Unos murmullos despertaron a Thaly en el Hospital. La cabeza le dolía una barbaridad, y la habitación daba vueltas a su alrededor como en una ronda. Cuando su vista se adaptó a las brillantes luces de la habitación, y ésta dejó de girar, se atrevió a reincorporarse un poco. En el sillón de enfrente estaban Val y Sai, apachurrados en posiciones muy incomodas, en un sueño pesado. Tenían ropa limpia y nueva por lo que podía ver.
Con la cabeza más despejada dio forma a las frases que la despertaron. La puerta de la habitación estaba entre abierta.
—Se pondrá bien señor Adams —decía una voz femenina—. Solo debe descansar, recibió un gran golpe en la cabeza, pero la inflamación ha bajado en un gran porcentaje.
Más murmullos que no comprendió.
—Sí, el Doctor dijo que era posible que con un traumatismo tan fuerte no recuerde que fue lo que pasó en el accidente. Pero es una suerte de que este viva, y una más grande que la hayan conseguido a tiempo.
Unos segundos después, la enfermera se alejó y otra voz entró en la conversación. La reconoció de inmediato.
—Enrique, Elia, ¿como sigue Thaly? —preguntó André fingiendo no haber obtenido esa respuesta de la enferma segundos antes.
—Gracias por venir... —dijo Enrique; Thaly escuchó unas palmadas en la espalda de alguno— Está mejorando, la enfermera dice que la inflamación ha disminuido en un setenta por ciento.
Thaly se acomodó en la cama tratando de espiar por la rendija de la puerta. Solo alcanzó a ver la espalda de su padre
—Pero ¿despertó?
—Aún no —dijo Enrique apesadumbrado.
Elia contenía un sollozo. Un falso sollozo reconoció Thaly.
—¿Y Samantha? —preguntó André.
—No ha llamado, no creo que sepa lo ocurrido. Y bueno... Thaly tampoco sabe... –Enrique masajeó su cuello mientras negaba con la cabeza— No sé cómo se lo diremos, está tan delicada, no... —su voz se quebró— no sé qué pasará cuando se lo digamos.
André colocó su mano sobre el hombro de Enrique y apretó con fuerza.
—Es una mujer fuerte Enrique, lo soportará. Y Samantha se comunicará, y en cuanto lo sepa regresará.
—Eso espero —dijo Enrique.
—Es una suerte que los muchachos hayan estado allí para sacarla del auto.
—Bueno, no la sacaron, cuando la consiguieron ella estaba fuera. Creo que quizás logró salir antes pero no tenía la energía suficiente y se desplomó.
—Ujum... una suerte de verdad —dijo André con falsa comprensión.
Las ideas comenzaban a formarse en la cabeza de Thaly.
El plan había sido sencillo: cuando Sai vio el carro se le ocurrió casi de inmediato. Val y Sai llegarían hasta el vehículo y saldrían por allí, divisarían la zona y esperarían a que Thaly creara una distracción que hiciera creíble que Sai y Val llegaron hasta el lugar sin ser vistos.
Dirían que ellos se habían escapado de la Universidad buscando a Samantha y perdieron el autobús al orfanato, que regresaban a la universidad para pedir ayuda cuando vieron el accidente. Se acercaron y consiguieron a Thaly en el suelo.
Thaly de forma muy conveniente no recordaría nada desde que salió de la casa esa mañana, pero para justificar esa desorientación, necesitaba una fuerte contusión en su cabeza, y al parecer, por lo que Thaly estaba escuchando, estaba funcionando. Era el momento de la estocada final.
Lanzó unos breves quejidos al aire.
Sai fue el primero en despertarse y con los ojos muy abiertos miró a Thaly. Val, saltó del sillón y corrió a la puerta. En un segundo Sai y Val estaban a su lado, Enrique y Elia entraban en la habitación con una sonrisa en su rostro. Elia llorando, de verdad llorando. Y más atrás André.
Fue la misma Thaly la que encaminó la conversación.
—¿Qué pasó? —rezaba por ser la mitad de buena actriz que su padre. Su voz sonó rasposa por lo que torció el gesto de dolor, eso solo logró darle realismo a su actuación.
Enrique i y Elia intercambiaron unas miradas preocupadas, pero cambiaron el tema.
—¿Que es lo último que recuerdas? —preguntó Elia apretando con sutileza su mano.
—Bueno, recuerdo... —Thaly guardó silencio, fingiendo cara de preocupación y desconcierto— recuerdo que estábamos desayunando, yo agarré las llaves del carro y apuraba a Samantha para salir, estaba molesta. Íbamos tarde.
—¿Dejaste a Samantha en la universidad? —preguntó Enrique.
—Sí, bueno... no, no estoy segura, creo que sí. No lo recuerdo. ¿Qué está pasando? ¿Dónde está Samantha? —la voz de Thaly era de puro pánico, mientras recorría la habitación con su mirada; en sus adentros estaba segura de que estaba convenciendo al público. Sus ojos volaban de un rostro a otro.
—Hija —comenzó Elia— creemos, bueno estamos bastante seguros de que Samantha escapó con Ythan.
—¡¿Escapó?! —Thaly intentó levantarse de la cama, pero Sai la frenó. El dolor que sintió por el esfuerzo no fue fingido.
—Ella... ella tenía días hablando de querer escaparse con Ythan, pero no pensé, no pensamos que fuese a hacerlo —dijo Val con tono culpable.
—Tuviste un accidente muy fuerte —habló André mirando a Thaly a los ojos, escrutándola—, el auto se estrelló contra la universidad, nadie salió lastimado –agregó con rapidez ante la cara de Thaly— recibiste un fuerte golpe en la cabeza, y has estado inconsciente por tres días.
—Tenemos que buscar a Samantha, tenemos que conseguirla —dijo Thaly otra vez intentando levantarse.
—Tranquila, estamos en eso, en Seguridad estamos haciendo todo lo posible. Estoy seguro de que está bien Thaly, cosas de muchachos ¿no? Que te digo yo, que Markus bastantes problemas me ha dado, pero a pesar de eso, es un buen chico, dirige un equipo de búsqueda de Samantha con algunos compañeros de la universidad —explicó André agregando una sonrisa falsa— Bien, en cuanto tenga más noticias de la búsqueda de Samantha les avisaré, por lo pronto me alegra ver que despertaste Thaly. Cualquier cosa que recuerdes del accidente avísenme, puede que sirva para saber a donde pudo ir Samantha o qué lo ocasionó. Quizás tuvieron alguna discusión en el camino, cualquier cosa que recuerdes ayudará. De todas formas, Seguridad estará enviando agentes para... para interrogarte... el procedimiento ordinario.
Para ninguno pasó desapercibido la amenaza latente debajo de esa información. Tendrían que tener mucho cuidado, porque André los mantendría vigilados.
Sin mayores ceremonias, André se despidió y salió de la habitación cerrando la puerta detrás de sí.
—Tienes que descansar un poco hija —dijo Elia, mientras Enrique asomaba su rostro por la puerta y Sai cerraba la ventana—. Estoy segura de que Sami está bien, ya se pondrá en contacto con nosotros, seguro piensa que estamos molestos y esperará a que nos calmemos antes de llamar. No debe saber nada de tu accidente.
—Seguridad vigila todo muy de cerca —dijo Enrique entornando los ojos y acercándose a la cama— seguro que pronto darán con ella.
Quedaba claro el mensaje, Seguridad podía estar vigilándolos en ese mismo momento. No podrían hablar nada con confidencialidad.
—¿Que fue lo que pasó? —Preguntó otra vez— no logro recordar nada, necesito que me cuenten todo.
—Val y yo nos escapamos de clases, queríamos saber porque Sam no había ido, así que intentamos ir a llamarla, pero se nos hizo tarde y perdimos el autobús de regreso al orfanato. Decidimos regresarnos a la universidad de todas formas, para pedir ayuda y cuando estábamos cerca vimos el destrozo. Nos acercamos hasta el agujero que dejó el auto en la pared del edificio y fue cuando te vimos tirada. Estabas inconsciente y sangrando, te arrastramos hasta afuera y comenzamos a pedir auxilio hasta que llegaron los funcionarios. Pidieron una ambulancia y te atendieron.
—Cuando llegaron los abuelos –siguió Sai— nos preguntaron por Samantha, y creo que poco después caímos en cuenta que se tuvo que haber escapado con Ythan; ella tenía días diciéndolo, pero solo pensamos que era broma.
—Avisamos de inmediato a Defensa, y moví algunos contactos en Judicial y Elia en Educación para que pusieran más interés en dar con ella lo más pronto posible –prosiguió Enrique — y André ha hecho todo lo posible por conseguirla, revisaron la universidad y el bosque por completo, buscando pistas. Solo descubrieron que tomaron un autobús al Sur, pero se bajaron en algún momento del recorrido —Enrique le dedicó un casi imperceptible guiño del ojo.
—El golpe —Sai tartamudeó, saliéndose del guión practicado, pero sin poder evitarlo —fue muy fuerte, se te inflamó el cerebro, casi mueres — su voz se quebró, había sido él quien ocasionó aquello, con consentimiento, pero eso no borraba su sensación de culpabilidad.
Thaly le extendió el brazo llamándolo hacia sí, le dedicó una pequeña sonrisa, mitad cómplice, mitad gratitud. Lo envolvió en un cálido abrazó y acarició su cabello y espalda.
—Hiciste lo correcto, me ayudaste, me salvaste Sai. Ya estoy bien, y mejoraré pronto —le dijo al oído.
* * *
Estacionaron la moto a las afueras de una estación de gasolina. Habían recorrido más de 6 horas ininterrumpidas de camino antes de esa primera parada del día. La moto funcionaba con energía, pero Ythan no podía agotarse por avanzar más kilómetros. Después de llenar el tanque, rodaron un poco más, hasta que el hambre, el sueño y el cansancio le pidieron a gritos atención a Ythan. Procuraron dejar la moto fuera de la vista de cualquiera.
Entraron en el cafetín, que tenía un aspecto desolado. Una mujer rechoncha y con olor a cigarrillo estaba sentada frente a una caja registradora bastante vieja. Les dio una seca bienvenida y le entregó a cada uno un Menú.
Se sentaron en la mesa más apartada, buscando la intimidad que necesitaban. Ythan miraba el menú con minuciosidad; Samantha no tenía hambre, aunque sabía que debía comer.
—¿Qué van a ordenar? –preguntó la señora.
—Quiero una hamburguesa de pollo, con papas fritas, un refresco grande... y para empezar una taza de café bien cargado.
—¿Y tú? —le preguntó la señora a Samantha.
—Ella quiere lo mismo que yo —dijo Ythan ante el silencio de Samantha.
La señora dio la vuelta y se perdió por la puerta hacia la cocina. Regresó a los pocos minutos con las tazas de café.
Cuando se hubo alejado, Ythan sacó desde el bolsillo interno de su chaqueta un pedazo de papel, el mapa que les había dado Enrique, y lo tendió delante de ambos.
Habían pasado ocho días desde que tuvieron que huir, y tan solo un día desde que dejaron el primer lugar seguro que había marcado Enrique en el mapa; Ythan se negó a movilizarse hasta que Samantha no estuviese mejor de todos sus golpes, pero sobre todo de ánimo. Odiaba mojarse con la lluvia cada vez que Samantha lloraba. En el mapa, los puntos seguros estaban marcados con azul, pero sobre estos, líneas negras trazadas por Ythan indicaban las rutas que debían seguir hasta El Refugio.
—Creo que podríamos ir hasta aquí —dijo Ythan señalando un punto azul en el mapa— porque no nos desviamos mucho, pero después de aquí, estaremos por nuestra cuenta.
Samantha no respondió.
A los pocos minutos, Ythan recogió a toda prisa el mapa y lo volvió a guardar en su chaqueta. La señora había llegado con su comida y estaba más que ansioso por comer. Una vez terminó, y mientras Samantha disfrutaba de su café le avisó:
—Tengo que llamar... al Refugio —titubeó—. Tengo que avisar que llevaré compañía. Se ha mantenido oculto por tanto tiempo no en vano, son muy cerrados con su ubicación y creo que tú serias la primera en pedir asilo.
—¿Y tienen teléfono allí? ¿Y si dicen que no? ¿Y si no me dan permiso para ir hasta allá? —preguntó Samantha dejando escapar todo su nerviosismo.
—No lo harán, pero debo avisar.
—¿Pero y si lo hacen?
—Entonces tendremos que ir a otro lado —le sonrió tomando su mano por encima de la mesa.
Samantha le devolvió la sonrisa. Le hacía sentir segura saber que Ythan no la dejaría sola.
—Quiero ver ese plato limpio cuando regrese jovencita —le dijo guiñándole un ojo.
El muchacho se levantó de la mesa y salió de la cafetería hasta unos teléfonos públicos ubicados en las afueras. Samantha aprovechó y sacó su piedra de comunicación. Levantó la vista para asegurarse de que Ythan no la veía pero para su sorpresa el muchacho sacaba de su bolsillo una piedra igual a la que ella sostenía.
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Nota de autora:
Solo falta el epílogo