El aula estaba tan cerca, pero tan lejos a los ojos de Tzuyu. Pero prefirió no ir ahí, se ganaría un buen regaño de parte de su madre. Lo sabía. Pero su día había comenzado con el pie izquierdo y, pareciera que todos estaban en su contra.
Algo raro. Era como si todos se hubieran enterado primero de su llegada, todos la recordaban como lo que era. Un juguete para ellos. Volvería a aquel tiempo donde era un juguete que se manejaba con facilidad. No lo soportaría por mucho tiempo si todo transcursa así.
Sus rodillas impactaron contra el suelo gracias al empujón tan fuerte recibido. Sus libros calleron al igual que su rostro, le daba vergüenza que ellos la observaran de esa manera.
Algunas risas se escucharon desde la parte posterior. Alcanzó un libro con mano derecha y, el próximo que yacía en el suelo de igual manera. Pero reprimió un grito cuando su mano fue pisada por el zapato de algún chico a su alrededor.
No quiso ver quién era, si lo miraba lo tomaría personal y el dolor se duplicaría en un dos por tres.
—Que bueno es tenerte por nuestras instalaciones, Tzuyu. —Tomarlo como halago era para estúpidos, así que solo mordió su labio con fuerza y no contestó.
Por suerte un extraño interrumpió sin aviso.
—Oye, ¿No tienes otra cosa que hacer? —Su vista contempló al chico que sostenía el brazo de aquel otro.
Ni siquiera dijo otra palabra en voz alta, pues el otro ya se había marchado conforme con lo que el sujeto extraño -para Tzuyu- le había dicho al oído.
Dobló sus rodillas a la altura de la taiwanesa, y ayudó a levantar sus libros que ahora estaban esparcidos por el suelo.
—Toma. —El último libro fue entregado con gentileza.
—Gracias.. —Agradecía mientras secaba las pocas lágrimas que habían en sus ojos al tiro, las que había provocado el dolor de su mano.
—¿Tzuyu cierto? —asintió con timidez.
Con sus manos temblorosas acomodó un mechón de su cabello tras su oreja.
—Debes ser muy tímida, oh... mira esa mano, está colorada. —Tzuyu no dejó que él sostuviera su Mano por mucho tiempo, seguía doliendo y le incomodaba que aquel la tocara.
—Uhm, ¿Te sentarías conmigo en química? —Pregunta al notar la incomodidad en ella, solo quería platicar.
—¿Va.. curzamos e-el mismo grado..?
—Si, siempre llaman tu nombre pero nunca estás presente. Ahora que por casualidad lo escuché, me atreví a acercarme y ahora preguntar si podríamos compartir asiento.
Dudó. ¿Qué tal y solo se le acercaba para lo mismo? Pedir su trabajo, manipularla. O tal vez se le acercaba para ser su amigo y hacer que le tenga confianza, sacarle todo lo que lleva escondido y al final lograr que desconfíe nuevamente. No tenía pruebas para confirmarlo pero estaba segura que no se acercaba por simple pena, o ser su amigo.
—¿Y bien?
—Lu..luego.
Se alejó y fue al baño, abrió el grifo y mojó su cara, con una toalla la secó. Al mirarse a espejo notó lo que en éste estaba escrito. "Cuidado, volvió la asesina Chou Tzuyu"
Miró hacia la nada, se dejó caer en el suelo mientras su cara se llenaba de lágrimas.
—¿Por qué a mi? —De todas las personas en el mundo, eso le sucedía a ella. Sin embargo no le deseaba eso a nadie, tampoco deseaba sentirlo ella.
La destrozaban y no paraban. ¿Acaso no sentían una pizca de culpa? Era más que obvio que no poseían corazón, ni culpa. ¿Cómo seres así existen en el mundo?
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Era mucho sacrificio por el día, necesitaba comer para recargarse. Había estado practicando sin parar toda la mañana, ¿Estaría mal ir a comer luego? La respuesta era simple: no. A su parecer lo necesitaba y, no solamente al suyo. Voltear a mirar a su mejor amiga y notar como esta se quejaba del hambre le daba a entender que no era la única que lo sentía.
—¿Ahora sí descansamos?
—Sí, por favor. Llevamos todo el día en lo mismo. —Se quejó, corriendo hasta los pies de su maestra y abrazandolos con un puchero formado en sus labios.
—Ya, fuera. No los quiero ver hasta mañana en la tarde.
—¿Mañana en la tarde?
—En la mañana no podré estar, así que el día de mañana tendrán clases particulares como todos.
—Bien, la veremos mañana en la tarde, señorita Jodson. —Se despidió con el movimiento de mano.
—Es Hudson, Hirai.
Siempre pronunciaba mal el apellido de sus maestros, y no faltaba la burla de parte de Sana.
Se dirigieron a la parte trasera de la escuela, donde siempre almorzaban lo que cada cual traía. Se distrageron comiendo y hablando de qué tan cansadas estaba luego de aquel calentamiento.
—¿No quieres eso?
—Sí.
Luego de algunos minutos una tercera persona interrumpió su plática y su almuerzo.
—¿La vieron llegar? Me da mucha pena.
—¿A quién?
—Chou Tzuyu.
—oh, a Sana le gusta.
—Quiero ayudarla, no me gusta pero se nota que necesita ayuda.
—Tú siempre con tu buen corazón. Déjame decirte que acaban de mandar a un chico al hospital, por el simple hecho de habérselo entrometido mientras la molestaban. —Comenzó Momo.
—¿Qué? ¿Quién? —Pregunta con confusión, frunció su ceño y miró en espera de la respuesta de su amiga.
—El chico transferido de China, no sé su nombre.
—¿Crees que me van a golpear? —¿A eso se refería? Era algo estúpido.
—Mejor prevenir, Sana.
—Quiero ayudar a una persona, ¿Es malo eso? ¿Querer ayudar a alguien en problemas es malo? Dímelo porque no entiendo.
—No lo es, pero corres peligro de que comiencen a molestarte de igual forma.
—No te entiendo, he ayudado a tantas personas anteriormente y nunca te interpusiste, ahora ¿Qué sucede?
—Es simple, no la conoces. ¿Y la quieres ayudar?
—Vamos, ¿Qué quieres? ¿Te cae mal la chica? No es mi culpa, ¿Acaso no ves? Me da pena... y eso que apenas la he visto dos veces en el transcurso del día. Sus heridas, su mirada y su miedo me hace querer ayudarla. ¿Qué es lo que te sucede?
—Oigan calmense. —Mina que miraba a sus amigas sin hacer nada habló, Sana no estaba enojada pero si confundida por la actitud de su amiga.
—Ella no es buena, te lo sigo po-
—No entiendo como personas sin corazón existen, deberías intentar porque los demás estén feliz.. escucha, no quiero enfadarme contigo pero..
Cuando encuentres tu cerebro, puedes buscarme
Gotas caían sobre el rostro de Tzuyu, había notado que llovería mucho pero no le importó. Caminar la despejaría un poco de todo, su primer día de clases luego de tanto tiempo no fue el mejor.
Muchas personas recordaron su rostro, personas que la habían echo sufrir. Como aquel chico que ya daba por muerto. Fue el primero que se le acercó e intentó montar conversación con ella, ¿Para qué? Para luego recordar su patética vida. Al final no aguantó y corrió hacia su mejor escondite. Así se basó su día. Burlas, críticas, empujones que no pensaba volver a escuchar-sentir.
Su cuerpo ya estaba empapado, caminaba temblorosa bajo la lluvia mientras el frío la abrazaba, tiritaba y jugaba con sus dedos mojados. Por un segundo se le pasó la imaginen de la pelinegra de la mañana, y el chico desconocido. Los únicos que habían sido amables con ella en el día. La chillona voz de la chica resonó en su cabeza provocándole un ligero escalofrío. Mientras que le restó importancia a la imagen de aquel desconocido.
Pasos se escucharon, al igual que el irritante sonido que las llaves emitían al chocar entre sí. Sin poderlo evitar sus nervios aparecieron, ¿Qué tal si le hacen algo? Siempre ha dudado de estar completamente sola en las calles.
—¡Oye niña bonita! — Un suspiro de su parte, al final decidió ignorar. Estaba segura de quien que esa persona y, una buena compañía no era.
Pasos más lejos la misma voz volvió a retumbar en sus oídos, esta vez más cerca y provocando que su piel se erizara. ¿Debería correr o permanecer ahí parada?
—No ignores a mis llamados, maldita depresiva—. A pesar de la fría lluvia, la mano que en su hombro descansó era caliente y pesada. Algo muy raro.
Pasó la saliva pesadamente, hoy moriría y de eso estaba segura al cien. Aunque cualquier manera de morir, era aceptada para ella.
No volteó en ningún momento, apenas y podía respirar. Había quedado en un transe, observaba el suelo y sus manos temblaban pero no pestañeaba.
—Y me sigues ignorando, ¿Y si te enseño a respetar?— Segunda mano que fue a tomar su muñeca para voltearla quedando frente a frente.
Aún no miraba a la persona, ni lo haría si quería conservar su vida por al menos algunos segundos más—. ¿Ya muda quedaste?
—Vengo sólo... nadie tras mío, juguemos a que te abrimos esas heridas como bienvenida.- Palabras que hacían dudar a Tzuyu, nunca estaba sólo y, ¿por qué lo estaría ahora?
—Pensé que no.. No tendría q..que pasar po-or esto... nuevamente. —Tartamudeó.
—¿Po-or.. por qu-qu-é tar-tartamu-u... Da?
Su mirada se cruzó con la de el sujeto durante algunos minutos. Mirada que le recordaba tantas cosas, mirada que le causaba miedo y escalofríos. La que según ella, había borrado de su mente y su imagen no era más que algo borroso y difícil de ver.
Fue difícil impedir que flasbacks la atormentaran, de esos días en los que era un muñeco para tantas personas.
—¿No me vas a mirar? Qué falta de respeto es esa.
Mantenía su cabeza y mirada baja, sentía que por mirarlo se buscaría tremendo lío. La mano ajena sostuvo su barbilla con fuerza e hizo que sus miradas se conectaran. Aquel marrón oscuro penetró en su más adentro, provocándole un escalofrío y temor a la taiwanesa. El otro por su parte encontraba divertida la ocasión, estaba consciente del miedo que en su interior había y lo disfrutaba.
¿Esto ya comenzó? Se preguntó a sí misma, sin darse cuenta que lo había preguntado en voz alta, y en su idioma natal. Por lo que el contrario no entendió en lo absoluto.
—¿Qué dijiste? —y sin razón alguna lo había tomado como un insulto.
No contestó.
—¿Por qué no me miras? —silencio por parte de Tzuyu—.
—No tuve tiempo de decir lo anteriormente... Ahora, solo te perseguía para decirte que, te ves más bonita que antes. Deberías ir a hospitales así más seguido. Aunque de hecho, te va hacer falta luego de mi muestra de amor.
¿Qué se suponía era aquello?
—Que tengas bonitos sueños, hermosa.