Yoongi
Recuerdo el día cuando me dí cuenta que amaba a Park Jimin más que a mi mismo, cuando lo ví dándole el amor, que se suponía tendría que ser para mí, a Hoseok.
Una madrugada, cerca de las 5 a.m, entré sigilosamente a la habitación que compartían Hoseok y Jimin.
Mi príncipe estaba durmiendo sobre el pecho de Hoseok, justo como dormía conmigo.
Joder, dolía tanto.
Me senté en el borde de la cama y acerqué mi mano a su cara, acariciándolo.
Él simplemente lucía como un precioso ángel, un ángel que habían mandado para mi, pero yo no lo supe aprovechar.
Lágrimas silenciosas salían de mis ojos, empapando mis mejillas.
Estaba tan arrepentido de todo lo que le hice, de dañar tanto a la persona que amaba.
Sólo por querer que me odiara, por ser un maldito cobarde.
Y juro, que esa noche, me propuse a recuperarlo, quería que sea mío de nuevo, poder cuidarlo el tiempo que pudiera.
Pero me había decidido demasiado tarde.
Horas después, cuando todos en la casa estaban despiertos, Jimin soltó un grito de desesperación, alarmandonos a todos. Cayó al suelo, se le dificultaba respirar, lágrimas salían de su rostro, y muchos feos sonidos salían de su boca cuando trataba de llenar sus pulmones.
—¡NamJoon llama a una ambulancia! —Fue lo último que escuché de parte de Jin, al igual que todos, estaba histérico.
Eso fue lo que siempre temí desde que atendí esa llamada, esa llamada donde el doctor me confirmaba el cáncer que padecía Jimin.