Perfecto Mentiroso | Titanes...

By RominaBlacksmith

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Kylan Hooligans también tiene tres palabras para definirse a si mismo; jodido, destructivo, y un perfecto men... More

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Random Preguntas
Curiosidades.

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By RominaBlacksmith

──────• § •──────

Marzo 17, 2017 | Presente
08:45 Am

K Y L A N

Lo veo entrar. Su cabello rubio oscuro y la blanca piel que contrasta con unos grandes ojos pardo. Me causa una lástima inmediata. Pobre crío, luce como un polluelo asustado en medio de la lluvia. Me pregunto si yo lucía igual de terrible cuando llegué, y si los demás también sintieron lástima por mí. Sin embargo ya comienza a desesperarme, porque desde que entró —o lo empujaron para que entrara— no ha dejado de mirarme. Quiero gruñirle, hacerme el fuerte aun cuando después de 3 años estoy igual de asustado que él; y joderlo un poco quizá, para espantarlo y que no se me acerque.

Pero no puedo. No puedo porque en su lugar veo a Dallas, y odiaría a quien se pasará de listo con él. Se que ya tiene suficiente con ser nuevo y descubrir un mundo desconocido.

—¿Que me ves?— le pregunto. El chiquillo desvía la mirada nerviosa rápidamente, y busca un nuevo lugar donde fijarla. Suspiro pesadamente y me pongo de pie. Camino hasta él, vuelve a mirarme y parece aún más asustado, le doy miedo, aunque en realidad no entiendo por qué; no soy ni la mitad de corpulento que las bestias con la que vivimos diariamente, aún no tengo ni una sola cicatriz y no cargo un arma; sin embargo, creo que le aterro más que cualquiera allá afuera. Quizá piensa que voy a golpearlo.

—¿No sabes seguir órdenes? toma el arma— le ordeno. Y aunque parece que estoy de bravucón, en realidad solo intento ayudarlo. Los demás no tiene ni un cuarto de la paciencia que estoy teniendo con él. Ya le habrían golpeado con la culata de su arma unas tres veces, y si llora, cinco más.

—Jamás he tomado una.

—Y yo jamás he visto un niño tan miedoso; y aquí estoy, hablándote— al menos ahora sé que en verdad el sujeto habla y no trajeron a un huérfano mudo. —Toma la puta arma.

Me molesta un poco la rapidez con la que se desvanece el miedo que sentía por mí. Su estado le da lugar a otras emociones, veo admiración en sus ojos, y lo odio también por eso. No debería admirarme, ni a mí ni nadie de aquí. El ojete toma el arma, y me entra un miedo absurdo de que vaya a doblarse por la mitad. El rifle es bastante pesado, incluso para mí, y él es tan delgado que casi veo sus huesos. En el estado en que está, parecería que Edén está haciendo obras de caridad salvando niños desnutridos de la pobreza. Pero incluso aunque fuera así, él estaría mucho mejor fuera.

—Hey, tu— le gritan desde el fondo. Reconozco la voz y en seguida sé que se ha metido en problemas.

La mayor parte del tiempo cualquiera lo está. El hecho de que respires es un problema para la todos aquí, no me sorprende que quieran desquitar sus energías en el nuevo. —¿Quién eres, mocoso?

Y entonces ahora quiero alejarme de él para no ver lo que sucederá a continuación. Es un hecho, un juego, casi una tradición para los más antiguos, o para imbéciles inmaduros que creen que lo son. No tienen ni siquiera más edad que yo, pero les encanta jugársela a los débiles, a los nuevos que no saben cómo funcionan las reglas acá.

—Soy Skyle— pronuncia entre tartamudos, esta despavorido y casi se mea encima. Al menos esta vez tiene razón en estarlo. Estos tíos no alcanzan la mayoría de edad y ya están cubiertos de tatuajes y perforaciones, y balancean armas como plumeros por todas partes, solo porque está permitido.

Porque aquí no hay más reglas que la de mantenerte en secreto y no matar a tu compañero.

Si, así de simple. ¿Te cae como bola aquel idiota? Anda, pégale, que seguro te lo celebran. ¿Hizo algo mal? Quizá se merece un balazo en la pierna; el dolor le recordará cuál es la manera correcta de hacerlo. ¿Estás aburrido? ¡Aquí no se puede estar aburrido! Entiérrale tu puño en los dientes al que tienes al lado, y si no es suficiente puedes darle en la cabeza contra la pared. Y también al que le sigue; ¿Por qué? Porque estás aburrido, tío, y en Edén todo está permitido.

La única razón por la que matar a tu compañero está prohibido, es porque estás reduciendo personal, y van a matarte a ti también para invertir en dos más.

El par de idiotas se ríe y el chico no entiende cuál es el chiste. Les sonríe más nervioso que nunca, y vuelve a mirarme; no se si me está suplicando ayuda o respuestas.

—¡Pero que crío más idiota!

—Acabas de romper la regla de oro.

—Aquí no tenemos nombres.

Y le da con la culata. ¿No lo dije? Aquí todo se arregla a culatazos. El segundo le golpea la barriga cuando cae y el chico se tuerce de dolor. Mi miedo infundado se vuelve totalmente real cuando lo veo en el suelo y parece que jamás podrá volver a pararse.

—Ya vale— interrumpo, cuando creo que van a darle de nuevo. —Va a desmayarse.

—¿Le damos también?— Me ignoran ambos, hablando de mi entre ellos.

Oh si, ya te gustaría.

Y no tengo idea porque soy tan idiota y esto me prende tanto, pero me lanzo a la batalla también y soy el primero en golpear. Aunque creo que yo soy más extremo, lo de los putos culatazos no va conmigo porque los cuchillos se mueven más fácil.

Le lanzó el primer corte al idiota de la derecha y una patada al de la izquierda. Ambos me miran con odio. Y entonces suena un disparo.

Quizá olvida que existe una regla que dice que no puedes matar a algún miembro de Edén sin órdenes previas de Caín; o es un perfecto tirador que con tan solo catorce años tuvo totalmente calculado que su bala solo rajara mi brazo. Así es como obtengo mi primera cicatriz. Todo por defender al crío.

Mi sangre hierve en su punto máximo, la siento recorrer todo mi cuerpo hasta llegar a mi cabeza, dominar mis pensamientos y dejarme llevar por la ira. Tomo su cabeza, aplicó una llave y posó la navaja contra su yugular. ¿Es tan valiente ahora?

Ruega, y lo digo de verdad, llora entre súplicas para que no lo maté. Su amigo ya está debajo de las tapas de su habitación, lo abandono al primer signo de peligro. No me gustaría estar en un equipo con ninguno de esos dos. Quizá ellos me matarían antes de que lo hiciera el enemigo. De pura lastima lo dejo ir.

Me vuelvo hasta el crío escupiendo sangre en el suelo. No sé si piensa instalar su tienda de campaña en aquel sector, o esa posición es ideal para ver las batallas, pero no se molesta en ponerse de pie.

—¿Te traigo las frazadas para que te eches la siesta?— lo tomo de un brazo y lo levanto de un solo tirón. —Espero que hayas entendido— corto un trozo de mi polera y le hago un torniquete a mi brazo. —No voy a salvar tu culo dos veces.

Veo a uno de los hombres entrar, tomo el fusil y apuntó para disimular el reciente espectáculo. Disparo, pero mi bala ni siquiera roza el puto muñeco. Se parece a la bala que me lanzo aquel idiota, pero incluso más vergonzosa. Esta se ríe de mi desde su posición en la pared, y estoy tentado a disparar la siguiente en mi cien. En tres años aún no logró dominar este puto fusil francotirador.

Miro al crío de vuelta, está buscándole el pie y la cabeza al arma en sus mano, aunque en realidad su manera de manipularla parece gritar que está tratando de pegarse un tiro en los ojos. No importa cuán novato seas, es lógica entender que la punta va lo más lejos posible de tu cuerpo.

Agarro el arma y se la doy vuelta, para que entienda como tomarla, primero que todo.

—¿Quién demonios eres?— le pregunto, medio en broma y medio probándolo.

Yo mismo le facilitó el tiro en la cien si vuelve a decirme su nombre.

—Soy... Soy Škoda .

Me despierto sobresaltado otra vez, aunque suene estúpido. Esta vez no es una pesadilla, pero si es un mal recuerdo. Un pésimo recuerdo. Odio que lleguen a mi mente, odio revivirlos, porque cada uno está atado a cosas malas, a experiencias horribles, y aunque no lo fuera, el solo hecho de haber estado allí, es motivo suficiente para no querer recordar.

No sé qué día es hoy, después de la visita de Ian, deje de contar. Después de que Caín me dijera que no va a sacarme de aquí hasta nuevo aviso, me dejó de importar.

Da igual la mierda que haga. ¿Qué saco? Soy incluso más penoso que cualquier recluso aquí. Al menos ellos llevan una cuenta atrás, yo solo sumo días.

El idiota a mi lado sigue con su misma mierda diaria, joderme. Yo por otro lado, me tiro de vuelta a mi cama de cemento, y me niego a poner pie fuera de ella incluso para comer.

Solo es medio día cuando la gendarme invade mi celda nuevamente.

—Estás libre— dice. —Párate y vete ya.

Tardo un momento en reaccionar. Me quedo mirándola en silencio antes de conectar las ideas. No puede ser cierto, Caín dijo que me dejaría mucho tiempo aquí, y no puede haber pasado más de una semana.

—No puede ser posible.

—¿Quieres quedarte?— pregunta sarcástica.

Por supuesto que no.

Me pongo de pie antes de que tome una idea equivocada de mi e invente cualquier cosa para dejar que me pudra en esta celda.

—Oh, mami le ha pagado la fianza a campanita— grita el sujeto y comienza a acercarse a la celda.

—Silencio, Cattons— grita la gendarme.

Enseguida me acuerdo de que prometí joderlo antes de irme, casi se me olvidaba ese pequeño detalle. Me devuelvo sobre mis pies y cruzo la celda hasta estar cerca de él.

—¿Quieres escuchar algo interesante?— le preguntó ante la mirada petulante de la gendarme.

Se que no es idiota y sabe que no voy a decirle nada, pero incrédulamente, pensando que esta puede ser una nueva oportunidad para joderme, se me acerca un poco, con la mandíbula en alto, sonriendo egocéntricamente.

—A mí no me la vacilas— tomo su camisa y lo tiro hacia mi hasta que su cabeza da contra el metal. Lo suelto cuando se desmaya ante el golpe.

Me vuelvo al frente, casi con miedo de que la gendarme me haya cerrado la celda, decidida a hacer lo imposible por retenerme aquí, pero en cambio, tiene el rostro congelado de la sorpresa. Me planto frente a ella y me cruzo de brazos .

—No sé qué clase de tipo eres, pero voy a encargarme de que sea la última vez que sales tan fácilmente.

No pienso llegar una segunda.

—¿Dónde retiró mis cosas?— digo restándole importancia a sus palabras.

Se permite un segundo más en silencio para odiarme antes de comenzar a caminar por delante de mí. La sigo como si fuera mamá pato. El día de hoy incluso le daría un abrazo.

Me guía por unos pasillos que parecen un laberinto, y estoy a punto de dudar de ella y pensar que solo va a llevarme de una fea celda, a otra incluso peor; entonces llegamos a la sala principal, en donde entra y me dice que espere.

Me siento en una de la bancas mientras otros hombres me miran. Rellenan papeles y hurguetean en cajones, sus miradas furtivas me molestan, pero en este momento estoy de tan buen ánimo, que me da igual.

—¿Kastian Baker?

Por algunos segundos sigo mirando al frente. No es mi nombre el que mencionan, así que ni más mínima atención presto. No me importa nadie más aquí dentro. Luego recuerdo que Kastian Baker es nombre con el que me internaron, por el que al que llaman, es a mí. Doy un solo brinco de la banca y casi corro a la oficina.

Adentro hay un hombre de un bigote fascinante. Fascinante, pero ridículo, bastante pasado de moda, y parece chiste junto con su barriga. Los botones del traje de policías luchan por mantenerse unidos, mientras él se esfuerza para lanzarlos lejos con cada respiro. Me paro diagonal a él, por si acaso. No me iré de aquí con un ojo morado por un ridículo botón.

—Debe rellenar estos papeles. Nombre, firma, y fecha— dice.

Le pego una mirada a la sala antes de acercarme al escritorio. Tiene las paredes de un color rosa pálido, contiene algunos diplomas y muchos escritorios, en donde otros hombres regordetes, sacado de un sello de igualdad, descansan sus cuerpos sobre sillas a punto de romperse. Tomo los papeles, inserto mi nombre falso e invento una firma. Luego me enderezo.

—Lo esperan en la siguiente habitación.

¿Quien? ¿Cuándo? ¿Dónde es la siguiente habitación? No alcanzó a preguntar, porque para cuando hago un sonido de tono de pregunta, el hombre ya ha tomado una dona de su caja en el escritorio, y ha comenzado a caminar.

Busco la puerta más cercana y entro en ella, pero solo doy con un baño, sucio y maloliente. Me genera furia y molestia. No puede haber oficiales más negligentes que este tipo, quien me hace firmar sin siquiera comprobar mi identidad y se marcha dejándome solo en una oficina de policía importante, donde podría hacer muchas cosas si quisiera.

Pasó a la siguiente puerta, y no sé si estoy bien, porque al otro lado solo hay otra sala. Podría ser una sala de espera, pero no estoy seguro. Me asomo para mirar, y sé que estoy bien cuando al otro lado veo una cara conocida.

—¿Skyle?

Él me sonríe. —Bienvenido de vuelta, hermano.

Casi quiero echarme a llorar. No sé cuánto tiempo llevo dentro, pero parecieron mil años. Lo primero que hago es darle un gran y apretado abrazo. Él es lo más cercano a la felicidad que tenía fuera. Ian no cuenta porque solo vino a gritarme; Sky en cambio lo primero que tiene para mi es una felicitación.

—¿Has... has sabido algo de ella? ¿La has visto? ¿Sabes si la dejan salir ya?— Skyle comienza a negar con la cabeza en la mitad de mi discurso, lo termino con la voz como un susurro, me fui desinflando a medida que el movía la cabeza.

—No sé nada de ella, no la he visto— contesta. —Hay un rumor que dice que la sacaron a entrenamiento en terreno, Acura asegura haberla visto pasar en un Jeep.

—¿No trató de seguirla?

Acura no es tu— me dice el frunciendo el ceño. —Y aunque lo fuera, dudo mucho que ella quiera hablar contigo— mantengo el silencio, porque tengo más que claro que así es. —Contigo o con cualquiera de nosotros— se encoge de hombros. —Todos le mentimos.

—Ni siquiera levanto la mirada cuando me estaban sacando de la sala— le digo, recordando como me sentí cuando le rogué a gritos que me mirara, que me dedicara sus ojos una última vez antes de que la separaran de mí, y si quiera lo hizo para hacerme saber cuán enojada estaba. No me odia, esta desilusionada, dolida, sentida. Lo que es aún peor. Mate su confianza y no tengo idea de si lograré recuperarla. —Esta vez sí que la perdí para siempre.

Skyle deja de mirarme por un momento, se enfoca en algunos paneles más allá, donde salen algunos afiches sobre hacer el bien y dejar las drogas.

—La traeremos a nuestro lado nuevamente— dice. —Después de todo es Ty, tarde o temprano lo entenderá.

Cierro los ojos y ruego que así sea, que escuchen las palabras de Sky y en algún momento volvamos a estar juntos. Sin mentiras, sin discusiones.

—¿Por qué cambio de opinión?— Sky se vuelve a mirarme y veo su ceño fruncido.

—¿Eh?

—Caín. Vino aquí hace un par de días y me dijo que no iba a dejarme salir en mucho tiempo. Sigue culpándome por la muerte de Kriek y el desorden que cause en las organizaciones.

—Tenemos una trabajo.

—Ustedes pueden hacerlo— me encojo de hombros, sigo sin entender que es lo que necesita de mi con tanta urgencia.

—Si, pero no podemos ganar una carrera sin nuestro corredor estrella.

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Julio 18, 2017.

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