Despertar

By Smalva

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Alba, acaba de despertar de un coma producido por un accidente de tráfico. Está confusa y desorientada. No sa... More

1. Despertar
2. Volver
3. Conocer
4. Herir
Interludio: Rodrigo
5. Huir
6. Leer
Interludio: Nerea
7. Palpitar
8. Morir
Interludio: Alba
9. Empezar
10. Llamar
Interludio: Adrián
12. Pensar
Interludio: Guillermo
13. Regresar
14. Responder
Interludio: Nicolás
15. Marchar
16. Ser
Interludio: Aurora
17. Besar
18. Latir
19. Dormir
Epílogo: Soñar
Agradecimientos

11. Ver

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By Smalva

Observo a través de la ventana del aula cómo el paisaje se va tiñiendo de verde poco a poco, cada día, a medida que avanza la primavera.

De repente, un folio se posa sobre mi pupitre, el profesor deja el examen y se aleja: 6. Bueno, al menos voy remontando de mis notas y de mis faltas a clase durante el coma. Mejor que un suspenso...

El timbre suena y retumba en las paredes del colegio, segundos después, tras un tremendo alboroto, la clase se queda completamente vacía. Recojo mi abrigo y abandono el aula cerrando la puerta tras de mí.

Odio los lunes.

Por lo menos, este ha sido tranquilo. Pasivo y sin novedades.

Como siempre...

Dejo la mochila en el suelo de mi habitación, entro en el salón y me desplomo en el sofá bocabajo. Intento no pensar en nada salvo en lo asquerosa que es mi vida.

Como si de una alarma de incendios se tratase, me incorporo en un rápido movimiento sobresaltada por el sonido de notificación del WhatsApp. No me acordaba ni de la melodía, del tiempo que llevaba sin que me escribiese nadie. Más relajada, desbloqueo la pantalla del smartphone y bajo la barra de notificaciones.

Mis dedos se quedan paralizados al leer el nombre de Rodrigo junto con la frase de debajo: 2 mensajes nuevos.

Vacilante, abro el WhatsApp, de los escasos chats que tengo, pulso el primero, el de Rodrigo.

El primer mensaje es un:

Rodrigo: Alba :) ¿Qué tal todo?

Y el segundo es un poco más largo:

Rodrigo: Oye, quería preguntarte, si no tienes nada que hacer este viernes, claro, si te apetecería salir conmigo y con otro amigo mío que hace mucho que no quedamos. Daríamos una vuelta o algo por el estilo. ¿Te hace?

¿Que si me hace? ¡Dios, esa pregunta sobra! Si no fuese por mi desánimo, me pondría a bailar ahora mismo hip-hop en medio del salón.

Vale. Respira, respira... Ahora viene lo difícil: escribir la respuesta. No debo parecer muy desesperada ni tampoco muy borde. Veamos...

Yo: Buenas, Rodri :) Pues mira, el viernes no tengo nada que hacer, así que me vendría muy bien.

Enviar y... perfect.

Lo releo varias veces, por si he escrito algo fuera de contexto. No, parece que está bien, un mensaje normal y corriente. Se conecta, ¡sí, está en línea! ¡Rodrigo está escribiendo! ¿Es normal esta felicidad por un simple mensaje? Los segundos transcurren lentamente hasta que recibo su siguiente mensaje.

Rodri: Genial :) Ahora mismo no podría decirte hora, pero te lo diré en cuanto lo confirme.

Yo: Ok. Gracias.

Rodri: ¿Gracias por? XD Hasta el viernes entonces.

Yo: :)

No sé que más decir, únicamente pude enviar ese emoticono. Podría haberle explicado todas y cada una de las razones por las que le daría las gracias, por esta oportunidad aunque él no lo vea así, por su aceptación de mi persona, por su perdón...

Hay tantas cosas que agradecer... No cabrían en un solo mensaje.

Rodrigo sigue conectado pero no sé qué escribir, me gustaría seguir hablando con él, pasarme horas y horas sabiendo de él, contarnos todo lo que en este tiempo nos habíamos perdido... Sin embargo, tras unos segundos más, se desconecta y ya solo aparece la última hora de conexión. Quizás sea mejor así. Lo bueno y poco, dos veces bueno. A continuación, abandono el WhatsApp también.

La semana se me va a hacer insufriblemente larga hasta el viernes.

~***~

No, no... Así no... Froto la toallita contra mi párpado y borro de nuevo la raya negra que acabo de hacer. Me he maquillado de mil formas distintas pero ninguna me convence, suspiro para mis adentros y me observo en el espejo del lavabo.

Lo único a lo que he podido aspirar es a disimular las cicatrices con un poco de base de maquillaje, nada más... A pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos y esta vez quiero parecer suficientemente decente como para, al menos, rozar la belleza. Al final me decanto por un poco de rímel y brillo en los labios. Demasiado sencilla quizás, pero está bien así.

Me he puesto el último modelo que me había comprado y el abrigo más calentito que tengo aunque no me favorezca mucho. Llevo toda la semana esperando este momento, Rodri dijo que hoy me recogería a las cinco y media y que después iríamos a por su amigo. Hubiera preferido que hubiésemos estado solos esta tarde como hacíamos antes de que todo cambiase, pero algo es algo, no me puedo quejar. Recojo mi bolso y meto en él todo lo necesario: dinero, las llaves, el gloss labial... ¿Algo más? Falta el móvil, lo cojo y paro la canción que estaba sonando mientras me arreglaba.

Never opened myself this way;

 (Nunca me abrí de esta manera;)  

life is ours, we live it our way

(la vida es nuestra, la vivimos a nuestro modo) 

all these words I don't just say

(todas estas palabras que no me limito a decir) 

and nothing else matters.

(y nada más importa.) 

Trust I seek and I find in you

(Busco confianza y la encuentro en ti)

every day for us something new.

(cada día hay algo nuevo para nosotros.)

Open mind for a different view

(Abrir la mente para una visión diferente) 

and nothing else matters...

(y nada más importa...) 

Nothing Else Matters de Metallica.

Sé que el heavy no va mucho conmigo, aunque esta canción sea un clásico. Solo la escucho porque Rodrigo puso el título como estado de WhatsApp, nada más. Voy hasta el recibidor de la entrada y espero a que Rodri me dé un toque para avisarme. Me miro y me remiro una y otra vez en el espejo de la pared, espero estar medianamente guapa. Son ya y media. Los minutos pasan y no recibo ninguna llamada, ¿debería esperarle en el portal? No, aún hace mucho frío fuera. Compruebo mi móvil de nuevo por si no tiene cobertura o si está en silencio. Son ya menos veinte. ¿Por qué tarda tanto? Se me hace demasiado cansado esperar, cada minuto perdido es un minuto que no podremos estar juntos... Jopé.

Menos cuarto y sin señales de Rodrigo, ¿se habrá olvidado? No, no es propio de él. ¿Y si ha sido una broma? ¿Por vengaza? Uff...

En ese momento, mi móvil comienza a vibrar en mis manos, del susto, casi se me cae de entre los dedos. Veo el número de la llamada y... ¡es él! ¡Sí, es Rodrigo! Y unos segundos después y el sonido de la llamada cesa. ¡Está aquí! Por fin ha venido.

Me retoco una última vez ante el espejo y salgo disparada hacia el exterior. A través del cristal de la puerta del portal observo a Rodrigo antes de dejarme ver. Va con su típica sudadera roja con finas rayas grises, chándal y deportivas (me pregunto si algún día podré verle vestido de otra forma distinta) lleva unos cascos blancos que le aplastan un poco su voluminoso cabello rizado, sus labios siguen igual de rosados...

Después de tanto tiempo... pensé que no volvería a verle.

Las manos me sudan, pero a la vez las tengo congeladas, tiemblo y tengo calor al mismo tiempo; por fin, abro la puerta.

—Hola —saludo sonriendo de la forma más dulce posible.

—Hey, buenas —Rodrigo se quita los cascos y se inclina para darme dos besos. Mi corazón se desborda, había olvidado su aroma, su tacto, su presencia... También su ligera barba, porque me pincha al besarme.

—¿Qué tal todo? –me pregunta apagando el reproductor de su móvil.

—Bien, bien, todo bien. ¿Tú?

—También bien.

¿No dice nada de mi aspecto? ¿En serio? Será cabrón, pero con cariño.

—¿Vamos a recoger ahora a tu amigo? —añado cambiando de tema.

—Sí, espera. Ya baja.

¿Cómo que ya baja? Un momento... ¿Quién puede...?

La puerta del portal se abre a mi espalda; cuando me giro, obtengo la respuesta a mi pregunta.

—¿Nicolás?

—Hombre, te acuerdas de cómo me llamo —Nicolás sonríe cuando se acerca a nosotros al salir del edificio, se dirige a Rodrigo y se saludan chocando la mano—. ¿Qué pasa, tío?

Los miro a ambos, confusa, buscando una explicación.

—¿Os conocéis?

—¿Que si nos conocemos? Joder, creo que este aún era un enano —responde Nicolás señalado a Rodri.

—Ya te digo, al menos no tenía la voz de pito como tú —le devuelve Rodri la puya.

—Si no os he visto juntos nunca, y eso que llevo viviendo aquí siete años.

—Pues yo llevo cinco —añade Nicolás.

—Quizás, simplemente, no hayamos coincidido —sentencia Rodri—. Bueno, ¿damos una vuelta?

~***~

Cuando salimos del centro comercial Ruta de la Plata ya es noche cerrada. No hemos hecho mucho, la verdad; sólo mirar los escaparates de las tiendas y poco más. Nos dirigimos al centro de Cáceres pero sin rumbo fijo. No hemos conversado mucho, solo rozamos algunos temas intrascendentes. Poco a poco el silencio de las calles se lleva consigo el eco de nuestras respiraciones. Este incómodo momento transcurre con increíble parsimonia. De repente, el móvil de Rodri comienza a sonar con una canción de Queen, Rodrigo indica que es una llamada y se adelanta para responder, Nicolás y yo nos quedamos a solas y ni siquiera sé de que hablar.

—¿Qué tipo de música te gusta? —salta entonces Nicolás.

Intento ordenar mis ideas antes de responder, el reggaeton me ha dejado de gustar oficialmente, eso está claro; pero lo demás...

—Mmm... No tengo ninguna preferencia en especial. Supongo que de todo un poco. A ti te gustaba... ¿Guns and... Roses?

—Sí, por supuesto. Aunque también me gustan la mayoría de los grupos de rock de los ochenta.

Sonrío. A pesar de que no entienda mucho del tipo de música del que habla, es uno de los temas que más me gusta y poco a poco voy sintiéndome más cómoda, Nicolás también comienza a reírse. Rodri termina la llamada con "un beso..." y adivino de inmediato de quien se trata. Desvío la mirada cuando vuelve con nosotros. Se disculpa y seguimos caminado los tres a la misma altura.

Antes de llegar a la plaza, ya nos habíamos encontrado con unos cuantos amigos de Rodri y Nicolás, parece que conocen a todo el mundo y me sorprende lo bien que se llevan con todos, supongo que será don de gentes. Rodrigo siempre ha sido especial...

No hay mucha gente en la plaza, las terrazas están casi vacías y los puestos de helados cerrados, salvo uno en el que me fijo y que recuerdo haber ido ahí algún verano.

—¿Quieres un Yoyogurt, Alba? —pregunta de repente Nicolás.

Hacía mucho que no los como, pero me contengo a pesar de la tentación.

—No, no... Muchas gracias.

—¿Seguro?

—Sí...

—¿De verdad de la buena?

Rodrigo sonríe. Me doy cuenta de poco a poco esos dos me están acorralando hacia el puesto de Yoyogurt. ¿En serio quieren invitarme a un helado?

—Bueno, yo voy a comprar uno, si no lo quieres, lo tendré que tirar —se encoge de hombros Nicolás.

Finalmente, entramos dentro y me invita a elegir los ingredientes, lo paga y me lo da. Vuelvo a sonreír agradecida, lo pruebo tímidamente y doy las gracias.

—Parece que está más rico cuando te invitan —añado sonrojada—. ¿Vosotros no queréis?

—No, gracias. No me apetece —responde Nicolás.

—Yo prefiero un poco de pastel que venden aquí al lado. Si queréis acompañarme a comprarlo...

Seguimos a Rodri unos pasos más abajo y le esperamos fuera mientras compra un pastelito en forma de rollito de crema y espolvoreado con coco rallado. Sale de la pastelería y le da el primer mordisco mientras yo sigo saboreando mi Yoyogurt con sirope de caramelo, virutas crujientes de chocolate blanco y crema de nutella. Me da apuro que Nicolás no esté comiendo nada, pero parece no importarle.

Salimos de la plaza calle abajo, continuamos andado por calles más silenciosas, Rodri y Nicolás hablan animadamente y yo escucho atenta a la vez que voy terminando mi yogurt helado. Incluso mencionan lo capullos que fueron Nerea y Adrián y en el fondo eso me hace ilusión.

Ante nosotros se abre un cruce de las afueras de Cáceres y más allá la plaza de toros.

—Al otro lado hay un parque por si queréis ir —añade Rodri.

Cruzamos la carretera y traspasamos una hilera de árboles hasta desembocar en un plazoleta iluminada por una farola. De los tres, soy yo la que salgo corriendo hacia el otro extremo hasta pararme en seco al contemplar el paisaje que se extiende a mis pies. Estamos en un mirador.
Me apoyo en la barandilla de hierro que delimita la plaza y contemplo ensimismada cómo bajo mi mirada las luces de la noche dibujan una estampa iluminada en medio de la oscuridad. El viento acaricia mis mejillas a la vez que aquella parte de la ciudad brilla bajo nosotros situada en una depresión del terreno. Alzo la mirada, veo a nuestras espaldas la montaña que corona Cáceres invadida por la niebla, poblando el cielo con un aura anaranjada procedente de la luz de las farolas.

Miro abajo de nuevo, me siento en la barandilla y contemplo una vez más esos edificios en miniatura brillando con luces cálidas, salpicadas de pintas de varios colores y los faros de los coches circulando por las calles, activando las arterias de la ciudad. Mis ojos brillan ante aquella maravilla...

¿Esto se llama felicidad?

Rodrigo me acompaña y se sienta a mi lado, Nicolás se ha puesto la capucha del abrigo y se sitúa de pie a nuestro lado. El silencio reina entre nosotros porque las palabras no son necesarias. Inspiro una gran bocanada de aire frío y después de tanto tiempo, respiro tranquila.

—Es un sitio muy bonito... —susurro.

—Sí. Traje aquí a Laura un día, por eso me lo conocía; parecía bastante romántico y eso —dice Rodri.

Aquella observación de Rodrigo me produce un extraño pinchazo en el pecho. ¿Por qué ha tenido que decir eso? La envidia me perturba y los celos me hieren solo de imaginarme a aquellos dos juntos. Seguro que yo hubiese agradecido mucho más estar con él en aquel lugar a solas...

El sonido del viento entre las hojas de los árboles habla por nosotros, es la canción de los sauces la que apacigua mi corazón afligido en ese momento. Cierro los ojos y respiro de nuevo.

And nothing esle matters...

Al salir de la plazoleta veo que se acerca la hora de volver a casa; Rodri y Nicolás me acompañan a casa y nos dirigimos a Colón, depués de pasar por el parque el Rodeo. Nos encontramos algunos de sus amigos allí, a los que me presentan y saludan muy cariñosamente, pierdo la cuenta y se me olvidan los nombres; pero agradezco que sean tan amables. Me despido de ellos con una sonrisa. Abandonamos el parque y quedamos a tres minutos de mi casa. Jo, no quiero que se acabe la tarde...

Entonces, al fondo vemos una figura que se va volviendo más nítida a medida que se acerca a nosotros. Me resulta bastante familiar. ¿Es él?

—¡Hey, tíos! Estáis aquí.

—Buenas, Guille. ¿A dónde vas?

—Había quedado con el grupo en el Rodeo, iba a verlos ahora.

—Nosotros acabamos de venir de allí. Si te das un poco de prisa los alcanzas.

—Joder, Alba estás aquí —se dirige a mí—. Increíble. ¡Has salido! Pensé que te quedarías siempre encerrada en casa.

No sé si tomarme aquel comentario a bien o a mal. ¿De qué va? Pero, de repente, se arrodilla ante mí y empieza a alabarme con los brazos extendidos.

—Prometí que si te volvía a ver saliendo, me arrodillaría. ¡Gracias, Dios mío!

—Levántate, anda —digo tendiéndole una mano para ayudarle a incorporarse, aunque no puedo evitar reprimir una carcajada.

Rodrigo y Nicolás nos observan y se miran entre ellos.

—¿Dónde vais vosotros? —pregunta Guille.

—Vamos a acompañar a Alba a su casa, luego volvemos. Está aquí al lado.

—Va, venga; os acompaño.

Con Guille a nuestro lado, las risas son más abundantes. Llegamos a mi portal, al principio Guille se desorienta y casi pasa de largo; nos quedamos un rato reunidos antes de que yo suba a casa.

—Bueno, me lo he pasado genial, de verdad. Muchas gracias —digo antes de despedirme.

—Nada. Gracias a ti, Albilla —responde Nicolás.

—¿Albilla?

—Sí, creo que te pega.

—Madre mía...

—Ya tienes mote de por vida, Alba —ríe Guille.

—Puff... Por cierto, creo que no tengo tu número, Guille. Tampoco el tuyo, Nicolás. Si me lo queréis dar... —propongo tímida. ¿Por qué les habré pedido los teléfonos?

—Sí claro, cómo no.

Ambos me dan su número y lo apunto, después les doy un toque a los dos. Llega la hora de despedirse y la tristeza me inunda, no recuerdo la última vez que me encontraba tan...¿feliz? Y todo gracias a esos chicos, a Rodri... por darme un oportunidad.

Gracias...

Me despido de Nicolás y Guille con un beso en la mejilla, cuando llega Rodrigo, quiero disfrutar de su despedida más que ninguna otra. Intento que mi beso sea lo más dulce posible, que sienta mi tacto, mi escalofrío, mi cercanía junto a él, mi agradecimiento...

Pero el momento pasa, se despide de mí con normalidad, una despedida como otra cualquiera.

Saco las llaves y las introduzco en la cerradura, ellos me observan hasta que me voy; me han dicho que irán a dar otra vuelta. Me gustaría tanto seguir estando con ellos...

En ese momento, algo se me viene a la cabeza y reacciono rápidamente.

—¡Esperad un momento! Ahora vuelvo —y entro antes de que me puedan decir algo.

En casa, mi madre saluda desde el salón.

—¡Mamá, bajo ahora! Tengo que darle una cosa a un amigo. En seguida subo.

—Alba, no me está gustando nada esta manía que tienes de subir y bajar cada vez que entras en casa, ¿eh? —me dice desde el umbral del salón.

—Será solo un momento, mamá. Vuelvo en menos de cinco minutos.

Abro la puerta de mi cuarto y me dirijo hacia el escritorio, donde recojo el cubo de rubbik resuelto que tenía en una esquina. Lo sostengo entre mis manos y sonrío antes de retornar a la calle.

Sabía que nos volveríamos a ver, Guille.

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