La Pequeña Del Alpha © #Lunar...

By Nimpha_Escritora

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Ganadora del primer lugar en los #M.O.M en categoría de Hombres Lobo. Después de retenerme contra mi voluntad... More

Huyendo de ti
En otra parte
Una nueva vida dentro de mi
Fuera de control
Búsqueda
Un año en espera
Tocando paredes
Buenas Noticias: Más Problemas
Te he visto.
La daga que atraviesa mi corazón
Contra Reloj (parte 1)
Contra Reloj (parte 2)
Una cita antes del desastre
Desastre... Siguiendo las huellas
Los lazos que nos unen
Decisiónes. Una milla de camino
Maquiavélica Sorpresa
La lluvia lava las heridas.
Sólido, Ambrosía y Rosas.
Una Visita Inesperada.
Se cae el disfraz de Oveja. Redención.
Los polos se atraen.
¿Los lazos que se rompen, pueden volverse a unir?
Sin mirar atrás... Amenaza Latente
Matrimonio
Fuga
Un Corazón De Caleidoscopio
Misterio revelado
Eclipse Solar... Las playas Griegas
Heridas abiertas
Ayuda externa
Minutos de angustia
En la línea
Al limite
La Rabia de un Lobo
Rafagas de fuego... Caótico
Final.
Epílogo
Extra #1 ( El nacimiento de Anthea Cold❤)
Extra #2 ( "Ser padre no es facil" )
Próximamente En AMAZON KDP

En lo profundo.

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By Nimpha_Escritora





(...)

La morena no apartaba la mirada del celular en la mesa de la cocina. Su expresión era aburrida y cansada. Con su palma bajo el mentón aguardaba por alguna señal de Mía. Pero, nada. Simplemente había desaparecido.

No contestaba los mensaje, ni cogía el auricular. Nada.

¿Estaría aún trabajando?
¿Seguiría en esa empresa?
¿O tal vez andaba de cita con algún galán? Las posibilidades eran demasiadas. Pero, lo que inundaba su mente, eran las palabras de Cicerón. Él buscaba hacerle daño a Mía sino cumplía con lo pactado.

Eso la ponía mas nerviosa aún. Imaginarla bajo su poder, la hacía desesperar.

Bueno, Cicerón no era realmente malo, pero su personalidad era bastante oscura y abrumadora.

¿Sería que ya se conocían? ¡No, imposible! De ser así mía ya se lo habría dicho. Si, eso era seguro.

El sonido del timbre la sacó de su letargo. Se levantó de la silla y asomó fuera de la casa.

¿Kelvin? ¿Que hacía ahí a esas horas de la noche?

Extrañada, abrió la puerta.

-¿Kelvin? ¿Que haces aquí? Es demasiado tarde...

El rubio, rascaba su nuca de forma nerviosa y ansiosa.

-Sé que es tarde... Pero, necesitaba verte. ¡No malentiendas! Sé que lo nuestro acabó antes de comenzar. Pero... ¡Simplemente no puedo estar tranquilo! Algo me dice que debo estar cerca de ti, Odette. Cuidándote.

Odette, se abrazo a sí misma. El aire nocturno era frío y la calefacción se salía de la casa.

-Mejo pasa ¿okey?

El chico, miró al piso. Luego asintió.

Ambos entraron. La habitación era cálida y reconfortante.

-Kelvin... ¡Esto no puede seguir así! Debes entender, que nada me hará cambiar de opinión. ¡Perdoname si soy muy ruda! Pero...

-¡Entiendo! ¡Te lo juró, pero este sentimiento no correspondido me esta matando! Y para empeorar la situación... ¡Llegas en un flamante auto descapotado, en compañía de un hombre que esta forrado en plata! Eso me da mala espina. Sólo no quiero que salgas herida.

-Escucha... ¡Basta! Kelvin... Te aprecio tanto como a Mía, pero esto es una locura. He tratado en lo sumo no involucrarte en todo esto... ¡No mereces eso! No soportaría que me odiaras.

Odette, cayó en el sofá. El rubio la miraba mordiendo su uña, una mala costumbre en él.

-Es mi decisión... ¡Quiero cuidarte! Pero tu te empeñas en seguir a ese... lunático, fenómeno o lo que sea.

-¡Basta! ¡No lo entiendes! Nada. Quiero que te vayas. ¡Ahora kelvin!

Le abrió la puerta, con evidente enojo.

-No hagas esto, Odette. ¡Tu me importas demasiado!

-No Kelvin... Esto lo haces tu sólo. Vete por favor.

El rubio, con la respiración agitada, salió a toda prisa. Se detuvo antes de que la chica cerrada la puerta.

-Recuerda esto, cuando él vuelva a romperte el corazón. Ya no estaré como ahora.

Sin más, echó a andar sin mirar atrás.

Odette, consternada. Cerro y deslizándose por la madera, escondió la cabeza entre las piernas.

-No me queda más que arriesgarme.

(...)

¿Que estaba haciendo? Nada parecía real. Nada parecía estar en control.

En la penumbra de esa habitación, podían solo escucharse los leños de la chimenea consumiéndose entre las llamas.

¿Cuanto había dormido? ¿Cuanto tiempo había pasado? No tenía ni idea. Miró a su alrededor, era una habitación. Grande y amueblada. No era un lugar cualquiera, parecía costoso.

A su lado, las sabanas estaban revueltas. La cama aun estaba tibia.
Avergonzada, llevo las mantas a sus manos y acercando estas hasta su nariz, se maravilló. Era la colonia de Cicerón. Estaba esparcida por todos lados. ¿O era su aroma natural? Solo sabia que ahora, todo era posible.

Todo lo que creyó alguna vez, todo se había tergiversado. ¡Lo que creía de él, nada parecía verdad! No lo conocía lo suficiente, como para no haberse dado cuenta de que bajo su porte de caballero ocultaba a un ser mitológico. Aterrador de ficción.

Se incorporó, aun no había amanecido por completo. Faltaba para que el sol saliera con todo su esplendor.

Sujetó sus cabellos azabaches, golpeándose mentalmente para asegurarse de que no estaba dentro de un sueño. Uno muy hermoso e imposible.

Escuchó ruidos en la puerta contigua. Se deslizo por la cama y descalza caminó por el piso de madera, hasta llegar a la puerta que estaba entreabierta. El sonido del agua cayendo inundaba el enorme baño.

Sus ojos echaron un vistazo dentro, la silueta de un hombre de espaldas duchándose la dejaron boquiabierta.

¡Cicerón completamente desnudo lavaba su cuerpo en medio de la ducha! El agua débilmente se pintaba de un color rojizo.

De forma estúpida y sonrojada, se alejo y camino hasta la cama de nuevo. Se dejo caer, aturdida y confundida, pero de una manera excitante.

Miró su pierna, el cardenal que había dejado ese tipo en su piel, aún seguía bastante morado y dolía.

Su mente viajo, a la noche pasada. Sobre todo, a la forma descontrolada en que Cicerón tomó su cuerpo.

(...)

(Flashback)

Con cuidado trataba de vestirse, pero todo su cuerpo dolía demasiado. Magulladuras y moratones adornaban sus brazos, piernas y abdomen.

Se sentía tan humillada. Y lo peor era que no podía dejar de temblar. Término de meterse el jersey y abrió la puerta.

Con la mirada buscó al lobo, pero este no estaba.
Salió al corredor, había un rastro de sangre de gran tamaño pasando por todo el mismo. Asustada, Mía siguió el recorrido.

Bajó la planta, hasta llegar al mismo lugar donde Górdon le había tomado las fotografías. Detrás de bastidores, había una puerta que siempre había permanecido cerrada, la del callejón.

Sorprendentemente, el seguro había sido destrozado como simple aluminio.

Salió a fuera, la noche era fría. Cicerón, con mechero en mano prendió fuego a lo que parecía una alfombra mal enrollada. En su mano izquierda, llevaba la camisa de Górdon. Mía observaba todo desde atrás, sin hacer el mas mínimo ruido.

Cicerón, con violencia y asco, lanzó la prenda al fuego.

De pronto, su voz de ultratumba la saco de su ensimismamiento.

-Perdon.. Todo esto, ha sido culpa mía. Perdí la concentración por un segundo y ya un maldito por poco... Lo siento, Mía. Pero... Esto soy. Un monstruo.

Lo ultimo la hizo estremecer. Su rostro estaba convertido en una mueca de aflicción. Mas no de miedo. No a él.

-Te dije... Que eso no me importaba. Así que... Deja eso. ¡Basta!

Se sujeto de la puerta. El lobo, se giró. Camino hacia ella, hasta tomarla en brazos.

-Ven conmigo... Dejame, cuidarte. Curarte.

La chica, asintió en silencio.

Ambos subieron al auto, sin importarles si ojos en la oscuridad miraban todo desde lejos.
Encontrando así, una oportunidad perfecta para acabar con todo.

El auto aparcó fuera de la enorme casa. Parecía antigua y soberbia. Con ciertos toques barrocos. Bueno, no era que le sorprendiera tanto, pues era Londres. Muchos lugares eras aún así.

Cicerón bajo y la cargo en brazos hasta la casa, ella le insistío a que la bajará, pero el no la escuchó.

Subieron las escaleras, Mía con algo de miedo pues no se veía nada, las luces estaban apagadas. Sin embargo eso no afectó la coordinación del hombre.

Como un gato en la penumbra entró y dejó a la chica en la cama.

En cuestión de minutos las llamas iluminaron la alcoba. Mía, admirada veía lo enorme que era y los muebles tan acorde al color del piso.

-Traere un botiquín...

Estaba por salir por la puerta, cuando la chica lo detuvo.

-Estoy bien. Solo... Quedate a mi lado, un poco.

Tímida, escondió su rostro en su cuello.

-Estas temblando.. Y no es de frío. ¡Bastardo Malnacido!


Apretó a la chica entre sus brazos.
Mía aguantaba las inmensas ganas de echarse a llorar.

-No llores, estas segura aquí. Pequeña... mirame.

Levantó su mentón. Sus ojos parecían aguarse.

Con intensidad volvió a apoderarse de sus labios. Carnosos y rojos. Como dos fresas maduras. Con los dientes mordía suavemente su labio inferior.

Sus manos, en su espalda, de a poco se deslizaban hasta sus caderas. El jeans estorbaba. Mía, por su parte enredaba sus delgados dedos por las hebras de sus cabellos. Empujando su nuca para profundizar el acto.

Cicerón, la empujó a la cama, besándola. Labios, barbilla, clavícula y entre sus senos. Bebía cada gota de sudor. Bajó hasta su ombligo y delineando éste, soplo suavemente haciendo estremecer a la chica.

Sin aguantarse mas, Mía sujeto sus hombros y tirándolo se le monto encima, sacándose la delgada camisa lo besó con lujuria. Eran extrañas las sensaciones que él le provocaba a cada segundo. Deseó, placer, miedo. Todo mezclado en un coctel de infinitas sensaciones, vibrantes y calientes.

-No sé... Que es esto q-que me provocas, m-me siento extraña...

Pero Cicerón si sabia el "porque".
No estaba com un hombre normal, común y corriente. Estaba en manos de un lobo.

Igualando la ferocidad de sus embates, el lobo literalmente parecía comer su boca. Sujetando sus cabellos y empujando su pelvis.

-Pronto sabrás por que, amore mío.

Sin dejarla seguir charlando, la sujeto de las caderas levantándola. La llevó hasta la alfombra, mirándola se arriba, quito la hebilla de sus pantalones. Sacando el cinturón de cuero.

-No dejes de mirame. Sólo mirame. A mí y a nadie mas.

Mía, arrodillada quitó su sujetador, dejando libre sus pechos. Cicerón lleno su pecho de aire en un suspiro ahogado.

Bajo a ella y la poseyó como jamas creyó hacerlo con otra mujer.

Con lentitud, penetro su interior. ¡La gloria misma! ¡Su mente, sentidos y espíritu... Ahora eran uno solo con esa chica humana!

¡Pudo verlo! ¡Al fin! ¡Su mate, todo el tiempo había sido ella! Ya no había dudas. Podía sentirlo en cada poro de su piel, en su torrente sanguíneo. Su aroma a vainilla se había hecho profundo. Mas denso y penetrante.

-¡Por dios! Mía, solo mía.

Palabras que solo un lobo puede entender.

Cada embestida era una tortura para la chica, la enloquecía. La arrastraba a una vorágine de placer. De amor y deseo.

-¡No pares! No lo hagas... ¡Oh, Cicerón! Creo que... ¡Voy a mojarme!

Ése punto, ese nido de nervios era violentamente golpeado por el lobo.

Al sentir el mismo su propia sacudida, descubrió su cuello, esa parte entre el hombro y la oreja. Para así clavar sus incisivos.

Inyectando su veneno, marcándola de por vida. Haciéndola su propiedad. Su mujer, su hembra.

Y de ahora en adelante, la única.

Mía, en cuanto sintió esos pinchazos en el cuello, su mente se había nublado. Podía escuchar no solo sus latidos, sino los de alguien mas. Y una voz en su mente y unos ojos rojos y terribles. ¡Cicerón en su forma de lobo! ¡Su lobo, la reconocía como su compañera!

Ambos, rendidos se desplomaron en la cálida alfombra, frente a la chimenea. Agotados y sudados.

Antes de perder la conciencia pudo escucharle decir; Bienvenida a mi mundo, preciosa.

Fin Flashback.

(...)

Cada imagen llego a su mente, cada caricia y cada sabor.

Sus dedos, guiados por ella misma, recorrieron cada parte de su cuerpo. Todas las que Cicerón había tocado, mordido, lamido y marcado.

Por una razón que desconocía, se sentía mas plena que nunca. Mas mujer que nadie.

Escuchó como la puerta de la ducha se habría. Cicerón con la toalla alrededor de su cintura la miró con una sonrisa cálida y hermosa.

-Buenos días, cariño.

Mía, sonrojada solo pudo reír al escuchar esa palabra; "cariño".

El lobo se acercó hasta llegar a su lado.

-¿Estas bien? ¿No te lastime?

Se escuchaba preocupado.

Mía, sonriente sujeto su rostro.

-Jamás lo harías.

Emocionado, no solo por tener al fin a su compañera, sino por ser Mía esa persona, la beso mientras se recostaba encima suyo.

-Te amo, como jamás creí hacerlo. Soy tan feliz, que me parece irreal.

-No es un sueño, te amo.

Y sellaron ese beso, con la promesa de algo mejor. De un futuro lleno de ilusiones.

(...)

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