Conexión Carmesí

Por sasuade

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Susana Moreno había sido bendecida con una belleza tal que la había llevado a ser una de las modelos de alta... Más

Percance
¡No, Susana!
¿Por qué me siento así?
Tus labios son la solución
Decisiones
Lo mejor para Esteban
Tu sangre
Y así
Preparación
Pequeños sacrificios
Consecuencias
Epílogo

Cosas ocultas al descubierto

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Por sasuade

Esteban estaba tumbado a un lado de su cama. Tenía una fuerte resaca por haber bebido alcohol toda la mañana.

—Hijo, ábreme —le pidió su madre, tocando a su puerta.

Él ni siquiera se molestó en amagar a levantarse. Extendió su mano y agarró una de las botellas que estaba cerca y se la llevó a la boca. No importaba nada, sólo tratar de desahogarse bebiendo.

Los golpes en la puerta aumentaron. Su padre y su hermano también se unieron al intento de abrir la puerta para ver lo que estaba sucediendo adentro.

—Ffuu- fuerash —gritó alcoholizado.

—Esteban —insistió Sergio—. No te hagas esto.

—Eshta esh mi casa —hizo gestos exagerados con sus manos, como si ellos le pudieran ver—. Puedosh hacsher lo quesh quiero. Mesh quitashron a mish mujersh, yosh puedo —se golpeó en el pecho con torpeza— yop puedosh hashcer lo que quierash.

Su garganta le ardía por tanta bebida. Se subió a su cama y hundió su rostro en la almohada que Susana solía usar. Todavía su aroma estaba ahí. Abrazó la almohada y se quedó dormido.

—Esteban, Esteban —alguien le movía.

—Mmmm —se quejó.

—Esteban —le seguían llamando.

Abrió sus ojos y se topó con unos ojos azules. Ella le miró con una sonrisa mientras acariciaba su rostro.

—Te quedaste dormido—hizo un puchero.

—¿Susana?

—¿Quién más podría ser?

Él se levantó y se percató de que estaba en el jardín de su casa. Sintió el césped entre sus manos. Los dos estaban debajo de un árbol. Entonces, se dio cuenta de lo que sucedía.

Se abalanzó encima de una sorprendida Susana y la besó necesitadamente. Sus labios eran su adicción, amaba besarlos y dejarlos hinchados. Ella sonrió entre el roce por como actuaba Esteban.

—Susana, te he extrañado mucho.

Ella le miró confundida. No entendía a lo que se refería. Ellos no se habían separado lo suficiente como para extrañarse.

—¿Me extrañaste en tu sueños?

—No importa —le volvió a besar.

—Esteban —le apartó— ¿Qué te sucede?

—Nada. Quiero que sepas que te amo.

Susana le miró enternecida, el no demostraba mucho sus sentimientos, hasta que ella llegó a su vida.

—Lo sé. Yo también, te amo. Eres el hombre de mi vida, Esteban. Nunca voy a dejar de amarte.

—Susana... —le acarició su cabeza, pasando sus dedos por las hebras rosas de ella—. Necesito que sepas lo importante que eres para mí. No me imagino el futuro si no es a tu lado.

—Algunas cosas no son lo que parecen —no le dejó continuar.

—¿Qué?

—Abre los ojos —le besó con ternura.

—Vas a estar bien —le decía una y otra vez su madre.

Sus ojos no se abrieron completamente a causa de la excesiva luz. Veía un techo blanco que se movía. Escuchaba el sonido de unas ruedas y las voces de varias personas.

Se dio cuenta de que estaba en un hospital. Lo estaban trasladando a la sala de emergencias. Su familia siempre era exagerada.

Levantó su mano frente a su rostro y pudo abrir más sus ojos. Seguidamente, un fuerte dolor de cabeza, como si algo se hubiera desacomodado en su cerebro, lo hizo quedarse inconsciente.

—¡Esteban! —sollozó Cristina con lágrimas en los ojos.

::: Tres semanas después :::

Susana estaba acostada en la cama de un cuarto espacioso. La cama era muy amplia y la habitación estaba decorada con estilo moderno y un toque de sencillez. La cama era el centro de esa habitación, con cortinas de tonos rojos pardos a los costados, con una especie de pequeño techo de tela de la misma tela que las cortinas.

Había un baúl al pie de la cama, como los que se usaban antes. Estaba tallado y un barniz transparente lo cubría dándole un brillo reluciente. Las paredes estaban forradas con un tapiz muy costoso de colores opacos. Con eso, la habitación no era muy femenina ni muy masculina. Era perfecta para una pareja.

La pelirroja empezó a abrir sus ojos lentamente. No reconoció el lugar donde estaba. Con la ayuda de sus brazos se sentó en la cama y llevó su mano derecha a su cabeza. Miró a los lados moviendo su cabeza lentamente. Llevaba puesto un vestido negro que tampoco recordaba. ¿Qué estaba sucediendo?

La puerta que estaba a un lado, se abrió e ingresó por ahí un hombre de pelo blanco. Era delgado y de constitución física agradable. Se notaba que entrenaba con la camisa ajustada que llevaba.

Sonrió al ver que la pelirroja se había despertado. Su cara de desconcierto lo alegró. Él ya se había encargado de que todos pensaran que Susana estaba muerta. Había conseguido a una víctima casi idéntica a Susana en el aspecto de la forma de su cuerpo. La arrojó al acantilado y también al auto. Sabía que los policías no se tomarían la molestia de dudar que la mujer que estaba ahí fuera Susana Moreno, después de todo era su auto.

—Al fin despiertas —su voz era gruesa y sombría.

—Yo... ¿Dónde estoy? —preguntó intimidada.

Él sonrió tranquilamente y se acercó a sentarse al lado de Susana. Ella se quedó quieta, sin saber qué hacer.

—Estás en tu casa. ¿Dónde más?

—No recuerdo...

—¿Qué es lo que no recuerdas?

—Sé que mis padres murieron y que trabajo como modelo. Pero siento que algo me falta importante.

—¿No me recuerdas? —preguntó con tristeza fingida.

La pelirroja negó con la cabeza. ¿Qué le había sucedido? Lo que ella no sabía era que el hombre que estaba a su lado era un inmortal, un vampiro, que podía interferir en los recuerdos al borrarlos. Él eliminó todo lo que encontró de, ahora, el ex novio de la pelirroja.

—Soy tu esposo, cielo.

—¿Mi esposo?

—Te voy a explicar. Nos conocimos hace tiempo y nos enamoramos, tú me amas más que a tu propia vida. Yo soy un vampiro y me suplicaste para que te convirtiera porque me amas y quieres estar a mi lado por el resto de la eternidad.

Él le abrazó y ella sintió algo. No sabía qué era pero no le quedaba otra cosa que creerle a ese hombre.

—Entonces... ¿yo ahora soy inmortal?

—Exacto. Ahora nada nos va a separar.

Ella asintió no muy convencida. Estaba casi segura de que lo conocía de algún lado. Esos ojos verdes, sí, definitivamente lo conocía.

Él se acercó para besarla y ella se apartó. No se sentía lista para besarlo.

—¿Nadie ha preguntado por mí? ¿Cuánto tiempo he estado dormida?

—No tenías a nadie. Nadie se preocupaba por ti más que yo. Los demás piensan que estás muerta, es mejor dejarlo así —le acarició el rostro—. Has estado durmiendo por tres semanas.

Susana se volvió a acostar, poniéndose de costado. Él se puso atrás de ella y le besó el brazo.

—Arturo... —recordó la pelirroja.

—Empiezas a recordar. Déjame mostrarte cuanto te amo.

Él se había quedado enamorado de ella desde que la vio, pero eso no quitaba lo malo de sus acciones. Arturo era un vampiro egoísta, seguro de sí mismo, por eso tomo a la mujer de otro. A una mujer que ya tenía dueño.

La única falla de su poder se hallaba en que si la pelirroja se había enamorado, sus poderes no la podrían retener a su lado por mucho tiempo. Las reglas inmortales decían que un vampiro no podía convertir a una mujer que ya tenía un compromiso con otro hombre. Aún así, él lo hizo con Susana; pensando que ella no amaba de verdad a su ex.

Muy pronto pagaría por su atrevimiento...

Susana no sabía si corresponderle el beso o no. Él la seguía besando. Involuntariamente, ella lo apartó con delicadeza.

—Tengo hambre —mintió para salvarse.

—Bebe de mí.

—Pero...

—No te preocupes, soy tu esposo y debo alimentarte. Y tú debes alimentarme. Hace semanas que me conformo con mortales, pero te necesito —le susurró.

—Lo siento... —pensó en lo que él le había dicho— ¿C-cómo que te alimentaste de mortales? —preguntó horrorizada.

—Era broma —habló nervioso.

Estaba claro que él había asesinado, sólo lo había dicho para no desagradar a la pelirroja.

—¡No lo vuelvas a hacer! Si en verdad me conoces, debes saber que jamás asesinaría a una persona para alimentarme.

—Tranquila —le abrazó protectoramente—. Era broma —le repitió.

Ella se sintió aliviada, aunque no recordaba ciertas cosas, sabía que no podía enamorarse de un hombre que le quitaba la vida a los demás. Nadie tenía derecho a terminar con la vida de otra persona.

—Está bien. Es que me altera no recordar una parte de mi vida.

—Sólo tienes que saber que nosotros nos amamos.

—Sí... Quiero volver a ser de la de antes.

—Yo te voy a ayudar.

—Cuéntame sobre nosotros... —le miró ansiosa.

Él le besó en la frente y comenzó con la mentira.

—Nos conocimos en uno de tus desfiles. Fue como amor a primera vista. Te invité a salir y nos dimos cuenta de que había algo especial entre nosotros. Salimos unas veces más y aceptaste ser mi novia.

—¿Ya sabía que eras un vampiro?

—No, te lo dije un tiempo después. Tenía miedo, no quería que me alejaras de ti. Pero no te importó. Me entregaste tu inocencia.

La pelirroja se sonrojó.

—¿Yo hice eso?

—Sí, fue la mejor noche de tu vida. Eso me dijiste.

Ella se sorprendía con cada palabra de Arturo, ellos se querían mucho y ella intentaba recordar eso. Quería que él tuviera lo que merecía, su amor sincero.

:::

Esteban estaba acostado en una cama de un hospital muy lujoso. Tenía varios cables conectados a su cuerpo, monitoreando los latidos de su corazón y sus reacciones. También, las sondas lo estaban alimentando. Cristina y Julián estaban sentados en un sofá al costado de la habitación, pendientes del estado de su hijo.

El hombre ya llevaba tres semanas sin despertar. Su diagnóstico: coma alcohólico. El alcohol se había infiltrado en su sangre, causándoles algunos daños en el cerebro.

—Cristina, vamos a la cafetería. Necesitas comer algo.

—No tengo apetito.

—Tienes que comer. No queremos que Esteban te vea mal cuando despierte.

—Está bien.

Los dos se levantaron y caminaron fuera de la habitación.

—Algunas veces desearía no haberle presentado a Susana —le dijo con tristeza a su esposo.

—No digas eso, mujer. Sabes que Esteban fue muy feliz a su lado. Hasta cantaba en la ducha como un adolescente. Esa mujer le hizo mucho bien.

—Lo sé, lo siento. No debí decir eso. Estoy segura de que ella lo está cuidando desde arriba.

Esteban se quedó solo en la habitación. Sus padres se habían estado turnando con Sergio y Elvio para cuidarlos por las noches. Elvio había enviado por Mariel y, los dos se quedaban en la mansión DelValle.

Julián se había encargado de las pertenencias de Susana. En el camino, se había encontrado con Teresa Bogado, la representante de la pelirroja, ella se había quedado con todas sus cosas, incluida sus propiedades.

Esteban corría al lado de Susana. Se acercaron al lago rodeado por un claro. Él la abrazó por detrás, haciendo que ella perdiera el equilibrio. Él se acomodó y recibió el golpe de la caída, dejando a Susana encima de él.

—Hiciste trampa —se quejó.

—Hmp. Tú te caíste.

—Esteban... —le miró con ojos entrecerrados— Eres un tramposo.

El rió con libertad al ver la expresión de la pelirroja. Se la veía entre divertida y enojada. Rodó sobre ella y se levantó para ayudarla.

—Vamos a tomar un baño en el lago.

—Muy bien

Ella estaba vestida con un sencillo vestido blanco. La brisa levantaba la falda y agitaba sus cabellos. Él llevaba puesto unos jeans y una remera negra.

El viento hizo volar un botón de cerezo hasta que Esteban lo tomó. Se acercó a la pelirroja y colocó la flor en su cabello, cerca de su oreja.

—No hay nada más hermoso que tú.

—Gracias.

Se besaron lentamente y él llevó sus manos hasta el hombro de la chica y le bajó los tirantes, haciendo que su prenda cayera alrededor de sus pies descalzos. Ella se sonrojó. Llevó sus manos hasta las hebras que caían a un costado del rostro de Esteban y los apartó. Acercó su boca hasta su oreja.

—Esteban, algunas cosas no son lo que parecen. Búscame, necesito que me devuelvas la vida —le susurró lentamente.

Abrió sus ojos de golpe y trató de levantarse. Tenía cables en su nariz y en su boca. Se los arrancó y vio que estaba solo en la habitación. Reconocía el lugar, había estado en una de las habitaciones del hospital cuando Sergio había tenido un accidente en motocicleta.

Movió los dedos de sus pies y se alegró de poder sentir sus piernas. Se bajó de la cama con dificultad, ya que estaba muy alta. Tenía puesto una bata blanca que estaba atada a los costados.

Se acercó a la puerta y giró el pomo de la misma. Afuera se encontró con un pasillo blanco. Miró el dorso de su mano, estaba sangrando. Se había lastimado al quitar bruscamente el suero.

—¡Dios mío! —exclamó una enfermera al verlo levantado— ¡Señor, vuelva a la cama!

Salió corriendo para llamar al médico de guardia. Cuando lo encontró, regresó lo más rápido que pudo.

Esteban estaba sentado en el sofá, esperando a que los médicos llegaran y le dijeran donde estaba su ropa.

—Buenos días —se saludó.

—Hmp. Buenos días.

—Veo que se ha levantado.

—¿Cuánto tiempo estuve aquí?

—Tres semanas.

Levantó la vista y vio que el doctor era un hombre viejo con cabello canoso y ojos negros. Usaba lentes con cristales gruesos. Tenía una espesa barba que le cubría la mitad de la cara. Lucía como un típico médico con la bata blanca que lo hacía engordar dos tallas.

—Tres semanas... —repitió con semblante pensativo— ¿Qué fue lo que me sucedió?

—No sé si debería...

—Dígamelo. Tengo derecho a saberlo.

—Tras la muerte de su novia, se hundió en la bebida, lo que desembocó en un coma alcohólico. Su organismo no estaba listo para los litros de alcohol que ingirió.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de unos pasos acelerados que se detuvieron en el umbral. De un momento a otro, vio como su madre se abalanzaba hacia él y lo abrazaba.

—Esteban, despertaste —exclamó llorando.

—No me dejas respirar —se quejó.

Se disculpó y se apartó para mirar a su hijo a los ojos. Él se veía muy pálido.

—¿Cómo te sientes? —interrogó.

—Preferiría no haber despertado —habló con fastidio— Por lo menos cuando estaba en coma podía ver a Susana.

—No digas eso —le suplicó—. Tienes que seguir adelante. Tu familia te va a ayudar a.

—Ya no importa —apartó a su madre y se paró—. No volveré a tomar así.

—¿P-por qué hablas así?

—Porque no me importa nada más.

Julián ingresó a la habitación y se acercó a abrazar a su hijo. El médico lo revisó y al ver que no tenía nada malo, salió en compañía de Cristina para buscar un documento y darle el alta.

—Doctor, no veo muy bien a mi hijo.

—Es normal, señora. Hay diferentes formas de reaccionar al dolor. Algunos entran en depresión y deciden terminar con su vida. Otros se aíslan y tratan de reprimir el dolor. Y los demás utilizan su lado racional para superar los sucesos dolorosos.

Cristina lo observó con temor. No quería que a su hijo le sucediera nada malo. Necesitaba ver a Esteban como antes, alegre. Claro que no iba a ser tan feliz como lo era con Susana, pero quería que él se recuperara.

Esteban se vistió con su ropa y salió del hospital al lado de sus padres.

—Sergio y Elvio se van a poner felices —le dijo su madre.

—Hmp —se adelantó.

—Déjalo, Cristina. Necesita tiempo para superarlo —abrazó a su esposa por el costado.

—Eso espero, eso espero.

:::

A Susana le tomó unos días acostumbrarse a beber la sangre de Arturo. Aún así, sentía que algo le faltaba.

Él salía a encargarse de sus negocios a la mañana y la dejaba sola en la casa. Ahora ella ya no podía trabajar. Había conocido a otra inmortal, ella se encargaba de limpiar la casa y atenderla en todo lo que necesitaba.

Era una mujer de cabello negro y ojos marrones, llamada Celeste. Se habían vuelto amigas. Ella la ayudaba a saber más cosas sobre los vampiros y la acompañaba mientras su esposo estaba fuera.

—Celeste, ¿por qué no salimos a recorrer las calles? —le preguntó mientras se miraba en el espejo.

—Al señor no le gusta que usted salga.

—Lo sé, pero nunca lo hemos hecho. Por favor... Sé que estamos lejos de la ciudad. Nadie me va a reconocer en este pueblito.

—No lo sé.

—Por favor —hizo cara de perrito.

—Está bien.

—¡Gracias! —le abrazó.

—Pero debemos volver antes del atardecer —le advirtió Celeste.

La pelirroja miraba deslumbrada los paseos de las calles de la ciudad. Nunca había estado en ese lado del país, todo era nuevo en ese lugar. Con el dinero que Arturo le había dejado a Celeste, compraron algunas cosas.

—Mira esos lentes de sol—le dijo maravillada.

Entraron a la tienda y compraron lo que Susana quería. Cuando regresaron a la casa, ellas cargaban varias bolsas. Ocultaron todo en el placard de la empleada y volvieron a sus actividades dentro de la casa.

Susana se bañó y se puso lo más linda posible. Aún no entendía como le había prometido a Arturo que si la convertía, ella iba a dedicar su vida a él. Tomó un libro del estante que estaba en el despacho de su esposo y empezó a leerlo.

No podía concentrarse al pensar en la salida que había hecho. La brisa del mediodía había sido relajante. También se había dado cuenta de que tenía el control sobre sí misma. No tenía problemas al acercarse a mortales.

El peliblanco ingresó a la casa y fue directo a su habitación, a buscar a su esposa.

—Buenas noches, Arturo —le saludó con cariño.

—Susana, cada día te ves más hermosa.

Ella le dio un beso.

—No exageres... —le dijo sonrojada.

—Regresé con mucha hambre —le susurró.

—Muy bien —hizo a un lado su cabeza para que él pudiera clavar sus colmillos en su cuello.

—Esta noche quiero el paquete completo.

—Yo...

—Déjate llevar, preciosa.

Susana cerró los ojos y le correspondió el beso. Sintió algo en su interior, debía ser amor por él. Sí, después de todo era su esposo.

—Te amo —le dijo pensando en que era cierto.

:::

—Esteban, no hagas esto —le pidió por enésima vez su amigo.

El castaño lo miró con arrogancia y se acomodó bien su saco. No le importaba lo que dijera Elvio, él iba a hacer lo que se le viniera en gana.

—No te metas.

Se miró por última vez en el espejo. Se veía muy bien. En unos minutos, debía estar en una fiesta de sociedad.

—Me meto porque me interesa. Eres mi amigo.

—¿Quién dice? —le volteó para salir de la habitación.

—Sé lo que quieres hacer. Quieres alejar a los demás. ¿Piensas que a Susana le gustaría que actuaras así?

Las palabras del rubio lo hicieron detenerse. Se volteó y tomó a Elvio por el cuello de su camisa, levantándolo unos centímetros.

—No la vuelvas a nombrar —le soltó como si no valiera nada.

—Entiéndelo, volver a ser el mismo mujeriego de antes no te va a hacer bien.

—Yo puedo hacer lo que quiera. Tengo el poder y el dinero suficiente. Además, cualquier mujer cae a mis pies —decidió darle por donde le dolía—. Cuida a tu esposa, porque podría fijarme en ella —sonrió de medio lado y salió de la casa.

—Esteban... —susurró un anonadado Elvio.

El hombre se bajó de su convertible y saludó a la prensa. Estaba decidido a disfrutar de la noche. Apenas pisó el umbral del lugar, las mujeres que estaban presentes se voltearon a verle.

Así empezó a desperdiciar su vida. Por las noches su habitación se convertía en un lugar donde ingresaban mujeres desconocidas. Cada noche era una diferente, pero ninguna se comparaba con la pelirroja.

No podía olvidarla, comparaba a cada mujer con ella y ninguna le alcanzaba los talones siquiera. Se sentía solo, vacío por dentro.

:::

Susana se sentía frustrada porque algo le seguía faltando. Cada vez que Arturo la tocaba y la besaba ella se sentía vacía. ¿Qué le estaba sucediendo? Por suerte, había logrado que su esposo le dejara salir a distraerse.

Empezó a sentirse muy mal y vomitó lo que había consumido. Celeste le había ayudado a sostener su cabello mientras vomitaba. Susana se desvaneció por unos segundos y casi cayó al suelo.

—¿Qué me sucede? —se preguntó cuando llegó hasta la cama.

—Será mejor que descanses. Debe ser alguna reacción de tu cuerpo.

—Déjame sola —le pidió.

Se quedó pensando en lo que le sucedía, en lo que había sido su vida después de que despertó ese día en el mismo lugar en el que estaba.

Un pensamiento la hizo levantarse de golpe y sentarse. Automáticamente, llevó una de sus manos a su vientre.

—¿Hay alguien ahí? —preguntó con ternura.

Sintió un escalofrío que dejó toda su piel como de gallina. Y ahí lo supo, ella estaba embarazada. Tenía la certeza de que eso era lo que le sucedía.

Arturo llegó a la misma hora de la noche. Y como era costumbre, fue directo a ver a Susana. Ella estaba lista para decirle la noticia. Estaba segura de que él se alegraría mucho.

El inmortal prácticamente saltó en la cama y acercó a la pelirroja para besarla con pasión. Ella le correspondió porque estaba muy contenta por su descubrimiento. No pasó mucho para que Arturo clavara sus colmillos en el cuello de Susana, ella gimió de dolor ante la brusquedad de él.

—Arturo, detente —le pidió en un susurro.

Él no le hizo caso, así que ella colocó sus manos en su pecho y lo apartó forcejeando.

—Te dije que te detuvieras —frunció el entrecejo.

—¿Qué es lo que sucede? —preguntó con molestia.

—Tengo una buena noticia.

—¿Cuál?

—Estoy embarazada. Tengo en mi vientre a un hijo tuyo.

Arturo se quedó petrificado. Creyó que había escuchado mal, pero no fue así. ¡Lo que le decía Susana era imposible! Los inmortales convertidos así no podían tener descendencia. Ni siquiera él era descendiente de sangre pura.

—Es i-imposible.

—Estoy segura —acarició su vientre.

—Los... los —se aclaró la garganta ya que su voz se había agudizado debido a la sorpresa— los inmortales no pueden tener hijos.

—Lo sé. Pero tú y yo hemos estado juntos antes de que me convirtieras ¿no?

—Es cierto. Es mi hijo —mintió con descaro.

Ella lo miró extrañada.

—Se supone que deberías estar contento... No entiendo, es un hijo tuyo y estás así...

—Estoy contento —dijo automáticamente—. Es sólo que no me esperaba esto.

Susana se acercó y le besó. Necesitaba que él la apoyara y no estaba lográndolo. Había imaginado tantas reacciones positivas y al final la que obtuvo la desconcertó. Por su parte, Arturo estaba furioso por dentro. Jamás se habría imaginado que Susana podría estar embarazada. Y ahora, ella le decía que ese hijo era suyo, siendo que no era cierto.

Pero ella no lo sabía. No sabía que el hijo que esperaba era de su ex novio, Esteban DelValle.

—¿Entonces sabes más o menos cuantos meses de embarazo tengo?

—¿Cómo podría saberlo? —inquirió con desagrado, imaginando a la pelirroja en los brazos de su ex.

—No lo sé. Debimos sentir algo especial cuando lo concebimos...

—Tengo cosas que hacer. Descansa —la ignoró y salió de la habitación.

Ella se recostó en la cama. Algo tenía en garganta, una angustia que no sabía a qué se debía. Se preguntó si alguna persona del mundo estaba mirando el techo en el mismo instante que ella.

Arturo caminaba molesto por el pasillo del lado de servicio. Estaba furioso, no podía deshacerse del bebé. A menos que lo hiciera ver como un accidente. Pero, por el momento, no podía hacer nada. El cuerpo de una mujer vampiro estaba diseñado para proteger a toda costa a su hijo.

Se detuvo frente a la habitación de la pelirroja y abrió la puerta. Celeste miró sorprendida hacia la puerta de su habitación.

—Arturo, ¿necesitas algo?

—Ella está embarazada —dijo entrando y cerrando la puerta.

Aunque Celeste era una empleada, su habitación era lujosa. Tenía una enorme cama y muchos muebles. Era su pequeño hogar.

—Y el hijo no es tuyo —afirmó ella.

Él sólo se acercó a ella.

—Esta noche voy a estar contigo.

—No, ya hablamos de esto. No voy a estar contigo aquí. No quiero correr el riesgo de que Susana nos descubra.

—¡Aquí se hace lo que yo digo!

Ella no pudo decir nada. Hace unos siglos él la había salvado de morir, no convirtiéndola, sino ayudándole a vencer a un vampiro muy poderoso que la quería para él. Desde ese día su relación había iniciado. Hasta que Arturo encontró a Susana y Celeste se hizo a un lado con gusto.

No le gustaba sentirse utilizada y sabía que era eso mismo lo que estaba sintiendo Susana, por eso la ayudaba a salir cuando Arturo no estaba en casa. La pelirroja no le había pedido nada a Arturo, pero ella sí. Tuvo que someterse a él para sobrevivir.

—Arturo... no debes hacer esto con Susana. Ella sólo vive para ti —le dijo mientras él le besaba.

—¡Cállate! No me hables de ella. No quiero recordar al bastardo que lleva en el vientre.

—Pero... , ella no tiene la culpa. Tú le quitaste su vida.

—¡Te dije que te callarás! —le dio una bofetada en la cara.

La mujer se aguantó las ganas de llorar. Él era muy violento con ella. Se propuso soportar una noche más a sus "cuidados" y luego buscar la forma de ayudar a Susana. Si ella estaba embarazada, tenía que alejarse de Arturo para poder salvar a su hijo.

:::

—Vamos, Celeste —insistió.

—No creo que sea correcto.

—Dale—le pidió—. Arturo ya me deja salir al pueblo. ¿Qué te cuesta acompañarme hasta la capital?

—Susana, no es correcto.

—Por favor, antes no se dio cuenta. Me siento mal estando encerrada. Necesito respirar aire de la ciudad, estoy embarazada, ¿recuerdas?

—Está bien.

—¡Nos vamos a divertir !—exclamó la pelirroja.

Todo estaba como ella lo recordaba. De pronto, vio un anuncio en una de las tiendas. Se convenció de que no la iban a reconocer, tenía unos lentes de sol grandes y una pañoleta en la cabeza. La mujer que estaba en la propaganda era ella, pero no estaba sola.

Se sonrojó al ver que había un hombre encima. Estaban en una escena tan íntima que ella no supo cómo pudo haber hecho las fotos. Celeste estaba viendo algunos bolsos mientras la pelirroja miraba embelesada las imágenes donde ella era la protagonista.

Un hombre la rozó por el costado y se acercó a una de las mujeres que atendía ahí.

—Denme una botella de Channel —le pidió sin una pizca de amabilidad.

—¡Oh, señor DelValle! Mis condolencias. Déjeme decirle que me alegra que se haya recuperado y que lamento mucho la muerte de su novia. Las imágenes de esta campaña —señaló la propaganda que estaba frente a la pelirroja— demuestran que ustedes tenían una conexión especial.

Susana miró a su costado para ver con quién hablaba la mujer de la tienda. Se quedó petrificada al ver que era el hombre de la propaganda, tal y como lo había dicho la mujer.

—¿Ella era su novia? —disfrazó su voz.

El castaño no le respondió, permaneció indiferente ante su curiosidad.

—Quiero la fragancia Innocense —la ignoró.

—Enseguida.

La pelirroja salió apresurada de ahí. Su corazón latió desesperado cuando observó bien el rostro de ese hombre. Tenía un rostro muy atractivo. Su piel era trigueña y su cabello era claro. Era alto y delgado.

—Disculpe, señora —le detuvo a uno de los transeúntes.

—Dime, niña.

—¿Podría decirme cómo se llama el hombre de la campaña de Channel?

—¿El que está con la chica pelirroja?

Ella asintió con una sonrisa.

—Él se llama Esteban DelValle y, aunque no me lo hallas preguntado, la mujer se llamaba Susana Moreno. Formaban una linda pareja ¿cierto?

—No lo sé.

—Pues a todos nos gustaba verlos juntos. Ellos se amaban. Lástima que Susana sufrió un accidente y murió. Desde ese momento Esteban no volvió a ser el mismo.

—Muchas gracias.

—Fue un placer, niña.

Las personas que caminaban por la acera la esquivaban ya que ella estaba paralizada en su lugar. ¿Por qué las demás personas pensaban que ella había sido la novia de Esteban? Esteban... ese nombre en su boca al susurrarlo le produjo un escalofrío.

Buscó rápidamente a Celeste y regresaron a la casa. Se encerró en su habitación y lloró de desconcierto. Lloró porque no podía recordar. Eso la desesperaba.

Esa noche, Arturo regresó y volvió a tomarla. Él ni siquiera se preocupó en la expresión de confusión de su esposa. Sólo le importó poseerla.

—Susana, voy a viajar por unas semanas.

—¿Cuántas? —se levantó y se cubrió con las sábanas.

—No estoy seguro, creo que dos. Tengo que arreglar unos asuntos para que podamos irnos a otro país. Ahí vamos a poder salir libremente.

Ella se volteó y fingió una sonrisa. Iba a probarle a Arturo.

—Recordé una cosa. Me gustaban mucho los perfumes, creo que iba a hacer una campaña. ¿Qué pasó con eso?

—Es simple, después te arrepentiste. Dijiste que no ibas a desnudarte frente a otro hombre que no fuera yo.

—Entiendo. ¿Cuándo sales?

—Dentro de unas horas.

—Tomaré un baño y te ayudaré.

Se alegró al ver que él no objetó nada. No quería que Arturo la volviera a tocar antes de aclarar las cosas. ¿Por qué le había mentido? Tenía que pensar bien en lo que iba a hacer. Ahora que él se iría, iba a aprovechar para buscar a ese tal Esteban y averiguar la verdad.

—Te voy a extrañar, preciosa —le besó.

—Yo también.

—Celeste te enseñará a cazar animales.

—Muy bien.

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Hola de nuevo 😊 espero que les esté gustando la.

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