"Él es Dhariam Faelivrin, primo de Celebriän Faelivrin…. Dhariam es el padre biológico de Felipe"
Las palabras de Danna resonaron con un eco, perturbador tanto para Frederick como para Felipe. Ambos hombres bajaron las armas, más por el desconcierto que por que realmente quisieran hacerlo; los arcos, además de las espadas, aún los ponían nerviosos.
— Mi padre eres tú, este sujeto es un extraño que está a punto de largarse — Felipe, quien aparentemente había leído el pensamiento de Frederick, le hablaba a quien consideraba su verdadero padre — ¿Qué hace este aquí? —dirigiéndose a su madre, el tono de Felipe esta vez, sonó cargado de rabia.
— Vine porque la situación lo ameritaba, de otro modo solo hubieras sabido de mi en unos años— Dhariam hablaba tranquila pero firmemente.
— Que yo recuerde no te hablé a ti — Felipe cargó nuevamente su arma y apunto directamente contra Dhariam — tienes cinco segundos para recoger tu porquería y largarte.
La situación se nuevamente tensa, algunos de los compañeros de Dhariam desenvainaron sus espadas y otros, incluso, lograron alcanzar y cargar sus arcos. Frederick apuntaba, nervioso, al sujeto más cercano a Felipe; Danna por su parte, permanecía en silencio sin saber qué hacer.
— Guarden sus armas — Dhariam ordenaba a sus hombres bajar la guardia, estos a regañadientes, envainaron sus espadas y descargaron los arcos—Realmente debemos hablar— a pesar de tener un arma apuntando directamente a su cabeza, el tono del sujeto permanecía calmado.
—Cinco — Felipe inició la cuenta.
—Debes oír lo que tiene que decir — Danna había recuperado la capacidad de articular palabras e intentaba calmar a su hijo.
— Cuatro…tres — Felipe permanecía impasible ante la tención extrema — Dos…
— ¡Felipe baja el arma! — la orden había venido en esta ocasión directamente de Frederick —Analiza la situación: lo matas a él, alguien te mata a ti yo mato a alguien más y posiblemente termine muerto también… nadie gana. Sin embargo, si escuchamos lo que ellos tienen que decir todos ganamos algo; recuerda porque vinimos en primer lugar.
Las palabras de Frederick ahondaron en la mente de Felipe, al cual consideraba realmente su hijo. A Felipe, por su parte, las palabras de quien consideraba su verdadero padre, habían tranquilizado, aunque no del todo.
— ¿Dónde está Nathy, madre? — Felipe bajo su arma.
— Lo sabrás a su tiempo, primero debemos hablar — Dhariam había vuelto a hacer uso de la palabra.
— Dije madre — Felipe volvió a apuntar a la cabeza de su padre biológico, sin embargo esta vez, en un movimiento rápido Frederick le arrebató el arma a Felipe.
— Estás muy molesto, y creo que realmente no queremos a nadie herido. ¿Por qué no nos sentamos y conversamos con calma? — Frederick nuevamente intervenía salvando la situación.
— Felipe, ¿recuerdas la historia que te contaba para dormir cuando eras pequeño? — Danna nuevamente tomaba la palabra.
— ¿Qué tiene que ver esa historia en este momento? — La ira de Felipe se apaciguaba, en gran medida por la presencia de Frederick.
— Tiene que ver mucho más de lo que piensas, ¿la recuerdas?
— La verdad, muy vagamente, algo sobre elfos y hadas.
— Entonces, será mejor que la recordemos — Danna se dispuso a relatar la historia ante un tenso público.
"Hace alguno siglos, en una era cercana al inicio de historia misma, el destino de los hombres se jugó en una guerra cuyo inicio, desarrollo y final, fueron siempre un secreto para los hombres quienes, paradójicamente, había sido el origen de esta.
Mágicas criaturas se enfrentaron en combate sin cuartel: por un lado los elfos, quienes se corrompieron por el ansia de poder y por el otro los dragones, enanos, sirenas, silfos y hadas. Los líderes de cada raza cargaban un elemento, dado a ellos por el mismo Creador de todo, Ekanzo: fuego fue dado a los dragones, el agua a las sirenas, tierra a los enanos, aire a las hadas y luz a los elfos. Todos y cada uno hicieron uso de la mágica que otorgaba cada elemento, causando miles de muertes en poco tiempo.
La guerra hubiese continuado incluso por años, de no ser por el valiente Yanuk, hijo de Gim, hijo de Dimhás; el silfo portador del viento. Este junto con un valiente grupo, se adentró en la fortaleza de los elfos, logrando capturar, mediante hechizos, a Celebriän Faelivrin, rey de los elfos.
Pasados algunos días, los líderes de las otras razas, juzgaron al malévolo rey elfo, quien perdió su elemento junto con su vida. EL símbolo de la luz fue apresado en la espada del rey, más sin embargo, el precio del ritual para separar al portador de su elemento fue muy alto, los demás portadores pagaron con sus vidas.
Tras ello, los sucesores de los portadores de elementos decidieron, en un nuevo consejo, entregar la espada que contenía el símbolo de la luz, al cuidado de los dragones cuya fama al custodiar tesoros era más que conocida por todos.
Con la muerte del rey elfo, la guerra terminó, pero no como todos hubiesen querido: la sucesora al trono, Linwëlin Faelivrin abdicó a este y tomó un camino desconocido.
Muchos elfos siguieron a quien debía ser su reina, y por años, eliminaron a cuanto viajero, que no fuese elfo, se topase en su camino. Pasó, sin embargo, que un día el grupo de la elfa desapareció y por siglos nadie supo que era lo que tramaban o que pasaría cuando decidieran regresar.
Los elfos que no siguieron a Linwëlin, reorganizaron su reino y sociedad, por consenso general, eligieron a su nuevo gobernante: uno que si bien era el primo del rey, había mostrado cordura y liderazgo durante la guerra. Años duros, pero fructíferos se desarrollaron, el pueblo elfo recuperó su esplendor pero nunca más la confianza de las otras razas.
El nuevo rey, temía sin embargo, el día que la heredera al trono regresase y temía aún más que se convirtiera, del algún modo, en la portadora del símbolo de la luz y que después de aquello, arrastre a su pueblo hacia una nueva guerra. Investigando como evitar el posible desastre, el rey descubrió que la única forma de hacerlo sería que existiese un rival para portar la luz cuando esta fuese liberada, debía el rey, por tanto, poseer un heredero propio.
Por todo ello el rey ideó un plan, que solo su íntimo grupo de consejeros conocía: buscaría una madre para su propio heredero, aunque no entre los elfos, pues aún no sabían cuántos de ellos aún albergaban las oscuras anisas de poder que todo el pueblo había compartido junto a Celebriän. El rey, por tanto, buscaría entre los humanos, sonde esperaba encontrar una mujer pura, quien debía criar al niño lejos de la codicia élfica, lejos de aquel mundo mágico donde sin duda correría peligro si la hija de Celebriän conociera su existencia.
El rey viajó solo y con una fuerte provisión de oro, que cambió por dinero humano, y por muchos años buscó a quien sería la madre de su sucesor. Buscó en los mejores círculos sociales, aunque sin embargo, solo se topó con mujeres, si bien bonitas, sumamente vacías y ambiciosas… un ambiente exacto del que quería alejar a su sucesor.
Desolado por no encontrar lo que buscaba, un día que el rey paseaba por un solitario pueblito, se topó con una muchacha, a su juicio sumamente hermosa, que incluso a pesar de ser humana, podría pasar por elfa dada la perfección de sus facciones.
La tarea de la conquista fue todo menos fácil, aquella muchacha era exactamente lo contrario a las mujeres que el rey había conocido hasta el momento: en lugar de la ambición por el dinero o el poder, ella poseía una gran ambición por el conocimiento, en lugar de buscar diversión vana, ella prefería cultivarse, en lugar de buscar un simple placer, ella buscaba amor.
Tardó el rey, por tanto años en cautivar el corazón de la muchacha, un corazón sumamente romántico pero cerrado para la mayoría, un corazón al cual con el pasar del tiempo, logró enamorar.
Finalmente, habiéndose ambos enamorado, el rey le propuso partir juntos a su tierra de origen y la muchacha, dejándose llevar por un impulso, con gusto accedió. Tras algunos preparativos, ambos emprendieron el viaje a la tierra del rey, un mundo prohibido para la raza de su amada.
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La doncella quedó impactada primero, y maravillada después, por el mundo que se le presentaba: criaturas y lugares sacadas de los cuentos de hadas, sabores y aromas tan solo pensados en sueños; sitios tan encantadores como solo un magnífico cuentista podía concebir.
El rey le contó entonces la verdad sobre su pueblo, la historia de la guerra y la preocupación que este tenía. La doncella decidió apoyar al rey en todo lo que le pidiese.
Pasaron tiempos alegres donde concibieron un hijo, en cuyo nacimiento, y en secreto con lágrimas en los ojos, la doncella partió a su propia tierra para iniciar la crianza de su hijo, lejos del daño espiritual y del peligro que el pequeño pudiese correr. El rey se aseguró que nada nunca le faltase, otorgándole una fuerte cantidad de oro élfico, el cual transformado en dinero humano, ella supo invertir en una profesión y algunos negocios.
La doncella crió al hijo con amor y dedicación esperando el día que su padre viniese por él, el rey por su lado, creo una triste historia en la cual su esposa y el hijo que esperaba morían en un trágico accidente en algún paseo, esa historia fue la que se divulgó entre la gente del reino, quienes guardaron tres meses de luto."
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—Hijo… — Danna había concluido el relato y buscaba las palabras más adecuadas para dirigirse a su hijo — la doncella del relato soy yo, y el rey es Dhariam el elfo que vez aquí.
— ¿Esperas que me crea esas estupideces? — Felipe había recuperado su tono molesto—Que las hadas y que los elfos existen, por Dios madre, ya no soy un pequeño de cinco años.
— Felipe no le hables así a tu madre — Frederick intervenía nuevamente para calmar a su hijo.
— ¡Vamos padre!, ¿tú te crees todas estas estupideces?— Felipe miraba con incredulidad a Frederick.
— La verdad no, y la verdad no creo que estas historias de hadas y elfos nos ayudarán a encontrar a mi hija — Frederick se levantó de su silla y extendiendo la mano en señal de despedida continuó — Señores nosotros nos retiramos, y realmente espero que se hayan largado de mi casa cuando volvamos — A medida que Felipe se levantaba, Frederick se dirigió a Danna —no entiendo, ¿Qué clase de broma de mal gusto fue esta?
— Pero, realmente se donde esta Nathy, solo quería… —Danna habló tímidamente
— ¿Solo querías que madre? — esta vez el tono molesto de Felipe no fue apaciguado por Frederick — ¿contarnos otra historia?, ¿sabes que dos cosas faltaron en esta reunión?— Felipe hizo una pausa y, sin dejar que su madre respondiera continuó — Yo te diré que dos cosas faltaron: la ubicación de Nathy y alguna mágica hada que concluya la historia.
— Pero si hubo hadas, o al menos silfos, que son el masculino de esa especie — alguien cuya ubicación no pudieron determinar a primera vista había hablado. — Recuerdo muy bien cuando Danna mencionó al valiente Yanuk, hijo de Gim, hijo de Dimhás.
— ¿Quién habla?, ¡Muéstrese! — Felipe molesto por los insulsos comentarios realizados por alguno de aquellos hombres, se volteaba irritado buscando el origen de los mismos.
Para asombro de Felipe Y Frederick, el bolso de Dhariam se movía como si tuviera algún animal dentro de ella, pasados algunos segundos se abrió completamente y de ella salieron cuatro pequeños seres alados, de unos veinte centímetros de estatura, emitiendo cada uno una luz de diferente color. Ante sus ojos clasificaban perfectamente como lo que cualquier persona llamaría un hada.
— Saludos humanos, yo soy Siblanok hijo de Yanuk, hijo de Gim, yo soy el portador del viento, uno de los cinco sabios de Khim — el ser que hablaba parecía el de mayor jerarquía no solo por el rostro sino por el brillo dorado que emanaba de él — Ellos son Yand hijo de Thiu, Yuki hijo de Gat y Ficklas hijo de Fagh. — Tras una respetusa inclinación de cada silfo, Siblanok continuó —Saludos padre Nathy, saludos futuro portador de la luz, están aquí por que buscan a Nathy, ¿verdad?, pues dado que quieren acelerar los acontecimientos, y que a pesar de vernos aún se niegan a creer, lo mejor será ir donde ella se encuentra — Volteándose hacia Danna y los elfos continuó su conversación — el medio más eficiente será tele transportarnos, por suerte traje polvo de viaje en abundancia.
Siblanok y el resto de los silfos volaron hacia el techo, dejando caer sobre todos los demás seres en la cocina un extraño polvo morado; inmediatamente todo se oscureció y una extraña sensación, como si alguien los jalará con mucha fuerza dentro de una habitación, se apoderó de Frederick y Felipe.