CAPITULO XLIII

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Una ola de fuego azul impacto contra diez bestias. Damon estaba prácticamente pegado a una pared tratando de evitar el agua, y seguía maldiciendo en más de un idioma; no solo por el hecho de tener que soportar la lluvia, sino porque ya había pasado demasiado tiempo desde que viera como Violeta se pusiera en camino hacia Leo. ¿En qué momento había sido esa una buena idea?

El demonio apretó el puño con fuerza, y al mismo tiempo el círculo de llamas que envolvía los hellhounds se cerró sobre ellos, convirtiéndolos en cenizas, para luego desaparecer en la nada. Damon estaba a punto de marcharse, pues allí ya no había más que hacer, cuando un graznido lo detuvo.

Mirando curioso a su alrededor, intentó localizar el ave responsable de esto. Había estado tan concentrado en deshacerse de los perros, que perdió por completo la noción de los cuervos; lo cual era un error tonto, si tomaba en cuenta que no podían dejar que Malthus averiguara en dónde se encontraban él y David, para que no pudiera decirle nada a Leo. Entonces, el pájaro cayó en picada desde un edificio cercano, mientras se retorcía como si una soga invisible lo estuviera asfixiando.

Sin embargo, este no fue el único que actuó de forma curiosa. Un sin fin de cuervos en lugares cercanos comenzaron a graznar como locos; unos revoloteaban chocando entre sí antes de desaparecer, otros se retorcían sobre el suelo como si los estuviesen quemando, y otros tantos caían igual que el anterior antes de explotar y quedar convertidos en nada. El demonio miró asombrado este fenómeno, y su mente empezó a forzar la marcha tratando de llegar a una respuesta lógica; y para algo como esto solo había una: Malthus.

Entonces el dolor llegó; arrasando con todo pensamiento coherente y doblándolo por la desesperación. Damon no entendía lo que pasaba, o de dónde había llegado tal sufrimiento hasta su cuerpo; lo único de lo que era consciente, era de cómo su interior se estaba desgarrando en pedazos, como si cientos de cristales se esparcieran cortando cada centímetro.

El demonio cayó rendido al suelo; no había forma de escapar, ni tampoco un lugar en el cual ocultarse cuando todo provenía desde dentro. Finalmente la lluvia lo alcanzó por completo, pero Damon no podía luchar contra lo que no veía; su visión se redujo a sombras distorsionadas, mientras que los ruidos a su alrededor se convirtieron en un asfixiante silencio, donde solo pudo escuchar su voz al llamarlo.

-¡Violeta!-. Clamo antes de desaparecer en medio de un mar de fuego.

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El hellhound retrocedió cuando Violeta blandió la espada sobre él, pero en el instante en que intentó escapar, sus instintos de depredador le hicieron lanzarse contra ella; el enorme peso de la bestia la hizo caer sobre el suelo, y un tibio calor empezó a cubrir ciertas partes de su cuerpo. El mundo a su alrededor se movió como si estuviera por colapsar debido al impacto; sin embargo, sus ojos seguían clavados en la escena que ocurría frente a ellos.

El miedo que hasta ese momento había intentado soportar, la supero de una forma que jamás había imaginado podría sentir; el sentimiento le calo hasta los huesos, y sus pulmones se negaron a seguir trabajando, mientras que su voz salió con melodía de súplica de sus labios. "Damon" gritó en medio de una tempestad de terror y sufrimiento.

Leo ya no era un ángel; cada rastro de divinidad se había perdido como si el agua lo hubiese disuelto. Sus ojos rojos brillaban por el deseo de venganza, y sus alas habían dejado las plumas para asimilar la forma de las de un murciélago. Y así, con su nueva apariencia, tan familiar para él y tan desconocida para ella; su espada se elevó cortando a traición la lluvia... y algo más...

ALMA ROBADAWhere stories live. Discover now