Cosas ocultas al descubierto

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Esteban estaba tumbado a un lado de su cama. Tenía una fuerte resaca por haber bebido alcohol toda la mañana.

—Hijo, ábreme —le pidió su madre, tocando a su puerta.

Él ni siquiera se molestó en amagar a levantarse. Extendió su mano y agarró una de las botellas que estaba cerca y se la llevó a la boca. No importaba nada, sólo tratar de desahogarse bebiendo.

Los golpes en la puerta aumentaron. Su padre y su hermano también se unieron al intento de abrir la puerta para ver lo que estaba sucediendo adentro.

—Ffuu- fuerash —gritó alcoholizado.

—Esteban —insistió Sergio—. No te hagas esto.

—Eshta esh mi casa —hizo gestos exagerados con sus manos, como si ellos le pudieran ver—. Puedosh hacsher lo quesh quiero. Mesh quitashron a mish mujersh, yosh puedo —se golpeó en el pecho con torpeza— yop puedosh hashcer lo que quierash.

Su garganta le ardía por tanta bebida. Se subió a su cama y hundió su rostro en la almohada que Susana solía usar. Todavía su aroma estaba ahí. Abrazó la almohada y se quedó dormido.

—Esteban, Esteban —alguien le movía.

—Mmmm —se quejó.

—Esteban —le seguían llamando.

Abrió sus ojos y se topó con unos ojos azules. Ella le miró con una sonrisa mientras acariciaba su rostro.

—Te quedaste dormido—hizo un puchero.

—¿Susana?

—¿Quién más podría ser?

Él se levantó y se percató de que estaba en el jardín de su casa. Sintió el césped entre sus manos. Los dos estaban debajo de un árbol. Entonces, se dio cuenta de lo que sucedía.

Se abalanzó encima de una sorprendida Susana y la besó necesitadamente. Sus labios eran su adicción, amaba besarlos y dejarlos hinchados. Ella sonrió entre el roce por como actuaba Esteban.

—Susana, te he extrañado mucho.

Ella le miró confundida. No entendía a lo que se refería. Ellos no se habían separado lo suficiente como para extrañarse.

—¿Me extrañaste en tu sueños?

—No importa —le volvió a besar.

—Esteban —le apartó— ¿Qué te sucede?

—Nada. Quiero que sepas que te amo.

Susana le miró enternecida, el no demostraba mucho sus sentimientos, hasta que ella llegó a su vida.

—Lo sé. Yo también, te amo. Eres el hombre de mi vida, Esteban. Nunca voy a dejar de amarte.

—Susana... —le acarició su cabeza, pasando sus dedos por las hebras rosas de ella—. Necesito que sepas lo importante que eres para mí. No me imagino el futuro si no es a tu lado.

—Algunas cosas no son lo que parecen —no le dejó continuar.

—¿Qué?

—Abre los ojos —le besó con ternura.

—Vas a estar bien —le decía una y otra vez su madre.

Sus ojos no se abrieron completamente a causa de la excesiva luz. Veía un techo blanco que se movía. Escuchaba el sonido de unas ruedas y las voces de varias personas.

Se dio cuenta de que estaba en un hospital. Lo estaban trasladando a la sala de emergencias. Su familia siempre era exagerada.

Levantó su mano frente a su rostro y pudo abrir más sus ojos. Seguidamente, un fuerte dolor de cabeza, como si algo se hubiera desacomodado en su cerebro, lo hizo quedarse inconsciente.

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