Una pequeña melodía que te devuelve a un infinito de recuerdos, que no fueron objetivo, ni sueño ni deseo.
Momentos que nacieron por un sinfín de casualidades entre los sofocos del calor, para devolver el aire. Momentos que se perdieron cuando tocaron la rutina. Momentos que se volvieron instante en cada noche del verano que no duerme. Abrazos que se mantuvieron eternos entre las corridas al último colectivo a Mar del Plata, y besos que se descubrieron cuando, por descuido o falta de destino, desviaron el camino a Bariloche. Historias que perdían el hilo cuando se distraían contando las estrellas que no habían visto la noche anterior. Carcajadas carentes de sentido. Llantos por descubrirse a sí mismo en el otro. Noches dónde el yo se perdía en el paisaje. Calor que solo se recordaba en los roces. Pasiones que parecían no poder apagarse. Canciones sobre quien ya había olvidado vivir de día. Refugios secretos que la aventura encontraba. Palabras que volvían íntimas a un par de aves de paso. Relojes que parecían no tener segundos sin descubrir. Tiempo que solo valía para quién veía los calendarios.
La frontera llegó cuando la rutina anunció su retorno. Y las noches solo vuelven con las canciones que guardaron para sí los recuerdos.