Aullidos, flama y un corazón.

By JDGiroh

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SOLO +18!!!! Algunas escenas son EXPLICITAS y contienen LENGUAJE ADULTO. #Primer lugar Mostlettersawards. #S... More

Prólogo
Capítulo 1: Ciudad Pacífico. Caro
Capítulo 2: Ciudad Pacífico. Yuri.
Capítulo 3: Ciudad Pacífico. Ryan.
Capítulo 4: Ciudad Pacífico. Caro.
Capítulo 5: Mosquitos.
Capítulo 6: El Delert Mort. Yuri.
Capítulo 7: El Delert Mort. Ryan.
Capítulo 8: El Delert Mort. Caro.
Capítulo 9: Diamantes.
Capítulo 10: La Carta. Yuri.
Capítulo 11: La Carta. Caro.
Capítulo 12: La Carta. Yuri.
Capítulo 13: VIP.
Capítulo 14: El Muro Impenetrable. Ryan.
Capítulo 15: El Muro Impenetrable. Caro.
Capítulo 16: El Muro Impenetrable. Yuri.
Capítulo 17: El Muro Impenetrable. Ryan.
Capítulo 18: El Muro Impenetrable. Caro.
Capítulo 19: Cadenas.
Capítulo 20: La Sanguijuela. Yuri.
Capítulo 21: La Sanguijuela. Ryan.
Capítulo 22: La Sustancia.
Capítulo 23: La Habitación Blanca. Caro.
Capítulo 24: La Habitación Blanca. Yuri.
Capítulo 25: La Habitación Blanca. Ryan.
Capítulo 26: La Habitación Blanca. Caro.
Capítulo 27: KIE129.
Capítulo 28: La Fábrica Abandonada. Yuri.
Capítulo 29: La Fábrica Abandonada. Caro.
Capítulo 30: La Fábrica Abandonada. Ryan.
Capítulo 31: La Fábrica Abandonada. Yuri.
Capítulo 32: El Capullo del Polen Muerto.
Capítulo 33: Los Xonors. Caro.
Capítulo 34: Los Xonors. Ryan.
Capítulo 35: Los Xonors. Caro.
Capítulo 36: Apocalipsis Apocalíptico.
Capítulo 37: La Guarida de la Bruja. Yuri.
Capítulo 39: La Guarida de la Bruja. Yuri.
Capítulo 40: La Guarida de la Bruja. Ryan.
Capítulo 41: La Guarida de la Bruja. Yuri.
Capítulo 42: La Guarida de la Bruja. Ryan.
Capítulo 43: La Guarida de la Bruja. Yuri.
Capítulo 44: La Guarida de la Bruja. Ryan.
Capítulo 45: La Guarida de la Bruja. Yuri.
Capítulo 46: Las Calaveras del Olvido.
Capítulo 47: El Tercer Lugar Secreto. Caro.
Capítulo 48: El Tercer Lugar Secreto. Yuri.
Capítulo 49: El Tercer Lugar Secreto. Ryan.
Capítulo 50: El Tercer Lugar Secreto. Caro.
Capítulo 51: Cristal.
Capítulo 52: El Final. Yuri.
Capítulo 53: El Final. Ryan.
Capítulo 54: El Final. Caro.
Epílogo.

Capítulo 38: La Guarida de la Bruja. Ryan.

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By JDGiroh

<<Ya falta poco... ―suspiró―. Jey, te extraño tanto.>>

Esa mañana, en la calle Las Reinas, oculto tras un árbol, Ryan estaba espiando la guarida de la bruja previo al combate que se avecinaba por la noche. Con la frente arrugada, sin despegar los ojos de aquella torre lujosa, aspiró el aire profundamente y seleccionó de entre miles de olores, una mezcla de pis de gato, piel de sapo y excremento de pájaro. Efectivamente el mito vivía allí todavía.

<<¡Ya me encargaré de ti y tu espíritu, maldita!>>, juró.

Luego se acercó al muro invisible con pasos cautelosos y extendió un dedo índice hacia adelante. Recibió una pequeña descarga. Gruñó furioso por el dolor y por corroborar que ese muro seguía en pie; no obstante, pronto tendría la forma de derrumbarlo como si tuviese un poderoso ariete. Por la noche, vendría por la hechicera y al fin tendría la segunda sangre. Estaría cada vez más cerca de ser un uganor y destrozar a las palomas de mierda, principalmente a Dultarión. Detestaba tanto a estos seres, más que a todos los demás mitos juntos. Sabía que había una especie de cruzada de las palomas para exterminar a todos los demás mitos; pero a él no le interesaba participar en esa guerra y tomar partido por ningún clan. Ni siquiera por los suyos, eso si quedaba con vida alguno.

Con las manos en los bolsillos, se dirigió a la estación del subterráneo. A mitad de camino, pasó por la puerta de CinePacific. Incluso desde la vereda, pudo percibir el olor a pochoclo. Con curiosidad, el demonio vio los afiches de las películas que estaban en cartel: una nueva versión de "El diario de Anna Frank", una película romántica llamada "Luz de medianoche", y dos filmes animados para niños que trataban sobre animales del bosque y gatos parlantes. Pero la que le llamó la atención era una llamada "Abismo". Por el colorido afiche, advirtió que se trataba de un viaje en submarino a las zonas más profundas de la Tierra y que obviamente despertaría siniestros seres como calamares y tiburones gigantes. Sonrió y se colmó de entusiasmo. Hacía mucho que no iba al cine. Hasta podría invitar... pero tras un chasquido de su lengua, se marchó de allí con pasos rápidos y la frente arrugada.

Viajó en subterráneo. Descendió del vagón ni bien se abrieron las puertas y salió del andén junto a la marea de personas rumbo a las escaleras mecánicas, todos apresurados por llegar quizás a sus hogares o a sus trabajos.

<<Trabajos...>>, caviló.

Y entonces, ansioso, en lugar de salir de la estación, se quedó en la zona de las boleterías y comenzó a mirar a su alrededor, atento a las escaleras mecánicas que provenían de los andenes. Incluso, buscó con la vista algún puesto de flores o chocolates; es que para un puenteño, regalarle algo a una mujer era una forma de hacer visible su interés, y si su obsequio era aceptado o no, sabría si era correspondido.

<<Carolina de las preguntas...>>, pensó.

Pero entonces, chasqueó la lengua y gruñó molesto consigo mismo. No debía hablarle. Él era un monstruo. Pero esta vez, la tentación de hablar con Caro era más poderosa, por más que solo fuera de empleos y la crisis económica.

<<Soy un monstruo, ¿cómo puedo pretender...?>>, se castigó.

Pero entonces, otro tren llegó a la estación. Ansioso y con los ojos en redondo, Ryan pudo oír y oler a la multitud de personas que subía por las escaleras mecánicas, empujándose irrespetuosamente. Y, con una sonrisa, pudo percibir ese delicioso aroma a manzanas verdes. Se asomó apenas a una baranda y oteó hacia el andén. Ella estaba allí, aferrando su mochila y con los auriculares en su oreja. Seguramente estaba escuchando Evanescence o Bon Jovi.

<<Es tan encantadora...>>, pensó.

Ella aún no lo había visto ya que observaba sus pies con detenimiento. Así que el mito tranquilamente podría irse y olvidar ese asunto; pero la atracción era muy fuerte. Le estaba costando resistirse.

<<Bien, prometo que solo la saludaré para ver si está bien y luego, me iré por otro lado. No voy a ponerme a charlar con ella...>>, se dijo.

Tragó saliva y nervioso como pocas veces en su vida, se acercó a la escalera mecánica que vomitaba personas, una tras otra. Al bajar del último escalón, ella lo vio, sonrió y de inmediato se quitó los auriculares.

Más tarde, ya en su departamento, Ryan, con los ojos hinchados, estaba tirado en el suelo del baño. Sin poder evitarlo, venían a su mente escenas de todo lo sucedido un rato antes:

Al saludarla, rozó apenas sus enormes senos, hasta pudo sentir la punta de sus pezones, y una ola de excitación recorrió su cuerpo hasta llegar a la cabeza de su miembro. Así que tuvo que hacer esfuerzos por pensar en otra cosa...

Mientras caminaban, él con las manos en los bolsillos, Ryan tenía unos deseos enormes de rodearle los hombros a la preguntona con uno de sus largos brazos, pero no tuvo el valor. De vez en cuando, le dirigía miradas furtivas y no podía dejar de admirar su belleza. A él nunca fue de gustarle las mujeres huesudas y famélicas de las revista de modas. Le gustaba tanto verla sonreír. Y, preocupado, comenzó a experimentar explosiones en sus entrañas.

Cuando la joven le habló de sus vecinos del pueblo, Ryan se la imaginó creciendo junto a otros niños de su edad. Con ira que iba en aumento, no evitar pensar en Caro y su vecino escondidos en algún rincón de la casa. Se la imaginó a ella, sonrojada y asustada, arrinconada contra la pared, mientras su vecino, con maños roñosas de barro, se aprestaba a quitarle la blusa... Pero entonces, con un leve gruñido, Ryan dejó imaginarse todo aquello. Nadie había poseído aún a Carolina preguntona.

<<Seré yo el que lo haga. Hundiré mi rostro en...>>, fantaseó.

Y advirtió que el volcán de culpa comenzó a concentrar su lava dentro de él, hasta podía imaginarse esa sustancia roja y burbujeante...

Ryan iba a pedirle que lo acompañara a ver "Abismo". Lo que sería una cita, la primera después de... Así que el fuego fue aún más insoportable. En cualquier momento, vomitaría una gran llamarada de fuego. Muy asustado y turbado, Ryan tragó saliva y, con el rostro bañado en sudor, decidió que era mejor dejar el tema del cine. Incluso debía apartarse de su vecina. Y para su alivio, vio que ya estaban frente al edificio. Era su oportunidad de escaparse sin lastimar a la joven. Pero es que le gustaría tanto seguir conversando con ella. Se le ocurrió que lo mejor sería por celular mediante mensajes de texto. El problema era que no se atrevía a pedírselo abiertamente. Y de solo pensarlo, la lava aumentó su hervor. Hasta podía sentir el temblor en su estómago. No quería que ella advirtiera su padecimiento. Solo necesitaba aguantar un poco más.

Cuando ella agendó su número, la hoguera aumentó, como si la culpa agregase leña y combustible. Así que más preocupado que antes, tragó saliva y se secó el sudor de la cara con su muñequera. Y entonces, con los ojos abiertos del horror, Ryan casi vomitó una llamarada; pero se contuvo a tiempo, fingió toser y se tapó la boca con un puño. Hizo todo lo posible por contener el fuego. Lo logró pero desesperado comprendió que debía alejarse lo antes posible. No sabía hasta cuándo podría controlarse. Con desesperación, el demonio advirtió que debía huir o podría calcinar a su vecina en cualquier momento...

Ryan escapó y subió a toda prisa las escaleras, con tanta zozobra que resbaló en un escalón y a poco estuvo de caer rodado; pero logró aferrarse del pasamanos. Con temor en los ojos, miró hacia atrás por sobre sus hombros, y constató que, por fortuna, la vecina no lo había visto. No quería que acudiera a él para ayudarlo.

Ni bien entró en su departamento, con las mejillas hinchadas como si contuviera un vómito, Ryan cerró de un portazo y corrió hacia la ventana, trastabilló; pero se levantó de un saltó. Quitó la cortina y, con varias arcadas, intentó expeler todo ese fuego poderoso. Sin embargo, el volcán seguía hirviendo en sus entrañas. Ryan jadeó, tosió y se tomó el vientre con los dedos como garras. Pero no pudo expeler su ardiente poder. Así que desesperado, se golpeó ruidosamente la frente contra el marco de la ventana y mientras un hilo de sangre caía sobre su nariz, se dejó caer al suelo y se puso a llorar desconsolado. Luego, con el rostro surcado de sangre y lágrimas, vio la foto sobre su repisa de luz.

<<Jey, Jey lo siento tanto ―se lamentó―. ¿Cómo pude hacerte esto?>>

Así que se aplicó el cilicio en el brazo a máxima potencia, fue como la mordida de un tiburón.

<<¡Me lo merezco!>>, se dijo.

En ese instante, el Hada apareció en su mente:

―Por favor, no sigas castigándote. Solo toma una pequeña dosis y todo estará bien. Te lo juro.

<<¡Fuera! ¡FUERA!>>, enfureció.

Ryan descargó toda su furia en ese ser maligno. El hada azul desapareció sin decir ninguna palabra más.

De pronto, su celular vibró en su bolsillo y emitió una melodía: "Help" de los Beatles. Con un sobresalto, Ryan tomó su celular y, con los ojos abiertos, advirtió que tenía efectivamente un mensaje nuevo. Sin perder tiempo, con dedos torpes, lo abrió y leyó con avidez, como si cada palabra endulzara sus ojos color café. La preguntona vecina le enviaba el número de la administradora. Sin embargo, poco le interesaba ese contacto, ni se molestó en agendarlo. Lo importante era el mensaje de Caro.

<<No. No debo>>, se dijo.

Anduvo de un lado al otro de su departamento. Resistiéndose. Sin embargo, al rato, terminó redactando un mensaje de respuesta. Escribió con torpeza letra por letra y muchas veces tuvo que borrar y volver a escribir. Caro le respondió de inmediato. Con avidez, el demonio respondió que ya no tenía fiebre y luego escribió otro para invitarla al cine.

En ese instante, despertó nuevamente el volcán en su interior. El fuego hervía en sus intestinos con un crepitar de llamas. El sudor le chorreaba de la frente.

<<Sopórtalo un poco más...>>, se dijo.

Esta vez, la respuesta tardó en llegar, por esto, agobiado por esa fiebre maligna, Ryan anduvo otra vez de un lado al otro de su departamento con impaciencia. Fue al baño a orinar.

<<¿No habré sido desubicado con la invitación? ―se preguntó―. Quizás fui demasiado rápido. O después de todo, ella no gusta de mi cómo pensé.>>

Y no estaba dispuesto a usar su poder con la preguntona. Por más que la deseara tanto. Terminó de orinar y se sacudió las últimas gotas de las cuales varias cayeron en el piso. Entonces, al tener el sable en las manos, este comenzó a crecer ya que se lo imaginó apresado entre los senos de la preguntona. Ahora ya tenía su falo tieso como roca, las venas estriaban el tronco y la cabeza rosácea estaba pegajosa. Así que excitado, tomó su miembro por la base con la mano izquierda, firme para que no se moviera, y en la restante, se escupió tres gargajos en la palma abierta. Entonces, comenzó a frotar frenéticamente el tierno casco con la palma de la mano derecha. Empezó a respirar agitadamente, mientras el cuerpo se le contorsionaba de placer; pero por nada dejó de lijarse a gran velocidad. Y mientras tanto, pensaba en los senos de Caro. En sus pezones. En ponerlos duros al pasarle la punta de la lengua. La mano se le secó, así que volvió a escupirse y reemprendió la tortura frenética de placer. Estuvo varios minutos frotándose sin darse tregua. Al fin estaba llegando al orgasmo. En cualquier momento, su cañón dispararía su níveo elixir.

<<Me encantaría tanto llenar de mi leche esos pechos>>, fantaseó.

Entonces, aumentó aún más el ritmó de su palma sobre la cúspide de su miembro. Al fin, ya no pudo soportarlo más, tomó su tronco con la mano derecha y comenzó a bajar y subir, bajar y subir. El casco rosáceo de su pedazo aparecía y desparecía dentro de su puño cerrado. Abrió las piernas y empujó la pelvis hacia adelante, mientras jadeaba excitado.

<<Caro... Caro...>>, se deleitó.

Al fin, con un gemido de placer, sus músculos todos contraídos, sintió un cosquilleó delicioso recorriendo su mango de carne al tiempo que eyaculaba uno, dos y tres potentes chorros contra la pared. El líquido blancuzco comenzó a resbalar por los azulejos del baño. El demonio gimió de goce. Luego, respiró por la nariz en la búsqueda de calmar su agitación. Tragó saliva y se sintió aliviado al tiempo que apretaba su miembro para que salieran las últimas gotas lechosas.

Entonces, su celular volvió a cantar su melodía "beatlemaniaca". Ryan se subió el pantalón, el cual quedó manchado, salió del baño y se apresuró a abrir el nuevo mensaje de la preguntona. Esta aceptaba la invitación. Con una sonrisa, Ryan le respondió y al fin, concertaron la hora y lugar de la cita.

Y el fuego despertó y aumentó, como si le echara nafta. Ryan podía oír con claridad el bramido en sus tripas. No obstante, con mucha voluntad, se apresuró a abrir el nuevo mensaje. Hablaron sobre la sala y el horario.

Más fuego. Asustado, ya percibía que el ardor subía desde su estómago hasta llegar a su garganta. Sin embargo, con manos temblorosas, escribió otro mensaje y confirmó la cita.

<<No veo la hora de que llegué el día de mañana>>, pensó ansioso.

Pero a esa altura, notó que el fuego era tan potente que su piel ardía y despedía hilillos de vapor.

Así que asustado, Ryan se despidió de Caro. El celular se le cayó de las manos. Tuvo una arcada y casi vomitó todo su fuego. Así que tambaleándose como un ebrio, fue corriendo al baño preso del espanto. Tuvo otras dos arcadas y al fin escupió la llamarada en la bañera por lo que quemó todos los azulejos. Rápidamente tiró agua para apagar la cortina del baño. Sufrió otra arcada y esta vez, dirigió su combustión hacia el inodoro. No podía dejar de vomitar esas pequeñas llamaradas mezcladas con bilis, una tras otra, hasta que al fin, quedó tan débil, que perdió el conocimiento y permaneció tendido en el suelo del baño hasta que su cuerpo recargara la energía derrochada.

Ryan dejó de recordar. Agobiado y desesperado, comprendió que se encaminaba a su perdición. Por más que se castigaba y castigaba, la atracción por esa humana era muy fuerte.

<<No puedo permitirlo>>, se dijo.

Con un gusto a azufre en la boca, se sentó en el marco de la ventana y hundió la cabeza entre las manos.

<<No puedo creer que ahora acabo de invitar a otra persona... Yo que la maté con mis propias manos>>, se castigó.

Con furia y mucha culpa; tomó su celular. Abrió un mensaje nuevo, seleccionó el único contacto que tenía en su agenda y escribió un mensaje, letra por letra. Pero al releerlo, lo borró por completo. No sabía cómo decirle aquello. Pero era necesario. Por esto, escribió otro mensaje. En éste, pensó en soltarle que no quería verla jamás por que no le caía bien y no hacía más que hacer preguntas. Pero también suprimió este mensaje. No tenía por qué lastimarla. Al fin decidido, escribió un tercer mensaje. Le hubiese gustado decirle que le había gustado conocerla; pero no se atrevió, le costaba mucho hablar de sus sentimientos. Sufrió para pulsar la tecla "enviar", pero cerró los ojos y mandó el mensaje a su destino. No obtuvo respuesta pero pudo constatar que había llegado al celular de la preguntona. Y sintió alivio. Incluso su vientre estaba en paz. El demonio había hecho lo correcto.

Apagó el celular y lo arrojó a la cama, se acercó a la vasija y reviso la poción rompe-muros. Advirtió complacido que solo había algunas burbujas esporádicas en el líquido espeso.

Una vez que el sol se esfumó, devoró dos corazones de la heladera. Necesitaba estar fuerte esa noche. Luego, volvió a consultar la enciclopedia por enésima vez:

"Las brujas o hechiceras son seres que obtienen su poder de hacer un pacto con Satán e invocar a espíritus malignos para utilizar su poder al convertirse en cuerpos receptores. Porque los espíritus les dan poder, pero como compensación, exigen compartir el cuerpo de las hechiceras. Y además, las brujas tienen que satisfacer sus vicios, que siempre son alcohol, drogas o sacrificios de animales, cuya sangre deben beber. El espíritu tiene que ser alguien que fue asesino serial en vida, que su alma fue condenada al infierno por cometer el peor de los pecados: el homicidio. Y mientras más asesinatos, más poderoso es el espíritu. El pacto lo hacen entonces con Satán, quien es hermano menor de Lucifer, el ángel caído, y obviamente mucho menos poderoso. Pero como el Ángel Caído está sumido en un sueño eterno, pero que no es la muerte, porque todavía su alma maligna palpita; es Satán quien gobierna el infierno momentáneamente. Pero las brujas reniegan de la existencia del Ángel Caído y solo creen en la existencia de Satán. Así que las brujas al hacer el pacto, venden su alma al actual señor de las tinieblas. El ritual es llevado a cabo por las hechiceras maestras. Éstas llevan a las niñas de solo cinco años al bosque, las untan con sangre de sapo, y así las inician en el aquelarre. Cuando cumplen seis años, las convencen de aceptar a Satán como su amo con golosinas y promesas de cosas fantásticas. Y ya a los ocho años, tienen que llevar a cabo el ritual definitivo. Entonces, son presentadas a la divinidad de Satán, su escultura en los altares ocultos, mayormente en algún bosque. La bruja se inicia bebiendo alcohol y devorando las entrañas del carnero que debe sacrificarse. Y debe jurar que abandona toda relación con Cristo y el bautismo. Ahora su alma pertenece a Satán y como recompensa, un espíritu de las tinieblas entra a su cuerpo. La ceremonia culmina con una danza diabólica y desenfrenada alrededor de la hoguera, mientras las maestras brujas comparten con las aprendices una poción a base de la sangre del carnero y partes de los animales de las brujas: una pata de liebre, orina de gato, veneno de araña, piel rugosa de sapo y plumas de cuervo. Las novicias al beber esta pócima, sienten un ardor en el estómago y se retuercen del dolor. Esta pócima es mortal para un humano que no hubiese aceptado el pacto. Luego de beber la pócima, el cuerpo de las novicias comienza a mutar. Sus cabellos se vuelven rojizos o negros, en el caso de las rubias, su piel se torna blanca y pálida, sus uñas crecen, rojas y filosas, una cola de serpiente le sale del coxis y sus piernas se tornan peludas y horrendas como los de una cabra. Por esto, es que las brujas todo el tiempo utilizan vestidos largos y que llegan hasta el suelo. Y cada una recibe una estatuilla por cada uno de sus animales. Cada animal le da un poder distinto: el sapo la hace volar, la araña le proporciona los venenos, la liebre le permite oír a gran distancia, el cuervo le regala una mejor vista y el gato le suministra fuerza y agilidad. Su veneno es letal para los humanos, pero no para los mitos, aunque puede dejarlos en coma por meses y a veces, por años. También pueden crear espejismos a partir de lo que leen en los miedos de sus enemigos. Solo pueden detectar a los demás mitos con la mirada, llevaran el disfraz que llevaran. Pero no tienen la capacidad del olfato agudo. Y su poder se activa por la noche, pero durante el día, sus guardianes y sus hechizos las protegen. Así que desde entonces, las novicias ya son brujas y pueden acudir al aquelarre: el consejo de las brujas. Y también hay rangos. Las brujas ancianas del consejo supremo son las más poderosas y respetadas. Las brujas no se alimentan de carne humana, sino de los animales que sacrifican, así que no pelean con los otros mitos por las fuentes de alimento. Pero si rivalizan por el poder, por que las brujas adoran a Satán y desean que su señor gobierne. Así que para ellas, todos los demás mitos son herejes, surgidos de las más horrendas formas; pero más odian a los demonios, por adorar a ese farsante llamado ángel Caído."

Ryan terminó de leer el párrafo escrito con letras de sangre. Cerró la enciclopedia y la guardó con cuidado bajo su cama. Se acercó a la vasija. Vio una, dos, tres burbujas y al fin, que la poción dejó de hervir. Y entonces, satisfecho y desesperado por actuar, todos sus sentidos se pusieron alertas a esa batalla que se avecinaba.

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