SEGUNDO ACTO • CAPÍTULO SIETE:
LA CULPA LLENO SUS CUERPOS.
❝Mutantes. Desde el descubrimiento de su existencia se les ha tenido miedo, desconfianza y, muchas veces, odio. Son objeto de polémica alrededor del mundo: ¿son los mutantes el siguiente eslabón en la cadena evolutiva? O, simplemente, ¿una nueva especia humana que lucha por un lugar en el mundo? De todas maneras, el paso del tiempo nos ha demostrado que compartir el mundo no es una característica distintiva de la Humanidad.❞
— CHARLES XAVIER
Vanessa sonrió al volver a escuchar la melodiosa risa de Bree mientras ella subía las escaleras. La morena había subido a su cuarto en busca del sweater que había dejado sobre su cama y, cuando se lo colocó, pasó sus manos por sobre sus brazos, otorgándose calor a sí misma. Antes de volver a bajar con la familia Black, la velocista se dirigió al baño para atarse el pelo en una coleta, ya que el cabello le había crecido hasta por debajo de los hombros.
La mutante se observó unos segundos al espejo antes de volver a dirigirse a la cocina, donde se encontraban Sebastian y Bree. Pero, cuando llegó al pie de las escaleras, se encontró con algo que no esperaba.
Sebastian era sostenido por un corpulento hombre, el cual le apuntaba con una cuchilla afilada que se encontraba en el lugar de su mano. El humano la miraba fijamente, negando levemente con la cabeza antes que sus ojos volvieran a subir al piso de arriba.
— ¿Quiénes son ustedes?—, preguntó Vanessa, temiendo moverse de su lugar al notar que la chica de rubia melena le observaba con una pequeña sonrisa. La castaña le miró antes de darle un vistazo al otro hombre, el cual tenía un ligero brillo en los ojos mientras jugaba entre sus manos con agua.
—Eso no importa, cariño—, contestó la rubia, la cual parecía ser la líder del grupo —. Venimos a hacerte una oferta, una por parte de Eric Lensherr—, especificó y Vanessa apretó la mandíbula, provocando que la sonrisa de la rubia creciera —. Supongo que haz escuchado de él. Eric cree que tienes un gran potencial, uno que te ayudará a desarrollar si vienes con nosotros. Si razonas que lo mejor para ti es venir con nosotros.
— ¿Qué pasa si me niego?—, fue la única respuesta de Vanessa, provocando que la sonrisa arrogante se esfumará del rostro de la rubia de ojos verdes.
—No te lo recomendaría—, habló por primera vez el chico que controlaba el agua.
La velocista miró al grupo con el mentón en alto, desafiándolos con la única decisión de la que estaba segura en su vida: y era que nunca formaría parte de su grupo. Su vida había estado repleta de incertidumbre y cambios constantes, pero había algo de lo que estaba segura y era de que los mutantes y los humanos podrían convivir pacíficamente en un futuro cercano.
—.Vinimos aquí con una orden: llevar el cuerpo de la velocista, viva o muerta—, culminó el hombre que amenazaba a Sebastian y Vanessa aceleró para deshacer el agarre que mantenía del hombre.
La castaña llevó al hombre fuera de la casa, lo suficientemente lejos como para asegurarse que aquellos mutantes no volvieran a atraparlo. El un pestañeo, ella volvió a encontrarse dentro de la casa, observando cómo los tres mutantes estaban frustrados por haber perdido a su rehén. Vanessa no pudo contener la sonrisa.
—Supongo que será muerta—, culminó la mujer y el hombre con la mano en forma de cuchillo se abalanzó sobre Vanessa. Ella le esquivó con facilidad, hasta que el hombre echó un chorro de agua en el suelo, provocando que ella se resbalara.
La castaña se golpeó la cabeza contra la mesa de mármol, dejándola algo atontada, por lo que el hombre aprovechó la oportunidad para clavar una de sus cuchillas en el brazo de la chica. Vanessa gimió del dolor y, cuando el hombre apuntó a su pierna, está la movió rápidamente antes de pararse y alejarse un poco de él.
—Aw, miren como huye—, rió la rubia y la velocista le miró mal —. ¿Sabes? Tal vez deberíamos dejarla huir; después de todo, es lo que siempre ha hecho, es lo único que hace.
Vanessa rápidamente le golpeó en el rostro y la rubia cayó por el impacto. Cuando volvió a mirar a la castaña, sus ojos reflejaban la ira que consumía su cuerpo. Vanessa intentó alejarse, pero una fuerza invisible evitó que se moviera antes de que el techo cayera sobre ella.
El silencio apareció en la sala. Los tres mutantes observando el montón de materiales que aplastaban a la velocista. Pero el silencio fue interrumpido por la entrada de Sebastian, el cual rápidamente fue, una vez más, sujetó por el hombre con las cuchillas en lugar de manos.
Vanessa se levantó con dificultad, se encontraba mareada y algo cansada. Cuando vio la cuchilla peligrosamente cerca de la garganta de Sebastian, intentó correr hacia él; pero la rubia elevó sus manos, provocando que las tuberías reforzadas con titanio envolvieran el cuerpo de la velocista e impidió su movilidad.
— ¡Déjalo ir!—, gritó Bree, bajando de repente las escaleras. El hombre apenas le miró, restándole importancia, entonces la azabache elevó sus brazos y lanzó electricidad en su dirección. Fue tal magnitud que causó que el resto de la casa quedará a oscuras.
El mutante gritó de dolor y soltó de inmediato a Sebastian pero, antes que logrará alejarse de él, el mutante que controla el agua lanzó olas hacia el suelo, provocando que también Sebastian sufriera de la electrocución.
—Bree, ¡detente!—, gritó Vanessa, mirando a su amiga, quien mantenía los ojos cerrados y la mandíbula apretada por el esfuerzo que le provocaba realizar tal acción. Pero la adolescente no se detuvo, no parecía poder hacerlo —. Bree, por favor; ¡vas a matarlo!—, insistió mientras luchaba en contra del agarre de las tuberías, pero la rubia sólo hacía más fuerte el agarre sobre ella.
Entonces, Vanessa sintió un calor crecer a su alrededor y observó cómo Scott Summers rompía las tuberías gracias a su mutación. La castaña cayó y cuando se levantó, dispuesta a ayudar a Sebastian y Bree, Jean la tomó y la obligó a salir de allí.
— ¡No! ¿Qué diablos hacen?—, gritó Vanessa cuando Jean la soltó, antes que ella fuera capaz de salir corriendo de vuelta dentro de la casa, Bobby Drake congeló sus pies —. ¡Bobby, no!—, volvió a gritar y comenzó a moverse rápido, rompiendo de a poco el hielo.
—Sigue haciéndolo, Bobby—, ordenó Jean antes de volver a la casa. El rubio hizo lo pedido mientras Vanessa le gritaba que dejará de hacerlo, sin desviar la mirada del hogar de los Black.
—Bobby, por favor—, rogó la castaña, pero el mutante le ignoró. Vanessa observó a Bree, quien parecía no lograr detenerse y tenía una mueca de dolor en el rostro. Mientras, Scott, Jean y Ororo peleaban en contra de los otros tres mutantes.
—Lo siento—, murmuró Bobby mientras mantenía los brazos extendidos y las palmas abiertas, congelando continuamente sus piernas.
Vanessa siguió observando todo, intentando ver lo más que podía. La rubia salió de la casa siendo perseguida por Ororo, quien la seguía de cerca. La velocista volvió su vista hacia la casa y, finalmente, vio que Bree lograba abrir los ojos y la vio a ella.
Ella sintió la necesidad de acercarse a la adolescente, de intentar a ayudarla una vez más, mientras los gritos de dolor de Sebastian le taladraban la cabeza de una manera increíble.
— ¡No!—, el grito de Ororo le erizó la piel, obligándole a desviar la mirada y ver cómo la rubia emitía una clase de fuerza hacia la casa. Vanessa intentó avanzar pero, una vez más, fue detenida por el hielo en sus piernas.
La velocista volvió a mirar a Bree, ambas conectando su mirada la una con la otra, antes que la casa explotará y las llamas invadieran el resto de la residencia. Entonces, Bobby dejó de apuntar a la castaña y ella logró romper el hielo para correr hacia la casa.
La mutante intentó entrar, pero unas tablas envueltas en llamas cayeron frente a ella, obligándola a parar unos segundos, los suficientes para que Jean y Scott volvieran a tomarla y la obligaran a retroceder.
— ¡No! ¡No, no!—, gritaba Vanessa, su voz rota y ahogada, mientras observaba la casa envuelta en llamas. Las lágrimas emanaron de sus ojos, dándose paso a través de sus mejillas sin pedir permiso.
Todos subieron a la nave, Jean y Ororo sentándose al frente para conducirla, mientras Vanessa estaba en silencio, observando la casa. Las lágrimas seguían cayendo y no podía evitar ahogarse de vez en cuando. Bobby le observó, sintiéndose culpable y dolorido, pero prefirió no meterse mientras Scott se acercaba a ella.
El mutante de gafas posó una mano sobre el hombro de la chica, lista para disculparse con ella, pero no pudo hacerlo cuando Vanessa se dio la vuelta, envolviendo su cuello con sus brazos, para llorar sin control. Scott le devolvió el abrazo e intercambió una rápida mirada con Jean y Ororo, todos sintiéndose igual de culpables.