"—Eres un idiota. Una abominación. ¿Tantas ganas tienes de morir? Venga, que yo te hago el favor de matarte —dijo su padre, mientras se quitaba el cinturón del pantalón.
Samuel pidió por favor que no lo golpeara, pedía a gritos que por favor lo dejara en paz, pero su padre no se iba a detener hasta matarlo. Los golpes le llovieron en cuestión de segundos, marcando su espalda, piernas, rostro y brazos.
Su padre no iba a detenerse. Su madre estaba ahí parada sin poder hacer nada, estaba aterrorizada".
—¡DETENTE YA! —gritó Samuel, sentándose de golpe en la cama.
En ese momento su madre irrumpió de forma abrupta en la habitación, encontrándose con Samuel llorando en posición fetal, diciendo incoherencias.
—Mi amor, cariño... —dijo, sentándose a su lado en la cama. Tocó su espalda, pero Samuel respondió dando un salto en su lugar—. Shhh... Tranquilo, bebé, estoy aquí...
Samuel abrió los ojos y se encontró con la cálida mirada de su madre. Sin pensarlo dos veces se acercó a ella y la abrazó con fuerza.
—Mamá, mamá... —dijo con desesperación.
—Tranquilo, mi amor, ya pasó... —susurró ella, acariciando la espalda de su hijo cariñosamente—. Fue sólo una pesadilla.
—Mamá, no me sueltes —sollozó Samuel—. No me sueltes...
—Nunca, cariño —respondió ella, con lágrimas en los ojos—. Nunca te voy a soltar.