ALMA ROBADA

By SeleneOrtiz3

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Continuación de "Alma Perdida" Ahora que se ha descubierto quien era el verdadero responsable por... More

CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO III
CAPITULO IV
CAPITULO V
CAPITULO VI
CAPITULO VII
CAPITULO VIII
CAPITULO IX
CAPITULO X
CAPITULO XII
CAPITULO XIII
CAPITULO XIV
CAPITULO XV
CAPITULO XVI (parte 1)
CAPITULO XVI (parte 2)
CAPITULO XVII (parte 1)
CAPITULO XVII (parte 2)
CAPITULO XVIII
CAPITULO XIX
CAPITULO XX (parte 1)
CAPITULO XX (parte 2)
CAPITULO XXI
CAPITULO XXII
CAPITULO XXIII
CAPITULO XXIV
CAPITULO XXV
CAPITULO XXVI
CAPITULO XXVII
CAPITULO XXVIII
CAPITULO XXIX
CAPITULO XXX
CAPITULO XXXI
CAPITULO XXXII
CAPITULO XXXIII
CAPITULO XXXIV
CAPITULO XXXIV (parte 2)
CAPITULO XXXV
CAPITULO XXXVI
CAPITULO XXXVII
CAPITULO XXXVIII
CAPITULO XXXIX
CAPITULO XL
CAPITULO XLI
CAPITULO XLII
CAPITULO XLIII
FINAL
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CAPITULO XI

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By SeleneOrtiz3

       Violeta suspiro por sexta vez consecutiva en menos de diez minutos; todos sus amigos estaban en su casa celebrando su “milagrosa” recuperación, y él único que parecía estar enterrándola en lugar de festejar, era Daniel.

      -He, no es para tanto…-. Esteban hizo signo como si le fuera a dar un codazo, porque en realidad con su herida, nadie quería ni rozarla. –Ya verás que en cuanto vea que estás completamente recuperada, se le pasa esa cara de funeral…

      -¿Tú crees?-. Replico ella luego de otro largo suspiro

     Daniel que estaba haciendo como que no se daba cuenta, en realidad había escuchado toda la conversación, y solo lograron ponerlo de peor humor; de un trago se termino su bebida, prácticamente la dejó caer sobre la mesa, y luego se levantó con la cara de pocos amigos que lo había acompañado desde el minuto que se enteró de la verdad.

      Siendo honesto consigo mismo, Daniel no estaba enojado porque su hermana le ocultara las cosas, bueno si estaba un poco molesto por la falta de confianza; pero el verdadero problema, radicaba sobretodo en que no tenía idea de cómo procesar tal información, ¿Cómo se suponía, que él, siendo un simple y común mortal, cuidaría a su pequeña hermana de ángeles y demonios? Él pobre ni siquiera había sido capaz de dormir decentemente, las pocas veces que el cansancio llegó a vencer sus parpados, lo único que lograba era tener horribles pesadillas, las cuales parecían tan reales que lo dejaban peor de frustrado que antes. Y por si todo esto fuera poco, la detective LeBlanc estaba cruzando la línea hacia acosadora.

       -Tú conoces a tu hermano mejor que nadie…-. Dijo Esteban cuando vio que su amigo se levantó. –Debes entender mejor que yo porque esta así, y en qué momento se le pasará. –Luego tomo una gran rebanada de pizza y se levantó para seguirlo; sin embargo se detuvo para decirle un último comentario. –Pero por favor, por favor, haz que sea rápido; si se presenta a darles clases a los niños con esa cara probablemente los aterrara…-. Terminó con un gesto dramático, para darle un aire presuntuoso a su suplica.

      Violeta volcó los ojos y luego sonrió; una vez que su amigo desapareció de su vista, sus pensamientos volvieron a atraparla; lograr que Daniel recuperara la cordura era una cosa… ¡Pero que la perdonara por no confiar en él!...joder eso si que iba a ser todo un reto olímpico; porque ella no era tonta, sabía muy bien que había actuado mal ocultándole cosas, pero en su defensa había sido para protegerlo ¿O es que acaso él no hubiera actuado igual? ¡Infiernos SÍ!. Pero una cosa era pensarlo, y otra muy diferente lograr que él lo aceptara; y por si todo esto resultaba ser poco, todavía le quedaban todos esos asuntillos sobrenaturales. Violeta no era muy creyente de vidas pasadas, aunque ahora se lo replanteaba seriamente bajo la teoría de que debió portarse muy mal en alguna de ellas, pera merecer semejante castigo en esta.

       El debate interno estaba tomando giros interesantes en su defensa, cuando un delicioso y dulce aroma comenzó a distraerla; y antes de que pudiera identificar la abrumadora fragancia, los murmullos a su alrededor la trajeron de vuelta a la realidad.

      Gabriel estaba parado frente a ella, con una de sus tiernas y hermosas sonrisas extendida a lo largo de sus labios, y ese brillo tan lleno de paz en sus ojos chocolate; esto hizo que ella irremediablemente intentara imitar el gesto. Era imposible no reaccionar amable a él, después de todo, su mitad de ángel lo hacía… bueno, angelical.

      -Croissants de chocolate…-. Comentó divertido, mientras le tendía una caja de tamaño mediano, con un hermoso listón del color de su nombre,  violeta.

       Ella la tomo con rapidez, y su sonrisa se hizo aun más grande, mientras que su boca se hacía agua. Durante el verano, mientras trabajo a tiempo parcial en el “Café Monster”, Violeta se había vuelto loca con los croissants rellenos que preparaba Gabriel; aquellos manjares solo podían ser calificados como celestiales, y su olor era exquisito.

       -Gracias…-. Respondió con tanta devoción, que provoco una carcajada en Gabriel.

     -Pensé que ahora que finalmente te dieron el alta, tu estomago se merecía un premio por aguantar la dieta que te habían impuesto...-. Gabriel observo con una ceja levantada como ella aun seguía fascinada con su perfecto obsequio, y luego volvió a sonreír. –Sabes…-. Dijo en forma de susurro, mientras se acercaba más a ella. –No importa que hagas para recuperar tu alma, estoy seguro te irás al infierno…

     -Lo sé…-. Replicó Violeta finalmente apartando la mirada de su ahora más valiosa posesión. –…la gula es un pecado capital…-. Un pequeño mohín apareció en sus labios; para luego ambos reír nuevamente.   

       Sus carcajadas cesaron justo en el momento en que Daniel se paro frente a ellos a unos cuantos metros, y fulminó a Gabriel con la mirada. La falta de tacto se esfumo junto con la confianza.

      -¿Crees que le dure mucho el enojo?-. Gabriel se encogió de hombros, y aguanto una sonrisilla traviesa.

     -Pff…-. Violeta hizo un ademan exagerado, para luego poner una cara seria. –La verdad empiezo a preocuparme, Daniel jamás había estado enojado conmigo por más de tres horas… ahora ha pasado una semana y aun sigue llamándome por  mi nombre completo.

      -Bueno, tú sabes que toda la información que le dimos no es cualquier cosa. Estoy seguro que está más enojado por no saber cómo protegerte, que por qué le ocultaras la verdad.

      -Es posible…-. Violeta suspiró y fijo su vista en el techo. –Además, la detective LeBlanc no deja de acosarlo.

    -¿Susan?-. Un brillo singular hizo su aparición en los ojos chocolate de Gabriel; algo que no pasó desapercibido para Violeta.

     -Ah… Tú la viste el día que visito el hospital ¿Cierto?-. Ella inspeccionó detenidamente el rostro de su amigo, quien ahora sonreía socarronamente.

     -Una mujer…interesante…

      -Ya lo creo… interesante en el sentido acosador. Esta mañana finalmente pude conocerla en persona….-. Ella mordió su labio inferior en ademan pensativo. –La verdad la imaginaba… diferente, es muy….

      -Guapa…-. Gabriel dio una sonrisa torcida, mientras traía a su mente el recuerdo de la detective.

     -Caray… iba a decir cliché…-. Violeta soltó una ligera sonrisilla, y volvió a recordar a la mujer. En realidad si era muy guapa; debía medir menos de uno setenta, pues Violeta la vio de su tamaño, pero noto los impresionantes tacones que calzaba; llevaba el cabello debajo de los hombros en un hermoso color caramelo; sus ojos eran del mismo tono chocolate que los de Gabriel; y su rostro era bastante amable, inspiraba confianza a decir verdad; además de que era una mujer que obviamente trabaja su cuerpo, pues aunque lo cubría con una típica gabardina caqui (lo cual hizo a Violeta verla como cliché) se veía bastante bien. –Aunque supongo que tienes razón…

       -Claro…aun así-. Comentó el nefilim ahora con rostro serio. –No me agrada la forma en que esta tras ustedes. Coincido en que a los ojos de todos, su ataque fue bastante fuera de lo normal… pero que esté detrás de Daniel de esa forma…-. Gabriel observó a Daniel y a Violeta sucesivamente. Era verdad que no entendía como esa mujer había llegado a la conclusión de que fue el mismo Daniel quien hirió a su hermana. Quizás se le estaba pasando algo importante y sería bueno averiguarlo… y así podría verla de nuevo.

        En cuanto Violeta entendió a que se refería su amigo, se quedó estática. ¿Por qué diablos esa mujer culparía a su hermano por lo que le pasó? ¿Acaso no había incluso un testigo? Joder, y todo por la culpa del pervertido psicópata. En ese momento sus pensamientos cambiaron drásticamente hacia esa dirección… ¿Qué pasó con Damon?, se pierde durante meses luego de lo del museo, luego reaparece en su clase el primer día y le da tremendo beso, al día siguiente la hostiga, y por último le entierra una katana en el pecho…y ahora… se volvió a esfumar. Eso estaba segura que no eran buenas noticias.

     -¿Violeta? ¿He, Violeta? ¡Violeta!-. Gabriel tuvo que moverla un poco para poder llamar su atención. –¿A dónde te fuiste?-. Preguntó sonriendo cuando por fin ella lo miró.

      -Lo siento… solo pensaba en lo que me dijiste de la detective. ¿Por qué crees que este tras mi hermano?

     -No lo sé, pero quizás sea bueno hablar con ella; después de todo, le dije que era su abogado-. Respondió mientras tomaba un pedazo de pizza y le daba una gran mordida.

     -Gabriel….-. Violeta lo observó de forma suspicaz, mientras planeaba hacerle una visita a LeBlanc. -¿Cuántas años tienes?-. Tantas profesiones no se estudiaban de un día para otro.

      -Cien-to-trein-ta-y-cin-co-. Respondió él solo moviendo sus labios, y con una gran sonrisa.

  ******************************

         Con los ojo puestos en las amenazantes nubes de tormenta que cubrían el cielo, a través de la ventana del auto, Violeta dio gracias a su preciado cerebro por que se le ocurrió la idea de llevarse un paraguas. Hacía unas cuantas horas, cuando se levantó ese sábado, había juzgado de loco al chico del clima, cuando aseguro que fuertes lluvias se dejarían caer sobre la ciudad esa tarde… era difícil creerlo cuando el sol brillaba en lo alto, azotando con un calor digno de finales de agosto; sin embargo, ahora estaba feliz de que su cerebro captara esa ridícula información, y minutos atrás, antes de salir de casa, hubiera decidido que era buena idea buscar el paraguas.

     Habían pasado ya diez días desde el incidente con Damon, y para su buena suerte era fecha que no se volvía a aparecer, ni siquiera en clases; lo cual ella reconocía fue inteligente de su parte, pues cada que David entraba en el salón, estudiaba todos los rostros como el cazador que asecha a su presa. Violeta estaba segura que si Damon se hubiera aparecido por allí, el apocalipsis se hubiera desatado, o por lo menos, un grupo de estudiantes se habrían vuelto locos al presenciar una épica batalla entre un ángel y un demonio.

      Con ese tiempo transcurrido, y gracias a la ayuda que su ángel le había dado por petición de las “Dominaciones” ; Violeta ahora solo llevaba un cabestrillo que sujetaba su mano izquierda, para cubrir las apariencias; y aunque todo pintaba a ir mejorando, aun había algo que la estaba molestando seriamente. La detective Susan LeBlanc.

       La mujer era un verdadero dolor de muelas; la había descubierto tres veces vigilando su casa, o mejor dicho a Daniel; pero  Violeta estaba segura que no es que la hubiera descubierto, sino que ella quería que se dieran cuenta de su presencia. Y aunque ninguno de los hermanos entendía bien esta extraña actitud, los dos empezaban a sospechar que algo no andaba bien. Así que cansada de que esta mujer no dejara en paz a su hermano, y más ahora que el pobre parecía estar friéndose el cerebro tratando de asimilar la cruda realidad; Violeta decidió que era tiempo de hablar con la famosa detective y dejar las cosas en claro; o de lo contrario tomaría la palabra de Gabriel y le pediría que se hiciera cargo del asunto de forma legal.

      Así que, desesperada por tener que aguantar el aparato que mantenía inmóvil su brazo, y que literalmente no le servía más que para fastidiarla; Violeta saco lo mejor que pudo de su bolsa la pequeña cartera negra de Hello Kitty y le pagó al taxista, mientras agradecía mentalmente ser diestra; luego volvió a colocar la bolsa sobre su hombro derecho, se giro cual cocodrilo para tomar el paraguas de nuevo con su brazo derecho (el único que podía usar de momento), y volvió a girar todo su cuerpo sobre el asiento para poder abrir la puerta, tratando de hacerlo lo más rápido que podía, pues un tipo que probablemente se iba desangrando por la forma en la que presionaba el claxon, no dejaba de hostigar desde el carro de atrás. Finalmente había llegado a la comisaría.

     Parada frente a las escaleras que dirigían a la entrada, Violeta giro hacia todos lados buscando algo… sentía una fuere mirada sobre ella, y de alguna forma creyó que podía tratarse de Damon. Sin embargo, no había nadie a su alrededor que le resultara conocido; así que tomo aire varias veces, para tranquilizar a su alocado corazón, y comenzó a repetirse mentalmente que todo saldría bien, como si esa frase fuera un mantra divino. Desafortunadamente para ella, su subconsciente parecía no estar de acuerdo, pues gritaba desde sus obscuras profundidades que esto era una terrible idea.

       Un grupo de tres hombres uniformados discutían en la entrada algo referente a un accidente de tránsito que había ocurrido esa mañana; Violeta camino primero hacia ellos para preguntarles si conocían a la detective Susan LeBlanc, y el rostro de los tres oficiales se puso rígido en cuanto escucharon el nombre; al parecer para su desgracia sí que la conocían.

      -¿Se da cuenta como el lugar está lleno de gente?-. Le preguntó uno de los oficiales a Violeta, mientras le señalaba hacia adentro de las oficinas.

      -Si…-. Respondió ella totalmente extrañada por la pregunta ¿Qué tenía eso que ver?

     -Y se da cuenta como en aquella esquina, tras esos cubículos… parece que todos se alejan…

     Violeta pudo ver como casi al fondo de las oficinas y tras unos cubículos, la gente en verdad parecía no querer acercarse, como si hubiese un escudo que se habían propuesto no perforar por nada en el universo; así que asintió en respuesta, confundida por la imagen.

      -Bien señorita… pues allí es donde debe estar LeBlanc-. Replicó el hombre encogiéndose de hombros; para luego darle la espalda y continuar con su interesante conversación del tráfico.

     Una ligera sonrisilla se le escapo de los labios a Violeta, al parecer la interesante detective tenía serios problemas de actitud, con lo cual estuvo segura que si la mujer se negaba a dejarlos en paz a ella y a su hermano, Gabriel podía ponerle una orden de restricción sin problemas; pero aun así estaba dispuesta a darle la oportunidad de hablar, después de todo, la forma en que le imploro que la buscara aquel día en que salió del hospital la tenía intrigada; LeBlanc la miraba de una forma tan extraña, que el duendecillo de la curiosidad no había parado de fastidiarla desde entonces.

      Violeta atravesó la comisaría sin detenerse a observar a las personas a su alrededor, el ambiente se sentía bastante pesado, y el aire era espeso y rancio… no era un lugar agradable. Al llegar hasta la recóndita esquina, observó como el cubículo que cubría ese espacio lograba dar la impresión de ser una oficina independiente; aunque a final de cuentas la mujer era una detective, era lógico que tuviera un sitio privado para trabajar.

      Intentando llamar la atención de la detective, Violeta dio unos ligeros golpecitos en las delgadas paredes; pero la mujer estaba sumergida en una pila de expedientes con unos audífonos conectados a sus oídos; así que a Violeta no le quedó más opción que entrar por completo, e incluso mover una mano frente a la mujer para que ella se percatara de su presencia.

     Al ver la mano que bloqueaba su visión sobre el informe que leía por quinta vez, Susan se quitó los audífonos de forma tosca, y se dispuso a fulminar con la mirada y torturar con palabras al idiota que se atrevía a interrumpirla; sin embargo, al ver los obscuros ojos marrón de Violeta, una sonrisa sin ganas curvo sus labios.

     -Señorita Cábala, es un gusto poder verla en tan buena condición-. Comentó poniéndose de pie, y extendiendo su mano para saludar a la recién llegada.

      -Gracias-. Violeta acepto el saludo, y le devolvió una sonrisa educada.

     La detective le hizo un ademan a Violeta para que tomara asiento, mientras que a su vez hacía un esfuerzo por limpiar su escritorio para dejar un espacio libre para conversar; pilas y pilas de expedientes bloqueaban la vista de su visita. Pero al notar que era un esfuerzo inútil, LeBlan decidió simplemente colocar en el piso las carpetas que no estaba utilizando.

      -Y dígame ¿Qué tal la ha pasado estos días?

     La pregunta era de lo más casual, pero ese tono imparcial no fue capaz de engañar a Violeta, y menos cuando la mujer no le quitaba los ojos de encima; parecía que tenía instalados rayos X a sus pupilas, e intentaba descifrar el gran misterio del universo.

      -Bastante bien en realidad…-. Dijo de forma incómoda, a la vez que intentaba evitar la fuerte mirada. –Excepto por alguno que otro inconveniente, todo va de maravilla en mi vida.

      -¿Inconveniente?-. El gesto de la detective cambio por completo, esta vez se volvió cauteloso y prudente. Como si supiera que un movimiento en falso la alejaría de su nueva pista. -¿Qué clase de inconveniente si se puede saber?

      -Escuche detective…-. Violeta suspiro irritada, la actitud de LeBlanc estaba consiguiendo que se pusiera realmente nerviosa. –Porque no se deja de rodeos, y me dice de una buena vez lo que quería hablar conmigo… Agradezco su interés particular por el incidente sucedido en mi casa días atrás; pero la verdad es que su actitud empieza a resultar desconcertante ¿O es que acaso ya tienen una pista sobre el atacante?-. Por supuesto que no iban a tener una pista sobre el agresor, o al menos no una real, porque Violeta dudaba mucho que un demonio milenario (o bueno, por lo menos de más edad que ellas dos juntas) se dejara atrapar tan fácilmente.

       Susan sonrío de nuevo sin ganas por la actitud de la joven, y tamborileo los dedos de su mano derecha sobre su escritorio, pensando seriamente como tomar esa respuesta, o mejor dicho, exigencia por parte de Violeta. Ciertamente no parecía ser alguien que trataba de encubrir a un hermano psicópata… pero quien sabe, la vida es extraña y las personas más; hecho que le había quedado bastante claro a lo largo de su servicio como representante de la ley.

      -¿Fue tu hermano quien te hizo eso?-. Preguntó con voz fría, mientras señalaba con la vista hacia el cabestrillo.

      Violeta abrió sus ojos tanto, que parecía que en cualquier momento se le iban a salir de sus orbitas; esa estúpida mujer estaba culpando a su hermano por lo que había hecho el idiota de Damon. Sin duda alguna, esto era la cereza del pastel, lo único que le faltaba a su vida para volverse completamente bizarra y sin sentido; si Cupido la odiaba ¿Por qué no habría de culpar una detective a Daniel de querer lastimarla?

       Sin embargo, y contrario al pronóstico de lo que LeBlanc esperaba como reacción por parte de Violeta; luego de superar el shock inicial de la pregunta, ella soltó una sincera carcajada.

     -Lo siento, yo… en verdad lo siento…-. Replicó Violeta tratando de retomar su compostura. –Es solo que, bueno, ¿Le gustaría explicarme cómo llegó a tan interesante conclusión?

     De acuerdo, el relato de cómo habían pasado las cosas aquella alocada mañana estaba, pues bastante retorcido; y aunque gracias al cielo hubiesen tenido un testigo que declarara a su favor, la historia seguía siendo como sacada del país de las maravillas para la detective.

     -No estoy segura de que eso sea una buena idea…-. Susan miró a Violeta de forma acusatoria y desconfiada. ¿Sería posible que ella también estuviera involucrada? ¿Y si con esto los alertaba de que la estaban tras su pista?

     -Como guste entonces…-. Replicó Violeta encogiéndose de hombros; lo que menos necesitaba ahora eran más problemas sin razón aparente; para ese tipo de cosas ya tenía a Leo. Ya le pediría a Gabriel que le ayudara con esto de forma legal.  –Solo le diré esto antes de irme, Daniel nada tuvo que ver, y lo que declaramos es la verdad. Sé que resulta difícil de creer, y siendo honesta yo aun trato de entender que fue lo que pasó…-. Una mentirilla inofensiva. –Y aunque le agradezco sinceramente este preocupada, no significa que voy a permitir que levante falsos contra mi hermano, o nos este acosando-. Violeta se puso de pie, y tomo sus cosas como mejor pudo con un solo brazo. Así que… o se pone a averiguar en donde está el desgraciado que me hizo esto y deja de seguirnos…-. Suerte con eso, pensó para sí. –O se arriesga a recibir la visita de mi abogado.

      La detective noto la seguridad, el enojo y la determinación con que esas palabras fueron dichas, de tal modo que se puso a dudar si su preciada intuición le estaba comenzando a fallar; para luego sufrir una extraña sensación en su nuca al recordar al mencionado abogado; “Pff que abogado ni que nada, ese es solo un niño igual que ellos” se recrimino mentalmente, tratando de restarle importancia a la imagen de Gabriel que se había colado en sus pensamientos.

      -Hasta ahora solo estamos seguros de ocho…-.Dijo la detective en un tono seco y sombrío, mientras buscaba entre el montón de papeles unos en específico.

      Violeta, que estaba por atravesar las puertas de la improvisada oficina, se detuvo en cuanto escuchó la voz, dio media vuelta, y regreso a su asiento dispuesto a prestar la atención necesaria para entender cómo esa mujer llegó a la absurda idea de que Daniel la había atacado.

      -Aunque personalmente creo que son solo unos cuantos nombres más, en una larga lista-. LeBlanc tomó finalmente una carpeta de amarillo brillante de entre la pila de papeles, y se la tendió a Violeta, quien la tomó completamente confundida.

      La carpeta tenía solo fotografías; para ser más exactos, eran ocho fotografías de jóvenes que quizás tenían su misma edad, poco más poco menos.  Y si las primeras no lograban explicar nada, la última hizo que un escalofrío le recorriera la espina dorsal; se trataba de la misma joven que ella había visto suicidarse dos semanas atrás.

     -¿Qué significan estas fotos?-. Preguntó tratando de no ponerse a temblar como gelatina. Aun no entendía bien el punto, pero estaba segura que no eran buenas noticias.

      -¿Qué vez en esas imágenes Violeta?-. La detective acomodo las ocho fotografías sobre su escritorio, permitiendo observarlas todas a la vez.  

     -Que son jóvenes de mi edad…-. Decir que sabía que la última estaba muerta no era buena idea, así que espero a recibir más datos sobre que iba todo esto.

     -¿Algo más?

     -Depende, ¿Qué es lo que estoy buscando detective?-. Respondió Violeta sosteniéndole la mirada. Tenía el horrible presentimiento de que todas estaban muertas; y estaba haciendo un esfuerzo titánico para no ponerse temblar.

      -Todas se parecen a ti…-. La detective se encogió de hombros, y señalo una por una las fotografías de las ocho jóvenes, que en esas imágenes, mostraban sonrisas despreocupadas y sinceras.

     La sensación de miedo abandonó el cuerpo de Violeta, para cederle el paso a la confusión. Ahora si ya no entendía nada de nada; así que se inclino más sobre el escritorio, y prestó especial atención a todos los detalles.

        La detective le dio tiempo a Violeta de analizar las imágenes a consciencia, quería observar detenidamente cada reacción en su rostro, pues estaba segura que esa tarde iba a descubrir algo importante. En cuanto noto como la mandíbula de la joven se tensaba, una sonrisa de satisfacción curvo sus labios.

      Con especial atención, Violeta pasó de una foto a otra; a simple vista la verdad es que la afirmación carecía totalmente de sentido, pues había desde rubias hasta pelirrojas. Sin embargo, fue la imagen de aquella joven que ella vio suicidarse la que le dio la razón a la detective; y es que de todas, sin duda alguna ella era la que más parecido tenía consigo misma. Quizás por ser la que tenía el mismo cabello ondulado y de color marrón, así como sus ojos; o el ligero tono bronceado en la piel. Sea cual fuera el motivo, esto era serio, ella en verdad se parecía a esas jóvenes, no había duda al respecto.

      -¿Las conocías Violeta?

      -No…-. Ella intentó por todos los medios, mantener el tono de su voz neutral, pero con los nervios que comenzaban a carcomerle las entrañas, se estaba volviendo algo complicado. -¿Quiénes son?

       -Así que no niegas que se parecen a ti…-. Eso no era una pregunta, eso era una confirmación. –Son suicidas…-. Explicó como si fuera lo más natural, mientras buscaba de nuevo entre las pilas de papeles.

     -¿Qué?-. Violeta sintió como si un terremoto la hubiera sacudido al recordar el cuerpo sin vida de la joven sobre el pavimento. Pensar que las demás habían hecho algo similar le había roto en pedazos su temple; estaba a solo segundos de echarse a temblar.

     -Todas y cada una de ellas se quito la vida. Unas de formas más creativas que otras debo admitir…

      -¿Y su punto es?-. En verdad necesitaba llegar al final de esta conversación, o las cosas se iban a poner feas.

      La detective sacudió con orgullo la carpeta que había sacado esta vez de la pila de papeles, y le dio una sonrisa a Violeta; aunque el gesto parecía ser más bien un ademan de repudio hacia ella.

      -Creo que tú hermano tiene algo que ver en todo esto…-. Al notar la duda en el rostro de Violeta, decidió que debía continuar. –Después de verte en el hospital, y notar tu parecido con todas ellas, me puse a investigar un poco sobre tú familia… Adivina mi sorpresa cuando leí la trágica historia de los hermanos Cábala…-. Continúo la detective con algo de saña en su voz.

      Sin poder hacer nada para evitarlo, la mandíbula de Violeta se tenso de forma evidente en cuanto escucho esa afirmación, y sus pupilas se dilataron revelando su temor. Aunque estaba segura que la detective no había podido investigar todo lo que hubiese querido, le molestaba que estuviera cerca de su vida privada.

      -Los accidentes pasan…-. Replicó Violeta de forma sombría, mientras clavaba su mirada en la mujer que estaba frente a ella.

      -Cierto… es una pena que tus padres murieran; lo bueno es que tenían a su abuela. Hay muchos niños que se quedan sin nadie.

      -Tuvimos suerte después de todo…

      -Sin embargo Violeta, hay algo que todavía no me termina de quedar claro…-. LeBlanc le sostuvo la mirada como si con eso fuera capaz de leerle la mente. -¿Por qué tú eres la única millonaria de la familia?-. Ella ladeo un poco su cabeza, y luego golpeo ligeramente su barbilla con la carpeta que tenía en las manos. -¿Acaso tus papas sabían que Daniel no era precisamente un niño bueno, y decidieron dejarlo sin medios? Quizás ahora que tú hermano finalmente a explotado, y al no poder deshacerse de ti para tomar el dinero, se dedica a asesinar jóvenes que le recuerdan a ti…

      Violeta se levantó de la silla, como si una fuerza invisible la hubiera repelido, esto había pasado los límites aceptables de intromisión. Esa mujer era una maldita sádica.

       -Es usted una enferma retorcida…-. Dijo Violeta como el siseo de una víbora; estaba tan enojada que sus nudillos estaban blancos por la fuerza que aplicaba al cerrar el puño. –Daniel tenía solo cuatro años cuando mis padres murieron ¿Cómo puede pensar que ellos harían algo como eso por qué pensaran mal de un niño?-. Entonces una torcida sonrisa apareció en sus labios, y sus ojos brillaron llenos de presunción. -¿Sabe que es lo que creo detective?

     -Ilumíname por favor-. Respondió la mujer con una tranquilidad inquebrantable; estaba feliz por haber roto los nervios de la joven.

      -Que lo que acaba de decir de mi familia, es lo único que ha podido averiguar; y que su morbosa curiosidad la está consumiendo desde adentro, por no tener un pretexto idiota para culpara a un inocente de asesinatos que usted se está inventando. Tenga cuidado detective, parece que está a un paso de visitar el país de las maravillas.

      -Yo no soy la que ve asaltantes desaparecer en un círculo de llamas-. Replicó con desdén. Ahora era ella quien estaba perdiendo los nervios. La mocosa tenía razón al asegurar que no sabía nada de su familia; los malditos expedientes referentes a cualquier miembro de los Cábala estaban sellados… literalmente… parecía cosa de magia; lo cual resultaba más irónico en estos momentos.

     -Asaltante que no solo vimos mi hermano y yo…-. Joder, si Damon volvía a pararse frente a ella lo iba a destazar vivo. Todo esto era por su culpa. –Hubo otro testigo. En cambio usted detective ¿Qué tiene para comprobar lo que dice?

     -Esto…-. Susan arrojó la carpeta que había mantenido en sus manos todo ese tiempo; y al aterrizar sobre el escritorio, de esta salieron otro montón de imágenes; solo que estas, lejos de reflejar a las jóvenes sonrientes de las anteriores, mostraban la parte trágica y obscura de esa historia.

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