Conexión Carmesí

By sasuade

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Susana Moreno había sido bendecida con una belleza tal que la había llevado a ser una de las modelos de alta... More

Percance
¡No, Susana!
Cosas ocultas al descubierto
¿Por qué me siento así?
Tus labios son la solución
Decisiones
Lo mejor para Esteban
Tu sangre
Y así
Pequeños sacrificios
Consecuencias
Epílogo

Preparación

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By sasuade

Celeste esperó pacientemente a que el hombre, que yacía a su lado en la cama, se durmiera como una roca. Sabía que había obrado mal pero no pudo evitarlo. Jamás había sentido tanto deseo al besar a alguien. Ni siquiera con el hombre que la había engañado, el hombre que había amado muchos años atrás.

No había cumplido con ir a advertir a Esteban para que no fuera a la fiesta. No había ido a informar a Susana. De hecho, no había hecho nada de lo que había planeado hacer. Se sentía extraña. El hombre que estaba a su lado la había tratado como hace mucho no lo hacían; la había tratado como una mujer. Una mujer con sensibilidad y sentimientos.

Suspiró y cerró los ojos. Qué bien se había sentido estar entre sus brazos. Había disfrutado al máximo de la compañía del hombre aún sin conocerlo. Le acarició el rostro. Era una tonta. Se había encariñado con él. Sonrió con ironía al recordar que le pasaba en edad muchos, muchos años.

Tomó la mano que estaba encima de su muslo y la apartó. Se levantó de la cama y fue al baño a pensar. Necesitaba aclarar su mente.

El teléfono celular de Sergio comenzó a sonar con un pitido muy parecido a una bocina de una bicicleta. A duras penas, lo tomó y contestó.

—Hermano, lamento que tu cita no haya llegado. Estaba seguro que sería perfecta para ti pero me llamó y me dijo que conoció a otra persona.

—No te preocupes —dijo con duda.

—No me rendiré. Te conseguiré una novia —prometió Esteban.

Sergio se quedó perplejo. Si la mujer con la que había compartido el mejor sexo de su vida no era su cita ¿entonces quién era? Le dejó claro a su hermano que le agradecía la ayuda, pero que ya no necesitaba que le buscara una cita.

Tenía que saber con exactitud lo que estaba pasando. Miró a su alrededor y no encontró a su acompañante. Se sintió mal al pensar que ella se había marchado después de lo que habían compartido. No podía olvidarse del sabor de su boca, de sus ojos al momento de hacerla suya, de su piel suave y fresca.

Escuchó un ruido proveniente del baño. Se puso su bóxer y se acercó a la puerta. Celeste se lavó el rostro y al abrir la puerta se encontró con Sergio. Se quedaron mirando por unos segundos.

—¿Quién eres? —interrogó el hombre con seriedad.

—Ah ¿Ahora quieres saberlo? Hubieras preguntado eso antes de besarme como lo hiciste.

Le parecía increíble que él le hablara con ese tono después de ser él el que había iniciado todo. Era como si le estuviera reclamando su presencia ahí después de lo que había sucedido entre ellos.

Sergio trató de calmarse.

—Escucha, tenía una cita a ciegas. Pensé que eras esa mujer, pero mi hermano me acaba de llamar diciéndome que lamenta que mi cita no hubiera llegado. Es curioso porque estaba casi seguro de que tú eras ella.

Celeste asintió entendiendo. Eso explicaba cómo la había recibido.

—No te preocupes, entiendo. Yo vine ayer a buscar a tu hermano, pero ya no importa. Voy a recoger mi ropa y...

Él la besó para callarla. No sabía lo que ella tenía pero no podía mirar sus labios sin desear besarlos. La llevó de nuevo hasta la cama y la acostó, subiéndose encima de ella.

—Mi nombre es Sergio y soy un DelValle. Soy el hermano mayor de Esteban —dijo entre el apasionado beso.

—Yo me llamo Celeste —dijo suspirando—. No debemos hacerlo de nuevo.

Él sonrió y bajó sus labios hasta el cuello de ella. Segundos después se acostó al lado de la mujer y se quedó mirando el techo.

—Vine a buscar a Esteban para advertirle que no fuera a la fiesta porque Susana fue allí con su esposo.

Sergio se quedó callado por unos segundos.

—¿Eres amiga de Susana? —interrogó con un nudo en la garganta.

—Sí.

Él tomó su mano y la besó. Su piel tenía la misma temperatura de la de Susana. Lo sabía porque ella lo había abrazado. No tuvo que pensar mucho para llegar a una conclusión.

—Eres inmortal —susurró sorprendido.

—Así es.

Celeste se levantó de nuevo y se vistió. Era peor de lo que pensaba, él se había dado cuenta de que era vampiro. Se sentía enojada consigo misma porque se había contenido mucho para no beber su sangre y aún así él la había descubierto.

—No te vayas —le sujetó del brazo—.  No sé lo que me sucede pero no quiero que te vayas. Ninguno de los dos lo planeó pero en realidad me encantó —le confesó.

Ella le sonrió con alegría. Por supuesto que a ella también le había gustado. Se besaron una vez más.

—Quiero conocerte mejor —le susurró ella.

—Yo también.

:::

Cuando llegaron de la fiesta se prepararon para ir a dormir. Susana empezó a sentir nauseas. Se recostó en la cama para que todo le dejara de dar vueltas. Se sentía agotada. Había bailado tres piezas con Esteban, dos con Arturo y una con un completo desconocido que había intentado tocarla demás.

—La próxima vez no te dejaré sola. No quiero que vuelva a suceder lo de hoy —dijo el inmortal mientras se desanudaba la corbata.

—Te lo agradecería. No me agradó que ese hombre me haya tocado el trasero. Si no hubiera sido inmortal lo hubiera golpeado.

Arturo asintió comprendiéndola. A veces ella tenía cambios bruscos en su estado de ánimo y eso afectaba su humor. Susana había tenido miedo en la fiesta y eso no le había gustado.

—Podemos olvidar lo que pasó mientras tomamos una ducha juntos —le susurró.

—Por supuesto. Espérame en el baño, querido.

Arturo sonrió y se adentró al baño. Por fin conseguiría lo que había estado esperando hace tiempo, Susana volvería a ser suya.

La pelirroja fue corriendo hasta la habitación de Celeste y le pidió ayuda. Sabía que había licor para inmortales, así como que existían los sedantes.

—Él está esperando que yo me meta en la tina con él.

Celeste se apresuró a buscar algo en su buró.

—Tomarás las pastillas sedantes. Así cuando corran por su sangre harán efecto en él. Claro que a ti también te afectará pero unos minutos más tarde.

Susana aceptó, no tenía otra opción. Iba a sumergirse con él, haría que él bebiera su sangre y después ya no la tocaría por un buen tiempo porque le haría creer que la lastimó.

:::

—Conocí a una mujer ayer por la noche —comentó Sergio mientras terminaba de arreglarse para ir a trabajar.

Del otro lado del teléfono, Esteban se mostró sorprendido.

—¿Otra aventura?

—Esta vez creo que no —dijo sonriendo.

—Eso quiere decir que no se acostaron —intentó adivinar el azabache.

El DelValle mayor sonrió y pasó su mano libre por la sábana que había cubierto a la pelirroja.

—De hecho, sí lo hicimos, pero fue diferente. Me sentí conectado con ella.

No podía explicar todo lo que había sentido con Celeste pero sabía que jamás le había sucedido. Y eso que él había estado con muchas mujeres.

—¿Se volverán a ver?

—Eso espero.

—¿Te dio su número?

—Yo le di el mío.

—Hmp. ¿La conozco?

—Yo diría que sí aunque preferiría ver si esto avanza para poder dar la noticia de quien es.

—Comprendo. Nos vemos en la empresa dentro de una hora, hay una reunión urgente.

Sergio cargó todos los papeles que necesitaría en su maletín y salió de la casa. Desayunaría algo por el camino. Necesitaba mucho café porque no había dormido en toda la noche.

:::

El tiempo había transcurrido rápidamente. Las semanas se convirtieron en meses y el vientre de la pelirroja había aumentado considerablemente. Había tenido antojos de comida mortal ya que su bebé no era inmortal. Se sentía feliz por ese lado porque tendría un bebé vivo y no uno diferente a los demás.

Susana miraba divertida cómo Esteban comía el desayuno. Se sentía un poco triste y feliz a la vez. El día en que sería libre se estaba acercando más y más. Le acarició la cabeza con suma delicadeza mientras él degustaba las galletas que le ella le había preparado con dedicación.

—Susana, puedo sentir que está sucediendo algo —le dijo mirándola fijamente.

La pelirroja le sonrió y se acercó a sus labios. Estaba disfrutando al máximo su proximidad con él.

—Hoy sentí una patadita —acarició su vientre con cariño.

Esteban bajó su vista hasta la mano de su amada y la cubrió con la suya. Su hijo estaba dando signos de vida y eso le alegraba el corazón. Aún así no entendía la preocupación de Susana.

—Siento que no es todo.

—Lo siento. No quiero decírtelo pero debo. Mañana empezarás con la preparación para la conversión. Esto es muy difícil para mí y no quiero imaginarme lo que será contigo.

El hombre asintió. No podía explicar el nudo que se le formó en la garganta. Era, prácticamente, su último día como humano.

—Quiero que me acompañes a visitar a mis padres. Les diré que viajaré y será más sencillo si te utilizo como una excusa.

—Por supuesto.

:::

Llegar a la mansión DelValle les trajo varios recuerdos de momentos únicos.

La pareja había decidido mantener su relación en secreto por unas semanas para disfrutar mejor ya que la prensa los podía perseguir para inventar cualquier cosa sobre ellos. Querían tomarse la relación con calma por eso habían decidido que solamente ellos lo sabrían.

—Esteban, hijo, mira quién vino a hacerme una visita —le llamó desde el piso de abajo.

Él estaba entretenido con un libro y esperó unos minutos para bajar junto a su madre. Se sorprendió al ver a Susana en la mansión. Había sido una linda coincidencia que él hubiera decidido ir a visitar a su madre ese sábado.

Ella le saludó tímidamente y con un notable sonrojo. Esteban sonrió de lado al darse cuenta de que ella se había acordado de lo que habían hecho la noche anterior.

—Querido, Susana me ayudará con unos diseños. Estaremos en la sala de arriba —le avisó.

—Madre ¿te molestaría que las acompañara?

—¡Oh! Por supuesto que no pero no va a poder ser —le acarició el hombro—.  Sé que estás algo aburrido porque tu padre y tu hermano salieron pero no puedes acompañarnos, entre mis nuevos diseños también hay lencería y Susana no se sentiría muy cómoda ¿Entiendes, verdad?

—Hmp —asintió.

Su madre se estaba olvidando de que él ya había visto a la pelirroja sin una sola prenda.

—Lo lamento Esteban —dijo la pelirroja al pasar por su lado.

A Susana se le antojaba graciosa la situación. Jamás pensó que Esteban se encontraría en casa de sus padres esa mañana. Pensó que se quedaría más tiempo dormido, como lo había dejado en su mansión. Ella había aprovechado para ir a cambiarse después de que Cristina la había llamado para ofrecerle algo importante.

—¡Son hermosos! —exclamó la pelirroja al ver el trabajo de su "suegra".

—Muchas gracias. Es lencería fina —sonrió—. No está hecha para hombres salvajes porque cuestan mucho y pueden ser desgarrados con facilidad.

Susana asintió sonriendo. Definitivamente Cristina no hacía prendas que su propio hijo pudiera disfrutar. La señora DelValle abandonó la habitación para dejar que Susana se cambiara mientras ella iba a ordenar la comida del día. Esteban aprovechó ese momento para escabullirse hasta la habitación.

—Sabes que no puedes estar aquí —comentó la pelirroja mientras se arreglaba el vestido de color beige que se había puesto.

—Y tú sabes que no me gusta que te pongas vestidos que son muy cortos —le dijo mientras rodeaba su cintura con sus brazos.

—A mí me gusta el diseño de tu madre. Además, no eres mi padre o hermano, puedo usar la ropa que quiera —se apartó.

Ella recorrió la habitación con el vestido. Le quedaba perfecto. El vestido le llegaba hasta la mitad del muslo y en la cintura alta tenía un detalle que estaba hecho de encajes, por ende, su piel quedaba expuesta entre la tela. El escote era bajo y tenía una piedra jade en el centro.

—Pero soy tu novio y, como dije antes, me da ciertos derechos sobre ti —comentó con arrogancia.

—Lo siento mucho pero el que seas mi novio no quiere decir que seas mi dueño

—¿Y entones qué?

—Significa que tienes más derechos que los otros hombres sobre mi cuerpo, y en mi caso, también significa te amo.

Él se acercó a ella y le besó lentamente. Por supuesto que él no le iba a prohibir que se pusiera lo que a ella le gustaba, solamente expresaba su opinión de hombre celoso y sobreprotector. Susana suspiró unas cuantas veces, mientras Esteban sonreía ante esto. Les encantaba darse besos a escondidas como si lo suyo fuera algo prohibido.

Se separaron cuando escucharon los pasos de Cristina. Esteban se escondió detrás de la gruesa cortina de color salmón para que no lo vieran.

La pelinegra ingresó y sonrió al ver cómo le quedaba el vestido a Susana. Había hecho una buena elección al elegirla a ella para desfilar sus diseños ya que la pelirroja tenía una figura esbelta y una gracia incomparable.

—¡Te ves hermosa! —le elogió.

—Gracias.

—Déjame tomarte unas fotos.

Susana posó con el vestido y cuando la mujer le indicó, se cambió de vestido. Cristina le ayudó con un vestido mucho más delicado. Esteban observaba atentamente como la pelirroja se cambiaba de atuendo.

—Sabía que el verde petróleo resaltaría el blanco de tu piel —le dijo mientras acomodaba bien la cola del vestido.

Cuando llegó el turno de la lencería, Esteban comenzó a sudar en frío.

—Me gusta mucho este —exclamó Susana cuando vio su reflejo en el espejo.

El conjunto que tenía era de color negro. Le encantaba el detalle que tenía el corsé.

—Te regalaré una copia para que puedas usarlo cuando consigas novio.

—Me alegraría mucho.

—Por cierto, querida, yo puedo ayudarte a conseguir un novio que te quiera y que te respete como te mereces. Conozco a alguien perfecto para ti.

—No tienes que preocuparte por eso. He conocido a alguien y estoy viendo si las cosas se dan con él.

—Si no sucede así te presento a un muchacho que es amigo de Esteban. Es de buena familia y es muy atento. Claro que eso si no surge algo con mi pequeño Esteban.

La pelirroja le sonrió imaginándose la cara de Esteban. Seguramente había escuchado cada palabra con enojo y eso le gustaba porque después sería el triple de posesivo.

—Aún no puedo creer que Esteban y tú, después de la sesión de fotos, no se hayan hecho novios —afirmó la mujer mientras terminaba de arreglar las prendas.

Susana solamente se sonrojó. En una ocasión Cristina le había comentado que se había impresionado con las fotos. Jamás imaginó que vería a su hijo desnudo al lado de una de sus mejores modelos. Había tardado días en acostumbrarse.

—Las cosas son complicadas. Esteban no es tan expresivo como me gustaría y no pretendería cambiarlo. Tal vez si llego a conocerlo mejor me guste.

—Es muy atractivo —le animó la mujer.

—Lo sé. Tu hijo es muy lindo, su rostro es agradable y su cuerpo... bueno... No me siento muy cómoda hablando de tu hijo como hombre porque sé que no me entenderías. Lo que puedo agregar es que me encantan sus ojos y me gustaría ver mi reflejo en ellos.

—Si quieres podría arreglar una cita con él.

—No lo sé. Es que también hay otro hombre que me interesa —mintió deseando no ser descubierta.

—Vamos a hacer algo, cuando creas que estás lista yo arreglaré todo. Me encantaría verte como a mi nuera.

Para cuando llegaron a la puerta ya tenían todo un plan armado. Susana se había puesto una peluca negra y llevaba lentes de sol. Había practicado un poco para que su voz le saliera un poco más gruesa. En fin, se habían encargado de todo, hasta de hacerle un lunar en la mejilla derecha a la pelirroja.

Uno de los empleados los recibió, indicándoles que los señores se estaban preparando para almorzar. Eso constituía un auténtico reto por el hecho de que Susana no iba a poder quedarse a comer.

—Por favor, avísales que les necesito. Nosotros nos vamos al despacho para esperarlos —le indicó a la muchacha.

La joven de limpieza asintió y se retiró. La pareja se acomodó en el despacho. Susana estaba muy nerviosa porque debía comenzar a meterse en su papel. Rápidamente se retocó el maquillaje, pintando sus labios en rojo, resaltando así, la blancura de su piel.

—¿Parezco una descarada mujer seductora de millonarios? –interrogó mientras intentaba que sus labios se vieran muy seductores.

Habían ocultado el embarazo de la pelirroja con una remera holgada que lo disimulaba muy bien.

—Podrías seducir a cualquiera con solo mirarlo a los ojos —respondió el DelValle mientras se acercaba a su lado.

—Entonces he logrado mi cometido.

Los dos sonrieron, se besaron y se separaron cuando escucharon que Julián se acercaba junto con su esposa.

—Hola, hijo —le saludó su madre mientras le daba un beso en la mejilla.

—Hola. Les presento a Rebbeca Roberts —se volvió hacia Susana y le presentó a sus padres.

—Un placer —le dijo Cristina mientras la abrazaba.

Julián le saludó con un asentimiento de cabeza. La mujer le parecía muy familiar y eso le mantuvo pensativo.

—Nos conocimos en la universidad, cuando tenía 19 años —relató el castaño mientras sonreía—. Ella no pudo terminar la carrera porque su padre murió y tuvo que hacerse cargo de todo.

—Sí... Fue algo inesperado pero la familia Gómez no me ayudó. Manuel fue muy lindo conmigo, de hecho, fuimos novios durante tres años hasta que me di cuenta de que no era lo que quería.

Los padres de Esteban asentían a medida que la historia continuaba y ellos pedían su participación.

—En fin, nos reencontramos la semana pasada en una fiesta y decidimos retomar nuestra relación —dijo la inmortal recostando su cabeza en el hombro del Esteban y acariciándole la pierna, descaradamente.

Julián se aclaró la garganta dos veces antes de preguntar el motivo de la visita.

—Rebbeca regresa en dos días a Francia y me ha parecido una buena idea irme con ella. Necesito alejarme de todo...

—Y yo necesito a un hombre como Esteban para que viva conmigo.

—¿Para que viva? Creo haberle enseñado bien a mi hijo.

—Lo siento señora pero los tiempos han cambiado. Ya no es necesario casarse para que una pareja pueda vivir en la misma casa y disfrutar de esos beneficios.

Cristina miró incrédula a la joven y luego a Esteban. ¿De verdad su hijo iba a hacer eso?

—Madre, me comprometeré con Rebbeca. No tienes que preocuparte por esos detalles.

—¿Cuándo piensan partir? —interrogó Julián.

—Pasado mañana a las dos de la madrugada. Ya tenemos los boletos para el vuelo.

Siguieron hablando por unos minutos y, cuando Susana se fue un momento al tocador, Cristina aprovechó para hablar con su hijo menor.

—Esteban, entiendo que quieras despejar tu mente viajando y empezando una nueva relación, pero no creo que Rebbeca sea la indicada —le dijo con sinceridad.

—¿Por qué no? Es una mujer única y además no es celosa.

—¿Celosa?

—Sí. No es celosa. Sabe que amé con todo mi corazón a Susana y que nadie va a poder ocupar su lugar. ¿Qué más puedo pedir?

—Aún así...

—Madre, no te preocupes, voy a estar muy bien

—Eso espero, hijo.

:::

—No fue nada fácil —suspiró la pelirroja mientras se quitaba la peluca y la dejaba en el sofá de la sala.

—Pero funcionó—cerró la puerta y se tumbó al lado de su amada—. Me dio un poco de lastima ver la cara de decepción de mi madre. No se esperaba eso.

Ella le acarició el rostro y le dio un beso en la frente.

—Te olvidas de que al final cedió. Le enterneció que estuvieras enamorado de mí.

Se quedaron abrazados por mucho tiempo, cada uno sumido en su mundo, pensando en el futuro. Su hijo los necesitaba fuertes para poder cuidarlo.

—He decidido que la conversión será el día que supuestamente viajamos. Así no levantaremos sospechas.

:::

Con tantas cosas que hacer, los días habían pasado con rapidez. Celeste había sumergido a Susana en unos libros que le explicaba lo básico de las  transformaciones. Esteban tendría que ser mordido y después alejado de la civilización para que no consiguiera beber una sola gota de sangre.

—Arturo ya se fue. Podemos comenzar —habló Celeste al ingresar a la habitación con una caja.

La pelirroja asintió y se acercó a abrazar a su amiga, sabía lo que había sucedido la noche anterior. Ella se había quedado a ver una película mientras su "esposo" había desaparecido después de intentar seducirla para que tuviera relaciones con él. Susana sabía que había ido a buscar a Celeste, así que, sin hacer ruido, fue a investigar. No pudo hacer nada para ayudar a la pelirroja porque si Arturo se enteraba de que ella sabía de la relación que mantenía con su amiga, era muy capaz de encerrarla. No podían arriesgarse a eso cuando faltaba menos de doce horas para que el plan funcionara.

Celeste la abrazó fuerte. De verdad que necesitaba un poco de apoyo después de lo que había sucedido. La conexión de amantes aminoraba el asco que sentía cuando estaba con él, pero no lo eliminaba.

—Conocí a alguien —comentó Celeste con un poco de tristeza al saber que lo había engañado.

—¿A alguien? Te refieres a un hombre ¿cierto?

Celeste asintió esperando que Susana lo entendiera.

—¡Oh! ¡Cuánto lo siento! —le dijo al percatarse de que a su amiga le había dolido traicionar a esa persona especial—. ¿Es algo serio?

—Me temo que me hice ilusiones con que podría llegar a serlo. Ahora empiezo a comprender lo que es sentirse sucia cuando un hombre al que no quieres te ha tocado. Antes no lo sentía porque no pensaba en alguien en especial.

—¿Es por eso que hueles diferente?

—Sí. Me he estado dando duchas constantemente para borrar el aroma de Sergio.

Susana tapó su boca con su mano derecha, sus ojos parecían querer desbordarse. ¿Había dicho Sergio? ¡No podía creerlo!

—¿Cuándo? —se animó a preguntar.

—Hace unos meses. Fue muy repentino. Creo que lo quiero porque me siento bien con él. Increíblemente me ha aceptado sin importarle mi pasado.

—Estoy muy feliz por ti. Ya tienes a alguien por quien seguir adelante. Seremos familia —le sonrió.

Celeste le sonrió de vuelta. Debían darse prisa. Arturo había realizado un viaje el fin de semana y si desperdiciaban la oportunidad no sabrían cuando tendrían otra.

—Te contaré más detalles más adelante. Un taxi nos está esperando.

—¿Dónde iremos?

—Alquilé una cabaña cerca del bosque que está a unos kilómetros para que nadie sospeche nada. Mantendremos a Esteban allí hasta que él sea uno de nosotros. 

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