El segundo día, salí de mi habitación al mismo tiempo que Clint. Recordé los hechos de la noche anterior mientras él salía de su cuarto con una clara cara de resaca.
Me acerqué a él con una pequeña sonrisa, sintiendo la necesidad de hablarle después de lo que había pasado ayer.
—Ey, Robin —susurré lo más suave posible, intentando no levantarle un dolor de cabeza—, ¿qué tal estás?
Él me miró con los ojos entrecerrados y con un gesto de amabilidad forzada. Tenía que encontrarse fatal.
—Bueno —empezó mientras caminábamos hacia el ascensor—, sólo vomité una vez, así que bien.
Ambos reímos bajito, y yo comencé a encontrarme nerviosa.
—¿Recuerdas algo?
—No mucho —me confesó—, ¿hice mucho el ridículo durante la cena?
—Un poco —reí haciendo un gesto de pinza con la mano.
Él rió más fuerte y después se sujetó la cabeza con la mano.
—¿Qué pasó después de la cena?
Yo tragué y miré hacia otro lado.
—Nada importante, nos quedamos hablando.
Sentí su mirada en mi cabeza.
—¿Nosotros solos?
—Sí, tienes algunas historias muy interesantes sobre tus años como espía y agente de nivel seis.
Él volvió a reír, más bajito y de forma sincera. Pude ver en sus ojos que recordaba la conversación, pero no si recordaba nuestros gestos incómodos.
—Sí, eso es verdad.
Las puertas se abrieron y él me miró.
—¿Vas a desayunar? —asentí y él agrandó su sonrisa—. Venga, te enseñaré mis famosos cafés: necesito uno contundente para que las pastillas hagan efecto.
Así es cómo terminé desayunando un "Café Barton" —como los llamaba él—, que tenían gran concentración de cafeína y bastantes cantidades de azúcar. El café estaba delicioso, pero disfruté más de los chistes que me contó Clint mientras desayunábamos. No sé si se dio cuenta de que seguía llamándome Ryn, pero no me importó. Me lo estaba pasando bien, y distraerme me venía bien.
Pasé el resto del día en mi habitación intentando encontrar el Elektron, hasta la cena —en la que Clint apareció perfectamente sobrio—.
Al día siguiente —el tercero— desayuné sola, casi consiguiendo imitar el "Café Barton", y me volví a encerrar en mi habitación para no conseguir resultado alguno. Por la noche, casi a la hora de la cena, alguien llamó a mi puerta. Pensé que era Natasha, que venía a entretenerme, o quizás Tony y Bruce —incluso Steve o Thor—, que venían a ver cómo me iba.
Me equivoqué.
Clint Barton asomó la cabeza por el umbral y me dio una sonrisa. Me levanté, diciéndole que pasara, y me sorprendí al verlo con tres cartones de pizza y varios refrescos apilados en el brazo que antes no podía ver.
—¿Qué...?
—Si vas a quedarte aquí todos los días hasta que encuentres ese chisme, lo mejor es que desconectes de vez en cuando —me sonrió.
—No hacía falta.
Él dejó todo sobre el escritorio y se sentó en mi cama como si nada.
—No sabía qué pizza te gustaba —me confesó después—, así que pedí un poco de todo lo clásico. También te traje varios refrescos porque, cuando nos conocimos, vi que no eras una gran fan de la cerveza.
Me mordí el labio. ¿Se había fijado en esas cosas? ¿Y cuánto tiempo le había llevado preparar esto? Me sonrojé por la vergüenza que sentía.
—Yo...
—También he traído pelis. ¿Te gusta Star Wars?
Sacó un pendrive del bolsillo trasero de sus vaqueros y se levantó para enchufarlo en la televisión que había delante de la cama.
—Eh, sí, pero...
—Genial —volvió a interrumpirme con una gran sonrisa—. J.A.R.V.I.S., baja la iluminación de las luces, los maratones de pelis se ven a oscuras.
—¿Qué? —repetí.
—Enseguida, señor Barton —la I.A. bajó las luces, tal y como Barton había dicho.
—Guay —siguió Clint—, ponte cómoda, pásatelo bien un rato.
Trajo las pizzas a la cama y las colocó a los pies de esta. Se sentó contra el cabezal, al lado derecho, y yo me senté a su lado despacio. Lo miré, aún sorprendida y sin palabras, mientras él seleccionaba "Una Nueva Esperanza". No sabía qué le había picado a Robin, pero, a decir verdad, no me disgustaban las pelis y las pizzas gratis: además, Clint Barton era una buena compañía.
¿Qué debía decir en estos casos? Nunca ninguno de mis amigos me había hecho algo así —tampoco había tenido muchos amigos—. Mientras él miraba concentrado la televisión, yo observaba sus rasgos a contraluz. Con aquella poca luz, iluminado por la televisión y tan cerca, se me hacía tan atractivo... Me incliné hacia él, pudiendo oler su perfume sin necesidad de usar mi habilidad, y le dejé un beso dulce en la mejilla.
Él me miró casi de inmediato, con una sonrisa muy grande, casi no le cabía en la cara. Me pareció ver cómo se sonrojaba, pero con aquella luz no podía estar segura, incluso si mis ojos hiperdesarrollados veían más que nadie.
—¿Y eso? —me preguntó burlón.
Yo me encogí de hombros y cogí un trozo de pizza y una Fanta de naranja.
—Sólo quería darte las gracias.
Así, me quedé despierta con Clint Barton hasta altas horas de la madrugada, cuando la pizza y la Coca-Cola se habían acabado y ya no sabía por qué película de Star Wars íbamos.
✥
Ahora que lo pienso, la semana no fue tan mala. Podría no haber tenido pizza, pelis, y a Clint Barton a mi lado. Eso es lo que pensé cuando desperté el cuarto día de la peor semana.
No recuerdo haberme metido bajo las sábanas, haber abrazado a Robin y haberme dormido cual ceporra.
Sin embargo, allí estábamos, él junto a mí y yo junto a él, roncando juntos bajo un montón de mantas. Podía sentir su calor en mi cuerpo, su brazo me rodeaba la cintura y mi cabeza estaba apoyada contra su pecho, en el que su corazón latía con calma, haciendo que el sonido rebotara en sus costillas como si fuera una cárcel.
Cuando me di cuenta de la situación, me obligué a levantarme. Mentiría si dijera que no me gustaba estar abrazada a alguien, porque lo disfruté mientras duró. Nunca había tenido la oportunidad de dormir junto a otra persona que no fueran mis padres, y compartir el lecho es como compartir tu sueño: parece eterno hasta que acaba.
Ese día me levanté, volví a desayunar junto a Clint y me volví a encerrar en mi habitación. Después de la cena —porque ese día fue increíblemente normal—, en la oscuridad de la habitación, rememoré qué bien me había sentido junto a Clint Barton hasta que me aseguré de que cada roce que había habido entre nuestra piel se me quedara grabado como fuego en la mente.