Preparación

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Celeste esperó pacientemente a que el hombre, que yacía a su lado en la cama, se durmiera como una roca. Sabía que había obrado mal pero no pudo evitarlo. Jamás había sentido tanto deseo al besar a alguien. Ni siquiera con el hombre que la había engañado, el hombre que había amado muchos años atrás.

No había cumplido con ir a advertir a Esteban para que no fuera a la fiesta. No había ido a informar a Susana. De hecho, no había hecho nada de lo que había planeado hacer. Se sentía extraña. El hombre que estaba a su lado la había tratado como hace mucho no lo hacían; la había tratado como una mujer. Una mujer con sensibilidad y sentimientos.

Suspiró y cerró los ojos. Qué bien se había sentido estar entre sus brazos. Había disfrutado al máximo de la compañía del hombre aún sin conocerlo. Le acarició el rostro. Era una tonta. Se había encariñado con él. Sonrió con ironía al recordar que le pasaba en edad muchos, muchos años.

Tomó la mano que estaba encima de su muslo y la apartó. Se levantó de la cama y fue al baño a pensar. Necesitaba aclarar su mente.

El teléfono celular de Sergio comenzó a sonar con un pitido muy parecido a una bocina de una bicicleta. A duras penas, lo tomó y contestó.

—Hermano, lamento que tu cita no haya llegado. Estaba seguro que sería perfecta para ti pero me llamó y me dijo que conoció a otra persona.

—No te preocupes —dijo con duda.

—No me rendiré. Te conseguiré una novia —prometió Esteban.

Sergio se quedó perplejo. Si la mujer con la que había compartido el mejor sexo de su vida no era su cita ¿entonces quién era? Le dejó claro a su hermano que le agradecía la ayuda, pero que ya no necesitaba que le buscara una cita.

Tenía que saber con exactitud lo que estaba pasando. Miró a su alrededor y no encontró a su acompañante. Se sintió mal al pensar que ella se había marchado después de lo que habían compartido. No podía olvidarse del sabor de su boca, de sus ojos al momento de hacerla suya, de su piel suave y fresca.

Escuchó un ruido proveniente del baño. Se puso su bóxer y se acercó a la puerta. Celeste se lavó el rostro y al abrir la puerta se encontró con Sergio. Se quedaron mirando por unos segundos.

—¿Quién eres? —interrogó el hombre con seriedad.

—Ah ¿Ahora quieres saberlo? Hubieras preguntado eso antes de besarme como lo hiciste.

Le parecía increíble que él le hablara con ese tono después de ser él el que había iniciado todo. Era como si le estuviera reclamando su presencia ahí después de lo que había sucedido entre ellos.

Sergio trató de calmarse.

—Escucha, tenía una cita a ciegas. Pensé que eras esa mujer, pero mi hermano me acaba de llamar diciéndome que lamenta que mi cita no hubiera llegado. Es curioso porque estaba casi seguro de que tú eras ella.

Celeste asintió entendiendo. Eso explicaba cómo la había recibido.

—No te preocupes, entiendo. Yo vine ayer a buscar a tu hermano, pero ya no importa. Voy a recoger mi ropa y...

Él la besó para callarla. No sabía lo que ella tenía pero no podía mirar sus labios sin desear besarlos. La llevó de nuevo hasta la cama y la acostó, subiéndose encima de ella.

—Mi nombre es Sergio y soy un DelValle. Soy el hermano mayor de Esteban —dijo entre el apasionado beso.

—Yo me llamo Celeste —dijo suspirando—. No debemos hacerlo de nuevo.

Él sonrió y bajó sus labios hasta el cuello de ella. Segundos después se acostó al lado de la mujer y se quedó mirando el techo.

—Vine a buscar a Esteban para advertirle que no fuera a la fiesta porque Susana fue allí con su esposo.

Conexión CarmesíWhere stories live. Discover now