Ryu; Llegada (1)

By noleesheep

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[COMPLETA] Primera temporada de seis: Llegada. La vida humana emigró a las estrellas después de destruir la... More

Prólogo
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By noleesheep

Podía sentir mis latidos en los oídos. Me golpeaban. Mi mano derecha tembló, aún aferrada al tenedor. Suspiré y relajé los músculos hasta que el tenedor cayó en el plato. Bartolo se puso de pie y yo le imité.

―Sígueme.

Me colocó una mano en el hombro y caminamos. Podía notar sus dedos como grilletes sobre mis huesos. Salimos del instituto, por la puerta. Como si no ocurriera nada, como si nadie tuviese secuestrado a nadie. Caminé a su par sin dejar de mirar al frente, con los brazos tensos y las manos relajadas. Inmóviles.

Respiré de forma calmada. Debía mantener la calma en una situación así. Giramos la siguiente esquina y entramos en una calle infinita llena de civiles caminando o flotando en el aire desde propulsores. Pero al cabo de poco salimos de esa concurrida calle (llena de testigos) y seguimos caminando hacia un parque, uno de esos enormes parques llenos de vegetación que sirven como "pulmón". Era inmenso y pronto empezamos a adentrarnos en una zona totalmente aislada. Sabía que se estaba acercando el momento.

No me paré a pensar por qué conocía el dispositivo de seguimiento de los militares. No medité si era aliado o enemigo, su amenaza era todo lo que necesitaba. Con un rápido movimiento le golpeé con el codo en las costillas y corrí hacia adelante. Salté en el aire y me giré, músculos en tensión, pose de lucha. Él ya estaba preparado para luchar.

― ¿¡Quién eres!?―gritó viniendo hacia mí.

Todos mis sentidos se agudizaron. Hice una última exhalación de aire antes de zambullirme en la pelea. Le paré un golpe con el antebrazo. Era más alto y más fuerte que yo por lo que debía ser más ágil y rápida si quería salir ilesa. Iba a darme una patada pero salté sobre sus hombros y le fui a devolver el golpe pero él agarró mi pierna y la utilizó para atraerme hacia él. Pude ver su puño izquierdo acercarse a gran velocidad hacia mi estómago. Recibí el golpe y el pastel que tanto me había gustado volvió a mi mente en forma de bomba a punto de explotar. Le golpeé el pecho con la cabeza y me libré de su agarre.

Le empecé a atacar con más ferocidad, detenía mis golpes con los brazos. Añadí las piernas como armas y le desequilibré un momento, el segundo que necesitaba para darle con el puño derecho en la cara, pelando al instante mis nudillos. Recordé que tenía una cara bonita al ver su pómulo sangrando. Por un instante me sentí mal y me pregunté si no debería haber contestado a su pregunta primero. Se abalanzó hacia mí otra vez, en busca de hacerme alguna llave que me inmovilizara.

Me zafé como pude pero me agarró por la entrepierna. Me mantuvo unos segundos agarrada y se quedó inmóvil. Entonces le golpeé para librarme y salté sobre su cuerpo. Volví a mirarle sin bajar la guardia. Él estaba mirándose las manos y finalmente alzó las cejas.

― ¿Eres una mujer?―preguntó.

Sentí mi cara enrojecer por momentos y mis lentillas se iban a despegar de la rabia. Me quité el gorro con fuerza y lo tiré al suelo.

― ¿¡Y qué si lo soy!?

Bartolo me miró y reprimió una sonrisa en sus labios. Los convirtió en una línea recta, mordiéndolos, evitando la risa. Pero finalmente se rió y mi cara enrojeció por completo.

― ¿¡Qué te hace tanta gracia!?―fui corriendo hacia él preparando los nudillos para un próximo ataque.

― ¡Espera!

Alzó las manos y me detuve. Intentó serenar su risa y entonces me señaló.

―Tu... tu pelo... - dijo entre dientes.

Despegué los labios y me fui a tocar la cabeza. Debía tener un pelo indescriptible entre el gorro, las horquillas para recogerlo y el puto flequillo que nunca recuerdo tener. De hecho, dicho flequillo estaba prácticamente de punta, disparado hacia diferentes direcciones.

― ¿Quién eres?―volvió a preguntar más calmado, después de respirar hondo para calmar sus risas―. Intuyo que militar de Ryu, pero necesito hacerte unas preguntas.

―Lo mismo digo―mascullé con odio, con el orgullo herido.

Nos quedamos mirando a los ojos con tensión y finalmente sacó una pequeña cápsula de su bolsillo. Al pulsarla apareció una tableta digital.

―Estoy infiltrado así que no podré concederte una gran entrevista―dijo tecleando en la pantalla.

―Yo también estoy infiltrada.

Me miró y frunció el ceño.

―Nos habían dicho que seríamos los únicos militares infiltrados de la zona.

―Llegamos ayer―dije y yo también empecé a buscar en la tableta digital que me había dado Sairu.

Se acercó a mí y di un paso hacia atrás instintivamente. Alzó las manos en son de paz y me relajé.

― ¿I-112-03-X?―preguntó mirando a su pantalla.

Miré a la mía y busqué el código de misión.

―Coinciden―asentí y volví a mirarle. Estaba tan cerca y mi pelo tan ridículo que me avergoncé―. ¿Por qué?

Él suspiró y se tocó el moflete dolorido.

―Menudo derechazo tienes―se rió y extendió su mano hacia mí―. Ritto, Ritto Daklan.

Le devolví el apretón de manos y no pude evitar sonreír.

―Menos mal que no te llamas Bartolo.

Ritto empezó a reír y sus ojos dorados se camuflaron con el cielo anaranjado del atardecer.

―Mi larga distancia insiste en usar nombres ridículos para las infiltraciones. Realmente la idea era llamarme "Bartolomeo".

Iba peinándome con los dedos sin mucho resultado ya que notaba los pelos volver a dispararse hacia mil direcciones. Entonces recuperé mi gorro y me lo volví a colocar.

― ¿Por qué coinciden los códigos? ¿Qué está pasando?―insistí.

―Debe de ser un error―se encogió de hombros―. Mi Tridente apenas lleva aquí tres días.

―Nos hicieron personarnos, ¿cómo han podido cometer un error en una misión de este calibre?

―Nosotros también nos personamos.

Le miré incrédula y miré de reojo el chat de la pantalla. Tenía un mensaje nuevo parpadeando: otra ronda de "Despejado".

―Lo mejor será que reunamos a los Tridentes y contactemos con Asistencia―dijo Ritto finalmente―. Dame tus coordenadas, reuniré a mi equipo e iremos allí.

Desplegué las anotaciones del código de misión y encontré la dirección. Nada más decírsela se fue corriendo con una sonrisa. Se despidió con el saludo militar sin dejar de moverse. Me quedé unos segundos inmóvil hasta que el dolor de estómago volvió a mí en forma de contusión latente.

Les envié un mensaje de "Volved al apartamento. Inmediato" aunque quizás ya estaban allí puesto que la jornada estudiantil ya debería haber acabado. Entre las sugerencias bajo la dirección había una línea de transporte subterráneo que en pocos minutos me trasladó de nuevo a aquel hogar. Coloqué el dedo índice sobre el lector y la puerta se deslizó para dejar ver a una Sairu inquieta justo detrás.

― ¿Qué ha pasado?―preguntó con voz aguda.

― ¿Estás bien?―se adelantó Hila al ver mi ropa sucia de la breve pelea del parque.

Suspiré. Me dejé caer en ese sillón que tanto me había gustado y les expliqué todo. Obvié cómo me había descubierto porque quería evitar las reprimendas de Sairu. Por suerte ésta se centró en el gravísimo error de haber adjudicado una misma misión a dos Tridentes diferentes.

― ¿¡Cómo han podido!?―bramó con pasos agigantados mientras se frotaba una toallita húmeda sobre el tatuaje falso―. ¡Era una misión importante! ¡De clase A! ¡Nos iban a pagar un pastizal y ahora quizás tenemos que volver a casa!

―Quizás no nos hacen volver―intentó tranquilizar Hila―, quizás han querido enviar refuerzos al otro Tridente pero han tenido problemas de comunicación.

― ¡Un problema descomunal! ¡Haré desconectar a unos cuantos robots como vuelva allí arriba!

Aproveché que aún no llegaba el otro Tridente y que Sairu estaba en modo monólogo para darme un baño. Me sumergí en el agua caliente y cerré los ojos. El top que censuraba mi pecho de mujer no me dejaba respirar, el golpe en el estómago empezaba a adquirir tonos morados y algunas contusiones en los antebrazos habían acabado en rasguños abiertos. Pero sobre todo quería remojar mi pelo y disfrutar de unos minutos de descanso. Karin compró una bañera para nuestro pequeño hogar y me encantaban los baños. Desde la Academia todos son duchas rápidas y eficaces y necesitaba este pequeño momento de paz. Unos golpecitos en la puerta me privaron de seguir en el paraíso.

―Han llegado―dijo Hila.

―Voy.

Salí del agua, vacié la bañera y materialicé un conjunto de camiseta básica blanca y tejanos desde mi ordenador. Me sequé el pelo con la toalla y lo dejé suelto sobre mis hombros, dándole un descanso. Iba a salir del baño cuando me dolió parpadear y recordé las lentillas. También me libré de ellas e inundé mis ojos en refrescante colirio. Al salir escuché gritos.

― ¿¡Cómo has llegado a ser militar siendo tan gilipollas!?

Sairu no había tardado mucho en hacer amigos. Corrí hasta el salón y me detuve en seco. Estaban todos de pie y Sairu señalaba furiosa a una cara nueva. A la izquierda estaba Ritto con cara de circunstancia, avergonzado. A su lado estaba un chico de un rubio oscuro, casi ocre, y ojos grises. Era el "gilipollas", se carcajeaba mientras Hila sostenía a una Sairu hecha un basilisco. Finalmente había un tercer chico, más alto todavía, de pelo oscuro como la inmensidad del espacio y ojos de un morado también muy oscuro. Era tan pálido y estaba tan serio y quieto que por un momento temí que fuese uno de esos robots humanoides, pero fijó su mirada en mí y ese movimiento fue demasiado fluido y natural como para ser artificial.

― ¿Qué pasa?―pregunté finalmente y el resto de miradas se clavaron en mí.

Miré a Ritto y él abrió la boca con sorpresa. Quiso dar un paso hacia mí pero Sairu me agarró del hombro.

― ¡Éste de aquí es un gilipollas! ―bramó señalando al otro rubio―. Iba a mi mismo instituto y me ha levantado la falda para verme las bragas. ¡Para verme las bragas!―se llevó las manos a la cabeza con un gesto dramático―. Y claro, ¡sólo le he dado una pequeña hostia porque si era un civil no podía matarlo! Pero ahora...

Sairu agarró una de sus pistolas y cargó hacia el rubio que no cesó sus risas. Hila reprimió un grito en su garganta y yo me puse delante del arma.

―Si lo matas sin orden ni motivos te meterán en juicios y acabarías perdiendo la medalla―le recordé.

Su pistola de luz estaba brillando pero Sairu me miró a los ojos y la bajó, no sin antes chutar una de las pobres sillas que se encontraban en el salón. Suspiré relajada y volteé hacia el otro Tridente. El "gilipollas" me abrumó con dos besos en las mejillas.

― ¡Gracias guapa!―dejó sus manos apoyadas en mis hombros. Era un chico asquerosamente guapo, de esos que te dan rabia de lo guapo y perfecto que es―. ¡Te debo una! ¿Te invito a cenar?

―Saichi, relájate―dijo el moreno alto apartando al rubio de mí. Me extendió su mano―. Eito Madoc, team líder, defensa.

Estreché su mano. Era fría como el hielo y su cara aún no había mostrado ninguna expresividad que pudiera confirmarme su total humanidad. Iba a presentarme pero una mano se posó sobre mi hombro. Pensé que era ése tal Saichi de nuevo, pero se trataba de Ritto.

―Kira―dijo asombrado y mi corazón se detuvo―. Eres Kira Akira, ¿verdad?

Mis pómulos se ruborizaron como siempre que alguien "desconocido" me reconoce. Pero esta vez subieron mil cosquillas que acariciaban mi piel desde dentro al ver que, por primera vez, habían reconocido mi nombre antes que mi apellido. Asentí y les miré a los tres.

―Kira Akira, cuerpo a cuerpo.

―No hace falta que jures que eres cuerpo a cuerpo, mi cara lo ha notado―Ritto se rió y señaló a su pómulo con una tirita.

―Lo-lo siento―dije con cara de dolor. Le podría reprochar los moratones que me había dejado él pero su sonrisa era tan sincera que me callé. Él no podía haberme hecho daño.

A lo lejos escuchaba la voz de Sairu bramar a disgusto. Debía haber llamado ya a Asistencia. Saichi volvió hacia mí pasando su brazo por mi espalda y atrayendo también a Hila en su abrazo.

―Yo soy Saichi, larga distancia―se acercó a nosotras para añadir―, sólo en combate. Con vosotras no quiero distancia.

Fruncí el ceño de pura incredulidad y me aparté de él, alejando a mi pobre Hila. Sairu apareció en el salón y dejó de hablar por el intercomunicador de su muñeca.

―En unos minutos tendremos una holo-llamada con algún superior responsable de esta mierda―volvió a mirar a Saichi y le señaló el sillón para que se apartara de nosotras―. Tú ahí, sin molestar.

Me quedé apoyada en la mesa, Hila sentada en una silla y los otros tres en los sillones individuales. Sairu se quedó de pie, en el centro, con los brazos cruzados y la nariz aleteando con fuerza. Ritto parecía reprimir una risa y me miraba con culpa, como un niño que ha cometido una travesura pero que no se arrepiente porque ésta ha valido la pena.

―Sin duda eres mi favorita de las tres―empezó otra vez Saichi y Sairu se crujió los dedos.

Lo divertido era ver lo mecha corta que era la rubia. Era excesivamente fácil perturbarla y eso parecía distraer a ese otro pistolero. Eito por su parte seguía sin demostrarme ser humano, ni siquiera prestaba atención a lo que pasaba a su alrededor. Sacó su ordenador y clavó sus ojos en la pantalla, ajeno al mundo.

― ¿Te das cuenta?―insistió Saichi―. Los dos somos rubios, los dos larga distancia e incluso nuestros nombres se parecen: Saichi y Sairu... debe ser cosa del destino.

―Voy a vomitar―farfulló Sairu.

―Deberíamos quedar para tomar algo los tres una vez se aclare esto―Saichi se acomodó en el sillón, ladeando la cabeza―. Sin duda acabaré conquistándote.

―También me gustan las mujeres así que literalmente tienes el doble de competencia―dijo Sairu apartando la melena que le caía por el hombro.

Espera... ¿Qué?

― ¿Eres bisexual?―salté.

― ¿Pasa algo?―preguntó Sairu con los ojos inyectados en sangre.

―No, no... ―susurré.

Hila se acercó a mi oído.

―Pero si nos lo ha dicho más de una vez.

Volví a sentirme culpable. Medio año compartiendo casi cada minuto con ellas y mi indiferencia era tal que no las conocía en absoluto. Saichi no parecía haberse desalentado sino que se llevó las manos a los mofletes con asombro, miró hacia sus compañeros buscando complicidad (que no encontró) y finalmente se llevó una mano al corazón.

―Definitivamente te amo―suspiró y Sairu se volteó hacia nosotras con los ojos en blanco.

Después llegó un silencio incómodo. Quizás sólo fue un minuto sin que nadie dijese nada pero la tensión era tal que en cuanto sonó el pitido de la holo-llamada no pude evitar dar un pequeño brinco. Sairu tecleó con ansia y un espectro azul apareció en el centro de la sala. No era Briatore, era un militar cualquiera (debajo de su medio cuerpo aparecía su número, no su nombre).

―Hola, ¿sois los Tridentes afectados por...?―empezó a decir frente a la cámara pero Sairu se abalanzó sobre la presa.

― ¿¡En qué cabeza cabe dejar abierto un código de misión y adjudicar ésta a más de un Tridente!? ¡Con personación incluida! ¿El Comandante Superior no se dio cuenta de que estaba repitiendo la misma reunión sólo tres días más tarde? ¡Exijo una explicación!

El pobre hombre del holograma se quedó con la boca abierta y pasmado. Había un pequeño desfase de segundos por lo que quizás aún estaba escuchando la reprimenda de Sairu. Saichi se mordió el labio con deseo y Eito, sorprendentemente, levantó la vista de su pantalla.

―Veréis... yo...―intentó hablar el holo-señor.

― ¿Ha sido error humano o robótico? No me importa porque lo denunciaré igualmente, voy a empapelar un culo cuando vuelva allí y no me importa si es de carne o metal.

―Sairu, déjale hablar―dije con un hilo de voz, con miedo a ser la próxima víctima.

La rubia se apoyó contra la mesa a mi lado y respiró con tanta fuerza que las partículas de polvo suspendidas que se veían a través del holo se movieron con brusquedad.

―Al parecer ha sido un error... sin más―dijo por fin el hombre con la voz temblorosa―. Además el archivo ha quedado corrompido y no podemos acceder a él por lo que... - Sairu ya se había puesto de pie otra vez e inspiraba aire para su próximo ataque pero la detuve por la espalda―. Lamentándolo mucho la única manera de cerciorarnos de qué Tridente continuará la misión es a través de que os personéis en la próxima Torre de Control. Os he enviado las coordenadas.

No pude sostener más a Sairu.

― ¿¡Personarnos!? ¿Otra vez? ¿¡Pero qué os pasa!? ¿Desde cuándo hay que mover el culo para algo que se puede resolver digitalmente? ¿¡En qué año estás!?

―Lo siento, es todo lo que sé―el hombre levantó las manos, intentando apartar a Sairu aunque quizás se encontraba a años luz de ella―. Tienen que escanear en persona vuestras medallas, cuando se contamina una misión de infiltración hay que realizar algunos cacheos y pruebas que...

La rubia le desconectó. Abrió desde su pantalla el mensaje con las coordenadas y resopló.

―Vosotros―miró con desdén al Tridente masculino―. Mañana, siete de la mañana, aquí. Ni un minuto tarde.

Saichi se levantó de un salto, juntó los tobillos y estiró la espalda para finalmente hacer el saludo militar con la mirada perdida al frente. "Señor, ¡sí señor!"

―Bueno pues... ¡hasta mañana!―dijo finalmente Ritto levantando la mano al aire mientras se dirigía a la puerta.

Eito empujó a Saichi y aunque éste había empezado a dedicarnos un buen discurso de despedida su voz se quedó en el aire. Se fueron y Sairu se dejó caer en el sillón. Me senté a su lado, el sillón estaba caliente por la presencia que se acababa de ir.

―No te estreses―pronunció Hila con voz maternal.

―Hay que salir de la Cúpula, estoy estresada―dijo la rubia mientras masajeaba las sienes.

Al parecer la Torre de Control más próxima se encontraba a más de mil kilómetros de la puerta del norte de la Cúpula. Estaba agotada pero aún así las pesadillas me visitaron con más intensidad que nunca y apenas había dormido nada cuando los ojos dorados aparecieron de nuevo.

― ¡Buenos días!―exclamó Saichi.

―No hables, en unas horas no tendremos que vernos nunca más―bramó Sairu.

Saichi puso un puchero y me miró en busca de consuelo. Yo me encogí de hombros, no podía hacer mucho más. Tanto ellos como nosotras habíamos vuelto a guardar todas nuestras pertenencias, vaciando cualquier indicio de vida entre esas paredes.

―Hay una lanzadera hacia la Torre, llegaremos en nada―indicó Sairu y Eito asintió.

Al parecer ese team líder era de pocas palabras y... ¡lo que daría por intercambiarlos! Para salir por la puerta de la Cúpula nos registraron las medallas y poco más. El problema no era salir sino volver a entrar. Salir de la Cúpula era un suicidio, por suerte la diferencia de clima apenas se notaba y la abundante vegetación del exterior nos proporcionó oxígeno sin necesidad de recurrir al artificial. Nos subimos los seis a la lanzadera, una nave suspendida sobre unos raíles de luz que se perdían hasta el horizonte.

No habían asientos, sólo ganchos de los que agarrarte. Empezó a moverse a gran velocidad y las ventanas centellearon con luz. Estaba con la cabeza especialmente entumecida, como siempre que mi descanso nocturno es nefasto. Alcé la mirada y me encontré con esos ojos dorados, parecían tristes.

― ¿Quién creéis que será el Tridente elegido? Hagan sus apuestas―empezó Saichi pero nadie le siguió la conversación.

Ritto le sonrió y luego volvió a mirarme a mí.

―Al menos he conocido a Kira Akira en persona y le ofrecí una patata frita―dijo y no pude evitar sonreír.

―Kira Akira se zampó esa patata gustosamente―asentí.

Me apenaba un poco que no se tratasen de más compañeros sino de una despedida en breves. Sólo por ver lo cabreada que estaba Sairu me sentía en mi salsa. No había podido comprobar si Eito tenía sangre real por las venas e incluso el moratón que me había hecho Ritto apenas había empezado a ponerse azul. Quizás podríamos vernos algún día, fuera de servicio, para tomar algo y comentar los seis "¿Os acordáis que casi hacemos la misma misión?" o "Aquel día que Sairu amenazó con empapelar el culo metálico de un robot".

Los segundos iban pasando y a esa velocidad cada vez faltaba menos para llegar. ¿Debería proponerlo? ¿Se reirán de mí las chicas por mostrarme social? Debería callarme... Miré una vez más a Ritto y me devolvió una sonrisa. Esa sonrisa tan sincera que terminaba en hoyuelos sobre sus mofletes. A la mierda, lo iba a decir.

Había despegado los labios cuando una sacudida me tumbó al suelo. Empezaron a saltar chispas, alarmas, gritos y humo. Mucho humo. Tanteé en el suelo intentando levantarme pero mi cuerpo pesaba cada vez más. El humo se estableció en mis pulmones, denso y doloroso. Me dormía, los párpados estaban cayendo. Luché contra ellos pero finalmente me rendí a la oscuridad.

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