándose orgulloso—, al igual que los de mi especie.

—¿Existen muchos metamorfos? —Preguntó Climo.

—Bastantes. He conocido a muchos, luego de mi castigo. Pero la mayoría de ellos han nacido así, con el don. Así que podría decir que lo mío ha sido más bien una bendición —respondió Cuarimon alzando su copa para brindar.

En ese momento, el posadero se acercó a la mesa y, con la voz muy baja y entrecortada, les dijo:

—Mis señores, no sé cuales sean sus asuntos o destino, lo cierto es, que hoy por la tarde, antes de que arribaran a mi posada, una mujer alta y de actitud sospechosa, entró aquí haciendo preguntas. Su cabello era rojo como el fuego y sus ojos verdes como la hierba en primavera. Pero su mirada, helaba la sangre. Me doy cuenta ahora, de que era a ustedes a quienes buscaba, por la descripción que me ha dado. Por supuesto, le dije que no los había visto nunca. La mujer pareció enojada con mi respuesta y salió de aquí dando un portazo —dijo el posadero con el rostro pálido—. No me dijo su nombre ni lo que quería pero, por su aspecto, me di cuenta de que no era de por aquí —concluyó y continuó con sus tareas.

Los cuatro compañeros se miraron con expresión dubitativa y comenzaron a preguntarse quién sería aquella misteriosa mujer. Luego de mucho conjeturar, cayeron en la cuenta de que no llegarían a ninguna conclusión lógica así que decidieron olvidar el asunto por el momento.

En la taberna todo era algarabía, los músicos tocaban mientras todos los ocupantes del lugar reían y bebían. Algunos jugaban y apostaban, otros contaban historias y el resto cantaba y bailaba bajo la luz de las antorchas y las velas. Un par de borrachos se peleaba, por una ramera que reía, lanzándose golpes de puño, de los cuales la mayoría no impactaba en su objetivo. El clima que se vivía les hizo olvidar por un rato todo lo que había ocurrido durante el viaje e incluso el porqué estaban allí.

Axul y Tifar ya habían bebido lo suficiente como para ponerse a cantar y unirse al resto de los clientes de la taberna, así que comenzaron un ridículo intercambio de cánticos. Cada cual lo hacía con canciones propias de sus tierras pero nadie entendía ni una palabra de lo que decían. Los demás se reían de las bufonadas de aquellos dos simpáticos personajes, que intentaban no caer al suelo mientras seguían bebiendo más y más.

Climo y Cuarimon continuaron charlando despreocupados al lado de una ventana por la que observaban el escaso movimiento que había afuera mientras otros viajeros, como ellos, llegaban al lugar.

Ya era muy tarde, los cuatro compañeros decidieron ir a descansar. Al día siguiente emprenderían el tramo final del viaje entrando al reino de Geonomar. Debían recorrer un gran trayecto dentro de esas tierras. Tardarían por lo menos cinco o seis días en llegar al baluarte del rey Sideron. Geonomar era una tierra muy extensa.

Cuarimon salió a la puerta de la taberna y, parado en el umbral, emitió una serie de extraños sonidos al aire. Pasados unos minutos, un murciélago se posó en el cartel de entrada. Cuarimon dialogó con el murciélago en un extraño lenguaje y éste salió con velocidad en dirección a Geonomar

—¿Qué haces? ¡Hic! —Preguntó el enano aún mareado por la bebida y el frenético baile que había estado practicando hacía unos instantes en la taberna.

—Vigilo el terreno, Tifar. No sabemos lo que pueda esperarnos más adelante. He escuchado cosas demasiado extrañas —dijo mientras miraba al cielo estrellado con sus enormes ojos verdes.

Cuarimon no sabía muy bien qué peligro los acechaba más allá pero era muy precavido y tenía muchas sospechas, recorría grandes distancias y había visto situaciones llamativas en los últimos tiempos. Gente extraña merodeaba por aquí y por allá y no eran amistosos.

—Los murciélagos nos advertirán si algo ocurre más adelante. Esperemos que no sea así, al menos hasta llegar a Geonomar.

—¡Que vengan y verán! —Exclamó el enano, mientras fumaba su pipa y el humo se perdía en la oscuridad de la noche.

Todoparecía muy tranquilo pero, durante sus sueños, una figura oscura los observódesde una ventana y desapareció en la negrura.

Continue Reading

You'll Also Like

19.7M 1.3M 122
Trilogía Bestia. {01} Fantasía y Romance. El amor lo ayudará a descubrir quién es en realidad y su pasado hará reales sus peores miedos. ¿Podrá ell...
25.4K 1K 29
Les vengo a informar que si demoró en publicar más capítulos es por falta de ideas o porque estoy ocupada y si no les gusta el ship por favor no haga...
96.3K 14.7K 186
Breve resumen En su cumpleaños, Yan Heqing se despierta repentinamente y se da cuenta de que es un sustituto de carne de cañón en una trágica histori...
69.5M 3M 60
Culpa mía es una película basada en la trilogía "Culpables" - Próximamente disponible en Amazon Prime. ¡Disponible los 16 primeros capítulos! **Ganad...