Amanecí en una cómoda cama, suave y mullida. Una cama. ¿Una cama? ¿No estaba muerta? O ¿Había camas en el cielo?
No podía moverme. Me percaté que tenía yesos. Uno en la pierna y otro en el brazo. También había una venda que me rodeaba todo el torso. Me quedé inmóvil. Estaba en la cama de Sean. Había un ramo de flores junto a mi cabeza. Decía: "Para Sasha" eran unas hermosas orquídeas Flechas de Cupido. Hermosas tales como su nombre. Me sentí reconfortada al saber que no estaba tirada en el sillón. Con una manta corta muerta de frio. Alguien tocó la puerta.
-¿Si?- hasta me era difícil hablar.
-¿Puedo pasar?- era una voz conocida. Estaba muy mareada.
-Sí.
Entonces entro Sean al cuarto.
El miedo se apodero de mí. Miró el suelo, como si no pudiese mirarme.
-¿Como estas?
No conteste. Ahora le importaba. Solo cuando su reputación iba a mancharse. Comencé a mirar los rincones de la habitación. Esperando que hubiese una cámara. Por lo menos una. Rezaba paran no estar sola con él.
-Sasha, vine solo.
Seguí callada y dura. Asustada y confundida.
Comenzó a caminar y se apoyó en el borde de la cama.
-No te acerques - dije en un hilo de voz, pero muy tembloroso.
Miró nuevamente el piso.
-Sasha... ¡Me siento tan mal!- dijo con la cara entre sus manos.- solo te quería hacer una broma. ¡Perdoname! Te conozco de hace dos días, y ya te alejado. ¡Por favor! ¡No me odies! Aunque. Estás en tu derecho. Me siento como una basura. Tuviste una vida tan difícil. Y yo, como un idiota la empeoré. Yo te arruiné la vida Sasha. Vos no arruinaste mi vida.- empezó a llorar.- soy la causa de todas tus penas, Sasha ¡Ya no puedo hacerte más esto! Comencemos de nuevo. Prometo que te haré feliz. Lo prometo. Y aunque hasta ahora, lo único que te hice, fue hacerte llorar, quiero ser el motivo de tus risas. No de tus llantos. Basta de tristeza. Estoy acá para amarte.
Pero todo se volvió negro.
"