—Lamento mucho esta intromisión—dice el ministro mientras sonríe mostrando los dientes. El señor Weasley me toma del hombro para caminar juntos hacia la mesa—Especialmente cuando veo que les he aguado la fiesta de cumpleaños. Muchas felicidades, por cierto
—Gracias—responde Harry con el rostro ceñudo y abrazándome por los hombros
—Debo charlar con ustedes en privado—notifica y nos miramos entre nosotros, extrañados por la petición del ministro—También con el señor Ronald Weasley y la señorita Hermione Granger
—¿Por qué?—pregunta Ron, asustado. El ministro levanta una de sus tupidas cejas
—Lo sabrá en cuanto estemos en un lugar mas privado, ¿Hay algún lugar semejante aquí, Arthur?
—Si, claro. Eh, el salón, quizá
—Bien, puede mostrarme el camino, ¿Verdad?—le pregunta a Ron. Él asiente—No es necesario que nos acompañes, Arthur
La señora Weasley comparte miradas nerviosas con sus hijos mientras que Fred vuelca su atención hacia mi, queriendo calmarme un poco. Los cuatro asentimos y entramos en la madriguera pensando lo mismo: Rufus Scrimgeour se ha dado cuenta de alguna manera que no volveremos a Hogwarts.
Mientras caminamos, Harry me pasa mi varita por debajo para que el ministro no se percate de ello.
—Toma. Creo que ahora puedes tenerla—susurra
—Gracias
Scrimgeour se sienta en el sillón hundido del salón que normalmente ocupa el Señor Weasley, dejándonos a Harry, Ron, Hermione y a mi intentando encajar lado a lado en el sofá. Una vez hecho, se aclara la garganta y comienza a hablar.
—Tengo algunas preguntas para ustedes cuatro, pero creo que será mejor si lo hacemos por separado. Si les parece, comenzaré con los hermanos Potter
—Olvídelo—digo, frunciendo el ceño—Cualquier cosa que tenga para decir, hágalo frente a los cuatro o con nadie
Scrimgeour me lanza una mirada fría y calculadora que me hace querer salir de ahí, pero me contengo. Harry aprieta mi mano entre los pliegues del sofá mientras el ministro se encoge de hombros.
—Muy bien entonces. Responderán juntos, bueno—Se aclara la garganta de nuevo en lo que nos mira a los cuatro—Estoy aquí, como ya lo tendrán entendido, por el testamento de Albus Dumbledore
Observo a Harry, notando como su espalda se tensa al oír las palabras del hombre frente a nosotros; miro al ministro y aprieto los hombros, encogiéndome en el sofá.
— ¿Un testamento?—pregunta Hermione—Pero, ¿Cómo? ¿Nos ha dejado algo a los cuatro?
—Ciertamente
—El profesor murió hace un mes, ¿Por qué ha tardado tanto en darnos lo que nos dejó?
Entonces, mi mente se ilumina con la pregunta de Harry.
—Ustedes... han examinado los objetos antes de traerlos, ¿No es así? ¡No tenían ningún derecho!
—Se equivoca—me dice despectivamente—Tenía todo el derecho del mundo. El Decreto para la Confiscación Justificada da al Ministerio poder para confiscar el contenido de un testamento...
—¡Esa ley fue creada para evitar que los magos legaran artefactos Oscuros—digo, con mi voz temblando por el enojo—Y se supone que el Ministerio debe tener una prueba poderosa de que las posesiones heredadas son ilegales antes de confiscarlas!
—Interesante, ¿Ha pensado seguir la carrera de Leyes Mágicas, señorita Potter?
—Merlín, no. Deseo hacer algo bueno para la humanidad
Ron ríe, atrayendo la atención de Scrimgeour. Luego, Harry habla.
—¿Y porque nos da esto ahora? ¿Por qué no idearon algo para quedarse con los objetos?
—No pueden confiscar los objetos pasados los treinta y un días a menos que puedan probar que son peligrosos—Añade Hermione
—Señor Weasley—se dirige a Ron, quien lo mira nervioso—¿Usted fue muy allegado al profesor Dumbledore?
—Bueno, n-no. Harry y Skyler eran... uh... más cercanos. Yo...
—Entonces, ¿Cómo explica que le ha legado una de sus posesiones? ¿Exceptuando, claro, que parte de lo que le pertenecía le fue legado a Hogwarts? ¿Qué lo hace especial del resto?
Las manos de Ron comienzan a sudar; lo sé por la manera en la que mueve sus dedos a mi lado tratando de apaciguar el momento; le hago una seña a Hermione, para que lo ayude a salir de la boca del lobo.
—No hay que ser modestos, Ron—dice—Tú y Dumbledore eran bastante cercanos
Harry frunce el ceño, pero no dice nada porque alcanzo a pellizcarle la mano para que no se le ocurra abrir la boca. Sin embargo, Scrimgeour no parece estar escuchando. Mete la mano dentro del abrigo y extrae una bolsita cerrada con un cordel mucho mayor que la que Hagrid le ha regalado a Harry. De ella, saca un rollo de pergamino que desenrolla y lee en voz alta.
—Ultima voluntad y testamento de Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore—Comienza—Para Ronald Bilius Weasley, le dejo mi Desiluminador, con la esperanza de que me recordará cuando lo utilice.
El ministro le entrega un pequeño objeto a Ron que lo toma sin chistar. Scrimgeour arruga el ceño y continúa:
—Dumbledore debe haber enseñado a miles de estudiantes—persevera Scrimgeour—Pero a los únicos que recordó en su testamento fueron ustedes cuatro. ¿Por qué? ¿Qué uso pensó que daría usted al Desiluminador, Señor Weasley?
—Apagar las luces, quizá—digo, antes de que Ron lo arruine de nuevo—Ron siempre ha sido muy flojo. No sería raro que el profesor Dumbledore le heredara un aparato para apagar las luces
Scrimgeour gruñe por lo bajo pero aun así logro escucharlo. Toma otro objeto, un libro, y se lo tiende a Hermione.
—A Hermione Jean Granger, le dejo mi copia de Los Cuentos de Beedle el Bardo, con la esperanza de que la encontrará entretenida e instructiva—Ella toma el ejemplar y luego, el ministro me tiende un ejemplar igual—A Skyler Lilian Potter, le dejo la misma copia de cuentos, anhelando que lo emplee de una buena forma entre las jóvenes generaciones
Sostengo el libro en mi regazo y lo miro fijamente. Noto que el título está en runas; nunca he aprendido a leerlas. Mientras paso las yemas de mis dedos por la tapa, una lágrima cae sobre el símbolo grabado en relieve.
— ¿Por qué cree que le haya regalado este ejemplar, señorita Granger?
—Él... sabía que me gustan los libros
—¿Y para usted, señorita Potter? ¿Por qué cree que esto sería importante para alguien como usted?
Niego, demasiado afectada como para responderle algo. Ni siquiera yo misma logro entender el porqué. Harry me da un apretón en la mano, devolviéndome al momento en el que estamos.
—Yo... no lo sé. Siempre que nos veíamos hablábamos sobre literatura y eso.
—Claro—el ministro se coloca las manos en el mentón y se inclina para verme mejor el rostro —¿Alguna vez hablaron sobre códigos o la manera de descubrir mensajes secretos?
—No—respondo apretando el libro contra mi pecho—Y si el ministerio no ha encontrado ningún código oculto en el libro, dudo mucho que yo pueda
Harry coloca su brazo alrededor y Ron hace lo mismo con Hermione; estamos tan apretados en el sofá que Ronald me golpea con el codo antes de abrazar a Hermione. Scrimgeour intenta ignorar eso mientras extrae una pequeña snitch dorada, dejando su brazo extendido, sin dársela todavía.
—A Harry James Potter, le dejo la snitch que atrapó en su primer partido de Quidditch en Hogwarts, como recordatorio de las recompensas que la perseverancia y la habilidad traen a su vida—Mi hermano me mira asombrado—¿Por qué le ha dejado a usted una snitch, señor Potter?
—Por algo meramente simbólico, supongo, ¿Qué más podría ser?
—Recuerde que las preguntas aquí las hago yo, jovencito
—Pues no debería—respondo, irritada—Esto no se trata de un interrogatorio. No estamos en el ministerio para que nos haga preguntas bajo juramento. ¡Es totalmente absurdo e innecesario!
—Skyler...—Harry intenta calmarme, y sé que lo hace para no tener otra recaída pero me siento tan enojada que no me importa
—Bueno, ignorando eso...—dice y ve de reojo al pastel que permanece en el jardín—He notado que su pastel de cumpleaños es justamente una snitch, ¿Por qué?
—Harry es un excelente buscador—salta Ron—Es más que obvio el porqué del pastel
—Y su hermana...
—También soy jugadora, señor—respondo, encolerizada
—Creo que no me están entendiendo—Scrimgeour suspira cansado y cruza los brazos sobre su pecho—Quizá haya un mensaje oculto ahí
—Oh claro—Me carcajeo—Porque de seguro hay algo en el glaseado
—No, no. En el glaseado no, pero tal vez si dentro de esa diminuta snitch que se le ha legado a su hermano. Porque por si no lo sabían, las snitch...
—Tienen memoria—finaliza Hermione sorbiendo la nariz
—Exacto. Una Snitch no es tocada con las manos desnudas antes de soltarla, ni siquiera el fabricante, que lleva guantes. Lleva un encantamiento mediante el cual puede identificar al primer humano que posa sus manos en ella, para casos de capturas disputadas. Esta Snitch recordará tu tacto, Potter. Se abrirá solo para ti
Harry traga saliva nervioso y así mismo lo hago yo. El ministro nota nuestras acciones y levanta una ceja.
—Oh, ¿No dicen nada? Quizá porque ya saben el secreto que contiene
—No, por supuesto que no
—Entonces tómala. Pero solo tú, Harry—dice, mirándome de reojo—Cógela y veamos que pasa
Harry extiende la mano, y Scrimgeour se inclina hacia adelante de nuevo y coloca la Snitch lenta y deliberadamente, en la palma de Harry.
No ocurre nada. Cuando los dedos de Harry se cierran alrededor de la Snitch, las cansadas alas revolotean y se queda quieta. Scrimgeour, Ron y Hermione continúan mirando ávidamente a la ahora parcialmente oculta bola, mientras yo suspiro sin que el ministro se dé cuenta.
—Vaya—dice Harry con pequeñas gotas de sudor bajándole por el cuello—Eso ha sido decepcionante, ¿Verdad señor ministro?
—Bueno, si eso es todo, debe disculparnos, seguiremos con nuestra celebración...
—No del todo, señor Weasley—le dice ante lo antes dicho por Ron—Aun hay más. Dumbledore les ha dejado un segundo legado a los hermanos Potter
— ¿Qué es?—pregunto
—La espada de Godric Gryffindor
— ¿Y donde está?—busco por todos lados, pero no veo nada. Scrimgeour hace una mueca, que parece más una sonrisita disfrazada
—Desafortunadamente esa espada no era de Dumbledore para regalarla. La espada de Godric Gryffindor es un importante artefacto histórico, y como tal, pertenece a...
—¡Nos pertenece a nosotros!—grito, atrayendo la atención de los demás en el jardín—La espada nos escogió. Nosotros la encontramos. Salió del sombrero seleccionador cuando...
—La espada puede mostrarse ante cualquier miembro digno de Gryffindor—interrumpe ceñudo—Eso no la hace de su propiedad. ¿Por qué creen...?
— ¿...Que Dumbledore nos heredó la espada?—Me levanto indignada del sofá mientras lo miro y Harry intenta detenerme—No lo sé. Quizá se vería bien en la pared del baño
— ¡Esto no es una broma, Potter!—Ruge y Harry se pone a mi lado evitando que el ministro dé un paso—¿Fue porque Dumbledore creía que solo la espada de Godric Gryffindor podría derrotar al Heredero de Slytherin? ¿Quiso darles la espada, Potter, porque creía, como tantos otros, que ustedes son los destinados para destruir a Quien-no-debe-ser-nombrado?
—Esa es una buena teoría—añade Harry, irritado—¿Alguien ha intentado atravesar a Voldemort con una espada? Quizás el Ministerio debería poner a alguna gente a ello, en vez de malgastar su tiempo examinando Desiluminadores y encubriendo fugas de Azkaban. ¿Eso es lo que ha estado haciendo, Ministro, encerrado en su oficina, intentando abrir a la fuerza una Snitch? La gente está muriendo... mi hermana y yo casi fuimos uno de ellos... Voldemort nos persiguió a través de tres condados, mató a Ojoloco Moody, pero ni una palabra sobre eso desde el Ministerio, ¿verdad? ¡Y todavía espera que cooperemos con usted!
—¡Han ido demasiado lejos!—Ladra e instintivamente damos un par de pasos hacia atrás. Hermione y Ron se levantan, asustados
La punta de la varita de Scrimgeour se entierra en mi hombro para luego causarme una quemadura.
— ¡No se atreva!
Harry lo aleja, con la cara roja de rabia. Me aparta suavemente para no lastimarme y me cubre con su cuerpo.
—Pueden llevar esa cicatriz en la frente como una corona, niños Potter, ¡pero ningún chico de diecisiete años va a decirme como hacer mi trabajo. ¡Ya es hora de que aprendan un poco de respeto!
—Pues ya va siendo hora de que usted aprenda a ganárselo—Harry levanta el pecho y encara al ministro
El suelo tiembla, por el sonido de las pisadas rápidas a través del pasillo. Me siento en el sofá, pues el dolor en el vientre ha regresado. Levanto la vista y noto como Sirius corre escaleras arriba, escondiéndose del ministro.
—Creímos oír... gritos—anuncia el señor Weasley acompañado de su esposa y de Fred. Él me ve y se acerca corriendo
— ¿Estás bien?
—Sí, sí. Estoy bien
La mano de Fred cubre la mía y frota mi barriga intentando eliminar el dolor. Me ayuda a levantarme y cuando quiere llevarme hasta la habitación, lo detengo.
—Lo lamento—dice Scrimgeour—No debí comportarme así. Lo único que deberíamos hacer es trabajar juntos
—No nos gustan sus métodos, señor ministro—digo, con el dolor creciendo en mi voz—¿Recuerda?
Levanto el puño derecho y muestro a Scrimgeour la cicatriz que todavía aparece blanca en el dorso de la misma, diciendo No debo decir mentiras, aquella que Umbridge nos hacía escribir durante sus castigos. La expresión de Scrimgeour se endurece. Se gira sin decir otra palabra y sale cojeando de la habitación.
Suspiro, acongojada por lo que acaba de pasar. Me siento de nuevo en el sofá, con la cara de preocupación de Fred creciendo. Harry se coloca en cuclillas y me toma las manos.
—¿Estas bien, Sky? ¿No te lastimó?
—No, tranquilo
— ¿Qué pasó? ¿Qué quería?—pregunta Fred desconcertado. Harry suspira
—Vino a traer los objetos que Dumbledore nos heredó
— ¿Y para eso recurre a la violencia?—La cara de Fred se frunce por el enojo— ¡Maldito hijo de puta!
—¡Fred!—Gritonea Molly, furiosa
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