El Alma Partida

By ArielFigueredoHolst

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Una historia más allá del tiempo... Un amor irrompible entre razas... Cuatro seres que se encuentran y po... More

PRÓLOGO
CAPÍTULO 1: EL BOSQUE
CAPÍTULO 2: LA BARRERA
CAPÍTULO 3: LA APRENDIZ
CAPÍTULO 4: EL RECUERDO
CAPÍTULO 5: LA REALIDAD DE ALEX

CAPÍTULO 6: LA TORMENTA

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By ArielFigueredoHolst

Habían pasado días desde que salió por última vez de su dormitorio tras despertar. Se negaba a enfrentarse a todo aquello sin tener control sobre Alex.

"Eres un horrible ser que habita en mis adentros, queriendo tomar posesión de mi cuerpo... pero es mío"- le repetía en tímidos susurros sabiendo que la escuchaba.

A pesar de todo lo que Alex le decía, Adalia se mantenía lo más cuerda posible. Siempre que conseguía meditar, lo cual era lo más parecido a dormir que tenía, Alex aparecía torturándola con imágenes horrendas, reales o no, eso le daba igual. Le enseñaba recuerdos tan sumamente dolorosos, alterándolos y cambiándolos, que se le partía el corazón con tan solo su mención. Le oprimía los órganos con la intención de debilitarla hasta el punto de poder salir. Adalia necesitaba sangre para mantenerla a raya, para mantenerse fuerte y aguantar.

Merek era el único al que mandaba mensajes mentales para que la alimentara, él respondía enviando botellas con sangre humana, haciéndolas aparecer mágicamente encima de su mesita de noche. Ella se quedaba en su cama mientras bebía y continuaba aquella batalla por su cuerpo contra Alex.

Ya que Adalia no salía de su dormitorio, los demás iban a visitarla, y aunque no hubiera respuesta, seguían intentando comunicarse con ella. Enid dejaba notas por debajo de la puerta, mientras que Killian le mandaba numerosos mensajes mentales, y Merek tocaba a la puerta cada día, incluso Crystal lo intentó alguna vez sin éxito para asegurarse de que estuviera allí. Todos quisieron intentarlo y así lo hicieron, todos excepto Lycan.

Aunque Adalia no respondía, no quería decir que no hiciera caso. Recibía cada visita con silencio, ocultando su estado lo máximo posible. Utilizaba aquella realidad para abatir a Alex, sacando fuerzas de la energía de quien la rodeaba para derribarla dentro de ella teniendo en mente su propósito, ganando, así, aquel pulso interno para hacerse con el control. Era un proceso largo y doloroso, pero necesario.

En un momento dado, Adalia fue muy consciente de que Lycan era el único que no había intentado buscarla. Se encontró a si misma buscando su energía por el castillo. Buscó y buscó pensando que se había marchado, cuando de repente se dio cuenta de que había estado en su propio dormitorio todo ese tiempo en la otra parte de la torre. No entendió que hacia allí, pensó que no querría si quiera estar cerca de ella, pero no era así. Se concentró en él dejándose guiar por su instinto. Aquel sufrimiento que le envolvía la inundó, volver a verla le había provocado tanto pesar y tortura que Adalia lamentaba haber vuelto a casa. Sintió que no había merecido la pena regresar ya que solo conseguía causar más dolor en Lycan. Desde aquel momento, no podía dejar de sentirle aunque quisiera desprenderse, y entonces, se dio cuenta. La sangre de Lycan recorría sus venas, aportándole ese calor tan especial, podía olerle en su piel. No comprendía por qué, y en ese instante se hartó de la lucha contra Alex. Se hartó de esperar.

- Alex, sé que me estas escuchando. Es mi cuerpo y mi mente, no voy a permitir que me bloquees más. Voy a recuperar mis recuerdos, te guste o no... - dijo en voz alta tomando las riendas.

Se concentraba con fuerza para enfrentarse y triunfar en una batalla que debía ganar, necesitaba saber lo que ocurrió aquel último mes.

Esto le llevó otros tres largos y agónicos días. En total fueron casi dos semanas interminables de recuperación, pero por fin había conseguido profundizar en todos y cada uno de sus sentidos. Sumergida en una extensa y fatigada meditación, conseguía resultados, y comenzó a notar cosas extrañas que sucedieron a su alrededor: en el bosque, cuando se desmayó, Alex no les hizo apenas daño, se alivió pero causó muchas preguntas sin respuesta, no era normal en ella; pudo sentir la llegada al castillo con la presencia de Merek, y todas sus conversaciones, de las cuales dos le llamaban la atención; y, por último, el mordisco de Lycan, supo que así es como su sangre estaba dentro de ella.

Su mente había alcanzado a la realidad.

* * * *

Cuando Lycan abría la puerta de su dormitorio y se asomaba, observaba la de Adalia al final de aquel pasillo que compartían. Siempre sentía la tentación de acercarse. Avanzaba decidido y con prisa, pero se arrepentía a apenas tres metros de llegar, reprimiéndolo y dando media vuelta para regresar, quedando apoyado en el marco de su entrada sin dejar de mirar en esa dirección.

A veces oía ruidos o susurros, incluso a veces pequeños gritos y gemidos de dolor. Siempre emanaba una preocupante oscuridad densa y fría, y ahí era cuando comenzaban a atormentarle todas aquellas preguntas, tantas dudas y sospechas, sin encontrar respuesta lógica a nada.

Pasaron días convirtiéndose en semanas, Enid siempre intentaba hablar con ella. Tocaba a la puerta y se sentaba a contarle las cosas nuevas que aprendía con el Mago. Los nuevos conjuros, la magia negra que podía convertir en magia blanca para utilizar las pócimas y hechizos prohibidos para muchos, la teletransportación... Se estaba abriendo un nuevo mundo para ella con Merek. También le contaba que solía enviar cartas a Almárea de vez en cuando para contarles a sus padres con detalle su progreso y su vida en el castillo, y muchas otras cosas que ellos querían saber.

Muchos días, Lycan se quedaba escuchando a Enid encerrado en su dormitorio, sentado contra su puerta mientras miraba por la ventana, ausente de sí mismo, puede que con la esperanza de que la Princesa consiguiera hacer salir a Adalia. Así estuvieron mucho tiempo, y Enid no se daba por vencida, y tanto Adalia como Lycan agradecían esa conexión con la realidad, ese toque a tierra que necesitaban para superar sus propios muros.

La Princesa siempre volvía, día tras día, después de la comida a la misma hora. Incluso comenzó a llevarse los libros de conjuros y pócimas para practicar allí en el suelo mientras le hablaba. Tanto Adalia como Lycan se habituaron a escuchar las historias de Enid, por aburridas que fueran, los dos agradecían su insistencia.

Al estar en ese pasillo, se cruzaba con Lycan como mínimo una vez al día, siempre que él bajaba la bandeja con los platos sucios tras terminar de comer allí solo. No cruzaban miradas, ella le tenía un poco de miedo, su actitud no era como esperaba. Y él tampoco salía mucho más de su dormitorio, no tenía la necesidad de hablar con nadie, ni con su hermano. Él sabía que Enid siempre estaría allí hablando con Adalia y eso era suficiente, pero Enid no sabía que él también estaba atento a las historias.

Lycan no le negaba la palabra a nadie, si llamaban a la puerta les dejaba entrar, pero no tenía mucho que decir. Se sentía cansado la mayor parte del tiempo, como si no tuviera fuerzas, ni quisiera tenerlas.

Muchas veces Enid debía practicar con Crystal por la ausencia del Mago, él tenía sus propias prácticas e investigaciones con nuevas magias que encontraba. Por lo tanto, varios días después de la visita a Adalia, Enid bajaba a verla.

Se dio cuenta de lo avanzada que estaba Crystal, le intrigaba conocer su historia, así que, un día cuando estaban con otra tarea, una nueva pócima difícil de preparar, Crystal se animó a ayudarla con ello en el invernadero que había en los jardines traseros con más plantas e ingredientes de las que había visto en su vida. Enid no conseguía destilar bien una de las plantas, y a Crystal se le daba muy bien la preparación y esa parte de la magia.

- Oye, Crystal - empezó a decir Enid mientras trabajaban -...llevas mucho tiempo aprendiendo con el Mago, ¿verdad?

- Así es. No es tarea fácil, a decir verdad. Pero es buen maestro.

- ¿Y cómo acabaste en este castillo?

- Fue mucho después de marcharse Adalia, yo realmente no la conocía hasta que nos vimos en el bosque. Solo había oído hablar de ella. Yo, en realidad, vivía lejos de aquí, en el mundo humano.

- ¿Pero entonces... de dónde vienes exactamente?

- De un poblado pobre que ya no existe, no recuerdo ni el nombre, hubo un saqueo de vampiros, mataron a casi todo el mundo, incluidos mis padres, yo tenía tan sólo 3 o 4 años, así que no lo recuerdo bien - su voz se mantenía dulce y suave.

- Vaya, lo... lo siento mucho - se sorprendió de lo calmada que estaba al contarlo.

- No les recuerdo bien, era muy pequeña, tampoco recuerdo si tenía hermanos o hermanas - justificó al darse cuenta de la frialdad con la que lo contaba.

- Debe ser duro...

- A veces lo es. Pero Merek apareció por la zona, en mi poblado era donde crecían algunas de las plantas raras que él necesitaba por esa época. Las cultivaba mi padre, ellos se conocían, era cuando Merek aun salía del bosque. Vio lo que había sucedido, me oyó llorando en un rincón de lo que era mi casa, mis padres estaban arriba muertos. Supongo que le di pena y decidió llevarme con él. Descubrió poco después que poseía magia que ni yo misma sabía. Por lo visto mi padre era un hechicero poderoso que decidió quitarse sus poderes para vivir una vida humana junto a mi madre, y yo heredé esos poderes, no hay más que verme: éstos ojos cada uno de un tono de azul y el pelo tan rubio, no era normal, no era del mundo humano.

- Vaya... - respondió asombrada y entristecida cuando Crystal pareció acabar.

- Merek fue lo mejor que me pasó, Enid, me enseñó a ser fuerte, a controlar mi magia. Me crio muy bien, para mí es como un padre.

- ¿Pero, después de lo que les pasó a tus padres con los vampiros...? - preguntó un poco cortada.

- No tengo nada en su contra - la interrumpió con una sonrisa sabiendo por donde iba.

- ¿No sería lo más normal?

- Ella no fue uno de los vampiros que arrasó mi poblado, no sabían dónde estaba por aquel entonces, y Merek habría sentido su energía cerca si hubiera estado allí. No estoy en contra de la raza solo porque un grupo de ellos nos atacaran tanto tiempo atrás - le dijo mirándola a los ojos poniendo una mano en su hombro. Enid asintió y continuó practicando.

* * * *

Ya recuperada, daba vueltas en su habitación, pensando en todo aquello que Alex le ocultó. Se sentó sobre su cama mientras reflexionaba. Por algún motivo, Enid tuvo una visión sobre Lycan y ella en el pasado, no entendía cómo era posible, o cómo ella misma podía saber que Enid tuvo esa visión ya que no estaba presente cuando le ocurrió. Recordó cuando Enid intentó sanarla en el bosque antes de aparecer Killian y Lycan, aquella conexión debió de ser mucho más profunda de lo que anticipó, y la preocupaba.

También empezaba a recordar algo que hablaron Merek y Crystal, pero otro recuerdo, aún más antiguo y poderoso, comenzó a invadirle la mente. Como iba a poder olvidarlo. El motivo por el que se marchó tanto tiempo atrás, ahora estaba más presente que nunca. Maldijo las aguas mágicas del lago, con sus imágenes. Volvía a arrepentirse de aquel conjuro, jamás debió castearlo. No dejaba de repetirse que fue un error.

* * * *

Merek caminaba hacia su estudio, estaba preocupado por Adalia, hacía casi tres días que no daba señales de vida, y siempre que tocaba a la puerta seguía sin respuesta.

Esa misma tarde, el Mago miraba por la ventana, perdido en sus pensamientos, sentado en su sillón, dándole vueltas a dos bolas de cristal pequeñas en su mano. Oyó pasos detrás suya, cuando se dio la vuelta no vio a nadie, tampoco escuchó la puerta abrirse, y se extrañó. Pero, al girarse se dio un susto, porque Adalia estaba delante de él apoyada en la ventana, dándole la espalda.

- Me has asustado, Adalia - dijo sorprendido pero sonriente.

- No era mi intención - respondió seria.

- ¿Cómo estás? - no contestó, estaba cruzada de brazos muy quieta - ¿Va todo bien, Adalia?

- Todo habría sido distinto, ¿sabes? - dijo, recordando.

- Adalia, por favor, no empieces - exclamó, sabiendo a lo que se refería.

- ¿Entonces es cierto? ¿Suceden?

- Siempre la misma conversación, han pasado dos siglos ya, ¿por qué no me cuentas lo que sucede? - dijo cansado de la misma charla.

- ¿De qué hablabais, Crystal y tú, aquel día en la enfermería cuando aún estaba inconsciente? - preguntó girándose, él le devolvió una mirada sorprendida.

- Te dije que son aguas escurridizas, no se debe jugar con esa magia. Me niego a creer que te marchaste por eso - se defendió, cambiando de tema - Los conjuros de visiones futuras son magia complicada, ya te lo advertí. El peso de conocer el futuro es una carga innecesaria. Por eso os prohibí practicarlo.

Rompió a llorar desconsolada, aun apoyada sobre el marco de la ventana. Merek se levantó de su sillón, se acercó y la abrazó.

- ¿Por qué tuviste que mandarme a por Enid? - dijo entre lágrimas - Sabías que no podría resistir la tentación de venir, por él... yo no debería estar aquí.

- Ada, sigo sin conocer el motivo de por qué te marchaste - la sujetó de los hombros mirándola a los ojos - Pero, aun así, lo que hacías allí fuera, en aquellos otros mundos, no era vivir, era una cruel supervivencia, y esa no es forma de vivir tu vida. Éste es tu hogar, con nosotros, con Lycan. No entiendo por qué querrías dejarnos a todos atrás. ¿Qué es lo que ocurrió?

- Tienes lo que querías, a Enid. Mi trabajo como escolta ha terminado - dijo mientras se alejaba, cortando aquella conversación llena de confusión para Merek.

- ¿Piensas en volver a marcharte? - preguntó decepcionado.

Le apartó de su camino mientras salía del estudio del Mago. Necesitaba pensar y aclararse.

- Dudo que sobrevivas una segunda vez, Adalia - se frenó con la puerta abierta por las palabras de Merek - Casi te mata dejarnos una vez. No creo que tu corazón pueda con ello de nuevo. Ni el de Lycan...

Supo que tenía razón, tan solo sus palabras hacían que algo dentro de ella volviera a resquebrajarse, matándola lentamente. Le esperaba una dura e importante reflexión. Tenía que tomar una decisión que no sólo la involucraba a ella, si no que, afectaba a todos.

* * * *

- Muy bien, Enid - celebraba Crystal - Merek se alegrará mucho al ver que has avanzando hoy, puedes estar orgullosa de tu trabajo.

- Gracias a ti, no podría haberlo hecho sola - agradecía sonriendo.

- Lo habrías averiguado tarde o temprano - dijo riendo - Bien, vamos a recoger todo esto. Puedes llevarte las piedras, pero recuerda, estas piedras no deben utilizarse a la ligera. Guárdalas con cuidado - le advirtió.

- Lo haré, tendré cuidado - las miró en su mano, eran pequeñas y brillantes, de un color grisáceo iluminado.

Las guardó en el bolsillo de su vestido, muy emocionada. Había conseguido crear unas piedras mágicas que podrían encerrar a cualquiera en ellas colocándolas en un círculo. Le pareció fascinante.

Empezaron a recoger, se acercaba la hora de la cena, Enid aún tenía que subir hasta su habitación para dejar todos sus libros y apuntes, Merek la estaba enseñando a hacer su propio libro de conjuros y hechizos, uno pequeño para poder llevarlo con ella donde fuera.

- Enid, adelántate tú y deja todas tus cosas arriba, yo terminaré aquí.

Ella asintió dejándola atrás en el invernadero, ya estaba casi todo guardado. Cogió su montaña de folios y libros, y se encaminó hacía su habitación con prisa.

Nada más entrar en el castillo, uno de los criados de Merek le recordó que la cena no tardaría en estar servida. Se apresuró subiendo las largas escaleras, adentrándose por los pasillos, iba perdiendo papeles por las prisas, no dejaba de tener que agacharse con cuidado a recogerlos.

Por fin avistó su dormitorio, se fijó en la puerta de Killian más allá, estaba abierta, lo cual suponía que él ya habría bajado. Quería darse prisa, le apetecía verle, quizás podría alcanzarle.

No conseguía manejar bien la manivela con tantos libros y papeles en las manos, se apoyó contra la puerta dejando el peso, cuando consiguió girarla, la puerta se abrió de golpe, desparramando todos los papeles por el suelo de su habitación.

- Genial - se dijo en voz baja, agachándose y buscando el orden entre todos aquellos apuntes con prisa.

- No podrías ser más patosa - dijo una voz familiar, bastante burlona.

Miró por su habitación, allí estaba Adalia, de pie al lado de la ventana, sonriendo.

- ¡Adalia! - gritó alegre.

Se levantó dejando caer todos los papeles de nuevo para correr hacia ella. Adalia la recibió con un abrazo cariñoso. Enid la apretaba fuerte, no se creía que estuviera allí. Se empezaba a dar cuenta de lo mucho que la había echado de menos, Adalia también se dio cuenta de cuánto la extrañó, aquella sonrisa tan bonita que tan solo encontraba en ella.

- No puedo creer que hayas salido, por fin - susurró - ¿Y Alex? - la miró preocupada.

- Controlada - le sonrió calmándola mientras recogía un mechón detrás de su oreja - Fue ella quien me impedía volver a la normalidad, he necesitado mucho más tiempo para encerrarla de nuevo.

- Te hizo tener aquella pesadilla, ¿verdad? Por eso, cuando despertaste estabas tan asustada por nosotros...

- Si - miró por la ventana suspirando - Todo un mes, ¿eh? No sé cómo pudo tenerme atrapada en ese coma durante tanto tiempo.

- No puedo ni empezar a imaginarlo - dijo volviendo a recoger sus libros y papeles.

- Te ayudaré - ofreció.

Se acercó a ella y empezaron a recoger los apuntes, libros, folios con garabatos, otros con dibujos... Adalia sonrió nostálgica.

- ¿Qué pasa? - se sorprendió Enid al verla sonreír tan ampliamente.

- Recuerdo todo esto - respondió mirándolo todo.

- ¿Merek te enseñó?

- Nos enseñó a todos, en realidad. Ellos también pueden practicar magia - dijo recordando varias cosas.

- ¿En qué estás pensando? - preguntó al ver el cambio en su expresión.

- Nada, déjalo - dijo seria.

- Venga, Adalia, cuéntamelo - rogó.

- He dicho, que lo dejes - reiteró, alzando la voz.

Se levantó enfadada, le ofreció los papeles que tenía en las manos, Enid los cogió, lentamente. Adalia se fue molesta, no quería hablar de ello. Enid la miraba marcharse sin comprender porque continuaba ocultando detalles de su vida. Pensó que al estar en el castillo, el cual era su hogar, eso cambiaría, le enfadó que no fuera así. Sintió que no confiaba en ella, incluso tras todo lo que habían vivido juntas. Se alzó y se sentó en su cama, y en un impulso lanzó los papeles hacia la puerta, casi golpeando a Killian, quien apareció en el último momento.

- Perdona - dijo Enid tapándose la boca con las manos - No me di cuenta de que estabas ahí.

- Tranquila. He oído vuestra conversación, ¿estás bien? - preguntó tímido.

- ¿Nos estabas espiando? - preguntó, ofendida.

- No, para nada. Estaba en mi habitación, acababa de ducharme y me estaba cambiando para bajar a cenar, entonces te oí decir "Adalia", y, bueno...

- Te quedaste escuchando.

- Lo siento - dijo bajando la mirada, vergonzoso, admitiendo.

- Da igual, ni que hubiera dicho algo interesante - Enid se acostó en su cama cerrando un momento los ojos, dándole vueltas a la actitud de Adalia.

Killian se asomó al pasillo, no había nadie. Cerró la puerta, lento y silencioso. Se acercó a la cama y se acostó en el otro lado, abrazándola. Ella le cogió de la mano, entrelazando los dedos con cariño, él le acariciaba el pelo, dejando su cuello descubierto y besándolo con dulzura.

- Tenemos que bajar a cenar - dijo Enid para que parase, pero sonriendo - Nos estarán esperando.

- Está bien - susurró él sin dejar de besarle el cuello.

Enid giró la cabeza dejándole besarla apasionado unos segundos. Luego, le apartó dejándole con ganas de más.

- ¿Dónde nos vemos esta noche después de la cena? - preguntó Killian, deseoso.

* * * *

Lycan se dejó convencer por su hermano, quería que fuera a cenar con todos ellos tras casi dos semanas. Apenas le había visto en todo ese tiempo, a menos que él fuera a su dormitorio a visitarle. Killian sabía que estaba siendo duro para él, y siempre intentaba animarle a salir a cazar o por lo menos para tomar aire fresco. Y tras declinar todas sus invitaciones pasadas, aquella tarde decidió que era el momento de continuar con su vida, con Adalia o sin ella. No podía permitir que le siguiera frenando de aquella forma.

Aceptó la invitación de su hermano para contentarle, pero mientras se duchaba y elegía la ropa, iba cambiando de idea, pero luego continuaba decidido. Se había acostumbrado a estar encerrado allí arriba, no quería que le hablaran y empezaran a preguntar cómo estaba. Se agobiaba nada más pensarlo.

Tras un rato largo de cambiar de idea varias veces, muy nervioso, se encaminó hacia su puerta. Nada más abrir, sus ojos vieron un reflejo rojo escarlata, aquella melena inconfundible. Era Adalia, se dirigía hacia su dormitorio.

- ¿Adalia? - susurró - ¡Adalia, espera! - gritó.

Fue tras ella impulsivamente, Adalia le vio pero aun así cerró la puerta antes de que la alcanzara. Lycan se frenó sin creer lo que había visto. Su cuerpo, de repente, caminó rápido, cuando llegó a su puerta se quedó congelado unos segundos, no había sido capaz de acercarse tanto en sus otros intentos. Su mano intentó accionar la manivela y tocó varias veces esperando una respuesta.

- Adalia - llamaba - Por favor, abre la puerta.

- Márchate, Lycan - dijo llorando.

A Lycan se le humedecieron los ojos, no sabía qué ocurría. La vio entrar, eso quería decir que había salido. Fue corriendo al gran salón donde se encontraba Merek. Su hermano y Enid llegaban charlando tranquilos por el otro pasillo, y Crystal estaba sentada junto a Merek. Todos le miraron sorprendidos.

- Lycan, que bien que nos acompañes - dijo en seguida Merek levantando los brazos en gesto de bienvenida.

- ¿Ha bajado? - preguntó nervioso, sin creerlo aún.

- Si, ha venido a verme, ya se encuentra mejor en cuanto a Alex - decía el Mago, con los dedos juntos, sabía lo que venía ahora.

- ¿Y qué ha dicho? - preguntó rogando que le dijera más.

- ¿Por qué no te sientas a cenar con nosotros? - preguntó Merek, ofreciéndole una silla.

- ¡¿Qué ha dicho?! - gritó, insistiendo, a la vez que daba un golpe sobre la mesa.

- Nada, Lycan - le respondió desafiante.

- ¿Nada? - se echaba las manos a la cabeza perdiendo los nervios, despeinándose - ¡Por fin sale de allí arriba, y me estás diciendo que no tiene nada que decir! - gritó de nuevo.

Dio un fuerte gruñido, convirtiéndose en hombre lobo. Lanzó una de las sillas contra la pared haciéndola pedazos y dando un grave gruñido feroz de nuevo, todos se apartaron aterrorizados. Lycan corrió hacia un ventanal abierto lanzándose al exterior, cayendo en el jardín principal y saltando el muro, internándose en el bosque.

"Después de todo lo que me ha hecho pasar, de abandonarme... Me lo debe, necesito saber por qué se fue"- pensaba.

Se estaba enfureciendo cada vez más mientras corría hacia ninguna parte, tan solo necesitaba alejarse de todo y perderse. No estar en ningún sitio para no sentir, aunque le era imposible. Su mente no le dejaba abandonarse.

Había estado adormecido y cansado en esas dos semanas, pero tan solo un fugaz vistazo de Adalia fue suficiente para perder el control.

* * * *

Aquellas lágrimas sangrientas recorrían su cara tras decirle a Lycan que se marchara. Se echó a llorar a la cama mientras le sentía correr hacia el gran salón para ver al Mago. Toda su ira se desató de golpe por sus silencios, pero seguía siendo mejor que la verdad. No podía dejarle arrastrar una carga así, tan solo quería evitarle aquel sufrimiento, aunque no parecía funcionar.

No pudo soportarlo, el fuerte gruñido de Lycan al convertirse en hombre lobo la traspasó por completo estremeciéndola, como un golpe seco que la dejaba sin respiración y le hacía gemir de dolor.

"Nunca quise que nada de esto sucediera. Todo es culpa mía"- se acusaba.

Sintió cómo se alejaba del castillo, su cuerpo se desprendió de su intensa energía, dejándola respirar al fin con naturalidad. Podía oír a Alex reírse muy dentro de ella, hablarle con esa horrible voz, intentando hacerla perder el control de nuevo, sabía que Lycan era su gran punto débil.

- Mira lo que has provocado - su tono acusador la derrumbaba - Esa deberías ser tú, allí fuera... sola.

- Cállate - le suplicaba, retorciéndose en su propia tortura.

- No haces más que mentirle. Le abandonaste. Le dejaste solo. Le rompiste el corazón. Jamás te perdonará - repetía sin cesar como un eco.

Se acurrucó en el suelo al lado de su cama, sujetándose los oídos, llorando desconsolada.

- Quizás nunca deba perdonarme - susurró, sintiendo su corazón roto en mil pedazos.

* * * *

Destrozaba todo a su paso, cegado por la ira y la incertidumbre. Una vez más, se dejaba descontrolar por culpa de Adalia, cuando se había prometido a sí mismo que eso se había acabado. Pero, como iba a poder evitarlo, sentimientos así no se desvanecen. Todo lo que habían compartido... Una vida juntos...

Rechinaba, gruñía y aullaba de dolor. Se transformó de nuevo en humano y se tropezó cayendo al suelo con un fuerte golpe haciendo que se quejara con un grito furioso. Odiaba sentirse así de perdido. Ni siquiera notaba el frió congelado del invierno que azotaba el bosque. Las lágrimas rodaban por sus mejillas cuando consiguió ponerse de pie, el dolor físico del golpe le distraía del dolor emocional.

Continuó caminando, cogiendo velocidad de nuevo, necesitaba alejarse. Las ramas de los bajos árboles y de los arbustos le arañaban rompiéndole la ropa y cortándole la piel, se golpeaba con troncos rotos provocando cardenales vistosos.

No supo cuánto tiempo había transcurrido cuando comenzó a frenar fatigado, pero aún seguía sintiéndose encendido de la ira, podía notarlo quemándole en el pecho como una ardiente bola de fuego. Jadeaba salivando con una respiración muy acelerada. No dejaba de gruñir y de dar golpes, rompiendo todo a su paso, haciéndose daño sin parar.

Se topó con una pequeña cascada del bosque, provocada por un río entre grandes rocas, haciendo un alto desnivel. Había una pequeña cueva detrás del agua, llegó hasta él donde se dejó caer de rodillas agotado, y empezó a dar puñetazos al suelo entre gritos. Se destrozaba los nudillos haciéndolos sangrar. Mientras el agua le salpicaba empapándole, pero le ayudaba a enfriarse y calmarse. Dejó su peso muerto, acostándose boca arriba, respirando fuerte y gimiendo, sus ojos estaban encendidos de la rabia del sollozo sin consuelo.

Tras largos minutos, aparte de oír el ruido del agua de la cascada, pudo ver un luminoso relámpago acompañado por su respectivo y sonoro trueno, empezaba a llover a cantaros. Acostado boca arriba, tenía la cabeza girada mirando el agua caer, ya empezaba a calmarse su respiración, se dio cuenta de todo el daño que se había hecho. El dolor le distraía, al igual que el ensordecedor ruido de la lluvia y la cascada. Los relámpagos brillaban cuando golpeaban el cielo, haciendo iluminarse la cueva. Sintió su cuerpo exhausto tras haber corrido sin parar, no sabía exactamente en cuál de las pequeñas cascadas estaba, varios ríos rodeaban y pasaban por aquel inmenso bosque provocando aquellos chorros de agua entre las grandes piedras. No sabía cómo de lejos había llegado, ni donde estaba exactamente, pero le era indiferente, necesitaba estar sólo.

* * * *

- Acabará haciéndose daño - le dijo a Merek, bastante preocupado tras marcharse su hermano.

- Necesita descubrir su propio camino, Killian. Debemos tener fe de que lo encontrará.

- No puedo dejarle ahí fuera con la tormenta - miraba por la ventana deseando ir tras él.

- Es fuerte, volverá cuando esté preparado. Si no sabemos nada de él antes del amanecer, te dejaré ir a buscarle. Debemos darle esta oportunidad.

- ¿Por qué no le dijiste lo que te ha dicho Adalia? - dijo sospechoso.

- Porque no me dijo nada, Killian. Fue una charla sin importancia.

- Y ya sabes lo que me dijo a mí - dijo Enid interviniendo.

- ¿Fue a verte? - preguntó interesado el Mago - ¿Qué te dijo?

- Nada, realmente. Yo me alegré de verla, y me ayudaba a recoger mis apuntes, que estaban por el suelo, y cuando le pregunté en qué estaba pensando, se enfadó y se marchó.

- Es cierto - dijo Killian sin dejar de mirar por la ventana.

- ¿Tú como lo sabes? - preguntó Merek.

- La puerta de mi habitación estaba abierta y las oí hablando. En cuanto Enid preguntó sobre su pasado, ella se marchó, seria. La vi pasar por delante de mi dormitorio.

- Algo sabe que no nos quiere contar. Está ocultando algo - se atrevió a decir Crystal.

Todos la miraron, sabían que era una gran posibilidad, algo escondía y no iba a hablar de ello tan fácilmente.

Tras el espantoso suceso con Lycan, no sentían la necesidad de cenar, no estaban tranquilos. Crystal pidió permiso para marcharse a su habitación, Merek accedió, diciéndole lo mismo a Enid, si así lo quería. Ella asintió en seguida, estaba muy asustada, no comprendía a Lycan con sus repentinos golpes de violencia y descontrol. Merek le hizo un gesto a Killian para que la acompañara y se asegurase de que estaba bien.

Regresaron por el mismo pasillo, serios y sin hablar. Enid miraba el suelo sin alzar la vista, Killian no lo soportaba. Se fijó en que no hubiera nadie mirándoles. Tiernamente, la cogió de la mano, vio que no le apartó. Se frenó de golpe, sujetándola en un abrazo fuerte, ella no pudo evitar echarse a llorar.

- Siento mucho lo de mi hermano - sintió la necesidad de disculparse por él.

- Odio cuando se pone así - dijo entre temblorosos sollozos.

- Lo sé, lo siento - la consoló - No solía ser así, ¿sabes?

- Me es difícil de creer - dijo algo calmada, dejándose abrazar con dulzura, apoyando la cabeza en su pecho.

- Vamos, será mejor que descanses - quiso caminar sin soltarla - Ya nos veremos otra noche cuando se apacigüe Lycan.

- Killian - dijo sin mirarle cuando ya llegaban a su dormitorio - Creo que no puedo hacer esto, todo a escondidas, ya te conté como se puso tu hermano aquella noche cuando me vio después de estar contigo. Lo siento. Esto... contigo, no es...no es lo que quiero...

- Pero, Enid...

- Lo siento, Killian - le interrumpió, entró en su dormitorio cerrando la puerta lentamente, deseando que él hiciera algo para frenarla, pero no lo hizo.

Killian no supo qué decir, era él quien la solía apartar cuando sentía algún tipo de compromiso y no hacía nada por luchar por algo más. Pero ésta vez fue ella, y él continuó sin hacer nada por evitar que Enid se alejara. Pensó que era lo mejor para los dos, ya que él no era capaz de hacerlo. Después de todo, ella se marcharía tarde o temprano del castillo.

Triste y apenado, se dirigió al gran salón de nuevo, Merek seguía allí en su mismo asiento, se quedarían esperando el regreso de Lycan.

* * * *

Pasaron horas y seguían sin saber nada de él. Adalia empezaba a preocuparse, estaba demasiado lejos y no podía sentirle desde su ventana entre tanto ruido y alboroto de la tormenta.

"Todo esto es culpa mía. Nunca debí hacer aquel hechizo, quizás debí contárselo en su momento en vez de marcharme de aquella manera, pero sabía justo lo que haría, sabía cómo reaccionaría. No, era mejor que no lo supiera, no podría hacerle eso"- pensó.

- Pobrecito, el lobo. Allí fuera solo, llorando como un bebé - dijo, cruelmente.

- Cállate, Alex - dijo Adalia en voz alta, bajando la cabeza, enredando los dedos en su pelo.

- Sabes que sucederá quieras o no, no completaste el hechizo como una cobarde y no sabes cuándo se hará realidad, pero así será, no podrás evitarlo - se burlaba.

- Ya basta - gruñó.

- ¿Oyes eso? Están buscándole, le van a atrapar - dijo, por último, en una horrible risa.

- ¿Qué? - reaccionó, asustada.

Alzó la vista y salió por la ventana. Escaló hasta la cima de la torre, la lluvia la empapaba pero la tormenta había amainado lo suficiente permitiéndole captar el terreno. Se le estaban acercando, querían cazarle. No podía permitirlo. Debía hacer algo.

* * * *

Enid estaba en su cama, no podía dormir. Miraba por su ventana viendo los relámpagos brillar y el agua caer. No dejaba de pensar en Lycan, había podido sentir todo su dolor y sufrimiento, aunque no podía ni llegar a imaginar todo por lo que había pasado. Ese sentimiento de abandono, la soledad, el dolor convertido en rabia y la rabia convertida en dolor, un horrible circulo vicioso que le atrapaba sin dejarle vivir.

Pareció recordar algo, en aquella repentina conexión con Adalia pudo sentir lo que ella sentía. Le venían matices de sensaciones, muy parecidas a las que mostraba Lycan. Se dio cuenta de algo, y por fin comprendió. Se quedó sentada en su cama, pensando. Luego, se levantó y se dirigió al pasillo.

* * * *

Killian y Merek se habían quedado solos en el gran salón esperando a Lycan, todos los demás se habían ido a sus dormitorios.

- No puedo creer que todo esto esté ocurriendo - dijo Killian, llevándose las manos a la cabeza.

- Estará bien, Killian - intentaba calmarle el Mago desde su asiento en la mesa.

- Deja de decir eso, han pasado horas, estaba completamente descontrolado - le respondió sin dejar de dar vueltas, preocupado por su hermano.

- Tiene que poder desahogarse abiertamente. Debemos dejarle procesar todos sus sentimientos como mejor pueda. No sabe esconderlos.

- Lo sé, es más sensible de lo que parece - respondió, apoyándose sobre la mesa.

- ¿Por qué no hablamos de ti? - preguntó el Mago - Por lo que he visto, la Princesa y tú os entendéis muy bien.

- No es momento para hablar de esto - dijo Killian, sorprendido y molesto.

- Me parece un momento perfecto. Aún quedan varias horas hasta que amanezca y estoy intrigado por ello.

- Muy bien, pregunta lo que quieras, no tengo nada que esconder - dijo haciendo un gesto con los hombros y dejándose caer sobre el sofá que había debajo del ventanal.

- ¿Cuáles son tus intenciones con ella?

- No tengo ninguna intención - dijo con rapidez.

- Y, aun así, habéis tenido encuentros - dijo, directo.

- ¿Sabes qué? ¿Por qué no hablas con ella sobre esto? - respondió con algo de vergüenza.

- Eso mismo iba a decirte a ti - Killian le miró sin entender.

- ¿Qué hable con ella? ¿Y qué quieres que le diga?

- La verdad. Que tienes miedo - se levantó y se acercó a él, sentándose sobre el brazo del sofá - Escucha, Killian. Enid estará aquí más tiempo del que piensas, si sientes algo hacia ella, deberías decírselo.

- No quiero abrirme y que me pase como a Lycan, incluso después de tanto tiempo sigue muy afectado y no lo supera. Yo no quiero eso, no aguantaría como lo está haciendo él - admitió.

- No puedes vivir con ese miedo, dale una oportunidad. Quizás te sorprenda.

- No sé, Merek - dijo, quedándose sentado, mirando el suelo con las manos juntas - ¿Cuánto tiempo, dices, que estará aquí? - preguntó, mirándole, esperanzado.

- Aún tiene más magia que aprender antes de cumplir con su cometido.

- ¿Y cuál es su cometido?

- Todo a su debido tiempo, su magia tiene que crecer.

* * * *

Abrió los ojos, despertándose. Se había quedado dormido unas cuantas horas. Notaba el dolor en su cuerpo pero podía moverse. Empezó a desperezarse, se frotaba la cara mientras recordaba lo sucedido. Se había cegado con sentimientos de angustia y había estallado, asustándoles a todos. Se irguió y se sentó con la espalda apoyada contra la fría y mojada roca. El ruido del agua le gustaba, la miraba caer, le parecía precioso.

Se dio cuenta de que su ropa estaba muy sucia de tierra, hojas, barro y ramas rotas. Tenía desgarres en la tela por todas partes. En un pequeño charco en el suelo pudo ver su reflejo, tenía sangre seca por el cuerpo y la cara. Se quitó la camiseta para observar su pecho, su abdomen y sus brazos, que estaban llenos de heridas. Siendo sincero, no recordaba muy bien por donde llegó hasta la cascada, ni cuantos kilómetros había recorrido. Se acercó al agua después de quitarse la ropa, empezó a lavarla como podía, limpiándose también las heridas.

Se volvió a vestir tras escurrir la ropa lo mejor que pudo. Se asomó fuera con cuidado de no resbalarse. Seguía lloviendo a cantaros, pero ya no había relámpagos ni truenos, por el momento. Decidió quedarse a un lado de la cascada viendo la lluvia caer, se iba a mojar igual.

Sintió una fuerte ráfaga de viento golpear el agua, haciendo que se inundara un poco la cueva. Miró bien el bosque, le pareció ver algo moverse en la oscuridad. Oyó un ruido, un gritó, un golpe. Bajó de la cascada, sospechoso, caminó unos metros intentando oler, preparado para transformarse si era necesario.

De repente, oyó un fuerte golpe, sentía una familiar energía rodeándole, vio algo acercarse a gran velocidad.

Adalia apareció deslizándose por el barro cerca de Lycan con un fuerte quejido. Miró en dirección contraria a él y se levantó haciendo gestos de lucha, mostrando sus colmillos.

- Adalia, ¿qué haces aquí? - dijo sin comprender volviendo a enfurecerse, volviendo a sentir esa pulsación eléctrica al tenerla cerca, apretando los puños.

- Vienen a por ti, Lycan - dijo hiperventilando a gran velocidad.

La vio muy sofocada, supo que tenía la barrera activada, eso fue la ráfaga de viento que notó y la energía que le rodeaba, pero la otra vez no se movía así, tan solo si la golpeaban.

- Son demasiados - dijo arrodillada, intentando tomar algo de aire para continuar.

Lycan la miraba sin saber qué decir o qué hacer. Adalia se levantó de golpe haciendo un gesto de defensa, continuado por uno de ataque. Paró unos segundos, dejándose caer de rodillas volviendo a descansar y recobrar el aliento.

Lycan la miraba fijamente, viéndola luchar cada pocos segundos, protegiéndole. No sabía cómo sentirse, no estaba preparado para enfrentarse a todo de nuevo, tan solo habían pasado unas horas y todo le estaba volviendo a afectar.

- Puedo cuidarme solo, no te necesito - al instante de decirlo, supo que no era cierto, una horrible impotencia le atrapaba.

Adalia procesó, durante unos instantes, lo que dijo Lycan. La afectó en lo más profundo de su ser. Pudo sentir a Alex agazapada, esperando su momento para volver a tomar posesión de su cuerpo. Sabía que con Lycan cerca tenía más posibilidades. Volvía a sentir toda esa intensidad que le transmitía Lycan, ahogándola, atrapándola, enredándola en emociones que la distraían de la batalla, y no lo vio venir.

Lycan intentaba no mirarla otra vez, pero no podía evitarlo. Se fijó en que estaba completamente quieta, intentando ponerse de pie sin conseguirlo. Entonces lo vio, un charco de su oscura sangre. Corrió hacia ella, la examinó y observó un gran arañazo que le atravesaba el abdomen. Adalia tosió y escupió mucha sangre, mientras gruñía del dolor.

- Van a alcanzarnos, la barrera se acorta - consiguió decir con la voz rota.

- Proyéctame hasta allí - pidió, Lycan - Lucharé.

Lycan la colocó boca arriba, y de la mano de Adalia volvía a emanar aquella luz tenue hacia su frente. Lycan vio su cuerpo viajar hasta el límite de la barrera. Habría unas doce copias de Adalia, y más de cincuenta enemigos aun por derrotar. Los clones iban pereciendo al estar ya débiles. Lycan comprobó que podía salir de la barrera y comenzó a luchar. Hacía mucho tiempo que no peleaba así, se llevaba muchos golpes, pero remontaba con brío. Empezaba a coger soltura. Una de las réplicas le lanzó uno de los enemigos para rematarlo. Saltó en el aire convirtiéndose en lobo, dándole un fuerte mordisco feroz en el cuello, matándole. Luchaban en equipo complementándose bastante bien.

Adalia estaba tumbada en la tierra mojada, manteniendo aquel clon fuerte de Lycan, ayudándole a esquivar golpes que no se daba cuenta que serían mortales y afectarían a su cuerpo real, no podía dejar que eso pasara, necesitaba que se mantuviera concentrado.

Ya quedaban pocos por derrotar, Lycan era rápido, se estaba manejando bastante bien. Vio que a las réplicas de Adalia les estaba costando luchar cada vez más, pero él tomaba el control, terminando el trabajo. Acabó con el último e instantáneamente su cuerpo regresó. Respiraba acelerado, notó el cansancio de golpe en su cuerpo real al volver. Se dio cuenta de que no sentía ese cansancio en el otro cuerpo, le pareció algo extraño pero pensó que sería así como funciona.

La miró cuando recobró el aliento, estaba tirada en el barro con los ojos cerrados, con una mano sobre su abdomen sangriento.

- ¿Adalia? - llamó.

Estaba inconsciente, sabía que eso quería decir que había una gran posibilidad de que Alex tomara el control, y no lo prefería. Tras unos segundos, vio que su abdomen se recuperaba solo, pero no despertaba, aunque tampoco se transformaba. La cogió en brazos y la llevó dentro de la cueva detrás de la cascada, recostándola como mejor pudo. Le abrió la prenda de cuero y apartó su camiseta, pudo ver que ya se cerraba con más velocidad el profundo arañazo sin dejar cicatriz ni marcas. Recordaba aquella cicatriz de su cuello, la primera que Adalia le dejó en el primer mordisco que le dio. Él se lo suplicó, y ella no pudo resistirse. Recordó cómo le encanto aquella noche en el lago.

Entonces, apartó la mirada dándose cuenta de que volvía a perderse en los recuerdos. Se peinó con los dedos tomando un aliento profundo y volvió a mirarla, no podía creer que la tuviera tan cerca. Que sería lo que le ocultaba, la razón por la se marchó sin motivo aparente, no dejaba de pensar en ello.

Parecía que dejaba de llover, tan solo chispeaba, creyó ver unos troncos delgados tapados por unas rocas que estaban algo secas. Los cogió y se los llevó a la cueva, empezaba a tener un poco de frío y pensó en intentar hacer un pequeño fuego. Dejó los troncos al fondo, sabía que lo más seguro es que no lo conseguiría, había mucha humedad, pero lo intentaría.

* * * *

Notaba su piel húmeda, podía oír agua caer, "La cascada"- pensó. Pudo abrir los ojos, estaba en la cueva, acostada y cómoda. Palpó su abdomen, la herida estaba cerrada y había desaparecido. Tomó un profundo aliento antes de erguirse. Él estaba al fondo de la corta cueva intentando sacar alguna chispa en la madera para hacer fuego, pero la humedad y el suelo mojado se lo impedía. Adalia se levantó y caminó hasta el agua, mojó sus manos para refrescarse la cara.

- ¿Cómo te encuentras? - preguntó Lycan con una voz muy seria, sin darse la vuelta, siguiendo a lo suyo.

- Mejor - respondió incómoda, sintiendo la tensión.

Se giró hacia él y dudó en acercarse, pero vio que no conseguía nada de la madera y no pudo evitarlo.

- ¿Me dejas probar? - preguntó tímida de pie detrás de él.

Él la miró, queriendo ver si podía hacer algo. Adalia se agachó a su lado, abrió la mano y sopló lentamente, creando fuego en su palma, iba creciendo cada vez más. Cogió un trozo de madera un poco mojado, al acercarlo al fuego empezó a evaporarse el agua, dejándolo seco y empezando a arder. Lo lanzó con los otros pero se iba apagando, con las dos manos gesticuló y el agua se disipó de golpe de la madera y del suelo. Después lanzó una llamarada a toda la madera, salió mucho vapor de golpe, pero quedaba encendida tras unos instantes, pudiendo mantenerse una fuerte llama. Cerró las manos apagando el fuego de sus palmas.

- ¿Cómo has aprendido a hacer eso? - preguntó, asombrado.

- Creo que siempre pude hacerlo, controlar los elementos.

Hizo unos gestos con la mano a sus espaldas, y un fino hilo de agua acudía a sus dedos bailando entre ellos. Lycan se apartó y se levantó, pensó que era asombroso lo que podía hacer. Adalia lanzó el agua lejos volviendo a mirar el fuego. Sabía que no duraría encendido mucho tiempo.

Tras unos instantes, todo le volvió a la mente y no soportaba mirarla, había tanto que no sabía, tanto que quería preguntar, tanto que quería decir, y no sabía por dónde empezar. Miró el agua de la cascada y se apoyó en la entrada, dándole la espalda, frotándose la cara frustrado mientras intentaba organizar sus pensamientos.

- Ya veo que te sentó bien marcharte - dijo con reproche y dolor sin saber qué más podía decir.

Ahí estaban. Esos comentarios suyos que la atacaban como espadas y la rompían por dentro. Esa horrible voz dentro de ella se burlaba, diciendo cosas horribles para caer y dejarla salir, intentando hacerla perder el control, presionándola de nuevo.

Se sujetó la cabeza intentando hacerla callar. La energía de Lycan era muy intensa por cómo se sentía, le llegaba como ondas cada vez más fuertes, y empezó a sentirse mareada. No era una buena señal, debía salir de allí. Se levantó con la intención de caminar hasta la entrada, pero sus pasos no conseguían ser rectos. Lycan la frenó cogiéndola del brazo con agresividad.

- No - gritó apartándole - No me toques.

Su roce la activó, Alex podía sentir la rabia y pesadumbre de Lycan, le encantaba y la alimentaba provocándole fuertes dolores en el abdomen, haciéndola gritar y gruñir, sacando los colmillos.

- ¿Pero qué pasa contigo? - dijo sin entender, muy molesto por su reacción.

Empezaba a faltarle el aire, debía alejarse de él antes de que fuera demasiado tarde. Aquel hormigueo empezaba a recorrerla, se sujetaba el abdomen entre fuertes quejidos cada vez más constantes.

- Necesito alejarme - dijo empezando a llorar.

- ¿Vas a volver a desaparecer cientos de años? - dijo dolido, clavando sus ojos en ella.

Adalia salió corriendo como pudo, resbaló y cayó al barro, continuaba retorciéndose en aquella tortura que Alex le proporcionaba sin descanso.

- No, Adalia, no te dejaré marchar esta vez - dijo bajando de la cueva, mirándola tirada en el barro.

Ella intentaba ponerse de rodillas y gatear, necesitaba alejarse de él, pero Alex había convertido su propio cuerpo en una prisión, congelando cada uno de sus músculos, volviéndolos rígidos, impidiéndole así moverse. Esto le provocaba gritos de dolor, pero no frenaba a Lycan, tan solo la miraba retorcerse. Su mirada mostraba rabia y dolor, llegó a pensar que Adalia merecía a Alex para pagar por lo que le hizo.

La lluvia volvía a caer con fuerza, empapándoles de nuevo. Los charcos se desbordaban, la cascada se inundaba y el agua caía con más fuerza. Truenos y relámpagos brillaban y resonaban en el cielo, haciendo su imponente presencia.

Adalia respiraba agitada, queriendo ganar aquel pulso contra Alex de nuevo, y encerrarla dentro de ella. Lycan se acercaba despacio, no iba a dejar que se fuera sin más. Adalia apretó los puños susurrando un conjuro de sanación, triunfó dando un gruñido recuperando su cuerpo. Echó a correr lo más rápido que pudo para alejarse de Lycan.

Él se transformó en lobo y empezó a perseguirla, iba a conseguir sus respuestas, nada iba a impedírselo.

No conseguía correr a una velocidad muy buena y Lycan la alcanzó. Saltó sobre ella volviendo a su forma humana, se golpearon contra un fuerte tronco y cayeron al suelo. Se acercó a ella violento, la cogió del cuello levantándola del suelo y sujetándola contra aquel árbol mientras la ahogaba.

- Lycan, por favor - suplicaba llorando mientras sujetaba su fuerte mano contra su cuello.

- Necesito saberlo, Adalia, dime porqué te fuiste... - gritó furioso.

Adalia supo que no iba a poder frenarle esta vez. Alex se empezaba a descontrolar, podía oírla gritar en su cabeza, intentando hacerse paso.

- Mátala - consiguió gritar con una horrible doble voz muy grave y demoníaca a través de la garganta de Adalia.

- Cállate, Alex - gritó Lycan, lanzándola al suelo con fuerza.

Por fin pudo coger algo de aire, tosía con fuerza y respiraba recobrando el aliento. Y volvió a intentar escapar, pero Lycan estaba preparado y consiguió cogerla del pie. No se iba a rendir. La lanzó de nuevo al suelo y el cuerpo de Adalia empezó a apagarse, se quedó completamente inmóvil, Lycan no sabía lo que ocurría. El cuerpo empezó a disolverse.

Lo que Lycan no sabía es que, desde el principio, la barrera estaba activada, era una copia que Adalia controlaba desde la entrada del castillo.

* * * *

Cayó rendida, hiperventilando, intentando recuperarse. Había drenado casi toda su energía en la barrera con Lycan. No podía creerlo, no se daría por vencido, no sabía que podía hacer. Notaba a Alex oprimirle el pecho, diciendo sus tonterías, queriendo hacerle daño.

- No le ha hecho nada de gracia ese truco. Ya verás cuando te encuentre - decía.

- Al menos ya sé cómo se siente realmente, aunque no me ha gustado nada eso que has hecho - admitió con rabia.

- Lo sé, por eso lo hice, tu sufrimiento es delicioso para mí - empezó a reírse.

- Eres horrible, te odio - gruñó golpeando la tierra mojada con fuerza.

Cogió aire llenando sus pulmones, haciendo callar a Alex. Vio sus manos llenas de barro e intentó limpiarlas con la lluvia. Después, apartó y peinó su pelo, mientras aquellas lágrimas de sangre le recorrían las mejillas. Estaba tan harta de todo, que en ese mismo instante quiso poder desaparecer.

Supo que Lycan iría a por ella, sintió que quizás sería lo mejor para todos, y él conseguiría su venganza tras haberle roto el corazón de aquella manera.

Estaba muy confusa, todo esto la superaba. No podía controlar a Alex a la vez que intentaba buscar una solución con los demás. Se vio a sí misma en una espiral sin fin de destrucción y dolor, mientras estaba embobada mirando la lluvia caer. No parecía encontrar una salida, se sintió atrapada y sola. Aquel sentimiento de desesperación hacía que se perdiera en la oscuridad que portaba dentro. No había salida para ella, no podía escapar de su pasado, ni avanzar con su vida.

El cielo se iluminó por un potente relámpago, segundos después su respectivo trueno retumbó, haciéndola volver a la realidad. No pudo evitar llorar sintiéndose perdida.

Empezó a entrar al castillo, evadiendo a todo con el que pudiera cruzarse.

Sigilosa, subió a su dormitorio, dejando tras de sí un rastro de agua.

* * * *

- Creo que va siendo hora de que te deje marchar a buscar a tu hermano - dijo el Mago - Aunque, espera, quizás no haga falta - dijo al sentirle correr hacia el castillo a gran velocidad.

- ¿Dónde está? - preguntó Killian, nervioso.

- Será mejor que vengas conmigo, tenemos que conseguir que se calme.

El lobo de Lycan era muy agresivo y si seguía furioso era un grave problema para todos. Debían pararle los pies. La última vez que le ocurrió, fue cuando Adalia se marchó, le tuvieron que dormir con un fuerte conjuro durante varios días para mitigar esa furia que le absorbía. Desde entonces, ya tenían un protocolo para situaciones como estas.

* * * *

Lycan por fin podía ver el castillo, no podía pensar en otra cosa, su instinto tomó el control. Solo quería cazar a su presa, al vampiro.

Lo primero que hizo Merek fue cerrar la barrera que protegía al castillo para no dejarle entrar. Killian le esperaba en el otro lado, dentro de la barrera. Lycan se dio un fuerte golpe contra ella al no darse cuenta, haciéndose daño, volviendo a su forma humana. Killian vio el dolor reflejado en su rostro cuando se levantó, su mirada perdida y a la vez encendida de ira. Su ropa rota, su piel llena de heridas, también manchado de barro. Le vio levantarse y acercarse a él, las lágrimas en su rostro no se distinguían en la lluvia, pero Killian sabía que estaban ahí.

- ¡Dejadme entrar! - gritó golpeando la barrera mirando a su hermano, sus ojos rojos estaban llenos de angustia.

- No podemos dejarte pasar así, Lycan. Lo sabes - le explicó Killian.

- ¡No! Me ha engañado con esa estúpida barrera suya... - tras decir esto, bajó la cabeza y apoyó las manos en la barrera mirando a su hermano firmemente.

- ¿Quién? ¿Adalia?

Lycan no soportaba escuchar ese nombre. Se dio la vuelta y dio un fuerte y desgarrado aullido de dolor y tortura. Sollozaba sin consuelo, dejándose caer rendido mientras sentía que su mundo se venía abajo.

* * * *

Se arrastró por el pasillo, llegando por fin a su habitación arriba en la torre. Miró hacia atrás al dormitorio de Lycan, se le partía el corazón. Desvió la mirada. Abrió y entró por su puerta, allí estaba Enid, sentada sobre su cama. Y sin intentar ocultar lo que le había pasado, ni sus lágrimas de sangre, ni el barro de su ropa, se acercó a ella.

- Enid, ¿qué haces aquí? - preguntó confusa.

- Sé por qué te marchaste... - respondió seria sin dejar de mirar por la ventana.

- ¿Qué? - preguntó incrédula.

- Debiste decírselo, Adalia. O, quizás, a Merek. Pero alguien debió explicárselo hace mucho...

- ¿De qué estás hablando, Enid? - volvió a insistir muy seria.

- De tu visión, aquel conjuro que Merek no te quiso enseñar de aguas futuras.

- ¿Qué...? No es posible... ¿Cómo sabes eso? - se aceró amenazante a ella.

- Está en mi memoria, no sé por qué, me di cuenta hace unas horas - se frotaba la frente - Tengo recuerdos tuyos en mi cabeza.

"Ahora lo entiendo, la razón por la que Enid conoce tantas cosas de mi pasado sin yo haberle contado nada. La visión en las aguas. El primer encuentro que tuvimos Lycan y yo. Seguro que había visto más cosas desde entonces con mi memoria en su mente"- concluyó Adalia pensativa y muy asombrada.

- ¿Qué me está pasando? - preguntó acurrucándose, y abrazando sus rodillas.

- ¿Recuerdas aquel día en el bosque, cuando intentaste sanarme? - le dijo haciendo memoria, Enid al final miró a Adalia, supo que algo había pasado, estaba empapada y sucia por la tormenta - De alguna forma, conectamos, y varias de mis sensaciones y recuerdos fueron transmitidos a tu mente.

- ¿Por qué? El conjuro no funciona así.

De repente, oyeron un grave y estruendoso aullido. Enid se asustó y acudió a la ventana corriendo, su sospecha se hizo realidad.

- Viene a por mí - dijo Adalia al reconocer aquel sonoro grito de dolor.

- Perdóname por esto, Adalia...

Antes de que Adalia se diera cuenta y de que pudiera decir nada, Enid la agarró del brazo y con un chasquido las transportó abajo a la entrada del castillo con ellos.

- ¡Enid, qué haces! - intentó dar pasos hacia atrás, pero no podía mover los pies.

* * * *

La tormenta continuaba cayendo sobre el bosque con ferocidad. Todos se empapaban con la lluvia. Pero de repente, aparecieron Enid y Adalia detrás de Killian y Merek. Lycan la miró, e instintivamente intentó lanzarse hacia ella, pero no pudo ya que seguía sin poder entrar al castillo por la barrera. Se limitó a dar golpes frustrado.

- Enid, ¿qué estás haciendo? - le preguntó Killian alterado.

- Esto ha llegado demasiado lejos - dijo mirándole, luego se volvió a girar hacia ella - Adalia, te he atrapado con las piedras de captura. Lo siento, pero Lycan tiene que saberlo. No soporto verle así...

- Enid, no - consiguió susurrar de la sorpresa sin dejar de intentar moverse desesperada.

- ¿Saber qué, Enid? - le preguntó Killian sin comprender lo que hacía.

- Ella debió explicaros por qué se fue hace tanto tiempo.

Todos, incluido Lycan, quedaron estupefactos. Adalia no podía creer lo que estaba pasando. Lycan se quedó mirando a Enid muy atento desde fuera con las manos apoyadas en aquella barrera, desesperado por conocer la verdad. Killian también tenía curiosidad, asique la dejó hacer lo que pensaba que tenía que hacer, no se lo iba a impedir, al igual que Merek. Aquella locura debía acabar.

- ¡Enid, no, por favor, para! ¡Sácame de aquí! - gritaba desesperada, queriendo frenarla, llorando sin poder remediarlo.

- Lo siento, Adalia. Tiene derecho a saberlo - dijo caminando hacia Lycan, decidida.

- ¡Enid, no me obligues a hacerlo! - gritó comenzando a gesticular con las manos.

- Lycan - comenzó - La razón por la que Adalia se marchó fue por una visión de futuro...

- ¡No! - gritó.

Enid quedó paralizada completamente. No podía hablar. No podía moverse. No podía hacer nada. Prácticamente, no podía ni respirar. Todos la miraron sin saber qué le pasaba, no entendían. Muy lentamente, y bastante rígida, comenzó a moverse, a darse la vuelta, y a caminar hacia Adalia.

- Tú me has obligado, Enid. No debió llegar a esto - lloraba, odiando tener que hacerlo.

Enid sentía un dolor descomunal por todo su cuerpo, no podía reaccionar por voluntad propia. Adalia se odiaba por recurrir a aquello, a controlar el agua de su cuerpo, su sangre. Tenía que frenarla de alguna forma. La controlaba haciéndola caminar hacia ella para liberarla del conjuro de las piedras.

- ¿Qué le estás haciendo? ¡Para! - gritaba Killian al darse cuenta de que le hacía daño.

- ¡Adalia, ya basta, la vas a matar! - gritó también Merek al darse cuenta de lo mismo.

Merek y Killian intentaron acercarse, pero también les controlaba a ellos con una sola mano. Enid llegó hasta ella. La hizo arrodillarse y coger una de las piedras, la lanzó lejos haciendo que Adalia quedara libre. Podía sentir el terror en sus miradas por aquel poder que poseía. Liberó a todos de su influencia. Lycan observaba la escena desde fuera sin llegar a creer lo que sus ojos estaban viendo.

Enid se quedó en el suelo, intentando respirar para superar el dolor que aún quedaba en sus tejidos.

- ¿Lo veis? - dijo Adalia llorando entre gritos rotos - Soy peligrosa. No debería estar aquí...

La barrera protectora del Mago se desvaneció, no se sintió con fuerzas de mantenerla activada. Estaban a merced de cualquiera. Lycan la vio desaparecer, tenía acceso al castillo. Pero no conseguía reaccionar para entrar, ni para acercarse. Tan solo la miraba, confundido.

- Vuelvo a marcharme. Estaréis a salvo sin mí - corrió esquivándoles a todos, desapareciendo en la oscuridad del bosque.

Ya amanecía. La tormenta amainó, pero la lluvia continuaba cayendo. Todos continuaban arrodillados intentando superar aquel horrible dolor que les había provocado el poder de Adalia, excepto Lycan. Cuando por fin fue capaz de reaccionar, se acercó dando pasos lentos hacia Enid.

La ayudó a erguirse, apoyándola sobre él con cuidado. Se había dado cuenta de lo que arriesgó por intentar ayudarle a descubrir la verdad. Y había pagado un alto precio por ello. Jamás pensó que Adalia haría daño a Enid de aquella manera. No podía imaginar que guardara un poder tan oscuro y peligroso.

- Ve tras ella - susurró Enid.

- ¿Qué? - preguntó Lycan, sorprendido.

- Ve tras ella, Lycan. Tienes que hacerlo. No la dejes marchar de nuevo...

Killian consiguió recuperarse con rapidez y se acercó a ellos. Sujetó a Enid tiernamente, Lycan le dejó cogerla. No llegaba a entender lo que dijo Enid, qué podría hacer él que no pudiera hacer ella. Su mente estaba bloqueada, no conseguía averiguar la forma de frenarla, como iba a hacerlo, ella era muy poderosa.

Merek se acercó a ellos un poco cojo, pero estaba bien. Se agachó y acarició la mejilla de la Princesa.

- A qué esperas, Lycan. Vamos, tienes que impedírselo - lloraba Enid - No podemos dejar que se vaya...

- Ella no quiere contarme qué le sucedió, no sé qué puedo hacer - dijo desesperado.

- Se honesto con ella - dijo Enid.

- Va siendo hora de que hable de lo sucedido con alguien, mejor que seas tú, Lycan - afirmó Merek.

Miró a su hermano, éste le animó con la mirada a que fuera en su busca. Lycan se puso de pie, les miró a todos, ellos les devolvían miradas esperanzadas. Empezó a caminar hacía el bosque sin llegar a asimilar lo que estaba haciendo. Tan solo se marchó a descubrir la verdad.

- Lleva cuidado, hermano - gritó Killian cuando estaba algo lejos y dejaron de verle.

Sujetó bien a Enid entre sus brazos, ella le sonrió con cariño, llevando la mano a su mejilla.

- Él puede hacerlo - susurró la Princesa.

Merek había convocado a Crystal al ponerse de pie. Cuando apareció no tuvieron que explicarle lo sucedido. Había oído el alboroto y los gritos y se había quedado en la puerta de la escalinata observando asustada, ya que no podía enfrentarse a Adalia ella sola.

Enid no dejaba de quejarse, continuaba con el cuerpo muy dolorido. Decidieron llevarla con cuidado a la enfermería para sanarla lo antes posible.

* * * *

- Esto me encanta - gritaba Alex entre risas desde la garganta de Adalia, manifestando su voz en alto - Eso ha estado genial, no sé cómo no lo habías hecho antes.

- Cállate - lloraba Adalia luchando por recuperar su garganta - ¿Cómo he sido capaz de hacerle eso a Enid?

- Es una asquerosa niñata, se lo tenía merecido.

- Ya basta, Alex, cállate de una vez - gritó desesperada.

Recorrió el bosque buscando la forma de salir de allí. Necesitaba alejarse, era lo mejor para todos. No dejaba de darle vueltas a la mirada aterrorizada de Lycan. Aquellos ojos incrédulos ante lo que era ella en realidad. "Debe pensar que soy un monstruo"- se dijo. Le pesaba cada vez más el cuerpo, no quería irse, no sobreviviría una segunda vez como dijo Merek, ella lo sabía.

Se impulsó todo lo que pudo y con un chasquido se transportó lo más lejos que consiguió, deslizándose por el barro y apareciendo en el lago, ahora desbordado.

Por si su tortura no fuera suficiente, aquel lago la atormentaba con maravillas del pasado, nunca recuperaría aquellos días, no podía. Esa época ya se fue para siempre. La estaba matando volver a sentirlo tan presente después de dos siglos, era muchísimo tiempo.

Se paseó por aquella zona, recordando tiempos felices. Ahora estaba todo mojado y embarrado. Se quedó observando el tronco de un árbol, había algo arañado en él, unas iniciales, sus iniciales, "L y A". Recorrió el dibujo con la yema del dedo sintiéndose rota, partida en dos.

- Esto es penoso. Mírate. Jamás volverás a tenerle - le dijo Alex con su propia boca.

- Deja de hacer eso y cállate de una vez - dijo bajando la cabeza, con una mano sobre aquel tronco, la otra sobre su cara, secando las lágrimas de sangre en sus mejillas, viniéndose abajo de la tristeza.

No sabía qué podía hacer. No podía quedarse, pero tampoco podía marcharse. Supo que Alex tenía razón, jamás volvería a estar con Lycan, no era posible después de todo lo que hizo.

La lluvia se volvió fina y suave. No dejaba de caer, pero ahora tan solo eran pequeñas gotas, una sedosa llovizna delicada que mantenía el bosque mojado.

- Ahí tenemos el agua mágica - Alex empezó a hacer su cuerpo gatear hasta la orilla, no tuvo fuerzas para frenarla.

- Alex, no, otra vez no - sabía justo lo que le iba a hacer.

La obligaba a ver esa visión una y otra vez, sin descanso, abrumándola con aquellas imágenes que deseaba no haber visto desde un principio, haciéndola llorar por Lycan.

* * * *

Lycan la olisqueó en la lejanía. Supo justo donde estaba, y pronunció el conjuro de teletransportación, apareciendo cerca de lago. Caminó esquivando los árboles, y ahí estaba Adalia. La miraba desde la otra parte del lago. Podía oír hablar a aquella bestia a la que ella llamaba Alex a través de su garganta. Entendió la tortura a la que la sometía diariamente.

Comprendió que Adalia no la quería dentro de ella, era algo que Lycan no se había parado a pensar. La aprisionaba continuamente, siempre debía estar luchando para controlar un cuerpo que era suyo. Aquella lucha interna parecía incesable.

Alex estaba obligando a Adalia a ver unas imágenes en el agua del lago, pero ella intentaba negarse con fuerza, cerrando los ojos e intentando apartarse. Pero no lo conseguía. "Debo hacer algo". Recordó lo que Enid le dijo, por lo tanto, caminó lentamente hacia ella, rodeando el lago a pasos lentos. No quería provocar a Alex, avanzó con cautela y calmado.

- ¿Adalia? - le miró asustada, no le había sentido cerca, Alex la tenía atrapada en su tormento perpetuo, impidiéndole captar nada de su alrededor.

- Lycan, no te acerques, por favor - lloró, queriendo liberarse de Alex una vez más.

Dio un grave gritó apretando los puños mientras Lycan continuaba acercándose a ella. No podía permitir que viera las imágenes del lago. Liberó uno de sus brazos y tocó la superficie del agua, quedando congelado el lago entero al instante. Entonces le dio la espalda, no era capaz de mirarle a la cara.

Lycan continuó acercándose. Rozó su hombro con la mano, y se agachó abrazándola por la espalda.

- Alex, suéltala - le ordenó.

Aquel contacto con Lycan provocó una gran explosión interna en Adalia. De repente, comenzó a toser con fuerza volviendo a respirar, llenando sus pulmones, ya no se sentía asfixiada. Alex la había soltado, dejó de intentar dominar su cuerpo. No podía creerlo, había parado de verdad gracias a Lycan.

Le notaba contra ella. Su roce, su piel contra la suya. Era tal y como lo recordaba. Fue tan intenso para ella que no pudo reaccionar, sentía las lágrimas sangrientas por sus mejillas, pero no conseguía hacer nada. Su aliento en su respiración, su calor abrazándola. Sus grandes y fuertes manos sujetaban sus muñecas suavemente, su cuerpo la rodeaba como un escudo.

Lycan apoyó la cabeza sobre su hombro sin soltarla, guardando el rostro en su melena mojada, haciéndola dejar el peso sobre él. Calmándola como nadie más había sido capaz de calmarla desde que llegó Alex.

- ¿Estás bien? - quiso saber.

No pudo responder, ni reaccionar. No conseguía creer que la tuviera sujeta así, de aquella forma que le encantaba. Le notó hacer una larga respiración, parecía disfrutar al tenerla pegada a él. La apretó fuerte en sus brazos, liberando sus muñecas para poder rodearla mejor, apoyando ahora la barbilla en su hombro. Su pelo mojado rozó la mejilla de Adalia. Notaba sus deliciosos y fuertes latidos en su espalda. Sus sentidos se impregnaban de todo él. Comenzó a sentirse a salvo, quiso dejarse llevar, y ahí es cuando por fin reaccionó, justo cuando sintió no merecer aquello.

- No puedo hacer esto. Por favor, suéltame... - susurró queriendo liberarse.

- No pienso dejarte marchar esta vez. No creo que sobreviva - aseguró.

- Lycan, no. Si no me marcho...

- Si no te marchas qué... - la apretó fuerte entre sus brazos.

Pero Adalia se liberó y gateó para alejarse de él. No podía tenerle cerca. Aun así sacó fuerzas para girarse y mirarle. Su expresión de certeza la hizo creerle cuando dijo que no la dejaría marchar de nuevo. Supo que les mataría a los dos.

- Dime que es lo que pasará si no te marchas... - pidió con la mirada firme en ella.

- ¿Qué?

- Quiero verlo. La visión, muéstramela - señaló el agua.

- ¿Qué te ha contado Enid? - preguntó agresiva.

- No le he preguntado.

- ¿Por qué no? - dijo asombrada.

- Quiero que seas tú quien me dé el motivo por el que te fuiste, nadie más. Necesito que seas tú. Merezco saberlo...

- No puedo enseñártelo. Es horrible - susurró horrorizada.

- No puede ser más horrible de lo que ya hemos pasado todos estos años. Sé que no te fuiste sin una razón, así que quiero verlo - dijo decidido.

Adalia sintió que no había escapatoria. Había llegado el momento. Muy a su pesar, respiró hondo varias veces mientras se acercaba al lago. Lo tocó con un dedo y se descongeló sin más.

- ¿Estás seguro de esto? - susurró llorando intentando evitar lo inevitable.

- He esperado demasiado tiempo como para echarme atrás ahora. Adelante. Hazlo - reiteró colocándose a su lado.

- ¿Recuerdas cuando Merek nos habló del futuro? - comenzó a hablar con un pequeño golpe de valentía.

- Nos dijo que esa magia era mejor no conocerla, por sus impredecibles consecuencias - recordaba.

- Fue un gran error que lamentaré por siempre - si voz titubeaba pero continuó - Aquella tarde, lo preparé todo, lo estudié para que fuera perfecto y me mostrara unas horas en el futuro. Pero creo que hice algo mal y no conozco el tiempo que me mostró. Y lo que vi...

No conseguía pronunciar las palabras. Se limitó a mostrarle la visión, dejando caer una de sus lágrimas de sangre al agua. Las ondas comenzaron a formar imágenes sin sonido. Lycan aparecía en esas imágenes, moría entre los brazos de Adalia.

- Sé que es culpa mía. Pude sentirlo. Mueres por mi culpa - lloraba.

Golpeó el agua con rabia, borrando las imágenes, estaba furiosa. Lycan no supo que decir, ahora lo entendía todo. Recordaba aquel fuerte golpe que Adalia le dio cuando intentó frenarla para que no se marchara, quería asustarle para que no fuera detrás de ella. Para que se quedara en el castillo, protegido de aquel destino.

- ¿Por qué no me lo dijiste? - consiguió decir, enfadado.

- Como iba a decirte algo así...

- Podríamos haber hecho algo - dijo alzándose alterado.

- Sabes tan bien como yo que el futuro es el futuro, no se puede hacer nada, no podemos cambiarlo - respondió alzándose también.

- Siguen siendo aguas escurridizas. Puede que no se cumpla. Eso es lo que nos dijo el Mago para no enseñarnos el conjuro.

- ¡No podía arriesgarme! - gritó clavando sus ojos verdes en los ojos dorados de Lycan.

Él pudo ver el terror que tenía ante la posibilidad de verle morir. Adalia se alejó unos pasos para limpiarse la cara de las lágrimas. Continuó por peinar su pelo, nerviosa, colocándolo sobre uno de sus hombros. No se sentía capaz de volver a mirarle. Ahora ya lo sabía. Conocía la verdad.

- ¿Entiendes ya por qué me fui? Yo hice el conjuro, y yo debo pagar las consecuencias. La única forma de evitarlo es alejarme de ti.

- No eres la única que ha pagado el precio. Todos lo hemos hecho - hizo una pequeña pausa buscando las palabras adecuadas - Me he sentido abandonado durante dos siglos, Adalia. Sin saber por qué me dejaste, sin saber por qué nos dejaste a todos. Le di vueltas cada día, convencido de que hice algo mal. No dejaba de pensar que...

Se sintió bien al descargar parte de lo que llevaba arrastrando tanto tiempo, pero se calló. Se tuvo que frenar, estaba empezando a ser muy doloroso. Dio unos pasos en círculos, pasando las manos por su pelo, nervioso.

- ¿Sin dejar de pensar qué? - quiso saber.

- Pensando que no me querías. Que no había significado nada para ti... - dijo completamente quieto, admitiendo el dolor más profundo que tenía.

- Nunca he dejado de quererte, Lycan - enfatizó - Por eso, todo esto es tan difícil, es una constante tortura. Cada segundo que paso junto a ti podría ser el momento que ocurre esa visión, ¿no lo entiendes? - acabó gritando desesperada.

Tuvo que apartar su mirada de él. Su garganta vomitó aquellas palabras sin más. Sus emociones burbujeaban dentro de ella queriendo salir. Sintió que aquella conversación no era real. No podía serlo.

- Yo tampoco he dejado de quererte - dijo sincerándose y acercándose a ella despacio - Puse esas iniciales en aquel árbol para no olvidar cómo me hacías sentir al saber que eras mía.

- No soporto la idea de verte morir. Todo mi mundo moriría contigo.

- Mi mundo desapareció el día que te fuiste.

Se colocó justo delante de ella, dudando en tocarla. Acarició un mechón de su larga melena que caía hacia su rostro. Continuó su recorrido siguiéndolo hasta el final. Ahí acarició su brazo suavemente. Adalia se apartó intentando negarse, pero no quería hacerlo. Lycan alargó la mano y acarició su cintura, mientras que con la otra tocaba su hombro y después su cuello. Quería atraerla hacia él, tenerla entre sus brazos. Al fin, Adalia se dejó llevar y se entregó a él. Con mucha ternura, Lycan la abrazó.

- Te he echado tanto de menos - susurró Lycan.

Sus sentidos se inundaban de él. Sus fuertes latidos firmes retumbaban en sus oídos. Recordaba el sabor de su sangre, el olor su sudor, de su ropa. El tacto de su piel, sus manos recorriéndola.

Lycan recordaba su fría piel pálida. Sus caricias y mordiscos. Todos aquellos encuentros acudían a su mente. Se entregaron unos instantes. Adalia sintió que Lycan se dejaba llevar por ella otra vez. Se sintió como una droga para él, como él lo era para ella. Tanto dolor y sufrimiento que le había provocado, tanto pesar, tantas lágrimas.

- Yo no te merezco. No merezco esto. Después de todo lo que te he hecho. No merezco ser perdonada jamás - empezó a decir mientras se despegaba de él.

Lycan estaba de acuerdo con ella, y Adalia lo notó en su mirada. Fue un momento de debilidad.

- Dime que te quedarás - susurró.

- No debería, no soportaría que la visión se hiciera realidad.

- Es un riesgo que estoy dispuesto a correr.

- ¿Hablas en serio? - preguntó asombrada.

- Hemos estado separados demasiado tiempo, Adalia. No sé si podré perdonarte algún día. Pero, estar separados no nos ha hecho ningún bien. A ninguno de los dos.

- No - admitió achicándose.

- No sé si algún día volveremos a estar juntos. Hay mucho dolor y mucho sufrimiento entre nosotros. Pero aun así, pienso que deberías quedarte. Este es tu hogar. Con todos nosotros.

Adalia no pudo contradecirle. Era natural para ella estar en ese bosque, con o sin Alex, ese era su hogar. Nadie podía quitarle eso. Eran su familia. Siempre lo habían sido.

- Está bien. Me quedaré.

- Deberíamos volver - dijo, Lycan - Enid estaba herida.

- Debemos darnos prisa, si no se recuperó nada más irme es que no le queda mucho tiempo.

Echaron a correr sin reparo. Adalia chasqueó los dedos y aparecieron en la entrada del castillo.

- No están, ¿dónde se habrán metido? - dijo nerviosa.

- La enfermería - gritó él.

Corrieron lo más rápido que pudieron. Nada más subir la escalinata y entrar por el portón del castillo, pudieron oír gritos de dolor, era Enid, sin duda. Supo que era ella, sus gritos le entraban por los oídos como horribles pitidos que la ensordecían, dándole dolor de cabeza.

- Le queda poco tiempo, debo llegar a ella, ya - dijo gritando y tapándose los oídos del dolor.

Lycan se dio cuenta de que Adalia no podía moverse, algo la estaba afectando. La llevó a la enfermería lo más rápido que pudo. Killian y Merek sujetaban a Enid en la cama mientras que Crystal mezclaba ingredientes a toda prisa. Parecía que habían probado varias pócimas pero nada funcionaba, Merek no parecía saber qué podían hacer. Al ver la situación, Adalia no dudó un segundo más, debía salvarla.

- Apartad - gritó saltando encima de Enid.

La pobre Princesa se retorcía de dolor y gritaba sin cesar. Sentía su sangre cristalizarse en sus venas, se acercaba a su corazón, rasgando sus tejidos, provocándole hemorragias internas.

- Enid, mírame - le dijo sentada encima suya sujetándola con fuerza y mirándole a los ojos - Esto va a doler, pero necesito que seas fuerte.

- Adalia, ¿qué vas hacer? - preguntó el Mago muy preocupado.

Killian la oyó e intentó apartarla, pero Lycan le sujetó. Crystal observaba sin saber lo que iba a pasar. Merek le decía que se diera prisa.

- Enid, escúchame, ¿recuerdas el día en el bosque? - le decía clavando los ojos en los suyos, haciéndola fijarse en su mirada brillante mientras no podía dejar de gritar de dolor - Es posible que volvamos a conectar, pero necesito que te centres.

Rompió su vestido descubriendo su ropa interior para llegar hasta su abdomen. Toda su piel estaba roja y morada de los cardenales que se mostraban de las hemorragias. La sangre cristalizada comenzaba a perforarle la piel, haciéndose visible para todos. Adalia colocó su mano sobre el corazón de Enid, pronunciando unas palabras. Luces blancas empezaron a aparecer y a ser atraídos hasta Enid. Se hundían en su piel dibujando aquellas tenues hondas y surcos resplandecientes. Y por unos instantes, todo se calmó. Hubo silencio. Enid dejó de gritar y empezaron a desaparecer las hemorragias. Su piel recobraba color y volvía a respirar. Su cuerpo se relajaba dejándose caer sobre la cama.

Pero la calma duró poco, empezó a soplar aquella suave brisa zarandeando el pelo de Adalia. Enid empezó a ponerse rígida, y tuvo problemas para respirar. Aquella oscuridad la volvía a inundar de nuevo, se quedó petrificada del dolor, pero ésta vez la conexión sacudió a Adalia. Una luz intensa empezó a recorrerla. De repente, se oyó la voz de Alex gritar, lanzando a Adalia fuera de la habitación, golpeándose contra la dura roca que formaban las paredes. Todos los demás sintieron un fuerte golpe de viento, una onda expansiva que les tiró al suelo.

Adalia se sujetó del estómago y vomitó aquel líquido negro y espeso, mientras Alex volvía a oprimir sus órganos unos instantes.

- No vuelvas... a hacer eso - gruñó Alex desde su garganta.

Todos la oyeron hablar, se asustaron de su tono, pensaban que había salido a la superficie.

- Enid - dijo Killian levantándose preocupada.

Se acercó a la cama y empezó a observar todas sus heridas, se recuperaba favorablemente, sentía su vitalidad volver con rapidez.

Lycan se acercó a Adalia que se quedó sentada en el suelo con la espalda contra la pared, intentando respirar, con aquel líquido resbalando por su labio. Él rompió un trozo de tela de su camisa para limpiárselo. Vio que estaba consciente, y que no se transformaba. Sabía que cuando vomitaba ese líquido negro, era Alex queriendo salir, pero pudo con ella a tiempo, aunque le hacía daño frenarla.

Escupió lo que le quedaba de aquel líquido en la boca y se puso de pie. Lycan quiso ayudarla, pero se reprimió.

- Sabía que podías hacerla volver - dijo Enid, ya recuperada.

Estaba sentada en la cama mirándoles, Killian sonreía al ver que la Princesa estaba bien. Merek y Crystal también la observaban con leves sonrisas. Lycan miró a Enid, asintió serio.

- Enid, lo siento - dijo Adalia sin poder mirarla - Es culpa mía que te pasara esto, no debí hacerlo.

- ¿Qué le ha pasado exactamente? - preguntó el Mago, muy intrigado.

- Puedo controlar los elementos, agua, aire, tierra y fuego. No sé cómo pero es así. Cuando Enid me atrapó, me sentí desesperada. Así que, para frenarla, controlé el agua de su cuerpo, su sangre. Hay veces que parte de la sangre no llega a circular bien tras liberarse, eso es lo que le pasó a Enid. Se quedaron hilos de sangre cristalizados, rasgándole por dentro mientras crecían - no conseguía mirarla - Lo siento mucho, Enid, no puedo creer que te haya hecho eso - empezó a llorar tímidamente.

- Adalia - dijo la Princesa saliendo de la cama - No te culpo por nada. Ya sabía qué harías algo así si te presionaba. También sabía que me salvarías si salía mal, ya te he visto hacer esto antes con enemigos, he visto lo que podía ocurrir, sabía lo que estaba sucediendo cuando el dolor no paró. Pero confiaba en Lycan - le miró - Sabía que lo conseguiría.

- Aun así - la miró cogiéndola de la barbilla cuando se acercó a ella - Lo siento.

Enid la abrazó. La sintió temblar, pero le devolvió el abrazo. Enid supo que sujetaba a Alex con todas sus fuerzas.

- Necesitas meditar, y beber algo de sangre.

- Sí. Estoy un poco mareada - dijo frotándome los ojos, cansada.

- ¿Qué tal si descansamos unas horas antes del desayuno? - dijo Merek - Está amaneciendo, ya se ocupan los criados en limpiar todo esto.

Enid le tendió la mano a Adalia, ayudándola a andar y acompañándola hasta su habitación. Merek acarició el brazo de Crystal, indicándole que podía marcharse también.

Killian se marchó a su dormitorio como todos, lo había pasado bastante mal por Enid. Recordó su última conversación con ella, y lo que le dijo Merek, "Sé sincero. Dale una oportunidad". Se lo estaba planteando, se dio cuenta de lo que sentía realmente por Enid cuando pensaba que la perdía. Merecía la pena intentarlo, solo esperaba que ella pensara igual.

* * * *

Enid la acompañaba escaleras arriba, contándole todo lo que le había sucedido con Killian, pero también como la trató cuando estaba herida, cómo la protegió, lo confundida que estaba con todo ese tema. Adalia no tuvo ningún consejo para ella, estaba exhausta tras todo lo sucedido. Tampoco quería hablar del tema porque sabía que Lycan no iba muy lejos por detrás, su dormitorio estaba en la misma dirección. Le vieron subir las escaleras detrás de ellas.

- No quería interrumpir - dijo serio.

- Os dejaré a solas, mandaré un criado con alguna botella de sangre - dijo Enid viendo la situación.

- Gracias - le respondió Adalia mientras ella se marchaba.

Tras desaparecer Enid, la tensión creció. No sabían cómo hablarse. No conseguían tampoco mirarse.

- Me voy a descansar - dijo Lycan.

- Sí. Yo también - respondió seria, recordando su conversación en el lago.

Adalia se sintió muy mareada y casi cayó al suelo tras perder el equilibrio.

- Cuidado, ¿estás bien? - la sujetó.

- Necesito acostarme, y beber algo.

Lycan la cogió en brazos, ella apoyó la cabeza contra su pecho y se dejó llevar a su cama. Lycan oyó a alguien en la puerta.

- Traigo la sangre, señorita Adalia - anunció un criado del castillo sin entrar, esperó fuera educadamente.

Lycan se acercó a la puerta y le cogió las botellas. Tres botellas de cristal de un litro cada una. Le dio las gracias y éste se marchó, luego se acercó a la cama dejando las botellas en la mesita de noche. La ayudó a sentarse colocando una almohada en su espalda. Después, cogió una de las botellas y se la ofreció.

- Puedes irte. No hace falta que me cuides - comenzó a quejarse de dolores en el abdomen de nuevo, retorciéndose en la cama.

- Alex está intentando salir. No quiero que lo haga - dijo convencido.

- No merezco tu compasión tras abandonarte de aquella manera - dijo con lágrimas en los ojos de nuevo.

- Tenías tus motivos, Adalia. Me dolió. Pero aun así, lo entiendo. Quizás yo hubiera hecho lo mismo por ti - dijo sin mirarla.

No había entrado en aquel dormitorio desde el día que se marchó Adalia. Se quedó mirando por la ventana mientras la escuchaba beber una botella tras otra, dejándolas vacías sobre la mesita.

Desde aquella ventana se podía ver la parte delantera del castillo, desde la suya la trasera, eran vistas muy diferentes. Lo recordaba bien, con detalle.

Tras unos minutos, se giró hacia ella al no oírla. Vio dos botellas completamente vacías, y en su mano la tercera vacía también. Adalia había caído ante el cansancio en una profunda meditación.

Se acercó y le puso el tapón a la botella dejándola con las otras. La tapó con la sabana, acomodándola. Dejó las tres botellas vacías al lado de la puerta, y estaba a punto de marcharse cuando se giró para mirarla.

- Por favor, quédate - susurró sin moverse con una lágrima de sangre pintando su rostro, tenía los ojos cerrados y estaba sudando, fue algo inconsciente, un pensamiento que manifestó en un fuerte susurro.

Lycan no iba a hacerle caso, pero se encontró volviendo a cerrar la puerta, y dirigiéndose a la cama. Le quitó la ropa sucia y la metió bajo las sábanas de nuevo. Después, él se fue al baño. Se miró en el espejo sin creer que estuviera allí dentro con ella. "¿Cómo he llegado hasta aquí?"- se dijo en una risa falsa y tonta.

Se fijó en lo sucio que iba. Decidió ducharse. Nada más quitarse la ropa sintió todas aquellas heridas que se había hecho en el bosque. Se sanó con un conjuro varias de ellas. Después se metió en la ducha, y mientras estaba allí dentro, reflexionó sobre todo. "¿Qué hago aquí?"- lloró. La impotencia de volver a caer en los encantos de Adalia sin remedio, era algo que no podía soportar. No quiso estar ahí, decidió que se marcharía en acabar.

Cuando terminó, recordó que solía guardar algo de ropa en aquella habitación. Parecía que todo lo que hiciera le recordaba a aquellos tiempos. Se vistió con rapidez, para salir de allí lo antes posible. Pero no pudo remediar mirarla una última vez.

Se acercó contra su voluntad a la cama. Vio su cara de angustia y tortura, supo que era Alex quien no la dejaba vivir.

Se dio cuenta de que continuaban sin conocer qué era aquella bestia que vivía dentro de Adalia. Alex no fue el motivo por el que se marchó. Eso quería decir que, fuera lo que fuera esa cosa que llevaba dentro, debió sucederle lejos del castillo y tiempo después de la visión.

De repente, Adalia se movió, intentando acomodarse sin abrir los ojos. Estaba sumida en aquella meditación tan profundamente, que parecía dormir realmente. Lycan se sentó junto a ella, acabando acostado y quedándose dormido mientras la miraba. Estaba tan sumamente cansado, que no se dio cuenta de ello.

Descansaron juntos, después de más de doscientos años separados.

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