Capítulo 1
Cinco años después...
Selena se encontraba sentada, en el pequeño parque infantil, que se encontraba cerca del lugar donde ahora vivía, lejos de Nueva York. Ahora vivía en una pequeña localidad de San Francisco, donde muy pocos la conocían realmente. Allí veía a Nicole jugar entre los niños que iban con sus padres aquella mañana. Su sonrisa le alegraba el día, como siempre lo hacía.
Cerró los ojos sólo por un momento. Y recordó aquella primera vez en que la vio sonreír. Había sido aquel momento, cuando había llegado allí, sin saber, si podía ser capaz de hacer lo correcto. Estaba tan aterrada, porque se sentía incapaz de poder ponerla a salvo. Ella no sabía nada sobre bebés. Sin embargo, al ver su primera sonrisa, mientras le miraba a los ojos, se derrumbó todos esos miedos.
— ¿Puedo sentarme a su lado? — le preguntó un hombre joven, de buena apariencia física, de ojos verdes y cabellera castaña, al ver que no había nadie más en aquel banco, como en los otros que se encontraban allí.
— Sí... Es un área libre. —dijo cortésmente, sin mostrarse tan amable.
Desde que había adoptado aquella idea en su vida, de que era la única que podía poner a salvo a Nicole, en frente de un desconocido, prefería verse así: Poco sociable. Era consciente que Nicole aún seguía en peligro. Y que su deber era protegerla.
—Mami... — dijo al correr hacía mí.
— Dime, princesa...
— ¡Quiero comer helado!
Sonrió haciéndole la sorprendida. Había tardado mucho en pedirle un helado.
— Vamos...
Tomó sus manitos y se alejó de aquel lugar, sin percatarse de que aquel hombre seguía observándolas.
— Has estado haciendo un buen trabajo...— susurró al colocar sus manos en su quijada, como si pensara.
Segundo después se puso de pie y se marchó por un camino opuesto al que Selena y Nicole iban. Sin embargo, ese no iba a ser su primer y único encuentro. Él había regresado a San Francisco, a pesar de desear mantenerse en el anonimato. Necesitaba protegerle de nuevo, cuando de pronto, había descubierto una nueva pista que le hacía ver aquel peligro que de nuevo se ponía en sus vidas.
Y se odiaba por eso, porque durante ese tiempo, aún no había encontrado el nombre de los culpables que habían acabado con la vida de su buen amigo y el de su esposa.
— ¿Te has divertido?— le preguntó Selena a Nicole.
— Sí... Mucho...
Días como ese, Selena deseaba que su amiga estuviese viva y pudiera ser ella quién viviera esa hermosa experiencia de ver crecer a Nicole.
— ¿Sucede algo mamá? ¿Por qué lloras?
— No estoy llorando...— mintió—. Simplemente me ha caído una basurita en los ojos.
— Hmmm...— tomó su mano derecha con más fuerza.
— ¿De qué quieres tu helado?— cambió el tema de inmediato, para que no se percatara de que le mentía—. Yo querré el mío de mantecado con chocolate.
— Yo querré el mío de fresa con mucho chocolate.
— Nicole... ¿Y crees que te lo podrás comer todo?
— Sí...— sonrió con picardía, con un gesto que le recordaba tanto a su madre.
Entraron a aquella heladería y la dejó pedir su helado favorito como ella lo quería. No porque la tuviese consentida, sino porque realmente se lo merecía. Ella era una niña que no le había dado dolores de cabeza. Y le hacía sentir orgullosa de ella.
Quizás, porque en parte, ella era también huérfana como Nicole.
Lejos de allí, Albert se había subido a su automóvil y se dirigía a su nueva propiedad. A aquella que había adquirido en esos días, mientras se ocupaba en observarla de lejos. Sabía que no le recordaba. Sabía que en su ignorancia, Selena desconocía quién había sido la persona que les había salvado la vida ese día tan trágico.
— Has estado haciendo un buen trabajo... Sin embargo, ahora debo ser tu sombra. Temo que alguien haya encontrado la pista de que ustedes estén aquí. En San Francisco.— suspiró sintiéndose culpable.
Él había cometido un inmenso error. El peor de todo, después de todo ese tiempo en que había mantenido oculto aquel secreto. No había podido contenerse al ver a la madre de su amigo tan destrozada, llorando en aquella tumba de su buen amigo. Él había terminado de confesarle que su nieta seguía con vida y a salvo. Y debía permanecer así, hasta conseguir a los culpables. Le había pedido jurarle que no diría nada. Y ella se lo había jurado, pero por lo visto, aquella mujer confiaba en alguien más.
Y aquello había puesto de nuevo en peligro sus vidas.
Albert ahora se culpaba por ello. Sabía que había sido el peor error que había cometido. Y no se perdonaba. Aquella información se había infiltrado entre el círculo de aquella familia. Y cualquiera allí, podía ser culpable, porque entre ellos también habían otros policías y hombres que tenían poder y posiblemente secretos que había descubierto Derek. Pero, ¿a quién se lo había dicho aquella mujer?
Cuando llegó a su propiedad, se encerró en su habitación. Y se acostó en su cama. Al menos, había puesto en resguardo la integridad de aquella pequeña niña, al no decir en dónde se encontraba.
Pero, sabía que quién quería destruir a aquella familia, acabaría con la heredera legítima.
Y una pista había podido llevar a otra. Y ahora ambas estar de nuevo en peligro.
— Jure que salvaría a tu familia. — miró al techo— Y es lo que haré... Hasta que todas las piezas encajen...
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Hola, gracias por darle una oportunidad también a esta serie. Espero que les guste este capítulo. Saludos :)