Revealing Dreams - Sacrilegio

By ricardomrincon

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Caroline es una hermosa chica inteligente que oculta a sus padres la atracción que siente por su medio herman... More

PREFACIO
Capítulo I: Imaginación.
Capítulo II: Besos a ciegas.
Capítulo III: En la oscuridad.
Capítulo IV: Un asesino, pistas lejanas.
Capítulo V: Primer encuentro.
Capítulo VI: Sin escape.
Capítulo VII: Sonata de recuerdos reveladores.
Capítulo VIII: Juego equivocado. Otro destino.
Capítulo X: Silueta del pasado.
Capítulo XI: Las tres manecillas del reloj.
Capítulo XII: Cordura.
Capítulo XII: parte II - Entre el bien y el mal
Capítulo XIII: 5 minutos.
Capítulo XIV: Celos en el alba.
Capítulo XV: La cara del asesino en tres tiempos.
Capítulo XVI: Reencuentro confuso.
Capítulo XVII:Lágrimas secas.
Capítulo XVIII: Vendas caídas.
Capítulo XIX: Sacrilegio.
Final Alternativo.
Notas del Autor.
NOTICIA

Capítulo IX: Instinto.

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By ricardomrincon

Con Ashely olvidé de momento todo el dolor, luego de esperar un día, porque los pasajes se habían agotado. Compré mi boleto para el día siguiente, y deseaba con todo mí ser no encontrarme a nadie conocido, mientras pasaba la noche incómoda en un sillón de metal.

No llevé mi IPod, por ende, no tenía nada que escuchar y mucho menos ver, simplemente observar como las personas agarraban sus diferentes destinos. Sonreí al ver un niño tomando a sus padres de la mano. Cuanto hubiese querido tener un poco de ese amor que quizá él tenía, pero luego me visualicé como la madre del pequeño y Brian como su padre.

Sentí el nudo en la garganta. Cubrí rostro con mis manos y una señora se acercó para cerciorarse si estaba bien. La miré un poco apenada y sonreí. Mis mejillas seguramente habían enrojecido, pero más aún mi nariz. Así que me aproveché de esa condición para poder mentir.

— ¡Estoy bien! – mentí frotando mi nariz-. Me he cubierto por la alergia, el clima me ha puesto un poco mal.

— Puedo ofrecerte una pastilla – sacó de su cartera una tableta-. Es un antialérgico.

— Gracias – la tomé y la sostuve en mi mano, esperando verla marchar.

Ella miró los puestos vacíos. Luego tomó asiento a mi derecha.

— Me toca dormir aquí – cruzó los brazos-. Ya cumplí mi estadía en el hotel y tuve que salirme. No tengo familiares sólo vine de visita.

— ¡Yo también! – reí-. Es de madrugada y mi vuelo saldrá tempranito.

— Al igual que mi vuelo ¿A dónde te diriges? – preguntó arqueando su ceja.

— New York – respondí

Ella bostezó.

— ¡Lo siento! Realmente ando muerta de cansancio - sonrió con los ojos llorosos por el bostezo-. También me dirijo a New York.

— ¡También estoy agotada! – suspiré pensativa.

— Bueno ya que te veo mejor ¿Te gustaría rezar el rosario conmigo? – sacó de su cartera un rosario-. ¿Cómo te llamas?

— Me llamo Caroline, pero me dicen Caro – extendí mi mano, ella correspondió-. ¡Lo siento! Pero pertenezco a la filosofía del budismo.

— ¡OH! – Exclamó-. Ignorante, ¡Dios te castigará!

La miré con incredulidad.

— ¡Ya! Bueno respeto su opinión - sonreí.

— ¿Opinión? ¿Lees el evangelio?

— ¡No!

Ella arrebató de mis manos el antialérgico.

— ¡Puedes seguir estornudando! ¡Pecadora! – se fue molesta, y yo reí.

— Nos vemos en el avión y gracias por la pastilla, me hizo efecto inmediatamente – dije con sarcasmo.

Ella miró un par de veces hacia atrás, para constatar que permanecía en el mismo sitio.

— Y eso que olvidé contarle que el amor de mi vida es mi hermano - susurré con cierta melancolía.

Realmente fue gracioso, pero pasar la noche ahí había sido caótico, me parecieron las horas más eternas y no conseguí comodidad alguna. El vuelo estaba pautado para las primeras horas de la mañana y estaba rogando que no se retrasara.

Mis pensamientos no se detenían, me aterraba imaginar que Ashley se pudiera conseguir a Brian, y por alguna razón le diera mi descripción, facilitándole la dirección para buscarme y encontrarme.

El sol comenzó a salir y lo admiré por el enorme vidrio templado. Como todas las mañanas, no pensé dos veces en ir por un café en el cafetín del aeropuerto. El olor me recordó todas esas mañanas al levantarme. Nunca podía faltar el café de mi madre, aunque la señora de cierta forma me hizo recordarla, pero sin duda, el café era una de las tantas cosas que extrañaba.

Finalmente hicieron el llamado, estaba nerviosa. Fui la séptima persona en la cola para entregar el pasaje. Cuando la encargada de recibir el boleto tomó el mío, me arrepentí de momento de abordar el avión, incluso dudé en entregarlo.

Miré hacia atrás con la esperanza de ver a Brian deteniéndome y rogando porque me quedara, o, escuchar de sus labios lo mucho que me amaba. Incluso lo llegué a imaginar, pero mi imaginación creó historias de cuentos de hadas que jamás sucederían.

Alejarme de todo aumentaba mi depresión. Al recordar las palabras de Brian se moría lentamente un sentimiento nuevo. Era la cuarta vez que viajaba en avión hacia un estado, incluyendo a New York.

La primera vez que llegué a New York fue cuando me presenté de cheerleader con un grupo de chicas, para animar un partido de futbol americano de mi colegio, enfrentándose con otra Elite School.

Me entretuve viendo las nubes, parecían estar paralizadas. La aeromoza me ofreció un café, pero lo cambié por una manzanilla que calmaría mi ansiedad. A mi lado estaba un chico que mostraba cierta simpatía por mí. Traté de esquivar su mirada intensa; el color de sus ojos, una tonalidad específicamente aceituna.

Sin embargo, al recordar el beso y las palabras de Brian seguían oprimiendo mi pecho. No sé si era masoquista al seguir recordando, pero el amor que sentía podía agotarse. Estaba completamente segura de no regresar más a la casa, necesitaba formar una nueva vida, valerme por mis esfuerzos.

Habían pasado menos de diez minutos de vuelo y mis oídos estaban tapados por la altura. Sentí que tocaron con suavidad mi brazo, y al voltear, estaban sus hermosos ojos. Su mirada reflejaba alguna excusa para hablarme y había encontrado la manera perfecta de hacerlo. Me ofreció dos barritas del chocolate que se estaba comiendo.

— Me preguntaba si querías probar éste chocolate – mostró el empaque destapado.

— Gracias – sonreí.

Él me dio las dos barritas.

— Me encanta el chocolate - dije sonriente.

— Es mi preferido, pero no lo venden aquí – mostró en su rostro un gesto de desesperanza-. Es de Venezuela.

— ¡Vaya! – exclamé-. De verdad está riquísimo – tragué antes de proseguir la conversación-. Creo que es un país pendiente por visitar.

— Mis abuelos son de allá. En las navidades vinieron y me lo regalaron – dijo apretando sus labios-, pero bueno, ahora tengo que seguir mi vida.

— ¿Por qué lo dices? – pregunté, y luego pensé que quizá cometía una imprudencia-. Disculpa, quizás dirás que soy atrevida por preguntar eso.

Soltó una leve carcajada, se acomodó en el asiento y volvió a mirarme.

— Creo que sería más osado si me preguntaras si tengo novia – dijo cruzando los brazos.

— La verdad... yo

— Y la respuesta es no – me interrumpió-. No tengo pareja, y voy a vivir en New York.

Nunca pensé en encontrar una persona tan interesante. Habló de las veces que viajó a Venezuela cuando estaba en vacaciones y de sus estudios: Administrador de empresas y haría un postgrado en la Universidad de New York. Sus padres eran personas adineradas, por ende, él tenía una buena posición económica, y lo que me gustó sin duda fue su humildad.

Le conté un poco sobre mi vida, e irónicamente pude desahogarme. Pensé que nunca lo volvería a ver, y fue esa razón que le conté la historia sobre el amor a mi medio hermano. Él no mostró apatía, tampoco sorpresa, parecía un joven con mente muy abierta, aunque su forma tan caballerosa de ser, no me convencía del todo.

Le pedí que simplemente me escuchara, por consiguiente, se reservó sus opiniones, y finalmente, terminé contándole que había dejado mi carrera de psicología temporalmente y ahora buscaba un lugar donde vivir, pero que ni siquiera tenía un lugar para pasar la noche.

Sabía que existían refugios temporales y pensé preguntarles a las personas del aeropuerto que me recomendaran alguno. Necesitaba la dirección exacta, pero las palabras de él me hicieron cambiar de parecer.

— Yo alquilé un apartamento completo, si quieres puedes quedarte ahí el tiempo que necesites – se ofreció con tono neutro.

Suspiré, y luego me quedé pensando en la idea.

— No hay problema de verdad – aseguró.

— Ni me conoces. Ni te conozco – respondí cortante.

— Tienes razón. Eso se soluciona fácilmente – replicó extendiendo su brazo para estrechar mi mano-. Chriss Meller.

— Caroline Vanderhoef – finalmente, la repentina desconfianza se esfumó.

Nunca pensé que llegaría a ese punto: acordé con él que mensualmente le pagaría, incluso estaba dispuesta a darle cien dólares de lo que había reunido. Pronto mostró su molestia, así que desistí, y acordamos que al conseguir trabajo, si me hacía sentir mejor le pagara setenta y cinco dólares, que serían reunidos para mis necesidades en la universidad. Es decir, el dinero de nuevo regresaría a mí, no tenía lógica.

No medí los riesgos al quedarme en casa de un desconocido, pero la vivienda donde se ubicaría estaba demasiado poblada para creerlo un loco o psicópata, que intentara violarme o matarme. Me sentí más tranquila al ver que la conserje y un vecino lo saludaran con tanta amabilidad e incluso le preguntaron por sus padres.

— Es una residencia muy bonita - coloqué mi maleta en la sala.

Él asintió.

— Es pequeña, pero cómoda - se dirigió a la cocina-. ¿Agua?

— ¡Sí, gracias! - me asomé por la ventana.

— ¿Muchas personas? - se aproximó con el vaso.

— ¡Oh, sí! Es bastante transitable por lo que parece.

— ¡Espero que te sientas cómoda! Y como verás no soy tan extraño, no pienses mal de mí por ofrecerte mi residencia para tu estadía. No quiero que pienses que me aprovecho de tu...

— ¡Ni lo digas! - lo interrumpí-. No sé si es Dios o el destino, pero gracias a ti no pasaré la noche en un refugio - coloqué el vaso en una pequeña mesa-. ¡Muchas gracias!

Él sonrió tímidamente.

— Te llevaré a tu habitación, no es tan hermosa, aunque sí lo suficientemente cómoda - caminó por un estrecho pasillo-. No suelo hacer esto con nadie, pero tengo mis razones para sentir que te ganaste mi respeto.

— ¿Lo dices por lo que te he confesado de mi hermano? - pregunté tímidamente.

Dudó.

¾ Quizá - sonrió.

La primera noche no dejé de llorar. La habitación quedó completamente oscura cuando decidí apagar la luz y acostarme para desahogarme en llanto. La rabia combinada con la desolación me tenía hecha pedazos, y en mi mente, retumbaba sólo una melodía en piano que alimentaba mi penumbra.

Arañé el colchón por el dolor y tenía en reversa la película de Brian, sus recuerdos. No entendía el porqué de sus palabras, ni la manera en que me miró con tanta frialdad ¿Acaso jugó conmigo como con otras mujeres?

En ese momento en que estás en un último piso y te paras al borde del principio donde el viento te hace tambalear, sintiendo tanta inseguridad al cerrar los ojos y caminar. Sigues el camino por el borde, levantando los brazos suavemente para no perder el equilibrio. En ese momento, justo ahí, en donde no sabes con exactitud si al dar otro paso pudieras caer, recorre un miedo que nadie puede quitar...eso era lo más cercano a un amor que sabe quitar el equilibrio.

Measfixiaba la inagotable sensación de temor al saber que nada volvería a serigual. Seguramente caería en el abismo y moriría, o quizá, me levantaría paracomenzar una nueva vida. Tenía el instinto de que nada había terminado.    


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