El Club de Hopewell

By AnthonyTesla

366K 15.9K 3.5K

Allyson recibió un mensaje en su casillero, sin firma, pero que proclamaba amor hacía su persona. ¿Será acaso... More

Capítulo I: La Carta
Capítulo II: Bizarro Triángulo Amoroso
Capítulo III: Poder, Corrupción y Boberías
Capítulo IV: Bailando En La Oscuridad
Capítulo V: La Vi En Rosa
Capítulo VI: El Tesoro de Sierra Hopewell
Capitulo VII: La Buena, El Malo y la Loca
Capítulo VIII: Por Un Puñado de Dolares Canadienses
Capítulo IX: Zapping
Capitulo X: Saliendo del Closét
Capítulo XI: Born This Nerd
Capítulo XII: El Círculo de la Vida
Capítulo XIII: I Kissed A Friend (And I liked it)
Capítulo XIV: Sexualidad Mundana
Capitulo XV: Figuras Paternas
Capítulo XVII: Band Of Siblings
Capítulo XVIII: La Unión Hace La Vergüenza
Capítulo XIX: Conspirando La Conspiración (Conspiradamente)
Capítulo XX: El Silencio de los Inconscientes
Capitulo XXI: Yo, Espía
Capítulo XXII: Bizarro Hexágono Odioso
Capítulo XXIII: Marque "P" para "Pandilleros"
Capítulo XXIV: Ocho Kandelikas (Y Tres Adolescentes)
Capitulo XXV: Easy F
Capítulo XXVI: Cinema Infernisso
Capítulo XXVII: Manos A La Obra
Capítulo XXVIII: Porrista Por Antecedente
Capítulo XXIX: Abuenazi
Capítulo XXX: The Stoner Games
Capítulo XXXI: Puking Fire
Capitulo XXII: Mockingjake
Capitulo XXXIII: Dónde hay Voluntad, hay un Will
Capitulo XXXIV: Canadian Pop
Capitulo XXXV: No Hay Que Estar Loco Para Escribir Canciones (Pero Ayuda)
Capitulo XXXVI: Cuando Una Letrista Ama a un Músico.
Capítulo XXXVII: Rock & Suck
Capítulo XXXVIII: Love Will Fuck Us Apart (Again)
Capitulo XXXIX: Bailar Drogados (es bailar)
Capítulo XL: No Te Olvides De Mí
ESCENAS ELIMINADAS: Saber y Llorar
BONUS TRACK: Playgirl

Capítulo XVI: The Kids Are All High

9.4K 483 80
By AnthonyTesla

Después de la reunión con el director, los tres padres habían llegado a un acuerdo: divide y vencerás. La mejor manera de corregir a esos tres muchachos sería evitar que estuvieran juntos en primer lugar.

—Sé que suena a cliché, y sé que decir que algo suena a cliché también se ha vuelto un cliché, pero recuerda, hija, que estoy haciendo esto por tu propio bien —mencionó Colleen a Allyson en el auto de regreso a su hogar.

Colleen trataba de mantener la calma. No es como si no tuviera suficientes presiones en su día como para tener que lidiar con eso, no gustaba el rol de mala del cuento, ni siquiera en las producciones escolares donde todos y en cada uno de los años la elegían como la bruja malvada, la madrastra malvada, la bruja del oriente lo cual, ciertamente, era un fiel testimonio de la manera en que era percibida por sus compañeros de clases durante sus años mozos.

—Sé que son un poco raros, pero no son tan malos como todos creen —Allyson dijo.

—¡Por favor! Lo único que agradecí al momento de la reunión fue el saber que aún no los han descubierto por otras cosas. No quiero pensar en todo aquello por lo que ni los han cachado.

Allyson rio discreta, como si se hubiera acordado de un chiste.

—De todos modos —continuó Colleen—, tú no eres así, Allye. Digo, sé que puedes ser un problema, pero nunca a esas alturas. Ellos son una mala influencia para ti.

—Ahí tienes otro cliché...

—¡¿Me dejas terminar'!

—Lo siento.

—Por cierto, ¿cómo se conocieron en primer lugar? Es decir, no parecen el tipo de personas que siquiera formarían una amistad

—¿Qué quieres decir con eso?

—¡Ya sabes! Ese chico, Jake, debería estar con los idiotas que fuman en los baños en horas de clase, y entre menos sepa de esa Sarah, mejor.

—Creo que has visto demasiadas películas de John Hughes últimamente, mamá.

Aun así, la propia Allyson se estaba preguntando esa misma cuestión: ¿cómo había llegado a eso? De ser por ella, bien pudo haberse quedado sola durante toda su vida escolar y no le hubiera molestado. Con una hermana como Jessica quizá hubiera tenido toda la interacción humana necesaria para evitar la locura, y ahí se hubiera acabado la historia.

Entonces, Allyson trató de recordar.

Fue en algún punto del lejano y legendario año del 2002, antes de que tantos sucesos que marcarían el rumbo de nuestra cultura ocurrieran. Antes de la Guerra en Irak, de la invención de Youtube y Facebook, antes de que un hijo de un inmigrante africano se convirtiera en presidente de la nación más poderosa del mundo, de los Juegos Olímpicos en Vancouver y antes incluso de que idiotas promiscuos y borrachos de la zona de Jersey obtuvieran tiempo al aire en MTV.

Allyson era entonces tan solo una niña de cinco años, hija menor de una familia rota por un amargo divorcio que para aquellos tiempos se había convertido en el estándar para la mitad de los matrimonios canadienses.

Acudía al jardín de infantes de Hopewell: El jardín de niños Jaques Cartier, para tantos niños semi-abandonados en el sentido de ser la prole de una generación de padres trabajadores que eran más extraños para sus propios hijos que el hombre que repartía el correo.

—Muy Allye, quiero que te portes bien, ¿de acuerdo? —Colleen le dijo a su hija menor al parquear su coche frente al jardín de infantes.

La niña no respondió por estar molesta con el hecho de tener que regresar a esa maldita escuela. Allye era del tipo de infantes que preferían mil veces perder el tiempo jugando Mario Kart que el de tener que... socializar.

Tampoco estorbaba para que una niña tan joven tuviera esa actitud de amargura prematura el hecho de que no se llevaba nada bien con sus compañeros. No los odiaba, ojalá fuera así, eso implicaría que al menos tuviera una impresión sobre ellos, pero era indiferencia lo que sentía.

Sin poder esperar por la impaciencia el momento en que la hora marcara el fin de las clases para poder largarse a su casa y aislarse como la adorable antisocial que a su lustro de edad ya era, entró a su aula con la misma expresión de desdén y desprecio del año pasado, y al tener su clase un número de alumnos impar, ocupó la misma silla sin compañero que tanto le gustaba.

La profesora, la señorita Langley, entró al aula con noticias importantes.

—Clase, primero que nada, feliz comienzo de año, espero que la hayan pasado muy bien durante el receso del verano. Para comenzar este nuevo ciclo, vengo a presentarles un nuevo alumno.

La maestra hizo una seña hacia afuera del salón y un pequeño niño medio cansado y mal encarado ingresó al frente del aula.

—Puedes presentarte, joven —le dijo la docente.

—Está bien, como sea —dijo el niño con actitud desafiante—. Me llamo Jake Zabrocki, tengo cuatro años, me acabó de cambiar desde el norte de la ciudad. Me gustan los videojuegos, el rugby y las películas de terror.

—Sí, ¿cuál es tu materia favorita, Jake?

—No sé, supongo que dormir.

La maestra quedó sorprendida por la respuesta del pupilo que provocó las risas unidas de la clase.

—En fin, ¿alguien quiere preguntar algo al nuevo compañero?

—Sí, ¿puedo? —preguntó un niño de lentes levantando la mano.

—Claro, Kevin —dijo la maestra.

—¿Podemos llamarte «Jackie»?

Mmm, no lo sé. ¿Podrías seguir caminando si te rompo las piernas? —planteó Jake ante el resto del grupo, que al igual que la propia maestra, quedó impresionado, y no de buena manera.

Todos mostraron miradas de desaprobación o franco miedo ante la pose amenazadora del niño, todos, excepto una alumna a la que le cayeron muy en gracia las palabras pasivo-agresivas (quizá más agresivas que pasivas) del nuevo estudiante.

Allyson debía admitir que era, de hecho, divertido, y su risa no pudo ser disimulada. Al ser oída por los presentes, la mirada de Jake se transfirió a la niña risueña en cuestión.

—Como sea, toma asiento, por favor —pidió la maestra a Jake.

Siendo el asiento doble de Allyson el único libre, el chico se dirigió hacia su compañera.

—Hey, hola, chico nuevo.

—Hola, tú.

—Perdón, me llamo Allyson.

El joven fue algo cortante en un comienzo, y es que al final de cuentas, a pesar de su evidente bravuconería, no cambiaba el hecho de que era un niño nuevo por su cuenta en un lugar desconocido. Un extraño en una tierra extraña, y durante buena parte de la clase permaneció callado y evasivo.

—¿Estás dibujando algo? —Allyson le preguntó a su compañero, que rayaba con un objeto su banca.

—Solo estoy marcando mi territorio —le respondió Jake.

Allyson vio que lo que su compañero de banca estaba haciendo era marcar con una pequeña navaja el dibujo de una calavera pirata.

—¡Deja de hacer eso! Te van a descubrir.

—Solo lo hago como recuerdo —Jake explicó—. Cuando me saquen de esta escuela al menos sabrán que estuve aquí.

Jake había sido un caso especial, si tratamos de llamarle de algún modo. A su edad, ya tenía una pequeña fama en diversas escuelas por su comportamiento antisocial y una capacidad de pandillerismo de al menos chicos del doble de su edad.

—¡En serio! ¡Para de hacer eso! ¿Qué no ves que está mal? —Allyson insistió mientras que Jake le daba los toques finales a su creación.

—¿Sabes qué? Si crees que esta tan mal, ¿por qué no se lo dices tú?

—¡Ah, ya lo verás! —la niña respondió al desafío—. ¿Crees que no lo haría?

—No lo creo, lo sé.

Jake inclusive le extendió la navaja para que Allyson la tomara y acudiera con la maestra, y por un instante, eso fue lo que la niña iba a hacer, pero no pudo siquiera tomar el objeto, tan solo le dio la espalda, molesta.

—Te lo dije.

—¡Ya cállate! —le respondió Allyson pensando que al menos no había apostado dinero.

En los días siguientes, a pesar de la molestia causada por su presencia, Jake siguió eligiendo el asiento junto a Allyson. No es que hubieran forjado algún tipo de amistad en ese momento, pero después de amenazar a uno de los chicos para que no lo delatara por el proto-grafiti que el muchacho ya sabía hacer con una mezcla de plastilina y acuarela, a nadie le gustaba de acercársele. Los demás alumnos buscaban asiento entre sí para no tener que compartirlo con él.

Los primeros días eran de una extraña indiferencia. Allyson no era particularmente afín a Jake, pero de todos los chicos y chicas que tenía por compañeros, la niña al menos podía medio soportar al impertinente muchacho. De cierto modo, ambos pertenecían a una misma clase, al no ser ninguno popular o querido, pero con distintos tonos de gris. Después de todo, hay una gran diferencia entre ser asocial y ser antisocial.

Colleen siempre estuvo preocupada por su hija, así que las citas con el consejero de la escuela eran comunes: la mayor parte de los niños que acudían eran aquellos que se rehusaban a colorear dentro de los contornos de los dibujos, pero de vez en cuando aparecerían casos como el de Allyson.

Una tarde, Allyson esperaba entrar a su cita con el loquero para infantes, cuando llegó Jake a la sala de espera con cara de niño regañado, y se sentó a unas tres sillas de la joven Martin.

—¿Por qué estás aquí? —Allyson preguntó.

—¿Tú por qué estás aquí?

—Yo pregunté primero.

—Bien, fue porque le quité el dinero al chico extranjero.

—¿Le pegaste?

—No, solo le dije que era hora de pagar el impuesto a extranjeros. No creí que funcionaría, y de no ser porque alguien nos escuchó, pude haberme salido con la mía. Ahora tú.

—¿Qué cosa?

—¿Por qué estás aquí?

—Mi mamá piensa que estoy algo... loquita.

—¿En serio? Mi papá también.

¿Han oído hablar de las amistades y amores «hechos en el cielo»? Bueno, uno entonces podría decir que la relación entre Allyson y Jake se forjó a poco de un cura locos. Claro, siendo niños uno debe darle su debida proporción a lo que es un problema psicológico o un simple comportamiento infantil, pero las citas constantes de ambos hicieron que tuvieran de pronto mucho sobre lo cual hablar.

—¿Qué te recetaron esta vez? —Allye le preguntó entre sesiones a Jake en la sala de espera.

—Ritalin, ¿y a ti?

—Concerta.

—¿Quieres cambiar?

—Bueno.

Es aquí donde cualquiera con un poco de sentido común podría o no preguntar: «¿cómo carambas los padres esperan que sus hijos no toquen fármacos cuando han crecido con eso?». Sea como sea, ese fue el comienzo de una hermosa (y narcótica) amistad.

—No sé qué más hacer contigo, muchacho —Harold le reclamó a su hijo de manera similar a la familia Martin, en su automóvil, de vuelta a casa, con la diferencia de que mientras Colleen podía costear una camioneta reciente, el auto de los Zabrocki era solo una excusa de vehículo con motor que no era robado porque ningún ladrón querría ese pedazo de basura.

—Le hubieras dicho la excusa de los problemas mentales; funcionó con mamá.

—Llevo diciendo esa desde que aún usabas pañales. ¡No puedo seguir usándola!

—Di que me dejaste caer de cabeza cuando era bebé, seguro se tragarán eso.

—¡Ese no es el punto! No se trata de seguir buscando justificaciones y razones. ¡Se trata de que te comportes!

—No es mi culpa, es el sistema... o algo así.

—Lo que no comprendo es cómo te amistaste con esas chicas. Lo podría comprender si fueran al menos de buen ver, pero ¿de demonios dónde salió eso? Bueno, la de negro no está tan mal en realidad.

—Es menor de edad, Harold —Jake señaló.

—No en todas partes.

Durante los años que siguieron, Allyson y Jake se volvieron muy unidos. Aprovechaban cualquier oportunidad para burlarse de las tonterías que hacían sus compañeros mientras trataban de no ser descubiertos por las suyas.

Corría el legendario año 2007, cuando Michael Moore aún era relevante y el término «metrosexual» seguía estando de moda. Allyson y Jake tenían nueve años ya, y el tiempo les había dado una perspectiva mucho más madura de la vida...

—¿Creen que es muy gracioso, verdad? —decía el profesor de historia, el profesor Filipenko—. ¿Creen que es genial? Pues quiero que sepan que no descansaré hasta encontrar al culpable. Lo verán. ¡Hallaré al idiota que llenó mi bisoñé con pulgas!

Las miradas de los alumnos (y del profesor mismo) se enfilaron hacia los dos seres del fondo del salón: Jake estaba fumando y Allye limándose las uñas, por completo indiferentes a lo que los demás tenían que decir o a sus miradas y actitudes.

—¿Qué? No nos miren, sea lo que fuera no fuimos nosotros... esta vez —Allyson dijo.

—¡Disculpe, fui yo! —dijo una voz con un notorio acento de Columbia Británica y un tono chillón.

—¿Quién dijo eso? —preguntó el profesor.

Levantó la mano una chica nueva de ropas oscuras con un par de detalles en colores neón que nadie con el mínimo gusto debería usar, mientras mostraba una extraña sonrisa maliciosa.

—¿Quién eres tú? ¿Eres nueva?

—Sí, señor, soy Sarah, soy la chica recién llegada.

—Nunca me enviaron un reporte de otro alumno. Maldita escuela, ¿es tan difícil imprimir un jodido memo? —dijo el profesor mientras volvía a su asiento revisando la lista de los alumnos—. ¿Cuál es tu nombre completo, señorita?

—Sarah Greenberg.

―Bien... Momento, ¿dijiste que tenías que ver con las pulgas en mi...mi...?

—¿Su cabello de bolsillo? —respondió Sarah, ante las sorpresivas risas de Allyson y Jake al escuchar el comentario.

—Eh, sí, bueno. ¿Qué pasó ahí?

—Oh, es que fue una pequeña problemática con mis pulgas amaestradas.

—Ah, por supuesto... Espera, ¿qué?

—Sí, traje mis pulgas amaestradas, pero al parecer no estaban tan amaestradas como pensé y se me escaparon camino al aula. Tal vez en el salón de maestros.

—¿Sabes que es contra las reglas de la escuela primaria 119 el traer mascotas o animales a la institución?

—Lo siento, pero calma, mire, solo se me escaparon unas cuantas —Sarah comentó sacando una caja del tamaño de una de fósforos—. ¡Mire, aquí están las demás!

—Pero ahí no hay nada... —dijo el maestro al dar un vistazo más de cerca.

—Oh, eso no es nada bueno.

—Oigan, ¿no sienten... comezón? —mencionó una de las alumnas rascándose la espalda.

Con rapidez, tras esas palabras, la imitó el resto del alumnado.

Después de tal fiasco que fue su primer día frente a los alumnos, Sarah fue exiliada al fondo del salón junto a, bueno, supongo que para estas alturas habrán adivinado. Casi todos los chicos se vieron obligados a raparse total o parcialmente, y sin duda guardaban sentimientos poco favorables ante la chica nueva.

—Así que, ¿vieron el juego de los Canucks de Vancouver? —Sarah mencionó tratando de hacer plática ante sus dos vecinos de aula.

—No voy a hablar contigo —dijeron al unísono Allyson y Jake completamente pelones y apenas pudiendo contener su furia.

—A veces quisiera saber qué transita en tu cabeza, Sarah —la madre de la joven mencionó después de estacionar su auto frente al hogar, tras aquella reunión.

—Sí, bueno, ¿no me han reprendido ya bastante?

—¡No, señorita! ¡No se va a ir de aquí hasta que me diga la verdad!

—Está bien, mamá, está bien, se me olvidó alimentar a los celacantos. ¡Pero fue solo una vez!

—¿Ves, hija, no se siente mejor decir la verdad?

Juegos y malinterpretaciones de lado, el trio ahora debía aceptar cualquier medida que se les fuera a aplicar... O hacer lo mismo de siempre: ignorar todo.

Creo que ya me respondí solo, ¿no es así?

NOTA DEL AUTOR: Mil MIL gracias a todos los que han leído esta serie de jaladas, tonterías y delirios escritos por un payaso de rodeo como yo.

Mil gracias también a Alejandra por enviarme la publicidad gratuita. No lo merezco, de verdad...

Recuerden votar, ¡y comentar! Si tienes sugerencias, ideas, flores o insultos, TODO SE VALE

Continue Reading

You'll Also Like

3.8K 768 9
Dazai se suicida y el alma rota de Chuuya, en honor al insomnio y los remordimientos, se resguarda dedicándole ocho cartas, cada una con un nombre pa...
2.4K 869 43
¿Quién puede decidir sobre la vida y la muerte? Una princesa rebelde buscará sus verdaderas raíces sin importar las consecuencias que genere. Dael a...
346K 26.6K 34
:🌿🐟: ะ⸙ 𝘓𝘪𝘵𝘵𝘭𝘦 𝘛𝘩𝘪𝘯𝘨𝘴 ─── 𝗗𝗲𝘀𝗽𝘂é𝘀 𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗘𝗱𝘄𝗮𝗿𝗱 𝗮𝗯𝗮𝗻𝗱𝗼𝗻𝗮𝗿𝗮 𝗙𝗼𝗿𝗸𝘀 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗮 𝗽𝗿𝗼𝘁𝗲𝗰𝗰𝗶ó𝗻 𝗱𝗲 �...
219K 41.8K 49
Tras la muerte de su tía, Débora debe viajar a Venezuela para reencontrarse con su padre después de varios años. En este país completamente desconoci...