ALMA ROBADA

By SeleneOrtiz3

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Continuación de "Alma Perdida" Ahora que se ha descubierto quien era el verdadero responsable por... More

CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO III
CAPITULO IV
CAPITULO VI
CAPITULO VII
CAPITULO VIII
CAPITULO IX
CAPITULO X
CAPITULO XI
CAPITULO XII
CAPITULO XIII
CAPITULO XIV
CAPITULO XV
CAPITULO XVI (parte 1)
CAPITULO XVI (parte 2)
CAPITULO XVII (parte 1)
CAPITULO XVII (parte 2)
CAPITULO XVIII
CAPITULO XIX
CAPITULO XX (parte 1)
CAPITULO XX (parte 2)
CAPITULO XXI
CAPITULO XXII
CAPITULO XXIII
CAPITULO XXIV
CAPITULO XXV
CAPITULO XXVI
CAPITULO XXVII
CAPITULO XXVIII
CAPITULO XXIX
CAPITULO XXX
CAPITULO XXXI
CAPITULO XXXII
CAPITULO XXXIII
CAPITULO XXXIV
CAPITULO XXXIV (parte 2)
CAPITULO XXXV
CAPITULO XXXVI
CAPITULO XXXVII
CAPITULO XXXVIII
CAPITULO XXXIX
CAPITULO XL
CAPITULO XLI
CAPITULO XLII
CAPITULO XLIII
FINAL
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CAPITULO V

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By SeleneOrtiz3

      Ante el evidente rostro de dolor que hizo su hermana, Daniel ni siquiera espero a averiguar qué rayos le pasaba por la cabeza a David. De inmediato fue a quitárselo de encima.

     -¡Suéltela ahora mismo!-. Dijo mientras que con un rápido movimiento de manos, ya lo había hecho retroceder unos cuantos pasos, para colocarse como una barrera entre él y su hermana.

     Violeta tuvo que morderse el labio con fuera para no soltar un grito de dolor, aquel movimiento brusco había hecho que el hombro le punzara y sangrara de nuevo. David tardó en reaccionar unos segundos, pero cuando lo hizo, su rostro cambio completamente.

     -¡Lo siento!-. Dijo bastante apenado. –No quería… no era mi intención…

     -Yo no estaría tan seguro de eso… -. Daniel interrumpió su frase, mientras le veía de forma fría y sin un gramo de compasión en sus ojos. Decir que estaba molesto se quedaba corto.

     -¡¿Te volviste loco?!-. Le recrimino Gabriel, antes de ponerse a atender de nuevo la herida.

     -No estaba con él…-. Respondió finalmente Violeta, de forma tan baja, similar a un susurro más para ella misma que para los demás; y sin embargo, con esto logro captar la atención de los tres hombres que la rodeaban. –Yo… él llego luego de, bueno de esto. –Dijo señalado el arañazo. –Siendo honesta no tengo ni idea de cómo me encontró-. El dolor que estaba sintiendo en esos momentos la estaba haciendo sudar.

      Daniel, que observaba atentamente a su hermana, sintió como se le formo un nudo en el estómago. Era más que evidente lo incomoda que ella se encontraba, parecía que se estaba muriendo de vergüenza por algo que al parecer ni siquiera había hecho. Además claro, de que en sus facciones se reflejaba cuanto le dolía aun su hombro; y por si fuera poco, les estaba dando explicaciones de algo que ni siquiera quería contarle a él.

 En ese momento su vena sobreprotectora salto más de la cuenta.

     -Se va él, o nos vamos nosotros-. Dijo en un tono firme y seguro, viendo hacia Gabriel.

     -Daniel por favor…-. Violeta sujeto el brazo de su hermano, pero él ni siquiera la miró.

     -No tiene ningún motivo para estar aquí. Y mucho menos para pedirte explicaciones por algo; salvo que sean de la escuela, lo cual es evidente que no es…

     -Él tiene razón-. Contestó Gabriel, sin dejar de colocar un vendaje en la herida.

     David miró con vergüenza hacia Violeta; haber perdido los estribos de esa manera, no era propio de él; y sin embargo, en cuanto supo que había estado con Damon una incontrolable furia lo dominó. Celos. Eso era algo que para él como ángel siempre había sido ajeno; y ahora que los sentía no sabía cómo sobrellevarlos; necesitaba calmarse, necesitaba tomar aire fresco, y lo más urgente, necesitaba alejarse de ella antes de que otro ataque de celos lo controlara. La imagen del beso no se apartaba de su cabeza, pero eso no era lo peor, lo peor eran las imágenes que se formaban de lo que podían haber estado haciendo juntos Damon y Violeta minutos atrás. No importaba que ella dijera que no estaba con él, ahora mismo le era imposible creerle.

      -Perdóname…-. Susurro con sinceridad antes de salir de la habitación. Era una lástima que sus disculpas fueran referentes a lo que pensaba de ella, y no por lo que le había hecho.

     Daniel observo atento la retirada de David, y luego fue a sentarse mientras Gabriel continuaba curando a Violeta, y se hundió en sus pensamientos. Aquello que acababa de pasar había sido bastante extraño; él sabía muy bien que David era profesor de su hermana, y al igual que todos a su alrededor, también sabía que sentía algo por ella; eso en sí, hasta hace unos minutos no le había molestado; lo que no sabía es que hubiera un tercero en discordia, él cual podía ser con el que se topó en la iglesia… aunque su hermana no parecía estar para nada cómoda ante su presencia tampoco. Y luego estaba el asunto de la herida, que lejos de parecer algo que te pasa por caer, parecía un arañazo, ¿Pero un arañazo de qué?, porque por el tamaño eso solo hubiera podido ser hecho por un animal de un considerable volumen, lo cual carecía completamente de lógica.

     Y por último, el hecho de que tanto David como Gabriel parecían saber muy bien lo que estaba pasando con Violeta… aunque él no tuviera ni idea; eso sí que le ponía enfermo. Él era su hermano mayor, su única familia, su deber como tal era cuidarla, y simplemente no tenía ni idea de en que estaba metida. Eso debía solucionarse, y cuanto antes mejor.

      Gabriel finalmente terminó la curación, y luego de una despedida bastante extraña, ambos salieron caminando como si nada de la cafetería. Él la sujetaba con fuerza de la mano, para ayudarla, pero no de forma brusca, sino tiernamente, demostrándole que lo tenía a él para cuidarla. En cuanto llegaron al jeep, Daniel le abrió la puerta y la ayudo a subir, una vez que Violeta se sentó y se abrocho su cinturón, él estaba dispuesto a cerrar la puerta, cuando una imagen tras su hermana lo hizo dar un brinco hacia atrás.

      -¿Qué pasó, estás bien?-. Preguntó ella asustada por la reacción.

     -Sí, solo resbale-. Contestó para tranquilizarla. Luego cerró la puerta, y se fue a tomar su lugar.

     Lo que Daniel no le dijo a su hermana, fue que en ese momento, aquello que lo había hecho retroceder, fueron unos brillantes y enigmáticos ojos dorados tras de ella. Lo peor de todo, es que no era la primera vez que tenía esa imagen, y comenzaba a preocuparse que fuera más que una simple alucinación. Al parecer, él también tendría que buscar la opinión de un experto sobre esto, quizás ese tal doctor Borja sería una buena opción.

 ******************

     El molesto y continuo ruido de la ambulancia, se detuvo una vez que esta se estaciono frente a un edificio de tres pisos. La morgue. Un par de camilleros bajaron el cuerpo cubierto por una sabana, mientas que el conductor realizaba algunos trámites en la entrada; finalmente, la joven suicida fue recibida por un hombre de algunos cuarenta años; éste le coloco una pequeña etiqueta en su pie,  después la alojo en uno de los tantos cubículos que estaban  sobre una de las paredes como si de casilleros de escuela se tratara, y luego se retiro dejando vacía la habitación… o al menos a su parecer.

     Un extraño circulo se formo en el centro del cuarto, iluminado por llamaradas azules, de entre las cuales Damon salió bostezando. Esperar oculto a que todo esto se despejara le estaba causando cierto aburrimiento, además, el olor a muerte le parecía la cosa más repugnante y nauseabunda, no había nada más asqueroso que el cuerpo de un humano vacio.

      Con cierto fastidio en sus penetrantes ojos azules, camino hasta quedar frente a los casilleros, medito un poco antes de decidirse por uno; ya que con lo aburrido que había estado antes, se distrajo con otra clase de pensamientos mientras guardaban el cuerpo, y ahora no estaba seguro de cual era;  finalmente abrió el penúltimo de la tercera fila a la izquierda.   

     En cuanto el cuerpo quedo liberado, el olor que desprendió le hizo esbozar una sonrisa… ángel, el cuerpo estaba totalmente impregnado al aroma de un ángel; lo cual, tomando en cuenta que su alma se la había llevado un demonio, era completamente imposible.

     Desde el momento en la ambulancia había pasado tras él, el aroma angelical había sofocado el ambiente, atrayéndolo como mosca a la miel; no porque le gustara, sino porque le resultaba totalmente ilógico que ese aroma adornara a un cuerpo que, para sumarle puntos a lo extraño, estaba completamente vacío… no había un alma adentro de tal coraza; lo cual solo podía ser porque un demonio, o bien había hecho un contrato con esa mujer y ya había reclamado su alma; o como en este caso, ella se había suicidado ganándose un boleto todo pagado (sin regreso), con guía incluido, al fascinante parque de diversiones llamado infierno.

      Damon  meditaba a conciencia la situación, ya que de alguna forma, no podía quitarse de la cabeza que todo esto fuera asunto de cierto ángel psicópata que ya conocía; entonces decidió que lo mejor, era preguntarle directamente al demonio que se había encargado de esta alma. Desafortunadamente, con la información de Violeta no iba a poder hacer gran cosa, muchos demonios tomaban la forma de cuervos; así que no le quedaba de otra más que seguir el rastro; porque igual que una bala deja pistas, cuando un demonio toma un alma, deja una impresión en el cuerpo que puede ser rastreable.

      Con un gran suspiro de resignación, Damon coloco su dedo índice y medio sobre la frente de la joven. Odiaba tener que gastar su preciado tiempo de esta forma, cuando podía aprovechar su estadía sobre la tierra de formas mucho más divertidas, y todo por culpa de ese ángel; al final, todos los caminos le llevaban de vuelta hasta él, por lo que no le quedaba de otra más que seguir investigando.

      Estaba a punto de comenzar a hacer un ritual para seguir la pista del demonio, cuando escucho unos pasos provenientes del exterior, que sin duda alguna se dirigían directo a la habitación en la que se encontraba ahora. Con evidente enojo en el rostro, sus ojos comenzaron a brillar dorados, y antes de que la puerta se abriera, se podría decir que él ya había desaparecido.

      Luc asomó su cabeza con sumo cuidado adentro de la habitación; haber burlado la vigilancia de la entrada no había sido fácil, como para dejar que lo descubrieran ahora. En cuanto se aseguro que no había nadie, respiro aliviado y entró.

     -Mierda-. Dijo con algo de asco al ver el aspecto del cuerpo; para luego sacar un par de guantes de su mochila. –Por poco y no te queda cabeza que revisar-. Él movió un poco el rostro de la joven, para inspeccionar el terrible estado en que había quedado el cráneo luego del golpe.

     -¿Y exactamente qué es lo que quieres revisar?.

      Damon estaba parado atrás; y tanto sus ojos dorados como su maliciosa sonrisa dejaban al descubierto su calidad de demonio. A Luc se le detuvo el corazón unos segundos en ese momento, ¿Cómo mierda no se había dado cuenta que había un demonio en la habitación?

     -N…n…nada…yo estoy aquí…ppp…por un trabajo de… de la escuela…

     -Tst tst tst-. Damon hizo este sonido mientras movía su dedo índice de forma negativa ante la mirada temerosa de Luc; por supuesto que se había dado cuenta que se trataba de un semi demonio, y ahora solo por su estupidez de querer engañarlo, se divertiría torturándolo mientras lo interrogara… bueno, eso y que ya se estaba aburriendo allí en la morgue.

      Una sonrisa llena de promesas de sufrimiento se dibujo en los labios del demonio, dejando congelado al pobre de Luc, al cual su instinto de supervivencia le advertía cuan peligroso era este sujeto; cuando la manija de la puerta se movió. Damon soltó una maldición, para luego con un rápido movimiento sujetar por el cuello a Luc, y rodearse a ambos por sus llamas; antes de que la puerta se abriera completamente, la habitación ya parecía estar vacía nuevamente.

*******************

     David estaba sentado sobre el suelo, recargando su espalda contra el asiento de un sillón,  sintiéndose como el peor error en la creación, ¿En qué momento había perdido los estribos? ¡Y de semejante manera! Si en ese momento Daniel hubiera decidido darle un golpe, probablemente lo hubiese aceptado hasta con gusto. Se suponía que él era el ángel, el chico bueno, él que le había prometido cuidarla de todo, y ahora lo único que era, era un completo cretino. Sin embargo, tenía justificación, porque si lo pensaba detenidamente, no era su culpa que todo esto pasara, era culpa de él, de ese demonio entrometido que había llegado para torturar su existencia y desquiciarlo de celos…

      Celos, la palabra retumbo con fuerza en su cabeza y le hizo darse cuenta de algo que se suponía no debería estar pasando. Estaba culpando  a alguien más por sus errores, se había vuelto violento, sentía ira y celos… Gabriel tenía razón; si las cosas seguían así, no tardaría mucho en caer, caer justo como lo había hecho Leo, o como se suponía que debía hacerlo, pues por una razón aun desconocida para todos, Leo seguía teniendo su condición de ángel.

      David respiro pausada y profundamente antes de volver a ponerse de pie. Esto había llegado demasiado lejos en solo unas cuantas horas; pero eso sería todo, solo hasta ahí llegaría; él no estaba dispuesto a perderse a sí mismo, pero mucho menos a perder a Violeta; y lo que ella necesitaba es que él fuera un ángel en la extensión de la palabra de nuevo.

     En ese instante, alguien comenzó a llamar a la puerta, se trataba de su amigo.

     -Solo vengo a decirte que los hermanos ya se fueron-. Comento mientras entraba en el departamento.

     -Gracias-. Respondió David sin muchas ganas.

     -Si vuelves a hacer algo como eso, estoy seguro que Daniel encontrara la manera de patear tu trasero de vuelta al cielo… y probablemente yo ayude con eso-. Gabriel, aun con cierto enojo en su voz, observaba atento a David, intentando descifrar lo que pasaba por su mente.

     -Estoy totalmente de acuerdo…-.Respondió él, llevándose la mano hasta la cara cubriendo sus ojos, intentando despejar los malos pensamientos. Estaba totalmente fastidiado.

    -Bien-. Gabriel caminó hasta uno de los sillones y se sentó. –Ten cuidado David, caer es más fácil y tentador de lo que te imaginas. Y si eso pasa, en lugar de ayudar a Violeta terminarías haciéndole más daño-. Mientras decía aquellas palabras, un horrible recuerdo llego hasta su mente.

     Una hermosa mujer de ojos azules y cabello negro ónix, reía a carcajadas frente a un Gabriel de ocho años; mientras que en sus manos sostenía el cuerpo inerte de un pequeño conejo.

     -Ahora lo entiendo… -. David dijo aquello sacando de sus pensamientos a su amigo. –Y  no pienso ceder, al  menos no por el momento-. Susurró más para sí mismo.

     -Eso es bueno-. Gabriel sacudió un poco su cabello, queriendo con ello alejar los horribles recuerdos. –Por cierto… ¿Sabías que ese tal Damon es un incubo?

       David se giro para observar fijamente a su amigo, aquella pregunta le había sorprendido; no porque Damon fuera un incubo, sino porque en realidad no lo era.

      -¿Qué te ha hecho pensar eso?

      -Pues por lo que me contó Violeta hace unos minutos, y por la forma en que dices que respondió al beso… los íncubos son los demonios que hacen ese tipo de cosas, y…

      -No lo es…-. David hizo una mueca de disgusto, y se llevó la mano hasta la barbilla.

        En los meses anteriores, su búsqueda se había concentrado prácticamente solo en Leo, ya que tanto cielo e infierno se lo habían pedido; y aunque durante los días siguientes al encuentro en el museo también se dedico a buscar al demonio  de alas negras, luego se olvido del asunto por completo; hasta la tarde anterior… que lo había visto agasajarse con los labios de Violeta. Y para colmo, en las horas siguientes a tan traumático evento (al menos para él), sus celos lo tenían tan alterado que ni siquiera había visto lo importante.

      Una serie de imágenes comenzaron a desfilar por su mente: la primera vez que atacaron a Violeta en un parque… Damon tuvo que haberla salvado; aquella vez en los laberintos bajo la puerta astral del Café Monster… Damon lo guio hasta ella; en la batalla del museo… Damon termino salvándolos a ambos. Él, él y siempre él; ese demonio era el único responsable de que Violeta siguiera con vida; había estado todo el tiempo a su lado, sin que Leo o él se dieran cuenta de su presencia, y para bien o mal la había cuidado, pero desde las sombras; ¿Entonces porque ahora llegaba y se presentaba incluso en la escuela? ¿Qué había cambiado en este tiempo? Y peor aun ¿Qué demonio era en realidad?, porque si bien era cierto que tenía todas las características de un íncubo, podía apostar lo que le pidieran a que no lo era. Este demonio era fuerte, eso estaba claro por la forma en la que había peleado en el museo, y como había salido prácticamente ileso; y no es que él negara que los íncubos fueran fuertes, Azahín era un claro ejemplo, pero Damon seguía siendo diferente…

    -David…¡¿David?!-. Le grito Gabriel al oído, haciéndolo regresar de sus pensamientos.

    -¿He?

    -¿¡No escuchaste nada de lo que dije!? Deja de hacerte el tonto, sabes bien que Violeta necesita un ángel que la cuide no un…

     -Demonio…

     -¡¿Qué?!-. Gabriel estaba totalmente confundido, era obvio que David no le había estado prestado atención a sus palabras. -¿Por qué un demonio la cuidaría?

      -Exacto… y eso es justamente lo que voy a averiguar…

       David abrió la ventana de su balcón y desplego sus hermosas alas. Necesitaba vigilar de cerca a Violeta, la idea de que ese demonio hubiese estado todo el tiempo a su lado y él no se hubiera dado cuenta le estaba comenzando a causar cierto grado de estrés; porque tal  y como se había dicho a sí mismo antes de que llegara Gabriel, él sería el ángel que ella necesitaba.

      Gabriel por su parte, se quedó aun más confundido viendo desaparecer en el cielo a David, no tenía idea de que rayos estaba pasando con ese ángel, pero si algo había aprendido en sus ciento treinta y cinco años ese nefilim, era a ser paciente; algo que al parecer una eternidad no había hecho por su amigo. Pero fuera cual fuera el caso… ya lo averiguaría; pensó para sí mientras sonreía.

  ****************

      Una mujer de algunos treinta y tantos años entro en la fría habitación. En cuanto se dio cuenta que uno de los cubículos estaba abierto, miro extrañada a su alrededor. El forense acababa de decirle que ya habían guardado el cuerpo, y ahora que entraba resultaba que estaba afuera; sin embargo, como al revisar no pudo encontrar a nadie más que ella en aquel lugar, y era ilógico pensar que algún muerto hubiese hecho aquello, decidió pensar que solo había sido un descuido por parte del hombre.

      Ella se acerco como si nada a la pequeña mesilla; totalmente acostumbrada a este tipo de situaciones, tenía ya casi diez años de moverse en estos ambientes, y difícilmente algo podía sorprenderla; se coloco unos guantes, y levantó la sábana blanca que cubría el cuerpo.

      -¡Maldición!-. Gritó furiosa mientras golpeaba una de las puertas de los cubículos.

       El ruido provocado captó la atención de los hombres que estaban en el pasillo, y uno de ellos rápidamente abrió la puerta y se asomó.

      -Detective ¿Está todo bien aquí adentro?

      -Claro que no ¿Qué mierda va a estar bien en una jodida morgue?-. Expresó la mujer con sarcasmo y enojo hacia el forense. Al notar la reacción de asombro del pobre incauto; puso los ojos en blando y luego respiro para calmarse un poco. -¿cuándo dices que paso esto?

      -Esta mañana

      -¿Y ya saben de quien se trata?

     -Traía sus identificaciones en el bolso-. Dijo el hombre mirando fijamente a la mujer, al notar que ella le veía esperando por más información, persiguió. –Vivian Cortés, 18 años, estudiante de….

      -Con eso es suficiente-. Le interrumpió. -¿Ya avisaron a algún familiar o amigo?

      -A sus padres-. El hombre la miro con cierto nerviosismo, ella siempre le había provocado algo de temor.

      -¿Y bien?

      -Están aquí afuera, llegaron justo detrás de usted…

      La mujer suspiro y se llevo una mano hasta su frente, un fuerte dolor de cabeza acababa de comenzar a amenazar su poca cordura, y lo peor es que sabía que este día solo estaba por empeorar. Volvió a cubrir el cuerpo, y con paso firme se dirigió hasta el pasillo, donde se encontró con una pareja.

       -Señores, en verdad siento mucho presentarme en una situación como está-. Dijo con un tono neutral en su voz, y evidente compasión en la mirada. Ver cadáveres hacía mucho que no le molestaba; ver a familiares deshechos por la pérdida, sería algo a lo que jamás se acostumbraría. –Soy la Detective Susan Leblanc-. Extendió su tarjeta. –Y quisiera hablar con ustedes más tarde.

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