Me llamo Jack Frost, ¿Y tu?

By Poppy-coquelicot

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Mi demente historia, de como una chica conoce a un supuesto personaje de cuentos para niños... - ¡Hey! Soy ta... More

Me llamo Jack Frost, ¿y tu?
Mi hermano le dispara a un pájaro muy grande.
Una adolescente cree en mi
Una nevada invade mi cuarto.
Un poco de nieve no molesta a nadie.
Siento como me atraviesan el corazón.
Descubro el pasado oscuro de Santa Claus.
Tengo un padre y dos mejores amigos celosos.
Tres tipos feos quieren matarme.
Estoy en la mejor fábrica de juguetes del mundo.
Cada vez comprendo menos a las personas.
Organizo una competencia caza-monstruos.
Escucho la historia de una bailarina y un juguetero.
Me llevo dos grandes preocupaciones.
¿Soy el blanco o la carnada?
Jamás imaginé que pasaría esto.
Visitar mis recuerdos no me lleva a nada bueno.
Aprendo cómo dejar de sentir dolor.
Nos ataca un maniático con vestido.
Tengo un antepasado.
¿Es posible llenar de oscuridad el corazón? Espero que no.
Yo, tu Chico helado, y tu, mi Zanahoria.
¿Quien es real para mi?
¿Qué aprendí? A nunca mirar por las ventanas.
Secuestran todo lo que amo.
Soy libre otra vez.
¡Devuélvanme a mi Chico Helado!
Nunca pensé que podía ganar y perder.
El tiempo pasa y los recuerdos quedan.

¿Me arriesgo a seguir un impulso?

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By Poppy-coquelicot

JACK

Sentía tanta impotencia, sabía que no podía hacer nada por ella, salvo estar a su lado y esperar. Quería gritarle por lo que había hecho ¿Cómo dejarla hacer algo semejante? pero ahora ella me sonreía y cantaba, llegué a pensar que el dolor le había hecho perder la cabeza.  La levanté en brazos y ella hizo una mueca, no sabía cuánto mal podría llegar a hacerle una de esas puñaladas a una mortal.

- Hay un cuarto en el segundo piso, Jack - me dijo Norte - llévala a allí.

Asentí y sin decir más me fui con Sia en brazos, cuando estuvimos lejos del oídos de los demás me digne a mirarla.

- Podrías haberte matado - le dije serio. Cuando la vi clavarse ese cuchillo sentí tal desesperación que me preguntaba por qué no había ido volando y se la había sacado de las manos en el mismo instante que la vi.

- La hoja no podía dañarme realmente - me dijo ella, pero yo miré la mancha negra en su ropa - y esto es un simple juego mental - todo su cuerpo se estremeció y permaneció en silencio un segundo, seguramente conteniendo las ganas de llorar -. Si Ella te atrapaba tu no correrías la misma suerte. 

Llegamos al cuarto que Norte me había indicado, todavía me sorprendía la cantidad de lugares que me quedaban por conocer de ese taller. La habitación era pequeña, pero estaba bien, había una cama de madera, un sillón enorme de terciopelo rojo, un hogar, un pequeño ropero y un escritorio de madera sencillo con una silla a juego. La lámpara de techo colgaba sobre nosotros, aunque entraba suficiente luz por la ventana de vidrio de colores. Acosté a Sia en la cama y me senté junto a ella.

- ¿Qué fue lo que Ella te hizo? - me preguntó.

No podía hablarle de Bianca, no después de que ella se haya sacrificado así por protegerme. Tenía que aceptarlo, ella era parte de mi pasado, igual que mi familia, lo que ya había perdido no lo podría recuperar.  Ahora tenía que preocuparme por Sia.

- No mucho más de lo que te hizo a ti - le respondí. No quería hablar de eso.

Ella volvió a buscar mi mano e hizo una sonrisa.

- ¿Sabes que puedes decirme lo que sea, verdad Jack?

Cerró los ojos un momento y en su rostro apareció una mueca, aunque ya era evidente que el dolor era mucho menor. La puerta se abrió para dejar lugar a Meme y Hada, ambos se veían muy preocupados. Sia se sentó en la cama (con mi ayuda) y les hizo una sonrisa.

-  Jack, Norte quiere hablar contigo afuera - dijo Hada antes de sentarse en la cama junto a Sia. Hadita revoloteo a su alrededor. Ella apenas hizo una sonrisa que enseguida se apagó. Meme se acercó a ella y le preguntó si estaba bien, aunque como Sia no entendía Hada tuvo que hacer de interpreté.

Salí al corredor pero no había nadie, seguí hasta la sala del mundo, allí estaban Conejo y Norte, discutiendo.

- ¡Esto es una locura y tienes que detenerlo ahora! - exclamaba el canguro fuera de sí. Antes de que me vieran me pegué a la pared y agudicé el oído.

- Y dime tú como hacerlo si tan fácil te parece - le recriminó Norte -. ¿Tú crees que ella se querrá que la hagamos a un lado ahora? ¿Realmente piensas que lo aceptará? Vira ya sabe de ella, ya no está segura en su hogar.

- Es una mortal, desde un principio me opuse a esto solamente por su seguridad pero claro ¡Nadie escucha al Conejo!

- Simplemente habríamos retrasado algo inevitable, ¿O crees que Jack habría dejado de verla?

El silencio invadió la habitación unos segundos, me habría gustado ver la cara de Conejo en ese momento, pero quería la conversación era mucho más importante.

- ¿Realmente crees que es ella? - preguntó mucho más calmo.

- Hacía mucho que no veía a alguien capaz de hacer un sacrificio así.

- Ella sabía que no moriría - dijo Conejo.

- Pero se arriesgó a sentir el peor dolor de su vida y lo hizo sin titubear. Tienes la suerte de no conocer el poder de Vira querido amigo, pero para aquellos que hayan sido rozados por sus dagas… créeme… no es bonito.

Instintivamente me llevé una mano bajo las costillas, yo lo sabía, Vira había disfrutado apuñalándome varias veces cuando me atrapó, no es algo que quisiera repetir… Apenas asomé la cabeza y vi a Norte tocarse el estómago también, seguramente él había corrido mi misma suerte después de que Vira asumiera su lugar como portadora de la tristeza.

- ¿Crees que él lo acepte?… digo ¿Y si le sucede lo mismo?

¿Por qué demonios dan todo por entendido? Me encantaría entender de qué están hablando.  

- No puedo responder ninguna de esas preguntas Conejo, solamente podemos esperar.

Fue entonces cuando me decidí a aparecer, mi cara de consternación por lo que acababa de escuchar perfectamente podía confundirse con una de preocupación, así que no me hice problema por eso. Norte me sonrió de forma compasiva mientras Conejo, como siempre, me miraba serio y como se acaba de descubrir alguna de mis travesuras.   

 - Ella ha causado muchos problemas en todo el globo, Jack - me dijo Norte señalando el mundo, las luces parpadeaban en diferentes partes amenazando con apagarse -. Tenemos que ir a solucionarlo, pero tú te quedarás con Sia.

 - ¿No sería mejor permanecer todos juntos? Digo, por si Ella quiere regre…

- No lo hará - me interrumpió Norte - A Vira le gusta crear paranoia antes de aparecer, además, creo que tiene mucho en que pensar.

- ¿Qué cosa? - inquirí. Pero Norte no me respondió.    

- Cuida a la chica - me dijo Conejo, eso fue una sorpresa ¿El canguro preocupándose por Sia?

- Pensé que no te agradaba.

- Alguien que arriesga su vida así, merece mi respeto, y además, nunca dije que no me agradara.

- ¿Y por qué tengo que ser yo quien se quede? - pregunté  - ¿No puede hacerlo Hada, o Meme?

- Porque tú eres el único que realmente puede ayudarla Jack - dijo Norte -, Sia ahora puede parecer mejor, pero solamente en el que respecta a dolor físico. Ahora tiene que animarse… creo que ese es un trabajo para ti.

- ¡Pero quiero ayudar!

- Tu dijiste que mientras ella creyera en nosotros, la ayudarías - se interpuso Conejo -, ahora es cuando realmente te necesita.

Suspiré, maldito Canguro sentimentalista. Miré a Norte y él asintió a las palabras de Conejo, después de eso ambos se fueron. Esto de que no me cuenten las cosas me está poniendo muy nervioso, pero algo en mi decía que insistir solamente traería problemas. Me decidí por regresar a la habitación, dentro Sia se sonría de cómo perro de arena corría por todo el lugar persiguiendo a Hadita… creo que no le caía muy en gracia a ella.

- ¡Pobrecita! - decía Sia - Ven chiquita.

Como refugio le ofreció sus manos y Hadita sin dudarlo zumbó a ellos. Hada sonreía sentada en la cama mientras que Meme flotaba de aquí para allá, cuando me vieron entrar ambos se despidieron (Sia le dio un beso en la mejilla a Meme) y salieron, aunque Hadita se quedó.

- ¿Tu nos harás compañía? - pregunté mientras ella daba unas vueltas a mi alrededor.

- Pregunté a Hada si no podía quedarse - me dijo Sia -, quería pasar un tiempo con ella, me dijo que ustedes son buenos amigos.

Hadita revoloteó a su alrededor y se sentó en su hombro asintiendo. Sonreí, miré a Sia que ya parecía mucho mejor, pero en cuanto terminó de hablar, su rostro se fue apagando de a poco.

- Hey, estamos en el mejor lugar del mundo Zanahoria, no puedes tener esa cara - dije y entonces le soplé la cara. Ella apenas sonrió, formé un copo de nieve en mi mano y se lo lancé, tampoco quería golpearla de pronto con una bola de nieve.

 Ella rió, entonces la hice levantarse y salimos a recorrer la fábrica entera. Creo que fue uno de los mejores días. Comimos chocolate hasta hartarnos, usamos todos los juguetes que pudimos y para mi propia diversión le hicimos bromas a los duendes. Ninguno se salvó del congelamiento.  Ahora estábamos junto al fuego del enorme hogar de la sala de estar, bueno, solamente Sia, claramente a mi no me gustaba el calor. La miraba mientras ella leía un libro que había encontrado en la biblioteca (que por cierto, es gigante) y dejaba que Hadita le haga trenzas en el pelo. En un momento se volvió hacia mí y me hizo un gesto para que me acercara, yo apunte al hogar e hice descender un poco el fuego antes de sentarme.      

- Muchas gracias por todo sesos de témpano - me dijo mientras dejaba el libro a un lado. Hadita ya había terminado y ahora se había sentado en su hombro.

- Solamente hice lo que sé hacer mejor.

Después todo fue silencio, ella regresó la vista al fuego pero creo que en realidad estaba muy lejos de aquí. Quería saber qué era lo que pensaba, aunque yo también tenía muchas cosas que pensar. Con la trenza bien hecha era un calco de Bianca y eso me dolió, en todo el día no había dejado de tener recuerdos de ella, pequeñas acciones que hacía Sia que se parecían a las de ella… como correrse el pelo detrás de la oreja cuando se pone nerviosa o la forma en que arruga su nariz cuando sonríe. Pero tengo que convencerme de que no es así, Bianca ya no está, y Sia no es ella. Tenían muchas cosas diferentes, ahora lo sabía. Sia era valiente, decidida y mucho más cabezota de lo que era Bianca. Además, tenía una risa única y estridente que era realmente contagiosa. Sin embargo, ahora su rostro era triste otra vez, su mirada perdida y una pequeña mueca cruzaba su boca. Estiré la mano inconscientemente y le acaricié el pelo llenándolo de una finísima escarcha que lo hacía brillar.

- ¿Qué puedo hacer para que mejores? - murmuré para mí mismo. Quería que vuelva a ser la de siempre, con esa sonrisa que intentaba esconder sus pecas,  con sus ojos vivos y risueños, no esta sombra lastimera de lo que realmente es ella.

- ¿Qué cosa? - me preguntó ella girándose y clavando la mirada en mi, creo que hablé más alto de lo que esperaba.        

- No… nada - murmuré negando con la cabeza -, pensaba en voz alta.

Sia no dijo nada más y se dejó caer usando mis piernas de almohada. Aquello me ponía nervioso, es decir, ella siempre quería estar cerca de mi pero yo… nunca había estado acostumbrado a eso, no me gustaba demasiado por el calor y a las pocas personas que había querido abrazar en mi vida las acababa casi congelando.

- Te vas a helar - dije.

Ella no me respondió pero un segundo después se puso de pie.

- Vámonos - me dijo tomándome por el brazo - Hadita me habló de un lugar que nos falta conocer.

- ¿Le entiendes a Hadita? - pregunté sorprendido.

 - Después de casi dos horas entendí que es una combinación de expresiones y chillidos, todavía estoy aprendiendo pero si lo hace con lentitud puedo entender la idea general.

Y sin decir más me arrastró por casi todo el lugar, siguiendo a Hadita, aunque estoy seguro de que más de una vez nos perdimos. Subimos escaleras hasta que me harté  cuando estaba a punto de decirle a Sia que sería mejor volver, ella se plantó frente a una puerta  que no me decía nada.

- ¿Es aquí? - preguntó a Hadita, esta asintió.

Sin esperar a más Sia abrió la puerta emocionada revelando un lugar que jamás me habría imaginado encontrar. Un invernadero enorme, lleno de verde y blanco. Había plantas en flor, árboles con frutos pero todo estaba cubierto de nieve, como si a pensar del drástico clima, las plantas crecieran sin problema. En el medio había un lago que no estaba congelado, era algo simplemente imposible.

- Hermoso - musitó Sia antes de adentrarse. Yo la seguí hasta que quedamos en la orilla del lago, ella lo miraba tan expectante y emocionada que no necesitó decirme nada, apenas toqué la superficie con mi cayado y se formó una capa de hielo, después di unos pasos para asegurarme de que fuera bien firme y sin preguntarle jalé de ella y la hice saltar dentro.

- ¡Jack! - exclamó ella riendo - No tengo patines.

- Eso no es problema - con un gesto congelé la suela de sus zapatillas e hice una perfecta hoja de hielo. Sia miraba sus pies fascinada. Patinamos largo rato, reímos, jugamos y Sia me mostró algunas flores y frutas que en mi vida había visto porque eran de primavera o verano. Comí una manzana por primera vez en más de 300 años, Sia no podía creerme cuando le dije que desde que era un espíritu no había probado una sola.

- ¡Eres un extraterrestre! - me decía al tiempo que le daba un mordisco a una y me la ofrecía para probar.  

Cuando ya caía el sol regresamos a patinar. De pronto una idea demente pasó por mi cabeza, tomé a Sia de la mano y he hice como si estuviésemos bailando un vals. Ella comenzó a reír, a reír de verdad y no tardé mucho en contagiarme, cuando quise darme cuenta la tenía mucho más cerca de lo que esperaba, a menos de un palmo de distancia y nos habíamos detenido en el centro del lago. Su risa fue apagadnos de a poco aunque todavía conservaba una sonrisa en los labios, me miró con dulzura antes de romper la distancia y frotar su nariz con la mía.

- Gracias Jack - murmuró -. De verdad.

- Solamente hago mi trabajo.

Ella apenas bajó la mirada, pero no se separó de mi. Tan cerca como estaba podía sentir su aroma dulce y su calor invadiéndome, pero era algo demasiado agradable como para interrumpirlo. No sé porque ese momento, pero sentí que era el indicado, la miré a los ojos un segundo y vi allí al fondo un atisbo de tristeza, quería sacarle aquella toda aquella oscuridad del cuerpo. Dejé de pensar en lo que hacía y permití que las cosas fluyan solas, entonces me acerqué…

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