Cuando mi padre entró a la habitación yo estaba hecha un mar de lágrimas, con las manos temblorosas y hecha un ovillo en el suelo.
- Madre mía Jess ¿Qué sucedió? –Dijo entrando en pánico.
- Papá –Sollocé lanzándome a sus brazos.
- Jess por favor cariño dime ¿Qué sucede? –Insistió acariciando mi cabello– Tengo información sobre Frank.
- Yo también –Intenté tranquilizarme un poco.
- ¿Qué sabes? –Sonó preocupado.
- Está en un hospital en esta ciudad –Solté.
- ¿Cómo lo sabes?
- Me ha llamado Delilah, se disculpó por desaparecer y me dijo que no sabía cómo decírmelo –Mi padre me abrazó fuerte.
- Me han dicho lo mismo, que ha estado un poco enfermo...
- Perdón papá, me sentí fatal cuando me lo dijo, yo no sabía que estuviera enfermo –Besó mi cabeza.
- Mañana mismo iremos donde él –Intentó tranquilizarme.
- ¿Crees que esté bien?
- ¿Ella no te ha dicho nada más?
- No, sólo eso y luego colgó –Me acerqué a su cuello.
- Debe estar bien entonces, quizá ha sido algo no tan grave –Besó mi cabeza y nos quedamos en silencio.
Esa noche no pude conciliar el sueño, no dejaba de pensar en Frank, me preguntaba por qué estaba en un hospital y también tenía miedo de hablar con él, de enfrentarnos una vez más.
- No dormiste ¿Cierto? –Preguntó mi padre cuando íbamos en el auto que nos llevaría al hospital.
- No –Confesé.
- No puedes hacer eso Jess, recuerda que en nada es tu cirugía –Asentí.
Llegamos al lugar y yo tomé fuertemente a mi padre por el brazo, estaba en extremo nerviosa, no sabía ni siquiera como iba a comenzar.
- Adelante, tiene poco tiempo –Me guio, supuse, una enfermera.
- ¿Hola? –Solté cuando estuve en aquella habitación y la mujer cerró la puerta tras de sí.
- Hola –Entré en pánico nada más oír su voz, intenté encontrar la camilla, pero choqué con algo –Es un mueble –Dijo tranquilo.
- Lo... Lo siento, soy muy torpe –Dije sin moverme más.
- Dame un minuto –Escuché que se movió un poco– Aquí –Electricidad recorrió mi cuerpo cuando sentí su mano tocar la mía– Siéntate –Tanteé un sofá más grande de lo normal para un cuarto de hospital.
- ¿Cómo estás? –Giré mi cuerpo en la dirección que creí estaba y choqué con su cuerpo.
- Me sentaré aquí –Dijo, y me moví un poco en dirección contraria para no incomodarlo– Y estoy bien –No sabía si creerle.
- Me asusté mucho cuando supe que estabas hospitalizado.
- Son bobadas –Le restó importancia a la razón de estar ahí– Ha sido una intoxicación, pero todo está bien ahora, espero salir mañana.
- Te llamé...
- Me lo dijo ayer, dime ¿Cómo estás tú? Supe que te van a operar, me alegra –Sonaba distante, extraño.
- Sí, en 2 días me operan... Frank...
- ¿Sí?
- Perdón –Busqué su mano, sin éxito.
- ¿Qué te han dicho? ¿Tienes probabilidades altas de éxito? –Ignoró mi disculpa.
- No son muy altas, pero quiero intentarlo –Me sentí fatal cuando ignoró mi perdón y se notó enseguida.
- Seguramente irá bien, son un gran equipo, trabajé con ellos durante un tiempo y supe de tu caso, pero tuve que ausentarme luego y ahora ya tienen un remplazo –Se removió sobre el sillón.
- Frank –Delilah apareció de la nada– Se supone que debes estar recostado, por Dios, te desconectaste la intravenosa –Parecía molesta.
- Estoy bien –Soltó él serio.
- No, no estás... Por Dios –Dijo exasperada.
- Dame un minuto más ¿De acuerdo? –Pidió Frank.
- Regreso después –Escuché sus tacones alejarse.
- Creo que debes irte –Dijo unos segundos después de que el sonido de los pasos de Delilah se apagara.
- Lamento haberte molestado –Me sentía terrible, tenía muchas ganas de llorar.
- No, no, no es eso, es que... Creo que me dieron el alta, Delilah traía unos documentos en la mano...
- Frank –Mi mano atinó justo a su rostro y sentí la humedad de las lágrimas, no fui capaz de contener más las mías.
- Perdón –Susurró pegando su frente a la mía, mientras sus manos rodeaban mi rostro– Perdón –Repitió– Eres tan joven, no deberías estar pasando por esto, eras tan pequeña y con un futuro tan brillante, no debiste perder así tu destino.
- No tengo nada que perdonarte, Frank, sé que cuando pasó todo yo fui muy injusta contigo, te cargué de culpas que no eran tuyas, tal vez eran nuestras, pero yo las dejé a tu espalda en un intento estúpido de liberarme. Perdóname tú a mí –Besó mi frente, luego mi nariz y nuestros labios se unieron en el más delicado de los besos.
- Espero, con toda el alma, que la operación salga bien y puedas recuperar tu vida –Susurró sobre mis labios.
- No sé qué tan tonta parezca la pregunta después de tanto tiempo ¿Te quedarás? –Con sus pulgares limpió mis lágrimas.
- No, tú y yo nunca fuimos el uno para el otro –Me quedé en silencio– ¿Sabes? No quiero sonar tan crudo pero fuimos un error en la vida del otro Jessica...
- Disculpen la interrupción, Frank por favor necito hacer el ultrasonido –Una voz masculina nos interrumpió –Señorita, por favor.
- No ve –Dijo Frank.
- Oh, lo siento, entonces llamaré a alguien para que la acompañe fuera.
- ¿Qué ultrasonido?
- Es que esta habitación la usan para eso y hay una mujer embarazada fuera, creo que me van a mover, no había habitaciones libres –Habló rápidamente, como cuando mentía, pero le creí.
- ¿Entonces tú y yo?
- Perdona que te lo diga ahora, te deseo lo mejor del mundo –Creí que era mi imaginación, su voz sonaba un poco ahogada– Pero lo correcto para no hacernos más daño es que te vayas y no me busques más, no me llames porque no estaré y no vuelvas aquí, mañana mismo me voy del país. Gracias por liberar mi consciencia, sé que serás muy feliz –Mientras hablaba me obligaba a levantarme, escuché que abrió la puerta y me ayudo a salir– Fuiste el mejor error de mi vida –Susurró antes de cerrar la puerta y dejarme varada en la oscuridad.
No pude contener el llanto, era decepcionante que todos esos años de espera se redujeran a ese triste encuentro en el que me llamó error y me pidió no volver a saber de mí jamás. Yo aún lo amaba y no me permitió siquiera decírselo, decirle que para mí nada era error y que quería quedarme a su lado.
- La llevo fuera –Una mano tomó mi brazo y yo me enajené en mis pensamientos, no me interesaba nada más, esa mujer me iba arrastrando como paquetería y simplemente la seguí.
- ¿Listo? –Preguntó mi padre.
- Lo siento mucho –Soltó la mujer y pensé que se refería a mis lágrimas.
- ¿Jess todo bien?
- Por lo menos nos disculpamos –Dije, permitiendo que me arropara en sus brazos.
- Disculpe, un segundo –Creí escuchar la voz de Delilah y luego mi padre se alejó de mí, a tientas llegué a un pequeño sofá.
- ¿Qué fue eso? –Pregunté cuando lo sentí volver.
- Me confundieron con el familiar de alguien –Dijo como si nada– Debemos irnos, quiero llevarte a comer y debes descansar para el martes.
Mi apetito desapareció, pero mi padre no descansó hasta que comí algo, regresamos al hotel, me sentía demasiado dolida por la reacción de Frank, mi primer instinto me llevó a pensar que él nunca me había amado, que había jugado con los sentimientos de una chiquilla y que en el fondo le había importado poco. Cuando mis ánimos se calmaron, me di cuenta de que por lo menos había aliviado mi consciencia, debía ser más madura que eso, debía hacer lo que había dicho mi padre, seguir mi vida.
En nada se llegó el día en que me internarían para la cirugía, estaba en extremo nerviosa, no sabía cómo terminaría aquello, el día anterior me pase el tiempo llamando a mis amigos y a mi hermano, estaba un poco paranoica acerca de morir y deseaba saber de todos antes de entrar a quirófano.
En cuanto estuve en la camilla y el enfermero me avisó que estaba dentro del quirófano los miedos dejaron de ser el sólo abrir los ojos y que todo siguiera negro o el no volver a abrirlos, pronto comencé a pensar en qué sucedería si despertaba a media cirugía o si la anestesia no era tan fuerte como para que no sintiera absolutamente nada, el anestesiólogo siguió el proceso que debía y yo creí que nunca me quedaría dormida, lo último que recuerdo es la voz del médico preguntando si me gustaba la música de The Beatles.
No mentiré, no tengo idea de cuánto tiempo estuvimos ahí dentro, ni mucho menos cuánto tardé en despertar.
- No te muevas –Indicó una enfermera cuando comencé a despertar.
- ¿Qué tengo aquí? –Intenté de inmediato llevarme las manos a la cara, me dolía la cabeza levemente.
- No te toques –Regañó– Son unos protectores, la luz podría dañarte si te entra de golpe –Explicó más tranquila.
- ¿Cuándo me los quitan? –Claro que estaba ansiosa.
- Pronto –Rio, pero no burlándose– Ya llamé al doctor.
Esperé unos minutos y el doctor entró bastante contento, iba cantando algo.
- ¿Sientes mucho dolor?
- No, sólo algo molesto –Sentí que toco mi cabeza un poco.
- Bueno, los medicamentos están bien entonces –No supe si me lo decía a mí o a la enfermera.
- ¿Ya puedo ver?
- Claro, permite que llegué mi equipo, ha sido trabajo de todos –Parecía tan alentado que yo estaba desesperada, estaba segura de que volvería a ver en es preciso instante.
Escuché indicaciones sobre cerrar persianas y colocar algo sobre los focos, estaba demasiado ansiosa.
- Aquí vamos –Dijo y enseguida sentí que manipulaba algo sobre mi rostro.
Un par de giros a las vendas, deshacerse de los protectores que estaban en contacto directo con mis ojos.
- Bien, ábrelos, lentamente, no te apresures –Su voz seguía pareciendo segura.
- Dios –Solté.