Enséñame a amar

By Suzumito

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Dorothy Brandsom tiene una vida llena de personas diversas: padres separados, un hermano idiota pero al que q... More

¡Hola de nuevo!
Capítulo 01
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08

Capítulo 02

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By Suzumito


El sonido de la alarma me despertó vilmente, y remoloneé un poco más hasta que observé una luz parpadeante en mi móvil. Vi el mensaje de un número desconocido, y en cuando leí su contenido supe perfectamente de quién era:

Espero que hayas visto La sirenita, BP.

En ese momento saqué la lengua al ver las iniciales de Ben Price, y me sorprendí de la hora. ¿Qué hacía este tío levantado a las 2:43 de la mañana? Menudo elemento. Decidí no contestarle, puede que aún estuviera durmiendo y no me gustaría ser yo la que le despertara. Me levanté a regañadientes y me vestí como pude. En esta época del año y con el frío mañanero lo único y que me apetece ponerme son sudaderas, aunque Patty opina que es un desperdicio que me las ponga con el "cuerpo tan bonito que tengo". Nunca me había preocupado por mi aspecto, pero sinceramente prefería ir bien abrigada con una sudadera que ponga "It's my life" que con una fina y minúscula tela que usan las animadoras del instituto. Definitivamente me niego a ponerme algo que no me cubra los codos con el frío que hace a las siete y media de la mañana.

Bajé a desayunar con la mochila colgándome del hombro, la dejé cerca de la puerta para cogerla al salir y me metí en la cocina para ver el desayuno que me había hecho Chan. Normalmente es él el que prepara el desayuno, ya que tiene que salir antes y mamá se levanta más tarde. Vi una nota en la que ponía "Que aproveche" al lado de un bol con cereales. Rodé los ojos y saqué la leche de la nevera, volcándola en el "desayuno" que mi queridísimo hermano me había preparado, si es que se le podía llamar desayuno.

Cuando llevaba ya varias cucharadas, el móvil, que estaba sobre la mesa, comienza a vibrar. Miré, y el número de mi nuevo profesor de literatura apareció. Colgué la llamada y continué con mi desayuno.

***

Oliver y yo acabábamos de terminar la clase que teníamos en común, y decidimos ir directos a la taquilla de Patty. La encontramos con la cabeza metida en ella y balbuceando cosas incoherentes. Oliver le tocó el hombro, y antes de girarse a mirarnos se dio un cabezazo con el techo de la taquilla.

–¡Feliz cumpleaños! –gritamos los dos a la vez.

Patty nos miró y se puso colorada como un tomate. Observó que tanto yo como Oliver llevábamos una bolsa cada uno y se tiró a abrazarnos.

–Muchas gracias, chicos –dijo tan sonriente como siempre–. Decidme que en una de esas bolsas lleváis mi trabajo de griego. Creo que me lo he dejado en casa –comentó algo nerviosa, y mordiéndose el labio al final de la frase.

–En la bolsa no –dijo Oliver. Me cedió su bolsa, a lo que yo la sostuve y abrió su mochila–. Por suerte tu madre me dio el trabajo antes de venir –sacó un sobre marrón que tenía varios pos-its de diversos colores en los que ponía la fecha de entrega, "urgente" y diversos métodos de intentar no olvidarlo. Al parecer ninguno funcionó–. Me dijo que ya te habías ido y-

Patty agarró el trabajo y empezó a dar saltos de alegría. Estoy segura de que en ese momento había estado a punto de besar a Oliver.

-¡Gracias, gracias, gracias, gracias! –acaó abrazándole, y después al trabajo, el cual guardó muy meticulosamente en su mochila.

Los tres nos dirigimos a la cafetería para pedir nuestra comida, pero esta vez decidimos sentarnos fuera. Antes de empezar a comer, quisimos darle sus regalos a Patty: Oliver le regaló unos preciosos pasadores para el pelo, y sonreí al recordar que hacía un par de semanas Patty se quejaba de que el flequillo le estaba empezando a molestar a la hora de estudiar. Oliver es muy atento, al menos cuando quiere. Mi regalo consistía en un disco de MUSE que ella tanto estaba buscando y no conseguía por ningún lado. Sé cuánto le gusta.

–Tengo otro regalo más –abrí mi mochila y saqué un paquete de Oreos. Gracias a nuestro amor hacia las Oreos fue que nos conocimos, y tuve que hacer honor a ese momento en su decimoctavo cumpleaños–. ¡Tachán!

–Voy a morir, ¿verdad? –dijo con tono dramático en su voz. Oliver enarcó una ceja y sonrió de lado–. MUSE, Oreo y los pasadores. Encima voy a poder entregar el trabajo a tiempo, y llevo toda la mañana preocupadísima...

–Vamos, Patty, no llores –dije con el mismo tono dramático intentando animarla, porque parece que estaba haciendo un puchero de verdad.

–No estoy llorando, es que me ha entrado algo en el ojo –bromeó.

Los tres nos echamos sobre el césped y nos reímos de la situación. El silencio lo rompió mi móvil, otra llamada de Ben, a lo que chasqueé la lengua y le volví a colgar.

–¿Qué era eso? –preguntó Patty.

–O mejor, quién –rectificó Oliver.

–Vale, me habéis pillado... Tengo tratos con la mafia –reí descubriendo mi mentira antes de que ninguno de los dos pudiera hacer siquiera un triste comentario.

–En serio, Dot, nadie de tu familia te ha llamado nunca mientras estás en clase. Es normal que tengamos curiosidad.

Tienen razón, mi madre normalmente llama directamente al instituto porque no le gusta que tenga el móvil en clase. Tampoco es que lo use, la verdad. Chan no me llama siquiera. Algún mensaje de vez en cuando y solo en estricta necesidad, al menos en horario escolar.

Acabé por contarles a Patty y Oliver el brillante plan de mi hermano, aquello sobre ponerme un tutor para literatura llamado Ben "pesado" Price. Aún sigo sin creerme que mis "deberes" fueran ver La Sirenita.

Ellos alegaron que a lo mejor era una buena idea, que me vendría bien otro punto de vista que no se redujese solo a ellos dos. También les conté que, según Ben, no tengo sentimientos al escribir.

–Por favor, Dot. Por supuesto que no tienes sentimientos –dijo Patty, como si fuera algo que llevase escrito en mi carnet de conducir–. Ni siquiera lloraste cuando vimos El niño del pijama de rayas.

–Oliver tampoco lloró... –defendí.

–Oliver ni siquiera estuvo mirando a la tele –y era cierto, se pasó toda la película mandando mensajitos.

Oliver no nos hacía mucho caso. Estaba mandando mensajes, otra vez. Patty y yo rodamos los ojos.

–Lo siento chicas, tengo que hacer una llamada. A Roxanne –comentó con una sonrisilla pícara tatuada en el rostro. Al minuto ya se encontraba lo suficientemente lejos como para que no pudiéramos oír su conversación.

–¿Quién rayos es Roxanne? –pregunté, asqueada.

–¿Su nuevo ligue? –respondió Patty con otra pregunta, encogiéndose de hombros.

–Ewg... –espeté.

Patty suspiró levemente mirando a Oliver, que nos da la espalda descaradamente. La pobre lleva prendada de él desde que nos hicimos amigas. Oliver para mí es como un hermano, y cuando habla de sus ligues es como si Chan me hablase de cada vez que se "lo monta" con Ann. Puag. Borrar imagen mental.

Aun así, Oliver nunca se da cuenta de lo que se pierde por no prestarle atención a Patty. Ella siempre intenta estar la primera en la lista de notas para sobresalir. Aunque nunca lo consigue, siempre está Kate la primera en la lista de notas, luego Patty.

–Cambiando de tema... ¿Qué te apetece hacer hoy, cumpleañera?

–Hm... ¿Qué tal un buen helado de vainilla con virutas de chocolate y batido de fresa?

–Me parece lo mejor que he oído en meses.

Patty y yo chocamos los puños y en ese momento vino Oliver.

–¿Qué me he perdido?

–Helado y batido, ¿te apuntas? –contestó Patty rápidamente.

–¿Por quién me tomas? Pues claro.

Los tres nos lanzamos una sonrisa y el timbre sonó alertando a todo el mundo del comienzo de la siguiente clase.

***

En el coche de Oliver llegamos a nuestro sitio favorito, la heladería Michoacana, en Belmart Plaza. Sophie, la dependienta, nos preguntó por nuestro pedido: un helado de vainilla con virutas de chocolate, un helado de nata con extra de trocitos de Oreo y un frappé de café, para el soso de Oliver. Al rato aparecieron por la puerta Kate y su grupo. Eran todas tan guapas, populares e inteligentes que no parecían de este mundo.

Kate se dio cuenta de nuestra presencia y antes de sentarse con sus amigas se acercó a nosotros con esa brillante y perfecta sonrisa.

–¡Hola chicos! ¿Os habéis enterado ya del baile de Halloween?

Oliver sacó el panfleto que anteriormente nos había dado la misma Kate.

–Sí, lo sabemos –respondió Patty de forma agradable (debo insistir en que mi amiga es una ángel caído del cielo incapaz de hacer daño a una mosca) mientras yo me dedicaba a comerme otra cucharada del helado. Por Dios, que buenas están las Oreo.

–Oh, genial. Es que estoy impaciente por el baile... ¡Espero que vayamos todos! –y con las mismas volvió a su mesa.

–¿No os ha parecido raro?

–Bueno, Kate es mona y muy inteligente, pero a veces es un poco rarita.

Patty decide no comentar, simplemente sonreír mientras terminaba su helado de vainilla. Escuchar a Oliver decir que Kate es mona le había dolido más de lo que yo podía ver. No le di mucha más importancia, así que yo también me centré en terminar mi helado con trocitos de Oreo.

***

Estaba en mi habitación finalizando los deberes de química. Me habría gustado pasar toda la tarde con Patty y Oliver viendo alguna película por su cumpleaños, pero ya nos encargaríamos este fin de semana de celebrarlo mejor. No todos los días se cumplen dieciocho años.

–Dime, ¿qué tal la película?

Reconocí esa voz en cuanto resonó en la habitación. Tenía los auriculares puestos, así que, dándole un poco de respeto, me los quité y giré la silla para verle esa estúpida cara. Le dediqué la sonrisa más irónica y sarcástica que pude encontrar antes de intentar echarle de mi casa.

–Hola Ben. Adiós Ben –respondí alzando la mano para invitarle a marcharse.

–Me tomaré eso como un "no" –contestó y entró en la habitación sentándose en la cama–. ¿Por qué me has ignorado todo el día?

–¿Por qué ignoras tú el hecho de que no necesito un profesor de "sentimientos" o lo que quiera que seas?

–Pregúntate a ti misma por qué no eres capaz de comprender los sentimientos de los personajes, que es lo que está buscando tu profesora.

Chasqueé la lengua. El imbécil tenía razón, pero me parece una razón bastante estúpida. Odio la literatura y todo lo que tenga que ver con el amor. Simplemente no sirvo para eso.

Después de darle un repaso a mi trabajo sobre Otelo, Ben insistió en ver La Sirenita. Yo le propongo que, ya que vamos a ver una película infantil, veamos algo más divertido como Pesadilla antes de Navidad o La Novia Cadáver. ¿Qué? No es mi culpa que Tim Burton sea tan fantástico haciendo películas. Ben acepta ver La Novia Cadáver, así que la descargué en un momento y nos sentamos, él en mi cama y yo en la silla.

No me di cuenta de cuando me puse a canturrear por lo bajo las canciones que van saliendo una tras otra. Me encanta esta película. Noté que Ben se empezaba a reír mientras me miraba y no dejé de preguntarme si no estaría más a gusto en su casa que viendo una película conmigo. En fin, la decisión era suya.

–Parece que te gusta mucho esta peli.

–¿Gustar? No, no, adoro esta película, ¿vale? Tim Burton es mi director favorito.

–Vale, una pregunta: cuando la novia cadáver-

–Emily –le interrumpí.

–Como se llame. Cuando ella está con la araña y el gusano, cuando cantan, ¿cómo crees que se siente?

–Mal.

–¿Por qué?

–Porque el chico que ella cree que le ha pedido matrimonio se quiere ir del mundo de los muertos.

–¿Y...?

–Y ella se ha enamorado de él.

–Vamos mejorando –sonrió de forma coqueta–. ¿Ves? Eso es lo que quieren que hagas, analizar los sentimientos, expresar tu frustración porque la pareja no puede estar junta, la rabia de que otros se entrometan y quieras ser tú la que resuelva el malentendido y se cargue al resto.

-Eso y esto –señalé la pantalla del ordenador-, no tiene nada que ver.

–¿Cómo que no tiene nada que ver?

–¡Oh, por Dios, cállate! No sé ni lo que digo, no lo entiendo, ¿es tan difícil de entender que no lo entiendo?

Ben se echó a reír y yo opté por tirarle un cojín a la cara.

–¡Oye!

–Te lo mereces.

–Vamos a probar otra cosa. Imagínate al chico que te gusta.

Me quedé mirando seriamente a Ben con una ceja enarcada.

–Antes de hacer eso, ¿por qué das por supuesto que me gusta un chico?

–A todas las niñas de tu edad les gustan los chicos.

–Tu información está un poco anticuada, abuelo.

–Eso me ha dolido –respondió tocándose con una mano el corazón, fingiendo una mirada de dolor-, solo tengo 21 años.

–Y yo voy a cumplir 18, no soy tan niña –contesté sacándole después la lengua.

Ben se incorporó en la cama, y me miró fijamente. Debajo de toda esa maraña de pelo pude ver un destello azul hipnotizante.

–¿Estás diciéndome que no te gusta ningún chico?

Asentí y me encogí de hombros.

–¿Qué le vamos a hacer? Ya te he dicho que esas cosas no son para mí?

–Vale, puede que "ahora" no te guste ningún chico, pero ¿alguna vez te ha gustado un chico? –negué con la cabeza– ¿ni siquiera tu amigo Oliver?

–Ya te he dicho que-. Un momento, ¿cómo sabes de Oliver?

–Me lo dijo tu hermano.

–¿Hablas de mí con mi hermano? –arrugo la nariz-.

–Te estás yendo del tema, Dorothy.

–Santo Dios, Oliver es como un hermano, no un "chico" –puse cara de asco al pensarlo. Seguidamente negué varias veces y un escalofrío me recorrió el cuerpo–. ¿Podemos cambiar de tema?

–No –sonríe victorioso–. Hablemos de chicos.

–Hablemos de Linkin Park –propuse en un desesperado intento de cambiar de tema.

–No me digas que te gusta Linkin Park.

–¿Bromeas? –me levanté de la silla y abrí el armario, sacando una caja dedicada a Linkin Park a la que me gustaba llamar "La Linkin Box" – Tengo todos sus discos y aquí tengo una camiseta que me hice junto a mi hermano cuando fuimos a uno de sus últimos conciertos en Orlando en enero del 2015.

Ben se echó las manos a la cabeza y pude ver mejor aquellos ojos azules, lo que me hizo parpadear un par de veces y volver a concentrarme en el tema de conversación. Aun así me fijé en sus facciones. La verdad es que si no tuviera tanto pelo en la cara le haría más atractivo. ¿Qué rayos estás pensando Dorothy Jane Brandsom?

–¿En serio fuiste a Orlando? ¡Yo también estuve allí! –exclamó levantándose se la cama.

–Anda ya, lo dices para que me caigas mejor pero no te va a funcionar.

Ben se puso delante de mí, agarró la sudadera que lleva tirándola hacia arriba y dejándome ver la camiseta, con el logo de Linkin Park. Me puse roja cual tomate o... ¿acaso hay algo más rojo que un tomate? Me puse de pie y grité de histeria, no podía creer que conociese a alguien que pareciera tan fan como yo de Linkin Park.

Unos pasos se oyeron en el pasillo y de pronto la puerta de mi habitación se abrió.

–Oye, oye, oye, Ben. No sé qué clase de "lecciones" le quieres enseñar a mi hermana –decía mi hermano mientras entraba para echarlo, a lo que yo me empecé a reír–, pero será mejor que te- Oh, es eso, sabía que os llevaríais bien –rectificó después de ver su camiseta, intentando arreglar su malentendido.

–¿Qué te pensabas que era, tío? –le pregunta Ben, bajándose otra vez la sudadera.

–Desde la puerta parecía otra cosa.

Arrugué la nariz poniendo mueca de asco. ¿Yo y Ben? Oh por favor, nunca pasaría tal cosa.

Chan se fue volviendo a dejarnos solos, y aproveché para guardar la "Linkin Box". Ben comenzó a reírse y me miraba diciendo "que locura" con el rostro.

Suspiré lentamente y me volví a sentar en la silla. Al final iba a ser buena idea aquello del "profesor de sentimientos", en verdad Ben no me cae tan mal, aunque es un poco entrometido y a veces molesto. Pero le gusta Linkin Park, se le perdona todo.

–Está bien, Ben Price. A partir de hoy me tomaré tus clases en serio. Por favor, enséñame a amar.

****************************

No me gustan mucho las palabras de autor al final de los capítulos, pero ¡muchísimas gracias por leerme! <3

Me encanta recibir vuestro apoyo y leer todos vuestros comentarios.

–Suzu

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