CAPITULO XXXVII

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             Cuando de entre las llamas azules, un joven de ojos dorados apareció, los humanos finalmente guardaron silencio. ¿Qué podían opinar al respecto?

         Mirza soltó una maldición por lo bajo, al entender que Azahín había invocado a Damon; y luego sin muchas ganas se agacho para poder quedar más cerca. Lograba ver el movimiento de sus labios, pero no entendía una mierda de lo que estaba diciendo.

         -No te esfuerces, es inútil-. Susurro sobre su espalda Damon; que ahora veía a su alrededor con una sínica sonrisa. Este lugar sería una masacre. -Hay que llevarlo adentro.

         La sucúbo se giró sobre su hombro, y soltó un bufido. Esas palabras claramente decían en el trasfondo que él no lo tocaría; y sí de por sí ya odiaba tener que soportar a un sujeto que no sabía quién era; más le estresaba recibir sus órdenes.

         Inhalando profundamente para retomar el control, ella se puso de pie, y con una seña de su mano llamó a dos de los demonios que estaban cerca, y les indicó llevaran a Azahín hasta su oficina; dónde tendrían que ocuparse de él. Mientras tanto, Miza adquirió su apariencia demoniaca, y con una mueca entre divertida y molesta se dirigió al humano que la había llevado hasta allí.

       -Es una lástima que después de todo este tiempo-. Dijo con voz seductora, a solo centímetros del rostro. El hombre hubiese gritado ante aquella figura monstrosa, si su voz no se hubiese perdido en su garganta. -Al final no podré comerme a ninguno...

         Los otros demonios imitaron su comportamiento, y en menos de diez minutos, entre gritos de terror y desesperación, los humanos dejaron de ser personas para convertirse en ganado. Ganado que iba directo al matadero. Azahín necesitaría recuperarse para hablar, y lo único que podría ayudarle en ese momento, era ingerir una buena cantidad de almas...

        *****************

       Ante las palabras por parte de su amigo, Violeta sintió como su corazón se detuvo. Ya no escuchaba el ensordecedor y acelerado latido en sus oídos, el aire no le llegaba a los pulmones, y la sangre se había congelado en sus venas. 

       De todas las cosas por las cuales pudiera arrepentirse en su vida; sin duda alguna haber dejado con vida a Susan LeBlanc encabezaba la lista. Esa terca y estúpida bruja. Aún no había escuchado el nombre, pero no necesitó hacerlo, sabía que era ella quien estaba en ese momento llevándose a su hermano. 

         -¡Violeta!

        Esteban se dio cuenta el momento exacto en que su amiga dejo de escucharlo. Sus ojos se habían clavado hacia la nada, y su cuerpo se quedó tan quieto como una estatua. Él estaba al tanto de las averiguaciones por parte de la detective; pero honestamente que viniera específicamente pro Daniel a la escuela, solo podía ser una exageración... o al menos eso esperaba.

       -¿Puede llevárselo?-. Preguntó ella, haciendo un esfuerzo por volver a la realidad. Algo en su interior quería destrozarle la cabeza a Susan.

        -Lo van a interrogar, el Licenciado que nos daba clases está hablando con ella en este momento pero... él ya accedió a ir. Por eso vine por ti

         -¿Qué?

       La furia que empezaba a consumirla desde el interior, se apagó al instante: Daniel había accedido a ir con a detective. El esfuerzo que realizaron sus neuronas por llegar a una respuesta coherente, fue de dimensiones estratosféricas; eso tenía lógica, su hermano no era responsable de nada, y testificar no le haría ningún daño. Pero si tomaban en cuenta que hasta ahora, todo se había planeado para inculparlo, entonces acceder o no a ayudar a la policía no serviría de nada.

ALMA ROBADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora