Charles tose, con las palmas de sus manos fuertemente aferradas a su boca, intentando acallar los sonidos grotescos.
Cuando las retira, una pequeña mancha, aunque más grande que la de la semana pasada, tiñe sus manos.
El las mira horrorizado, mientras intenta retener la lágrimas que se aglomeran en sus ojos.
Respira profundo para calmarse. Debe ir a recibir a Erik, que vuelve, después de un mes, de una misión con los Vengadores.
Acaricia su vientre de ya casi cuatro meses, redondo y que pronto ya ni siquiera la ropa amplia cubrirá.
Cuando logra tranquilizarse, cruza el humbral de la puerta, con una sonrisa de apariencia dulce que le sabe amargo al hombre de cabellos rizados que se encuentra escondido tras la pared del estudio.
Los cables que había estado conectado cuando Charles entró como una tormenta a la estancia, cuelgan inertes.