Wanda entra al comedor con el estómago retorciéndose de hambre. A su lado su mellizos se encuentra en las mismas condiciones.
— ¿Mamá? ¿Qué hay de comer?
— Las sobras de navidad, cariño.
— Ugh, ¿Otra vez? ¡Pero si ya estamos a ocho de enero!
— Lo siento, Peter, pero debemos terminarlo, no debemos desperdiciar la comida.
Una Wanda resignada y un Pietro reticente toman asiento frente a su padre, que les dirige una mirada circunstancial.
Porque cuando mamá habla, todos obedecen.
Incluso el gran y poderoso Magneto.